Epílogo

Bryce

-Tengo frío - se quejó Claude.

-Ya llegamos, no me seas llorica - le repliqué con la sonrisa bajo la nariz.

-Aquí el llorica eres tú - me miró mal.

No había cambiado nada... Pero nada de nada.

10 años habían pasado desde que todo el "drama" sucediera. Éramos más mayores, ya con nuestros 28 años de vida a nuestras espaldas. Nuestro aspecto seguía siendo el siempre, quizás un poco más altos y cara más madura, pero por el resto igual. Y de mentalidad... Bien, mejor no hablarlo.

Muchas cosas habían pasado en ese lapso de tiempo. Hacía unos 4 años que vivíamos en Japón, ya que Xavier y Jordan nos ofrecieron un puesto de trabajo en su empresa. Yo entré en la universidad, y me saqué un título en psicología. De hecho, justo en esos instantes estaba haciendo de psicólogo para un chico que había pasado por una muy fuerte enfermedad cardíaca, y necesitaba mentalizarse de ello; mi taera era ayudarle a mantenerse sereno después de tal impacto en su vida.

Claude por otra parte, tuvo que dejar el fútbol debido a una lasión bastante dolorosa, y que le limitó algo el movimiento de una de sus piernas. Estuvo jugando en un equipo en Corea después de volver de Estados Unidos, pero tuvo que decirle adiós a eso. Hablando del país Americano, el pelirojo seguía manteniendo contacto con sus amigos de allí, y de vez en cuando compartían largas llamadas telefónicas. Me encantaba verle así de contento cada vez que eso sucedía.

Yo, en cambio, perdí a mi amigo 6 años atrás. Resulta que, cuando se encontraba cruzando la calle de vuelta del trabajo, un coche, conducido por un hombre bebido, se dirigía a gran velocidad hacia allí. No tuvo el tiempo de reaccionar y esquivarlo. El pobre Ike nos dejó a sus 22 años de edad. Cuando me enteré de la noticia me agarró un bajón enorme. Nuestra amistad se había reforzado con el paso de los años, y nos veíamos practicamente todos los días; saber que ahora ya no estaría allí, compartiendo un café y risas conmigo en el trabajo, me destrozó el alma. Aún así, no podía sentirme más agradecido con él, ya que estuvo a mi lado cuando peor lo pasé, y ese mérito no se lo quitaba nadie. Desde ese día me volví alguien más callado y frio de lo que ya era, e intenté mencionarlo lo menos posible, ya que sabía que su nombre me haría derrumbarme. Claude también me prometió no recordarmelo, él sabía cuanto me afectaba eso. Es evidente que la vida se lleva siempre a las personas más buenas y que menos se lo merecen, no es justo.

En esos instantes nos encontrábamos caminando por las calles de Inazuma, nuestro hogar del momento. Era invierno, y hacía frio, incluso yo lo tenía presente. Volvíamos del trabajo, y el sol comenzaba a ser tragado por el horizonte, tiñiendo el cielo y las nubes de esos tonos anaranjados tan preciosos, característicos de ese momento del día.

Se respiraba paz y tranquilidad por las calles, el ambiente en Japón no había cambiado en lo más mínimo, y nos devolvía a nuestra infancia.

Entramos en un portón enorme, y nos encaminamos escaleras arriba hasta llegar a nuestro piso. Abrimos la puerta y entramos dentro del apartamento. Claude se quitó su abrigo rápidamente y encendió la calefacción, realmente tenía frio. Se sentó en el sofá y esperó a que la sala cogiera temperatura. Yo me acerqué a la ventana y miré hacia el horizonte.

-Hoy me ha llamado la madre de Ike - dije sin desviar la mirada de las vistas.

-¿Y eso? - preguntó Claude.

-Hoy hubiera sido su cumpleaños - me dolía hablar de eso, pero lo necesitaba - Me ha dicho que estaba muy agradecida de que hubiera sido amigo de su hijo, que por lo menos se le veía contento en sus últimos años.

-Ya veo... - el pelirojo no supo qué contestar - ¿Estás bien?

-Sí - suspiré - Creo que ya lo tengo del todo aceptado. Pero era el único amigo que tenía allí aparte de ti, la verdad es que le echo de menos.

-Tenía mucha personalidad - se levantó del sofá - Nunca lo conocí demasiado bien, casi no hablamos, pero sé que era muy alegre.

-Sí, la verdad es que se te contagiaba su sonrisa al rato de estar con él.

