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Bryce

-¡Bryce! - gritó mi amigo de pelo azabache.

-Ah, buenos días Ike - le saludé - ¿Qué sucede?

-Me enteré que pasó entre Claude y el señor White - bajó un poco la mirada - Lo siento mucho.

-No te preocupes, Claude es un bocazas, y no tiene el más mínimo tacto - me quité el jersey - Pero yo no voy a decirle qué tiene que hacer, ya es adulto.

-Ya...

-Venga, en marcha, es lunes y hay que ir con ánimo.

-¡Sí! - mostró su característica sonrisa.

Ambos nos pusimos el uniforme del café. Él de cocinero y yo de camarero, y comenzamos a abrir el local para el público. Poco a poco, el resto de trabajadores fueron llegando y dándole más vida al lugar con sus charlas.
Realmente había bastante gente, y parecían muy agradables, pero solo había entablado con ellos conversaciones para los pedidos de los clientes. Cuando llegué aquí me pasaba las horas de descanso solo, observando a la nada. Hasta que a un cocinero le cambiaron el turno de descanso. Ike. Desde entonces comenzamos a hablar y conocernos más intimamente. No éramos super amigos, pero lo pasábamos bien.

-Oye, Bryce - Ike movió la mano delante de mi cara para llamar mi atención.

-Dime - le dije - Perdona, estaba distraído.

-Me he dado cuenta - se rió alegremente - Me voy a la cocina, nos vemos en el descanso.

-Vale - me despedí de él, para empezar a tomar el pedido de los clientes que iban llegando.

Hacer de camarero en un café tan sencillo no era el mejor trabajo del mundo, ni mucho menos, pero no era tan malo. Aunque me pasara unas diez horas diarias allí encerrado, tomando pedidos y llevando comida de la cocina a la mesa, el ambiente era medianamente agradable. Digo medianamente porque había alguna que otra situación incómoda. A veces los niños pequeños me señalaban al ver que no me parecía a los demás (por mi condición), o incluso algunas personas adultas me miraban de forma extraña. Cuando la gente hacía eso, me sentía como un bicho raro, pero al final uno se termina acostumbrando, supongo.

Es por este tipo de situaciones que desde pequeños desarollé un poco de ansiedad social y me volví tan frio con las demás personas.
Siempre me hace pensar que mi familia no estaría contenta con que yo me sintiera así, pero tampoco estaban aquí para juzgarme o decirme qué hacer.

Aunque también había clientes a los que no les importaba en absoluto como me viera y eran muy amables conmigo, conmigo y con el resto, claro está. Esa gente era genial. A veces también había alguna que otra situación graciosa. Recuerdo una vez que cuando fui a tomarle el pedido a una señorita, esta, al verme me dijo:
"Oh, tú eres Bryce Withingale, de los Dragones de Fuego. ¿Puedo tomarme una foto contigo?". Ese día me reí mucho, aún lo recuerdo con una sonrisa.

-Hey, perdone - una voz joven llamó mi atención.

Giré la mirada y vi a un muchacho que me llamaba. Parecía ser más o menos de mi edad.

-Disculpa, ¿hace mucho que me llama? - me acerqué a él.

-No, no te preocupes - sonrió.

-Vale - me sentí más aliviado - ¿Qué desea?

-Me gustaría un Espresso porfavor.

-Claro, un Espresso para la mesa 6 - apunté en mi pequeña libreta - ¿Algo más? - negó con la cabeza - De acuerdo, muy pronto lo tendrá.

Me dirigí a la cocina con calma para ordenar el pedido a algún cocinero del lugar.

Al fin había llegado mi hora del descanso. Hora en la cual podía sentarme un rato y descansar las piernas. Estaba mirando por la ventana, y ante mi vista se cruzó una persona con el pelo rojizo. «¿Cómo le irá a Claude?» me pregunté. Agarré mi telefono movil y aflojé un poco el volumen de la música. Sí, cuando me aburría allí no tenía nada mejor que hacer que escuchar música. Ike empezaba el descanso un poco más tarde que yo, así que aprovechaba ese pequeño lapso de tiempo para ponerme música.

