«Dos veces, hoy»

18/09/10

—Si —Matt camina hacia la salida y se marcha sin decir nada más, su humor de perros le obliga a ignorar la voz de Adrián que lo llama.

Llega a un parque y se sienta en un banco, ve a la gente paseando por todos lados. Ha perdido un amigo, sonríe por culpa de la frustración y bufa.

Un hombre se sienta a su lado, nota como unos ojos le miran fijamente, alza la vista y ve al hombre mirándolo.

—Hola, soy Daniel. ¿Y tú? —habla el hombre. Matt le observa boquiabierto, mira su rostro una y otra vez. No puede ser él, después de tantos años, es imposible. Su rostro se encuentra algo demacrado y con arrugas aunque por lo demás apenas ha cambiado. El hombre frunce el ceño al ver el rostro del joven.

—¿Papá? —Matt consigue formular una pregunta que le aterra. El hombre asiente despacio sin apartar la mirada de este.

—Matt, qué mayor estás —el hombre sonríe y sus ojos se cristalizan.

Matt lo mira, después de tantos años tiene el morro de presentarse ahí sin más. En una respuesta automática echa a correr lejos del hombre, quien intenta frenarlo, la gente se les queda mirando. Consigue darle esquinazo entre las calles, frena para recuperar el aliento, su corazón late como él de un caballo desbocado. Posa sus manos sobre las rodillas y descansa su espalda en una pared. ¿Qué hacer, qué no hacer? ¿Su madre sabe que él está aquí? Agarra el móvil de su bolsillo y entra en marcación rápida.

—¿Abel, estás ocupado? —pregunta cuando el chico coge el teléfono al segundo toque.

—No... ¿por? —responde él desde la otra línea.

—Te necesito —murmura Matt sollozando. La vida parece odiarlo dando tantas vueltas.

—¿Dónde estás? —duda Abel.

—En una calle al lado de la guardería Ruíz Ponte —Matt se deja resbalar por la pared hasta tocar el suelo.

—Te recojo en diez minutos en la puerta del instituto, ¿puedes llegar? —Matt asiente sin pensarlo, murmura un leve "Si" y Abel cuelga rápidamente. Los sollozos de Matt le han puesto la piel de gallina así que no piensa demorarse más de lo necesario.

Matt se levanta con pesadez y marcha hacia el instituto, como Abel le ha dicho, en diez minutos exactos un coche para enfrente suya. La ventanilla baja dejando ver así el rostro del mayor.

—Sube —le invita.

Matt con cierta desconfianza se acerca, entra en el coche.

—No sabía que tuvieras coche —menciona mirando a Abel quien agarra el volante con fuerza.

—Yo tampoco —ríe.

Matt le mira cómo si estuviera loco y se anima a reír junto a él. Después de la tormenta llega la calma.

—No, en serio, aún estoy haciendo las prácticas con mi padre, le he cogido el coche prestado, si se puede decir así —finaliza Abel. Matt abre los ojos, asustado.

—¿Entonces no tienes permiso de conducir? —pregunta Matt alterándose.

—Hem, deja que lo piense. No —Abel ríe ante la cara de Matt, la cual refleja puro terror. Pone el coche en marcha mientras que Matt se coloca el cinturón con euforia y erráticamente se agarra de la puerta. Cómo fiarse de alguien que no tiene el carnet, ¿y si se estrellan, o chocan? ¿Qué le dirá a su madre? O no ¿Y si no vuelve a hablar con ella? Abel le observa y ríe ante las expresiones del más joven—. Tranquilo, la semana que viene me dan el carnet, o eso creo.

Matt se relaja levemente, pero aun así no baja la guardia, Abel sabe cómo sacarle una sonrisa e incluso alguna carcajada de vez en cuando. Debe de admitir que junto a él se siente seguro y confortable.

El mayor conduce hasta la casa del contrario siguiendo sus indicaciones.

—Si necesitas algo, llámame —Abel cierra la mano levantando solo el dedo pulgar y el índice, como si de un teléfono se tratase. Matt asiente abriendo la puerta de casa.

—¿¡Mamá!? Hola, ya estoy en casa —informa el joven ignorando su sufrimiento interno.

—Cariño estoy en la sala de estar —escucha la voz de su madre algo más grave y ahogada de lo normal, algo no anda bien.

Entra en la sala de estar y observa a su madre y a Daniel sentados en el sofá dados de la mano. ¿¡Dos veces en un día!? Es demasiado para él, y para cualquiera. Los mira a ambos sin comprender la circunstancia. ¿Ella sabía que él estaba en la ciudad? ¿Cómo le ha permitido entrar en la casa? Da dos pasos atrás y sale de la casa haciendo la misma maniobra hecha hace un rato, correr. Sus padres le siguen a paso rápido sin embargo tras unos minutos se detienen. Ellos saben que él tiene que volver a casa, no tiene ningún otro lugar al que ir. Agarra el móvil y vuelve a llamar a Abel.


—Hoy es la segunda vez que te recojo —Abel sonríe desde el interior del coche, Matt tan solo hace una mueca—. Hey, ¿estás bien, pasa algo?

