El príncipe y la joven de las flores
No habían pasado ni un mes y ya estaba harto.
Por un lado el consejo y sus exigencias y Lune y su constante negativa por el compromiso.
Por otro lado estaba su padre y la insistencia y entusiasmo por el viaje.
La política lo tenía al límite. Debía de aguantar y controlar su genio ya que era su deber como futuro soberano.
Se había armado un despacho propio para no usar el de Cid y molestarlo.
Varios papeles estaban desparramados por todo el escritorio y otras mesas alrededor. Muchos están para firmar y otros para verificar. Tenía que leer todos y cada uno de ellos. Desistió luego de unas horas, sus ojos comenzaban a irritarse.
Observaba el exterior por un largo rato, el sol se estaba poniendo. Su ventana daba a uno de los tantos hermosos jardines que poseía el castillo.
Ese jardín justamente era el favorito de su madre. Lleno de hermosa rosales, cada uno traído de diferentes lugares, únicos en color y rareza. Eran tan exquisitos como la belleza de la misma reina. Su madre pasaba horas todos los días allí contemplándolos, los mantenía cuidados todo el año y eso nunca cambio después de su muerte.
Cid ordenaba cuidar los rosales que su reina tanto amaba. La entrada allí estaba prohibida para todos los que no pertenezcan a la sangre real.
Miró los colores de las rosas camuflarse poco a poco con el ocaso. Algo lo alerto, más bien alguien.
Vio a la joven Nielsen cortar algunas rosas. Eso lo puso furioso.
Nadie tenía permitido entrar allí por órdenes del rey y mucho menos mutilar las flores.
Ofuscado tomó su abrigo y salió disparado hacia la muchacha para echar a joven de allí.
Corrió por todo el castillo hasta que llegó a la entrada del jardín. Las rejas estaban abiertas. Ingreso por ellas yendo en la dirección donde estaba Afrodita cortando las rosas.
Se paró detrás de la joven sin que ella se diera cuenta, seguía dañando el jardín de su madre como si nada.
- ¡Esta prohibida la entrada este lugar! - exclamó asustando a Afrodita.
A la joven casi le da un infarto, se asustó tanto que pegó un brinco y calló de culo al césped húmedo por el rocío. Gracias al brusco movimiento, Afrodita se cortó la mano.
- Lo siento, su alteza - se disculpo con la cabeza gacha - no sabía que estaba prohibida la entrada.
- Si estaba cerrado es por algo - contestó brusco y seco sin cambiar su tono enojado. La muchacha seguía con la mirada clavada al piso, con el vestido embarrado y la mano sangrando cada vez más. Le dio lastima y suavizó su rostro - ven - ayudo a la fina doncella a pararse.
Afrodita lo observó expectante con sus ojos color celestes, los verdes de Shura le devolvieron la mirada.
Era muy hermosa a los ojos del príncipe, delicada y fina como las rosas que adornaban el jardín. Si no fuera la hija de Lune Nielsen, la hubiera tomado esa misma noche para saciar su lujuria. Sin embargo, una joven de ese nivel no está para una sola noche.
Afrodita miró la rosas que aún sostenía y se sonrojo.
- Lo siento, de verdad - agachó la cabeza.
- Te llevaré a qué te curen eso.
Afrodita sonrió complacida.
- Es muy amable de su parte, alteza - le sonrió.
Shura tomó su mano de forma delicada y la guio hasta la enfermería. Espero a que la terminarán de revisar y luego la acompaño hacia el despacho de su padre.
No entendía por qué la chica se la pasaba en el castillo, siempre estaba sola y caminando de aquí para allá. Claramente no o trabajaba allí ni poseía ningún cargo.
Simplemente acompañaba a su padre y se tomaba con el casualmente varias veces al día.
Su hermano Minos había comenzado a entrenar con el ejército, el niño no tenía madera de guerrero y si deseaba unirse a las tropas, tendría que haberlo hecho a temprana edad. Sin embargo, el capitán del ejército y papá de Ángelo, lo acepto.
No le interesaba, de todos modos él no iba a entrenarlo. Tampoco esperaba ir a la guerra por mucho tiempo.
Ya en la intimidad de su alcoba, Shura se despojó, poco a poco, de toda su ropa. Se coloco su ropa de dormir, se sentía más relajado y más cómodo con menos tela. Se lavo la cara y se froto con fuerza los ojos, los tenía cansado y adoloridos de tanto leer.
Cuando el sol recién había salido para iluminar las bellas tierras de Algiedi, Shura ya estaba despierto y desayunado.
No había ido con su padre, no quiso interrumpir su descanso, el que tanto le costaba debido a los dolores nocturnos.
