El principe de negro

Nunca pensó que tomar el pueblo de Nashira fuera tan fácil. Si bien esa guerra se había extendido por más de un año, el príncipe de Algiedi había luchado en peores guerras.

Luego de festejar la victoria, emborracharse y fornicar con cuenta doncella se cruzara, Shura había vuelto a su hogar.

Caminaba decidido por los pasillos del castillo, siendo escoltado por sus hombres mejor amigo.

Shura era muy amado por su ejército, era hijo único y él se hacía cargo de todo. Había recibido una educación de excelencia y un entrenamiento extremo.

Él era el mejor espadachín qué jamás se había conocido en el reino.

A sus 22 años, había tenido el privilegio de luchar en cuatro guerras y todas ellas fueron ganadas por su estrategia y fuerza. El príncipe, y único heredero al trono de Algiedi, era un héroe en el reino.

Con su cuerpo ágil, tonificado y alto, aparte de su posición, lo hacía un hombre sumamente atractivo para todas las mujeres del reino. Con esos ojos verdes, su piel blanca y ese cabello azabache, sacaba suspiros en cada lugar que iba.

Doncellas jamás le faltaban y su fama de casanova era muy conocida por sus tierras.

Debía de disfrutar la vida antes que a su padre se le ocurrirá casarlo.

Su padre el rey, lo esperaba en el salón del trono para recibirlo y felicitarlo por su victoria.

Cid es un hombre mayor y estaba enfermo. Los médicos personales del rey no sabían lo que tenía y a pesar de los múltiples tratamientos y medicinas que le daban, su salud poco a poco se deterioraba.

Shura ama a Cid, admira al rey y excelente padre que es. Él estaba preparado para asumir el trono, desde muy pequeño lo instruyeron para eso y había tenido la oportunidad de tomar cartas en el asunto y mantener al consejo a raya cuando Cid estaba en cama.

Pero no quería asumir el trono tan pronto, no por rebeldía o no querer responsabilidades, si no porque eso significaría que su padre ya no estaría en este mundo.

Su madre había muerto en un accidente montando a caballo cuando él era un niño y se había refugiado totalmente en el rey, daba gracias al cielo que su padre era un hombre amoroso.

Con su usual porte, que rayaba lo prepotente , traspaso la gigantesca puerta del salón.
La presencia imponente de Shura, y sus oficiales, se dejó ver por fin.

Inevitablemente todos los presentes giraron sus cabezas para verlos. Vestidos de negro con pequeñas decoraciones en verde oscuro, hacían notar su grandeza.

Cid sonrió orgulloso de su hijo.

Caminaron con sus pasos sincronizados y frentes en alto, hacia el trono.

Shura, una vez que llegó frente a su padre, extendió la bandera de Nashira como símbolo de conquista.

- Nashira es suya, su majestad, Yo, Shura Federico Maldonado I, le entrego la bandera de Nashira en símbolo de nuestra victoria y soberanía en ella.

Cid tomo su bastón y con dificultad se levantó del trono. Con un caminar tembloroso y siendo sostenido por el bastón, se acercó hacia su hijo, extendió una mano y le acarició el cabello, acto que hacia inconsciente cada vez que veía a Shura.

Cid en su juventud y antes de caer enfermo, era un hombre risueño y alegre. Le encantaba hacer fiestas y torneos en el reino y agasajar a su pueblo cada vez que podía.

Una vez al mes ordenaba repartir telas, verduras, frutas, costales de harina entre otra cosas, a los más necesitados.

Organizaba fiestas y torneos a los que todos podían asistir y participar y que no fuera exclusivo para hombres con títulos de lores.

Todo eso cambio cuando enfermo, comenzó con periodos largos en cama y fiebres nocturnas. Su lado izquierdo sufrió de parálisis, comenzando con su pierna.

La primavera constante que reinaba en el castillo, se fue marchitando junto con la salud de su rey.

Cid comenzó a relegar responsabilidades al consejo real y a su hijo.

