Envuelto en sabana blanca

El primer día que lo vio, el príncipe tenía 12 años.  Le habían ordenado entrenarlo para ser un gran guerrero y futuro rey.

Apenas lo vio en el campo de entrenamiento le pareció un niño temeroso y escuálido.

Se recordó suspirando de cansancio las primeras clases porque Aioros era pésimo con la espada.

Recordó haber golpeado a su príncipe con una fuerte patada.

La mirada furiosa de Aioros rompió algo en él.

Recordó como unos años después, Aioros había logrado vencerlo.

También recordó como las facciones de su alteza había madurado y lucía como un hermoso adolescente.

Su piel vibraba cada vez que sus manos rosaban el cuerpo del menor.

Las noches enteras que se pasaba en vela pensando en la radiante sonrisa de Aioros.

Y maldición, sus ojos, esos hermosos ojos color jade, que ni la más fina joya que su corona poseía, era tan preciosa como ellos.

Recordaba su dicha al escuchar salir el primer "te amo"  de los labios de su príncipe.

Su corazón latiendo con fuerza en su primer beso, y dios sabe que su cuerpo explotó cuando lo hizo suyo por primera vez.

La adrenalina de cada escapada juntos y las noches enteras de pasión.

Las risas y miradas a escondidas y todo lo que una relación así conllevaba.

Dios, cuanto lo amaba.

Recordaba todo de Aioros.

Recordaba el cuerpo de Aioros cambiar durante el paso del tiempo.

Ese niño de 12 años que vio por primera vez tan escuálido, ahora era un hombre de 21 años gimiendo bajo su cuerpo.

Haciéndolo suyo como si se fuera a acabar el mundo, y eso no le importaba de todos modos.

Amaba a su príncipe y no lo dejaría por nada.

Su padre, el rey y el deber se podían ir al mismo infierno.

— Estoy exhausto — gimió Aioros.

— Yo también, es hora de que me vaya su alteza — contesto pícaramente.

Saga se levantó de la cama de Aioros y este admiró su cuerpo desnudo por un momento. Saga era un hombre muy atractivo.

Aioros se acordaba el día en que obligaron a Saga a casarse.

Lloró toda la noche, sin embargo jamás le recriminó por eso.
Sabía perfectamente que Aspros lo había obligado a contraer matrimonio y engendrar un hijo a cambio de no mandarlo lejos.

Una esposa y un hijo jamás impidieron que se colará en la cama de Aioros.

— Tienes que descansar mi príncipe — habló Saga dulcemente mientras se acercaba ya vestido para besar a su amante — mañana nos espera un día muy largo.


A diferencia de Saga, Aioros aún no había podido contraer matrimonio con Milo.

Se había desatado una guerra contra su reino por el dominio de una costa al límite de sus tierras, por lo que el casamiento real tuvo que posponerse hasta la finalización de la guerra.

El rey de Algiedi había proclamado esa costa como suya, el pueblo de Nashira lindaba con sus tierras y las tomo estratégicamente a base de asedios.

El ejército comandado por su hijo, el príncipe y heredero al trono, Shura, luego de un año de guerra, logro hacerse con el lugar y protegerlo para ellos.

Este era el último intento para el reino de Alnasel de recuperar esas tierras y con la ayuda de Sargas, lograron entrar por su tierra y preparar un ataque sorpresa por otro flanco, ya que las costas estaban demasiadas custodiadas y había perdido a la mayoría de los barcos.

La comitiva de Sargas los había recibido con los brazos abiertos y ofrecieron guerreros para la batalla.

— Vuelve a mi — rogó Milo a Aioria — solo vuelve.

Ambos jóvenes se encontraban en aquella torre observando las estrellas.

Milo había aceptado su destino y Aioria no había renunciado a al menos ser su amigo.

Aunque la amara.

— Te prometo que lo haré, mi princesa — beso el dorso de su mano.

Aioria estaba a punto de casarse con Alice.

Nunca le dijo a Milo que la amaba. Nunca hizo falta.

Milo tampoco dijo a quién amaba, si a Aioros o a él.

A pesar de ellos ser cercanos, su hermano mayor pasaba tiempo con la princesa. Paseos, bailes, regalos y se sentaban juntos en la mesa. Aioros  y Milo estaban oficialmente comprometidos.

Milo jamás hablaba de lo que pasaba con Aioros y menos de sus sentimientos y a pesar de que él hacía lo suyo con la tonta de Alice, siempre intento dejarle claro a Milo su amor. No directamente, por supuesto.

Las noches que ambos pasaban en vela contándose historias, Aioros las pasaba con Saga. Pero ninguno de ellos estaba al tanto de ese secreto.

