CAPITULO XVII
¡Hola!
Cómo están? Espero muy bien.
Si llegaste hasta aquí es porque te ha gustado como vamos.
❤️❤️❤️
CAPÍTULO XVII
Aunque moría por hacerlo, no le contesté. No sé de dónde salió mi poca fuerza de voluntad para apresar mis ganas de decirle que estaría bien, que volvamos a estar como antes. Pese a eso, y con la dignidad que manejaba, me detuve varias veces en la madrugada para no hacerlo. Quien también me había escrito era Daren y no tenía ánimos de responder o dar explicaciones, que sé que no pedía, lo dejaba claro en sus últimos mensajes, sólo pretendía asegurarse de que estaba bien y le aseguré que sí, que lo estaba.
—No haz tocado tu desayuno. —papá estaba a mi lado, ladeando su rostro para intentar leerme, como si fuera posible—. ¿Qué ocurre?
Suspiré.
—Odio las ensaladas en la mañana.—no era mentira, pero no era lo que realmente debía contestarle—. ¿Cómo estuvo el trabajo?
Papá sonrió cerrando un poco sus ojos, en protesta a mi cambio de conversación, pero no siguió preguntándo que me sucedía durante toda la mañana, me comentó de sus negocios y lo que había hecho ayer, resulta que estaba trabajando para una empresa como contador. Su compañía presta esos servicios a empresas grandes y consorcios muy prestigiosos, trabajar así era su meta. Le dije lo feliz que estaba por él.
Me dispuse a lavar los platos y cubiertos de la mañana, papá se encerró en su despacho para terminar con su trabajo, contestaba una llamada importante, dejó la puerta entre abierta para poder verme; yo desde la sala y él desde su escritorio. Limpié la casa y lavé nuestra ropa. A las tres de la tarde ya no tenía nada que hacer.
Encendí mi laptop y abrí Facebook, no suelo revisarlo, por lo que al entrar cientos de solicitudes me sorprendieron, unas de ellas era de Lorena y Elsa, el resto eran compañeros de clases, los acepté. Andrea también me había enviado una solicitud, revisé su perfil. Tenía fotografías en una piscina, en la playa con trajes de baños muy pequeños, luego algunas con el uniforme de la escuela, ella es muy bonita.
Un minuto después y alguien pedía hacer videollamadas conmigo. Era Elsa. La acepté.
—Hola.—musité sonriente.
—¡Hey!—soltó mientras me devolvía el saludo con una sonrisa—. Creí que no contestarías, deberías darme tu número.—peinaba su corto cabello entre sus dedos—. ¿Tienes planes para la noche?—negué—. Habrá una fiesta y quiero ir... bueno, necesito ir. Lorena está en casa de su abuelo, él es muy estricto así que no la deja salir a fiestas, tampoco es como si le gustara ir, ella odia...
No tenía ánimos, pero no quería quedarme en la computadora revisando los perfiles de cada uno de mis compañeros de clase. Debía obligarme a mí misma a salir de mi panal, así que la interrumpí.
— De acuerdo.
Suspiró con desánimo.
—Al menos debía intentarlo.—abrió sus ojos en sorpresa—. ¿Dices que me acompañarás? ¡GENIAL! Envíame tu dirección por inbox y me pasas tu dirección para buscarte. —estaba apunto de colgar—. Ponte un bonito vestido.
¿Vestido? Conclusión. Mala idea. Ya empezaba a arrepentirme, incluso pensaba enviarle un mensaje diciendo que no iría, que me había dado algo o cualquier invento de excusa para no salir y ponerme un vestido. Sin embargo le envié mi número.
De inmediato me escribió y la agregué.
—Podrás usar al fin el regalo de Mikel.—decía mi padre mientras regresaba a su despacho con voz juguetona, bebiendo un vaso de agua—. Puedes tomar dinero de mi billetera, cariño.
—Te morías de ganas por decirlo.—alcé la voz para que me oyera mientras miraba que sonreía.
Negué divertida.
El vestido que Mikel había comprado para mí en mi último cumpleaños era de un rosa pastel de tiras muy finas, tenía vuelos al final de los pliegues del mismo, ajustado en la cintura y busto, suelto y holgado hasta llegar encima de las rodillas. Me di un baño y peiné mi cabello, haciendo una trenza en las puntas, peinando mi flequillo hacia un lado y dejando algunos cabellos sueltos en mis orejas. Puse un poco de brillo labial en mis labios que tía Bianca me había regalado y que nunca había usado.
Hoy me olvidaría de todo.
De Kenny.
