▪ TREINTA Y SEIS ▪

Abril de 2017

Las líneas perpendiculares de colores crean un mapa mental con el título: "Operación Chachi" en mayúsculas. Subrayo los puntos importantes, dibujo flechas en rojo señalando las flaquezas y utilizo el azul marcando las situaciones probables para que esa repelente profesora de arte abandone la casa de mi padre cuanto antes. Si todo sale según lo previsto, en catorce días estaremos celebrándolo con una porción de red velvet.

Devuelvo la tapa al rotulador semipermanente sentándome al borde de la cama junto Mya. Su única ayuda durante tres horas ha sido leer las revistas del cotilleo prestándome nula atención.

Después de lo ocurrido hace unos días debería seguir enfada con ella, o al menos torturarla omitiendo el descuento para "amigos y familiares" en la cafetería. Pero como siempre dice mi abuelo: "la familia es la familia" Y, honestamente, tampoco debí recriminarle lo que haga o deje de hacer en sus relaciones. Aunque me encantaba la idea de tener a Hazel en la familia.

En la mesilla de noche, a kilómetros de distancia, Alanah, a pesar de mostrarse reticente al principio, me ha estado dando ideas para la operación. Aunque desde hace unos minutos, parece haber perdido el verdadero motivo de por qué requería su presencia.

—Total. Que estaba pensando en regalarle unas entradas para la Comic Con en julio. —continúa desde la habitación de su residencia—Pero me di cuenta de que debía elegir entre comer ese mes o pagar los billetes y la estancia, así que he decidido regalarle una taza con la frase: "Primero el café luego la justicia". ¿No es genial?

—¿Por qué no le pides el dinero a tu madre? —Mya aparta la revista incorporándose.

—Porque ya me paga la universidad y el plus de la lavandería. Además, si se lo pido, se apuntaría al viaje. —resopla—Incluso se pondría mi ropa o compraría un disfraz con poca tela y ya he ocupado todos los cupos de traumas parentales.

—¿No crees que te estás anticipando un poquito? —pregunto sin apartar la vista del tablón—¿Vuestro aniversario no era en noviembre?

—Hay que aprovechar las ofertas. Espero que su regalo no sea una caja de bombones de gasolinera como hace dos años.

—Regálale condones, de todos los sabores—exclama mi prima.

—Y dicen que el romanticismo ha muerto—murmuro.

—¿Pero tú que te crees que hace la gente en San Valentín? ¿Hablar? Tú hazme caso, condones.

*****

Unos días más tarde y, coincidiendo con las vacaciones de Pascua, celebramos una fiesta sorpresa para el cumpleaños de Alanah. Su padre le regaló los billetes de avión para pasar el fin de semana con toda la familia y cenar en su restaurante favorito, lo que no sabe es que ese no es el verdadero plan.

El Señor Ianson se ha encargado de contratar el catering y mi madre de la lista de regalos. Alanah puede llegar a ser algo cruel si no es de su agrado. El resto de las tareas nos la hemos dividido entre sus amigos del instituto y algunos familiares como la decoración el salón. Incluso su madre, doña Alexandra Giuseppe, que cada año se limita a una llamada desde la otra parte del mundo, está aquí. El mérito es totalmente de Noah, tras horas al teléfono con su secretaria consiguió que cancelara su viaje por el Mediterráneo. Lo único bueno, es que esta vez se hospedará en un hotel.

Pego globos con celo en la barandilla de la escalera mientras suena "Come Together" de los Beatles por los altavoces del salón.

—Kara, cielo, ¿tienes un segundo? —dice mi madre con una copa de vino vacía en la mano.

—¿Qué ha hecho Alexandra esta vez?

—Agotar mi paciencia. Así que, hija—acaricia mi pelo—, si alguna vez me ves sola con ella, te suplico, no, te imploro, que te entrometas. Me da igual si es una llamada de trabajo, problemas en la cocina o un atasco en el baño. Lo llamaremos código marrón.

—Eso es asqueroso.

—Prueba a tener veinte minutos de conversación sobre las posturas que le interesan a su exmarido en... ¿Omito detalles?

—Por favor. —arrugo la nariz—Tú solo di "El pato sigue bailando" y acudiré a tu rescate, hasta las seis y media. Tengo esa cena con papá y Michaela, pero volveré en dos horas, justo para la tarta.

La puerta principal se abre con Keegan entrando en escena. Carga una bandeja forrada en papel de plata que apoya en el mueble de madera del recibidor.

—¿Llego tarde? —se desabotona el abrigo de pana.

—El padre de Alanah ha ido a recogerla al aeropuerto, tardarán unos veinte minutos. —me fijo en su cabello engominado que suele llevar alborotado— ¿Puedo ver la tarta?