Kanon era una tumba con respecto al amorío de su gemelo.


Para Aioria, esa fue la despedida más difícil de su vida.

Toda la familia real estaba a los pies del castillo para desearles buena suerte. Sin embargo él tenía ojos solamente para Milo de 15 años.

Su cabello largo y ondulado, tan rojo como la sangre, hacia un perfecto contraste con su piel blanca.

Tuvo que esperar a que Aioros se despidiera de ella con un beso en la mano y una reverencia. Y cuántos celos tenía en ese momento.

Nunca tuvo celos de su hermano, salvo ese día que Aioros le regaló una hermosa yegua color negra a Milo.

Él no tenía permitido tocarla o besar su mano en publicó. Cada vez que entrenaban juntos, Aioria acariciaba sutilmente su cuerpo, en el entrenamiento el contacto era inevitable.

Espero a que su hermano se subiera al caballo para él saludarla solo con una estúpida reverencia.

Tenía ganas de abrazarla y decirle al oído que pensaría en ella cada instante del día.
Que le escribiría cartas todas las noches y que observaría todos los anocheceres rojos pensando en ella.

Milo le sonrió y él se volvió a desarmar.

Montó a su caballo y volteó a verla solo por un instante antes de atravesar el enorme portón de las murallas.


Tenían horas cabalgando hacia las fronteras de Sargas con el pueblo de Nashira. Ambos príncipes cabalgaban a la par, con Saga por delante y Kanon detrás.

Aioros observaba el semblante serio y pensativo de su hermano menor. Sabía exactamente lo que pasaba por su mente, Aioria siempre fue un libro abierto para él.

— La amas ¿Verdad? — cuestionó sin preámbulos. Aioria volteo a verlo sorprendido — No me pongas esa cara, hasta Kanon lo sabe.

— Lo siento, hermano — respondió apenado y avergonzado — se que es tu futura esposa, no puedo evitar amarla.

— Yo no la amo, Aioria, no lo hago — le sonrió — amo a otra persona — miró al frente.

Aioria siguió la línea de visión de su hermano y se topo con la espalda de Saga.

— ¿Qué dices Aioros?

— Que no me quiero casar con la princesa y si lo hago es por obligación. Amo a otra persona y que tú la ames no me molesta en lo absoluto.

— ¿Perdiste la cabeza? ¿Qué carajos estás sugiriendo? ¿Qué yo sea el amante de ella? — espeto enojado.

— No seas tonto, Aioria — contesto ofendido. Kanon rio atrás — No pienso casarme con ella. Cuando volvamos de esta maldita guerra, hablaré con padre para que tú te cases con ella.

— ¿Acaso haz caído en la locura hermano? Papá jamás accedería a tal cosa ¿Acaso crees que importa si yo la amo? Despierta hermano, tu eres el heredero — bufó histérico. Hizo cabalgar más rápido su caballo y alejarse de su hermano.

Aioros, exasperado, se paso una mano por él pelo.

— Déjalo — habló Kanon colocando su caballo junto al príncipe — no es momento de esto Aioros. El piensa que le estás tomando el pelo — Aioros lo miró frunciendo las cejas — ¿No lo vez? Él la ama de verdad y vive cada día junto a ella sabiendo que jamás la tendrá. Mientras tu disfrutas de tu amorío con mi hermano, él solo puede ser su amigo y rogar que algún día pueda tocarla.

— ¿Tu crees que yo disfruto de un amorío?

— Obtienes más que él. Saga sería tu amante por el resto de su vida, pero dudo que Milo accediera un tipo de relación así con Aioria. Tu eres el heredero y a menos que renuncies a eso, tu hermano no tendrá a la princesa. Piénselo, su alteza.

Lo único que veía era un caos a su alrededor, su casco le molestaba y respiraba agitado. Estaba herido y buscaba a su hermano mayor.

Se arrastraba por los cuerpos en busca de su espada. Se sacó su yelmo para obtener una mejor visión del panorama.

Sintió un pie posarse en su espalda y presionarlo contra el piso. Su rostro se estampó contra el barro hasta tragar un poco.

— Pero mira que tenemos aquí, un hermoso príncipe.

La voz de un hombre lo estremeció, estaba herido y desarmando. Él era un guerrero fuerte y ágil, sin embargo estaba en total desventaja.

El hombre le agarro el cabello y levantó su rostro para cortarle el cuello.

Aioria cerró sus ojos esperando su final.

La sonrisa de Milo fue lo único que tuvo en su mente.

Sintió gotas de sangre caer sobre su piel, abrió sus ojos aturdido y lo que vio fue al hombre agonizando con un puñal clavado en el ojo.