Tomaba su té mientras leía papeles, él era muy delicado, no iba a firmar nada sin mirar. Odiaba que su padre le haya dado tanto poder a personas que solo se preocupaban por sus propios intereses.
Había pasado un buen rato leyendo cuando sintió los suaves golpes en su puerta.
Por un momento pensó que era su amigo Ángelo que lo había venido a buscar para entrenar o simplemente molestar su tiempo de paz, sin embargo, Ángelo jamás golpearía tan suave, ni siquiera se tomaría el trabajo de golpear.
Seguro de que se trabaja de un sirviente, uno muy tímido para golpear así, sólo elevó su voz y dijo un "adelante" bastante seco para su gusto.
Nadie abrió la puerta.
Extrañado, gritó aún más fuerte y aún así nadie pasó.
Un poco irritado, se levantó de su lugar y caminó hacia la puerta. Estaba dispuesto a regañar al que sea que estuviera molestando y fueran tan estúpido de no pasar cuando él claramente dio el permiso.
Abrió la puerta bruscamente y su seño fruncido y cara de pocos amigos se suavizó cuando vio el rostro tímido de Afrodita.
La joven estaba parada en su puerta con un vestido color rosa pálido, postura tímida y sostenía un florero olor negro y dorado.
Traía consigo las rosas que había cortado la noche anterior del jardín privado de su madre.
- Su alteza - saludó la doncella con su suave y fémina voz. Al no escuchar respuesta del príncipe, prosiguió - disculpe mi atrevimiento. Luego de lo sucedido anoche, me sentí tan mal por las rosas que me pareció correcto que las tuviera en su habitación. No sabía que eran de su madre - Afrodita agachó la cabeza en un genuino arrepentimiento.
- Adelante - a Shura le costó reaccionar, sinceramente no sé esperaba tal visita y menos en su alcoba. La muchacha era hermosa, la típica doncella fina y delicada. educada para servir en todo a su hombre. Se hizo a un lado para que Afrodita entrara.
Camino por la habitación en busca del lugar perfecto para dejar el florero. Una mesita junto al gran ventanal fue el lugar escogido. Una vez que las dejo allí, jugó con sus dedos de forma nerviosa esperando que el príncipe haga algún movimiento o le sacará tema para hablar.
Shura la seguía mirando, no podía negar que le atraía la joven Nielsen. Sin dudarlo se la llevaría a la cama, pero como ya había dicho, ella no era una dama para una sola noche. Ella era de alta cuna, una niña que merecía mucho más.
Lune lo colgaría si usará a su joya de esa manera.
- Las rosas son hermosas, estoy segura que le darán ese toque cálido a su alcoba su alteza.
- Gracias, lady Nielsen - respondió el príncipe aún observándola - me disculpo si la asusté anoche ¿Cómo se encuentra su mano?.
Afrodita miró su mano vendada y se la mostró de lejos al príncipe.
- Está sanando, gracias.
- Si necesitas algo, solo házmelo saber.
- Gracias, su alteza. Me retiro, mi padre debe estar buscándome.
- Si, claro - Shura la acompañó hacia la puerta y la despidió. La joven le regaló una sonrisa y él se la devolvió.
Afrodita abandonó la habitación con una sonrisa, no estuvo mal su primer acercamiento real con el príncipe. Quizás no iba a la velocidad que su padre decaería pero ella se tomaba su tiempo para agradarle.
Sabia que Shura no tenía problemas en llevarse a la mujeres a la cama, para él eran solo juguetes más no le agradaba ninguna. Si quería que el príncipe la eligiera, necesitaba agradarle de alguna manera.
Ella no era para un desahogo de una noche, ella era una futura reina.
Shura y Ángelo se encontraban haciendo un arduo entrenamiento cuerpo a cuerpo bajo el Sol.
El príncipe se había terminado dando un descanso de sus obligaciones para descargar tensiones con su amigo a puños limpios.
Si bien el sexo casi a diario era reconfortante, a veces necesitaba algo más intenso.
- ¿Qué sucede, su alteza? - pregunto Ángelo jadeando y con un toque de burla - ¿Estás de mal humor por qué pronto viajaran a conocer a tu futuro esposa? - bromea mientas le da un golpe en las costillas.
Shura dio un paso atrás tambaleándose. Recuperando rápido su posición, devolvió el golpe con fuerza.
- ¡Idiota, cierra la boca! - espeto frustrado el príncipe.
Ángelo no pudo hacer otra que echarse a reír.
- Pa-para ya - dijo a carcajadas. Ver a su príncipe en este estado le daba mucha gracia.
Shura detuvo la pelea para beber un poco de agua.