Claude me abrazó, y me frotó la espalda. Debió ver que necesitaba consuelo, y no tardó en concedérmelo. Hablar de Ike me dolía, pero me hacía recordar buenos momentos. Se marchó de foma tan rápida y repentina que me seguía costando asimilar que él ya no estaba allí. Extrañaba su personalidad alegre y risueña, que compartiera un rato de descanso conmigo en el trabajo y que siempre estuviera dispuesto a ayudarme. Me hubiera gustado pasar más tiempo con él, creo que se merecía un poco más de atención después de lo que hizo por mi, aún así siempre nos lo pasábamos bien en el café.

Suspiré para evitar que me brotaran lágrimas de los ojos, y Claude se separó de mi, con una sonrisa amable en su rostro.

-Ya está - me puso la mano en el hombro - Sé que él se fue tranquilo, estuvo muy feliz contigo.

-Eso espero - desvié la mirada - Eso espero...

El ambiente se había tornado algo tenso, y comencé a sentirme decaído. Esas cosas siempre me habían afectado mucho, y casi nunca terminaba de superarlas del todo. Aunque me consolaba el hecho de que la madre de mi amigo de pelo azabache me dijera que estuvo feliz y no sufrió una muerte dolorosa, eso era lo mejor que me podían decir.

Claude me miró algo triste, y abrió la boca para hablar.

-Bueno, no le des más vueltas, no vas a solucionar nada - dijo - Venga, te dejo elejir la cena, ¿qué te parece?

-No vas a cambiar nunca - me reí de forma nostálgica - ¿Hace falta que te diga qué quiero para comer?

-No, ahora me pongo a ello - dio media vuelta y se fue para la cocina.

Las cosas eran algo distintas, vivíamos en Japón, éramos más mayores, vivíamos en una situación distinta... Pero en el fondo todo era igual, no habíamos cambiado nada de personalidad, y seguíamos aguantándonos mutuamente, sin aún saber como, pero separados nos era imposible vivir. Claude seguía siendo pícaro y energético, pero era algo más amable, eso estaba bien. Yo seguía siendo frío y calmado, aunque ahora un poco más fuerte y alegre.

Ahora ya no estábamos tan apurados, y podíamos permitirnos según qué caprichos, como un apartamento un poquito más grande y un pequeño coche. Ambos éramos personas más felices, y pareciera que nuestra amistad y confianza se iba fortaleciendo con el paso de los días. El pelirojo seguía mostrándose protector conmigo, y yo seguía sacándole su parte más dulce y blanda de su personalidad. Ser contrapartes nos ayudaba a sacar lo bueno y lo malo del otro, y a ir mejorando poco a poco.

La vida siempre nos había supuesto un reto, un reto que debíamos superar juntos día tras día. Habíamos pasado por muy malos momentos, y de otros realmente felices. Podríamos estar verdaderamente rotos después de todo lo ocurrido, pero eso no se nos pasó por la cabeza, y siempre luchábamos para dar un paso hacia delante. Podríamos considerarnos desafortunados en muchos aspectos, era innegable, pero a la vez debíamos sentir que habíamos tenido suerte en contar con el otro, y el resto de la gente que nos quería.

Todas las cosas se pueden mirar de diferentes formas, y según la perspectiva, van a ser buenas o malas. Es por eso que aprendí que uno debe mirar las cosas desde todos los ángulos posibles, para así ver realmente lo que está sucediendo.

Ahora que había estudiado el mundo de la mente humana, era consciente que había pasado por una depresión mientras Claude estaba al otro lado del mundo. Los síntomas eran claros: tristeza, sentimiento de inutiludad y culpabilidad, pocas ganas de avanzar, poco control sobre si mismo... Sé que no actué de la forma que debía haberlo hecho, pero eso es precisamente lo que me había hecho aprender, y ser quién era ahora, y no me arrepentía.

Ya todo estaba bien, y eso era lo que realmente me importaba. No necesitaba demasiadas cosas para ser felíz, y me alegraba de ello. Mirar hacia atrás y ver todo lo que has cambiado para bien es una sensación muy satisfactoria.

-Bryce, venga, a comer - me llamó Claude desde la cocina.

-Voy - dije, sin moverme de delante la ventana.

La vida no es perfecta, está claro, pero depende de uno mismo hacerla fácil o difícil. Lo había aprendido con el tiempo y creo que es una muy valiosa lección. De todas formas, aún nos quedaba mucho por vivir, quién sabe lo qué nos depararía el futuro...

FIN

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