CAPÍTULO 6: Palm Beach

Había pasado una semana.

Fui tres veces a visitar a Luna, que por desgracia era el límite permitido de visitas. Esas visitas que no podían exceder las dos horas me daban vida. Esa pequeña me da vida. Es simplemente mágico cómo todos mis problemas, tristezas y vacíos se disipan conforme más tiempo pasamos juntas. También me gustaría hacerla diminuta para llevármela en un bolsillo, pero me repito una y otra vez que debo hacer las cosas bien para no pasar más malos tragos ni privarme de tiempo a su lado.

En cuanto al proceso de "inspección", pedí expresamente que lo realizaran lo más pronto posible. Los dos trabajadores sociales encargados de Luna, junto a otro grupo de expertos, se encargaron de verificar mi casa, mis condiciones de vida, mis ingresos e incluso mi perfil psicológico y mi récord penal. En cada parámetro demostré estar cien por ciento calificada para tener a la niña conmigo, incluso contraté los servicios de una psicóloga y una nutricionista que la atendiesen ya que lo consideré necesario teniendo en cuenta los abusos que ha sufrido y su estado de malnutrición.

El único inconveniente en general venía siendo el hecho de que no tengo pareja o esposo, lo que me convertiría en una madre soltera y eso imposibilitaba en parte que fuera su madre sustituta y una futura adopción. Eso me parecía absurdo. El estado está dispuesto a otorgarle la custodia temporal a una pareja de inadaptados sociales por "cumplir con el esquema familiar del que un niño debe disfrutar" y no a una madre o padre soltero que esté dispuesto a brindarle todo el amor que necesita. En lo personal considero que el amor y la atención que le puedas brindar a tu hijo vale más que el hecho de que tu familia sea convencional o no; pero por desgracia mis objeciones no valen nada.

Por el momento ya había ido a mi última visita con Luna y tenía que viajar a Florida a ver a mi madre, que regresaba de su viaje de Viena. Aún no le había comentado nada con respecto a la pequeña, la conozco y sé perfectamente que no se lo va a tomar nada bien.

Mi madre siempre ha sido muy autoritaria y fría. Una mujer de la alta sociedad que quería que siguiera sus pasos al pie de la letra: encontrar a un esposo aún más rico que yo, casarme, formar una familia y un gran imperio. Nunca le importó si yo amaba o no a alguien; si no cumplía con los requisitos, no sería un digno candidato. Tampoco estuvo de acuerdo jamás con la idea de que yo formara mi propia empresa en lugar de vivir mantenida por mi futuro marido, lo cual siempre creí muy machista de su parte.

Amo a mi madre, pero jamás voy a perdonar la indiferencia que tuvo hacia mí cuando desperté en aquel cuarto de hospital, teniendo como primera noticia que mi hija había muerto y que mi futuro esposo también. Fue lo más desgarrador que me ha pasado en la vida y ella simplemente me dijo: ''Lo siento, hija, pero con esa niña y ese...chico, no tenías ningún futuro''. Yo había acabado de perder a las dos personas que más amaba y ella en cambio se limitó a decir esas palabras sin una pizca de emoción en su voz, casi como si se alegrara de que mi prometido y mi bebé ya no estuvieran. Después de aquello comencé a pensar que su instinto materno y su empatía eran prácticamente inexistentes.

Tomé mi vuelo con rumbo a Florida esta misma mañana, era un viaje un poco largo, pero estaba acostumbrada a travesías aún más largas que esta debido a mi trabajo. Revisé mi laptop un par de veces para adelantar unos asuntos de la empresa, debido a lo ocupada que estuve preparando condiciones para Luna dejé de lado un par de pendientes que en otras circunstancias ya estarían listos. Intentaba relajarme, pero eso era prácticamente imposible, mi madre no era un tema para nada fácil, llevaba meses sin verla y ya me estaba preparando para su dosis de sermones.

"¿Para cuándo piensas presentarme a un buen candidato para futuro esposo?"

"No entiendo para qué te desgastas tanto con esa empresucha que montaste."