Shura se enfocaba en la expansión estratégica de Algiedi y eso provocaba largos periodos de ausencia. Las constantes guerras por conquistar territorios comenzó cuando él tenía 17 años. Nashira era su último objetivo.

El consejos tomaban decisiones, muchas que iban en contra que la política que venían haciendo, y poco a poco esas fiestas y regalos para el pueblo dejaron de hacerse. El castillo se convirtió en un lugar austero.

Con las constantes ausencias del príncipe y las recaídas del rey, el consejo prácticamente gobernaba el lugar. Sin embargo, Shura había llegado para quedarse.

- Hijo - llamo Cid sentado en un sillón. Ambos estaban solos en los aposentos del rey - sirve vino y festejemos la expansión del reino - pidió el rey. Le estaba costando hablar por su parálisis facial.

Shura, que recorría caminado la habitación, se dirigió hacia la mesa donde reposaba la cena y bebida. Sirvió dos copas y le alcanzó una a su padre.

- Por la victoria - brindó el menor levantando su copa acompañado con un movimiento de cabeza - por la prosperidad de Algiedi.

- Por la prosperidad de nuestro reino - finalizó Cid.

Ambos hombres bebieron hasta el fondo sus copas. Shura le extendió la mano a su papá y lo ayudo a incorporarse, Cid tomó su brazo y ambos caminaron hacia la mesa para cenar juntos como acostumbraban.

- Shura - llamó el rey - hablando de prosperidad del reino - siguió, su hijo dejo comer para prestar atención - la mayoría del consejo sugirió una unión entré Sargas y Algiedi.

- ¿Unión? ¿Pretendes hacer acuerdos de comercios con ellos? - metió un pedazo de carne es su boca - por que si lo que pretende el consejo es una guerra contra ellos no estoy de acuerdo.

- No hablamos de comercio justamente - tomó un poco de vino - más bien de otro tipo de acuerdo.

Shura dejó de comer y frunció el seño. Por un momento se quedó callado y pensando que tipos de acuerdos podrían hacer con Sargas y que sea beneficioso para ambos. Si bien ellos estaban en una buena posición ahora, Sargas era mucho más extenso en territorio y riquezas.

- Ilumíname - animó - ¿Qué tienes en mente?

- Un acuerdo matrimonial - tiró. El príncipe alzo ambas cejas.

- ¿Contigo? - contestó estúpidamente.

- No hijo, yo estoy fuera de juego ya - le sonrió - pero tú eres joven y estás soltero - Shura frunció el seño y dejo los cubiertos en el plato - pronto herederas el trono, necesitas una reina y deseo conocer a mis nietos.

- ¡Oh padre, por favor! - exclamó - ¿Otra vez con lo mismo? - volvió a sostener el tenedor - primero, no necesito una esposa para gobernar - lo señaló con el cubierto.

- Pero si para darme nietos.

- Sh sh sh - chisto - no me interrumpas. Segundo, deja de darle tanto poder al consejo - se señaló - ya estoy aquí y no me iré.

- ¿Tercero? - pregunto cansado y casi burlándose. Cada vez que tocaban el tema del matrimonio, Shura ponía excusas - ¿Cuáles son tus excusas para no darme nietos?.

El príncipe abrió los ojos y frunció la boca. No tenía excusa para eso, y era mayor y aunque no quisiera, quizás pronto se convertirá en rey. Por más que intentará negarlo, la salud de su padre no estaba mejorando.

Un reino necesita siempre un heredero.

- Tenía entendido que la princesa de Sargas estaba comprometida con el príncipe de Alnasel - siguió - lo herí en batalla y dudo que haya sobrevivido - comió un bocado.

- No lo hizo - contestó Cid.

- Tienen otro heredero.

- Pero aún no han formalizado, Shura - informó el rey - y es por eso que tenemos que actuar rápido. Podemos presentar una propuesta y que el rey de Sargas la contemple como una posibilidad.

