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Claude

Abrí los ojos muy poco para ver si mis sospechas eran ciertas. Efectivamente, el sol me estaba dando plenamente en la cara.

Bryce tenía la costumbre de que cuando se levantaba pasaba las cortinas para que entrara la luz solar, aunque yo siguiera en cama. Y eso no me molestaría si no fuera porque dormíamos en habitaciones distintas. Siempre le decía que a mi me dejara a oscuras, que cuando me despertara ya lo haría yo, pero no había manera. Las costumbres no se quitan del día a la mañana por lo visto.

Miré la hora de mi despertador, las 6:18 a.m. Solté un suspiro perezoso, y me levanté. Fui al baño a lavarme la cara, y me dirigí hacia la cocina. Tenía que tomar una ducha antes de ir al trabajo así que ya me vestiría entonces. Entré en la sala, tomé pan del día anterior y una taza de café que estaba allí. Por lo menos Bryce se tomaba la molestia de prepararme el café, se agradecía. Fui al comedor, y allí estaba él. Estaba sentado en la mesa, con un montón de papeles y una calcuadora. Miré el calendario, 28 de febrero. Sin duda, estaba haciendo cuentas.
Desde que salimos del orfanato íbamos muy justos de dinero, y cada mes teníamos que comprovar si todo estaba en orden, para no quedar con deudas.
Escuché a Bryce pensar en voz alta mientras tocaba con rapidez los botones de la calculadora:

-La factura del gas, sumamos la del agua, la electricidad, más el alquiler del piso, más la comida. Creo que está todo. ¿Cuanto tenemos? - el albino iba bastante a su rollo, no se había percatado de que yo estaba allí - 1359355 wones, entonces, este mes nos sobran más o menos la mitad. Nada mal.

Los wones sur-coreanos, que moneda más extraña si me preguntan. Eso fue una de las cosas más difíciles a las que tuvimos que adaptarnos cuando llegamos aquí. Y aunque el número que dijo Bryce parece un montón de dinero, no lo es. El won sur-coreano tiene un valor bastante bajo respecto a otras monedas, así que se utiliza mucho en miles.

-Creo que los que nos sobran deberías guardarlos para tu carrera - le dije, sentándome en la mesa con él - Si te los hubieras guardado desde el primer día ahora ya tendías bastantes de ahorrados.

-Con eso no podría pagarme ni el primer semestre, que por cierto, la carrera dura 5 años - me corrigió - Agradezco que pienses en mi Claude, pero si quiero estudiar tendría que presentarme a la selectividad este año, y no me daría el dinero. Voy a tener que prescindir de eso.

Bajé un poco la cabeza. Habían pasado ya 3 años y me seguía sintiendo igual de culpable que el primer día. Bryce siempre decía que yo no tenía la culpa, pero lo decía porque era mi amigo, y no porque fuera verdad. Formar el equipo del Caos fue nuestro motivo de expulsión de la Academia Alius, y, claro, el que le pidió a Bryce que se aliara conmigo fui yo.
De pequeños Padre dijo que si alguien quería seguir estudiando después de terminar el intituto, él nos pagaría la mayor parte del dinero. Pero como nos echaron, eso ya no iba a pasar.

Los ojos azules de mi amigo me miraron directamente por un segundo, y luego volvieron hacia las facturas.

-¿Quieres quitarte ya esos pensamientos de la cabeza? - me dijo friamente - Te he dicho un montón de veces que no fue tu culpa, deja de pensar en ello. Lo hecho hecho está, no hay marcha atrás, así que no te martilices.

-Pero Bryce, yo - le contesté.

-Déjalo, anda. Tengo que irme a trabajar, ya nos veremos luego - me interrumpió.

Bryce se levantó de la mesa, recogió todos los papeles en un montón, y se dirigió a la entrada. Allí recogió su riñonera, se colocó su jersey púrpura que hacía tantos años que tenía, y me dijo adios con la mano. Entonces salió de casa y cerró la puerta.

Yo me terminé el desayuno y me dirigí hacia mi cuarto. Preparé ropa limpia, me deshice del pijama y entré en el baño para tomar una ducha relajante. Pero no empezó de la mejor manera, pues confiado di paso al agua, y para mi sorpresa, estaba helada.

-¡Ah! ¡Estúpido albino! - grité por instinto.

Bryce se había duchado antes que yo, y había dejado el agua con la misma temperatura.

-Este tío es tonto, algún día pillará una hipotermia - pensé en voz alta - ¿Quién se ducha con agua fría? ¡Nadie!

Calenté el agua, y me intenté calmar. Enfadarme por tonterías no me resultaba extraño, Bryce decía que era parte de mi personalidad. Aunque yo no lo encontraba una tontería, él sabía perfectamente que yo me duchaba con agua caliente. De toda la vida que lo sabía. Seguro que lo hizo para fastidiarme.

Desde que nos conocimos, no hemos parado de chincharnos el uno al otro. Incluso ahora, que teníamos 18 años, seguíamos molestándonos mutuamente. Éramos tan contratrios como el día y la noche, así que no coincidíamos casi en nada, y eso muchas veces generaba disputas.
Cuando éramos pequeños eran más exageradas. Lina muchas veces tuvo que separarnos, pero como al rato nos echábamos de menos, siempre volvíamos a estar juntos. Creo que es por eso que munca dejamos de ser mejores amigos.

En nuestra estancia en el orfanato Don Sol, varias personas quisieron adoptarnos, pero claro, solo a uno de los dos. Así que nos negamos rotundamente a marcharnos sin el otro en todas las ocasiones. Después de perder a nuestras familias, que nos separaran nos hubiera hecho trizas. Por suerte Lina se dio cuenta de eso des del primer momento y nos ayudó a que eso no pasara.

Volví a la realidad, y me di cuenta de que llevaba mucho tiempo dentro de la ducha. Apagué el agua, salí colocandome la toalla y yendo a ver el reloj del salón. Las 6:43 a.m.

-¡Mierda! ¡Voy a llegar tarde! - grité.

Me vestí lo más rápido que pude y me peiné un poco. Recogí mi abrigo en la entrada de casa, salí cerrando la puerta con llave y me fui corriendo hacia la calle. Bryce iba a matarme si se enteraba de que había llegado tarde al trabajo. Y no le culpaba, es algo que teníamos que tomarnos enserio si no queríamos acabar viviendo bajo un puente.
¿Cómo iba a enterarse Bryce de que me había retardado? muchos preguntaban. Bien, el hecho esque yo trabajaba de camarero en un restaurante, mientras que él en un café, que justamente pertenecían a la misma persona, y estaban separados por unos pocos establecimientos. Eso hacía que el jefe se fuera moviendo de un sitio al otro cada cierto tiempo. Él sabía que Bryce y yo vivíamos juntos, y como no le caíamos demasiado bien, siempre le soltaba al del pelo blanco un reprimenda si yo había hecho algo "malo". Eso era algo que odiaba, que mis acciones repercutieran a mi amigo.

El reloj de mi muñeca marcaba las 7:11 a.m. 11 minutos tarde. Necesitábamos un vehículo ya de ya.
«Lo siento Bryce, vas a tener que comerte otro sermón. Voy a compensarte por ello» pensé.

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