▪ VEINTE ▪
Septiembre de 2015
Tres meses más tarde.
He recorrido el lago en la vieja barca de mi padre, y me he reído a carcajadas viendo a Mya caerse de ella varias veces. Alimenté al estúpido Timothy recibiendo algunos mordiscos como agradecimiento. Comí galletas con nubes de azúcar y chocolate junto a la hoguera y contemplé los fuegos artificiales desde la orilla el cuatro de julio.
Hablé con mi madre al otro lado del Atlántico en su no-luna de miel, pesqué una trucha que devolví al lago, me caí haciendo senderismo. En una acampada, mientras todos dormían, conté estrellas hasta quedarme dormida.
Pensé en Oliver, en cuanto lo echaba de menos y que si el mundo no hubiera sido tan cruel, quizás seguiría a mi lado. Soñé que le mandaba mensajes en forma de aviones de papel. Soñé con la nieve en diciembre y recordé su risa cuando hacíamos ángeles de nieve.
Hice videollamadas semanales con mis amigas. September me habló de códigos informáticos que apenas entendía, vi a Joan rechazar una beca para Berklee negándose a acabar como su hermana y escuché a Alanah hablar acerca de un joven parisino que había conocido en el Louvre.
La emisora de radio cambia de canción. Oigo al locutor quejarse sobre la vuelta al trabajo en tanto que el tráfico de Boston nos recibe con un gran atasco.
Tras dejar a la nueva versión "zen" de Mya en su residencia, mi padre me ha llevado de vuelta hasta la casa de Beacon Hills en su vieja camioneta. Mi prima ahora hace yoga y mantiene una actitud "abierta" a la vida. Dudo bastante que le dure más de cuatro días, ¡para qué nos vamos a engañar!
Una vez nos bajamos del vehículo, mi padre me ayuda a bajar las maletas y el terrario de Timothy. Me abraza al despedirnos no sin antes recordarme que me recogerá el sábado para el partido de los Boston Red Soxs.
Abro la puerta principal del adosado y un silencio inusual me recibe. Mi madre me llamó anoche. Tiene que trabajar hasta tarde en el bufete, y el Señor Ianson debe cerrar un nuevo proyecto al otro lado de la ciudad. Alanah ha vuelto a Washington y no la veré hasta el fin de semana. Creo recordar que Yacob está en casa de un amigo del colegio, y de Noah ni sé ni me apetece nada.
Esperé a que me escribiese acerca de la carta desde aquel día. En cierto modo confié en que obtendría un mensaje, o una simple llamada, pero al final eso nunca sucedió. Y no es que sea el fin del mundo, pero un "ok" por mensaje o un "leído, pero estoy en otra onda" no habría estado mal. Hasta los británicos serían menos ariscos, y eso ya es decir.
Me dedico a devolver con cuidado a Timothy al terrario del dormitorio de Yacob. Se supone que suele ser muy amigable, menos cuando está conmigo. Estoy convencida de que ese reptil se ríe de mí cuando no estoy mirando.
Echo un vistazo a su habitación perfectamente ordenada, exceptuando un juego de construcciones de Yacob tirado sobre su cama. Huele a ropa limpia y a libros recién comprados.
Deshago el equipaje junto a la lavadora escuchando, a través de los auriculares, una nueva lista de reproducción que me recomendó Keegan este verano. Separo la ropa por colores y busco a conciencia las instrucciones en internet. La última vez me pasé con el detergente, y aquello parecía una fiesta de espuma. Entonces escucho un ruido en el segundo piso. ¡Espero que Timothy no haya vuelto a escaparse! ¿Debería mencionarle esa parte a su dueño?
Tras comprobar que el camaleón sigue dónde lo había dejado, comienzo a colocar el contenido de mi neceser en la encimera del baño. Observo resignada mi reflejo en el espejo. Las pecas siempre me aumentan en verano, y el frizz de mi cabello castaño no ha mejorado a pesar de todas las recomendaciones de Mya.
Me dirijo a la bañera para colocar el champú y acondicionador en uno de sus estantes. Al abrir las cortinas, me topo con una desconocida desnuda en el interior. Ambas pegamos un grito al unísono. Salgo del baño espantada dando un portazo por la escena.
Me quito los cascos con el corazón a mil por hora. Cojo el jarrón de cristal de la cómoda del pasillo como arma de defensa. ¿Y si es una ladrona? La chica abre la puerta, y se acerca enfadada envuelta en una toalla que resulta ser mía.
—¿Se puede saber qué haces? —me pregunta ofendida.
¡Lo que faltaba!
—¿Qué qué hago? ¡Yo vivo aquí y ese es mi baño!
—Ahh claro —dice relajando el rostro—Tú debes de ser Kara, la hija de Margaret.
—Efectivamente y, a menos que me digas quién eres, ¡pienso llamar a la policía! —alzo mi teléfono.
—¿Tan pronto? Si aún no he acabado—sonríe con picardía.
La analizo. Su cabello azabache resalta sus ojos verdes, por no hablar de una sonrisa maliciosa que los acompaña. Oigo unos pasos subir las escaleras a mis espaldas que se detienen.
