CAPITULO XXII

Hola! Espero se encuentren muy bien. En serio❤️
Me he demorado por este capítulo, pero tenía muchas versiones, al final esta ganó. ✍🏻
Deseo lo disfruten y dejen sus votos al final.
no olviden comentar si les apetece (me gusta leerlos y contestar)
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CAPÍTULO XXII

La voz de Elena retumbaba en mi cabeza, se repetía con sus últimas palabras.

¿Había oído bien?

Miré al niño por unos segundos confundida. Era Mikel en una mini versión con rizos dorados y ojos almendrados, como los de Kenny. Debía estar a punto de tacharme de loca, no podía estar cuerda...

—Yo voy a explicarte...—lo escuché susurrar en tono temeroso, junto a mí.

Entonces para él no era sorpresa.

Mis sentidos se debilitaban cada vez más, haciendo que cualquier cosa que pronunciase se escuchara envuelta en un eco eterno. Mis oídos generaron un chillido largo y abrumador como reflejo de mi interior confundido, se estaba nublando mi visión. Iba a desmayarme, pero con poca fuerza me mantuve frente a Elena, y Sean quien me miraba con curiosidad.

Un hombre con un ligero parecido a Kenny a la distancia, caminaba hacia nosotros, vestía de traje en un tono gris, sus pasos lo describirían como una persona de carácter y personalidad decidida, poderoso.

Fui una estúpida ¿Por qué lo había olvidado?

Ya lo conocía, la primera vez lo había visto junto a mi madre, junto a Elena, antes de marcharse en un auto negro, cuando decidía dejar nuestra familia por "amor". El recuerdo dolía como una pisada en el corazón.

Debía ser él, quien ha hecho sentirse tan inferior e incapaz de tener a alguien en su vida, quien atormentó a mi padre muchas noches preguntándose qué hizo mal para merecer aquella traición, mientras una botella junto a su cama lo acompañaba...

¿Era este hombre... el padre de mi mejor amigo?

De inmediato otro recuerdo regresa, el día en que junto a Lorena y Elsa espiábamos a Kenny junto a un basurero, ese día mantenía una discusión con...

Su padre.

Actuando ajena a mi cuerpo, salí huyendo con tambaleos a toda prisa con la cabeza a bajo, pasando junto a él. No iba a esperar una aclaración. No hacía falta.

Escuchaba a Kenny gritar mi nombre atrás de mí.

Mis mejillas se habían humedecido por las lágrimas que empezaba a derramar. Por lo muy idiota que había sido todo este tiempo. Todos estos años.

Haz despertado, Jane.
Los sueños nunca duran.
Aunque nunca supiste que era uno...

Tropiezo con alguien en el camino, ella me ayuda a levantar del suelo al tomar mi mano. Cuando aprieto mis ojos para desprender las lágrimas estancadas, puedo verla con claridad, era Lorena. Me regaló una mirada compareciente, perdida y asustada por mi estado.

¿Qué sucede?—me pregunta, pero tengo un nudo en la garganta que me impide contestar, tengo lágrimas en mis mejillas que me avergüenzan, tengo a Kenny tras de mí gritando mi nombre.

La verdad es un concepto doloroso para quienes siempre hemos evitado ser heridos.

—Por favor, no me odies.—exige atemorizado con pasos dudosos.

—¡Aléjate!—exclamo como respuesta trepando a un auto de color blanco a toda prisa.

Lorena le pidió a su chofer arrancar, tomándome entre sus brazos sin pedirme explicaciones, consolándome todo el camino. Intentaba atar todos los hilos sueltos de mi vida, desde la primera vez que lo había conocido, y cuando el auto se detuvo frente a una inmensa mansión, había dejado de llorar.

Ahora estaba en su habitación, sobre las sábanas celestes de su cama y ella sentada desde su escritorio escuchando mi historia, al principio estaba dudando si hacerlo, si contarle lo que me estaba doliendo tanto y que me hacía mucho daño, pero finalmente cedí.

Lorena estuvo todo el tiempo atenta a lo que decía, durante el inicio se mostró pasmada y sorprendida por el hecho de que Kenny–el popularmente chico problemas—, y yo tuviéramos algo que ver, luego hacía algunas preguntas entre cada relato: ¿Cómo estaba segura? ¿Nunca sospechaste? ¿Confiaste tanto en él?...

Apagué el celular al séptimo timbre bajo el nombre de Kenny, durante nuestra conversación, que para ella era novedoso y su mirada morbosa denotaba satisfacción por saber otro dato que el resto no poseía.

Me sentía una estúpida. Había sido su payasa. Hirió la confianza que le tenía.

—Kenny Blanc, él es un problema incluso para su familia y amigos. —comenta.

No lo decía como un comentario hiriente o acusador hacia mí. Intentaba consolarme a su manera.

Estaba segura de que sí le hacía las preguntas correctas, ella me diría todo. Porque Lorena sabe mucho, en realidad...

—Todos lo conocen más que yo ¿verdad? —pregunto una vez que regresa del baño con una toalla pequeña para el rostro.