Kanon lo tomo por las axilas y lo levantó.

— ¡Aioria! ¡Pequeño, jamás te rindas así!
— grito el gemelo clavando su espada en otro sujeto y arrojándolo al suelo de una patada en el pecho — ¡Toma tu maldita espada y póngase de pie su alteza! ¡Vamos, no se rinda! — alentó Kanon mientras seguía matando enemigos.

Aioria tomó su espada e imito al gemelo, peleaba como un verdadero caballero a pesar de estar herido. Su pelo mojado y su rostro embarrado.

A lo lejos pudo reconocer al príncipe de Algiedi, Shura estaba vestido con una armadura totalmente negra con esmeraldas incrustadas en su pecho. Su yelmo era de un aspecto terrorífico, del mismo color que la armadura y con enormes cuernos.

El joven era alto e imponente y muy ágil al blandir su espada, tanto así que parecía que bailaba.

Shura estaba peleando con Saga, era una batalla a muerte y el príncipe tenía la delantera.

Aioria corrió hacia el gemelo para ayudarlo, sin embargo un guerrero enemigo lo arrojó de boca al barro y antes que este le clavara la espada, Aioria se volteo e incrustó la suya en el estómago.

Cuando se levantó, pegó un grito desgarrador.

Todo pasó muy rápido a sus ojos.

Shura estaba por apuñalar a Saga cuando Aioros se interpuso y recibió de lleno el golpe. La espada de Shura atravesó el estómago de Aioros.

Saga reaccionó enseguida e hirió a Shura, aunque no de gravedad.  Saga recibió un corte en su pecho y estómago.

Aioria corrió hacia su hermano y fue detenido por Kanon, quien pitó la retirada y arrastró a Aioria lejos de la batalla.

Saga, con la poca fuerza que le quedaba, levantó en brazos a su amado y se lo llevó lejos de ahí.

Alguno guerreros propios y aliados también lograron retirarse.

Antes de llegar al campamento, Saga se desplomó cansado en el suelo. Aún entre sus brazos agonizaba Aioros.

— No te mueras mi amor — rogaba entre llantos — no me dejes.

Las lágrimas derramadas por los ojos de Saga, caían como cascada en las mejillas de Aioros.

Lentamente, con la última fuerza que le quedaba, Aioros levantó su mano bañada en sangre y tocó la mejilla del gemelo.

Kanon y Aioria llegaron a su encuentro y ambos presionaron la herida en el estómago de Aioros.

— ¡Traigan al médico! — grito Kanon a los demás hombres.

Aioros había perdido mucha sangre, estaba pálido como la muerte y muy débil.

— Sa-Saga — tartamudeo — Te-te amo.

— No hables mi amor — suplico llorando y su amado le sonrió — yo también te amo.

Aioria comenzó a llorar y llamar a su hermano desesperadamente.

Aioros no contestaba.

Derrotado, Saga apretó a Aioros hacia su cuerpo y dejó escapar un grito desgarrador.

Aioros, el amor de su vida, había muerto en sus brazos.
Se había interpuesto entre él y la espada para salvarlo.

Cuando los médicos llegaron al lugar, Saga se había desmayado por sus propias heridas.

Cuándo la torre vigía había anunciado la llegada de lo que quedaba del ejército, Milo no espero ningún protocolo y corrió fuera del castillo.

A lo lejos vio a Kanon montando en su caballo junto a unos 20 hombres.

Atrás venía una carreta con Aioria sentado y vendado.

Milo corrió hacia ellos. Tapó su boca al ver a Saga dormido y vendado y a su lado un cuerpo envuelto en una sábana blanca.

Era Aioros.

Apenas Aioria la vio, salto de la carreta y la abrazó. Si necesitaba consuelo por la muerte de su prometido, él se la daría.


Un mensajero había salido de urgencia hacia el reino de Alnasel, con la triste noticia de la muerte de Aioros.

Saga agonizaba en la enfermería y Kanon jamás se movió de su lado.

— ¿Cómo está mi hermano?

— Su herida es grave, pero nada que no se pueda tratar — habló el médico — sin embargo, Saga no está luchando para vivir.

— ¿Qué significa eso?

— Lo siento, su hermano se está dejando morir.

Kanon golpeó la mesa asustando al médico.

Se arrodillado junto a su hermano gemelo, tomó su mano y le suplicó que no lo dejara.

Saga murió tres días después.

Si Aioros no estaba en el mundo, no valía la pena vivir en el.

Holas mis bellos lectores.

Les dejo un trágico capitulo.

Espero que les haya gustado.

Gracias por leer

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