CAPITULO IV

Las clases dieron pausa para la hora del almuerzo, no quería moverme de ahí. Las chicas y los chicos no me prestaron la misma atención que a Daren, ¡Gracias al cielo!, sin embargo Andrea no era una de ellas, se acercó hasta mí y se sentó mostrando sus dientes. Después de un incómodo silencio en lo que me miraba como si me examinara, dijo:

—Tú nombre es Jane ¿Verdad?

—¿Y tú eres?—solté. Debía hacerme la tonta al igual que ella.

—Andrea, sí necesitas ayuda con algo puedes decirme.—dijo, luego se marchó. Estaba segura que me recordaba, iba con prácticamente mi pijama y tal vez no me peiné ese día, pero no era como si me viera diferente ahora.

Salí del aula esperando que en alguna parte me encontrara con él, no hablaba de Daren esta vez. Lo que más miedo me daba era este ser que conocía de toda mi vida, pero que jamás había pertenecido en su mundo, aunque sabía que era la persona más dulce que había conocido. Ya me sentía mal por no decírselo. Fui por mi almuerzo, intentando pasar desapercibida. Hice mi fila y tomé lo que comería. Estaba a punto de regresar a mi aula...

—¿A dónde vas?—era Daren, me había tomado por el hombro—. Mi almuerzo cuesta cinco dólares.

—¿No te alcanzas los bolsillos o qué?—respondí. Quería moverme de ahí y él lo estaba evitando.

—Suenas como si fueras tú a la que le robaron.

—Deberías dejar de ser crédulo. Eso no es culpa mía. —sonreí dando dos pasos, los cuales serían mi perdición, lejos de él.

—¡Mierda!—masculló alguien.

No había contado con que este lugar era muy reducido y que una chica caminaba junto a alguien directamente hacia mí, mi plato del almuerzo calló encima de él y salpicó en el cabello de ella. Todos miraron asombrados. El silencio se podía sentir en mi estómago.

—¡¿ Eres retrasada acaso?! —se quejó ella limpiando al chico, que se había inclinado a limpiar su pantalón, con las mangas de su abrigo.

—Déjalo.—masculló él enojado, mirado el desastre que se había convertido.

—Eres tonta, esta ropa es nueva. —me gritó. Quería llorar.

—Lo siento, dime cuánto cuesta yo...

¿Por qué no lo noté antes? Su cabello era como una fotografía en mi cabeza. Se suponía que lo podía reconocer hasta de espaldas. Estaba a punto de sonreírle y decirle—hola, luego la llevas a casa y te la lavo—Pero estando al lado de esa niña, con postura desafiante y viendo que todos parecían tenerle algo de miedo me detuve. Cuando alzó su rostro hacia mí sus ojos se abrieron, pero sus labios apretaron como si se tragara las palabras.

—Fue un accidente—intervino Daren, sonando firme—, si conocen cómo utilizar una lavadora no les será difícil quitarle la mancha de salsa.

—¿Y tú quien eres? —preguntó ella algo ofendida por el comentario.

Yo no quitaba mi vista de Kenny, y ni él de mí.

— No es para tanto, Miley. —Kenny la tomó de la mano y siguieron caminando.

Todos murmuraron y luego continuaron en lo suyo.

—Tú tienes más salsa en tu camisa.—Daren tomó servilletas de papel y comenzó a limpiar uno de mis brazos que había sido bañado de salsa blanca.

—Gracias. —le dije.

Aún no podía procesar lo que había pasado. ¿Fui ignorada por mi mejor amigo? Puedo entender que se haya molestado por elenco de no haberle dicho que terminaría la secundaria aquí, pero ¿Tratarme como una desconocida? Tampoco es que esperaba que corriera y me abrazara, no es así ni yo tampoco.

—Lo llamaré y le explicaré luego.—pensé.

—¿A quién vas a llamar?—preguntó Daren a mi lado confundido, pero no insistió, más bien intentaba que la salsa desapareciera de mí blusa.

Regresamos a clases, luego de que fuera a limpiar mi blusa en el baño y comiera la mitad de su almuerzo. En la última hora, después de que el timbre dara fin a las clases por hoy, mi celular sonó.

[Sala de profesores, última hora] era el mensaje que Kenny había enviado.
[¿Dónde diablos queda eso.] respondí, a penas conocía el baño y donde almorzaré todos los días. [Debo ir primero a la dirección. ¿En qué año creen que estamos para pedir carnet al ingresar? U-U] Aún no superaba aquello.
[Avísame cuando salgas d dirección.] escribió.
[.l.] Respondí.

—¿Tomarás el bus de la mañana?—Elsa se había acercado para irnos juntas, Lorena, quien estaba en otro salón estaba esperándola.

—Debo ir a dirección.—respondí.—. ¿Mañana?

Elsa me sonrió y afirmó con la cabeza, despidiéndose con su mano. Ya todos se había marchado, incluso Daren. Fui hacia la dirección y una mujer de tal vez cincuenta años estaba en el escritorio. Le dije acerca de mi carnet y di mi nombre completo, me pidió que esperara, lo que se volvió media hora. Mi celular se había apagado, así que no podía ver el último mensaje de Kenny.

—Pasa.—me dijo con voz cansada. —Siéntate ahí.
El director parecía no estar y el lugar se había convertido en un set de fotografías para cédulas.

—¿Tomará mi foto ahora?—pregunté incrédula. No estaba preparada para eso.
No parecía que me respondería, porque era lo obvio. Me senté e intenté sonreír a la cámara. Una máquina sonó expulsando cuatro fotos tamaño carnet que la señora tomó y recortó. Me pidió esperar a fuera, cuando ella salió me dió un carnet donde aparecía una chica de cabello castaño y ojeras del tamaño de un mapache. Era peor que eso.

—Gracias. —respondí intentando no sonar asqueada por mi propia cara.

La guardé al fondo de mi maleta, jurando jamás ponerla alrededor de mi cuello.
La escuela parecía un desierto a esta hora. Los únicos que rodeaban por ahí era algunos profesores. Caminé por los pasillos, revisando lo grande que era la escuela hasta llegar a la puerta principal.
Al salir un auto negro estaba estacionado frente a mí. Parado al costado de éste estaba un chico, con el mismo uniforme que había visto antes sucio, cruzado de brazos y con una mirada que podía encender alguna parte de mis extremidades.

—¿Qué diablos haces aquí, Jane?—soltó.

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