—¿Kara?
Reconozco la voz de Noah.
Un escalofrío recorre mi espalda. Me doy la vuelta. Después de tres meses, vuelvo a verle. Me mira perplejo ante la situación. Sutilmente desvía la mirada sonrojándose al instante. Supongo que acaba de darse cuenta de la joven tras de mí. Empiezo a comprender de dónde ha salido esta chica.
—¡Noah! —exclama la desconocida con el rostro iluminado—Tenías razón, necesitaba una buena ducha. Encantada de conocerte, Clara.
—Es Kara—corrijo antes de que me ignore entrando en el cuarto de baño.
Me quedo en el pasillo con el hombre de hielo en silencio. Devuelvo el jarrón a su sitio regresando a mi habitación. A medio camino, Noah se pronuncia.
—Yvette es la hija de la socia de mi padre. Estuvo en la boda. Puede que la recuerdes.
Su voz calmada me saca de quicio. Lo encaro de brazos cruzados bajo el marco de mi puerta. Empiezo a acordarme de ella. Bailaron toda la noche entre risas y copas mientras Dorian finalizaba nuestra relación.
—No hace falta que me des explicaciones. Lo que hagas con tu vida no es asunto mío. —hago una pausa—Si necesita un secador, está en el segundo cajón de la derecha.
Cierro la puerta con el corazón hecho un puño. Así que esta era quizás una de las razones por las que no había tratado de contactar conmigo. Ya había conocido a otra persona.
Una hora más tarde, me reúno con el comité de "sabias" en el Boston Common. Disfrutamos de un concierto de jazz en el parque sobre una manta de picnic a cuadros. Como uvas verdes en tanto las escucho distraída hablar acerca de la universidad. El próximo año tomaremos caminos diferentes, y aunque todavía hay tiempo, no estoy preparada para decirles adiós.
Mi estado nostálgico se detiene al ver a Joan presumir de una larga lista de sus ligues de verano, como si de su mayor hito se tratase, cuando es evidente que solo lo hace para evitar hablar de André, alias el innombrable 2.0 ¿Por qué los humanos nos complicamos tanto con todo lo relacionado con el amor? Es realmente insufrible.
—¿Y si vamos este fin de semana a la playa? —pregunta September—Invitaría a toda la clase, por supuesto. ¡Hay que hacer campaña! Haríamos una hoguera junto a la orilla y estoy segura de que Rod puede conseguir bebidas gratis.
—¡Suena bien! Podría llevar mi puesto de DJ—añade Joan.
—Perfecto. ¿Qué dices, Kara? ¿Te apuntas?
Mi amiga de cabello rosa pastel me dedica una amplia sonrisa mientras muerdo otra uva. ¿De qué estábamos hablando?.
—¿Acaso nos estabas escuchando? Parece que estás en las nubes—se ríe.
—Como si eso fuera una novedad—comenta Joan colocándose las gafas de sol.
—Perdonad es que...—me llevo el pelo a un lado—hice algo que no debería haber hecho y...es complicado.
Paso mi mano por el césped recién cortado. Quiero decírselo, pero a veces pueden llegar a ser tan sutiles como un elefante en una cacharrería.
—Pues para eso estamos las amigas, puedes contarnos lo que sea.
Bueno, no tengo nada que perder, ¿cierto?
—Le di la carta a Noah, en la que me declaraba hace dos años. Bueno, más bien la dejé en su escritorio. Quería hablar de ello, pero no me ha llamado en todo el verano y hoy he descubierto que ha conocido a alguien así que....
—Lo siento, K—dice Sept posando su mano en mi hombro.
—¡Menuda mierda! —exclama Joan sacando un billete de veinte dólares de su monedero y dándoselo a mi amiga—Por qué poco....
Mi amiga de mechas rosa pastel recibe el billete encantada de la vida. ¿Me he perdido algo?
—¿Qué haces? —le pregunto incrédula.
—Perder dinero, evidentemente.
Miro a Sept arrugando el entrecejo. Eleva los pómulos como si fuese una niña a punto de confesar una travesura.
—No te enfades, pero ya lo sabíamos. Alanah nos llamó cuatro veces, ¡fue el escándalo del verano! Queríamos decírtelo, pero no sabíamos cómo.
—¿Noah se lo contó a Alanah? —pregunto.
—No exactamente. Lo sorprendió con la carta en la mano. Lo único que pudo sonsacarle es que era tuya, y solo porque Alanah reconoció tu letra. ¡Ese tío no suelta prenda!
—Así que la leyó—bajo el tono de voz.
¿Por qué me sorprende? Es el hombre hielo, debería estar acostumbrada a estas alturas. Aun así, supongo que una diminuta parte de mí anhelaba algún tipo de acercamiento o señal, pero estaba equivocada.
—O puede que no, a lo mejor no ha tenido tiempo—dice Joan tratando de animarme.
—¿Después de tres meses? Sé leer entre líneas. No debí haberlo hecho, fue estúpido.
