El arreglo y los sentimientos

A la mañana siguiente de la llegada de la familia real de Alnasel, luego del desayuno, se llevó a cabo la reunión entre los soberanos de ambos reinos para discutir sobre el compromiso y las condiciones de este.

Fue una reunión extensa ya que debían redactar y discutir cada punto acordado minuciosamente, ya que de eso dependía el futuro de ambos reinos.

Los reyes deseaban fusionar ambos territorios y formar un reino grande y poderoso, contando tanto con extensas tierras, como puertos.

Ambos reinos serían gobernados por sus actuales reyes hasta la muerte de ambos mientras Aioros y Milo serían instruidos para asumir el puesto de reyes absolutos de ambas tierras.

Deberían pasar tiempo tanto en Alnasel como en Sargas, para conocer tierras, pueblo y costumbres.

El matrimonio se llevaría a cabo cuando la princesa Milo alcance la edad de quince años.

Todos allí había quedado satisfechos con el acuerdo. No creían que tendrían problemas ya que ambos reyes eran amigos de la infancia, como lo fueron sus padres. Los príncipes tenían tiempo de conocerse durante todos esos años.

Estaban confiados en que todo saldría como lo habían planeado.

No sabía que le gustaba tanto el color rojo hasta que vio el cabello de aquella niña.

No era de caballero espiarla mientras cepillaba las suaves crines de su caballo. No podía evitarlo, se sentía atraído hacía esos rizos de fuego.

En sus tierras le gustaba una niña llamada Alice, de cabello rubio y brilloso como el mismo Sol. Era la hija de una condesa que había que quedado viuda por la guerra y vivía en el castillo. Se había convertido en la dama de compañía más allegada a la reina.

Podía apostar que esa mujer buscaría casar a Alice con él.

No le desagradaba, Alice era la típica niña dulce, delicada y fina por excelencia. Compartían juegos pero rara vez congeniaban el algo.

Era solo eso, la típica niña de la alta carnia.

Sin embargo, se veía a kilómetros que Milo era distinta.

Tenía la idea de ir a cabalgar por el bosque junto a Kanon, su guardia personal, pero al llegar a los establos se quedó maravillado con la imagen de la princesa y su yegua color gris.

No espiaba precisamente, tan solo la observaba a lo lejos mientras ella estaba entretenida.

Aioria seguía mirando a Milo y su hermoso cabello. Se notaba que la princesa tenía intención de cabalgar también.

No sería mala idea invitarla a qué lo acompañara.

Recordó como Kanon le decía que tenía que ser valiente y superar situaciones que le dieran miedo.

— Vamos Aioria, eres un príncipe valiente — se animó.

Caminó decidido hasta que los ojos de Milo se encontraron con los de él. Se paró en seco al ver qué la princesa había notado su presencia.

Milo le sonrió.

Aioria se desarmó.

— Su alteza — llamo Kanon — lo estoy llamando hace rato.

Aioria parpadeó unas cuantas veces antes de responderle a Kanon.

— Estaba ocupado pensando — respondió torpemente el niño lo primero que se le vino a la mente.

Kanon siguió, con la mirada, hacia la dirección donde el pequeño príncipe observaba tan absorto. El gemelo sonrió de lado tiernamente al ver a la pelirroja.

No había cosa más adorable que un amor de infancia.

Lástima que sería la esposa de su hermano mayor.

— Como diga, su alteza ¿Aún desea ir a cabalgar?

— Si — se ruborizó.

— Podríamos invitar a la princesa — sugirió Kanon — podría acompañarnos y así podrían estrechar lazos entre reinos.

El mayor colocó una mano en su hombro y prácticamente arrastró a Aioria hacia Milo.
La niña dejo de cepillar a su yegua para observarlos. Alzo una ceja esperando alguna palabra del niño que estaba parado frente a ella.

Aioria se volvió a recordar lo valiente que era.

