CAPÍTULO XII

Me encantaba este lugar, el piso tenía un café familiar y las ventanas una vista maravillosa. Era el quinto piso así que no podíamos esperar menos.

—Deja eso ahí, Kenny.—Mikel estaba sosteniendo una caja que decía <<libros de anatomía>>, mientras Kenny alzaba un mueble.

Mi hermano nos había pedido ayuda para su mudanza, resulta que su compañero le falló, al final él viviría sólo aquí, aunque no era algo que pareciera incomodarle.

—. Pueden descansar, no hace falta mucho.—dijo el amigo de mi hermano, Thomás era su amigo de la infancia, vivía en la ciudad desde que tengo uso de razón y le había dado su ayuda cuando se enteró que se mudaría sólo.

Todos nos lanzamos al suelo y miramos el techo del pequeño departamento.

—Ahora me dirás que te sucedió en el rostro.—exigió mi hermano pasándole una botella de agua a Kenny—¿Tú tuviste algo que ver?—me miraba como si intentara verme el interior.

—No.—aseguré—. Iba intentar ayudar pero...

—Pero es un asunto mío, Mikel.—dijo—. Ustedes no tienen nada que ver.

Mi hermano respiró profundo. Mikel sabía muchas más cosas sobre Kenny si hablamos de su familia, por ejemplo supe por mi pequeña intromisión hace tres años, que Kenny vivió con su madre casi un año, esas cosas no me las contaba a mí, tampoco era algo que le gustara platicar, pero Mikel suele ser muy entrometido y por eso lograba sacar en pequeñas cucharadas algo de mi mejor amigo.

—. Bueno yo debo irme.—interrumpí sacudiendo mi pantalón.

Aunque me gustaba estar aquí con tres lindos chicos, debía irme. Daren me había invitado el lunes a salir, ya tenía las entradas así que no podía fallarle.

—¿Dónde irás?—preguntó Mikel.

—. A una cita.—se burló Kenny—. No te hagas mucha ilusión.

—No es una cita.—recalqué—. Y no necesito explicarles lo que haga.

Tomé mi bolsa y salí de ahí.

Mentiría si dijera que no pensaba en eso, que era una cita. Pero si lo era ¿Cómo debía vestirme? Me hacía esa pregunta mientras me miraba en el espejo. Odio los vestidos y si me ponía uno moriría de frío en el cine, si dejo suelto mi cabello se alborota, si uso sandalias me incomodaría. No, definitivamente no debía pensar en esto como una cita, porque eso me está poniendo nerviosa.

—. Si sólo mi mamá estuviera aquí.—suspiré.

Me di un baño y puse crema en mi cabello, mi ropa era una simple blusa de botones sin mangas y unos jeans acompañados de unos zapatos. Recogí un abrigo negro de mi armario y salí con mi bolso.
Habíamos quedado en vernos en una parada de autobús.

Él se había dado un baño, su cabello aún lucia húmedo y revisaba su celular, al verme lo guardó y me sonrió. Me regaló una sonrisa divertida, ya no parecía el intimidante chico que había estafado, aún recuerdo el frustrado rostro que me mostró el día que me obsequió noventa dólares.

—Te ves muy bonita.—soltó.

—Gracias.—respondí en balbuceos—. Tú igual, bueno... siempre luces lindo.

Sonrió.

Caminó hasta la acera y me pidió que me pusiera un casco. Se montó en una moto roja y luego se puso su casco.

—¿Quieres que monte?—pregunté desconcertada—. ¿Cómo manejas una? Parece carísima.

—. Sube ya, Rabay.—extrañamente mi apellido en sus labios sonaba a una entonación aguda pero hermosa.

Monté por primera vez en este transporte que tanto miedo me da. Enredé mis manos en su cintura. Sintiendo, luego de que nos pusimos en marcha,  su respiración agitada, esperaba que no escuchara a mi nervioso corazón en ese instante.

¿Cómo esta simple situación podía embellecer la ciudad?

—¿De quién es?—pregunté cerca de su oído.

—Mía ¿No lo parece?—respondió. Sonreí.

Veinte minutos y llegamos a la estación del centro comercial. Quitó el casco de mi cabeza y me ayudó a bajar de la moto, brindándome su mano para sostenerme y no caer.

—¿Pedimos algo para comer?—preguntó.

—Pero las pagaré yo.—agregué—. Tú ya haz pagado las entradas.

—Rabay, trato de impresionarte.—¡Dios! Su voz—. Así que pagaré hoy, tal vez la próxima invites tú.

¿Impresionar? ¿La próxima? Se alejó para pedir las palomitas y las bebidas, dejándome con mis pensamientos a solas. ¿Podría pensar que me está coqueteando? Daren es lindo, aunque a penas lo conozco, sé que sí le doy la oportunidad, sería una linda historia. Bueno... no es como si en mi vida se hayan escrito muchas, la única permanente ha sido la de Kenny.

