CAPITULO VII
El viernes había llegado y la profesora nos tomó una lección sorpresa como nota adicional para nuestro semestre. Gracias a Dios Daren y Kenny me habían explicado ciertas cosas, así que había llegado preparada.
—Es injusto que haya tomado algo sin previo aviso.—se quejaba Lorena al salir de la escuela.
Esta vez caminaba con ambas chicas hasta un cyber donde servían, según su experiencia, deliciosos helados caseros en el centro de la ciudad.
—Así hubiera dicho algo, estoy segura que no hubiéramos estudiado.—admitió Elsa—. Deberías relajarte.
—Se supone que mis notas deberían subir este año.—su rostro parecía sensible y a punto de llorar—. Soy pésima en matemáticas.
—Podríamos estudiar juntas. —comenté. —. Ya que nos da la misma profesora.
—. Ya lo hemos intentado. No funciona.—soltó Elsa—. A veces sólo somos buenas para ciertas cosas, yo por ejemplo no entiendo porqué las matemáticas me servirían para ser actriz.
—¿Eso harás cuando te gradúes?—pregunté asombrada.
Es hermosa, algo deducible pero con su personalidad imposible de imaginar.
—. Ella suele salir en algunos comerciales de televisión.—respondió Lorena.
—. ¡Es genial!—exclamé—. Ahora que lo mencionas, te recuerdo en uno. ¿Eres la chica de las bebidas de chocolate?
—No puedo creer que sea el que te llegó a la mente.—contestó avergonzada frunciendo y cerrando sus ojos—. Es el peor de todos, ahí tenía doce años.
—¿Bromeas? Le pedía a mi hermano que me comprara de esos todo los días por ti. —dije.
Resulta que mi amiga imaginaria era esta chica. No tenía amigas cuando cambié de casa y sólo hablaba por correo con Kenny, por lo que creer que esta chica era mi amiga era mi forma de fingir que era feliz.
Lorena iba a decir algo, cuando nos tomó de las muñecas y tiró de nosotras hacia un tanque de basura verde y tapaba nuestras bocas en lo que fisgoneaba a un chico que sólo se veía su espalda desde donde yo estaba. Quité su mano.
—¿Qué ocurre?—pregunté. Estaba intentando no molestarme por su contacto.
—Es el chico problemas. —nos informó—. Está con un hombre, parece que le grita.
—Debe ser su papá. —agregó Elsa.
Las dos nos asomamos. El hombre que tenía una mano en sus caderas y la otra en su frente le gritaba y Kenny le contestaba al mismo tiempo. Parecía de tal vez unos cuarenta años, muy parecido a él, seguramente la conclusión de Lorena era cierta.
—¿Qué le estará diciendo?—se preguntó Lorena.
—De seguro agotó hasta a su papá con la vida que lleva. —agregó Elsa.
—No lo conocen.—respondí molesta.
Ambas giraron a verme asombradas por defenderlo.
—Quiero decir que no saben si es por culpa de su papá o algo así, no todo es culpa de él chico problemas.
—Nena, por eso es su apodo.—contestó Elsa—. Todos los años pelea con cualquiera que le dice algo que lo irrite. ¿Te le cruzabas? te golpeaba. ¿Lo mirabas? Te golpeaba. Todo fuera de la escuela claro, el alcohol, las drogas... Además el director no lo puede expulsar.
—Su papá es quien da dinero extra a la escuela.—susurró Lorena.
—Debo irme a casa.—respondí de inmediato. No iba a quedarme a escucharlas hablar de alguien que conocía mejor que ellas.
Caminé dejándolas fisgonear a Kenny y su papá, no me siguieron y agradecí que no lo hayan hecho. Revisé mi celular y usé Googlemaps para intentar llegar a casa. Estaba a punto de tomar un taxi.
—¿Jane?—susurró una voz en mi espalda.
Llevaba un vestido azul y zapatos negros, su cabello rizado estaba hasta sus caderas. Siempre había cortado mi cabello para no parecerme a ella. Era hermosa. Seguía siendo hermosa.
—. Te haz vuelto muy hermosa.—su mirada parecía como si me haya extrañado todo el tiempo y su sonrisa era encantadora. Como si estuviera viendo algo preciado que le hayan quitado, más no a algo que haya decidido abandonar.
Al bajar mi mirada un pequeño niño con un juguete entre sus manos me miraba temeroso. Su cabello era como el de mi hermano, rizado y con tonalidades rubias, aunque sus mejillas estaban llenas de pescas y su piel era blanca, de seguro como su papá.
No respondí cuando habló, sólo subí al taxi. Esperaba en serio este momento, verla y decirle todo lo que había planeado, pero no pude. Este nudo en mi garganta se soltó cuando llegué a casa.
¿Cómo en esta gran ciudad la pude encontrar? Después de seis años, está era la forma que jamás hubiera imaginado que la vería. Porque jamás pensé buscarla o cruzar la más mínima mirada. La odiaba tanto, la despreciaba con mi alma. Pero al menos sé que ha sido feliz hasta ahora.
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