CAPÍTULO 21: Mis hijas
—¡TE QUITÉ A TU HIJA! —gritó sin medir la magnitud de sus palabras.
Me lancé nuevamente al sofá, devastada ante lo que acababa de oír.
Mi hija...mi hija no murió.
¡Está viva!
Solo...solo me la quitaron.
Me la arrebataron, pero no está muerta.
Comencé a sudar frío, mis manos no paraban de temblar, un doloroso nudo se formó en mi pecho, me costaba respirar con regularidad y las lágrimas ya no eran suficientes para demostrar el horrible dolor que carcomía mis entrañas al descubrirme víctima de un crimen tan atroz como la separación de una madre de su hija. La dificultad para respirar pasó a convertirse en falta de aire y todo a mi alrededor se tornó confuso y oscuro. Estaba en shock...pero me obligué a mí misma a volver en mis sentidos.
—¿Qu-qué...dijiste? —tartamudeé, apenas audible.
—Na-nada. ¡Olvida lo que dije! —dijo, nerviosa, esquivando mi mirada.
De pronto descubrí en ella auténticos signos de un gran nerviosismo, ese que sienten las personas cuando sus maldades son descubiertas. Ese que demuestran cuando sus horribles fechorías salen a la luz.
—No lo voy a olvidar, madre. ¡Dijiste que me quitaste a mi hija! ¿¡Qué quisiste decir con eso!? —grité aún aturdida, pero decidida a saber la verdad.
—Me refería a Luna —mintió, si se refiriese a Luna no luciría tan descolocada.
—Tú no te refieres a Luna como mi hija, sino como ''la mocosa''. O sea que la hija que me quitaste fue la que yo di a luz. ¡Me quitaste a mi hija! ¿¡Dónde está!? ¿¡Dónde está mi hija, mamá!? —le grité, tomándola de los brazos y sacudiéndola con fuerza.
—¡No lo sé! —me gritó, lanzándome sobre el sofá.
—¿¡Cómo que no sabes!? ¡Tú me la quitaste! ¡Me la arrebataste! ¡Tienes que saber dónde está!
A estas alturas ya no me encontraba lo suficientemente calmada como para dejarme enredar por sus juegos. Mi hija está viva y ella tenía que revelarme su paradero o de lo contrario no podría prometer que mis actos no fueran una verdadera bomba atómica. Y a estas alturas me importaba muy poco que fuera mi madre.
—No lo sé. Pagué para que la hicieran desaparecer el día que nació hace años y no me importa si está viva o muerta —confesó mostrando todo el desdén que siente hacia mi pequeña.
La hizo desaparecer. Se deshizo de ella como si fuera una bolsa de basura que ya no tiene cabida en casa. La desechó ignorando que era una bebé recién nacida, un ser humano indefenso y su nieta. Su primera y única nieta.
—¿Cómo pudiste hacerme eso? —lloré aún más.
Estaba desconsolada. La mujer que me trajo al mundo hizo desaparecer a mi bebita y no parecía sentir el más mínimo remordimiento por ello.
—¿Quieres saber la verdad, Gina? Te la contaré —espetó—. Desde que supe que estabas embarazada de ese muerto de hambre me propuse deshacerme de esa estúpida bebé. Le pagué a tu ginecólogo para que me mantuviera al tanto de todo y una vez dieras a luz me entregara al bebé —escupió con desprecio.
—Por eso desapareció después del accidente y nunca recibí una explicación médica acerca de la supuesta muerte de mi bebé —deduje al atar cabos.
—Ese accidente. Me vino como anillo al dedo y maté a dos pájaros de un tiro —rió sin gracia.
—Derek...
—No te emociones. Él sí se murió.
Por desgracia eso sí era verdad. Madelaine, la madre de Derek, me lo comprobó cuando conseguí contactarla meses después del accidente. Estaba devastada.
—Con tu hija no tuve la misma suerte. Cuando me llamaron diciendo que tuviste un accidente, corrí despavorida hacia el hospital, una vez allí me dijeron que habías entrado en labor de parto.
—¿Labor de parto? —cuestioné, confusa.
—Sí. Ese sueño recurrente que tenías en realidad es un recuerdo, tuvimos que llevarte por meses a terapia para convercerte de que no era real. Tú diste a luz por parto natural. Primero a tuviste a esa horrenda bebé llorona y rubia y luego... —se detuvo en seco, como si estuviese a punto de decir algo que quería seguir manteniendo en secreto.
—¿Y luego qué? —inquirí.