- Dios, padre - suspiro Shura - Esa niña debe tener como doce años - protesto.

- Ya es mayor - contestó - mira, mañana hablaras con el consejo e iremos a votación - sugirió, Shura rodó los ojos - no me pongas esos ojos, aún soy el rey. Viajaremos a Sargas.

- Tu no puedes viajar - regañó.

- Si puedo, necesito salir un poco y el médico indico que no puedo caminar mucho y que yo sepa no iremos caminado a Sargas - se burló.

- Eres imposible, viejo mañoso - Shura suspiró.

Ciertamente no le molestaba que lo casen, había sido criado con el deber desde pequeño, era algo que tenía asumido que iba a pasar, solo que, según lo que tenía entendido, la princesa de Sargas era una niña.

"Él tiene 22 años, por dios, y si era verdad que ella tenía como doce..." - pensó.

Después estaba el hecho que, estaba seguro, los reyes de Alnasel tenían pensado comprometerla con su hijo menor. Si bien hasta que no se haga formal las posibilidades están abiertas, no tenia intenciones de entrar en una especie de competencia con el otro príncipe y menos por una niña.

Decidió complacer a su padre aceptando la propuesta y seguir la cena en paz hablando de otros asuntos.


Luego de una sesión intensa de sexo con alguna doncella, Shura se encontraba en sus aposentos escribiendo una especie de diario que contenía memorias de la guerra pasada.

Acostumbraba a documentar todo lo que había sucedido en sus viajes y archivarlo.

Si bien podría estar haciéndolo con la luz del día y no gastando velas por gusto, la razón por la que estaba haciendo eso ahora, era que no lograba conciliar el sueño.

El desgaste del acto sexual no había logrado despejar su mente.

No estaba seguro de hacer esto. Sabia que aliarse con Sargas era muy beneficioso, no veía necesidad entrar en algún tipo de conflicto por un matrimonio.

Su reino estaba bien en estos momentos, con la conquista de Nashira tenían todo lo necesario para prosperar.

Derrotado por sus pensamientos, se levantó de la silla y caminó hasta el librero de su habitación. Buscó, con el dedo, un libro la historia de Sargas que estaba seguro que tenía guardado allí.

Si irían por esa dirección más vale estar instruido.

Aburrido, con una mano en su mejilla y con la otra giraba un anillo en la mesa, Shura escuchaba al consejo dar el parte de lo sucedido durante su ausencia de un año.

Estaba sentado en la cabecera de la gran mesa con el consejo, que no era mas que lores acomodados y ambiciosos por comer una porción del pastel.

Un hombre mayor, sentado a su izquierda, hablaba sobre las nuevas propuestas que tenían sobre exportación ahora que tenían un nuevo puerto.

El discurso que el hombre daba, solo era ruido de fondo para el príncipe. Su mente estaba ocupada en la propuesta, casi obligada, que su padre le había planteado en la noche anterior.

Se removía incómodo en su silla, la vestimenta le provocaba una picazón insoportable. La ropa, más formal de lo que estaba acostumbrado a usar, le molestaba. Tenía tantas copas de tela que por un momento pensó que no se iba a poder sentar.

Él asintió a las propuestas que aquél hombre anunciaba,  diciendo que las analizaría detalladamente. El hombre sentado a su derecha comenzó su discurso sobre economía y aumento de impuestos. Shura presto más atención está vez, pensaba que las necesidades de la gente eran una prioridad.

El lord que hablaba era muy respetado y queridos por todos. Tenía una fachada de correcto en todos lados, sin embargo a Shura le daba la sensación que tenía un alma oscura. No le caía muy bien, de hecho ninguno de los consejeros le caía bien. Siempre pensó que eran como la lepra comiéndose a su padre.

¿Quién era él  para cuestionar la política de antaño?

Siempre el rey tenía consejeros, aunque era el dueño de la última palabra. Su padre siempre decía que, aunque un rey es el que tiene la decisión final, debía ser humilde y escuchar a los que tienen la voz del pueblo.

