«¿Cita?»

15/09/10

Matt observa a las jóvenes entrenar, solo de vez en cuando se anima a interactuar con ellas. No quiere cansarse sabiendo que tiene una reunión con Abel. Por qué se le puede llamar reunión. ¿Verdad? No es una cita porque él no siente ningún tipo de atracción hacia él. ¿No? Abel no ha mencionado en ningún momento la palabra cita, aunque sería algo extraño si la hubiera mencionado, ya que apenas se conocen, ni siquiera sabe si debe confiar en él.

—Matt, hoy andas distraído —llama Iris su atención, es muy perspicaz e inteligente, conoce a Matt solo de cinco días y aun así es increíble la compenetración que tiene con este.

—¿Y Sheila? —pregunta él evitando así el tema, pregunta tonta y respuesta tonta.

—En el hospital —responde Miriam.

El balón de fútbol llega rodando por el suelo desde el otro campo. A lo lejos se oyen los gritos de los chicos. Andrea Molina chuta la pelota, pero esta apenas recorre un par de metros antes de pararse. Carlos se acerca y la recoge mientras saluda a las chicas, dedica un saludo a Matt en especial, uno solo para él. Parece que el equipo ya está asumiendo que Matt podría unirse a ellos en algún momento.

—¿Y qué tal va la apuesta entre las Andreas y Claudia? —pregunta Cristina al lado de Claudia, la joven la mira con un cierto rubor.

Matt al escuchar la frase amplia los ojos, ¿aún están con eso? Pensaba que ya se habían olvidado.

—Pues hoy Claudia ha hablado con Abel. Pero el chico rápidamente se ha ido espantado —informa Andrea Molina mientras mira a Gómez.

—¿Qué le has dicho? —Matt mira a Claudia, la curiosidad pica en su interior.

—Nada... que si quedábamos algún día —responde esta mientras mueve los pies en el suelo, avergonzada.

—¿Qué te ha dicho? —pregunta está vez Iris adelantándose a Matt. El joven cierra la boca y espera la respuesta.

—Que hoy ya tenía planes —Claudia frunce los labios, no la convención su excusa.

—¿A qué hora has hablado con él? —inquiere Matt.

Claudia mira a Matt, ¿acaso está la joven en una especie de interrogatorio?

—Antes del patio —responde alzando los hombros, para ella es una simple respuesta, para Matt es algo extraño Abel en aquel momento aún no tenía planes. Ahora sí y además con él.

—Da igual conseguiremos que esos dos tengan una cita —réplica Andrea Molina, nunca se dará por vencida.

El entrenamiento de las jóvenes continúa sin ninguna novedad más.


Matt sale a la puerta y espera a Adrián, quien se está cambiando en los vestuarios. Se despide de las chicas conforme van saliendo.

Durante un rato observa su móvil, lo bloquea y desbloquea una y otra vez hasta que se cansa y lo apaga. Adrián tarda un rato, tanto que hasta su padre llega y aparca a un par de metros a distancia de la puerta.

Un joven sale por la puerta Matt se gira, ve a Adrián y su estómago se remueve, pero no le da importancia, juntos se meten en el coche y hablan durante el trayecto.

En la puerta de la casa los espera Marta quien arrastra de vuelta al coche a Kristian quien no critica, simplemente se marchan dando la breve información de que se van a comprar.

Ambos jóvenes comienzan a entrenar sin embargo apenas son capaces de mantener una conversación que dure más de un par de minutos, el ambiente seco les obliga a recurrir a temas de estudio como exámenes y tareas.

—¿Qué tal te va el trabajo de Tecnología? —pregunta Matt, observa el rostro del otro joven quien solo frunce el ceño.

—Mal —para qué le va a mentir, no le serviría de nada.

—Yo puedo ayudarte, ¿si quieres? —pregunta Matt sin dejar de mirarle.

Adrián reticente acepta su ayuda. No es reticente porque no confía en él, sino porque nunca nadie le ha ayudado en nada, sus padres están demasiado ocupados como para prestarle algo de atención o ayuda.

El entrenamiento termina un par de minutos antes de lo habitual, los dos jóvenes juntos preparan el boceto de Adrián y Matt le hace una explicación sencilla y fácil de comprender. Básicamente lo que la profesora había explicado ese día.

—Gracias. ¿Tú ya has hecho el tuyo? —pregunta Adrián agradecido, sinceramente está muy feliz por la ayuda recibida.

—Si, lo he hecho mientras comía —responde el joven sonriendo, mira la hora y se estremece, las ocho y media, es tardísimo. Aún tiene que ducharse y prepararse para ver a Abel, aunque primero debe pedirle permiso a su madre. La noche se le echa encima—. Debo de marcharme ya —informa levantándose.

—¿Ya? Espérate a que regrese mi padre y te lleve a casa —implora Adrián para evitar que el chico se marche solo.

—¿Va a tardar mucho? —pregunta Matt volviendo a mirar el reloj. El tiempo continúa pasando y eso es algo que él no puede detener.

