«El pájaro»
13/09/10
Matt se despierta como cualquier otro día, animadamente, se arregla y prepara para un día más de instituto. Cuando está listo baja a desayunar junto con su madre.
—Mamá, te recuerdo que hoy llegaré tarde, voy a entrenar con Adrián —informa Matt a su madre de nuevo.
—No, no me he olvidado, llévate el móvil por si acaso pasará algo —Claudia acaricia la cabeza de su hijo.
—De acuerdo —responde Matt haciendo sentir a su madre más segura.
Los dos desayunan, Matt sube a su habitación a por la mochila y como siempre su madre lo lleva hasta la puerta del instituto.
—Adiós —baja del coche.
—Adiós bebé —su madre mueve la mano lanzando un beso.
Matt entra al instituto y sube a clase para dar la materia de Matemáticas.
Todo va bien hasta que a última hora antes del patio se pierde buscando el aula de Informática. Camina por los pasillos leyendo los carteles, 3º A, 1º D, aula de Física y Química... Pasa por delante de los baños y una persona que sale le golpea.
—¿Matt qué haces que no estás en clase? —pregunta la voz a su espalda.
Matt se gira y ve a Iris observándolo.
—No encuentro el aula de Informática —responde el joven avergonzado.
—Ven —comenta Iris agarrando su mano. Suben al segundo piso y allí lo guía hasta una puerta—. Aquí está el aula —lo empuja adentro.
Rápidamente Matt pide disculpas a la profesora por llegar tarde y toma asiento. El joven tranquilamente comienza a hacer la tarea, pero Adrián se sienta a su lado y este comienza a copiarse los deberes. Los dos terminan la tarea colaborando. Tras finalizar Matt baja al patio y se junta con Iris y las demás.
—¿Te ha dicho algo la profesora de Informática? —interroga Iris sentándose en un banco junto a las demás.
—No. Simplemente me he disculpado —responde Matt sacando su almuerzo.
—¿Por qué tendría que haberle dicho algo la profesora? —pregunta curiosa Andrea Molina.
—Porque me he perdido y he llegado tarde a clase —Matt la mira tímidamente.
—Tú en el bosque no durarías... —informa Andrea Gómez a modo de anotación.
—¿Y eso qué tiene que ver? —pregunta Cristina sin comprender.
—Que se perdería y no encontraría una salida —responde, todos la miran callados.
Algunas veces Andrea G. es capaz de confundir a todos, incluso a la otra Andrea. Es muy difícil comprender lo que pasa por su mente.
La sirena suena y todos comienzan a movilizarse hacia las clases.
—Matt tenemos que ir al aula de Física y Química —explica Iris guiando al chico por el pasillo.
Matt observa una habitación con microscopios y probetas, en el centro tres mesas de mármol con diez sillas en cada una. Los dos jóvenes se sientan en la segunda mesa y esperan a que los profesores Patricia y Julio empiecen la clase.
—Hoy daremos los químicos simples y compuestos —informa Patricia mientras Julio apunta en la pizarra.
La clase va bien, tanto Matt como Iris trabajan juntos diferenciando los químicos, las dos Andreas también y Luz con Nacho, pero este último solo se ha puesto con Luz para estar cerca de Iris.
El instituto finaliza y Matt se marcha a casa a comer. Tras terminar regresa paseando tranquilamente hacia el entrenamiento de baloncesto. Al girar una esquina Matt golpea a un joven en el hombro provocando que se le caigan las bolsas que lleva.
—Perdone, deje que le ayude a recoger —Matt se disculpa, agachándose junto al joven recogiendo los objetos que se han esparcido por el suelo.
—Gracias, pero no me trates de usted —habla el extraño levantándose del suelo con una cálida sonrisa en el rostro.
—No hay de que, ha sido mi culpa no miraba por donde iba —agacha levanta la cabeza.
—La verdad es que ha sido culpa de la esquina que no nos ha dejado ver —los labios del joven se entre abren levemente sonriendo. Matt ríe ante la ocurrencia del joven no mucho más mayor que él.
—Bueno, adiós —se despide Matt notando un poco de tensión en el ambiente, no es normal chocarse con una persona y ayudarla.
—Hasta luego —corresponde.
Matt lo mira disimuladamente mientras se aleja, algo en su rostro se le hace familiar ¿pero el qué?
Llega al instituto, observa como Adrián y Susana se alejan. ¿Adónde? ¡A saber!
