CAPITULO XXIII
Aprobé los exámenes del primer semestre. Tal vez no superaba los mejores promedios, pero había aprobado y eso me hacía muy feliz. Nunca he sido de tener buenas notas como ahora y se lo debía a Daren. Pero no dejo de pensar en Kenny ¿Qué tiene que ver? Nada.
Odio que todo gire alrededor de él.
Y de pensar en mis manos en su trasero justamente ahora. Sus manos en mi entre pierna...
¡Despabila, Jane!
Blanc no se ha acercado a mí, no lo ha intentado y se lo agradezco.
Pero en la escuela circulaba una fotografía de él con una chica tomados de la mano, a ella no se le veía el rostro—de lo que estaba agradecida, puesto que esa chica lo odiaba en este instante y no deseaba verlo—, estaba tomada desde el ángulo de su espalda, visualizando el alboroto que se había convertido su cabello y su sonrisa al verla.
Recordaba lo que había dicho en ese momento: "—Podría acostumbrarme a esto." Y dolía.
—Al menos nadie sabe que eres tú.—susurra Lorena desconectándome de mis pensamientos.
Estábamos sentadas en el suelo de nuestra clase. Era la hora del almuerzo.
—Podría ser cualquiera.—comenta Elsa al robar una papa de mi plato. Luego lo piensa al ver mi cabello alborotado por naturaleza y arruga su nariz—. Incluso con tu original cabellera.
Suspiro.
No contesto.
La había puesto al corriente, Lorena me ayudó con eso. Elsa no me había juzgado o dicho "te lo dije" como creía.
—Deja de estar triste. —chilla, lanzándome una papa frita que se enreda en mi cabello.
La quito con desánimo.
—Bueno, si el buenardo de Kenny Blanc, fuera mi casi hermano y le tuviera ganas, yo estaría triste, sobretodo por lo último.—bromea Lorena, haciendo que negara divertida y Elsa la golpeara con su palma ligeramente en la cabeza—. Okey, me cayo. Pero que digo la verdad.
Sacude su cabello rubio, llevándolo a su espalda.
Les había omitido el detalle del laboratorio. No quería que supieran hasta donde había llegado con mi hermanastro.
—Mañana nos divertiremos.—cambia de tema Elsa, ignorando el comentario de Lorena. Se refería al concierto—. Bailaremos hasta que termine y te olvidarás de todo.
Sonrío con pesadez.
No estaba segura de ir, pero Daren, él había hablado mucho sobre eso antes de dar nuestro último examen, no iba a darse por vencido, igual que Elsa.
—Te vuelves una mala influencia.—masculle Lorena girando los ojos—. Deberían estudiar para el examen de admisión.
—Tú dices eso porque no irás.—la calla Elsa—. Odias que tus padres sean estrictos.
—¿Siempre han sido así?—pregunto.
Papá nunca me ha prohibido hacer cosas, al contrarío, él me lo exige a veces, porque no salgo, sólo lo hacía con mi hermano o con Ke...
¡Deja de pensar en él y su trasero, Jane!
—Pues sí.—respira con pesadez para continuar—. Soy la última hija, todos mis hermanos son barones y están en la universidad, al otro lado del continente. Si pudiera también lo haría. Sólo necesito una oportunidad. —comenta en broma—. Además mis padres son muy religiosos.
—Mi padre también es religioso.—contesto por empatía.
—No como los padres de Lore.—interviene Elsa alzando sus cejas—. Créeme.
Lorena asiente con un aire de tristeza en su rostro, recostándose en la pared.
Eso me hace pensar porqué Mikel le oculta sus preferencias a papá y me pierdo por un segundo de la conversación.
—Por fin te encuentro.—suelta alguien con voz malhumorada.
Las tres giramos en el instante que nos tomó por sorpresa. Elsa gruñe al ver quien era dueño de esa voz y se levanta para estar a su altura, lo cual era gracioso dado al hecho que le doblaba el tamaño.
—¿Qué mierda quieres Arioc?—Masculle irritada.