"Estás a nada de cumplir los treinta, ¿a qué esperas para casarte?"

Eso es lo que me espera...

(...)

Luego de horas de viaje por fin llegué a Florida. A pesar de todo el asunto de mamá, me gustaba la idea de volver a casa, adoro mi estado de origen.

Crecí en Palm Beach, no en el condado, sino en la isla ubicada en el sur de Florida y conocida históricamente por ser el retiro vacacional de celebridades y millonarios. A decir verdad no es más que una isla repleta de "palacios" que albergan a "reyes" dueños de sus propios reinos; es como si cada residencia fuera un mundo independiente del resto, la privacidad y el individualismo brillan más que el sol que suele azotar el estado. Es por ello que crecer en tu propio castillo y sin relacionarte con tus vecinos puede ser una real tortura para la niña intranquila y alegre que fui.

Todo cambió para mí cuando mis amigos y yo fuimos lo suficientemente mayores como para abordar el ferry y cruzar a West Palm Beach. Playa, fiesta, trajes de baño, volley playa, vacaciones permanentes, agua de coco, bronceado y diversión. Era realmente genial. El entretenimiento que hallábamos en nuestra ciudad vecina resultaba demasiado atrayente en comparación con la insípida y reservada Palm Beach.

Solamente divisar el azul del mar mientras me transportaba a bordo del ferry, me hizo retroceder en el tiempo, cuando todo era mucho más sencillo. Si hay algo que nada ni nadie puede quitarle a Palm Beach es su belleza, porque ciertamente es preciosa; incluso a bordo de una embarcación en la que poco a poco me iba aproximando más, era capaz de apreciarlo.

Al abandonar el ferry y tocar tierra firme, me dirigí hacia la pequeña estación de taxis que ofrece servicios para semi-turistas como yo. Pagué el servicio por adelantado y abordé un taxi que me llevó hasta la mansión Parker, mi viejo hogar. Me mudé de aquí hace casi diez años, cuando me fui a estudiar administración de empresas a la Universidad de Nueva York. No me gustaba la idea de dejar atrás mi hermosa playa —y menos si era para estudiar algo que ellos me impusieron en lugar de diseño de modas que era lo que realmente me apasionaba—, pero sí la tiranía de mis padres; además, Nueva York siempre fue mi ciudad soñada.

Al llegar a la carretera personal de la enorme mansión, el portero que custodia la entrada de la misma verificó que la visitante era yo y nos permitió el paso. Descendí del taxi tan pronto aparcó fuera de la exagerada y ostentosamente grande en la que residen mis progenitores. No había cambiado nada, todo permanecía igual, hermosa tanto por fuera —con su pulcro color blanco y su veraniego, pero sofisticado estilo arquitectónico— como por dentro. Aún conservaba la llave, así que ingresé al lugar como Pedro por su casa, a fin de cuentas, nunca ha dejado de serlo.

Atravesé los pasillos repletos de columnas erigidas para recalcar la majestuosidad de la que tanto gustan mis padres; era innegable la belleza, pero siempre me pareció que querían simular pertenecer a la realeza al replicar la estructura de un palacio. Eso de ser "la princesa de la casa" era literal en mi caso. Llegué al gran salón de estar y encontré a mamá dando órdenes, como de costumbre, puede decirse que nació para eso. Lucía estresada, ordenando que llevaran sus maletas a su habitación y desempacaran cuanto antes. Nunca se tomaba un descanso, para ella todo siempre ha sido la perfección o nada.

—Hola, mamá —saludé tras de ella, a lo que se giró y me examinó de arriba a abajo, buscando un defecto, como siempre.

—Hola, hija —respondió finalmente al no encontrar nada que criticar.

—¿Cómo estuvo tu vuelo?

—Como siempre, largo y aburrido, sabes como es —contestó, sentándose sobre el enorme sofá y tomando una revista Vogue para leerla.

—¿Qué tal Austria? —la imité, tomando asiento en el sofá paralelo al suyo.

—Muchos negocios, pero ya sabes, es un destino turístico encantador —dijo, prestándole total atención a su revista e ignorándome casi por completo.

