▪ VEINTIOCHO ▪
Enero de 2016
Me deshago del último disco desmaquillante y recojo mi cabello en un moño bajo. Continúo hablando con Mya por teléfono tras las últimas novedades de su "impactante" vida adulta tras descubrir como hervir macarrones antes de echarle la salsa de tomate.
Cuelgo de camino a mi habitación, pero según avanzo, una suave melodía capta mi atención. Reconozco la canción, es la misma que bailé con Noah en la cocina hace unas semanas. Aquella balada que cubrió el silencio que me daba miedo atravesar con palabras. Y que, durante unos minutos, me permitió soñar con un universo alternativo.
Su puerta está entornada. La luz cálida de la lámpara de su escritorio se cuela a través del hueco hacia el pasillo a oscuras. Me asomo encontrándolo sentado en el borde de la cama, tensando las cuerdas de la guitarra que una vez entonaron con mi voz.
Pienso en él, en nosotros y en aquel regalo que no sabe que ahora está en mis manos o, más bien, guardado en el cajón de mi escritorio junto a mi diario. ¿Debía decirle la verdad? Probablemente era lo justo, pero como otras tantas veces, acabé asustándome. Le pedí a Alanah que mintiese asegurando que lo había perdido al colocar los regalos bajo el árbol.
¿Por qué siempre tengo que complicarlo todo? Me gustaría dejarme llevar, caminar sin miedo, descalza bajo una tormenta de verano y riéndome a carcajadas de su mano, alejados del mundo por un instante.
Sonrío levemente imaginando esa realidad y, en silencio, retrocedo hasta regresar a mi habitación. Cierro la puerta apoyando la espalda contra ella. Aún puedo escuchar la canción, aún puedo vernos bailar sintiendo como un hormigueo recorre mis piernas y mi corazón se encoge en un puño.
*****
Una pancarta azul cuelga de lado a lado en la pared con la frase: "¡Feliz cumpleaños, Noah!" en mayúsculas y en letras doradas. Aunque también celebramos su graduación y, que en unos meses entrará en una de las mejores universidades del país.
En realidad, no ha habido ceremonia como tal para los graduados antes de tiempo, siempre se hace en conjunto al finalizar el curso, pero ver a Noah con un gorro de cartón de color chillón rodeado de serpentinas era necesario. Aunque sea en un restaurante infantil con una piscina de bolas a un lado y globos de colores rodeando el establecimiento.
Los camareros, sosteniendo una tarta helada con velas bengala, lo rodean cantando la típica canción de cumpleaños. Contengo la risa siendo partícipe de su incomodidad y viendo a Alanah grabar un vídeo que le recordará para la posteridad. Acaba soltando alguna lágrima que otra por su querido hermano pequeño al haber cumplido la mayoría de edad.
Estamos toda la familia a excepción de Bailey por la restricción de mascotas dentro del local. También se han unido Hannan y Sept, quienes le han regalado un libro de Denis Guedj y una taza con la definición de "arquitecto". Una vez han terminado de representar la pesadilla social del protagonista del día, su padre se levanta de su asiento con un vaso de zumo de arándanos en la mano.
—Hoy quiero presumir de mi hijo. —anuncia aclarándose la garganta—Graduado con honores, siendo el primero de su promoción y que pronto entrará en el programa de la MIT. Estoy orgulloso. Por Noah.
Chocamos los vasos de plástico siendo testigo de la media sonrisa del cumpleañero. Para haber sido el primero de la promoción y haber entrado en la universidad en la preselección, no parece estar tan encantado como el resto de la familia.
—En el Raffaella's tienen la mejor pasta carbonara del universo. ¿De verdad tenías que reservar aquí, papá? —pregunta Alanah tomando un trozo de la tarta de chocolate y nata.
—Era vuestro sitio preferido cuando erais pequeños. Es un buen sitio para cerrar una etapa, ¿no creéis?
—Y con muy poca clase—interviene la madre de Noah—Podríamos haber cenado en el club, vamos a salir oliendo a fritanga.
—Mamá. —se queja Noah—El sitio está bien. Gracias, papá.
El Señor Ianson le dedica una sonrisa sentándose. Alexandra Giuseppe aparece dos veces al año, pero siempre tiene una pega para todo. Al menos esta vez decidió reservar en un hotel, volará por la noche a Nueva York para una reunión con una empresa que quieren absorber.
—No sabía que habías ido al restaurante de la madre de Keegan—intervengo sorprendida ante la declaración de Alanah.
