CAPÍTULO 27: Primer día de escuela
La emoción se había apoderado de cada célula de mi ser. Hoy mi niña hermosa iría a su primer día de clases.
Después de considerar varios colegios, decidí finalmente matricularla en la International Academy of New York. Es un colegio muy diverso, bilingüe y que desarrolla el pleno aprendizaje de los niños.
Al principio consideré algunas escuelas privadas con más prestigio o ''fama'', pero luego de pensararlo más a fondo decidí que Luna debía ir a una institución acorde a ella. Tampoco quiero ser como mis padres imponiendo aptitudes perfectas como ''pago'' por los privilegios con los que me criaron. Yo soy otro tipo de madre, del tipo que antes de que todo piensa en la felicidad de su hija.
—Ya terminé. Vamos a la escuela —chilló mi niña con emoción, dejando medio desayuno en el plato.
—No, no has terminado. Tranquila, rubita, la escuela no se moverá de su sitio.
—Pero es que estoy ansiosa por ir, Gina. Desde que fuimos a ver como era solo pienso en regresar.
Y sí, es cierto. Hace una semana fuimos a las puertas abiertas que ofrece la institución y después del recorrido ambas estuvimos de acuerdo en que era la mejor opción. Desde ese día Luna no ha hablado de otra cosa que no sea el inicio del curso escolar.
—Sé que te emociona mucho, pero eso no es motivo suficiente para que dejes tu desayuno a medias. Recuerda lo que dice la nutrióloga.
—Que el desayuno es la comida más importante del día —respondió mientras removía su omelette con el tenedor.
—Y tú no quieres que esa pancita comience a rugir antes de la hora de merendar, ¿cierto? —le hice cosquillas.
—No. Tener hambre no es lindo.
Sabía perfectamente que detrás de esa frase habían una docena de malos recuerdos. Acaricié su cabecita y le brindé mi más genuina sonrisa.
—Lo sé. Por eso preparo cada mañana un rico desayuno para ti. ¿Lo terminarías por mí?
Asintió alegremente en respuesta y no dijo nada más hasta acabarse el último bocado y beberse el último sorbo de su jugo.
—¡Listo! Ahora sí terminé.
—Así me gusta, cariño. Ya podemos ir a la escuela.
—¡Sí!
—Déjame echarte un último vistazo —dije mientras nos levantábamos de nuestros asientos.
Hice que diera una pequeña vuelta mientras admiraba lo linda que lucía en su nuevo uniforme. Este consiste en una camisa de mangas cortas azul celeste junto a un vestido de cuadros blancos y azules. También hay otra variante de este con una camisa de mangas largas o el segundo uniforme más informal que consiste en un playera azul añil con el logo de la escuela y una falda beige.
—Te ves hermosa, cariño.
—Gracias, pero vamos a llegar tarde y es el primer día.
Reí ante sus enormes ansias de asistir a la escuela y me sentí bastante aliviada de que así fuera, la gran mayoría de los niños no toleran levantarse temprano para ir a clases.
Luego de cerciorarnos de que no se nos quedaba nada, salimos del apartamento. El viaje hacia la escuela no era muy largo, pero aun así Luna no dejaba de dar pequeños brincos en el asiento trasero del auto. Llegamos en menos de diez minutos. Aparqué justo en frente de la gran edificación a donde varios de los pequeños ya estaban llegando.
Bajé del auto y lo rodeé para abrirle la puerta a mi niña que descendió contenta. Tomé su manita y juntas nos encaminamos al interior de la institución. A diferencia de como lucía por fuera, resultó ser muy colorida en su interior. Eso ya lo habíamos notado la última vez que vinimos, pero he de admitir que el comienzo del curso escolar con todos los pequeños ocupando el lugar, le daban un toque mucho más pintorezco.
Noté que Luna comenzó a tensarse cuando soltó mi mano para sujetarse con fuerza a mi vestido. Su timidez estaba aflorando y no era para menos al verse rodeada de tantos desconocidos.
—Todo está bien, princesa.
—Hay muchos niños aquí. ¿Qué pasa si no les caigo bien?
Me agaché hasta quedar a su altura. Tomé sus largas coletas y las posicioné sobre su torso.