—De hecho, nunca terminamos de conocer a quienes creemos hacerlo. —alza sus hombros en respuesta, restándole importancia.

—Lo sé.—digo limpiando mi nariz con el torso de mi mano, luego ella me brinda la toalla y la dejo en mi regazo —. Quiero decir que ¿Sabes cosas que yo no?

Lorena parecía vacilar, pero eso no impidió preguntar.

—¿Qué tanto sabes de Kenny Blanc?—intentaba no parecer feliz en este momento, porque todos saben que a ella le agrada saber de los demás.

Lo pienso.

—Nada. —respondo.

Ella muerde su labio inferior.

—Lo primero que debes saber es que su papá es dueño de varias empresas de exportación, la mitad de los centros comerciales de dos ciudades del país son de ellos.—se lo piensa—. Su familia es muy grande aunque no suelen llevarse bien entre ellos según mi papá, sus padres se divorciaron... bueno eso ya lo sabes.—me da dos palmadas en la espalda—. Ah, Andrea Fuller es su prima.

—¿La de mi clase?—pregunto asombrada.

Asiente.

—Andrea Fuller Blanc.—completa como lo más obvio—. Kenny debió decirte.

Niego.

—No parecen mantener una relación de familia tampoco, o durante el tiempo en la escuela no lo demuestran.—formula—. Tú madre casó un pez grande Jane. —se arrepiente al ver mi cara como respuesta—. Bueno... perdón.—arruga su frente avergonzada.

Succiono por la nariz y frunzo el ceño sintiendo un dolor magnificándose en mi pecho. Tenía muchas cosas que procesar, en especial el hecho de que ahora él tenía que ver mucho en mi vida, por lo que sería imposible arraigarlo.

Y era el último ser en la tierra que quisiera ver hoy.

Miro la pared junto a la puerta, el reloj de color negro apuntaba las seis de la tarde, debía regresar a casa, aunque sabía que estaría esperándome.

—Puedes quedarte.—me asegura, como si estuviera leyendo mi mente—. Hay muchas habitaciones, jamás ha venido nadie a mi casa, ni siquiera Elsa.

Sonrío.

—Gracias, pero volveré a casa.—respondo para sorpresa de ambas—. Mañana son los últimos exámenes y tengo los cuadernos y tareas en mi escritorio.

Ella asiente y toma mi mano.

—Le diré a Hugo.—agrega dejándome unos minutos.

Hugo es un hombre de casi cuarenta años, quien trabaja como chofer para su familia, me comenta antes de acompañarme al auto. Lorena nunca suele utilizar un chofer, excepto por hoy, mi estado no me permitió preguntarle el porqué. Me despedí de ella con un abrazo consolador.

Al llegar a casa, confirmo que estaba en lo cierto. Kenny permanecía parado en el umbral con una sudadera gris y pantalones negros, ya no llevaba el uniforme de la escuela, a diferencia de mí. Sus manos permanecían dentro de sus bolsillos, y al verme bajar del auto se acerca con pasos sigilosos y temerarios.

Hugo se despide cuando cierro la puerta de pasajero y arranca.

—¿Vienes a seguir burlándote de mí?—comento con sarcasmo entrecerrando los ojos, Kenny muerde su labio inferior como si apresara una respuesta—. Eres una mierda Kenny,—camino hacia la puerta y abro—. Lárgate.

—Déjame explicarlo, cerdito.—murmura herido.

Me giro hacia él.

—¿Lo sabías desde el inicio?—pregunto ladeando mi cabeza involuntariamente. Asiente—. ¿Sabías todo cuando nos conocimos por primera vez?—insisto perpleja.

—No voy a mentirte.—responde—. Siempre lo he sabido.

Mi mano se levanta hacia su cara, propinándole una bofetada que gira su rostro y lo enrojece por el contacto.

—Me das asco, eres...eres...—balbucee furiosa. Lo sabía todo. Mi único consuelo era creer que se enteraba ahora, como yo—. ¡Tú escuchabas a papá llorar por teléfono cada vez que me llamabas! ¡Viste lo difícil que fue alejar a papá y a Mikel de sus vicios! —recordaba—. ¡Observaste mi hogar destruido desde el inicio! ¡Te burlaste de nosotros en nuestras caras! —concluí.

Niega de inmediato y su mandíbula se tensa.

—Jamás me burlaría de ti, nena.—susurró intentando palpar mi mejilla derecha, pero lo esquivé, entonces lleva su mano hacia el costado y aprieta un puño—. Es que fui egoísta.

Sonreí con ironía.

—Claro, como tu padre, como Elena.—digo exaltada, me doy unos segundos y continúo: —. Entraste a nuestra casa, papá te trató como... como un hijo más, y resulta que nos ocultaste que tú...

—Debería decir que lo siento.—me corta mirando directamente a mis ojos—. Pero no lamento haberte conocido, porque sería como arrepentirme de una gran parte de mi vida. —se detiene para acercarse, haciendo que olvidara por un milisegundo todo, y dice:—. Jane, tú eres mi vida.