Arioc esboza una sonrisa malévola en la esquina de sus labios como respuesta haciendo que Lorena soltara una risita nerviosa.
—Veo que te ha encantado verme. —le contesta cruzándose de brazos, mirando fijamente a la chica frente a él.
Elsa lo toma del brazo, sin antes girar sus ojos como respuesta, y tira de él lejos de nosotras. Primero ella lo escucha mientras él habla, luego ella sacude sus brazos enfurecida, pero él se burla carcajeándose por lo que sea que le haya molestado, lo que parece irritarla el doble, y le suelta una palabrota que retumba por el pasillo haciendo que los que cruzaban en ese momento se la quedaran mirando. Arioc se burla como es normal.
—Esto se pondrá bueno.—susurra Lorena para mí, tomando y masticando una papa de mi plato.
Me estaba quedando sin almuerzo.
—Es la primera vez que la viene a buscar.—susurro para ella, igual de interesada por la escena tóxica que hacían.
Ambos se odiaban pero se necesitaban. Aunque me es difícil comprenderlo aún.
Si odiara a alguien lo mantendría lejos.
¿Bromeas? Dices odiar a Kenny, pero serias capaz de correr hacia el hijo de tu padrastro, Jane.
Sacudo mi cabeza atontada por un segundo.
Elsa me señala enfurecida y Arioc levanta sus hombros con desinterés. Ella lo insulta nuevamente y se aleja, regresando hacia nosotras.
—Intenta no irritarla.—murmuro con rapidez como advertencia.
Lorena se ríe a lo bajo, pero callamos cuando Elsa se sienta junto a nosotros y Arioc desaparece en una esquina.
—Entonces, Jane.—continúa Lorena intentando apaciguar el ambiente que se tornó negro—. Grabas el concierto o hacen un en vivo para mí ¿bien?
—Intentaré enviártelas al instante.—sonrío.
Elsa chilla al escucharnos. Y nosotras fruncimos el ceño.
Estábamos evitando justamente eso.
—¡Pero si no dijimos nada!—asegura Lorena confundida.
—Sobre eso Jane.—estaba triste—. No podré ir.
Abro inmensamente los ojos como respuesta hacia ella.
—Pero si tú eras la más emocionada.—replico—. ¿Por qué?
—Algo me dice que fue por...—murmura divertida Lorena.
—Arioc.—completa y gruñe— Debo acompañarlo a un lugar.
—¿Entonces iré sola?—pregunto alarmada.
—Con Daren.—agrega Lorena con un tonito juguetón que hace que ruede los ojos.
—Ese es el problema.—le digo—. No puedo ir sola con Daren.
—¿Crees que yo no quiero ir?—me dice entristecida—. Pero le debo mucho al idiota ese. Se han vendido muchas entradas para nuestra obra y es todo por él.
—Entonces debo cancelarle...
—¡No! ¿Estás loca?—me mira perpleja Lore—. Quien sabe cuándo volverán a dar otro concierto y tú ¿no irás? Debes tomar fotos y grabar todo. —me advierte.
—Sí, diablos. —agrega Elsa—. No te comerá. Además irá Lorena.
Lorena gira de inmediato hacia ella confundida.
—¿Yo?—estaba igual de asombrada que ella.
—Estábamos hablando de que no le permiten ir ¿olvidas? —digo.
—Si pide permiso,—sonríe con perspicacia. Pensaba en algo— pero sino se enteran, no se enojarán.
Niega de inmediato asustada.
—Tú sabes que le tengo miedo a papá, si se entera me encerraría un año entero en casa sin celular o internet.—se queja—. Aunque quisiera o muriera por ir, no.
—No se enterará.—murmuro tomando la idea de Elsa.
Estaba entendiéndolo todo. Elsa tenía un plan, siempre tiene uno. Y ella quería ir, se le notaba mucho. Y hacer ese tipo de cosas a nuestra edad es lo más normal... Okey, no. Pero Lorena quería ir, ese era el punto.