—No es verdad. —Sept sostiene mis manos—Te arriesgaste y quizás no era lo que esperabas, pero es mejor saberlo ahora y no dentro de diez años. El romanticismo está sobrevalorado, y, sino que me lo digan a mí.
—Además de que los tíos son idiotas. —agrega Joan—No lo necesitas. Ya eres increíble por tu cuenta y si él no lo ve entonces no merece la pena.
—Gracias chicas. —hago una pausa—Espera, el dinero.... ¿Habías apostado con cuanto tiempo tardaría en decíroslo?
—¿Qué? Para nada—exclama Sept con la voz chillona que pone cuando miente.
—Apostamos sobre cuanto tardaríais en liaros—confiesa Joan.
—¡Joan! —Sept la manda callar—Es una tontería.
—Me alegra que mis sentimientos formen parte de vuestra diversión—extiendo la mano exigiendo el dinero—Creo que me apetece un buen plato de pasta para cenar.
A regañadientes, me invitaron a cenar en mi restaurante de comida italiana favorito. Puede que pidiera lo más caro de la carta por fastidiar, aunque compartimos el postre. Al regresar a casa, me duché y me tumbé en la cama hasta quedarme dormida.
*****
Al día siguiente, me preparo para el primer día de mi último curso como estudiante de secundaria. Al menos ese es el plan. Termino de vestirme con el uniforme frente al espejo, acomodando la incómoda corbata del uniforme sobre el polo blanco.
Bajo a la cocina por unos cereales, pero el Señor Ianson me lo impide. Ha preparado el desayuno en el patio tal como lo hizo el año pasado. Yacob corre a abrazarme al verme, y me cuenta con pelos y señales como ha construido una maqueta de un cohete que ha hecho en las vacaciones.
El prometido de mi madre me entrega un plato generoso de las famosas tortitas Ianson. Mi estómago ruge nada más olerlas. Son como las originales, pero con pepitas de chocolate. A continuación, mi madre deja su taza de café a un lado y me rodea entre sus brazos disculpándose por llegar tarde a casa anoche. Me propone recogerme después de clase para merendar y ponernos al día. ¿Por dónde debería empezar?
Me siento en una de las sillas de hierro frente a los hermanos Ianson sirviéndome una taza de té rojo con leche. Veo de reojo a Noah leer con ceño fruncido un libro de finanzas.
—Yacob, desayuna o llegarás tarde. —indica el Señor Ianson.
Yacob toma una cucharada de cereales acariciando la cabeza de su amigo reptil.
—Bueno, ¿preparados para el último curso?—continúa—Kara, ¿ya has decidido a qué universidad irás?
—Más o menos. No quiero gafarlo—respondo tomando un sorbo de té.
—Este año será intenso, pero merecerá la pena. Ya lo veréis. —añade mi madre—He visto que te has apuntado al club de debate.
—Necesitaba créditos extra y lo llevo en la sangre, ¿no? Será bueno para la solicitud de la universidad.
Media hora más tarde, salgo de casa con la mochila y la bolsa de deportes para el entrenamiento de atletismo. El lema de este año es "Excelencia o nada". Espero que a Joan, la capitana, no se le vaya la olla como el año pasado.
Espero al tren en la estación al aire libre. Una ráfaga de viento hace que me cierre la chaqueta vaquera, en tanto selecciono una lista de reproducción de Sleeping at Last. Por alguna razón los auriculares no funcionan, privándome de mi momento favorito del día.
El andén comienza a llenarse de pasajeros preparados para la vuelta a la rutina. De repente, entorpeciendo mi buen humor, veo a Noah situarse a mi lado.
—¿Podemos hablar? —me pregunta.
—No, pero siento que vamos a hacerlo de igual modo, así que...
Guardo el móvil en el bolsillo de la chaqueta sin apartar la vista del andén en sentido contrario.
—Yvette solo es una amiga.
Respiro por la nariz soltando un suspiro resignada. Lo que yo decía, al final acabará amargándome la mañana.
—Por favor, si te preocupa que se lo diga a nuestros padres, tranquilo. No hace falta que hagamos ningún trato—lo observo sarcástica.
—Veo que estás enfadada.
—¿Por qué iba a estarlo? ¿Porque me encontré a tu "amiguita" desnuda con mi toalla puesta? Tranquilo, tendré otra anécdota para contar en las fiestas—me cruzo de brazos.
—Iba a llamarte.
—No me importa.
—Quise hacerlo, pero no sabía cómo.
—Sé que leíste la carta, Noah. —le encaro molesta—Y la verdad es que me da igual porque no te la dejé para declararme, si es lo que piensas. Decidí dártela porque necesitaba cerrar esa etapa de mi vida.
El tren se detiene en la estación en ese momento abriendo sus puertas. Trago saliva expectante a su respuesta.
—¿Esa es la verdad? Pensaba que...
—¿Qué sentía algo por ti? No, para nada. —me toco la nariz—Así que puedes dejar de alimentar a tu ego y pasar página, porque yo ya lo he hecho.
Me aparto de él y camino al interior del vagón. Consigo situarme en un hueco junto a la ventana contemplando la ciudad con un nudo en la garganta.
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