CAPÍTULO 5: Volverás a ser feliz
Pasaron dos semanas, dos largas semanas y no tenía noticias de Luna.
Estaba preocupada, no sabía si estaba comiendo bien ni a donde la habían llevado, si estaba asustada, si quería volver conmigo o no, todas esas preguntas me martilleaban la cabeza y no podía dormir. Luego de escuchar la declaración de la trabajadora social con respecto al abuso que mi niña ha sufrido, no paro de pensar en la inmensa cantidad de amor que necesita. Tampoco sería tarea sencilla ocuparme de ella teniendo en cuenta todos los traumas y deficiencias de salud que posee, no es una niña cualquiera, pero eso, en lugar de asustarme, me incita más aún a ser la figura materna que nunca ha tenido.
No voy a dejarla sola.
Luego del juicio todo volvió a la normalidad en mi vida. Los mismos pendientes, la misma rutina... En fin, monotonía. Eso hizo que reafirmara mi teoría acerca de que Luna me había devuelto la emoción por vivir que perdí hace años. El corto tiempo que la pequeña permaneció a mi lado fue tan espontáneo, impredecible y único; no recordaba lo que era vivir sin tenerlo todo bajo control.
Pero, volviendo justamente al mencionado control, me encontraba desayunando antes de irme a trabajar cuando recibí una llamada de mi amiga. Otra cosa que necesitaba hace mucho era compartir tiempo de calidad con mi hermana de otra madre, así que contesté casi al instante.
—Ally, ¿qué pasa? —pregunté desesperada, como si mi vida dependiera de su respuesta.
Ok, no solo quería pasar tiempo con Allison, sino que ella se estaba ocupando de mi aplicación para ingresar al programa de padres sustitutos y prometió además encontrar información sobre Luna, por lo tanto contestar sus llamadas se había convertido en una prioridad.
—Te tengo una buena noticia —su tono animado alimentó mi optimismo—. ¡Ya puedes ver a Luna!
¿¡En serio!?
—¿¡En serio!? —chillé.
—Sí, amiga. Hice uso de un par de contactos que tengo y pude hablar con la trabajadora social que está a cargo de Luna. Pero los detalles te los daré luego, ahora te voy a enviar la dirección del lugar, yo ya estoy llegando.
Tardé un minuto en procesar toda la información, pero en cuanto reparé en que podría ver a mi rubita, dejé a un lado el desayuno, le escribí a Irina para avisarle que llegaría más tarde a la empresa y salí corriendo de mi departamento en cuanto me llegó el mensaje con la ubicación, no quedaba tan lejos.
Con mi bolso en mano y ansiosa porque el dichoso ascensor descendiera más rápido, llegué al lobby del edificio donde un portero me informó que habían sacado mi auto del parqueo para estacionarlo frente al edificio. Le agradecí por ahorrarme trabajo y fui corriendo hacia mi vehículo. Comencé a conducir por las concurridas avenidas de Manhattan rezando porque los típicos atascos neoyorquinos no me fastidiaran justo hoy; por suerte no me topé con ninguno y llegué al lugar en menos de diez minutos.
Estacioné el auto en frente del gran edificio color azul. No tardé en darme cuenta de que era un centro del gobierno, donde supongo que se encargan de casos como el de Luna junto al Departamento de Niños y Familia. En la entrada encontré a Allison esperándome y corrí hacia en su dirección.
—Hola, amiga —me saludó, abrazándome, solía saludarme así y a mí no me molestaba en lo absoluto, ella es la persona más cálida del mundo comparada con la frialdad de mi familia y la mayor parte de mi entorno.
—Hola, me alegra verte —le sonreí al romper el abrazo.
—No es cierto, te alegras de que ya podrás ver a Luna después de dos semanas —dijo, frunciendo los labios para fingir molestia y solo me limité a reír, no estaba del todo equivocada—. Entremos, nos están esperando.