Una bocina se escuchaba desde afuera de mi casa a las siete y media. Me apresuré a bajar de inmediato con mi pequeño bolso, sin antes pasar por la habitación de papá y tomar veinte dólares para emergencia. En la puerta papá me esperaba junto a Elsa, ella estaba hablando con él muy divertida, parecía que a él le había caído muy bien en menos de una hora. Ella llevaba puesto un vestido blanco muy ajustado a su perfecta silueta, que le llegaba sobre las rodillas, una chaqueta corta de cuero negra, la cual hacía juego con sus botas.
—¡Estás bellísima!—los ojos de papá brillaban cuando lo dijo. Me hizo sentir especial, bajé la mirada intimidada por su reacción—. Cuídense. Jane, qué bueno que decidas salir con chicas de tu edad.
—Bueno.—corté—. Siempre habrá una primera vez, papá.
Elsa y yo nos despedimos de papá prometiendo que llegaría temprano y le marcaría si lo necesitaba. Subimos a su auto, el cual era un Hyundai blanco.
—Perdón por arrástrate conmigo.
Elsa manejaba muy bien y le agradecía a los santos del cielo que sí.
—¿Por qué? Quería salir de casa, estaba aburrida y no tenía nada que hacer. Incluso anoche estudié para el examen que tendremos el lunes, me salvaste de pasarla aburrida el fin de semana.—admití. No mentía—. Ahora dime ¿Por qué necesitabas venir?
Elsa se removió en su asiento algo avergonzada y rascó su cien al detenerse en un semáforo.
—Le debo algo a un idiota.—respondió apretando sus nudillos en el volante. Asentí para que continuara—. Si no venía me jodería todos los días ¿Recuerdas que estoy en teatro? Pues él no quizo estar y mis compañeras prácticamente me obligaron a suplicarle que se uniera a nuestro club, es muy popular en la escuela también, debes conocerlo.—Negé—. En fin, a cambio me pide que empiece a ser su chaperon cuando me llame, es un cretino.
—¿Trabaja en ese lugar?—pregunté. Su gesto lo confirmaba y sacudió su cabello molesta—. Debes odiarlo.
—Nos odiamos desde que tengo uso de razón.—soltó entrecerrando los ojos, pero muy concentrada en manejar—. Hoy fastidiaré a Arioc.—sonreía con malicia.
Aparcamos en un pequeño callejón y dejamos el auto estacionado. Elsa me lanzó las llaves del auto para que las guardara, luego de que ella bajara una bolsa con botellas de agua, las que le había pedido Arioc, nos encaminamos a la entrada.
—Hay una especial para él.—agregó mientras me explicaba—. Una de las botellas tiene dos laxantes.
Tomó una de las botellas y la sacudió, luego la regresó a su bolsa y yo hice como si cerrara mi boca y tirara una llave imaginaria.
—Soy una tumba.—sonrío divertida—. Espero que nadie muera hoy.
Pobre chico.
El bar tenía un aspecto algo sucio con un cartel en letras doradas por las luces que la encendían. Algunas personas estaban amontonadas en la entrada. Elsa me tomó del brazo para pasar por ellos, hasta llegar donde un hombre pequeño con aspecto cansado en la entrada.
—¿De nuevo te obligó?—preguntó sonriéndole, Elsa asintió con resignación.
—Jane, él es Marco. —nos presentó—. Sabes que no me encanta estar aquí, así que traje compañía.
—Arioc está donde siempre, —decía dándonos paso para ingresar—. Trata de no fastidiarlo esta noche. —Elsa giró sus ojos en respuesta.
Dentro del lugar estaba oscuro, excepto por las luces de colores tintineando, Elsa y yo nos sentamos en una de las mesas. En la tarima un grupo de cuatro chicos estaban preparándose para tocar. Todos comenzaron a aplaudirles cuando el baterista comenzó y el vocalista se preparaba a cantar. Tocaban una canción de Sam smith a un ritmo más rápido y deseoso de bailar.
Rápidamente, dejando nuestras cosas en la mesa, Elsa me lleva a la pista donde bailamos tres canciones, el ritmo era pegajoso y estaba encantada bailando, ambas meneábamos las caderas al mismo compás, nunca me había sentido tan feliz, nunca había bailado y pasado el rato con alguien que no fuera Kenny o mi tía. Elsa movía su cabello alocadamente, intentaba imitarla.