—Keegan me invitó la última vez que vine. ¿Sabías que hacen la pasta a mano? Con razón nunca hay mesa libre.
—No sabía que erais tan amigos.
—Hablamos de vez en cuando. Es agradable. ¿No te importa, verdad?
—¿Por qué iba a hacerlo? Es un buen amigo y muy trabajador, aunque algo payaso. Os parecéis bastante, de hecho—alzo las cejas.
—Secundo la opinión—interviene Sept desde el otro lado de la mesa—Y es bastante mono, aunque podría peinarse más a menudo.
Me río. Hannan coloca su brazo encima del hombro de Noah antes de decir la frase que nos metería en un lío aquella noche.
—Amigo mío, hemos acabado el instituto y no hemos hecho nada imprudente. Hemos estudiado, ido a clases extraescolares, redacciones, exámenes, premios de ciencias.... pero solo hemos ido a una fiesta en dos años.
—Ir de fiesta está sobrevalorado—dice Noah.
—Deberíais hacer algo memorable, como una gamberrada. —añade Sept—Como teñir la piscina de verde o hackear los ordenadores de la sala de informática, imprimir carteles con la cara del subdirector y pegarlos por los pasillos.
—Qué maduro—murmuro sarcástica—Además, ¿para qué querríais hacer algo así?
—Para ser recordados—responde Noah.
—No recuerdas a alguien por cometer una estupidez. Recuerdas a alguien por lo que significó para ti. Eso lo sabe todo el mundo.
*****
Tras la cena, nos dividimos en dos coches. Como no cabíamos todos en el de mi madre, Hannan se ofreció a llevarnos en el suyo a casa. Parecía ser un acto inocente, pero solo era un complot para incluirme en un plan absurdo evadiendo el sentido común.
Observo el instituto desde la ventanilla trasera cruzada de brazos. Me niego a salir del vehículo por un arrebato sin sentido y precipitado.
—Esto es estúpido, completamente estúpido. Se os ha ido la olla.
—Yo me apunto—dice Noah a mi lado.
—¿Qué acabas de decir? —lo fulmino con la mirada.
—Claro que sí, tío. Eso es un amigo—continúa Hannan dándole palmaditas en el hombro desde el asiento del conductor.
—A ver qué creo que se os está yendo la chaveta. Puede que no os importe porque ya os habéis graduado, pero Sept, recapacita. —la miro directamente—Podrían expulsarnos por esto o peor aún ir a la cárcel por hacer el bobo.
—¿Y quién iba a detenernos? Por aquí no pasa nadie a estas horas. —termina de pintarse los labios con la ayuda de un espejo de bolsillo—Puedes quedarte en el coche si lo prefieres. Pero serías una pringada total.
—¿Lo dice la misma que se espanta al ver una araña diminuta? ¿Cuántos años tienes? —arrugo la frente.
—Nadie te obliga a entrar, pero si una patrulla pasa y te ve a ti sola, ¿no crees que sospecharían?
No lo había pensado. ¡Vaya mierda! A regañadientes, acabo saliendo del coche junto a tres adolescentes que se creen espías, pero no tienen ni idea de la vida, eso está claro.
Continuamos a paso ávido hasta llegar a la puerta lateral del gimnasio. Me subo la cremallera del abrigo y meto las manos en los bolsillos congeladas por el frío. Mal día para llevar un vestido y leotardos.
—Te toca ingeniero—dice Sept guiñándole un ojo.
Se quita un par de horquillas entregándoselas. ¿Quién se cree que es?, ¿MacGyber? Hannan introduce los accesorios para el pelo en la cerradura y los maniobra tratando de abrir la puerta. Cruzo los dedos mentalmente para que no sea posible, pero, al cabo de unos minutos, oímos un"clic" metálico.
Atravesamos la cancha de baloncesto hasta llegar al pasillo de la primera planta. Y, antes de poder subir las escaleras, Sept realiza una declaración.
—Deberíamos dividirnos—murmura.
—¿Estás de broma? —alzo la voz.
No quiero complicar más las cosas. ¡Quiero salir de aquí cuanto antes!
—Relájate. Como presidenta del consejo estudiantil sé que el disfraz podría estar en dos despachos. —dice abusándose el cabello—Yo iré con Hannan al del subdirector y tú ve con Noah al de la entrenadora. Nos reuniremos en este punto dentro de veinte minutos.
—Me pregunto si de verdad necesitas veinte minutos solo para eso.
Me guiña un ojo antes de marcharse junto a su novio entre risas. Señor, dame paciencia, porque si me das fuerza...
