CAPÍTULO 30: Problemas, recuerdos y avances

¡Estaba conduciendo totalmente fuera de mis sentidos!

Me llamaron de la escuela de Luna para informarme que habían quejas de su mala conducta y necesitaban hablar conmigo. ¡Mala conducta! Si se tratase de sus problemas de comunicación, o académicos en última instancia, lo entendería hasta cierto punto. Pero no es el caso, estamos hablando de problemas de comportamiento lo cual jamás se había dado anteriormente.

Llegué al colegio y de inmediato me presenté en la oficina de la directora. Allí se encontraba ella junto a la profesora de Luna, esperándome.

—Buenos días, Sra. Directora, Srta. Phillips.

—Buenos días, Sra. Parker. Tome asiento por favor —me invitó la directora.

Ocupé el asiento frente a la directora, al lado de la profesora.

—¿Cuál es el problema con mi hija?

—Luna ha demostrado ser muy buena alumna en estas primeras semanas, de hecho esta es la primera y única queja que tengo de ella —comenzó Esther.

—¿Entonces? —inquirí.

—Luna agredió físicamente a una de sus compañeras.

—¿¡Qué!? —espeté, anonadada—. No, eso es imposible. Mi niña no es agresiva en lo absoluto.

—Tengo entendido que la pequeña no es su hija biológica y que ha pasado por varios hogares sustitutos —comentó la directora.

Sus palabras, aunque traté de no tomarlas como una ofensa y quise pensar que no las dijo con mala intención, me incomodaron y molestaron. El hecho de que Luna haya pasado por casas hogares no la convierte en una niña agresiva.

—¿Está insinuando que mi hija está demostrando este comportamiento por ser adoptada? ¿Acaso todos los niños que han vivido en orfanatos o casas hogares son agresivos? ¿Eso es lo que está queriendo decirme?

—¡No! No, para nada. En esta institución hemos recibido a muchos alumnos que han sido adoptados y han demostrado ser excelentes. Lo que en realidad quise decir es que muchos de estos pequeños viven escenarios violentos o se rigen por la supervivencia del más fuerte. Es por eso que a veces sacan a relucir estos comportamientos agresivos cuando se sienten amenazados de cierta forma.

—Yo les puedo asegurar que no es el caso de Luna. Cuando se siente amenazada tiende a asustarse, no a agredir a otros y menos cuando se trata de niños de su edad.

—Según las declaraciones de los niños, fue Luna quien agredió a su compañera luego de que mantuvieron una pequeña pelea verbal —agregó la profesora.

—¿Sabe el motivo de la discusión?

—Los niños discuten por detalles tan pequeños como escoger un juguete que otro también quiere. El verdadero problema es cuando escala a este tipo de indisciplinas.

Esa respuesta de Phillips no me convenció del todo. Es cierto que los niños pelean por la más mínima tontería, pero si Luna reaccionó de esa manera creo que ella como profesora debería indagar más en el asunto.

—Sra. Parker, como usted comprenderá esta clase de conducta no es aceptada ni permitida en la institución. Lamentablemente tendremos que reprender a Luna con tres días de suspensión —dijo la directora.

—¿¡Tres días!? Esta etapa es muy importante para su aprendizaje y un reporte así conllevaría a una mancha en su expediente.

—No se preocupe por eso. Al ser un caso especial por ser una nueva alumna, el reporte no afectará su expediente. Solo queremos disciplinar a nuestros estudiantes para evitar que este tipo de comportamientos se repitan —aclaró la Sra. Christensen.

—O sea que es solo un escarmiento disciplinario.

—Exacto. Confiamos en que si atacamos el problema desde la raíz, lograremos que no se repita en el futuro.

—Muy educativo y responsable de su parte —asentí—. En serio siento que Luna haya causado problemas, pero tengan por seguro que no se repetirá.

—Confiamos en que así será —sonrió Esther.

—Bien, ahora si me disculpan, debo retirarme.

Salí de ese despacho con una sensación agridulce. Por una parte vi excesivo que suspendieran a Luna a pesar de que entendí los motivos por los que lo hicieron y por otro lado seguía sin comprender qué fue lo que ocurrió con exactitud.

Afuera del despacho, sentada en una larga banqueta de madera, se encontraba mi niña. Estaba cabizbaja mirando hacia sus piecitos los cuales movía ya que no alcanzaban el suelo. Su cabello no me permitía ver su rostro, pero presentía que no se encontraba del todo bien.

Me acerqué a ella y por inercia alzó la vista para mirarme. Sus ojitos estaban hinchados y su naricita enrojecida, signos de que estuvo llorando. No me gustaba para nada verla en ese estado, pero en ese momento no supe cómo reaccionar, no sabía si consolarla o regañarla y esa encrucijada emocional no me agradaba en lo absoluto.