También recordó porque le gustaba el color rojo.

— Princesa — el príncipe de Alnasel hizo una reverencia ante la niña — sería un honor que me acompañará a mí y a mí guardia a cabalgar por sus tierras.

Milo sonrió y asintió contenta.

— Espera que le avise a mí mamá.

Luego de dejar los establos corriendo, Milo se dirigía al interior del castillo mientras Aioria prepara su montura.

Estaba segura que su madre estaría en el despacho del rey ya que tendrían la reunión esa mañana.

Caminaba ligero por el último tramo del pasillo cuando vio a Aioros y Saga allí.

No precisamente riendo como la noche anterior cuando los encontró camino hacia la cena.

Más bien parecía que estaban discutiendo. Saga reclamando y el príncipe dando explicaciones.

— ¿Cómo que tienes que quedarte? — bramo el comandante.

— Entiende que... — Aioros interrumpió su respuesta nuevamente por la aparición de la princesa.

Saga simplemente le regaló una mirada terrorífica y luego, mirando seriamente a su príncipe, se largo del pasillo.

— Princesa — menciono a modo de saludo. Aunque lo intentó disimular, su voz salió un poco rota — me dirigía hacía los establos, mí hermano me espera para cabalgar. Con permiso.

Aioros intento huir de allí a toda prisa. No es que le importara la niña, solo que no era apropiado mostrarse debil ante nadie y menos a un miembro de la realeza.

Con la fortaleza que lo caracterizaba, Aioros traspaso todo el castillo hasta los establos con la cabeza en alto.

Llego hasta donde los caballos de su reino descansaban.

Allí se encontró con su hermano y el reflejo de su amado.

El menos estaba distraído con su corcel, sin en embargo, el gemelo lo conocía bien y sabía que algo le pasaba. Sobre todo si su hermano no le estaba custodiando el culo.

Aioros paso de largo, ignorando la mirada inquisitiva de Kanon, hacía una fuente con agua limpia y se mojo la cara.

— Mí hermano no viene supongo.

Aioros solo lo observó y negó con la cabeza. Kanon suspiro.

Entendía la frustración de su hermano, sin embargo no aprobaba el comportamiento que estaba teniendo con Aioros, que ciertamente no tenía la culpa de nada.
Por dios santo, es el príncipe heredero y Saga le estaba haciendo desplantes. Su deber es ser un hombre y estar a la altura de la situación.

— Su alteza, lo siento.

— No, no digas nada Kanon — Aioros trato de imitar una gran sonrisa antes de voltear hacia su hermano menor — ¿Nos vamos pequeño?

Aioria levantó la mirada y por primera vez le prestó atención a su hermano.

— Aún no, estamos esperando a la princesa — sonrió todo diente — la invite a que nos acompañara.


Luego de que Milo volviera de hablar con su mamá, los cuatro se montaron a sus caballos y partieron hacia el bosque.

De cerca los seguían la escolta personal de la princesa, un joven fornido y feroz al que le faltaba un ojo.

Aioria le tuvo miedo apenas lo vio.

Adelante cabalgaban Aioria y Milo, el príncipe había logrado soltar la lengua y le contaban a la princesa sobre las playas de Alnasel. La niña no conocía el mar.

— ¿Qué sucedió en la reunión? — preguntó Kanon harto del silencio del príncipe.

— Debo casarme con la princesa — contestó secamente.

— Eso ya lo sabíamos ¿ Qué más paso para que mí hermano no venga?

— No comprendo a veces a Saga — suspiro observando por un momento el bosque — anoche me prometió amor eterno sin importar las circunstancias. Estaba dispuesto a todo con tal de estar conmigo y hoy discutimos porque debo quedarme unos meses aquí, quizás un año, no lo sé.

Aioros levantó la mirada al sentir la risa de Milo por algo que su hermano le estaba contando. Kanon los miro también.

