CAPITULO XX
Había desaparecido.
Me sentí como una idiota, mis mejillas iban a explotar y una rara, nueva pero fascinante sensación me invadía, aún mi cuerpo temblaba. Me miraba en el espejo avergonzada.
Me había encerrado en el baño porque me sentía descubierta, expuesta por él, no sé qué había sido eso... es decir, sí, pero las ganas de que siguiera y que lo haya admitido me avergonzaban, me desconocía, y se había ido.
Un mensaje llegó media hora después:
Sabes muy bien, cerdito sexy. Leí.
Luego dormí; aún sentía su boca abajo...
—¡Hey! ¿Jane?—chasqueó sus dedos cerca de mi rostro, exigiendo mi atención, Elsa llevaba recogido su corto cabello con sujetadores de colores y entrecerraba sus grandes ojos, los cuales tenían un delineado marcado—. ¿Por qué tan perdida?
Sonreí como respuesta.
Las clases acabaron por este parcial, sólo quedaban los exámenes.
Habíamos terminado el primer examen, era lunes y estábamos almorzando, Lorena se miraba en su espejo y pintaba sus labios perfectamente delineados con brillo junto a nosotras, mientras yo buscaba a Kenny por los pasillos de la escuela con disimulo en lo que masticaba mi almuerzo. Nada.
—¿Buscas a Daren?—preguntó Lorena como deducción fallida—. Ha estado muy distante, se supone que vive pegado a ti, para ser frío y cortante es muy abierto contigo—entrecerró los ojos—.¿Tienen algo ustedes dos?
Retocí.
¿Era obvio?
—Deja de hacerte historias, Lorena.—la cortó limpiándola un poco con su dedo meñique, Elsa tomó el labial y lo guardó, su mirada se detuvo encima de mi hombro —. Hablando de...
Giré.
Daren caminaba hacia nosotras, aún me mantengo con que en él, el uniforme se veía genial, sus hombros apretados por la camisa, la corbata no muy ajustada y su perfume que al llegar a cualquier lugar invadía...
—Hola, estafadora.—sonrió, sentándose con nosotras, dejando a las dos espectadoras en silencio.
Jamás había hecho esto, es de vernos solos por algún lado o en la biblioteca, incluso en clases sólo me pasaba papeles para que los leyera. Siempre pedía sus noventa dólares. Era la primera vez que decidía sentarse con nosotras.
—¿Un apodo de enamorados o algo así?—preguntó Lorena muy interesada, montando sus codos en la mesa, tocando su mandíbula con una de sus manos. Me removí en mi asiento como respuesta—. Se ven lindos juntos, ahora que lo pienso.
Debo dejar las cosas claras con él.
Iba a decir algo al respecto.
—Son sólo amigos.—Elsa la detuvo. La miré agradecida por la aclaración, ella alzó sus hombros como respuesta, luego su celular sonó, dijo un insulto, natural en ella—. Lo odio. —resopló al leer el mensaje—. Debo irme.
—También yo, tendré una cita con un amigo.—sonaba emocionada, recogió sus cosas y echó su bolso al hombro, despidiéndose con su mano—. Lore se despide, no me extrañen.
Elsa giró sus ojos, pero imitó la despedida, sacudiendo sus manos y corriendo con el celular en su oreja, mientras Lorena se alejaba por la otra esquina.
—Por ahora.—murmuró Daren acercándose un poco a mí, mirándome fijamente, dejando una sonrisa en la esquina de sus labios.
—¿Qué?—pregunté alejándome un poco.
—Que sólo somos amigos. Por ahora. —aseguró. Su mirada era penetrante ¿Cómo hasta ahora lo notaba? Lamió sus labios y continuó:—. No bromeo.
Pestañeé pasmada, pretendía preguntarle qué era eso otro que robé, pero debía dejar en claro algo antes.
—Hay alguien más, Daren.—dije por fin—. Debo ser sincera contigo sobre eso, no quiero...
—No me importa.—me detuvo—. Entonces hasta que ese alguien se digne a corresponderte, déjame estar junto a ti ¿Qué podría pasar? ¿Qué te enamores de mí? —bromeó con una seriedad inquebrantable—. La probabilidad es muy grande.