- Lo que menos quiero es casarme con una niña pomposa y mimada - se mojo la cara - sólo iré y le daré el gusto a mi padre, luego elegiré alguien más adecuado a mí y a mi edad.
Shura se mojo aún más su cuerpo con agua.
- Como si pudieras elegir.
- Puedo, y lo haré. Solo tengo que complacer a mi padre, demostrarle que estaba equivocado con esta unión y asunto terminando.
- Esto será divertido - rió Ángelo antes de beber agua.
Si, sería divertido si Shura no estuviera lidiando con muchas cosas en este momento. Unos bandidos habían estado asaltando las patrullas del camino real, mataban a los hombres y robaban su armadura.
Aun no lograba dar con el paradero de esos hombres. Eso lo tenía agotado.
Faltaban pocos días para partir había Sargas, primero necesitaba dejar todas las órdenes escritas y firmadas para que el consejo no se vea en la necesidad de "improvisar". Dio la orden de no tomar ninguna medida fuera de lo pactado, al menos que sea estrictamente necesario.
Esperaba que sea poco tiempo.
Esta última semana Shura se cruzaba seguido con lady Afrodita. No sabía si era casualidad que frecuentaran los mismos lugares en el palacio o la joven tenía alguna gemela que él desconocía.
Mayormente era en la biblioteca donde más de la encontraba. Él era un hombre que amaba leer y sobre todo informarse. La historia de su nación y los demás reinos era su lectura favorita.
Quizás a eso se debía sus tantas victorias, antes de cada guerra, el príncipe leía sobre clima, costumbres y geografía del reino al que pretendía conquistar.
Él no elegía ningún lugar al azar o por capricho, siempre buscaba reinos pequeños y pobres que pudieran aportarle algo al suyo. Mayormente la gente luego de un tiempo estaba contenta puesto a qué su reino los beneficiaba.
Salvo Nashira.
Ese territorio fue diferente, no era pobres ni gente olvidada. Alnasel es próspero y aunque es pequeño posee riquezas gracias a los puertos.
Él necesitaba ese puerto y aunque no se enorgullece de lo que hizo, era algo vital
Por primera vez, después de vivir tantas guerras y conquista, sintió que realmente estaba robando un territorio.
Realmente estaba imponiendo una conquista a personas que no deseaban su poder allí.
Eso lo hice sentir una persona horrible.
Fue la peor guerra que tuvo y deseaba que fuera la última.
Generalmente, Shura buscaba libros en la gran batalla biblioteca real y se los llevaba a sus aposentos dónde era su lugar predilecto para leer.
No es que la biblioteca real fuera concurrida o algo por el estilo que le interrumpiera su lectura, simplemente es su guarida se sentía más cómodo sin ser observando por guardias y sirvientes.
Él había sido un príncipe amable y le dio permiso a la joven para ingresar allí.
Tan solo se la cruzaba.
Ella siempre sentada tan elegante en un sillón junto a los ventanales, leyendo algún libro de su interés.
Shura solo la observaba, tomaba sus libros y se marchaba.
Afrodita se limitaba a regalarle una sonrisa encantadora.
"Es la hija de Nielsen, no es para una noche"
Shura se preguntaba que tanto leía la joven que siempre estaba aquí ¿Tan aburrida estaba que había adoptado la biblioteca como su segunda habitación?
Sabia que por la mañana la joven tenía clases y esas cosas que las mujeres aprenden seguramente para complacer a sus esposos y ser una excelentes damas y por la tarde siempre estaba aquí.
Movido por la curiosidad - y quizás también el atractivo de la joven - tomo el libro que buscaba y se sentó en el sillón frente a ella.
Afrodita levantó la vista y le sonrió tan hermosamente como siempre, luego siguió leyendo.
El azabache la miraba por encima de vez en cuando, no estaba leyendo en lo absoluto, solo estaba aburrido y decidido molestar un rato a Afrodita.
- ¿Qué lees? - rompió el fastidioso silencio.
Afrodita levantó la vista del libro y lo miró por unos segundos, agitó un poco el libro en sus manos.
- Poesía - contestó simplemente con una se sus sonrisas dibujada en su rostro.
- Déjame adivinar - Shura cruzo sus piernas y puso su mano en el mentón para prestarle total atención - estás leyendo poesía del tipo romántica ¿Verdad?
La joven asintió con la cabeza y dejo escapar un "Si" casi susurrando. Era más que obvio para el heredero de Algiedi adivinar la lectura predilecta del tipo de las chicas como Afrodita.
Las jóvenes de clase como ella soñaban con el romance, fueron educadas para eso.
Su madre siempre me decía que la mujer aportaba el corazón en el matrimonio. La delicadeza, la calidez y todas esas cosas cursis que ablandaban el corazón del más feroz guerrero.