—Vamos a casa —extendí mi mano para que la tomara a lo que asintió y la tomó.

El camino a casa fue acompañado de un silencio fúnebre, jamás había sido así antes. Lo mismo ocurrió al llegar al edificio y posteriormente al penthouse.

Nos sentamos en el sofá para charlar acerca de esto. Luna estaba muy cohibida, esquivaba mi mirada y no emitía palabra alguna.

—Rubita...¿me cuentas qué pasó?

Más silencio fue lo que obtuve como respuesta.

—Escucha. Lo que hiciste ya está hecho, solo quiero saber por qué lo hiciste.

—No importa lo que te diga, tú también vas a pensar que yo soy la mala —respondió, acurrucándose.

—No, mi vida. Yo soy tu mamá, incluso si fueras la mala, y sé que no lo eres, yo te defendería —intenté acercarme, pero me esquivó.

—¡No es cierto! —gritó molesta y algo llorosa—. Tú ni siquiera me has adoptado. Solo castígame como hacen todos.

Dicho esto, tomó su mochila y corrió hacia su cuarto, encerrándose dentro. Me quedé perpleja ante su actitud repentina, ella no es así y su reacción me preocupó. La única vez que la vi actuar de esa forma antes fue cuando descubrí su fobia con la bañera, pero ese día sin saberlo la estuve presionando y quizás ahora acababa de hacer lo mismo.

Corrí hacia su habitación y al tratar de abrir la puerta noté que estaba cerrada con llave, al igual que la última vez.

No entendía nada, ni el motivo de la pelea ni el porqué de su reacción. Nunca antes la había castigado así que no le encuentro sentido a que me lo diga; yo no soy como sus anteriores padres sustitutos o el resto de los adultos con los que ha tratado antes y se lo he demostrado muchas veces.

Tampoco comprendo que me echara en cara que no soy su madre y que no la he adoptado aún. Yo la considero mi hija y el proceso de adopción jamás ha estado en riesgo de detenerse. ¿Por qué me dijo eso?

—Rubita, por favor ábreme —golpeé la puerta—. No estoy enojada contigo, solo quiero que hablemos.

Lo intenté de esa misma forma durante unos minutos más hasta que desistí. Recordé que tenía una llave de repuesto de la habitación de Luna en caso de emergencias y esta situación lo ameritaba. Busqué la copia, abrí la puerta e irrumpí en el cuarto.

Mi niña estaba sentada en su escritorio haciendo la tarea, pero lo que en realidad me inquietaba era el hecho de que estaba llorando. Me acerqué con sutileza, mi intención no era ahuyentarla y presentía que este tema debía tratarlo con paciencia y comprensión.

Tomé asiento sobre la cama, quedando a su costado. Ella no se molestó en siquiera mirarme, estaba concentrada en su tarea, pero su llanto era insesante, eso me preocupaba. Aparté su libreta y cuaderno hacia un lado, le quité su lápiz y giré su silla haciendo que quedara frente a mí. Sequé sus lágrimas con mis pulgares, ahora lucía un poco más calmada y me miraba directamente.

Repasé mentalmente cada una de mis palabras antes de decirlas, pero eventualmente ninguna salió de mi boca, no eran las correctas; nunca me había enfrentado a esto así que no sabía cómo actuar al respecto.

—Luna —suspiré— ...pase lo que pase, yo estaré aquí para ti. Que no te haya adoptado aún no quita que te considero mi hija y sin importar lo que hiciste en la escuela o lo que ocurra, nada va a cambiar entre nosotras.

Ella solo comenzó a jugar con sus manitas en señal de nerviosismo para luego dirigir su mirada hacia mí.

—No fue mi intención gritarte y tampoco golpear a esa niña, yo... —comenzó a sollozar, lo cual no pude soportar.

La levanté de la silla y la coloqué sobre mis piernas. Envolví su pequeño cuerpecito entre mis brazos brindándole protección.

—Sé que no fue intencional, princesa. Lo sé —besé su frente—. No quieres hablar sobre lo que pasó en la escuela, ¿cierto? —negó con la cabeza—. Ok, solo no llores más, me parte el alma verte así.

—Prometo que me portaré bien —murmuró contra mi pecho.

—Sé que lo harás, eres una niña maravillosa.

—¿No estás enojada conmigo?

—No, pero entiendes que debo castigarte, ¿verdad? —asintió—. Aunque sé que esto no se repetirá, pero si cometes un error tan grave, debo darte un castigo.

—Lo entiendo —me abrazó—. ¿Pero puedes quedarte abrazándome un ratito más? Por favor.

—De acuerdo.

Después de permanecer así junto a ella un rato más, se quedó profundamente dormida. Normalmente su hora de la siesta es en la tarde después de hacer su tarea, pero supongo que el torbellino de emociones la dejaron cansada. Le quité los zapatos y reemplacé su uniforme por su pijama de princesas. La acomodé sobre la cama con cuidado para no despertarla y la arropé.

