«Padre»

19/09/10

La mañana de Adrián había sido entre un desastre y un alivio, y es que hablar con Matt se me hacía difícil, no por Matt sino por él, aún no sabe explicar a ciencia cierta que ocurre en su interior. Por suerte Matt ha sido el primero en acercarse a él en gimnasia.

Mientras Matt hablaba con él una pelota se dirigió hacia ellos, con gran agilidad consiguió apartarla de una patada.

Finalizada la clase los dos entran en los cambiadores. Los chicos del equipo de fútbol esperan a que Matt se marche para cambiarse, el contrario se da cuenta y decide hablar con ellos.

—¿Qué mosca os ha picado? —pregunta cruzándose de brazos delante de ellos.

—Es que, es raro —dice Óscar poniéndose al frente de sus compañeros.

—¿Acaso nunca habéis estado cerca de un homosexual? —réplica alzando los brazos. Ahora mismo piensa que sus compañeros son unos inmaduros e infantiles.

—Si, pero nunca nos hemos cambiado con uno cerca —informa Óscar intentando relajar el ambiente de una manera errónea.

—Ni que fuera un alíen —ladra Adrián saliendo del vestuario.

Matt quien ha estado detrás de la puerta escuchando la conversación lo sigue.

—Hey, no corras —pide. Adrián baja sus zancadas—. Tienen razón, soy raro.

—No eres raro, te equivocas, se equivocan, eres único —explica Adrián sentándose en las gradas.

—Entonces por qué hablaste ayer así de mí ¿como si tuvieras que prepararte? —pregunta mirando al frente mientras se sienta junto a él.

—No lo sé, como ya te he dicho estoy confuso —responde Adrián mirando al joven.

—No es mi culpa que estés confuso —recrimina Matt. ¿¡En serio le está hablando así!?

—En parte si, tú me confundes, no sé por qué. Pero lo haces —explica Adrián. Busca sus ojos, el corazón le palpita muy rápido y una llama se prendiera en su interior.

—¿Eres consciente de lo que dices? —pregunta Matt. Lo mira, lo mira... No sabe las consecuencias que pueden traer esas palabras, él es de sentimientos frágiles.

—No, no lo sé, pero solo sé que algo pasa entre nosotros, sé que quieres ignorarlo, pero no podemos, y lo sabes —explica. Matt le observa pensando que va a hacer.

—¿Cuándo te aclares me avisas? —Matt se levanta para marcharse. Adrián lo agarra por la muñeca, Matt le mira mientras sus pensamientos se nublan, no sabe muy bien qué hacer. Viendo la indecisión del joven hace la única cosa que en ese momento se le ocurre, besarlo, queda inmóvil en un principio, pero luego intenta soltarse. Cuando Matt lo consigue le propina un guantazo y sale corriendo.

Adrián se paraliza unos segundos hasta que ve a Abel, sale corriendo aunque llega demasiado tarde, Matt y Abel ya se han marchado juntos.

Durante las clases restantes Matt no aparece y Adrián comienza a comerse la cabeza pensando y preguntándose en donde debe de estar. Acaso se ha marchado, ¿estés haciendo pellas? No es algo típico en él, pero tampoco es que lo conozca de toda la vida sin embargo en su interior siente que así es. A veces es extraño cómo nuestro cerebro piensa.

Matt llega a su casa unos minutos antes de lo normal, su madre se encuentra haciendo la comida, lo cual es extraño en ella pues apenas tiene tiempo para cocinar antes de volver al trabajo. Matt intenta ignorarla subiendo a su cuarto. Su madre lo llama a comer, no responde, no está preparado para hablar.

Durante la tarde golpetea una pelota contra la pared, no sabe que va a decir, ni siquiera las palabras a elegir. Todo lo que sabe es que su mundo se tambalea en una fina cuerda de nailon, resistente aunque con el tiempo cede.

Bien entrada la tarde Matt oye la puerta abrirse, no ha ido a los entrenamientos y eso lo mantiene con la cabeza fresca, ya que no ha tenido desgaste. Baja la escalera y se encuentra frente a frente con su madre, la mira, la señora dibuja una leve sonrisa en su rostro sin embargo al ver la mueca de asco que hace su hijo la elimina rápidamente. El joven vuelve a su cuarto, pensaba que estaba listo, pero se equivocaba. Mira al techo de nuevo, su madre entra en la habitación.

—Sé que es duro de asimilar, pero tu padre tuvo un buen motivo para marcharse créeme —su voz es ahogada. Claudia toma asiento en el borde de la cama. Matt sopla, dios si pudiera evitaría esta situación, fuera como fuera.

—No te haces a la idea de lo difícil que es, ya estoy acostumbrado a que no esté y ahora de repente aparece... me repatea él alma. No es justo. No puede venir exigiendo —responde Matt en su propia defensa. Se cruza de brazos sobre su pecho, le duele que su madre se lo tome tan a la ligera.

—Él tuvo que irse, pero no por su propia voluntad —explica Claudia. Por alguna razón defiende al hombre que le hizo daño.

Matt no es capaz de dar crédito a lo que escucha, si pudiera echaría humo por las orejas. Con un movimiento rápido se sienta en la cama para encarar a su madre.

—¡No lo defiendas! —grita para después dejarse caer sobre la cama.

—No lo defiendo, él no pudo estar contigo porque la cárcel se lo impidió —murmura la mujer acercándose. Pone su mano en el hombro de Matt preparándolo para darle fuerzas mientras le cuenta el pasado de su padre—. Un día mientras yo te daba la cena él quedó con unos colegas para ir a ver un partido de fútbol, cuando terminó, como su equipo ganó decidieron ir a un bar a celebrarlo... —suspira–. Pero a su vuelta en un paso de cebra alguien se saltó el semáforo en rojo, tu padre no tuvo tiempo de frenar y se lo llevó por delante, era un joven, por desgracia tras estar dos semanas con respiración asistida su corazón no lo aguanto y fallo. Como tu padre sobrepasaba la tasa de alcohol, la triplicaba, se le acusó de asesinato en segundo grado, le cayeron quince años de condena. Salió antes gracias a su buen comportamiento y ha estado en rehabilitación para poder adaptarse a este mundo moderno. Ha encontrado un trabajo y una casa, y quiere que os conozcáis para poder pasar más tiempo juntos. Sé que es pedirte mucho, pero él te quiere, créeme cuando te digo que e intentado alejarlo, sin embargo no se ha dejado convencer, él te quiere y mucho. —Una lágrima corre por su mejilla. Matt con cuidado mira a su madre, le duele verla así—. Y lo peor es que llegue a pensar que no tenía ningún derecho sobre ti, pensé que mudándonos todo sería diferente, pero como una vez me dijo tu abuela, no se puede huir del pasado — finaliza ella destrozada internamente y externamente.

—Mamá, no te culpes por haber tomado una decisión, todos en algún momento nos vemos obligados a tomar decisiones importantes. Tú me enseñaste que es de humanos equivocarse, y no te culpo por ello. Al contrario te aplaudo por ser lo suficiente valiente para aceptar tu error. De mayor quiero ser como tú —Matt intenta tranquilizar a su madre quien queda impresionada por las palabras de su pequeño, quien diría que los niños crecen tan rápido.

—Lo sé cariño, pero no puedo evitar martillarme —responde ella mientras acaricia la cabeza de su hijo. Los dos miran a la ventana sin saber muy bien que hacer—. Podría llamarlo para que habléis, ¿solo si quieres? Claro está —pregunta ella retomando la compostura. El joven la mira sin despegar los labios. 

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