CAPITULO V
Su auto olía a cigarrillo y una combinación de perfume caro intentando ocultar lo anterior. Estábamos en un semáforo rojo de camino a... En realidad ni siquiera había preguntado dónde íbamos.
—¿Tú fumas?—pregunté incrédula cuando el semáforo se puso en verde. No contestó—. ¿Por qué nunca habías llevado este auto? Parece caro, hubiera sido genial que...
—¿Dónde vives ahora?—cuando por fin habló sonaba molesto.
—Se supone que a media hora de la escuela, pero haz dado tantas vueltas...
—¿Por qué mierda no me dijiste que estarías en mi escuela? ¿Por qué?—frenó a raya cerca de una vereda.
—¿Me lanzaras fuera del auto y esperarás a que un camión me aplaste? Porque lo merecería. —intentaba hacer que deje de verse tan serio. Estaba asustándome.
Respiró un poco.
—¿En la calle doce?—dijo sin más. Afirmé. Era justo esa calle.
Anduvimos veinte minutos en silencio en lo que él inhalaba aire cada cinco minutos y yo intentaba no reírme por lo dramático que estaba actuando. Le señalé donde debía girar si quería llegar a mi casa. Una pequeña ubicada en la esquina de una cuadra de color blanco y pequeño patio delantero.
—Te espero dentro.—dije.
No le pregunté. Se lo ordenaba, estaba actuando como si le haya ocultado algo inmenso, un cadáver tal vez. Abrí la puerta y la dejé así para que él pasara. Fui a la cocina y saqué del refri una lasaña que puse en el microondas para servirnos. Tomé dos bazos y serví jugo de mora.
Estaba parado en la sala algo desconcertado aún. Luego se sentó en el sofá que antes estaba en mi antigua casa.
—Sí quieres que me vaya, es imposible.—Solté. Le hizo ademán para que se sentara junto a mí en la mesa, con los platos de lasaña servidos.
—¿Por qué?—preguntó de inmediato, sentándose frente a mí.
—¿Quieres que me vaya?—pregunté herida.
—Es decir... ¿Cuándo llegaste?
—Hace una semana.—respondí. Estaba apunto de hablarme—. Sí, se que hablamos ayer, pero ya era tarde. Entonces pensé qué tal vez podía darte la sorpresa en la escuela.
Le mentí. Intentaba pasar desapercibida.
—¿Quién era el otro chico?—le dió una cucharada a la lasaña—. Parecían muy cercanos.
—Lo conocí en la librería hace un mes.—dije riendo—. Pero hoy lo vi por segunda vez.
—Creo que le gustas.—comentó tomando un sorbo de jugo—. No me cae bien.
—. Nunca me ha importado lo que pienses.—respondí divertida.
La puerta sonó y papá apareció.
—¡Kenny!—exclamó emocionado papá—. Menos mal te habló, ya no estarás tan sola por las mañanas cuando te vayas.
—No será mi expreso personal, papá. —respondí.
—¿Cómo está señor?—preguntó por cortesía, estaba volviendo a ser el que conocía.
Papá se sentó junto a nosotros y terminó mi lasaña mientras conversaban acerca de fútbol y lo bien que había ido su primer día en el trabajo. No hizo falta que le explicara a Kenny qué hacíamos aquí después de todo, papá lo puso al día. Él lo escuchaba mientras sonreía en ciertas partes divertidas. A las cinco de la tarde se marchó. En la noche no me llamó, tampoco dejó un mensaje como siempre o envió un stiker de mi cara con alguna frase idiota.
Una semana después de eso había pasado. En la mañana papá ya se había marchado y me había hecho el desayuno, que comí rápido hasta llegar a la parada del autobús, Elsa estaba al final con Lorena así que me quedé donde estaba para no oírlas hablar de lo que parecía su tema de siempre.
—Dinero.—susurró alguien.
Tomó mi mano y tiró de mí hacia su asiento, cediéndomelo. Era Daren. Puso su maleta en mi regazo y continuó leyendo el libro, esta vez sosteniéndose.
—No tienes que darme el asiento.—dije.
Hizo un gesto para que mirara hacia atrás sin quitar la mirada del libro, un anciano con un bastón levantaba las faldas de las chicas mientras se bajaba del autobús.
—. Espero que sólo sea yo quien lo ve de esta manera—susurró—. O la próxima vez meteré su bastón donde no le da la luz.
Las clases fueron completamente agotadoras, la profesora de matemáticas había enviado veinte ejercicios de lógica con tres variables y debíamos entregarlo el viernes. Era pésima para los números, menos mal tenía a Kenny por videollamadas cuando estaba en mi otra escuela, ahora lo tendría más cerca.
—Es injusto que sean para el viernes.—se quejaba Elsa en el almuerzo. Había salido con ella y Lorena sólo por coincidencia, Daren se había desaparecido.
—. ¿Ya saben lo que dicen en los pasillos de la escuela?—ahí iba Lorena, era lo que siempre esquivaba en la vida.
—Debes de dejar de repetir todo lo que dicen por ahí, a veces te aguanto porque no tengo a nadie más. —dijo Elsa.
—El chico problema de la clase B tiene una novia secreta.—susurró, aun cuando Elsa la había detenido—. Miley está furiosa porque ayer en la tarde se debían encontrar y él nunca llegó, me lo dijo Susan cuando fue al centro y la vió furiosa llamándolo por el celular.
—¿Novia? ¿Ese cretino?—dijo Elsa con ironía—. Nadie con un poco de amor propio saldría con el problema de la clase B, sólo Miley puede aguantar su egocentrismo y mal carácter de niño rico.
—¿Tú que piensas Jane?—preguntó Lorena viéndome como si mi respuesta sería el reconforte de ese problema.
Deben estar hablando del mismo de la otra vez.
—¿Y quién es ese chico?—pregunté, aunque no quería hacerlo.
—¿Cómo no lo sabrías? Ayer tuviste un accidente con ellos. —soltó de inmediato. —. Miley está muerta por él desde la escuela, pero él siempre se va con su familia en vacaciones, o al menos es su excusa para verse con su novia secreta. Los rumores dicen que ella está en nuestra escuela.
—¿Quién sería novia de alguien en secreto?—dijo Elsa—. Sólo si se avergüenza del chico problemas...
—A las chicas de nuestra edad nos gustan los que tienen problemas—interrumpía Lorena—. Es muy excitante y sexy para la vista.
—¿Hablas de Kenny?—pregunté incrédula.
Ese dato me había dejado pasmada. ¿De verdad están hablando de mi mejor amigo en un contexto diferente del que yo conozco?
—¿Y de quién más? Pero no lo llamamos por su nombre.—respondió Elsa.
—Es el chico problemas de la clase B, aunque también puedes llamarlo la tentación de la escuela. Todas babean y quieren con él, pero a la única que no la ve inferior a sus estándares es a Miley. —agregó Lorena—. Nosotras tres seríamos las últimas a quien él les hablaría.
—Lo único rescatable de ese tipo es que tiene buenas notas.—dijo Elsa.
—Después de él Andrea la de nuestro curso.—continuó Lorena—. Los dos son de los mejores promedios.
La campana dió por concluida la media hora de almuerzo, todos caminaron a sus cursos. Antes de hacer lo mismo y seguir a las dos chicas con las que estaba, fui hacia los baños para poder pensar lo que había oído hace poco.
¿Kenny juega con las chicas? ¿Las trata mal? ¿Las manipula? Ese no era el Kenny que yo conocía. No era el que vi llorar a los once años en el parque, el que va a verme los fines de semanas o con el que juego videojuegos hasta las dos de la mañana.
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