Tenía tiempo libre y ahora que la tendría en casa los próximos tres días, debía quedarme con ella ya que Amy está trabajando. Opté por revisar la tarea que estaba realizando cuando entré al cuarto. Me sentí orgullosa al comprobar que sus respuestas eran las correctas y que fue capaz de hacerlo a pesar de que se encontraba triste, eso demuestra su responsabilidad e inteligencia.

Guardé los útiles escolares dentro de la mochila y decidí llamar a Irina para avisarle que estaré ausente en la empresa los próximos tres días mientras recogía un poco la habitación de la pequeña.

—Hola, Gin. ¿Cómo te fue en la escuela con Luna? ¿Todo bien?

—No mucho —respondí mientras colocaba el uniforme de la rubita en el cesto de la ropa sucia—. La suspendieron por tres días.

—¿¡Qué!? ¿Por qué?

—Porque agredió físicamente a una de sus compañeras y no me preguntes el motivo, no lo sé.

—¿Y cómo está Luna?

—Dormida y castigada, pero arrepentida —coloqué a Coco al lado de la niña.

—Espero que esta conducta no se repita de nuevo.

—De eso me encargaré personalmente. Pero te llamaba para avisarte que no podré ir a la empresa en estos tres días, no tengo niñera.

—Pero puedes ocuparte de ciertos asuntos desde casa, ¿no?

—Por supuesto, lo haré. Aunque confío plenamente en tus habilidades para dirigir la nueva campaña.

—Me halagas, pero sabes que no me gusta dar ni un paso sin tu aprobación.

—No te preocupes, me encargaré de los temas generales desde aquí y puedes llamarme siempre que lo necesites.

—De acuerdo. Entonces me pondré manos a la obra. Suerte con tu hija, Gin.

—Gracias, la necesitaré. Bye, Iri —y colgué.

Dejé mi teléfono sobre el escritorio de la pequeña para continuar con mi labor. Acomodé unos peluches en la esquina de los juguetes, guardé un par de pulseras de colores en las gavetas de los accesorios y finalmente una pequeño gorro en el armario. Al cerrar la puerta de este, cayó la desgastada mochila que Luna siempre ha cargado consigo. Me dio curiosidad, ya que a pesar del millón de veces que la había visto, nunca me puse a revisar su contenido.

Me senté en el mueble favorito para leer de la rubita para estar más cómoda. Abrí la cremallera, encontrándome primeramente con un delgado libro de cuentos para niños, típico de ella. Luego vi una fotografía un poco arrugada, mostraba a mi niña cuando tenía 3 años aproximadamente. Tenía el cabello mucho más corto y era más pequeña, pero sus expresivos ojos y su ternura estaban presentes.

En el fondo de la mochila había una última cosa que me llamaba la atención y ocupaba gran parte del espacio. Lo agarré y tiré de él, sacando una suave manta color rosa adornada con lunas amarillas. Recordé que Luna me contó que llegó recién nacida al orfanato envuelta en una mantita con las mismas características, deduje que se trataba de esa.

Abrí la mantita, viéndola por completo. Lucía un poco vieja y desgastada, pero me gustaba. La acerqué a mi nariz y aspiré el aroma que tenía impregnado, increíblemente aún olía a bebito. Sentí una gran necesidad de abrazar esa manta, el tacto me hacía sentir que estaba abrazando a mi rubita cuando era bebé.

Mi momento emotivo se vio interrumpido por el sonido del tono de llamada de mi celular. Me apresuré en tomarlo y responder sin ver quién me llamaba para no despertar a la niña.

—¿Hola?

—Gina, soy Patrick.

—Oh. Hola, Patrick. ¿Qué tal todo?

—Muy bien. Te tengo una buena noticia.

—Dime —sonreí aún sin saber de qué se trataba.

—Encontré a Julia Banks, la enfermera.

—¿¡En serio!? —ahogué un gritito—. ¡Es increíble!

—Me preguntaba si querrías ir a entrevistarla conmigo. Si estás ahí, tendremos más posibilidades de que nos dé la información que necesitamos para encontrar a Anne.

—Me encantaría, pero tuve un problema con Luna y hasta el fin de semana no podré.

—Mejor aún. Ella continúa ejerciendo como enfermera y según investigué, este sábado no estará de guardia. Podremos ir directamente a su domicilio.

—Adoro que la búsqueda de Anne esté marchando así de bien, me quita un gran peso de encima.

—Siento que estamos muy cerca, que la información que nos pueda dar esta mujer nos llevará al paradero de Anne.

—Ojalá así sea.










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Nuevo capítulo!!!

Problemas con Luna, ¿qué creen de eso?

Avances en la búsqueda de Anne, ¿qué pronostican?

Besos de Karina K.love 😉

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