— Yo tampoco entiendo a mí hermano y eso que es mí gemelo. No te frustres por eso — miró hacía atrás para asegurarse que la escolta de Milo no los pudiera escuchar — se que te ama, de verdad lo hace.

— Lo sé, yo también lo hago y quiero este casamiento menos que él. Tiene que entender que es mí deber, debo quedarme aquí un tiempo para conocer el lugar y costumbres y Saga no puede quedarse.

— Entiendo el malestar de Saga, su alteza. Dejarlo aquí solo, en tierras ajenas y lejos de él. No podrá protegerte.

— No es solo protegerme.

— Es una forma de decir.

— No comprendo las decisiones de mí padre cuando hay mejores opciones — suspira Aioros mientras observa a su hermano ayudando a la princesas a bajar de su yegua.

— Sea con ella o no, te casarán igualmente. Mi hermano sabía dónde se estaba metiendo y aún así decidió hacerle caso a sus sentimientos antes que al deber. Déjalo pensar tranquilo y se le pasará.

Luego de decir eso, Kanon alentó a su caballo para que galopara hasta alcanzar a los menores que estaban junto al lago.

Aioros se quedó en su lugar aún montado. El guardia de un ojo le pasó paso por al lado, ignorándolo por completo.

El príncipe suspiro y negó con la cabeza. Aquí solo lo veían como un extraño.

Serían unos meses largos.


— ¿Quieres ver mis barcos tallados en madera? — preguntó el pequeño príncipe mientras ambos volvían al castillo luego del paseo — mí hermano los hizo para mí.

No esperaba una respuesta afirmativa, a las niñas no le gustaban tales cosas, pero no estaba de más preguntar. Alice nunca se interesó en ellos, tenía muchos y cuando se los mostró con tanto entusiasmo, la niña solo hizo un gesto desinteresado.

Eso rompió un poco el corazón de Aioria.

Cuando la niña le mostraba algún que otro vestidos pomposo recién confeccionado o alguna muñeca nueva, él al menos fingía interés y le regalaba halagos educados.

— Me encantaría — respondió para el asombro de Aioria y este sonrió todo diente.

— ¡Ven, vamos! — grito el niño entusiasmado y tomó a Milo de una mano arrastrándola a toda velocidad hacia su habitación.

—¡Su alteza! — llamo Kanon unos metros atrás — ¡Más despacio con la princesa!

Ciertamente Aioria no lo escucho, estaba más ocupado en llevar a Milo para mostrarle sus barcos de madera.

Corrieron por los pasillos, empujando gente al pasar.

Aioria abrió su habitación y corrió hacia un baúl ubicado en una de las esquinas. Lo abrió de golpe y comenzó a sacar uno por uno los barcos.

Milo se sentó en el suelo mientras el príncipe colocaba frente a ella tres barcos tallados en madera.

— Son mis favoritos, por eso los llevo a dónde sea que vaya — Aioria tomo uno y se lo tendió a Milo — este es mi favorito, es una réplica del barco más grande y lindo que posee nuestra flota.

La princesa tomo entre sus dedos el pequeño barco, lo inspeccionó tan detalladamente que hizo el corazón del príncipe galopar en su pecho.

— Es hermoso, me encantaría algún día poder conocerlo en persona — comentó mientras lo dejaba en el suelo y tomaba otro — ¿Cuéntame la historia de este?

Aioria inflo su pecho con orgullo y devoción. Contento de que al fin podía compartir con una niña las historias de sus más preciados juguetes.

Alice nuca le pregunto sobre sus barcos.
Alice nunca le interesó, ni siquiera los toco ni los miró.
Alice solo quería vestidos nuevos.
Alice no era la niña indicada.
Alice era una tonta presumida.

— Este es muy especial — comentó sonriendo — es una réplica del barco que mi papá mandó a hacer como regalo por mi nacimiento.