—No sé —responde dirigiendo su mirada al mismo lugar que el otro joven, ¿qué mira con tanta intensidad?

—Tengo que llegar a casa, debo ducharme —explica Matt intentando ignorar el tema de la no cita con Abel.

Adrián no insiste y Matt se marcha caminando, durante unos minutos anda por la calle sin detenerse hasta que para en un semáforo, mira hacia la calle de enfrente y observa como Miriam pasea un perro, un pastor alemán. Cruza el semáforo cuando está en verde y se acerca por detrás.

—Deberías de haberme dicho que tenías un perro —toca el hombro de la joven, está pega un salto girándose sobresaltada sin comprender qué pasa.

—Matt me has asustado, deberías de llevar un cascabel colgado del cuello —reacciona la joven cuando lo ve parado detrás suya.

—Bonito perro. ¿Piensas decirme su nombre algún día? —pregunta Matt dando un par de golpecitos al suelo.

—Este es Lord, era el perro de mi hermano —explica Miriam mientras su rostro se oscurece, el dolor se nota en su mirada a kilómetros.

—Sigo sin comprender porque tu hermano tomó una elección tan radical, yo también he sufrido de bullying, en varias instituciones incluso, pero aun así aprecio mi vida —habla Matt comenzando a caminar junto a ellos por la calle.

—Él siempre fue muy impulsivo y cuando algo se le metía en la cabeza no dudaba en llevar a cabo su idea —Miriam agacha el rostro, no se siente muy cómoda hablando del tema aunque ha sido ella la primera en sacarlo.

—Aun así no lo comprendo. ¿Cuándo pasó todo? —pregunta Matt intentando hacer que todo parezca normal entre tanta frialdad.

—Hace cinco años, yo apenas era una niña, acababa de cumplir once. Para mi todo fue un cambio drástico, meses después del incidente mis padres se divorciaron, ambos dos acabaron destrozados, aunque la que se llevó los palos psicológicos fui yo. Pero a nadie le pareció importarle —explica Miriam mientras observa el parque que rodean. Ve los pájaros y los observa volar por el aire, libres y sin compromisos.

—No me imaginé que tus padres se hubieran divorciado después del "incidente", pensé que se abrían unido más para ayudarte a superar algo tan traumático —habla Matt sorprendido por las palabras de Miriam.

Todo marcha bien mientras están en clase, pero cuando están fuera y hablan de temas delicados parece que nunca hayan hablado antes, o que no tengan la confianza suficiente entre ellos.

—Ellos me ignoraron por completo, no les importe nada. Fui invisible, suficiente tenían con el dolor —finaliza la joven.

Los dos caminan durante un rato tratando él tema lo mínimo posible, sus caminos se separan cuando Matt marcha por otra calle. Nunca imaginó que hubiera sido tan dura la infancia de Miriam, encima sus padres no la apoyaron.


Llega a casa, rápidamente se ducha y busca a su madre, Claudia se encuentra preparando la cena para ambos, Matt se acerca con cuidado y decide preguntarle.

—¿Mamá puedo quedar con un amigo? —apoya los codos encima de la encimera de mármol.

—Claro. ¿Cuándo? —responde la mujer mientras sostiene una sartén. Se encuentra muy ocupada preparando la comida en vez de prestar atención a las palabras de su hijo.

—Después de cenar, sobre las diez —susurra Matt midiendo la reacción de su madre, al principio no parece inmutarse, pero tras pasar unos segundos sus ojos se amplían doblando su tamaño, mala reacción.

—¿Cariño no es un poco tarde? —pregunta Claudia soltando la sartén, con un trapo se seca las manos, gira para ver a Matt.

—Solo sería hasta las doce. Ya soy capaz de ir por la calle solo —balbucea lo último cómo una patética afirmación de lo mayor que es, aunque su madre lo sabe de sobra.

—¿Con quién irás? ¿Con Adrián? —se limita a preguntar ignorando la afirmación de su hijo.

—No es con Adrián, es con Abel un chico que conocí por la calle y después me encontré con él mientras compraba, y resulta que también vamos al mismo instituto. Hoy me ha invitado a almorzar y luego hemos decidido quedar... —explica su hijo resumiendo y omitiendo detalles innecesarios como que de vez en cuando a Abel se le antoja molestarlo, habla rápidamente casi sin coger aire.

—Así que te irías a las diez y volverías a las doce —habla su madre en modo pregunta, pero sin llegar a serlo.

Matt emite un sonido a modo de aceptación o confirmación. Claudia abre la boca para preguntar de nuevo pero Matt reacciona antes.

—Hemos quedado en la puerta de la tienda de comestibles —informa Matt sabiendo exactamente lo que va a preguntar su madre.

—Bueno, cena primero y ponte una camisa de manga larga —pausa un momento—, que esa que llevas apenas abriga. No sea que encima que sales pesques un resfriado.

Matt ríe ante las palabras de su madre, agradece su tono firme y suave a la vez con una pizca de animosidad.