—Pero si tus padres no te dejan ir, —insisto decidida— siempre habrá una ventana con salida y dos amigas dispuestas a ayudar.
—Sólo debes hacer lo que haces todos los días.—interviene Elsa restándole importancia a la cara de alarma que tenía Lore—. Lees la biblia, oras en la mesa, le dices buenas noches antes de dormir, y cuando todo esté apagado saldrás por la puerta de la cocina. —concluye confiada— Jane y yo estaremos detrás del arbusto, ese con forma de ángel. Todo saldrá bien.
—Que pienses eso es lo que más temo, —admite nerviosa— que estés segura.
—Todo saldrá bien.—le aseguro.
Y lo cree.
Tuvimos la última clase del viernes, enviaron tareas a pesar de que estábamos agotados por los exámenes que ya habían finalizado. Tuvimos dos talleres en grupo con diferentes asignaturas, donde hicimos equipo con Daren, Elsa, Andrea y Melissa, una compañera asiática con un acento muy marcado al español. El primer taller era cálculo, el segundo se trataba de biología, ambas mi fuerte, genial—nótese el sarcasmo—. Me aliviaba que haya sido en grupo porque si hubiese sido individual tendría que haber pedido ayuda.
Nos encerramos en la biblioteca de la escuela con el resto del equipo. Andrea y Daren discutían por un ejercicio mientras Elsa y yo nos encargábamos de sólo transcribirlos, Melissa también estaba ayudando a resolverlos pero ella intentaba no discutir con nadie. Daren parecía irritado con Andrea, y si la mirabas podrías decir que el sentimiento era mutuo.
—Pospongan la pelea.—interviene agotada Melissa—. Tengo clases de violín.
—Yo mis clases de teatro.—asegura Elsa igual de cansada.
—Entonces toma la fórmula que te digo y avancemos.—insiste Andrea por milésima vez.
Y Daren termina cediendo.
A las cuatro de la tarde ya habíamos terminado todo. Elsa salió corriendo a su práctica en el teatro y luego me aseguró que tenía una agenda llena hasta mañana por la noche, Melissa salió después. Sólo quedamos Daren , Andrea y yo.
—¿Si iremos al concierto?—me pregunta Daren mientras recogíamos nuestros cuadernos—. Elsa me lo dijo en cálculo.
—Y que por ella irá Lorena.—le digo, él asiente.
—Deben tener mucho tiempo libre para ir a un concierto. —Andrea seguía junto a nosotros, recogiendo sus lápices y apuntes—. No podría enojarme, yo haré lo mismo, tengo una cita para ver una película en casa. Y vaya que el problema seria grande sino voy.—concluye despidiéndose con una sonrisa malévola en su rostro de marfil.
Sabía a qué se refería, o mis maniáticos celos me decían que así era, que era Kenny su cita. La detestaba.
Por un instante había querido no ir al concierto, pero ahora tenía las ganas más grandes del mundo. Debía ir.
—Pasa por mí mañana y luego iremos a casa de Lorena.—le suelto a Daren.
El sonríe entusiasmado pero lo disimula cerrando su maleta.
—¿Quieres hacer algo ahora?—pregunta mientras nos encaminamos a la salida.
En el camino algunos chicos se despiden de él como si llevaran conociéndolo desde siempre, la bibliotecaria encargada nos pide firmar por los libros que habíamos tomado y salimos por fin.
—¿Y bien?—insiste—. Tengo unos cupones en una heladería cerca.
—Eres muy insistente.—sonrío.
—No lo soy, créeme.—asegura jugueteando con su mirada.
—Bien, algo helado no estaría mal.
—Estar conmigo tampoco, Jane.—bromea.
Lo empujo jugueteando.
Para llegar a la heladería no había un largo camino, estuvimos ahí en ocho minutos, durante el transcurso hablábamos de la escuela y de sus clases extra, él era el tercer mejor alumno actualmente, eso había sido el resultado. En primer lugar Andrea y segundo estaba su primo, Kenny.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Ya lo haces.—contesto tomando una cucharada de mi helado de menta.