Milo paso delicadamente sus dedos por la madera. Aioria siguió el movimiento con sus ojos iluminados.

— Es hermoso — lo observó con esos ojos dulcemente fieros — ¿Y este? — sostuvo el otro.

— Este, princesa — Aioria sonrió aún más — es un modelo del barco que pediré cuando cumple mis 18 años.

Milo lo miró con asombro.

— Me encantaría conocer el mar y tus hermosos barcos.

— Mi princesa, cuando lo desees, serás bienvenida a mis tierras y con gusto le enseñaré la flota personalmente.

Alice no sería una buena compañera.

— ¿Quieres entrenar mañana conmigo?

Milo era perfecta.


Luego del paseo, Aioros fue directo a su habitación. Aioria estaría entretenido con la princesa y él necesitaba tirarse en su cama a descansar y pensar.

Llegando a la puerta de su alcoba, vio la figura alta y fornida de Saga. Parado allí imponente en su puerta, como si cuidarla fuera lo mas importante.

Aioros camino hacia su encuentro y Saga ni siquiera volteo a mirarlo. Sus ojos clavados en la pared de enfrente, su mandíbula tensada e intentaba lucir estoico ante su príncipe.

El más joven solo lo miró serio y con el ceño fruncido. Enojado y ofendido por la actitud del otro.

Lo observó fijamente, tan solo Saga dió un paso al costado permitiéndole el paso hacia el interior de su habitación.

Paso por su lado y Saga ni siquiera lo miró de soslayo.

Aioros no salió de su alcoba durante toda la tarde.

Saga no se movió de la puerta.

Luego de la cena, seguía parado ahí. No lo había acompañado, Kanon tomó su lugar.

Daba vueltas en la cama, sus pensamientos no lo dejaban conciliar el sueño.

Tenia mucha cosas que decirle a Saga y si no lo hacia pronto, no iba a poder dormir por un tiempo.

Se levantó de la cama, caminó hacia la puerta y la abrió de golpe asustando a su guardia.

Lo tomo bruscamente del hombro y lo arrastró hacia el interior, cerró la puerta y lo empotró contra está.

Saga se dejó hacer, era su príncipe después de todo.

— No puedo más estar así — espeto Aioros fulminándolo con sus ojos color jade.

Saga le devolvió la mirada esmeralda imperturbable.

Así estuvieron unos segundos, desafiando al otro tan solo con sus ojos.

Hasta que Saga no aguanto más, relamiendo sus labios con anticipación,  lo beso feroz y desesperadamente. Como si esos labios le hubieran hecho falta todo el día, como si tocarlos con lo suyos fuera una necesidad que debía saciar cada cinco minutos.

Aioros devolvió el beso con la misma intensidad.

Saga tomo a su príncipe de la cintura y se giraron para ahora empotrar a Aioros en la puerta.

Lo amaba, lo amaba tan intensamente que solo el tenerlo cerca lo consumía. Cada vez que lo veía y no lo tocaba era una muerte lenta.

Las palabras que Aioros tenía en su mente, nunca fueron expresadas. Tan solo se dejó besar.

— Dejarte aquí, me mata — habló el mayor una vez que rompió el beso — tenerte lejos me mata.

— Quédate, le pediré que te quedes.

— Sabes que no puedo, soy el comandante no solo tu guardia. Dejarán a mi hermano y probablemente el tuyo ruegue quedarse.

— No me quedaré sin ti — lo miró con los ojos vidriosos.

— Oh amor mío, no deseo eso — acarició su cabello — deberes son deberes, pero espérame, haré lo imposible por regresar a ti.

Saga tomo a su alteza y entre besos lo llevo a la cama.


Pasaron los días en el castillo de Sargas. Milo y Aioria eran inseparables.

Ambos solían entrenar por las mañanas y jugar o cabalgar por las tardes.

Aioria aún se sentía intimidado por el guardia de un solo ojo. El hombre iba hacia donde Milo fuera.