—¿Vamos? —pregunta Noah a mis espaldas.
Bajamos las escaleras un piso hasta llegar al pasillo de los vestuarios. Con las linternas de los móviles, enfocamos el suelo buscando el despacho de la entrenadora. De repente, comienza a sonar el politono del móvil de Noah a todo volumen. Mi corazón se acelera pidiéndole que lo apague espantada porque nos pillen.
—¿Estás de broma? —digo llevándome una mano al pecho.
—Al menos ahora me hablas.
—¿Esto en un juego para ti? —me acerco a él—Si nos atrapan se nos podría caer el pelo. Así que apaga el móvil y acabemos con esto de una vez.
Me aparto de él, pero tira de mi brazo suavemente impidiéndome dar un paso más.
—Kara, lo siento. Es la primera vez que hago algo así.
—¿Te crees que yo sí?
—No, no me refería a eso, yo... Te dije que te quería y no hemos vuelto a dirigirnos la palabra desde entonces.
—No es el momento, Noah.
—¿Y cuándo va a serlo? Nunca podemos hablar de ello, prácticamente me evitas cada vez que entro en la misma habitación.
—¿Por qué me haces esto? —le encaro—Deja de ponerme contra la espada y la pared. Ya te lo dejé bien clarito, no quiero tener nada contigo más allá de una amistad, ¿por qué no puedes respetar eso?
—Porque sé que sientes algo por mí.
—Un dolor de cabeza, eso es lo que siento por ti. Y ahora abre la puñetera puerta para que podamos irnos de una vez—señalo la cerradura de la puerta del despacho.
Noah se arrodilla en silencio. Doy un paso atrás observándolo, pero antes de que pueda rozar la cerradura, una alarma ruidosa y aguda proveniente del piso superior, comienza a sonar estrepitosamente. Me tapo los oídos a consecuencia.
—No he tocado nada—continúa levantándose con la tez pálida.
—¡Como nos detengan, yo te mato!
Lo empujo hacia las escaleras. Subimos apurados hasta el primer piso, encontrándonos a mitad del pasillo con el resto de la banda de asaltantes y sin la cabeza de la mascota del equipo. Eso sí, Sept con el pintalabios corrido y los labios hinchados y Hannan con el cabello alborotado y la camisa mal abotonada.
—¿Qué ha pasado? —pregunto con la respiración agitada apoyándome en las rodillas.
—El despacho tenía alarma. Hay que irse cuanto antes—anuncia Sept.
—¿Y te diste cuenta antes o después de daros el lote?
Duda si contestarme o no, pero no hay tiempo. Debemos huir. Regresamos al punto de partida en el gimnasio, pero al abrir la puerta, el plan se desmorona. Dos coches patrulla se acercan a gran velocidad.
—Creo que voy a vomitar—dice Hannan doblándose.
—¡El teatro! Hay una salida de emergencia detrás de bambalinas. Si nos damos prisa podemos llegar al metro antes de que salga el último tren. Mañana regresaríamos a por tu coche y nadie sospecharía—le indico a Hannan.
En ese instante, oímos a lo lejos la puerta principal abrirse. Cautelosos avanzamos hacia el pasillo parando en cada esquina escondiéndonos por seguridad. Vamos de uno en uno para vigilar ante cualquier movimiento. ¡Como nos pillen me van a echar la bronca del siglo!
Continuamos con el plan de última hora. Soy la última en la fila y, estoy a punto de acercarme a ellos cuando veo la luz de linternas en el pasillo. Rápidamente, me escondo tras la pared contraria apartándome del grupo. Cierro los ojos suplicando no ser vista oyendo pasos acercarse del que asumo será el oficial que me llevará entre rejas.
Es entonces cuando inesperadamente algo cae al fondo del pasillo haciendo ruido y salvándome de una detención segura. Trato de asomarme, pero alguien tira de mí impidiéndomelo. Noah me señala las escaleras y comenzamos a correr hacia el piso inferior, de vuelta a los vestuarios.
Empujo la puerta del vestuario de chicas adentrándonos entre las hileras de casilleros azul metálico. En silencio, señalo la ventana que da al patio lateral como posible vía de escape.
Nos subimos sobre el banquillo pegado a la pared abriendo despacio la ventana rectangular. Noah junta sus manos para que apoye el pie en ellas elevándome hacia la libertad. Me ayudo con las manos tocando la hierba húmeda y fría y una vez fuera me aparto a un lado. Noah, entonces, localiza una papelera de plástico que coloca sobre el banco para impulsarse hacia la salida y, tirando de él, ambos conseguimos escapar.