—¿No puedo gustarte?—suelta.
Y mis sentidos se pierden.
—Me gustas.—admití para su sorpresa—. Pero...
—Él te gusta más.—agrega. Asiento.
—Sabes que no me rendiré ¿verdad?—dice.
—Lo haz dejado claro muchas veces.
—Debo decirte algo que...
No continúa, mi celular lo interrumpe y le levanto mi dedo índice para que esperara. Quien me llamaba era un número desconocido, lo que me generó intriga.
—Hola.—respondo.
Daren toma una cucharada de su helado mientras tanto, lo había pedido de vainilla y chocolate, un poco se había derramado en la camisa blanca y él se distrae limpiándola con su dedo.
—Nena, sé que no puedo molestarte ahora.—esa voz era inolvidable para mí.
—Elena.—digo—. ¿Cómo tienes mi número?
—Mikel me lo acaba de dar—contesta—. Quería pedirle un favor, pero no se encuentra en la ciudad por alguna cosa de medicina.
Pero hay que ser descarada.
—¿Qué quieres mamá?—la cierro.
Y me asombro al llamarla así, ella parecía igual de sorprendida porque se tardó unos segundos en continuar.
—No estoy en la ciudad y Sean está en la escuela—dice—¿Puedes ir por él?
Calló una instante. Creí oír mal.
—¿Quieres que vaya por Sean?—pregunto pasmada—¿Qué hay de tu hijastro?
Estaba mal de la cabeza si creía que le haría favores. El Niño no tenía la culpa pero no quiero relacionarme con nadie de esa familia.
—Kenny no contesta el celular. Eso es raro incluso para él, siempre está pendiente de Sean cuando no estamos en la ciudad. —me resume, hace una pausa al escuchar que alguien le hablaba, y luego continúa— Te paso la dirección, debo irme nena.
—No. No.No. Espera. Yo...—suelto.
Pero ya había colgado.
—Creí que no tenías mamá. —dice Daren. Había hecho que La Mancha de chocolate se hiciera más grande—¿Debes irte verdad?
Siempre se portaba comprensible.
—Puedes contarme eso luego.—le digo antes de marcharme y tomar mi maleta.
Asiente y me sonríe.
—Te veo luego estafadora.
———
Tomé un taxi con la ubicación que me había enviado Elena. La escuela quedaba a una hora de la mía. Habían pocos buses escolares estacionados y pocos niños. No era muy grande, pero se veía lo muy costosa que era enseñarles a los niños a pintar con crayones en ese lugar.
Estaba perdida al ingresar, pero cuando alzo mi mirada en busca de alguna ayuda, veo a Sean sentado bajo una mesa, sostenía un bolso para niños con el logo de Capitán America. Me encamino hacia él y me arrodillo.
—Hola.—digo, y no contesta—Soy Jane.
—Sé quien eres.—responde saliendo por fin, mira a nuestro alrededor por unos segundos—. Eres la niña de los retratos.
¿Retratos? ¿Mamá tiene retratos míos en su casa?
—Vine a recogerte, Elena me pidió que te llevara a casa. —le informo.
—¿Quién es Elena?—pregunta dejando a un lado su búsqueda alrededor, dándome toda su atención completamente extrañado.
—Mí...—me detengo. Sean me mira curioso a la espera de la respuesta—. Tú mamá.
Toma sus cosas con pesadez pero me sigue hasta la salida. No dice nada por un buen rato, y eso me hizo recordar a su hermano. Cuando Kenny era pequeño era muy distraído y no costaba hacer que suelte alguna palabra, esa en cambio era yo, hasta que un día el balón resbaló y fui hasta él.
Revisé mis bolsillos en busca de un caramelo, saqué dos.
—Kenny también lleva de estos.—acepta uno sonriendo. Guarda la envoltura en sus pantalones y saborea complacido el caramelo.