—Escucha, Luna. Eres una pequeña gentil, divertida, carismática e inteligente. Les vas a caer bien a todos.
—¿Tú crees? —sonrió esperanzada.
—No lo creo, estoy segura.
—Tú debes ser Luna —dijo una voz poco conocida para ambas.
Nos volteamos y divisamos a una sofisticada mujer pelinegra, la profesora de Luna.
—Sí, soy yo.
—Un placer, linda. Yo soy Esther Phillips y seré tu profesora durante este curso —le sonrió, ofreciendo su mano para estrecharla.
—Encantada —respondió mi niña devolviéndole el saludo.
La campana sonó indicando que era hora de comenzar las clases. Vi como Luna agarraba las asas de su mochila rosa en señal de emoción.
—Bien, es hora de ir a clases —anunció Esther, tomando la mano de Luna y se giró hacia mí—. A partir de ahora yo me encargo, Sra. Parker —miró a Luna nuevamente—. Dile adiós a tu mami.
—Adiós —agitó su manito libre antes de entrar a su salón de clases.
Me quedé como tonta parada en medio del pasillo aún sin creerme que mi niña ya está en segundo grado. Está creciendo muy rápido.
Cuando caí en cuenta de que ya debía irme y encima se me hacía tarde para el trabajo, salí de la academia. Además de quedar cerca de casa también era próxima a mi empresa, eso me ahorraría bastante tiempo al llevar y recoger a Luna de la escuela.
Entrando a la empresa, la primera persona que vi fue Irina que me miraba expectante y sonriente.
—¿Soy una modelo ahora? ¿Por qué me sigues con la mirada?
—No eres modelo, pero bien podrías serlo y hoy es un día increíble para ti en más de un sentido. Llevaste a tu hija a su primer día de escuela y tu príncipe azul te espera en tu despacho —sonrió con picardía.
—¿Príncipe azul? —fruncí el ceño—. ¿De qué hablas?
—No te hagas la tonta —me dio un ligero codazo—. Hablo de Patrick Grey.
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —comenzamos a caminar hacia el ascensor—. Entre Patrick y yo no hay nada. Además, no estoy preparada para una relación.
—Tampoco estabas preparada para ser madre y mírate, criando a una y buscando a la otra —las puertas del ascensor se abrieron e ingresamos.
—Es diferente. Tengo mucho amor materno para dar y dos hijas que lo requieren. En cambio, en cuestiones de amor...
—Yo solo te aconsejo que no dejes escapar a un buen partido. Incluso puede ayudarte con la adopción de Luna, todos saben que esos procesos son más complicados para padres solteros.
—Lo sé, pero ya te dije que Raquel Larsson me va a ayudar y por el momento estoy enfocada por entero en mis niñas —salimos del ascensor para dirigirnos a mi oficina.
—Tus niñas necesitarán un papá en algún momento. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé, pero ahora no —abrí la puerta de mi oficina y allí estaba él, sentado frente a mi escritorio—. Hola, Patrick —tomé asiento en mi silla, viendo detrás de él cómo la pelirroja me sonreía antes de marcharse a su despacho.
—Hola, Gina —me sonrió.
—Qué bueno verte. ¿Qué te trae por aquí?
—Tengo novedades con respecto a la investigación.
—Por favor, dame buenas noticias —junté ambas manos a modo de ruego.
—Busqué al ginecólogo como te dije. Seguirle la pista no fue nada fácil, llevaba seis años fuera de Nueva York.
—Claro. Seguramente con el pago que le dieron mis padres se tomó unas ''vacaciones''.
—Algo así. Dio varios tours por toda Europa, luego se asentó en Texas y comenzó a ejercer como médico allá. Pero regresó a sus viejas mañas y fue condenado a quince años de prisión por negligencia médica y otros cargos.
—Merecido lo tiene —bufé con amargura.
—Viajé a Texas y pude acceder a una visita con él.
—¿Qué te dijo? —cuestioné con desespero, me urgía obtener respuestas.
—Nada que nos sirva. Él siguió tu embarazo por orden de tus padres, te mostró ecografías falsas que no correspondían a tu bebé y una vez diste a luz, recibió su pago y desapareció.
—¿Entonces no tiene idea alguna de dónde puede estar mi hija?
—No.
