26
Claude
-Hoy has estado bien en el entrenamiento - Mark me colocó la mano en el hombro - Te veo más animado.
-Sí, esque finalmente he podido hablar con él - le dije - Esta mañana me ha llamado.
-Me alegro - sonrió - Debe de haber sido duro, tanto tiempo sin hablar...
-Pues un poco, no te voy a mentir - le dije - Pero no te preocupes por nada, todo bien.
Me puse mi ropa de calle y lo guardé todo en mi pequeña bandolera. Quería ir a casa y tumbarme en mi cama, no tenía ganas de hacer nada. Claro estaba que ellos seguramente iban a salir, pero yo no lo tenía tan claro. Necesitaba algo de tiempo para reflexionar, pero a la vez quería pasar tiempo con ellos, porque cuando regresara a casa, quién sabe si nos volveríamos a ver. Si manteníamos contacto quizás algún día vendrían a visitarme, pero no era demasiado probable, tampoco les conocía tanto.
-Claude, ¿seguro que estás bien? - Erik arqueó una ceja una vez fuera del edificio.
-Sí sí, no es nada - me excusé.
-Come on... - Dylan me sonrió - Nosotros nos vamos a comer por ahí. Ven tú también. Venga, que invito yo.
Le devolví la sonrisa y asentí. Eran demasiado amables, la verdad es que no les merecía.
Regresamos cada uno a su casa para dejar las bandoleras. Decidí no tomar mi cartera, total, iba a pagar Dylan. Lo que sí que cogí fue mi riñonera con mi móvil y las llaves. Después de eso volvimos a encontrarnos en la calle y nos dirigimos hacia donde querían ir a almorzar. Ese día las calles estaban muy transitadas, había gente por todos lados.
Me llevaron a un restaurante café que por la mañana te hacen desayunos americanos de esos y luego por el mediodía y la noche tienen una gran variedad de comidas. La verdad es que era muy grande y había un montón de gente, pero aún quedaban algunas mesas libres.
Nos sentamos y nos tomaron nota en seguida. Yo me pedí una hamburguesa. Ya que estábamos allí, mejor disfrutar.
Estuvimos conversando sobre temas del equipo, estrategias y demás. Me mostraron cual era su supertáctica, el trueno rodante. Me dijeron que en el próximo entrenamiento iban a practicarla y que me iban a intentar incluir en ella. Parecía algo complicada, pero para nada imposible.
Después nos sirvieron nuestra comida. Todos teníamos hambre, y comimos de maravilla. La verdad es que estaba bueno.
-Oye Claude - dijo Bobby mientras masticaba - ¿Tienes pensado seguir trabajando como futbolista cuando vuelvas a Corea?
-Es la intención - le respondí - El entrenador Scride ha estado buscando equipos que quieran ficharme. Creo que a alguno le ha interesado, y le han dicho que se lo pensarían.
-Seguro que encuentras alguno - dijo Erik - No te preocupes. Tienes talento.
-Hacía mucho que no jugaba en un equipo - me puse la mano en la nuca.
-Pues no se nota, creeme - habló Mark - Cuando uno es bueno no se le olvida tan facilmente.
-Basta chicos, me vais a hacer sonrojar - les dije.
Todos se rieron y asientieron. Les estaba agradecido, no pensé que me fueran a aceptar tan rápido, o a verme como tan buen jugador como ellos decían. Era genial que alguien que había llegado tan lejos en un mundial me dijera eso. Yo mismo era consciente de que ese deporte no se me daba nada mal, pero era maravilloso ver como otra gente te veía tan talentoso.
Cuando terminamos de comer, decidimos ir a dar una vuelta un rato. Estuvimos por todo tipo de calles. Zonas comerciales, zonas menos transitadas, algún parque... Era una ciudad algo distinta a lo que yo estaba acostumbrado, pero el ambiente era similar y me gustaba. A los demás también se les veía muy a gusto con el paseo, era genial.
Estuvimos fuera hasta que el sol comenzó a ser comido por el horizonte. Nos pasamos mucho rato en el National Mall, allí, sentados en el césped charlando. También nos compramos un helado para merendar, nunca sientan mal.
En un principio pensaba que vivir allí no iba a gustarme, ya que por lo visto era bastante más peligroso que Seúl, pero le estaba cogiendo el gusto. Realmente me gustaba quizás por mis amigos, pero no quita que ya me empezara a sentir como en casa.
-¿Qué os parece si nos vamos yendo a casa? - dijo Erik - Ya casi es de noche.
-Sí, mejor - Dylan se levantó de un salto.
Nos levantamos todos y comenzamos a caminar. Erik y Bobby vivían bastante cerca del National Mall, así que nos despedimos de ellos en seguida. Luego me fui yo con los dos rubios. Por suerte vivíamos a un par de edificios de distancia, me hacía sentir más seguro. Paranoias mías.
-Claude - dijo Dylan - ¿Se encuentra bien tu amigo?
-Sí, está bien - le respondí - Hablé con él y ya se encuentra bastante mejor.
-También es el hecho de que ya no está solo, ¿verdad? - preguntó Mark.
-Sí, es muy distinto. Y yo me quedo más tranquilo sabiendo que está acompañado.
Ambos asintieron y continuamos con la marcha.
De camino nos encontramos algún establecimiento el cual me dijeron que debería de probar algún día.
-Mira Claude - Dylan señaló un bar - Aquí sirven limonadas de esas sin alcohol que están de muerte. No exagero, están deliciosas. Si te gusta el ácido claro.
-Ya iremos juntos algún día - Mark habló con su amigo.
Yo miré dentro del establecimiento. Era ámplio y había bastante gente. Pensé que antes de irme debería ir allí a ver si era verdad lo que los rubios decían.
Dylan y Mark conversaban de algo, no estaba prestando atención. Seguí mirando el bar.
De pronto, algo tiró de mi riñonera, y me la desabrochó del pecho. Me giré al notar eso, y vi como un hombre, bastante joven, con mi pequeña bolsa en las manos. Salió corriendo de inmediato.
-¡Eh! ¡Tú! - grité mientras comencé a perseguirle.
Mark y Dylan se dieron cuenta de que me largué, y me siguieron tan rápido como pudieron.
-¡Vuelve aquí! - le estaba alcanzando.
La gente se apartaba al ver a cuatro jóvenes correr con esas prisas por el medio de la calle. El chico ese iba empujando a quién estaba al medio. Me enfadó un poco ver que nadie intentaba frenarle, y yo ya empezaba a cansarme.
Iba a tomarle el brazo, lo tenía muy muy cerca, pero cruzó la carretera con el semáforo en rojo y un montón de coches pasando. Yo también iba a cruzar, pero Dylan me rodeó el torso con sus brazos, como un abrazo, y me frenó antes de pisar la carretera.
-¡¿Qué haces loco?! - me girtó aún sujetándome.
-¡Me ha robado la riñonera! - le miré.
Miramos el otro lado de la carretera, pero ya ni rasto del chico. Se había esfumado entre la multitud. Increíble que no hubiera salido herido con tanto coche.
-¿Qué llevabas allí? - peguntó Mark.
-La cartera no, porque pagaba Dylan. Llevaba las llaves y - abrí los ojos - y mi móvil...
-Mierda... - habló Dylan.
Solo suspiré y miré el suelo. «Lo que me faltaba...»
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