5
Bryce
-¿Y este? ¿Qué te parece? - le enseñé a a Claude la pantalla del ordenador.
-¿De verdad Bryce? - aruqeó una ceja - Sabes que odio a los niños pequeños, ¿como quieres que trabaje en una tienda de ropa para crios?
-Ay, no sé - bajé la pantalla del dispositivo, cansado de tanta búsqueda - Claude, de algo vas a tener que trabajar, yo solo no puedo mantenerlo todo.
-Ya lo sé, y voy a encontrar algo - me puso la mano en el hombro - Pero tienes que entender que tampoco quiero torturarme con el trabajo, almenos no como tú.
Le dediqué una miradita asesina, haciendole ver que era un comentario fuera de lugar.
-Vale, perdón - se disculpó - Venga, hoy almorzamos lo que tú quieras, y cocino yo, ¿vale?
-Yo no soy como tú, a mi no me compran tan fácil, y menos con comida - le dije mientras me levantaba de la silla - Pero me parece buena idea. Quiero empanadas, gracias.
Me fui a mi cuarto antes de que el pelirojo tuviera tiempo de responder, no quería escucharlo. Ese día estaba algo deprimido por algun motivo. Quizás que despidieran a Claude me provocó esa sensación, pero no estaba seguro.
Desde pequeño me pasaba. Si sucedía algo minimamente malo, a mi me agarraba un bajón y me sentía mal un par o tres de días. Por fuera parecía una persona ruda y fría, y así era yo, pero a la vez era algo sensible y poco estable, emocionalmente hablando. Creo que solo Claude, Jordan, Xavier, Dave y Lina lo sabían.
Todo eso era psicológico, pero no entendía mucho del tema. Mediante artículos y publicaciones fui aprendiendo, y descubrí que la psicología era algo que me apasionaba. Me hubiera encantado poder estudiarla profesionalmente.
Suspiré, y me senté en mi cama. En un vistazo rápido me fijé en el cuadro de mi mesilla. Una foto familiar. Mi familia falleció cuando yo tenía cinco años, así que eso me ayudaba a almenos recordar su apariencia, porque poco más guardaba en mi memoria.
Su apariencia no me hacía sentir muy a gusto de todos modos, me hacía recordar que yo era diferente. Ellos tenían el pelo castaño claro, y los ojos café, y yo, yo parecía un fantasma. Como es bastante obvio a la vista, nací con albinismo. Es conocido, tez, pelo y ojos muy claros, piel extremadamente sensible al sol, posible ceguera en la adultez, entre otras cosas... Eso siempre me causó muchos problemas, no médicos, sino personales. Recuerdo que en la escuela se metían conmigo por mi apariencia, en la calle todo el mundo me miraba extraño, siempre era el centro de atención, cosa que odiaba con mi alma, y tenía que tomar un montón de precauciones antes de salir a la calle para no quemarme la piel o los ojos. En casa era el único sitio donde era bien aceptado. Pero todo se acabó. A mis cinco años, mi familia y yo nos fuimos de viaje a Japón por vacaciones de verano, en agosto, pero la casa en donde nos alojábamos se incendió por razones que desconozco. Mi hermano mayor logró mantenerme a salvo, protegiendome de las llamas hasta que los bomberos y la ambulancia llegaran. Mis padres y mi hermana pequeña recién nacida no pudieron ser rescatados a tiempo, y mi hermano mayor murió dos días más tarde en el hospital a causa de sus graves quemaduras. Yo salí con una quemadura de 2° grado en el abdomen bastante dolorosa, que hoy en día, era una gran cicatriz que me recordaba la situación. Después de eso, me quedé completamente solo. Como estaba en el país nipón yo no tenía quien cuidara de mi en Corea, tuvieron que llevarme a un orfanato del mismo. Así fue como acabé en Don Sol. Al llegar allí pensé que también sería apartado, pero no fue así. Todo el mundo me recibió con los brazos abiertos, y los demás niños, en vez de mostrar desagrado hacia mi aspecto, mostraron curiosidad y amabilidad. Claude llegó al orfanato unos 4 meses más tarde, en diciembre. Como mínimo debo decir que pasé una infancia medianamente feliz, aunque todo se arruinó cuando Padre formó la Academia Alius. Sentía que no podía ser aún más desgraciado, pero era mentira. Podría no tener a Claude, una casa o comida. Visto de esa forma, tompoco podía quejarme.
-¡Bryce Withingale! - Claude gritó desde la puerta de mi cuarto.
Di un salto del susto, y miré mal a mi amigo.
-¡¿Qué haces?! - le regañé.
-¡¿Qué haces tú?! ¡Llevo llamándote mucho rato! - suspiró para calmarse, y entendió que hacía cuando vio el cuadro que sujetaba en mi mano - Venga, que se nos van a enfriar las empanadas.
Me levanté de la cama, dejé el cuadro en su sitio y me fui al comedor. Había un olor muy agradable inundando la sala. Claude por lo menos tenía la virtud de cocinar bien. Nos sentamos en la mesa y comenzamos a comer.
-¿Estás bien? - rompió el silencio el pelirojo.
-¿Eh? - no entendí la pregunta.
-Ya sabes, estabas mirando la foto esa - dijo mientras masticaba.
-Ah, eso. Sí, no te preocupes - desvié la mirada - Algún día dejará de afectarme.
Él asintió, y continuó comiendo. Me iba mirando incomodamente mientras lo hacía, parecía no sentirse del todo a gusto con el ambiente. Quizás nuestra pequeña charla lo hubiera incomodado un poco.
-Tú no sabes qué pasó con mis padres, ¿verdad? - me preguntó sin mirarme a los ojos.
-No. Pero nunca quisiste contármelo, no tienes porque hacerlo - le respondí.
-Creo que tienes derecho a saberlo. Me siento preparado para hablar de ello sin que me duela demasiado - me miró directamente, y se quedó pensativo.
-Bien, pero no te sientas obligado a hacerlo - continué comiendo - Yo te lo conté porque quería desahogarme.
Claude se sentó bien en su silla, y tomo aire por la nariz. Relajó los músculos, y volvió a dirigirme la mirada. Sus ojos ambar mostraban seguridad.
-¿Recuerdas ese accidente de trenes en Tokio del año 2000? - me vió la cara de confusión - Ese en el que chocaron dos trenes.
-Ah, sí - me acordé - Salió en la televisión de Don Sol. Chocharon porque en uno de los dos no funcionaban los frenos o algo así.
Exacto - asintió - Íbamos a ver a un amigo de mis padres, que vivía en Japón, en la provincia de Fukui, y tomamos el tren para irlo a ver. Pero ese tren fue el que chocó con el otro. Yo salí ileso del impacto, pero mis padres no. Es por eso que justo un par de días más tarde del accidente llegué al orfanato Don Sol.
-Vaya... - solo supe decir eso - Lo siento Claude. Supongo que ambos somos desgraciados por igual.
Me levanté de la mesa porque ya había terminado de comer. Él también, así que ambos llevamos los platos a la cocina para lavarlos. Sin decirle nada le abracé. Necesitaba algo de afecto, esas conversaciones siempre se hacían incómodas, y nos afectaban más de lo que parecía.
-Ya verás como todo irá a mejor - susurré.
-Sí - habló él también - Ahora está todo muy complicado, pero en el futuro vamos a tener un buen trabajo y vamos a ser felices.
-Eso es.
Le di unas palmadas en la espalda en señal de apoyo, y nos separamos. Los abrazos siempre te hacen sentir mejor, y quien diga que no es que nunca lo ha pasado lo suficientemente mal como para saberlo.
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