Antes... si lo hubiera dicho antes.

—¿¡Qué mierda dices!?—exclamo escandalizada—. Me haz mentido todo este tiempo, me ocultaste quién eras. Fuimos un juego, mi familia. Yo.

—Jane, no me alejes. Joder.—suplica—. Dijiste que no había vuelta atrás ¿recuerdas?

—Y tú qué me arrepentiría.—contesto ingresando a mi casa con mis lágrimas al borde de colapsar, y antes de cerrar la puerta suelto con intención de herirle: —. Lo siento, pero ya no somos amigos, quiero dejarlo claro.

La puerta se cierra y él comienza a golpear en ella, llamándome.

—¡Joder! ¡Jane! ¡Abre! —grita mientras la puerta retumba—¡Jane! ¡Jane!...

Papá sale corriendo hacia mí desde la cocina, asustado por el ruido.

—¿Qué le sucede a Kenny?—pregunta perplejo, su rostro se tensa al ver que estaba llorando y corro a abrazarlo—. ¿Qué ocurre, cariño?

Sollozo en su pecho unos segundos mientras Kenny gritaba mi nombre.

—Kenny, papá. —dudo.

¿Debería enterarse ahora? ¿Debería ser quien le diga que confiamos en el enemigo? ¿Qué fuimos burlados? ¿Qué a quien vió como su hijo es en realidad hijo del hombre que más odiaba?

—Mi vida.—me calma—. Esta es su primera pelea, jamás los había oído gritarse de esa forma, creí que eras tú y Mikel.

Me alejo para ver su rostro, estaba confundido y asombrado por mi estado.

—No quiero volver a verlo, papá.—insisto mientras oigo los gritos de él a fuera—. Dile que se marche.

No dice nada y me deja sentada en el sofá, frente al pequeño televisor de la sala.Papá me suelta y camina hacia la puerta, veo que la abre y Kenny está parado aún ahí. Ambos se quedan uno frente al otro.

—Largo de mi casa, hijo —le dice en tono dulce como siempre— No quiere ver tu cara. No sé qué le haz hecho pero será mejor que regreses cuando esté más calmada.

—Lorenzo, por favor...—le suplica.

—¡Qué se largue papá!—exijo en un grito.

Papá no dice nada más y cierra la puerta para regresar junto a mí.

El ruido cesa.

Se había marchado.

Retroceso

Teníamos once años y llegábamos después de clases, él estudiaba en una escuela cercana a mi casa y siempre pasaba las tardes junto a mí. Pero esta sería la última de tantas, estaba a punto de marcharme, iniciaría en una nueva escuela, aunque Kenny y yo jamás habíamos ido a una juntos.

Jugábamos en el patio, meciéndonos en el columpio, el que papá había decidido recoger para el final, permitiéndonos más tiempo para nuestra diversión, pues faltaba poco para irnos con el camión de la mudanza.

El olor de la tierra húmeda por la lluvia que había cesado nos invadía los pulmones, amaba ese olor. Amaba ese momento.

Como el lodo en mis zapatos me estorbaban, intenté sacudirlos en el aire, haciendo que el columpio sea inestable y se desequilibrara.

—Debes sostenerte, Jane.—me advirtió Kenny asustado con su pequeña voz—. Así te lastimarás.

Estuve a punto de golpear mi cabeza contra el suelo en el tercer remezón y se había preocupado. Limpió mis rodillas y mis manos con su camisa color amarilla.

—Nunca me lastimaré.—le aseguro regalándole una sonrisa—. Siempre que estés conmigo.

Papá nos observa desde una pequeña distancia y sonríe por encima de su libro, y antes de llevar el vaso de ron a su boca lo deja en la mesa, a su costado.

—Ella tiene razón.—agrega cerrando el libro—. Ambos confiamos en ti, hijo. Sé que jamás se lastimará si tú me ayudas a protegerla.

Yo asiento y el pequeño Kenny se ruboriza.

En ese momento llega Mikel acompañado de su mejor amiga Rosel, de apariencia muy delgada y cabello rojizo, ella corre sin saludar dentro de casa, mi hermano se detiene al escuchar a papá, y para burlarse infiere:

—Eso quiere decir que eres al único que dejaré que sea novio de mi hermanita.—señala con su dedo hacia al pantalón de Kenny—. Cuídala si quieres estar completo. Sabes a lo que me refiero.

—Jane es como mi hermana.—dice de prisa en protesta.

—¡No quiero más hermanos! —chillo.

Suficiente tenía con papá y Mikel.

—Dime eso en seis años. —agrega con ironía Mikel siguiendo hasta la casa donde se encontraba Rosel.

Papá negó divertido.

—¡Qué asco!—exclamamos ambos al unísono.

Papá sonrió como si le recordásemos a algo. Su risa mezclada con tristeza me siguió permanentemente por una larga temporada.

—Venga, Jane.—se levanta—. Despídete.

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