Claude

Que aburrimiento. Los sábados por la tarde no ponían nada interesante en la televisión. Necesitaba algo de entretenimiento, sino, me iba a morir del asco tirado en el sofá.

-Claude - me miró Bryce desde la puerta de su cuarto - ¿Que estás haciendo?

No le culpaba por poner esa cara tan confusa, estaba sentado, o tumbado, en una posición bastante extraña.

-Mirar la tele - le respondí - Pero si me propones hacer otra cosa yo encantado.

-Estaba pensando en salir a pasear un rato - recogió sus zapatos y se sentó al lado mio - Aunque si no quieres venir iré yo solo.

-No, yo también vengo - me levanté y también fui a por mis zapatos.

Fui a mi cuarto ye puse mi calzado. Ese día hacía buen tiempo, así que me apetecía salir un rato. Con Bryce siempre nos lo pasábamos en grande con cualquier cosa, y un paseo no era excepción.
Una vez me até los cordones, me dirigí hacia la entrada del apartamento a recoger mi abrigo. Bryce estaba allí esperándome con su sudadera púrpura puesta, y con su riñonera atada de forma cruzada en su pecho. Abrí la puerta para salir, cuando se me iluminó la bombilla.

-¿Te has puesto crema solar? - le pregunté al albino.

-No - respondió - En invierno el sol no pega tan fuerte, ¿de verdad es necesario?

-No sé, el que puede acabar con cáncer en la piel eres tú, no yo - le miré a los ojos.

Él dio media vuelta y se dirigió a su cuerto para ponerse crema protectora. Bryce era responsable, pero no demasiado consigo mismo. Él sabía la condición que padecía, y que tenía que ir con sumo cuidado con el sol, por sus ojos y por su piel. Suerte que estaba yo y se lo recordaba, sino saldría a la calle tan ancho, y luego pagaría las consequencias.

-Ya estoy - salió por la puerta - Venga vamos.

Cerré el apartamento con llave y descendimos hacia la planta baja. Vivíamos en un 2° piso así que bajábamos por las escaleras perfectamente, muchas veces corriendo. A pesar de que no hacía ni un año que salimos del instituto, el trabajo no nos dejaba tiempo para hacer deporte, así que teníamos que aprovechar cualquier situación como excusa para ello.

Salimos del portal exterior, y ambos nos colocamos nuestras gafas de sol. Bryce por protección más que nada, y yo, pues para lucirlas un poco e ir a conjunto con mi amigo. Las gafas nos daban un toque algo moderno, y, la verdad, no nos quedaban nada mal.

Decidimos ir a dar una vuelta por un parque de la zona, y un poco por el área comercial. Era divertido reírse de los outfits tan ridículos que llevaban algunos de los maniquíes de las tiendas de ropa, o ver a los críos jugar entre ellos por el parque. Hacíamos eso desde que teníamos uso de la razón.
Seúl era una ciudad muy grande, así que muy transitada. Había gente por todas partes, y era muy agradable. A mi me gustaba sentirme rodeado de otras personas, sentir que no estaba solo. No sé muy bien porque, pero eso me proporcionaba seguridad. Bryce parecía no tan contento con eso, pero se lo pasaba bien igual.

-Hoy el sol pega fuerte - dijo él.

-Sí, la verdad esque me gustan estos días de invierno - le contesté - No se ve todo tan muerto.

-Oye, el invierno mola - me corrigió.

-Sí, pero más el verano - sonreí de forma pícara.

Siempre teníamos la misma discusión. Era obvio que a Bryce le iba mucho más el frío, y a mi el calor. Como con la temperatura del agua de la ducha. Siempre había esa rivalidad, aunque era gracioso discutir de ello, porque ninguno de los dos salía ganando. Todo son opiniones. Hay gente que le gusta más el frío que el calor, y viceversa.

Bryce se quitó sus gafas, y cerró los ojos sin ejercer fuerza.

-Me estoy quedando ciego - dijo mientras la brisa peinaba su pelo color nieve.

-¿Estás bien? - le pregunté, eso era algo preocupante.

-Sí, solo es una forma de hablar. Digo que el sol me molesta - me miró con sus orbes azules.

-Si quieres volver ya, podemos ir - señalé la calle por la que habíamos llegado allí.

-No, me lo estoy pasando bien - sonrió - Solo me quiero quedar un ratito más.

-Bien.

-¿Qué quieres para cenar? - le pregunté a mi amigo.

No optuve respuesta. Estaba todo en silencio. Fui hacia el salón, donde Bryce estaba, tumbado en el sofá.
Me acerqué, y me di cuenta de que estaba con los ojos muy entrecerrados, casi del todo.

-Bryce, ¿qué te pasa? - le hablé amablemente.

-No lo sé, me duele la cabeza - respondió sin mover un músculo.

-¿De verdad? - le puse la mano en la frente - Vamos a mirarte la temperatura.

Él se levantó, y al instante, se tambaleó hacia un lado. Por suerte estaba junto a él y pude agarrarlo antes de que cayera contra el duro suelo.

-Bryce...

-Estoy muy mareado, Claude, no me sueltes porfavor - me habló con un tono muy bajo.

-No te voy a soltar - le respondí - Vamos, siéntate con la espalda recta.

Le ayudé a sentarse en el sofá. Cuando estuvo bien acomodado, me fui a buscar el termómetro. Me estaba empezando a preocupar. Bryce no era de esas personas que se enfermaban con facilidad. ¿Quizás se había resfriado? Era verdad que salió a la calle muy poco abrigado, pero él era muy tolerante al frío.

-¿Desde cuando te sientes así? - pregunté desde el baño.

-Un rato, no mucho - me contestó.

Encontré el termómetro. Me dirigí de nuevo hacia el salón, donde me esperaba mi amigo. Una vez allí, le di el aparato y él se lo colocó en la boca. Esperamos unos segundos hasta que dio el resultado. 37'6°C.

-Tienes un poco de fiebre - le dije - ¿Quieres una aspirina?

-No, cuando vaya a dormir ya se me pasará.

-Vale - dejé el aparato en la mesa - Entonces será mejor que no vayas tarde, ¿que quieres para cenar?

-Si te soy sincero, no me entra nada - me miró - No he comido en horas y siento el estómago algo revoloteado.

-¿Entonces...?

-Creo que me iré a dormir directo - se levantó del sofá, casi cayendo de nuevo - Buenas noches.

-Vale - le miré irse - Nos vemos mañana entonces.

Era como si a Bryce se le hubieran acumulado un montón de cosas a la vez. Fiebre, mareo, estómago mal...
«¿Qué puede ser eso?» pensé, pero nada se pasó por mi mente.

-Nada, ya veremos como se encuentra mañana - pensé en voz alta - Yo sí tengo hambre, voy a comer.