Vivió tanto tiempo en campo de batalla, haciendo campamento cerca de pueblos alejados, que dudaba que es hombres bien vestidos y acicalados supieran algo de la gente allí afuera.

El hombre de pelo largo y color gris le hablaba directamente a él y muchas veces se dirigía como "su majestad" cuando claramente él aún no era rey.

Parecía que está gente había olvidado que, a pesar de la ausencia, su padre aún vivía y gobernaba.

La puerta de la sala del consejo se abrió interrumpiendo el discurso de Lune y su aumento de impuestos.

Todos miraron sorprendidos cuando vieron a Cid, caminando con bastón, atravesar la puerta.

Caminaba con dificultad, aún con casi la mitad de su cuerpo paralizado, con la frente en alto y rostro serio sin demostrar ningún rastro de dolor.

Él aún era soberano, su cuerpo quizás estaba paralizado pero su mente no.

Todos los presentes se pusieron de pie, incluyendo Shura. El anciano, que estaba ubicado a la izquierda del príncipe, tuvo la intención de dejarle su lugar para que Cid lo ocupara, sin embargo, Shura caminó hacia su padre, bajo la mirada de desagrado de Lune, y lo escoltó hasta la cabecera de la mesa, ocupando él mismo el lado izquierdo.

Muchos rostros sorprendidos y serios le hizo darse cuenta al heredero que muchos ahí se habían olvidado que Cid aún gobernaba estás tierras y él era solo el príncipe.

- Lamento el retraso - comenzó Cid - estoy aquí para discutir todos los asuntos que teníamos pendientes, sin embargo - se detuvo - primero deseo plantear sobre mi hijo como heredero y un necesario matrimonio - Lune sonrió de lado - se que hay muchas opciones viables pero primero quiero pedir la mano de la heredera de Sargas.

Shura cerró los ojos, fue inconsciente, un gesto que demostraba su derrota ante esto.

La sonrisa de Lune desapareció al instante.

- Su majestad - comenzó el peliplata - no creo que sea buena idea una unión de ese calibre.

Cid hizo un gesto con la mano restándole importancia a lo que su consejero decía.

- Comprendo su preocupación, sin embargo, está unión traerá muchos beneficios.

El rey comenzó a enumerar dichos beneficios y propuso una votación, como le había prometido a su hijo, para aprobar este arriesgado movimiento. Cinco de los ocho consejeros levantaron la mano aprobando que se enviara por mensajero la propuesta de matrimonio.

Lune y otros tres votaron en negativo.

Estaba decidido, al día siguiente se enviaría el mensajero a Sargas.

El ruido que provocaban sus botas de cuero al caminar resonaban por todo el pasillo.

Caminaba enojado, eso estaba claro.

La última reunión del consejo lo había dejado ofuscado.

¿Cómo se atrevía a casarlo así tan a la ligera con una joven extranjera?

Era una maldita deshonra hacia su gente.

Claramente no estaría dispuesto a aceptar una reina extranjera.

Le parecía una locura y perjudicial para el reino esa unión, no permitiría eso.

Ordenó a su sirviente que traiga el carruaje, viajaría hacia sus tierras.

Dos días de viaje tardo Lune en llegar a su hogar, era terratenientes de varias hectáreas de plantación y minas de oro. Su familia era muy rica, la más poderosa y se podría decir la segunda al mando del linaje monarca.

Poseían su propio mini ejército y era el mayor abastecedor de oro del reino. Si, el lord Lune Nielsen era una persona poderosa en Algiedi.

Una vez que llegó a su fortaleza, un séquito de sirvientes fueron desplegados por todo el lugar para recibir a su señor y satisfacer sus necesidades.

Lune tenía dos hijos, la mayor Afrodita de 18 años y Minos de 15.

Ambos jóvenes, vestidos elegantes, lo recibieron con una reverencia. Su padre pasaba meses fuera del lugar por estar en el castillo.