Limpié mi falda con un nerviosismo permanente, incomoda por su sinceridad y confesión.
—Ese día en mi casa...
—No me debes explicaciones.—tomó mi mano por debajo de la mesa—. La verdad, no las quiero, te quiero a ti, eso ya lo sabes.—susurró—. A decir verdad, me confié. Antes creí ganar Jane, pero voy a ser un buen jugador, lo prometo.
¿Jugador? ¿Con qué? ¿Debía preocuparme?
—Yo siempre he estado para él...
—Lo percibí.—dijo—. Y yo pienso estar para ti, Jane.
—No puedo asegurarte alguna victoria.—seguí su metáfora—. Él... ya ha ganado.
—Tú no eres un juego, no me malinterpretes.—replanteó serio con un tono penetrante en su voz. Se levantó de la mesa, pero antes regresó hacia mí para depositar un beso en mi mejilla—. Te veo luego, estafadora.
Y con eso se marchó, dando ligeros pasos, balanceando sus hombros en dirección a la salida. Podría mentir y decir que lo que había dicho no me movió el suelo, porque lo hizo...
¿Qué mierda había sido eso?
Seguí comiendo mi almuerzo en la mesa, más confundida que antes, la verdad sí me gustaba Daren. Mucho. Pero estaba Kenny en primer lugar, él estaba sobre cualquier cosa, nada podía reemplazarlo, peor con lo de esa noche que me tenía aún sudando al recordar su tacto y sus venenosos labios llenos de excitación sobre mi cuerpo...
Deja esos pensamientos, Jane.
—¡Dios!—exclamó Elsa, con la respiración acelerada. Tomó unos segundos para recuperarse—. Qué. Bueno. Qué aún estés. Aquí.—respiraba, tomó mi mano dramáticamente—. Necesito otro inmenso favor tuyo, prometo recompensarlo, Jane ¿Podrías?
No me iba a terminar la ensalada del plato. Lo alejé y le brindé toda mi atención.
—Puedo.—asentí—. ¿Pero qué sucede exactamente?
Gruñó.
—Arioc.—apretaba sus dientes al pronunciar su nombre—. No puedo dejar su maldito trasero. —cerró sus ojos para respirar fastidiada, abrió su boca para continuar:—. Me traje el pendrive de mi hermano por confusión cuando estuvimos en su auto. Sí, el auto no es mío. Debes ir a su facultad y entregárselo, no queda muy lejos. Es en la facultad de jurisprudencia.—apretó mis manos haciendo una súplica—. Por favor, Jane.
Sabía dónde quedaba, mi papá me había llevado una vez por unos trámites.
—Bien, pásame su número y lo contacto de camino.—sonreí levantándome—. Estaré ahí en media hora.
Me abrazó aliviada.
—Eres un ángel, Jane.—declaró, haciendo que sonriera por su cumplido.
Dijo que se llamaba Liam. Me dió su número para contactarlo a penas estuviera en la facultad, ella le informaría de que iría en su lugar, luego corrió de regreso por el mismo lugar que había regresado. Tomé un taxi para llegar pronto. Las calles estaban llenas de estudiantes universitarios, muy pronto estaría aquí.
Marqué el número de contacto nuevo que Elsa me había enviado por WhatsApp para encontrarnos. Al contestarme me pidió que lo esperase en una de las cafeterías de la universidad.
Me sentía muy emocionada al estar aquí, ya que podía verme en unos meses aspirando para poder ingresar y comenzar mi vida como adulta, porque me iría de casa, como Mikel, aunque extrañaría mucho a papá. No, lo vería todos los fines de semana, lo habíamos prometido.
Recogí mi cabello alborotado. Lo odiaba...
Mi mirada se detuvo en el momento en que alzaba el rostro y me fijaba en la persona que recién ingresaba.
¡¿Cómo?! Era la segunda vez que lo veía, la primera vez había sido en una situación comprometedora, el chico estaba marcando en su celular y buscando a alguien dentro de la cafetería.