Nos adentramos en el lugar y Allison comenzó a hablar con un hombre que lucía estar en sus treintas y vestía de traje, supuse que era el encargado del caso de Luna en este centro. Este me saludó y nos guió hacia el lugar donde se encontraba la pequeña. Tomamos un ascensor que abandonamos tres pisos más arriba, lo primero que nos recibió al abrir fue un cartel en el que figuraba la inscripción "Departamento de infantes sin amparo familiar". El trabajador social —cuyo nombre es Hugo Barkely— nos guió por los pasillos para finalmente detenerse frente a una puerta.
—Srta. Parker, esto es una situación...atípica —me abordó Barkely—. Pero en vista de la intervención de su abogada y de lo mucho que la niña ha preguntado por usted desde que llegó aquí, se le permitirá una corta visita —señaló la puerta—. Adelante.
—Gracias —asentí.
Tomé el pomo de la puerta con las manos temblándome. Al abrirla, me encontré con una habitación no muy espaciosa, pero con todas las condiciones creadas para alojar a varios infantes. Figuraban dos literas, cada una en lados contrarios de la estancia, debían estar allí a causa de otros niños que también estuvieran alojados allí; aparte de estas habían pocos muebles más. Luna se encontraba sentadita en la parte de abajo de la litera de la derecha, dibujando algo.
Mi corazón se encogió al verla después de todos estos días, la extrañé muchísimo. Me acerqué y me agaché frente a ella, pero ella no notó mi presencia, continuó dibujando como si continuara sola. Estaba triste, pude notarlo por su expresión apagada.
—Hola, pequeña —la saludé, pero ni siquiera alzó la vista para mirarme, entonces me di cuenta de que no reconoció mi voz.
—Hola —respondió sin muchas ganas de hablar, supuse que estaba harta de tantos adultos a su alrededor haciéndole preguntas.
—¿Qué dibujas?
—A mí y a mi casi mamá, Gina —respondió con voz triste y me dio mucha ternura que me llamara casi mamá.
—¿Y qué vas a hacer cuando la veas?
—La voy a abrazar y le voy a decir que quiero volver a su casa con ella —dijo, aún sin darse cuenta de que yo estaba a pocos centímetros de distancia.
—¿Y qué esperas para hacerlo? —le dije y finalmente se dignó a mirarme.
Cuando vio que la "extraña" con la que estuvo hablando los últimos dos minutos era su casi mamá, se le inundaron los ojos en lágrimas e hizo exactamente lo que hace un rato dijo que haría.
—Te extrañé mucho —gimoteó con su pequeño rostro enterrado en mi hombro.
—Y yo a ti, hermosa —acaricié su cabello.
—Por favor, sácame de aquí —me pidió sollozando, odiaba verla llorar.
—Quiero hacerlo, lo haré —nos separamos y comencé a despoblar sus mejillas de lágrimas—, pero todavía no puedo llevarte conmigo.
—¿Por qué? —cuestionó, entristeciéndose aún más, y de paso a mí también.
—Porque debemos hacer las cosas bien. Recuerda lo que pasó la última vez que no hicimos lo correcto, mi niña —acaricié sus mejillas y asintió en respuesta.
—Pero volverás por mí, ¿cierto?
—Claro que lo haré, linda. Vendré a verte siempre que me permitan hacerlo y voy a pelear para ser tu madre sustituta, te lo prometo.
Estuvimos un buen rato charlando, riendo y me mostró sus dibujos —en los cuales figurábamos ambas jugando en el parque— hasta que llegó alguien a decirme que ''el horario de visitas'' había culminado. Sin ningún deseo de abandonar el lugar, me despedí de mi pequeña y salí de la habitación. Afuera me esperaban Ally y el trabajador social de antes, el cual descubrí que estaba colaborando junto a la trabajadora social que participó del juicio.
Nos dirigimos a la oficina de Barkely donde nos explicó que evaluarían mi hogar, mis récord penal en caso de tenerlo, mis condiciones económicas, perfil psicológico, fuentes de ingreso y muchos otros requisitos más para asegurarse de que la pequeña estuviera en buenas manos esta vez. Por suerte, el hecho de que la haya ayudado en su situación con sus antiguos padres sustitutos era un punto a considerar a mi favor. Si todo salía según lo previsto, en menos de un mes Luna estaría conmigo.