Otra vez mis esperanzas cayeron en picada. No solo resulta que todas las imágenes que atesoraba de mi hija eran falsas sino que además no me he movido del punto de partida. Sigo sin pistas.
—Pero me dio un nombre.
—¿Un nombre?
—El de una enfermera que estaba al tanto de todo ese ''acuerdo'' y la que se encargó personalmente de tu hija después de su nacimiento.
—Eso es una esperanza, ¿no?
—Claro que sí. Además, también podemos buscar a todas las bebés recién nacidas que hayan ingresado a orfanatos el 9 de abril o en la semana siguiente.
—¿Te refieres a todos los orfanatos de Manhattan?
—No, me refiero a cada orfanato y/o apartamento de gobierno del estado. No es tarea fácil, pero, según me dijiste, tienes un contacto en el Departamento de niños y familia.
—Sí, Raquel Larsson. Te envié sus datos por correo electrónico.
—Me contactaré con ella para esa tarea. Pero prefiero hacerlo una vez tenga una pista más sólida, ahora es como encontrar una aguja en un pajar.
—Sí, tienes razón. Cada vez que creo estar cerca acabo dándome cuenta que aún me falta mucho más camino por recorrer.
—No pierdas las esperanzas —tomó mi mano—. Es difícil pero no imposible.
—Gracias —hice una pequeña mueca y solté mi mano de su agarre con disimulo.
Patrick es un buen hombre y una excelente persona, pero no le voy a dar ningún tipo de esperanzas. No estoy lista para una relación y menos en esta etapa de mi vida. Toda mi atención está enfocada por entero en mis hijas y así seguirá siendo hasta que ambas estén conmigo.
—Cambiando de tema, ¿tu hija tiene nombre?
—¿Qué? —esa pregunta me descolocó y confundió a partes iguales.
—Perdón, me expresé mal —rió nervioso—. Me refiero a que si habías pensado un nombre para ella antes de que naciera. Es más cómodo llamarla por un nombre de pila, ¿no crees?
—No sé si será buena idea. Después de todo cuando la encontremos, tendrá otro nombre.
—Ponle un poco de ilusión, Gina. Créeme, te ayudará.
Patrick tenía razón, es más cómodo ''ponerle nombre''. Derek y yo pensamos en muchos nombres desde que supimos que era una niña. Lo debatimos durante un buen tiempo y al final nos decidimos por dos, uno por elección de cada uno.
—Anne. Ese es el nombre que a Derek le gustaba.
—¿El que le gustaba a Derek? ¿Había uno que te gustaba a ti?
—Sí. Marie. Pero prefiero llamarla Anne, en honor a su papá.
—Eso es hermoso, pero...¡un momento! ¿Anne-Marie no es una cantante?
—Sí, es una divertida coincidencia —reí—. Estuvimos meses eligiendo nombres y cuando por fin encontramos los ideales, resultó ser el nombre de una cantante.
—Es lindo verte reír, con esa actitud quiero verte durante toda la búsqueda de Anne, ¿ok?
—Ok. Gracias, Patrick.
—Un placer. Ahora te dejo trabajar, según Irina hoy será un día pesado.
—Y para colmo tengo que dejarlo todo listo antes de las 4:30 p.m. para ir a recoger a Luna a tiempo.
—Ok, entendí la indirecta. Me largo —bromeó, haciéndome reír.
—No te estoy echando —lo acompañé hasta la puerta.
—Lo sé. Nos vemos, Gina.
Nos despedimos con un cordial beso en la mejilla y en cuanto Patrick salió, Irina entró. Había olvidado por completo que tenemos una seción de fotos con las modelos de la campaña. No dejé que articulara ni una palabra. Fuimos juntas hacia el gran salón de pasarelas ubicado un piso más abajo.
El salón contaba con tres pasarelas montadas, luces intaladas, grandes cortinas color magenta adornando todo el lugar y asientos para admirar el espectáculo. Suelo usarlo como una sala de ensayo para observar nuestro trabajo antes de lanzar cualquier campaña.
Tomé asiento junto a Irina, Monique y Francis. Se efectuaría un pequeño desfile de modas con nuestros diseños originales con los cuales iniciaríamos el proceso de márketing en caso de que obtuvieran mi aprobación.