—Especialidad de la casa, tiramisú. Es su favorito, espero que le guste—termina colgando el abrigo en el perchero.

—Camisa blanca impoluta y chaqueta azul marino a juego. Por no hablar del exceso de fijador. —bajo la voz—Creo que alguien quiere impresionar a una chica.

—Pensaba que era una cena formal, por los antecedentes de esta familia. —se justifica, pero sus mejillas sonrosadas lo delatan—Voy a guardar esto en la nevera antes de que tu perro asalte la tarta.

Suelto una pequeña risa negando con la cabeza. Sigo decorando el resto del pasillo cuando llegan nuevos invitados, entre ellos, Cassia. Noah baja las escaleras para recibirla con un beso en la mejilla. Toma su chaqueta y bufanda antes de que la Señora Ianson, matriarca de la familia, le extienda la mano para saludarla con una amplia sonrisa.

Unos quince minutos más tarde, llegó la invitada de honor. La recibimos entre serpentinas y gorros de fiesta al son de una canción de cumpleaños. Me quedé en la fiesta durante los aperitivos y las diapositivas que preparó el Señor Ianson de fotos de su hija desde su nacimiento y, también, para grabar el número de magia fallido de Yacob con Bailey como regalo para su hermana.

Después de aquello, mi bolso granate y mi vestido azul oscuro de lunares, nos encaminamos hacia el restaurante griego en la Quinta avenida. Tras saludar a mi padre y a Michaela, nos sentamos en la mesa en el centro de la sala junto a la chimenea. El camarero apunta el pedido, ¡todo tiene una pinta buenísima! No tardo en picar de las aceitunas que nos han puesto como entrante.

—Tomaré la ensalada griega con el cordero asado. Gracias—le tiendo la carta devuelta.

—Es muy chachi, ¿no crees? —murmura Michaela apoyándose en la mesa.

—Depende del significado de esa palabra—tomo un sorbo de agua.

—Bueno, me alegro de que por fin hayamos hecho esta cena. —interviene mi padre—Y, ahora que Michaela y yo vivimos juntos, podremos pasar más tiempo en familia.

—No te creas—paso la mano por mi cuello. Me entran picores solo de pensar en ello.

—Así podrías conocer a mi sobrino, Ed. Está en una banda, toca el banyo. —saca su teléfono del bolso—Creo que tenía un video por aquí—dice deslizando el dedo por la pantalla.

—Y, ¿qué tal lleváis la convivencia? —me coloco un mechón tras la oreja—He oído que puede ser complicada. Y, más si lleváis tan poco de tiempo de relación. Es muy común dar un paso atrás, así que no os sintáis culpables si eso sucede.

—La verdad es que, fue como una baile coreografiado. —responde mi padre—Como si llevásemos toda una vida juntos—sostiene la mano de Michaela dedicándola una sonrisa de oreja a oreja.

—Hablando de tiempo en familia, ¿y si vamos al partido de los Boston Red Sox este fin de semana? Podría ser divertido—continúo.

—A Michaela no le gusta el deporte.

—Pues a nosotros nos encanta, nunca nos perdemos un partido. Sería una bonita tradición familiar, pero supongo que podemos ir otro día—intento de disimular mi tono sarcástico, pero parece inevitable.

—Bueno, es que no me agradan los deporte agresivos. —coloca el móvil en la mesa—Prefiero otro tipo de actividades como el yoga.

—El beisbol no es agresivo.

—Depende de cómo lo veas. Como todo en esta vida. —deja la servilleta de tela sobre la mesa—Debo preguntar quién es el autor de esa maravilla de cuadro.

Me giro para observarlo. Un lienzo blanco con unas motas de color rojo y verde pistacho que al entrar pensé que era manchas de algún comensal anterior. Pongo los ojos en blanco. Mi padre, en cambio, parece abducido por ella, ¿cómo es posible que no lo vea? Quien dijo que los polos opuestos se atraen, solo era para beneficiar a los bufetes de abogados especializados en divorcios, estoy convencida.

*****

Mi padre aparca su vieja camioneta frente al adosado en Beacon Hills. Me quito el cinturón viendo a los invitados a través de los ventanales del primer piso.

—Bueno, no ha estado mal, ¿no crees? —pregunta bajando el volumen de la radio.

—Supongo que ha estado muy ... chachi.

—Sé que Michaela y tú sois muy diferentes, pero...

—¿Diferentes? Más bien de planetas distintos. —bufo— Pero si casi no compartís aficiones, ¿cómo es que seguís juntos?