- Señor padre - saludaron al mismo tiempo - que alegría que este de vuelta - habló su hija.

- Hijos míos, gracias por recibirme. Los he extrañado.

El hombre entro a su fortaleza seguido de sus hijos y varios sirvientes.

Cenó junto a ellos, la charla era la justa y necesaria, ambos le contaban de sus clases.

Al día siguiente, llamó a Afrodita a su despacho.

La joven, vestida siempre elegante y arreglada, dio pequeños golpecitos en la puerta y carraspeó.

- ¡Adelante! - se dejó escuchar desde adentro.

La joven abrió la puerta e ingreso al despacho.

- ¿Me mandó a llamar, padre?.

- Si, hija - señaló el sillón - siéntate, necesitamos hablar - ella obedeció con la elegancia que la caracterizaba- vine tan pronto aquí porque sucedió algo en el consejo que necesita mi atención urgente - comenzó a contar - esto no debería hablarlo fuera de las reuniones pero es importante y necesito tu ayuda - la joven asintió - el rey anuncio que ya era hora que su único hijo contraiga matrimonio - Afrodita sonrió, pero no lo interrumpió - el rey desea un acuerdo con Sargas para unir al príncipe con la hija de rey Kardia - la sonrisa que la joven tenía desapareció en un instante.

- Pero padre, creí que ... Creí que me propondrías ... -

- Calma hija, por eso estoy aquí - siguió - vamos a viajar a la capital, nos instalaremos en nuestra mansión allí y moveremos nuestras piezas, pero hija - Lune se acercó hasta donde Afrodita estaba sentada - es importante que comiences a seducir a Shura, que te acerques a él cada vez que puedas - tomo las manos pálidas y frías de su hija - se que no debería pedirte esto pero - beso su frente y la miró a los ojos — necesito que hagas todo lo posible por enamorar al príncipe — Afrodita suspiro y asintió con la cabeza — no podemos permitir que una mujer extranjera se convierta en reina de Algiedi.

Tres días después, luego de preparar todo y dar órdenes a los sirvientes y cuidadores,  Lune y sus dos hijos partieron a la capital.

Shura entrenaba junto a su amigo, protector y consejero personal, Ángelo.

Era un mediodía caluroso, ambos estaba sudados de tanto luchar bajo el radiante Sol. Pararon un momento para beber agua y refrescarse.

Shura se quitó la camisa que llevaba, dejando su tonificado y trabajo abdomen a la vista.

— Presumido — bromeó Ángelo, imitando a su amigo, este se despojó de la parte de arriba — ahora yo soy el más sexy del lugar.

Shura soltó una carcajada y le arrojó agua con las manos. Ángelo lo miró con cara de ofendido, que obviamente estaba fingiendo, gesto que muto a una mueca pícara. Tomando agua con ambas manos, refrescó amablemente al príncipe.

Ese acto derivo a una guerra de agua, parecían dos niños pequeños. Ángelo entendía que su amigo necesitaba un poco de descendimiento. Shura estuvo tenso y estresado los últimos días, más de lo normal en él.

— Odio todo esto — habló Shura sentándose en un banco. Ángelo se paró frente a él — es una niña — escupió.

— Tranquilo, su alteza — acomodo su espada de entrenamiento — crecerá — se rió — y si es fea, nos escaparemos ambos a tierras lejanas y no cambiemos de nombre — bromeó haciendo que el azabache comenzará a reír y le diera una suave patada en las camillas.

— Pronto lo sabremos, en unos meses viajaremos hacia Sargas — anuncio — y tu mi amigo, irás conmigo.

— Perfecto, siempre quise conocer Sargas y a sus mujeres — sonrió e hizo un gesto triunfal — conquistare esa tierra con mi encanto.

Unos ojos color celestes los observaban desde lejos, analizando la situación y hacer maniobras de acercamiento como su padre le había pedido.

Hola mis bellos lectores. Les dejo un nuevo capítulo .

Espero que lo disfruten y gracias por leer.

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