Se ultimaron un par de detalles y seguidamente comenzó el desfile. Primero con una modelo adulta pelirroja junto a una pequeña con el mismo color de cabello. Lucían vestidos de verano-otoño —diseñados por Monique— color azul marino con estampado de flores caribeñas del viejo estilo del 2012. La ''madre'' con un escote corazón no muy revelador mientras que la ''hija'' llevaba un escote hombros caídos igual de conservador.
Esa era la escencia del concepto. Algo vintage, con madre e hija a juego, pero sin perder el estilo adulto femenino ni la sencillez infantil. Quedé bastante satisfecha con el resultado.
A continuación, llegaron el próximo par de modelos. Estas eran pelinegras y lucían diseños más sport. La ''madre'' llevaba una camisa de mangas largas remangada color blanco junto a una corbata roja no del todo anudada, unos jeans de mezclilla y zapatos de tacón rojos. La niña por su parte vestía una camisa sin mangas y una pequeña corbata de los mismos colores que las de su acompañante, unos shorts de mezclilla y sandalias escarlata.
Nuevamente amé la presentación y lo mismo ocurrió con las siete restantes. El concepto estaba muy claro, los diseños eran espectaculares y estaba segura de que sería un completo boom. Pero faltaba algo. Algo que no me convencía del todo.
—¿Ocurre algo, Gina? —preguntó Iri al notar mi inconformidad, en cuestiones de nuevos proyectos nadie descifra mejor mis expresiones que ella.
—Todo ha estado maravilloso y felicito a todo el equipo por su excelente trabajo, pero siento que falta algo.
—Tú dime y yo me encargo.
—Todas las modelos están perfectas, tanto las adultas como las infantiles.
—Pero...
—Pero me agradaría más si fueran madres e hijas reales. Ya sabes, para que el concepto sea lo más auténtico posible.
—Claro, si queremos venderle a madres e hijas tenemos que mostrar los diseños en madres e hijas reales.
—Exacto. ¿Crees que encontremos las modelos suficientes antes de la sesión de fotos oficial?
—Claro que sí. Soy Irina, ¿recuerdas?
—Cierto, eres mi superheroína de la moda personal.
Una vez terminado el desfile, me puse manos a la obra en cuanto a la elección de los diseños oficiales que serían la cara de la campaña. Eso, junto a otros detalles de igual importancia, consumieron gran parte de mi día. Cuando quise tomar un descanso ya era hora de buscar a Luna, así que dejé a mi mano derecha a cargo para ir corriendo hacia la escuela.
Diez minutos después, llegué a la academia. Justo a tiempo para escuchar el sonido de la campana y pocos minutos después, salían contentos cada uno de los niños. Pude divisar una abundante cabellera rubia bastante más despeinada que esta mañana entre la multitud de pequeños saliendo del portón. En cuanto sus ojitos azules hicieron contacto visual con los míos, corrió hacia mí.
—¡Gina!
—Hola, princesa. ¿Lo pasaste bien hoy?
—Sí, fue muy divertido. ¿Adivina qué hay en un estante en el fondo del salón?
—Mmm...¿qué? —fingí no saber.
—¡Libros! Hay un montón de libros. ¿Y sabes cuál es la mejor parte?
—¿Cuál?
—Que la maestra Phillips dijo que los leeremos todos en clases.
—Eso es fantático. Ahora dimé por qué estás tan despeinada —cuestioné a la vez que intentaba arreglar improvisadamente ese desastre.
—Es que mi cabello es muy largo y jugamos mucho hoy, es muy fácil que termine así.
—Ok, te cepillaré en casa. Vámonos.
Durante el viaje a casa solo escuché a Luna hablar de lo bien que lo pasó en la escuela, en especial lo mucho que la emociona la lectura. Esa afición por los libros me alegraba bastante, ya que si en llegado momento alguna materia se le dificulta se, podría comprarle algunos interactivos para niños en los que instruyen a través de la diversión. De igual forma y sin duda alguna fue un total acierto este colegio y esa sonrisita que tanto adoro lo vale todo.
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Nuevo capítuloooo!!!
¿Alguien tiene una teoría sobre Anne?
Quería compartirles este edit realizado por unanswered_28
Besos de Karina K.love 😉
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