—Porque nadie me hace reír como ella. ¿Sabes cómo nos conocimos? En una cafetería de madrugada corrigiendo exámenes. Derramé el café sobre la mitad de los que llevaba corregidos y ella comenzó a reírse descontroladamente. Estaba agotada y, sin embargo, creo que no había visto nunca a una mujer tan bella como esa noche.

—Supongo que eso es bonito—apoyo la cabeza en el respaldo.

A continuación, mi padre saca una caja de terciopelo rojo del bolsillo de su chaqueta. Y, al abrirla, hay un anillo con una pequeña esmeralda en el centro.

—Vaya, es... ¡Guau!—digo sin apartar la vista de él.

¿Boda a la vista? No puedo parar de imaginar las navidades con la chachi y el del banyo. Las postales navideñas serán un cuadro.

—Mi plan era ir el fin de semana al lago, pero creo que no puedo esperar. —se detiene unos segundos—Desde hace años, he tomado malas decisiones y no he hecho lo que debía, sobre todo contigo. No quiero precipitarme, si tú no estás de acuerdo. Sé que esto nos afecta a ambos.

Observo a mi padre detenidamente. Quiero gritarle que ni por asomo se le ocurra casarse con esa mujer. Que es una locura, que es muy pronto y no puede salir bien. Sin embargo, mi respuesta difiere de mis pensamientos.

—No deberías tener que buscar mi aprobación. —elevo las mejillas con sinceridad—Si tú eres feliz, yo soy feliz.

—¿De verdad?

—Lo prometo por los Boston Red Sox. —levanto la mano con los ojos humedecidos—Pero por favor que no os case el del banyo.

Mi padre se ríe. Nos abrazamos antes de salir del coche y prometer ser su padrino en la boda.

Entro en casa en pleno auge de la fiesta. Me asomo al salón cuando el Señor Ianson interrumpe la velada para hacer un brindis en honor a su hija. Cinco minutos más tarde y, tras los aplausos, algunos amigos lo imitan contando anécdotas de la anfitriona hasta llegar a mi prima. Cuatro palabras alabándola y esa parte torbellino en su interior decide cederle el turno a Keegan con una palmada en el hombro.

—Bueno, no tenía nada preparado. —se levanta del sillón—¿Anécdotas? Creo que la historia del gato que resulto ser una rata gigante en Nueva York os la sabéis todos así que...

Los invitados se ríen con él. Mira sus pies algo tímido antes de continuar.

—Creo y hablo en nombre de todos cuando digo que eres una inspiración para nosotros. —continúa posando su vista en Alanah—No solo porque algún día serás una abogada excelente o probablemente la jueza del tribunal supremo, sino porque... iluminas los días grises, incluso aunque se declare una tormenta, tienes ese poder. Supongo que eso es lo fascinante de la vida. —mantiene el contacto visual—Podemos encontrar a la persona indicada en los lugares que menos esperábamos.

Keegan y Alanah se miran detenidamente. Creo que el mundo ha dejado de girar para ellos y parece que ella se ha dado cuenta al fin de los verdaderos sentimientos de Keegan todo este tiempo. Todas esas tazas de café a las cinco de la tarde, los paseos interminables por el Boston Common o quizás esa conexión instantánea que solo ellos logran entender.

Las luces se atenúan con los padres de Alanah saliendo de la cocina con la tarta entre sus manos. El resto de la sala cantamos "Cumpleaños Feliz" hasta que sopla las velas. Los invitados se dispersan y Keegan retrocede unos pasos, deja su copa en la mesa y camina hacia el pasillo. Trato de interceptarlo, pero Alanah se adelanta.

—¿Keegan? —su voz hace que detenga sus pasos.

—Creo que debería irme.

Antes de poder responder, un invitado sorpresa llamado Charles entra en escena. Me llevo las manos a la cara, ¡no me lo puedo creer! Mya, a mi lado, casi escupe el vino de su copa.

—Charles, ¿qué haces aquí? —Alanah se acerca a él.

—No podía perderme tu cumpleaños. Ten—le entrega un regalo en forma rectangular—, ¡feliz cumpleaños, preciosa!

Alanah lo toma sonriendo algo incómoda. Keegan se aparta recogiendo su abrigo. Mira una última vez a la chica de la que lleva enamorado desde hace años y abandona el adosado sin mediar palabra alguna. Alanah rasga el papel descubriendo una caja de bombones de varios sabores.

—Tu regalo oficial llegará en un par de semanas. No he tenido tiempo con los exámenes. Voy a saludar a tu padre—besa su mejilla antes de marcharse.

Recuerdo nuestra conversación hace unos días. Esto no pinta nada bien. Pretendo acercarme, pero a mitad de camino, soy bloqueada por la Señora Ianson y un hombre algo más joven que ella que viste una chaqueta a cuadros y coderas marrones.