¿Qué si pasa algo? Si, si pasa algo, el estúpido de mi padre decide presentarse después de trece años perdido en el cosmos... Quiere gritar al aire. Su móvil comienza a vibrar, decide cogerlo aunque sabe quien está al otro lado.

—¿Matt, donde estás? Vuelve a casa, deja que te lo explique —escucha la voz de su madre ahogada.

Las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas de manera incesante, todo parece una pesadilla. Nota un tirón y ve como el mayor le quita el teléfono.

—No le hagan llorar más —grita, sin más cuelga el teléfono para después lazarlo a los asientos traseros—. ¿Dime qué pasa? —pregunta parando el coche en una cuneta. Matt niega con la cabeza—. Por favor —ruega suplicante.

—Mi padre ha vuelto —responde sin más. Abel comprende la situación, durante su quedada el joven había hablado superficialmente sobre su padre, y no parecía ser algo de su sumo agrado.

—¿Tu madre no me odiará por haberle gritado? ¿Verdad? —pregunta Abel intentando cambiar de tema. Matt sube y baja los hombros como si le diera igual todo—. ¿Bueno, adónde te llevo?

—No sé, no tengo a donde ir y en casa están ellos —responde Matt.

Abel arranca el coche de nuevo.

—Pues iremos a mi casa —explica el mayor tras tomar una dirección.

Durante minutos los jóvenes continúan callados hasta que Abel aparca.

—Si no me cuentas lo que te ha pasado exactamente no puedo ayudarte. Lo sabes, ¿verdad? —La tristeza resuena en su voz como si su alma se desgarrara por dentro. Al no recibir respuesta del menor, sale del coche y abre la puerta del copiloto. La casa se encuentra con todas las luces apagadas—. Que suerte, mi padre aún no ha vuelto. Si se da cuenta de que he cogido el coche sin su permiso seguro que me mata —explica el joven con una mueca en los labios.

Entran en la casa, mientras Abel deja las llaves en su sitio, Matt decide sentarse en el sofá a la espera de que Abel imite su acción. Cuando este se sienta decide hablar.

—Hoy ha sido un día horrible, primero Adrián descubre que soy gay y no tengo la menor idea de cómo; segundo, mi padre se presenta sin más sentándose a mi lado en un parque, eche a correr hasta que​ te llame, y cuando me dejaste en casa entre y vi a mi madre junto a mi padre. Mi mundo se viene abajo y no sé que hacer —hace una pausa evitando así llorar—. ¿Por qué vuelve después de tanto tiempo? —El joven abraza al mayor quien no duda en corresponderle, nota como su ropa se humedece por culpa de las lágrimas.

—Oye, podría haber sido peor, mejor que se presente ahora que no en tu boda —menciona Abel con cierto tono juguetón haciendo que Matt le golpeé en el hombro.

—Eres horrible consolado, aunque debo admitir que tienes razón —Matt se aleja medio metro para no estar encima del mayor.

Ambos charlan durante un par de horas de cómo fue su infancia, aunque Abel tenía una vida buena no era perfecta como Matt pensaba, su hermana mayor se quedó embarazada con dieciséis años y se fue de casa sin embargo eso es algo que Abel apenas recuerda, ya que tenía ocho años... Casi diez años sin verla y aun así, como él mismo ha dicho, se le hizo efímero y llevadero.

La historia de Matt es otra cosa, tras su familia enterarse de que era gay y decirle que rezarían por él, su madre estalló lo que provocó que se mudarán.

Abel no solo ha flipado con su historia si no que cree saber cómo es que Adrián se ha enterado de que Matt es gay, ha sido su culpa. Todos saben cómo es él y enseguida que algún chico anda a su alrededor la gente piensa lo que le da la gana.

Terminan colgados del sofá boca abajo mientras miran la televisión, riendo por los actos del actor. Abel siente que la risa de Matt es como miel dulce cayendo en sus oídos, le mira fijamente durante un rato, intentando memorizar cada fracción de su rostro, hasta que el joven se da cuenta. Abel rápidamente retira la mirada avergonzado, cierto rubor sube a sus mejillas sin embargo lo controla con facilidad.

Cuando los padres de Abel llegan, los jóvenes deciden subir al cuarto. Allí los dos se duermen encima de la cama mientras ven la televisión, a la una de la madrugada Abel despierta y con cuidado consigue tapar a Matt y así mismo, un suspiro de comodidad escapa de entre los labios del menor quien enseguida se acurruca al lado del mayor. Abel le mira y cuidadosamente acerca sus labios a los de Matt, apenas quedan unos milímetros de separación, el menor se mueve inconscientemente poniendo de por medio algo más de distancia. Abel ríe, enseguida acomoda su barbilla encima de la cabeza de Matt. Se ha quedado con las ganas aunque sabe que es mejor si Matt está despierto.

La noche cubre el cielo con su manto negro, todos duermen algunos más cómodos que otros, aunque hay una madre algo angustiada que se ha quedado dormida esperando a su pequeño.

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