—Gracias mamá —sonríe dándole un beso en la mejilla, sale de la cocina y marcha hacia su habitación.

—¿A dónde vas? La cena está casi lista —grita su madre al verlo salir.

—A cambiarme —responde Matt desde las escaleras.

Claudia le prepara un bocadillo para que así cene más deprisa. Matt agarra pan y observa la hora, ¿y si no va, o, y si se ha cansado de esperar? Oh... su cabeza quiere divagar por pensamientos lúgubres sin embargo se niega y no se lo permite.


Sale de su casa a las diez metiéndose prisa por las calles en busca de la tienda, tira el papel del bocadillo en una papelera y corre. La pequeña mochila que lleva a la espalda rebota haciéndole molesto continuar con un ritmo rápido, en ella solo está su móvil, una pequeña batería y una libreta para apuntar cualquier cosa que se le ocurra.

Llega a la puerta de la tienda, aunque esta se encuentra cerrada. Ya ha llegado tarde, con lo mucho que se ha esforzado.

Alguien golpea su espalda con un par de toquecitos, se gira y ve un dedo índice, alza la vista hasta topar con los ojos de Abel. Este lo mira desde arriba, solo una escasa media cabeza los separa de altura.

—¿Vamos?- pregunta Abel poniéndose a su lado. Matt asiente.

Los dos jóvenes comienzan a pasear por las calles hasta que llegan al parque por el cual han paseado Matt y Miriam unas cuantas horas antes.

—¿Oye cómo supiste que soy gay? —pregunta Matt en un impulso. Aunque Abel no se lo haya dicho es el único chico que parece tratar a Matt como si lo supiera y eso lo pone nervioso.

—Fácil, entre nosotros nos identificamos —explica señalando con una mano a ambos.

Entonces Abel también es gay, piensa rápidamente, entonces ya no está solo, ya tiene a alguien con quien hablar de sus cosas.

—¡Entonces también eres gay! —exclama Matt feliz golpeando el hombro de Abel con entusiasmo. Este lo mira y frunce el ceño.

—No soy exactamente gay, para ser más específico soy bisexual, o como dice mi madre... que ni carné, ni pescado. —Ambos ríen por la inusual pronunciación que ha utilizado Abel.

Matt lo mira, ciertamente no se le había ocurrido la idea de que Abel fuera bisexual, simplemente pensó que era gay.

—A... Yo salí con una chica, pero era muy raro besarla. No sé, se me hacía incómodo y baboso —cuenta Matt recordado un pasado algo indeleble, intenta no recordarlo aunque se le hace imposible.

Tenía diez años cuando tuvo su primera y última novia, algo que no rememora demasiado. Su atracción por esa chica fue tan nula que no entendía qué le pasaba, tras unos meses de relación empezó a notar cierta atracción hacia el hermano de ella y cuando sus compañeros se enteraron vivió un calvario de dos largos años; burlas, risas, empujones y bromas pesadas. Eso lo llevó a una depresión parcial que superó tras su traspaso de institución.

—A mí simplemente me da igual, siento lo mismo tanto si es un chico o una chica, yo me enamoro del alma; de su forma de ser, de su sonrisa —explica Abel quien pasea junto a Matt por un sendero de rocas cerca de un lago.

La luna comienza a subir, y baña el agua con un manto de plata. Los dos jóvenes se acercan a la orilla tomando asiento.

—La luna es nuestra única compañera —dice Abel retomando la conversación.

—Ya, se refleja en el lago —da un repunte Matt.

El agua se desplaza lentamente de un lado a otro movida por el viento. Matt y Abel comienzan a intercambiar anécdotas de su pasado, estableciendo una conexión íntima. Ríen y callan dependiendo del momento. Matt observa la hora de vez en cuando asegurándose de que no se le pase. A las once y cuarenta frena de golpe, vuelve a observar su reloj para poder asegurarse al cien por cien.

—Abel se me hace tarde, debo de volver a casa —informa girándose para ver al contrario.

—Bien, te acompaño.

Los dos dan media vuelta descaminado lo caminado anteriormente. Matt se despide de Abel unas cuantas casas antes de llegar a la suya, para no arriesgarse y que su madre lo vea.

Entra en casa y visualiza a su madre durmiendo delante de la televisión, sin hacer mucho ruido la apaga y tapa su cuerpo con una fina manta. Besa su frente, y camina a su cuarto. Cuando llega recibe un mensaje aunque lo ignora hasta que está listo para irse a dormir, entre sus sábanas abre el mensaje y responde:

Abel: "Ey, buenas noches."

Matt: "Chau."

Abel: "¿Chau? No te imaginé siendo tan seco."

Matt: "Me refiero a que buenas noches. ¿Contento?"

Apaga el móvil sin embargo recibe otro mensaje, un emoji de una carita llorando y otra con unas gafas. Ríe y deja teléfono cargando antes de dormirse tras un largo día lleno de diversión, emociones y aventura. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top