La presentación de ellos acabó con las cuatro canciones, las cuales poco a poco te hacían entrar en ambiente en aquel lugar, luego Elsa me arrastraba hasta llegar a una pequeña escalera, bajo ella hay una puerta verde, muy lejos de la pista de baile y el ruido. Parecía ser un sótano. La puerta se abrió cuando ella tocó tres veces con un ritmo incluido.
—¿Quién es ella? —preguntó un chico de cabello rubio como oro, se había recostado en la puerta y giraba uno de sus anillos en sus nudillos mientras me examinaba con sus ojos verdes. Era el baterista.
Ya lo había visto algunas veces en la escuela, pero sin el uniforme era otra persona.
—Soy Jane.—dije frunciendo el ceño al ver su postura de superioridad frente a nosotras.
Parecía no incomodarle a Elsa, lo manejaba bien. Lo empujó para que pudiéramos pasar. Él sonrió por eso. El lugar era un sitio pequeño con instrumentos musicales.
—Traje las botellas que me pediste.—Elsa le lanzó la bolsa con las botellas dentro—. ¿Algo más?
Arioc pasó sus ojos de ella a mí.
—¿Puedes dejarnos solos un momento, Jane? —preguntó abriendo la puerta para mí.
No lo pedía. Lo exigía.
—La verdad yo...
No quería salir y quedarme sola sin Elsa ¿Qué mierda debía hacer? ¿Ir a fuera dónde no conocía a nadie? No tenía opción él me arrastraría sino lo hago, lo notaba en sus ojos verdes esmeraldas, los cuales daban un poco de miedo ahora que los veía más cerca. Miré a Elsa quien suplicaba con la mirada que no me fuera, pero era ya tarde, Arioc me tomó del brazo y me sacó.
¡Bien! Perfecto. Estaba sola.
Subí los cuatro escalones de regreso arriba. Tenía sed y no quise pedir una de las botellas que tenía Elsa por miedo de que también tuvieran algún laxante. Parecía que se estaba preparando tres chicos en la tarima para tocar. Caminé hasta una de las mesas y me senté en una vacía. Diez minutos pasaron según mi reloj y Elsa no ha venido por mí ¿Habrá ocurrido algo grave? No, él tal vez tenga cara de asesino en serie, pero no sería capaz.
—¿Quieres tomar algo?—preguntó un tipo. Parecía mayor, tal vez unos treinta o veinticinco. Negué como respuesta y lo ignoré. Se sentó frente a mí—. Vamos nena, no muerdo. No sino quieres.
¿Qué diablos le pasaba? Seguí ignorándolo. Busqué en mis bolsillos mi celular para llamar a papá para que venga por mí si en cinco minutos no regresaba Elsa. No lo cargaba encima ¡Lo olvidé en el auto!
—Diablos. —espeté en voz alta.
Él se burló.
—Entonces sí hablas.—aseguró cruzando sus manos sobre la mesa—.¿Cómo me dijiste que te llamabas?
—No lo dije.
Sonrió. Mierda, había caído.
Toqué mis bolsillos por segunda vez y en el izquierdo recordé que guardé las llaves que Elsa me había dado. Iría por mi celular, así que antes de que el hombre me hablara, me levanté y salí. Para mí lamento él también lo hizo.
Marco, el de la entrada preguntó por Elsa, le dije que se había quedado dentro con el chico, mientras me percataba de que el mismo hombre de hace poco me seguía los pasos ¿O me estaba volviendo loca? Continué caminando por el callejón por donde habíamos aparcado. Sin embargo sentía que alguien me seguía, cuando giré el hombre venía tras de mí. Regresé la mirada al frente y apreté mis puños muy fuerte.
Sabía lo que pasaría, me encontrarían en algún lado tirada y en pedazos. Papá se lamentaría por eso. Se echaría la culpa.
Giré. Nada. Pero podía sentir algo...
Aún faltaba para llegar hasta el auto y se escuchaba un poco lejos el ruido de la música. Giré nuevamente por un ruido producido por hojas o pasto tal vez. No había nada. Inhalé. Regresé la mirada al frente nuevamente con miedo de no poder estar al tanto de mi espalda...
—¿Quieres morir?—preguntó. Mi corazón saltó al sonido de su voz perfectamente enojado. Kenny estaba parado bajo la sombra, se había quitado la gorra y su cabello resbaló de regreso hacia su frente—. ¿Por qué caminas...?
Corrí a abrazarlo por miedo, para sentirme segura. Si ese hombre estaba tras de mí y me veía abrazarlo se iría. Así que lo hice con mucha fuerza.
Sentí el golpe de su corazón contra el mío.