-Buenas tulipán, ¿como lo llevas?
¿Me echas mucho en falta?

Tardó un par de minutos en ver el mensaje. Me extrañó, pues siempre estaba muy atento al teléfono. Debía de estar haciendo algo más. Quizás un sudoku. Me reí por dentro, no me imaginaba esa situación.

-Hola copito. Más te gusatría que te echara de menos. Estoy bien, aburrido.

-¿Has hecho algo de lo que te he dicho? ¿Has limpiado o algo así?

La respuesta era más que obvia. Claude no se iba a poner a limpiar así porque sí.

-Miré el buzón.

-¿Había algo?

-No.

«Que extraño, anes de salir vi al cartero dejar algo» pensé. Quizás me había confundido de buzón. Daba igual, prefería que no hubiera correo a que hubiera facturas, la verdad.
Levanté la vista i vi como Ike se acercaba hacia donde yo estaba sentado. Ya le tocaba descansar a él también.

-Muy bien. Te dejo, nos vemos luego.

-Vale.

Apagué la música y guarde mi móvil y mis auriculares. Ike se había sentado delante mio y me sonrió para luego empezar a hablar.

-Adiós Ike, hasta mañana - me despedí de mi amigo.

-Adiós - hizo lo mismo con una sonrisa grande.

Dirigí mi vista hacia delante y comencé a caminar dirección a casa. El sol estaba empezando a bajar del cielo, y las calles cada vez se volvían menos transitadas. Igual seguía habiendo mucha gente, pero no tanta.

Ese día corría por el lugar una brisa fresca. Como la adoraba. Seguíamos en invierno, pero yo adoraba el frío, tenía mucha tolerancia hacia él, y realmente lo disfrutaba. Claude al contrario, el disfrutaba el calor del verano. Yo aún no se como no me he muerto en medio de junio con el calor que hace en Seúl.

Iba caminando tranquilamente, cuando la música de mi teléfono sonó, asustándome. «Debería cambiar el tono de llamada» pensé. Lo saqué de mi riñonera y me lo llevé a la oreja.

-¿Si? - dije.

-Hola Bryce - esa voz - Soy Lina.

-Hola Lina - sonreí.

-¿Como estais? - me preguntó.

-Bueno... - pensé que mejor no decir nada - Bien.

-Eso no me ha sonado muy convincente - me descubrió - ¿Ha pasado algo?

Me quedé callado un momento. Agradecía mucho que Lina nos llamara de vez en cuando, realmente se preocupaba por nosotros, pero yo nunca había sido ese tipo de persona que hablaba de sus problemas.

-Nada - rompí el silencio - Claude es tonto, y por bocazas lo han echado del trabajo.

-No me digas... - inspiró sorprendida.

-No te preocupes, estamos buscando algo. Pronto volverá a trabajar - la calmé.

-Bueno. Ya sabes que si necesitais algo siempre podeis llamarme.

-Claro, muchas gracias Lina, lo tengo en cuenta. Pero por el momento estamos bien, ya nos las apañamos. Tampoco tenemos demasiadas necesidades.

-Vale - su tono de voz expresaba alegría - Algún día vendremos a haceros una visita. Venga, nos vemos.

-Adiós - me despedí - Dale recuerdos a todos de nuestra parte.

-Adiós - colgó.

A Lina no le gustaban las llamadas telefónicas largas, por eso intentaba no entretenerla mucho. Siempre le dije que si no le gustaba llamar, que no lo hiciera, pero ella decía que se sentía con la responsabilidad de saber como estábamos. Yo quería a Lina como una hermana, y me encantaba hablar con ella. «Esperaré con ansias el día en el que vengas de visita» pensé.

A lo largo vi el bloque de pisos en donde se encontraba nuestro apartamento. Me dirigí hacia allí con una sonrisa ligera.

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