—¿Papá demorará mucho en volver de Londres?

—¿Por qué haces tantas preguntas? ¿No ves lo agotada que estoy del viaje? —me reprendió como si tuviera 5 años.

—Está bien, mamá. Voy a mi cuarto para no atocigarte con tantas preguntas —anuncié y acto seguido me paré, tomé mi maleta y me dirigí hacia mi habitación.

No me sorprendía en lo más mínimo que me recibiera con tan poco cariño a pesar de que llevábamos al menos dos meses sin vernos. Ni siquiera apreció que dejé mi trabajo y mis pendientes para volar hacia aquí. Pero eso ya no debería sorprenderme.

Llegando a mi habitación, noté que seguía igual que siempre, parecía el cuarto de una adolescente de 15 años, pero a mí me gustaba así. Me traía muy buenos recuerdos. Las paredes estaban pintadas de naranja —mi color veraniego favorito—, varios atrapasueños colgando de las paredes, varios de mis diseños desperdigados sobre mi escritorio... Al entrar, lo primero que se divisaba era una especie mural o collage con un montón de fotos mías y de mis amigos. Fotografías de Ally, de Travis, de Aaron, de Paty e incluso de Derek. A este último lo conocí en la universidad, pero cuando regresaba a casa de vacaciones no podía faltar una foto de mi novio en mi mural de los recuerdos.

Atravesé la estancia y me acerqué a verlo de cerca. Habían fotos en la playa, en la escuela, de camping, de excursión, en la graduación, incluso de nuestro primer arresto. Sí, éramos todo un grupo de adolescentes locos en high school, extraño esa época.

Me recosté sobre mi suave cama y miré hacia el techo, la frase que escribí continuaba ahí: ''Sé feliz. Incluso si el mundo hace todo para que estés triste, tú solo sonríe y todo estará bien''.

¡Qué ilusa! Si pudiera resolverlo todo con tan solo sonreír... Si tan solo ser feliz fuera así de fácil.

Mis pensamientos se disiparon al escuchar el tono de llamada de mi teléfono, lo agarré y noté que Ally era el nombre figurante en la pantalla. Opté por contestar antes de que tantos recuerdos me hicieran caer en depresión.

—Hola, amiga —me saludó, animada—. ¿Ya llegaste?

—Sí, fue un largo viaje, pero ya estoy aquí en Palm Beach.

—Por tu tono de voz y lo rápido que contestaste supongo que ya estás en tu cuarto, acostada sobre tu cama y mirando la frase en la que dejaste de creer hace tiempo —describió la escena como si estuviera conmigo.

—Si no me conocieras así de bien, diría que eres una psíquica o algo así—reí.

—Nadie te conoce tanto como yo y además, a veces eres un poco predecible.

—No lo soy —refuté, fingiendo enojo.

—Lo que tu digas, pero al menos te estás riendo, quizás haciéndolo esa bella frase de tu autoría vuelva a cobrar sentido para ti.

—No lo hará, Ally.

—¿Por qué? Eras el sol de la vida de todos los que te conocían, la alegría personificada. Solo quiero que al menos parte de la vieja Gina regrese.

—Esa Gina murió un 9 de abril hace siete años —suspiré con desánimo.

—Lo sé, fue un golpe muy fuerte para ti y quizás nunca logres superarlo, pero eso no quiere decir que tangas que privarte del privilegio de ser feliz.

—Tienes razón, pero prefiero cambiar de tema —desvié la mirada hacia el collage y contuve la risa al hallar una bastante...especial, por así llamarla—. ¿Sabes? Estoy viendo en mi mural nuestra fotografía en la comisaría, te ves preciosa con el maquillaje corrido, la blusa rota y el cabello hecho un desastre —bromeé.

—Ja, ja. Qué graciosa, Parker —rió sin gracia.

—Debes admitir que fue una noche épica —reí.

—Y que lo digas. Esa noche pasaron cosas muy raras, incluso me acosté con Aaron. Han pasado años y sigo sin creerlo.