—Por fin apareces querida. —me saluda apoyándose en su bastón—Alan, te presento a Kara Abbot, la estudiante de la que tanto te he hablado. Kara, te presento a Alan Spencer, coordinador del departamento de admisiones de la universidad de Oxford.

¿Acaba de decir lo que creo que he escuchado?

—Señorita Abbot, por fin tengo el placer de conocerla en persona. —me tiende la mano— Grace me ha hablado mucho de usted.

—¿Oxford? —pregunta mi madre.

Se sitúa con el Señor Ianson al lado de su suegra de brazos cruzados. ¿Es que las paredes de esta casa están hechas de papel?

—Margaret, ¿no te lo había comentado? Kara ha sido seleccionada como candidata para finalizar sus estudios en Inglaterra. El Señor Spencer, ha viajado hasta Boston para realizarle una última entrevista. —me dedica una sonrisa.

—Eso es maravilloso, Kara. ¿Por qué no me habías comentado nada?

—Sería por modestia, querida. —se adelanta antes de que pueda contestar.

—Debemos celebrarlo con una botella de Chardonnay—anuncia el Señor Ianson.

—Por supuesto le ofreceríamos una beca completa con todos los gastos pagados incluyendo el desplazamiento. —continúa el Señor Spencer—Quería plantearle a Kara tomar una taza de té por la mañana si está disponible.

Me quedo en silencio sin saber qué contestar. En menos de tres horas, mi padre ha anunciado su compromiso con Michaela, mi mejor amigo se ha declarado y no ha sido correspondido, o al menos eso cree él y, ¿ahora esto? Es demasiada información para tan poco tiempo.

Noah sale del salón con Cassia charlando acerca de una exposición hasta situarse tras el Señor Ianson.

—Papá, voy a acompañar a Cassia a su residencia. Veníamos a despedirnos—interviene. Pero al contemplar nuestra expresión se une a la conversación—¿Qué ocurre?

—¡Kara se marcha a Oxford!—responde su padre pletórico.

Noah entonces deposita sus pupilas en mí. Retiro la mirada cuando Cassia, da un paso hacia mí con las cejas arqueadas.

—¿Vas a dejar la universidad de Boston?

—No...—murmuro para después dirigirme al coordinador del departamento—Se lo agradezco, Señor Spencer. Y, lamento que haya tenido que hacer un viaje tan largo. Pero, debo declinar la oferta.—volteo hacia la Señora Ianson—No puedo hacerlo.

Me aparto de ellos dando por finiquitada la conversación. Pero la matriarca de la familia, descontenta por mi decisión, me detiene con su bastón.

—No seas insolente, Kara. El Señor Spencer se ha desplazado desde Inglaterra para conocerte.—trata de mantener el tono de voz calmado—Le concederás la entrevista a primera hora y no se hable más.

—¿Por qué ibas a ayudar a Kara si no te cae bien? —pregunta Noah posicionándose tras ella.

—No digas tonterías, Noah. Esto no es asunto vuestro.

—Es por Cassia.

La voz de Yacob capta nuestra atención. Contengo la respiración siendo testigo del nerviosismo de la Señora Ianson.

—Escuché a la abuela decirle a Kara que si dejaba que él y Cassia estuviesen juntos, podría estudiar en Oxford.

Todas las miradas se posan en la mujer que maneja los hilos de esta familia de mala gana. A excepción de la de Noah, que recae sobre mí. La aparto dándole la espalda. ¡Qué dolor de cabeza!

—Mamá, ¿es eso cierto? —el Señor Ianson arruga el entrecejo.

Estaba claro, tenía dos opciones. Podía dejar que las aguas siguieran su cauce y dejar que acabasen en mar abierto o desviarlas hacia algo más pequeño, con menos daños colaterales a pesar de ser un engaño.

—No, no es así. —elevo la voz—La Señora Ianson, solo quería ayudarme. Conocía a alguien de la universidad y... He cambiado de opinión. Señor Spencer, vuelvo a disculparme por ello.

Evito dar explicaciones subiendo a mi habitación en busca de silencio. No puedo pensar con claridad. Me siento en el suelo apoyando la cabeza en la cama. Busco el teléfono en mi bolso y llamo a Keegan esperando que conteste sin éxito.

*****

¡Buenas! ¿Qué os ha parecido el capítulo? Espero que lo hayáis disfrutado un montón. Ahora que todo el mundo parece saber esa especie de "trato" entre Kara y la Señora Ianson, ¿cómo creen que reaccionará Noah? ¿Y Cassia? Os mando un saludo gigante hasta el próximo capitulo. Os leoo ↓↓↓↓

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