CAPITULO XI

Las clases había comenzado y estaba apunto de quedarme dormida cuando escucho mi apellido.

—Señorita Rabay.—exclamó molesta la profesora de química—. ¿Estaba durmiendo en mi clase? —eso sonaba a una aseveración.

—Bueno...Yo...—balbuceaba ¿Debía decir la verdad? ¿Que sus clases son sumamente aburridas y que Química no es solamente la tabla periódica? Podía agregar también que mi vida iba muy mal hoy en día ¿Era una mala idea?

—Ha estado sintiéndose mal desde la mañana, profesora.—comentó Daren, tenía la mano levantada. Sólo lo volteé a ver cuando estaba por bajarla.

La profesora me miró malhumorada, he intenté actuar lo más enferma que pudiese, miró a Daren. Luego continuó molesta:
—Acompañe a su compañera a enfermería.—dijo, dando pasos firmes hacia el pizarron.

Caminamos fuera del salón.

—No debí jugar hasta tarde ayer.—susurré de camino a la enfermería.

—Ahora me debes una más.—sonrió complacido caminando a mi lado.

—Pues dime lo que desea usted.—bromeé con voz gruesa—¿Qué desea el noble caballero inocente?

—Si lo dices así...—dijo mientras cruzaba sus brazos, paró en seco.

—¿Pedirás de nuevo que pague tu almuerzo?—pregunté resignada. A penas tenía para el mío.

—Algo más fácil.—admitió—. Tengo dos entradas para el cine, así que me acompañarás.

—No parece eso una pregunta.—comenté. Crucé los brazos en lo que le sonreía.

—Porque es imposible que digas que no.—sostuvo—. La verdad no planeaba decirlo así, pero no podría perder esta oportunidad.

—De acuerdo.—giré los ojos fingiendo resignación y complacencia, aunque la verdad no me disgustaba la idea.

Daren se marchó mientras me sonreía.

El timbre sonó como resultado de que las clases habían terminado por hoy. Había pasado la mayor parte del tiempo en la enfermería reponiéndome del sueño, menos mal la enfermera había cumplido años con su novio, complaciendo mi deseo y poca insistencia en quedarme en una de las camas recostada. En la salida Elsa apareció y me tomó de la mano, me preguntó cómo estaba y admití que no era nada grave o letal. Ella había traído mi bolso con mis cosas.

—¿Crees que sería perfecta para el papel de Jo?—preguntó sin más.

—¿Harás la audición? —pregunté. Asintió.

La escuela hace ferias de arte cada año, era un dato nuevo para mí, debido a que en mi anterior escuela lo único que hacíamos eran ferias de tecnología. Elsa me hablaba del tema de la obra que se presentaría este año, se debían hacer audiciones para el papel de las hermanas del libro "Mujercitas".

—Pues eres perfecta para él.—respondí. No mentía y la había visto últimamente undida en ese libro cada día.

—Hoy empiezan las audiciones y tengo pánico que se me olvide alguna letra. —respiró profundo—. Debo ser yo. —aseguró—. Mis padres vendrá a verme.

Sonreí.

—Sé que parece una exageración, pero quiero dedicarme a la actuación cuando me gradúe así que debo mostrarles a mis padres que no será una decepción.

—Apartando la absurda idea de convencer a tus padres de algo que ya has decidido, —tomé su mano—. Lo vas a lograr.

—Sí, esperemos a que...— Elsa se detuvo.

Tiró de mi mano para esquivar a algunos chicos que corrían a ver lo que sucedía a dos metros de nosotras. La multitud hacían una ronda al final del pasillo. Gritaban monosílabas y reían todos al mismo tiempo, como si en medio de la escuela se haya creado una mesa de luchas.

—. Ya se estaba demorando. —escupía Lorena mientras lamía una paleta roja de caramelo—. El chico problemas.

—Suele tener ataques de ira. —susurró Elsa.

Intenté entrar en la multitud de inmediato al escuchar que era él quien estaba ahí, planeaba sostener al maldito por su corbata, porque en serio se estaba lastimando, lo peor es que dejaba que lo golpearan. No trataba de levantarse del suelo o esquivar los golpes. El chico moreno que parecía más alto que él lo pateaba desde el suelo, Kenny sólo sonreía. Cómo idiota. Estaba acercándome. Cuando ya estaba cerca para detener la riña, la tal Miley toma al gigante de la camisa y lo empuja.

—¡¿Qué rayos crees que haces?!—su rostro se enrojeció de furia—. ¡Por Dios! Kenny, levántate.

—Él me debe, Miley.—soltó el moreno. Escupió hacia Kenny—. Y sabes lo que sucede.

—Y Dije que te lo pagaría, ¡MALDITO IMBECIL!—exclamó Kenny al levantarse.

—¿Y ustedes qué?—gritó Miley enfurecida al ver a la multitud, incluyéndome, alrededor presenciando aquel extraño momento—. No hay nada que ver aquí, largo.

¿Quién era ese? Veía su rostro, pero la mirada que mostraba era como si estuviera perdido dentro de sí. Tomó a Miley de la mano y se alejaron. Menos mal era la salida y algunos de los maestros prefirieron hacerse los ciegos.

—¿Ahora crees que es el chico problemas?—Susurró Lorena, cruzaba su brazo izquierdo por mis hombros.

Todos tenemos algo de problemáticos. Y sé también que los malentendidos siempre se crean por personas que confunden una situación como esta. Kenny y yo nos enfrentaríamos por algo como esto, además el no había dado ningún golpe, así que no.

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