No dijo nada. Me apretó entre sus brazos, sosteniéndome por la parte de atrás de mi cabeza y envolviéndome completamente por la cintura con uno de sus brazos. Kenny tomó mi mentón con su dedo índice para que hallara su rostro, sus ojos cafés en la oscuridad eran avasallantes.
Ya, lo había perdonado.
—No quisiera ser un idiota contigo. —susurró cerca de mi rostro, podía sentir su respiración y el poco espacio entre sus labios con los míos me herían. Me quemaba—. Jane...
Lo besé. Como respuesta. Me puse de puntas sujetándolo del cuello y le di un pequeño y casto beso.
Me iba a detener ahí, pero no conté con que me empujara y me arrinconara en la pared. Lo miré, se veía el deseo en sus ojos, lo sabía. Porque yo sentía lo mismo. Lo había extrañado tanto que había olvidado mi dignidad en casa.
Y cómo efecto de imán, sus labios se unieron con los míos apasionadamente. Fue más poderoso que el beso en el sofá, sus manos resbalaron por mis muslos, subiendo por debajo de mi vestido, mi respiración se agitó al sentir su frío tacto sobre mi entrepierna, sin subir más, levantándome para apresarme en la pared. Su boca bajó a mi cuello nuevamente, dándome pequeños mordiscos en un camino hacia mi oreja.
—Creo que voy a joderte un poco más, Jane.—susurró en jadeo. Estaba segura que lo decía como una advertencia.
Las rodillas me temblaban.
—Puedo acostumbrarme.—respondí agitada.
Y es que nada más podría pasarnos ¿Qué tan difícil sería vivir esto diariamente? Pensé mientras tomaba su rostro entre mis manos para tráelos de vuelta a mi boca.
—¡Mierda!—exclamó alguien, quien nos dió la espalda de inmediato en la oscuridad, reconocía ese vestido y chaqueta.
De inmediato nos separamos avergonzados. Arreglé mi vestido y el escote. Kenny chasqueó su lengua en descontento.
—¿Quién mierda... ?—quiso preguntar con un tono molesto.
—Estaba buscándote por todos lados, Marco me dijo que te vió caminar hasta el auto así que fui pero no hallé nada. Por un momento creí que te había pasado algo. —regresó su mirada a nosotros—. ¿Este idiota no te ha hecho nada verdad? —le dió una mirada acusadora.
¿A parte de besar muy bien? Ya quisiera.
—Estoy bien.—respondí—. Él es...
Los ojos de Elsa se abrieron en sorpresa, en el momento en que un auto cruzaba en una esquina y su luz nos iluminara. Sí, ella estaba asombrada por quien estaba junto a mí, el chico problemas del que tanto se habla en la escuela.
—No debes dejarla sola.—la acusó de inmediato sin prestar atención a la cara de sorpresa que tenía—. Ella no sale muy seguido.
—No es mi niñera, Kenny.—respondí avergonzada.
—¿Ustedes son amigos?—preguntó. Luego Sacudió sus manos—. No, es mucho más, por cómo tú llevas el cabello y él la camisa.
—Puedo explicar eso, yo...—respondía, iba a justificarme.
Esperaba que algo pasara por mi mente para poder decir algo creíble, como la verdad, pero un grito desde lejos nos sobresaltó, era un Arioc enojado a toda prisa, tras Elsa.
—Mierda.—exclamó ella, arrugando su entrecejo—. Miren, no me expliquen.—me calló—. Primero debo salvar mi trasero, hice algo estúpido así que debemos irnos ahora.
—¿Los laxantes?—pregunté, Elsa asintió en lo que tomaba mi muñeca y me arrastraba. Kenny me detuvo sosteniéndome de la otra mano, me miro confundido ¿Lo dejaría así? Pues no tenía opción—. Lo siento, te llamo luego.
—Mueve el trasero, Jane.—sonaba asustada—. O me atrapará.
—¿Lo prometes?—sus ojos en mí me demostraban lo preocupado que estaba por eso. Asentí—. Bien, iré a tu casa.
¿Iría?
Al soltarme, Elsa y yo corrimos hasta el auto, me pidió inmediatamente las llaves y se las pasé nerviosa por cómo ella estaba. Entonces lo vi, Arioc venía corriendo tras ella, con una mano en su estómago, parecía furioso.
—Enciende, maldita sea.—canturreó, y al escucharla este encendió y arrancamos.
Giramos en una esquina con el acelerador a cien y pasamos un semáforo en amarillo. Elsa comenzó a reírse.
—Debiste verlo.—reía—. Querrá matarme el lunes, pero valió la pena.
Hoy, la noche valió mucho.
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