Estábamos caminando y poco a poco me daba cuenta que era él quien me guiaba a mí. Iba jugando, dando saltos en la vereda, levantando sus brazos horizontal, fingiendo ser un avión.
¿Dónde debía llevarlo ahora? Elena no me dio otra instrucción. Sólo recogerlo, pero ¿Luego? ¿Debería llevarlo a mi casa? Papá no estaría a esta hora, luego su mamá vendría. Porque ¿Qué otra cosa podría hacer?
Sean corre de regreso hacia mí y toma mi mano, tira de ella hacia delante, corriendo contra mi voluntad. Un autobús estaba detenido en una parada.
—Es el nuestro.—me avisa— ¡Vamos! ¡Vamos!
Sujeta mi mano con más fuerza y su pequeño cuerpo monta el autobús conmigo. Estaba dándome cuenta de lo que significaba.
—¿Este es el recorrido a tu casa verdad?—pregunto en lo que pagaba el pasaje.
Sean asiente y recorre el camino hasta uno de los asientos al final del pasillo, lo sigo y me siento junto a él. Era realmente inteligente.
De su mochila saca un libro, cuando lo abre se ve que es ilustrado, como los que mamá me compraba a mí. Nunca me regaló uno de texto, eso lo hizo mi hermano Mikel.
—¿Te gustan los libros?
Asiente.
—Pero aún no entiendo.—admite girando la página— Mi hermano suele leerlos para mí.
Tardamos diez minutos en llegar a su casa, Sean guardó su libro segundos antes de bajar del autobús.
¿Qué debería hacer ahora? Estaba parada frente a una inmensa casa, con un hermoso patio decorado con plantas y luces. Tenían dos garajes si mis matemáticas no me fallaban al contar las puertas.
Sean no me dice nada sólo camina de prisa y toca el timbre. Una mujer con uniforme gris y cabello recogido viene hacia nosotros y nos abre. El Niño la saluda con un abrazo y luego corre hacia dentro.
—Deberías pasar—me comunica la mujer— La señora no tardará en llegar y debo salir a comprar unas cosas por cinco minutos.
—No, creo que esto ha sido lo más que podría hacer yo por ...
—Si no hago las compras ahora, estaré en problemas.—insiste— Pareces una buena chica ¿Podrías hacerlo por mí?—continúa—No quisiera dejar solo al joven Sean.
Dudé un instante.
—De acuerdo.—digo al fin. Y ella se marcha.
Sólo sería cinco minutos.
La mujer se despide contenta y se da prisa en salir, mientras yo caminaba al interior de la casa, la cual era aún más interesante en su interior, lleno de cuadros, alfombras y vasijas lujosas. Podría entender lo que deslumbraba a Elena. Lo caro siempre le gustó.
—¡Wou!—exclamo.
Aquí vivía también Kenny Blanc.
Un estruendo me sobresalta, como si algo hubiera impactado en el suelo con brusquedad, y a eso le sigue un grito ahogado de Sean. Corro a toda prisa las escaleras hasta llegar a un pasillo largo y ancho, en donde una mesita de noche estaba pegada junto a una ventana, cerca a una puerta , el niño sale corriendo con algo entre sus manos hacia mí.
—Estaba por enseñarte algo, pero se me ha caído al suelo y mi hermano se va a molestar. —estaba nervioso. Sean me toma del brazo y me lleva hacia donde antes había salido el ruido—. Era eso.—señala al suelo.
Habían fisuras de vidrio y una fotografía. Pero yo estaba ensimismada con la habitación, la cuela era de un tono durazno y muchos carteles de videojuegos. La cama estaba junto a una pequeña ventana donde reposaba una planta desconocida para mí. Había un escritorio grande junto a una puerta, la cual parecía ser del baño. Las sábanas eran de un tono azul cielo y el edredón desordenado en la orilla de la cama era de un azul mar.
La habitación era Kenny en su máxima expresión.
Me acerco para recoger los vidrios en el suelo para que el niño parase de chillar. Al recoger la fotografía y voltearla me encuentro con dos niños disfrazados de portada. Recordaba ese día.