—Siempre los shipeé. Nunca voy a entender por qué no estaban juntos, eran el uno para el otro.

—Nah, los polos opuestos se atraen, pero los iguales se repelen, y los dos éramos demasiado fiesteros, borrachos e irresponsables como para tener una relación seria. Él era el playboy y yo la playgirl, jamás habría funcionado.

—Yo continúo opinando lo contrario, pero sé que nadie puede hacerte cambiar de opinión.

—Exacto, de todas formas fue bueno recordar esa noche. No olvidaré en lo que me reste de vida las palabras de nuestros padres cuando fueron a pagar nuestra fianza. ''Son unos buenos para nada'', ''Solo piensan en fiestas y en alcohol'', ''Maduren de una buena vez'', ''A este paso jamás lograrán nada'' —rió del otro lado de la línea, imitando las voces de nuestros padres.

—Cómo olvidarlo, al final crecimos, maduramos y nos convertimos en todo lo que siempre quisimos ser, a pesar de que tomamos caminos diferentes.

—Tienes razón, Gin. Paty es una cirujana de mucho prestigio. Travis está arrasando en la NBA. Aaron se ha convertido en toda una estrella de Hollywood tanto como actor como director. Yo soy la abogada que siempre quise ser y tú creaste y levantaste tu propia empresa, por ti sola, como siempre quisiste hacerlo. Estoy muy orgullosa de nosotros.

—Y yo, amiga. Sería bueno reunirnos otra vez.

—Ahora todos tenemos agendas muy ocupadas, pero creo que puedo juntar a la pandilla. Déjamelo a mí.

—¿Estás segura de poder hacerlo?

—Jamás subestimes mis habilidades. Ahora te dejo, amiga, tengo un caso importante.

—De acuerdo, suerte con eso. Bye, Ally.

—Bye, Gin.

Luego de colgar, comencé a recordar a mis amigos y lo tonto que para algunos sonaban sus sueños, nuestros sueños. Paty siempre quiso ser cirujana, muchos decían que eso era imposible, medicina es una carrera sumamente difícil y muchos dudaban de sus capacidades a causa de sus calificaciones, que no eran muy buenas que digamos. Travis solía ser el capitán del equipo de baloncesto, pero todos decían que no aspirara a ser más que eso. Aaron siempre estaba grabando videos caseros o participando en alguna ridícula obra de teatro, nadie tomaba en serio su sueño de ser actor y director de cine. Ahora todos ellos son muy exitosos y no podría estar más feliz por ellos.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por segunda vez, ahora por un número desconocido. Eso llamó mi atención ya que no suelo recibir llamadas de ese tipo, así que contesté.

—¿Hola? ¿Quién habla?

—Hola, Gina —la vocecita del otro lado me emocionó.

—¿Luna? —me senté de golpe—. ¿Cómo conseguiste mi número?

—Me lo dio Ally. Solo puedes visitarme tres veces a la semana, pero yo puedo llamarte siempre que quiera.

—Me alegro mucho —sonreí.

—Ally me dijo que fuiste a Florida.

—Sí, vine a ver a mi mamá.

—Yo siempre he querido conocer el mar, nunca lo he visto.

Mi niña...

—Te prometo que cuando sea tu madre sustituta oficialmente, te llevaré a la playa —le prometí emocionada, es un pecado que aún no haya visto el mar, es lo más maravilloso que existe.

—¿Cuándo vas a regresar a Nueva York?

—A tiempo para nuestra próxima visita, no te preocupes.

—¿Entonces te veré este lunes? —preguntó, entusiasmada.

—A la misma hora de siempre. Allí estaré, pequeña.

—Ok —oí voces de fondo, pero no alcancé a escuchar qué decían—. Tengo que colgar, es hora de la merienda —reí ante el tono ansioso en el que lo dijo—. Hasta el lunes, Gina.

—Hasta el lunes, Luna.










▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪
Nuevo capítuloooo!!!

Comenten cuál es su personaje favorito y qué les pareció la mamá de Gina.

Besos de Karina K.love 😉

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top