—Y luego entraste en coma —repuso—. Aguantaste demasiado, sufriste un accidente automovilístico y después un parto. Perdiste mucha sangre a causa de numerosas hemorragias. ¡Estuviste a punto de morir a causa de un paro cardíaco por culpa de esa niña y ese estúpido novio tuyo!
—No fue culpa de ellos...y eso no era motivo para manipularme y mentirme así.
—¡Claro que lo era! —espetó—. La irresponsabilidad de ese tipo y el nacimiento adelantado de esa niña casi te arrebatan de nuestro lado. Por eso aproveché que estabas en coma y me deshice de esa bebé. Era prematura y requería estar un tiempo en la encubadora, pero no era nada que un par de billetes no pudieran resolver. Unas enfermeras se encargaron de sacarla del hospital sin ser vistas y desde ese entonces no sé nada de ella. Quizás la dejaron en un orfanato o la adoptaron, o incluso pudieron venderla. Sinceramente no me importa.
—¿Cómo pudiste? —musité, atónita ante la sobrecarga de información que acababa de recibir de esa forma tan abrupta y cruel.
Tomó mi rostro con su mano acercándome al suyo. Me apretaba con fuerza la mandíbula, observándome con furia.
—Encontré una oportunidad de librarme de las piedras en mis zapatos y la aproveché. Dime qué futuro tendrías con una mocosa a esa edad. Seguramente el estúpido de Derek te hubiera abandonado. No habrías logrado nada en la vida. Métetelo en la cabeza, Gina, eres la mujer que eres gracias a lo que hice.
Libré mi rostro de su agarre y de un empujón la lancé al sofá. Me posicioné en el lugar que anteriormente mi mamá ocupaba para expresar al igual que ella todo lo que su discurso de ''buena madre'' significó para mí.
—No tienes idea de lo mucho que me repugna tu actitud. Siempre fui consciente de que eras frívola y poco amorosa, pero nunca se me pasó por la mente que fueras tan inhumana y tan cruel. No sabes lo mucho que he sufrido todos estos años, lo infeliz que he sido. No tienes derecho a arrebatarme mi felicidad solo porque no cumplo con las expectativas que tú y papá tenían para mí.
—Gina...
—¡Cállate! —la interrumpí—. Llevaste a cabo un plan retorcido para hacer de mi vida lo que te dio la gana. Pusiste en peligro la vida de una criatura recién nacida, la separaste de mí. Convertiste mi vida en una mentira, manipulaste todo a mi alrededor para convencerme de tu falsa historia sin importarte mi dolor, mi trauma y el inmenso vacío que me dejó la pérdida de mi niña. Llevo siete años echando en falta a alguien que no murió, sintiendo que morí también. ¿¡Entiendes lo que hiciste!?
—Lo hice por ti —me encaró sin un ápice de arrepentimiento.
—No, lo hiciste por ti —la rectifiqué—. Por tu egoísmo, tu orgullo, tu frivolidad, tu carencia de instinto materno. Tú no eres madre...eres un monstruo.
—¿¡Cómo te atreves a decir eso!? —se levantó del sofá, al parecer afectada por lo que antes dije.
—Porque es cierto. Una madre no destruye la felicidad de su hija solo porque no esté de acuerdo con su modo de vida. Si fueras una buena madre y de verdad me quisieras, me habrías consolado cuando murió Derek, me hubieras ayudado a cuidar a mi bebé, te hubieses sentido orgullosa de mí cuando fundé Glamour & Women, me hubieses apoyado cuando decidí adoptar a Luna. Pero no, tú solo piensas en convertirme en tu títere. Eres una titiritera, no una madre.
—Gina... —intentó secar mis lágrimas, pero di un paso atrás antes de que tocara mi rostro.
—No me toques. Me das asco...te quiero lejos de mí y completamente fuera de mi vida.
—No puedes hacer eso —objetó aún más afectada que hace un momento.
—Sí puedo. Estoy harta de intentar que me des una gota de amor...y esto ya fue el colmo. No te quiero volver a ver. Odio ser tu hija.
—Yo... —dijo, apenas audible, estaba al borde de las lágrimas; nunca la vi llorar, pero sinceramente ya no me importaba.
—Vete de aquí —extendí mi brazo y le señalé la puerta—. Imagina que nunca tuviste una hija, que morí también hace siete años. Olvida que existo porque tú para mí tampoco existes.
—¿De verdad quieres que las cosas sean así? —sonó más como una advertencia que como una pregunta.
—Solo vete.