Las mujeres no sabían el arte de la guerra, solo el arte del amor.
Shura escuchó, sin prestar atención realmente, a la joven mientras le contaba sobre la maravillosa poesía.
Él solo le miraba el escote.
También pensaba en escaparse a beber junto a Ángelo, en la noche. Quizás algún bar de mala muerte en el pueblo, disfrazados de hombres comunes.
Sonrió para si mismo pensando en invitar a la fina joven a beber con ellos.
Realmente era algo imposible.
Días después, Afrodita apareció en su habitación. Traía con ella un ramo de flores secas, las flores que había arrancado del jardín de su madre, las mismas que estuvieron días decorando su habitación.
Había confeccionado un delicado ramo "para que te acompañen siempre" según ella.
Shura agarro una de esas flores y la guardo en el interior del libro que se llevaría para entretenerse durante el viaje.
Los días pasaron y la fecha de partida se había hecho una realidad.
Tuvo más momentos con Afrodita como el de la biblioteca. Hasta, en ocasiones, la había invitado a unos paseos por los tantos jardines reales.
Le agradaba la joven, hasta pensó que podía ser una potencial esposa adorno para él.
Aburrida pero asertiva como buena esposa.
Apostaban que su petulante consejero Lune estaría contento.
Sin embargo, su padre tenía otros planes.
La chiquilla de Sargas.
Por petición directa del rey, Shura debía viajar en su carruaje acompañándolo en lugar de ir a caballo junto con un puñado de sus hombres.
Apostaba que era para mortificarlo todo el viaje hablándole cuando se aburriera, advirtiéndole sobre su comportamiento allí, prohibiéndole algún acoston indebido que manchara su vista a Sargas y rogándole que fuera amable con la princesa.
Su padre se aburrió mucho durante el camino.
El médico personal del rey viajó junto a ellos, pobre hombre tuvo que escuchar todo y eso.
Shura se sintió como cuando era niño y lo regañaban. Tuvo que jurar que se portaría bien.
Ante todo, él era un príncipe bien educado.
Observó como su padre se dormía lentamente, sus ojos se cerraron y el quedó admirando su rostro dormido y tranquilo. Amaba a su padre.
Estaba débil y aún así decidido a viajar.
Esto era importante para el reino.
Sintió unos suaves golpes en la ventana del carruaje, era Ángelo diciéndole que se quedará tranquilo que él vigilaría el camino hacia Sargas.
- No te esforzaste lo suficiente - espeto Lune dentro de sus aposentos - si lo hubieras seducido mejor el príncipe no hubiera partido.
Afrodita estaba sentada junto a la chimenea. Lloraba en silencio por las palabras duras de su padre.
Ella la había pasado bien estos días junto al príncipe y sentía que se había acercado bastante. De hecho, Shura se mostró ligeramente interesado en ella, y ella ligeramente enamorada.
Pero al parecer a Lune no le había parecido suficiente.
- Padre - lloriqueo - no entiendo que más pretendes que haga.
- ¡Que uses esa cabecita hermosa que tienes y lo sedujeras al punto de que caiga a tus pies! Eres una inútil - grito mientas caminaba ofuscado por todo el lugar. La joven seguía chillando, no podía simplemente lanzarse a los brazos del príncipe, era una lady y su padre la trabaja como prostituta se cambio - estoy haciendo todo el esfuerzo para darte el mejor futuro posible como una reina. Estoy sacrificando todo ¡Todo! Vengo tramando esto desde hace años. Si yo soy capaz de enfermar al rey poco a poco con veneno para que su hijo asuma los más rápido posible ¡Tú! - la señaló - eres capaz de meterse en su cama.
La joven abrió los ojos y la boca al mimo tiempo, no solo sorprendida por que su padre la obligará a acostarse con Shura como una cualquiera, si no también por la tremenda confesión que había hecho.
Su padre era el causante de la enfermedad del rey y ella ahora se estaba con convirtiendo en una especie de cómplice. La estaba utilizando por su horrible ambición.
No deseaba hacerle esto a Shura, pero tampoco podía traicionar a su padre.
He vuelto mis bellos lectores.
Perdón por mi desaparición, estuve muy ocupada y también tenía un pequeño bloqueo.
Realmente este capítulo iba a ser mucho más largo pero deseaba entregarles algo por tanto tiempo sin actualizar. Es un capítulo relleno pero con cositas que serán importantes con respecto a la relación de Milo y Shura, que por supuesto en el próximo capítulo tiene su primer encuentro.
Enemys to lovers.
Gracias por leer y espero poder ir poniéndome al día con la otra historia también.
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