—¿Vamos?—se acercó con una sonrisa de complacencia.

Entramos a la sala y nos sentamos en medio, Justo al final. La película estaba empezando, me acercó algunas palomitas y me dió mi bebida. Los créditos comenzaron justo cuando en mi celular llegaron mensajes.

Era Kenny.

Varios minutos después:

Otros dos mensajes:

El último mensaje pretendía jugar con mi dignidad. Adjuntando foto:

—¿Sucede algo?—preguntó Daren a mi lado.

Negué, luego tomé la decisión de apagar el celular.

La película era muy romántica. A lo mejor Daren creía que era mi tipo de gustos, pero la verdad es que me gusta ver sangre y armas en escena. Por eso la idea de una película de zombies me tenia lejos de la pantalla. Daren estiró su brazo para tomar algunas palomitas. Giré a verlo un instante.

Era lo que siempre quise, un chico a mi lado. Que sonría mientras vemos una película, aunque sea mala y de poco presupuesto. Así que sí, sí este era la situación donde pasaría o llegaría a algo. No me negaré.

La película terminó. Salimos de la sala riéndonos de la última escena, a pesar de que era algo trágica.

—Creo que la próxima iremos a ver algo con cinco estrellas.—dije. Luego callé, porque no estaba segura de sí habría una segunda vez.

—Me encantaría.—sonrió.

Se acercó un poco hacia mí y su mano se posó en mi mejilla, su tacto era helado y olía a palomitas. Llevó uno de mis mechones hacia mi oreja. Cada roce era una punzada.

—Odio mi cabello.—dije en el silencio incómodo, sobretodo por mi nerviosismo y mi miedo a callar en momentos así—. A veces se alborota y por más que me sujete con una...

Sus labios eran suaves. No como la naranja en la escuela con la que practicaba, sabía dulce y perfecto. Él había cerrado la ojos así que lo imité. Este era mi primera vez con un beso. Y me alegraba que Daren lo haya hecho.

—Discúlpame.—susurró aún cerca—. Pero tu cabello me encanta.

—Entonces a mí igual.—agregué nerviosa y con la respiración agitada.

Tomó mi mano y caminamos hacia su motocicleta. No tenía idea de cómo mis pies, los cuales parecían gelatina se estaban moviendo, pero agradecía que funcionaran, aún después de ese beso.

Colocó el casco en mi cabeza, montamos la moto. Llegamos a mi casa a las Diez de la noche.

Las luces de la casa estaban apagadas.

—Gracias por hoy.—dijo.

—No, gracias por invitarme.—dije. Mierda. ¿Qué se supone que diga?

Sonreímos al mismo tiempo. Estaba muy nerviosa.

—Nos vemos el lunes en la escuela. —agregué de inmediato.

—Tal vez te escriba este fin de semana. —sus cejas se arquearon—. Quizá mañana y pasado mañana.—dijo—. Buenas noches, Rabay.

—Adiós.—sonreí.

Lo ví marcharse. Luego caminé hasta mi portal como una loca sonriéndole a la nada. Había besado por primera vez a un chico y este no era un nerd de quinto año que hizo alguna apuesta. O eso esperaba yo. Abrí la puerta de la casa mientras tarareaba una melodía que mi cerebro había inventado. La luz del despacho de papá estaba encendida, estaba trabajando en algo de seguro.

Cuando ingresé a mi habitación, las luces estaban apagadas, pero cuando las encendí alguien dormía en mi cama. Kenny estaba en la mitad de ella. Papá solía dejarlo dormir en la habitación de invitados en la casa anterior. Esto era nuevo o raro.

Fui a darme un baño mientras aún sentía los delicados labios de Daren y sonreía como un atonta. Me puse mi pijama morada y regresé a mi habitación. Subí a la cama y salté en ella con la intención de levantarlo, no despertó.

<<Sí, esto era lo mejor.>>Me dije.

Kenny me llegó a gustar hace mucho tiempo. Ahora ya podía por fin dejarlo claro con Daren. No sentía ni sentiría nada por él.

—¿Por qué demoraste?—dijo somnoliento y con los ojos cerrados. —¡Diablos!—exclamó en susurro algo divertido al abrirlos— llevas un nido de pájaros como cabello.

—¿Qué haces durmiendo aquí? —pregunté molesta, en lo que peinaba mi cabello.

—Tú papá dijo que durmiera en el piso con algunas sábanas, pero mi espalda tiene problemas así que me metí en tu cama.—susurró como respuesta, luego tiró de mí hacia él, frente a su pecho.

Lo empujé como respuesta. Él se giró dándome la espalda, resignado a no querer abrazarlo, era su juego.

— No es como si esto fuera una tentación, Jane.—dijo.

—¡Ya lo sé!—respondí.

No, no debería serlo.

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