—Hola, chicas —saluda el joven sentándose en las gradas.
—Llegas un poco tarde —comenta Miriam.
—¿Hoy entrenas? —interviene Iris botando la pelota.
—No, no quiero cansarme —responde.
—¿Por? Ni que te fueras a morir de cansancio —interroga Andrea Molina tirando a canasta.
—He quedado con Adrián para que me enseñe después del entrenamiento —responde Matt notando las miradas de las jóvenes cuando termina la frase.
—Así que has quedado con Adrián. ¿Y qué te va a enseñar? —pregunta esta vez Andrea Gómez alzando las cejas.
—Me va a enseñar fútbol —responde él mirando a las chicas que lo observan con atención.
—Ah... ¿Y a dónde vais a ir? —Claudia insiste 9 mirando a Matt mientras intenta botar la pelota sin observar directamente, sin embargo falla y sale rodando en dirección contraria.
—Al jardín comunitario de su comunidad —explica Matt observando cómo la pelota se aleja—. Voy yo —finaliza alzándose para seguir el objeto.
Las jóvenes se quedan cuchicheando mientras que Matt se aleja siguiendo la pelota.
—¿Qué se traerá Adrián entre manos? —pregunta Cristina en voz alta, cuándo es meramente un pensamiento.
—Que raro, creía que no se aceptaba a más gente en el equipo de fútbol —dice Sheila a la que mañana le quitan la escayola.
—Tal vez solo quieran ser amigos —comenta Iris mirando a Matt.
Matt regresa con la pelota y se la devuelve a Claudia.
El entrenamiento termina y Matt se despide de las chicas, en la salida Adrián lo espera apoyado en la pared.
—Hola —saluda Adrián extendiéndole la mano. Un claxon suena a pocos metros de ellos—. Mi padre ha venido a recogernos, de mi casa iremos al parque comunitario —explica Adrián acercándose al coche para subir.
Ambos dos jóvenes suben al coche y Kristian conduce hasta la casa. Los deja en la puerta mientras él se marcha a aparcar.
—Espérame aquí que voy a dejar la mochila y a coger un balón —Adrián deja a Matt en el porche.
El pelirrojo aprovecha y observa el jardín de enanitos y cactus, aunque él prefiere las plantas. Adrián aparece con el balón mientras lleva unas llaves en la mano izquierda.
—Sígueme —ordena comenzando a caminar por la calle.
Los dos se encaminan por el barrio hasta que Adrián se para delante de una puerta de hierro que se encuentra entre dos chalets. El joven la abre con la llave y entran.
—Este es el jardín de la comunidad así que debemos ser respetuosos —avisa Adrián señalando un cartel de metal con las normas impresas.
Un pequeño sendero de piedras es decorado por flores que crecen a los costados. Caminan hasta que pasan por un pequeño lago del tamaño de un sofá de dos plazas en el cual hay un puñado de peces blancos y rojos, unos nenúfares flotan. El ruido de insectos otorga al lugar un toque místico.
Llegan a un pequeño prado y ahí Adrián pone a hacer toques a Matt.
—Ten más control sobre el balón y no tengas prisa por dar el toque —Adrián hace una demostración lentamente, manteniendo el control.
Los dos jóvenes comienzan a hacer pases entre ellos de manera que comienzan a moverse sin darse cuenta, cada vez se alejan más el uno del otro, llegando a tal punto que Matt se acerca a unos árboles. Adrián chuta el balón sin embargo Matt es incapaz de pararlo y este golpea contra el tronco. Matt va a recogerlo, pero cuando agarra el balón ve a un pájaro pequeño. Se agacha lentamente, junta sus manos formando un cuenco y lo agarra, mira hacia arriba y observa un nido a unos seis metros.
—¿Qué pasa Matt? —pregunta Adrián acercándose al joven preocupado por su tardanza.
—Adrián creo que hemos tirado a este pájaro —Matt se gira mostrando el animal.
—¿Crees que podremos devolverlo al nido? —Adrián observa al animal, tan solo tiene plumas en las alas.
—Está muy alto, lo dudo —responde mirando hacia el nido.
—¿Qué hacemos entonces? —pregunta el joven sintiendo culpa, debió de ser más cuidadoso y no chutar tan fuerte y escuchar a su madre.
—Tendremos que cuidarlo nosotros —Matt mira al pequeño animal indefenso.
—¿Y eso cómo se hace? —duda Adrián buscando los ojos del contrario.