Al menos ya no lo miraba mal, aún así lo intimidaba.

Aioria solo quería pasar tiempo con la princesa y debía de soportarlo.

Cuando llegó el tiempo de la despedida, Aioria rogó por quedarse y Kanon prometió cuidarlo.

Saga se tuvo que volver.

Tan solo había pasado cuatro meses cuando Saga logro volver a Sargas.

Sísifo no fue muy difícil de convencer.

Sin embargo, su padre Aspros lo abordó en su habitación.

— No puedes irte  — habló su padre cuando se sentó en la cama — te conseguí una bella esposa y debemos partir para conocerla.

— Ahora no puedo — contesto sin mirarlo ni dejar de empacar sus cosas.

— Necesitas una esposa Saga, tienes veintiún años y no te haz casado ni tenido hijos.

— Mi deber está con el reino.

— Tonterías, mira a tu hermano. Tiene una bella esposa y cuatro hermosos hijos.

— Hablaremos de esto cuando vuelva, ahora tengo que partir hacia Sargas — Saga terminó con sus cosas y camino hacia la puerta — me tengo que ir.

Aspros lo tomo fuerte del hombro.

— ¡No puedes estar con él y lo sabes! — grito enojado — es el maldito príncipe, Saga.  No tienes futuro con él y necesitas formar tu familia. La familia y la herencia es importante. Déjate de estupideces.

Saga lo fulminó con la mirada.

— Como dije, mi deber está con el reino — se soltó del agarre bruscamente — mi deber está con Aioros.

Su padre quería pegarle. Saga era un hombre hecho y jamás le obedecería. Aún así, lo casaría a la fuerza.


Era una noche despejada y estrellada. Aún no era tan tarde pero la mayoría ya se encontraba en sus alcobas.

Salvó Milo, por supuesto.

Había burlado a su nana y su guardia. La niña se había escapado por la ventana hacia su balcón. Trepó por la pared hasta el  balcón de la habitación del pequeño príncipe de Alnasel.

Aioria estaba sentado frente al escritorio escribiendo una especie de poema. Sintió unos golpes en su ventanal.

Se levantó extrañado. No era una noche ventosa para hacer crujir la madera.

Se encontró con la figura de Milo una vez que abrió la ventana.

— Milo — jadeo, hace tiempo que había dejado de decirle princesa o alteza — ¿Qué haces aquí?

— Quiero mostrarte algo, ven.

Sin esperar alguna respuesta que Aioria le podría dar, tomó su mano y lo jalo fuera de la habitación.

Kanon hizo la vista gorda. Aioria frunció el ceño cuando el gemelo le guiño un ojo.

Corrieron torre arriba, hacia la más alta, supuso Aioria.

Llegaron a una habitación abandonada, sucia y fría.

Milo abrió la ventana de allí e hizo una seña al chico para que se le uniera.

Aioria camino hasta ella y colocó ambos antebrazos sobre el marco de piedra de la ventana.

— Mira — señaló Milo con sus dedo hacia afuera — este lugar tiene la mejor vista de todo el castillo.

El príncipe observó el paisaje iluminado por la luna y las estrellas.

Era algo hermoso.

Las piedras del castillo parecían brillar, el pueblo a lejos no dormía en su totalidad y se podían ver algunas velas y chimeneas prendidas.

Volteó hacia Milo y la observó. La niña había crecido un poco. Habían pasado dos años desde que se habían conocido. Sus rasgos femeninos estaban más definidos en su hermoso rostro.

Odió a su hermano por un momento.

La joven lo miró y le sonrió.

El corazón de Aioria latió fuerte.

Tomó su mano delicadamente y beso su dorso.

— Hermosa vista, Milo — dijo sin quitar los ojos de ella.

— Lo es.

Hola mis bellos lectores.

Les dejo un capítulo más de está nueva historia.

Espero que les guste y gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top