Segundos después mi celular sonó.
¿Destino?
Caminó hacia mí.
Aún sus ojos acusadores y nada avergonzados me inquietaban. Seguía igual de guapo como ese día en el departamento de mi hermano, sus ojos verdes en el día lucían más claros y relucientes.
Podía notar porqué a mi hermano le atraía.
—¿Liam?—pregunté para asegurarme, aunque era lo más obvio.
No demostraba ninguna emoción o asombro.
Ahora notaba el parecido. Elsa es seria y reservada, cuando habla sus palabras te penetran, como la mirada de su hermano.
Liam imponía.
—Jane.—susurró guardando su celular en su chaqueta—. ¿Eres la amiga de mi hermana?
Asentí. Tragué grueso.
Dejó el pendrive en la mesa y tomó el suyo. Lo tomé y guardé en el bolsillo de mi falda. Aún sus ojos estaban sobre mí.
—No le digas a Elsa.—no era petición, estaba asustándome con sus ojos y su parada erguida y confianza.
Sabía a qué se refería con exactitud.
—Suelo ser una tumba cuando quiero.—contesté, si algo me ha enseñado mi hermano es no incarte cuando alguien que finge ser inquebrantable te intimida—. ¿Haz hablado con mi hermano?
Se bufó, lo cual hizo que frunciera el entrecejo.
—No salgo con tu hermano. —inquirió con seguridad—. No soy así.
Ah. Era eso lo complicado, Mikel.
—Sí, por eso mi hermano lo ha dejado.—mentí. Fingí pensármelo. Tal vez joda todo o le de el empujón del que tanto habla mi hermano cuando dice que son necesarios. Liam parecía interesado ahora, así que continúe:—. Que sale con alguien, no es como si ahora estuviera llorando, sabes. Él sabe muy bien que nunca funcionaría algo contigo. No está herido.
Silencio.
—Entrégale eso a Elsa, niña.—recalcó, ignorando mi ingeniosa y provocadora mentirilla que le había soltado, marchándose rápidamente.
¿Lo habré provocado lo suficiente? Espero que no lo haya arruinado o Mikel haría un hoyo en el suelo con mi nombre. Lo sé, no debía meterme, pero era necesario ¿verdad? O eso me repetía de regreso a casa, mientras le escribía a Elsa que había entregado el pendrive.
Revisé por milésima vez mi WhatsApp esperando algún mensaje.
Nada.
¿Se haría esperar como últimamente lo hacía? Si ese era su plan pues yo podría hacerlo mejor. No voy a participar en lo que sea que jugara. No caería. Esta vez no.
Cuando entré a mi casa, mi padre estaba sentado en la sala, al verme entrar su rostro expresivo me decía que lo que sea que lo acompañara junto a él no me gustaría
¿Mikel ya le había dicho? No, su mirada parecía dolida y al filo de caer, como antes, como cuando escondía sus botellas de ron en la lavadora.
Di un paso dentro de casa, caminé inquieta hasta estar junto a él. Ahora lo comprendía todo.
Llevaba un vestido blanco con mangas largas, ajustado a su perfecta figura, sus tacones la hacían ver más alta de lo que debería, y su maquillaje natural la complementaban. Había olvidado a cómo olía. A un ácido pero a la vez dulce aroma afrutado.
—Te estaba esperando. —comentó con sigilo, levantándose al verme, como si temiera quebrar algo—. Hola, hija.
Miré a papá. Se había parado a recibirme sin decir una palabra y Mikel salía de la cocina con vasos de agua.
¿Qué tipo de mierda estaba pisando?
—Quería hablar con ustedes.—intervino Mikel repartiendo los vasos y al ver la expresión de asombro y confusión escrita en mi rostro al ver la figura de la mujer que nos dejó manchados de dolor.
¿Cómo debía actuar?
—Di algo, Jane.—soltó papá.
Elena no quitaba sus ojos de mí, me miraba con dulzura, igual a cuando era pequeña y me consolaba por cualquier tontería.
