CAPITULO III

No le había dicho absolutamente nada. Sabía que se molestaría por eso, pero no quería pensarlo mucho porque de todas formas ya no me podía retractar, me había mudado con papá hace una semana, el resto de nuestras cosas llegarían el viernes y mañana sería mi primer día de clases.

Kenny me hablaba de sus últimos días en la casa de playa de su mamá y los comparaba con los otros días de vacaciones con su papá en casa de su madrastra los cuales según él eran igual de horribles, mientras jugábamos una partida de LOL en la computadora.

—¡Nooo!—exclamó al ver que mi avatar lo acabó de inmediato—. ¿Desde cuando te volviste buena en esto? ¿Pasas todos los días en tu habitación, cerdita? Debemos conseguirte novio.

—Puedo seguir así todo el día y jamás aceptarás que te gano porque eres malo en todo. —respondí girando los ojos ofendidos por su comentario.

—Algunas chicas dicen lo contrario.—se lo oía reír del otro lado de mis audífonos.

— ¡Qué asco!—exclamé.

—Debo irme.—seguía riéndose—. Debo salir con alguien a comprar los uniformes del colegio.

—¿Por qué esperas el último día?—dije.—Nos vemos luego.

—Te hablo el sábado.—colgó.

Podía haberle dicho que estaba en su misma ciudad, pude decirle hace una semana que me acompañara a por mi uniforme, el cual es horrendo por cierto, pero preferí seguir como siempre, sólo decirnos lo que queríamos que el otro sepa, tal vez se lo cuente el sábado y salgamos a tomar algo luego de sus clases y de las mías.

Entonces fui a dormir, luego de que papá llegara a las ocho de la noche.

Cuando mi alarma sonó yo ya había despertado. Me puse la falda de tablones azul, la camisa mangas largas, junto con los zapatos negros y medias blancas largas. Preparé el desayuno para papá y el mío. Insistió el dejarme a la escuela, pero no quería que fuera conmigo.

—Sí te pierdes me envías la ubicación por mensaje, cariño.—me pidió aceptando que me fuera sola.

—Sólo son treinta minutos como mínimo, papá—contesté dándole un beso en la mejilla, tomando el dinero para el autobús y mi almuerzo—. Te veo en la noche.

Así, llegué justo para tomar el autobús. Estaba repleto de alumnos con mi mismo uniforme. Parecía expreso escolar sino fuera por las cuatro personas que vestían para ir a su trabajo. Caminé hasta al fondo del pasillo y me quedé ahí.

—Es obvio que él sólo está con ella por ser la más bonita—decía una chica en uno de los asientos al final—. Dicen que se acuesta con las de segundo y tercero sólo por su apariencia y que ella hace lo mismo, como si fuera una competencia entre ellos.

—No creas lo que dicen, Lorena.—le decía la otra chica.

—¡Pero es verdad! Aunque si fuera con él no me importaría ser un objeto, él está muy bueno, no me molestaría caer en esa tentación.

Y la conversación seguía con lo mismo, alabando a alguien que seguro era el peor de todos, aceptando la idiota idea de que sean tratadas así porque el chico "esta muy bueno". Pasaron cuarenta y cuatro minutos hasta llegar al fin a mi destino, donde todos se bajaron empujando para llegar primeros a la puerta. Fui una de las últimas en salir para no terminar aplastada.

Caminé una cuadra, siguiendo a la multitud de alumnos con mi mismo uniforme hasta llegar a la escuela "Miguel Jaramillo", donde un profesor revisaba los carnet de los alumnos al ingresar.

—¿Y el tuyo? —me preguntó.
¿Qué se suponía que debía llevar? A duras penas sabía que mi clase era la A, ¿Ahora también debía saber que debía llegar con un carnet estudiantil?

—No señor, So-so-soy nueva. —fue lo que tartamudeé. Preguntó mi nombre después con cara de que estaría mintiéndole:—. Jane Morales.

—Al final de clases vas a dirección y pides tu foto de carnet, si aún no te la haz tomado. —dijo molesto—¿Sabes qué curso te tocará?—dije que era de último año "A" con nerviosismo. Parecía que me amarraría en la punta de la bandera y me sacaría los órganos frente a todos. Miró alrededor y levantó su mano señalando a alguien a mi espalda—. Elsa, por favor muéstrale tu clase. Es nueva.

Giré y Elsa era la chica del autobús que escuchaba a la tal Lorena. Su cabello era corto hasta su clavícula y tenía los ojos grandes debajo de su cerquillo, lo que la hacía ver intimidante al igual que tierna e inaccesible.

—Debería darme puntos por esto también profesor. —bromeó mostrándole su carnet y cruzando la puerta principal—. Sígueme.

Subimos unas escaleras en el segundo edificio.

—¿El profesor siempre es así?—pregunté.

—El mes pasado se casó. —respondió—. Antes era peor.
¡Genial! Entonces estaba en su mejor momento.
Habíamos llegado un minuto tarde a clases, Elsa ingresó luego de regalarme una sonrisa. Yo me tomé el tiempo para eso. Odiaba que me vieran como lo novedoso en algún lado y estaba segura que sí ingresaba ahora mismo todos me mirarían como si algún extraterrestre estuviera dando señales de vida.

Tomé una bocanada de aire e ingresé. La profesora me miró directamente, ella estaba parada junto a un chico que estaba presentándose.

—Y tú debes ser Jane.—me sonrió.

—Buenos días.—respondí, sin embargo al instante, cuando nuestras miradas se cruzaron, él con sus ojos abiertos algo impresionado de verme ahí y yo insultando a la maldita coincidencia, desapareció mi sonrisa.

Caminé hasta estar a su lado. No quitaba su mirada de mí.

—Ellos son los dos alumnos que se unirán a sus clases.—continuaba la profesora, parecía de esas que todos quieren y que recordarían para siempre—. Daren y Jane, pueden sentarse al final del pasillo, ya que son nuevos pueden hacerse compañía en lo que conozcan al resto de la clase.

—La pequeña estafadora.—me susurró de camino a nuestros asientos.

¡Rayos! Noventa dólares tenía nombre, y lo peor es que lo vería siempre.

—¿Crees en el destino?—bromeé sentándome a su lado al final del pasillo. Debía admitir que me ponía nerviosa, pero era el hecho de que me reclame el dinero.

—No la verdad—esbozó una pequeña sonrisa, viendo al frente mientras la profesora comenzaba a dar clases—, pero sí en que todo regresa.

Amigo nuevo, descartado.

Era increíble de creérmelo. Y pensaba que esto sería todo por hoy, lamentablemente no era al único que conocía de esa clase desde antes de llegar. Una chica de cabello negro y largo, quien llevaba una linda cinta blanca en ella, me miraba desde la primera fila. Era ella. Era Andrea, la amiga de la escuela de Kenny.

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