Rodeamos el edificio hacia el aparcamiento y agachados lo recorremos ocultándonos tras los contados coches que quedan de los residentes de la zona, incluyendo el de Hannan. Al llegar a la salida, esperamos tras el bajo muro de ladrillos con el nombre del instituto grabado. Me asomo encontrando otro policía hablando a través de la radio de su uniforme.
—¿Cuál es el plan? —murmura Noah a mi lado.
—No lo sé Indiana Jones, ¿qué tal habernos quedado en el coche hace cuarenta minutos?
—¿Y si nos entregamos? Solo era una inocentada, al fin y al cabo—se encoge de hombros.
—Desde hoy, eres mayor de edad, probablemente te arrestarían por allanamiento—me sobo los brazos buscando entrar en calor.
—Volvamos al instituto entonces. Escondámonos en el laboratorio de química, dudo que mirasen allí.
—¿Pretendes meterte en la boca del lobo? Y luego, ¿qué? ¿Anunciar nuestra llegada con un cartel de "pasen y vean"? Mejor sígueme el rollo.
Tras explicarle el nuevo plan a medias y, como pactamos, salimos cogidos de la mano tras el muro cuando el policía mira a otro lado. Simulamos ser una pareja, o al menos, algo similar. Cuando el oficial se da cuenta de nuestra presencia, guío el brazo de Noah hasta posarse sobre mi hombro, arrimándome a él.
Veo de reojo al hombre uniformado sospechar ante nuestra aparición. Decido detenerme posicionando a Noah frente a mí dejándolo de espaldas al policía. Finjo reír ante una gracia inexistente colocando mis manos alrededor de la cintura viendo como mi pareja ficticia se pone nervioso.
—¿Qué hace? —pregunta Noah en voz baja.
—Nos observa. —continúo subiendo mis manos hasta sus hombros—Creo que no se lo traga.
—Si empezamos a correr podríamos llegar al tren de las once y....
—Bésame—no dejo que acabe la frase.
—¿Qué? —pregunta titubeante.
—Eso le hará sentir incómodo y perderá el interés en nosotros. Es ciencia pura. —hago una pausa—No cambiará nada, te lo prometo. Solo hazlo.
—¿Estás segura?
A pesar de la oscuridad, las farolas me dejan ver sus mejillas enrojecidas por mi atrevimiento. Sigue titubeando cuando me doy cuenta de que el policía se está acercando a nosotros.
—Bésame de una vez, Noah.
Duda apenas unos instantes hasta que al fin coloca la palma de su mano sobre mi mandíbula. Siento el tacto frío de sus dedos, acariciar la comisura de mis labios contrastando con el aire caliente emanando de mi interior. Mis piernas parecen derretirse a su tacto y mi cuello se tensa a medida que lo contemplo acercarse. Y, justo antes de rozar mis labios, lo detengo con la mano suavemente.
Estamos al límite, a punto de cruzar esa línea que tanto me he esforzado por proteger. ¿Soy consciente de que esto es terreno peligroso? Incluso si evita que acabemos detenidos en una comisaría de madrugada, ¿merecería la pena o sería mejor correr en dirección contraria y no mirar atrás?
Pero entonces mis ojos avellana se cruzan con los azules de él. Sus pupilas se han dilatado bajo la luz de las farolas y su aliento se mantiene jadeante cerca del mío. Entonces, sin poder demorarlo un segundo más, aparto el escudo que me separaba a centímetros de él, dejando que nuestros labios se unan al fin.
Sus labios, ligeramente abultados, hacen presión contra los míos apegándome a ellos de puntillas. Recorre mi espalda con sus manos y me acerco más profundizando nuestro beso casi desesperado. Me aferro a su abrigo con una mano dejando que la otra se hunda en su pelo. Y, en ese instante, me daba igual nuestro alrededor, el mundo podría dejar de girar porque pensaba compensar todos aquellos besos perdidos que tanto me había esforzado por evitar.
Al cabo de unos segundos, siento el viento gélido sobre mis mejillas calientes. Nos separamos el uno del otro abriendo los ojos impactados por lo que acababa de suceder. Mi pecho sube y baja reiteradas veces jadeante y antes de que uno de los dos hable, me doy la vuelta sin saber cómo actuar a continuación. Entonces, el coche de Hannan se detiene ante nosotros. Disimuladamente, Sept enseña a través de la ventanilla la cabeza del disfraz de la mascota del instituto victoriosa.