Saliendo de allí, invité a mi amiga a un café. Debía pagarle de alguna manera ya que se estaba encargando de absolutamente todo lo refente a mi ''percance policial'' y a mi caso con Luna sin cobrar ni un centavo, le insistí en que le pagaría, pero ella argumentó, como la abogada que es, que no aceptaría porque se trataba de mí.
Fuimos a una cafetería cercana y pedimos lo que por ley y tradición pedíamos cada vez que salíamos juntas: un capuchino con nata y chispas de chocolate. Nos pusimos al día, yo le hablé de mi aburrida vida de empresaria mientras ella me contó mil anécdotas de sus viajes. Siempre fue una persona muy activa y divertida, el alma de la fiesta a donde quiera que fuera.
Resulta que mi morena de ojos verdes vivió por tres meses en California. Viajó a París, Milán y Estambul. Tuvo un novio canadiense que resultó ser un idiota. Fue dama de honor en la boda de su prima que se celebró en Acapulco. Se hizo un tatuaje estando borracha en Las Vegas y nadó con los delfines en Jamaica. En resumen, cumplió su sueño de viajar por todo el mundo y dice que aún le faltan muchos lugares por visitar, y me consta que lo hará, ya que como abogada no le va nada mal y siempre tendrá de respaldo la empresa de su madre.
—Adoro Nueva York. El ruido, la gente pasándote encima en manada, los taxis siempre ocupados, las lluvias, el asqueroso metro, los atascos, las ardillas roba-comida de Central Park, todo es tan mágico —recitó en un tono que no supe descifrar, no sé si fue exceso de sarcasmo o alegría genuina por volver a la ciudad, pero en cualquier caso me causaba mucha gracia.
—Eres única, Ally —le dije antes de darle un sorbo a mi capuchino recién traído.
—Por eso me quieres, a pesar de que llevábamos casi tres años sin vernos.
—Sí, siento que es por mi culpa, debería desenfocarme de la empresa de vez en cuando.
—Así es. Todo es tu culpa, Parker —me reclamó, guiñándome un ojo, eso significa que era broma.
—Como sea, es bueno volver a verte.
—Bueno, cuando pensaba en el reencuentro con mi mejor amiga no creía que sería en la comisaría, pero también me alegro de verte.
—Sí, qué locura —reí por lo bajo—. Luna en serio ha puesto mi mundo patas arriba.
—Es una niña hermosa, y llámame loca, pero se parece a Derek.
¿¡Qué!?
—¿A Derek? —pregunté casi atragantandome.
—Sí, parece una muñequita con la cara de él, pero con tus características físicas. Es rubia, de piel pálida y sus ojos son de esa tonalidad azul casi igual a los tuyos. Si no hubiera pasado todo lo que pasó, hasta me atrevería a decir que...
—Basta, Ally —la interrumpí—. No quiero hablar de eso.
—Lo siento, sé que aún te duele mucho hablar de este tema. Pero tienes que saber que, si tienes en mente ser la madre sustituta de esa niña y en un futuro incluso adoptarla, deberás estar preparada para la ola de recuerdos que te va a arrastrar —me aconsejó, tomándome de la mano.
Ally siempre fue así, extremadamente directa. No es la clase de amiga de la que esperas que te diga lo que quieres escuchar, sino la que te dice la cruda verdad incluso si estás en tu peor momento. Muchos lo consideran un defecto en ella, pero yo no, por esa habilidad que tiene de no quedarse callada y decir su opinión en letras mayúsculas, sé que siempre tendré una opinión sincera de su parte. Después de todo, por algo es abogada.
—Tienes toda la razón, esa ola de recuerdos comenzó a arrasarme desde la primera vez que la vi, pero tengo el presentimiento de que ella me ayudará a superarlo.
—¿Te digo algo, amiga? Yo también.
—¿Por qué lo crees?
—Porque ella te causa ese brillo especial en los ojos que solo dos personas eran capaces de lograr, Derek y tu bebé. Y si esa niña también lo logró, entonces tengo la certeza de que volverás a ser feliz.
Y puede que tenga razón...
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Nuevo capítuloooo!!!
Espero que les haya gustado, es un capítulo corto, pero se detalla un poco más a Ally, espero que les haya caído bien.
Besos de Karina K.love 😉
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