Matt lo mira, ¿acaso nunca ha cuidado de un pájaro? Él se acuerda de cuando era pequeño y se encontraba pajaritos caídos del nido, su madre los agarraba y juntos los alimentaban con papilla hasta que eran capaces de volar, en ese momento los liberaban. Con una sola mano es capaz de contar cuantos ha salvado, cinco, de los cuales todos han sido puestos en libertad. También ha tenido pollitos, pero esos acabaron siendo muslitos o alitas.
—Llamaré a mi madre para que al salir del trabajo pase por una tienda de mascotas y compre pasta para gorriones —explica alejándose de los árboles—. Mientras tanto vamos a tu casa para calentarlo, estos animales necesitan una temperatura constante —finaliza marchando hacia la salida del jardín.
Los dos jóvenes se encaminan hacia la casa de Adrián
—Vamos a mi habitación —abre la puerta. Matt se acerca y deja al pájaro en el escritorio.
—Necesitamos una botella pequeña —habla tras sacudirse las manos.
Adrián en respuesta rebusca en su mochila y saca una botella.
—¿Para qué la necesitamos? —pregunta, Matt no responde simplemente sale del cuarto y se dirige a la cocina, llena la botella con agua y la mete durante un minuto en el microondas sin poner el tapón.
—Dame un trapo —ordena el joven. Adrián rebusca en un cajón y saca un trapo para quitar el polvo.
Matt envuelve la botella en el trapo y regresan a la habitación, allí la posiciona al lado del pájaro, el animal al sentir el calor se acomoda junto a la botella y cierra los ojos.
—¡Ah así que para eso es la botella! —exclama comprendiéndolo todo.
—Voy a llamar a mi madre —informa Matt saliendo de la habitación, marca el número de su madre y espera a que descuelgue—. Mamá he encontrado un pájaro, necesito que compres pasta para alimentarlo —explica sentándose en una silla junto a la mesa que hay entre el salón y la cocina.
Cuando termina de hablar con su madre cuelga el teléfono y vuelve al cuarto. Adrián mete al animal en una caja junto a la botella y entrecierra la tapa para que la luz no le dé directamente.
—¿Quieres subir a la buhardilla? —pregunta Adrián acercándose a la puerta, Matt asiente. Ambos jóvenes suben las escaleras, Adrián enciende la luz y los dos se sientan en los almohadones que están en el suelo.
—¿Cuándo se haga mayor lo soltarás? —Adrián deja caer la espalda contra el suelo.
—Sí, cuando sea capaz de volar lo liberaré —responde. Matt se alza con lentitud y mira a través del telescopio, pero solo ve el cielo.
—Es mejor si miras de noche —informa Adrián viendo la cara de decepción del otro joven.
—Dudo mucho que me quede hasta tan tarde, mi madre sale a las nueve y el sol se va completamente a las diez y algo —explica Matt decepcionado mirando las botas de fútbol del contrario.
—Bueno, quédate aquí que yo voy a cambiarme —Adrián despega la espalda del suelo, mira a ambos lados de la habitación para después coger cierta inercia con la espalda y ponerse en pie de un salto.
Matt lo ve salir, enciende la tele y espera. Adrián se cambia a su habitación y sube otra vez.
—¿Quieres jugar a la Play? —su voz resuena en las paredes. Matt asiente.
Las horas pasan hasta que Marta asoma la cabeza.
—Matt tu madre ha llegado.
Matt y Adrián bajan, el primero agarra al animal con la caja asegurándose de que sigue bien. Sonríe y se despide de su compañero.
Cuando Matt está en el coche le muestra a Claudia el animal.
—¿Lo vas a cuidar? —pregunta la madre mirando al chiquitín.
Matt asiente y continúa sentado. Cuando llega a casa saca al ave de la caja y vuelve a calentar la botella. Posa al animal en su dedo y busca que no tenga ningún daño, su madre mientras tanto prepara la papilla en la cocina.
—Matt baja, la botella está lista y la papilla también —grita su madre desde abajo, deja al pajarito en la almohada y baja. Agarra las dos cosas y vuelve junto al animal. Pone la botella cerca del animal y con una cucharilla intenta que coma, esté con ansias acepta la comida haciendo gorjeos y abriendo su pico.
Matt termina y se prepara para cenar. Tras cenar se marcha a su cama para dormir, esperando el amanecer de un nuevo día.
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