27

Bryce

-Hola, ya he vuelto - abrí la puerta de casa.

-Hola Bryce - Jordan vino a recibirme - ¿Cómo ha ido?

-Bien bien - dejé mi jersey - Como qualquiero otro día, no había mucha gente en el café.

-Muy bien - me sonrió - Te tenemos una sorpresa. Bueno, no es la gran cosa, pero...

-Aquí huele muy bien - el aroma era delicioso - Empanadas...

-¡Sí! - la sonrisa del peliverde se extendió más.

-Sé que no serán tan buenas como las de Claude, pero he hecho mi mejor intento - Xavier sacó la cabeza por la puerta de la cocina.

Me dirigí allí y vi como el pelirojo cocinaba mi comida favorita. Qué detallistas. Sabían perfectamente como subirme los ánimos y ponerme de buen humor. Las de Claude eran una maravilla, seguro que las de Xavier también.

-Hablando de Claude - dijo Jordan desde el salón - ¿Alguien le ha llamado desde que lo hico Bryce?

Tanto Xavier como yo negamos. El último en llamarle fui yo, la otra noche. Jordan tomo su teléfono y llamó al pelirojo de ojos ámbar. Se colocó el dispositivo en la oreja y esperó. Silencio... Nadie contestó. Jordan colgó cuando saltó el contestador y dejó el móvil en la mesa.

-No contesta - dijo.

-Quizás esté con sus amigos - habló Xavier - Ya le llamaremos luego.

-Claro - el peliverde vino a la cocina también.

Xavier nos ofreció nuestro plato a cada uno, y nos fuimos a la mesa. Nos sentamos y comenzamos a comer. Nada más dar el primer bocado abrí los ojos.

-Son de carne - dije asombrado - Está buenísimo.

-¿Nunca comes de carne? - Xavier araqueó una ceja.

-Claude acostuma a hacerlas de pescado - continué comiendo - Pero está muy buena.

El pelirojo sonrió y comió también. Xavier también tenía habilidad en cocinar. Aunque no lo pareciera, Jordan y yo éramos los peligros cerca de la cocina. Como viví siempre con Claude nunca tuve la necesidad de cocinar por mi mismo, y menos mal que aquí estaba Xavier, porque sino...

-Oye - Jordan masticaba - El tulipán me dijo que querías estudiar en la universidad.

Asentí. Me sabía mal de verdad no poder hacerlo, pero creo que ya lo tenía más que aceptado. Era un sueño inalcanzable en esos momentos. Aunque si en unos años la cosa mejoraba, quizás podría sacarme un título. Pero no tenía pinta de que eso pasara.

-¿Y qué quieres estudiar? - los ojos esmeralda de Xavier me miraron.

-Me encantaría estudiar psicología, ya sabéis que me gusta un montón - les dije - Pero no va a poder ser.

-¿Y por qué no? - el peliverde se entristeció - Yo creo que lograrías conseguir el título.

-No es eso - desvié la mirada - Es solo que sale caro, y, pues bueno... Ya sabes, no me lo puedo permitir.

Hicimos un silencio algo incómodo después de eso. La verdad es que el pobre Jordan no tenía culpa de nada, solo tenía curiosidad.

-Bueno, yo ya estoy - Xavier se levantó de la mesa.

Jordan y yo también terminamos, y fuimos a dejar el plato en la cocina. Xavier se hizo un té, y nosotros dos aprovechamos para hacernos una infusión también. Me apetecía una menta.

Salimos fuera a la terraza para tomarnos nuestras bebidas. Los dos japoneses tuvieron que abrigarse, hacía frío. Yo salí tan ámplio con mi camiseta y mis pantalones cortos, pero Jordan me obligó a ponerme un jersey. Qué pesado. «Pobrecito si nunca llega a tener un hijo» pensé riendo.

Nos sentamos y contemplamos la vista. Se veía gente con prisa caminar por las calles, chavales jóvenes paseando con los amigos, gente mayor con bastones caminando a su ritmo...

Yo nací en un pueblo pequeño, y la verdad, se echaba de menos. Solo viví hasta mis cinco años allí, pero el ambiente era tan distinto que costaba de olvidar. Calles poco transitadas, mucho silencio y calma, el canto de los pájaros sonar por las mañanas, un número inmenso de estrellas en el cielo por la noche, poca contaminación... Entre otras cosas. Pero claro, no era tan cómodo vivir allí, porque solo tenías los servicios básicos y pocas oportunidades de trabajo. Todo tiene algo bueno y algo malo.

-Oye Bryce - Jordan interrumpió mis pensamamientos.

-Dime - le miré, dando un sorbo a mi infusión.

-Bueno, esque - se puso la mano en la nuca - Desde que os marchastéis de Japón, siempre he tenido curiosidad por algo.

Asentí, indicándole que le escuchaba.

-¿Cómo fue el llegar aquí? - dijo - Quiero decir. Nuevo orfanato, nuevos amigos, eso...

-Ah, vale - sonreí - Fue algo extraño para mi.

Él puso atención, y Xavier sin decir nada, también escuchó atentamente. A Jordan se le veía la curiosidad brillar en sus ojos. Claro, pensar que nos fuimos casi sin avisar y sin despedirnos, y no volver nunca más, fue muy repentino. Quizás también fue duro para ellos, nunca lo había pensado.

-En el orfanato nos recibieron bastante bien - dije - Bueno, a mi me miraron raro, pero era normal. Pero tampoco hicimos amigos, no quisimos.

-¿No quisistéis amigos? - Xavier se sorprendió.

-No - le miré - No sé si lo sabéis, pero a nosotros nos dolió mucho tener que marcharnos de Don Sol, fue muy duro no poder deciros ni adiós.

Jordan se entristeció un poco, y me miró con cara de pena. Xavier abrió la boca algo sorprendido, y bajó la mirada.

-No quisimos hacer amigos por miedo a luego tener que apartarse de ellos también, así que solo fuimos nosotros dos. Por suerte nos dejaron compartir habitación.

-¿Y los estudios? - el peliverde inclinó la cabeza.

-Nos asignaron un intituto cerca, y pasamos toda la secundaria y bachillerato allí - les dije - Aún no hace un año de eso. Nos independizamos cuando yo cumplí los 18, pero no dejamos de estudiar hasta terminar bachillerato.

Ambos me miraban con ojos curiosos. Realmente nunca llegamos a hablar sobre eso, nunca habían preguntado nada. Sabían que lo habíamos pasado algo mal y seguramente nunca se atrevieron a cuestionar.

-El orfanato estuvo bien, pero tuvimos algunos problemas.

-¿Problemas? - dijo Xavier.

-No es que nos portáramos mal - me excusé - Algunos se metían conmigo por mi aspecto más que nada. Claude siempre me defendió, supongo que eso mejoró aún más nuestra relación. Pero eso nos hizo meternos en problemas, a los dos.

Pensar en eso me hacía sentir un dolor extraño en el estómago. No es una época de la que estuviera especialmente orgulloso, pero tampoco podía hacer nada para cambiarla. Fue algo difícil convivir con los demás niños del orfanato. En Don Sol nos conocimos de pequeños, y nunca hubo problemas. Pero como aquí en Corea ya teníamos 15 años, fue más complicado. Menos mal que tuve a Claude conmigo, sino, no sé qué podría haber pasado...

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