—Auch.—me quejo al ver que un pequeño vidrio se incrustó en mi dedo anular.
—¿Te duele, Jane?—pregunta preocupado.
Niego y saco el vidrio despacio, luego me llevo el dedo a la boca mientras aún mi mirada estaba en la fotografía.
—Ve por una escoba y un recogedor.—le pido—. No se va a enojar—lo calmo al revisar su rostro preocupado—. Además no está.
Sean suspira pero sale de la habitación por lo que le había pedido. Mientras lo espero, me siento en la cama y ojeaba la habitación con más cuidado. Tenía un pequeño librero con unos veinte libros, junto a él una pequeña colección de figuras de DC y Marvel muy costosas. Bueno, nada de ese lugar parecía barato.
Sean aparece de nuevo y comienzo a limpiar el desastre. Tomo la fotografía nuevamente y la guardo en mi bolsillo sin que lo notara el pequeño.
—A quedado como nueva.—canturrea contento— Gracias Jane.
—De nada —esbozó una sonrisa—, ahora debo irme.—agrego rápidamente.
No quería encontrarme con Kenny.
—¿No quieres probar helado mientras espero a Narcisa? Ella salió a comprar y no me gusta quedarme sólo en casa.
Miro mi muñequera donde mi reloj me apuntaba las tres de la tarde y me replanteo a la idea de quedarme con él. No podía dejarlo sólo, mi instinto sobre protector me lo prohibía, como la primera vez que vi a Kenny, no pude huir aunque mi instinto de supervivencia me lo advirtiera.
—Bien.—respondo—. Pero te veo comerlo, yo ya tuve mucho de dulces por hoy.
Sean sonríe y toma mi mano hasta llevarme a la cocina, bajamos las escaleras y recorrimos un gran pasillo cerca de la sala hasta llegar ahí. El lugar tenía unas puertas de vidrio que mostraba una piscina inmensa fuera. Una nevera inmensa. Dios, todo era inmenso.
Él abre la nevera y toma un helado, se sube al mesón de la cocina con mucha agilidad. Luego su mirada me penetra como si estuviera analizándome.
—¿Qué pasa?—deseo saber. Me estaba poniendo de nervios.
—¿Te gusta la piscina?—pregunta mientras lamia su helado—. Puedes venir a nadar conmigo y Kenny, sólo me dejan nadar cuando hay alguien más grande que yo, aunque yo sea más maduro que mi hermano.
Sonrío por su asombrosa conclusión.
—Todo el mundo es más maduro que Kenny.
Se encoge de hombros y asiente satisfecho.
—Es lo que siempre digo.
Unos pasos se escuchan venir y mi estomago se revuelve, sentía que mi sangre iba de mi cabeza hasta los pies. Pero rápidamente me calmo cuando a quien veo entrar es a la mujer del servicio que me pidió cuidar un rato a Sean.
—Gracias.—me dice sonriendo, parecía cansada con las compras en sus manos, que luego deposita cerca del niño—. Tuve un problema, pero se solucionó.
—A Narcisa siempre le ocurren cosas.—comenta Sean—Mi hermano dice que ella lleva mala suerte por donde va.
—Y tú siempre repites lo que dice el joven.—inquiere Narcisa.
Sonrío, porque efectivamente había notado muchas cosas de Sean que parecía querer copiar de su hermano mayor, cómo solía hacerlo yo con Mikel.
—Bueno, debo irme.—me despido—. Adiós Sean.
—Hasta luego.—contesta, se detiene un poco haciéndome dudar si irme, hasta que agrega:—. Me gusta mucho tu cabello, se parece al de mamá.
No pude contestar, sólo me marché.
..........
HOLA !
(CUANDO NO PUEDO ESCRIBIR NO LO HAGO :") )
ESPERO QUE ESTE CAPÍTULO LES HAYA INTERESADO.
No olviden votar y dejar sus comentarios
❤️❤️❤️❤️
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