*****
Tras despedirnos de la pareja. Abrimos la puerta principal tan silenciosos cómo podemos. Subo las escaleras descalza delante de él y, al pasar por la habitación principal, puedo oír al Señor Ianson roncar con el programa de cocina de medianoche aún encendido. Creo que eso es buena señal.
Al llegar a la puerta de mi dormitorio, Noah se pronuncia.
—Espera...no quiero que sea mañana y hagamos como que esto no ha sucedido como otras tantas veces—susurra.
—Noah no puedo... no puedo hacer esto ahora. —hago una breve pausa—Nuestros padres están casados y eso nos convierte en familia. Es una locura. Alanah es como mi hermana y...
—¿Eso es lo que somos?
—No, no sé qué somos, nunca lo he sabido. Pero no puedo averiguarlo ahora. —exhalo antes de despedirme cerrando la puerta.
*****
No he dormido. Me he pasado la noche en vela asimilando todo lo acontecido. Y, no solo a lo de anoche sino elaborando una lista mental de todas aquellas razones por las que debería o no ser sincera conmigo misma y admitir que estoy completamente enamorada de Noah desde el primer momento en que nos conocimos.
Paseo de lado a lado de la habitación en pijama tratando de dar con una fórmula perfecta para satisfacción de la parte racional de mi cerebro. Y, entonces me doy cuenta de que puede que funcione o no, puede que estemos juntos para siempre o no, pero debo intentarlo, ¿cierto? Si algo tengo claro, es que el beso, a pesar de ser una tapadera, fue real.
—Haces más ruido que un elefante en una cacharrería—dice Alanah al incorporarse de la cama.
—Creo que quiero a Noah—confieso por primera vez en voz alta. Ni siquiera me ha temblado la voz al decirlo.
—¿Qué? —pregunta adormilada.
La miro unos segundos sin poder evitar dibujar una sonrisa y decido actuar. Retoco mi cabello con las manos apurada frente al espejo de la cómoda antes de abrir la puerta. Al observar su habitación vacía, bajo las escaleras emocionada sujetándome de la barandilla para evitar caerme.
Pero al llegar al piso inferior, un extraño ajetreo me detiene. El Señor Ianson discute por teléfono con su exmujer hablando de aeropuertos y compañías aéreas. Mi madre, a su lado, le pide que baje el tono de voz para no asustar a Yacob, quien permanece sentado en el sofá abrazado a sus rodillas.
Me acerco a él colocándome a su altura. Le pregunto qué ocurre, pero sale corriendo tirando el teléfono fijo de la mesilla a su paso. Y, justo antes de ir tras él, es la propia voz de Noah la que me detiene a través del contestador. Lo levanto del suelo.
—Papá soy yo. Sé que te debo una explicación, pero supongo que era más sencillo de esta forma. He renunciado a la beca en la MIT y, bueno.... estoy en el aeropuerto. Cuando estéis escuchando este mensaje ya habré embarcado, pero no quería irme sin despedirme. —toma aire antes de continuar—Siempre me habéis contado como sería mi futuro cuando, en realidad, no sabía quién era o quién quiero llegar a ser. Espero no decepcionarte. Alanah, si estás oyendo esto, no te preocupes, estaré bien y, Yacob prometo que volveré para tu próximo partido de beisbol. Señora Abbot, gracias por escucharme cuando lo necesitaba y, Kara—hace un breve pausa—espero encontrar algún día ese universo alternativo y que me dejes entrar en él.
La grabación se detiene. Sin darme tiempo a reaccionar, el Señor Ianson y mi madre me piden que vigile a Yacob hasta que regresen del aeropuerto. Con el abrigo puesto sobre el pijama, sin darme opción a contestar, salen por la puerta principal.
Devuelvo el objeto a la mesilla auxiliar. Salgo al pasillo y, apoyándome en la pared, me siento sobre el parqué siendo testigo de cómo mis lágrimas caen sobre mi ropa. Trato de asimilar las palabras que acabo de escuchar permitiendo que la frustración y la rabia emanen de mi interior a punto de estallar.
—Yacob no quiere salir de su habitación, ¿se puede saber qué pasa?
Al alzar la vista, Alanah me observa apoyada en la barandilla de la escalera. Su móvil suena hasta que lo descuelga seguido de un "¿Mamá?" que la hace regresar al segundo piso.
Contemplo la Torre Eiffel entre mis manos antes de volver a cerrar el puño dejando que mi cabeza se refugie sobre mis rodillas. Noah se ha marchado y ni siquiera he podido decirle cuanto lo amo.
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