—¿Qué hace ella aquí?—pregunté al fin pasmada con un hilo en la voz muy torpe, aún no podía creerlo.
—Ya dije...—recalcaba Mikel—. Quería hablarnos de...
—Te escuché.—mascullé enojada—. ¿Con qué permiso se atreve a pisar el techo de mi padre?
—Jane.—papá tomó mi mano.
Respiré. Para no explotar.
—Déjala, lo merezco.—inquirió herida—. Yo... deseo arreglar las cosas, Jane. Lo prometo, así que vine a invitarlos, es un día especial. No es gran cosa, lo sé. Sólo acéptenlo, quiero poder acercarme a ti.—decía—. Te extraño.
—Elena,—murmuró Mikel para la mujer—. Dije que lo pensaríamos.
¿Pensarlo? ¿Ese era mi hermano?
—Bien, —respiró—. No quiero incomodarla, quiero que Jane me vea cuando lo desee, les dejaré las invitaciones. —Mikel las tomó, también parecía preocupado pero parecía tomarlo con más calma que yo—. En serio me encantaría que fueran, nena piénsalo por favor. —resumió—. Sólo compláceme con tu presencia.
—A diferencia de Mikel, —solté, quería herirla—. No ansío verte.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, que resbalaron.
—Lo sé.—admitió—. Tú eres muy diferente a tus padres también, lo sé cariño.—silencio. Bebió su agua con modales refinados que me eran extraños, recogió su bolso y ojeó la casa rápidamente—. Espero que vayan, en serio.
—Es complicado.—le admitió papá, aún sostenía mi mano, no para mí, para él, para no caer—. Es mejor que te vayas.
—Es lo que sabe hacer mejor.—murmuré. Ellos me había escuchado.
—Bien.—contestó, me miró—. Te veo luego. No, Mikel. Gracias, ya he conocido la salida. —lo detuvo cuando él pretendía guiarla—. Volveré, nena.
La última vez que se había marchado me había dicho lo mismo, nunca lo hizo. Jamás regresó... bueno, hasta ahora, pero ¿Por qué?
Elena caminó hasta la entrada de casa, luego un silbido acostumbrado al cerrarse la puerta la siguió. Se había marchado.
—¿Cómo se te ocurre?—exigí saber de inmediato, viendo a mi hermano—. Se supone que jamás la buscaríamos, Mikel ¿Olvidas el daño que nos ha hecho?
Papá dio pasos que resonaron el suelo, haciendo que Mikel y yo detuviéramos nuestra discusión.
—Iré a terminar mi trabajo.—decía papá, parecía perdido en sus pensamientos cuando se encaminaba como zombie hasta su estudio.
Cerró la puerta.
—Lo siento.—contestó apenado—. Pero es el empujón, Jane.—inquirió como lógico, sus ojos estaban llenos de lágrimas que aún no cedían a caer—. Pero es tu decisión. Puedes pensártelo.
—No hay nada que pensar.—aseguré enfurecida.
Me temblaban las manos y los pies me amenazaban por dejarme desmoronar ahí, sólo agradecía porque me desmoronaba ahora que ella ya no estaba presente.
—Piénsalo, Jane.—insistió.
¿Pensaba exigírmelo? ¿Verla? ¿Escuchar sus mentiras que disfrazaría de razones para irse? Siempre me he preguntado qué le faltó en casa para irse ¿Qué le daba su nuevo esposo para alejarla? Para tomarla cuando aún estaba casada con mi padre. Jamás se lo pregunté a papá, era un tema sensible para él. Aún parece serlo, para los tres.
¿Por qué llegar a desequilibrarnos? ¿Por qué ahora?
..........
HOLA A LAS PERSONAS QUE ESTÁN AQUÍ LEYÉNDOME.
QUÉ LES PARECE LA HISTORIA?
La mamá de Jane es un caso
¿La odiamos? *pensándoselo*
Estoy segura que les ha gustado el salseo de este capítulo, han pasado muchas cosas, lo sé.
Las/Los invito a seguirme en Instagram. El link está en mi bio.
Ahí contesto sus mensajes, ya que por aquí no me lo permite.
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