Asintió derrotada. Presionó el botón del intercomunicador y llamó al personal de servicio del edificio. En cuestión de minutos llamaron a la puerta y esa señora que se hace llamar mi madre les indicó dónde se encontraba su cuarto para recoger sus cosas. Una vez todo estuvo listo, ella se acercó a mí —que me encontraba en el mismo lugar que hace un rato— totalmente inmóvil.
—Adiós, Gina. Lamento que querer lo mejor para ti me convierta en una mala madre —se despidió, al parecer orgullosa de sus acciones.
Reí sin gracia y negué con la cabeza.
—Adiós...Margaret.
Sin más que decir, se fue seguida por el personal de servicio. En cuanto la puerta se cerró, me desplomé en el suelo. Necesitaba soltar todo el dolor de alguna forma, aunque estaba consciente de que las lágrimas no ayudaban en lo más mínimo.
Aún no me creía todo lo que había escuchado. Mis padres no tienen escrúpulos. Jugaron conmigo tal cual una muñeca de trapo, sin sentir tan siquiera un poco de empatía al verme sufrir. Me apartaron del ser más importante para mí y no conformes con eso la desecharon como si fuera basura.
No sabía en qué pensar, me sentía perdida. Mi propia cabeza me estaba torturando, pero a pesar de todo había una pequeña luz al final del túnel...¡mi hija está viva!
Aún no podía asimilarlo, me parecía tan lejano e irreal, pero no era así. La pequeñita que llevé durante ocho meses en mi vientre está en alguna parte del mundo, viva...¡y la voy a encontrar!
Ya un poco más calmada, tomé mi teléfono y llamé a la única persona con la que puedo confiar en este momento: Ally.
—Hola, Gin —respondió, animada.
—Ally, necesito que vengas —pedí con la voz rota.
—Gin...¿qué te ocurre? —preguntó, alarmada.
—Demasiadas cosas y ninguna buena. Te necesito.
—Voy para allá.
Apagué mi teléfono y me acurruqué en el sofá, esperando la llegada de mi mejor amiga. En menos de quince minutos apareció la morena. Cuando le abrí la puerta y vio el estado en el que me encontraba, me dio el más caluroso de los abrazos, siempre encuentra la forma de hacerme sentir mejor. Me consoló por un par de minutos mientras lloraba sin control en su hombro, no sería fácil contar todos los acontecimientos ocurridos en este horrible día. Conseguí calmarme y proseguí a explicarle con lujo de detalles.
—No puedo creerlo, amiga. Tu madre es una sádica —dijo, horrorizada después de escuchar absolutamente todo.
—Es mucho peor que eso.
—Es que no me cabe en la cabeza cómo una madre es capaz de hacerle algo así a su propia hija...y a sus propias nietas. Lo siento muchísimo.
—A mí tampoco. Mi hija y Luna son solo un par de niñas desprotegidas y necesitadas de amor. Amor que yo siempre he estado dispuesta a darles.
—Gin, hablando de Luna. Ahora que ya sabes que tu hija no está muerta...¿qué vas a hacer con respecto a la rubita?
—¿Cómo que qué voy a hacer? Recuperarla. El hecho de que mi hija esté viva no quita el amor que siento por Luna. Tengo dos hijas...y a ambas las voy a recuperar a como dé lugar.
Ally esbozó una sonrisa de alivio y emoción. Parece que en serio creyó que ya no quería a Luna solo porque mi hija resultó estar con vida, pero era todo lo contrario.
—Yo te voy a ayudar. Pero lastimosamente solo puedo hacerlo con Luna. Para encontrar a tu hija biológica tendrás que contratar a un detective privado.
Entonces lo recordé.
Corrí a buscar mi bolso y rebusqué en su interior hasta encontrar la dichosa tarjeta de presentación de él. Por fortuna la encontré y regresé a la sala de estar, donde había dejado a una confusa Ally.
—¿Qué te pasó? —preguntó Ally.
—Ya sé quién me puede ayudar a buscar a mi hija —sonreí mientras marcaba en mi celular el teléfono que figuraba en la pequeña tarjeta de presentación.
—¿Ah sí? ¿Quién?
El celular pegado a mi oreja dio un solo tono y al instante una voz masculina contestó del otro lado de la línea.
—Patrick Gray al habla.
—Patrick. Soy Gina Parker. ¿Te acuerdas de mí?
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Nuevo capítulo!!!!
Un poco corto, pero demasiado expresivo.
¿Qué creen acerca de la hija de Gina?
¿Cómo creen que Gina recuperará a Luna?
Besos de Karina K.love😉
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