CAPÍTULO 20: No la alejen de mí
—¿Entonces voy a quedarme aquí con la abuela? —preguntó Luna, un poco preocupada.
—Sí, pequeña.
—Pero sabes que no le agrado.
—Rubita, ya hablamos de esto. La abuela es poco malhumorada, pero no puedo dejarte sola.
—Lo sé —agachó la cabeza.
Tomé su pequeño mentón e hice que me mirara.
—Escucha, no tienes que estar con la abuela todo el tiempo. Solo hazle saber si tienes hambre o te sientes mal, el resto del tiempo puedes pasarlo en tu cuarto jugando y si quieres puedes llamarme a la empresa.
—¿En serio?
—Sí. Es más, regresaré antes del trabajo y luego iremos juntas al hospital a ver a Carol. ¿Qué te parece?
—Fantabuloso —dijo sin la pizca de emoción que siempre le pone.
—Eso sonó como un ''Bien'', no como un ''Fantabuloso''. Quiero oírte decirlo como solo tú sabes hacerlo.
—Fantabuloso —sonrió.
—Aún no me gusta. Quiero oírte gritar —le hice cosquillas.
—Ok, ok. ¡Fantabuloso! —chilló entre risas.
—Así me gusta, rubita. Ahora ya tengo irme.
—¿Tan pronto?
—Sí. Pórtate bien, ¿ok?
—Ok —asintió y me abrazó.
En serio no quería que me fuera, y yo tampoco quería irme. Aún no me sentía cómoda con la idea de que mi madre la cuidara, pero mejor un malo conocido que un bueno por conocer. Cuando intenté separarme de ella, se aferró más a mí. Sabía lo que pasaba...se sentía abandonada.
—Rubita, voy a regresar dentro de un par de horas. Lo sabes, ¿verdad? —susurré en su oído.
—Lo sé, pero no quiero que te vayas —respondió con la vocecita quebrada, y a mí se me quebró algo más...el corazón.
Me separé de ella y vi su hermoso rostro maquillado con una nube de tristeza y una pequeña lágrima bajando por su mejilla. La sequé al instante y acuné su carita entre mis manos.
—Rubita...sabes que yo nunca te abandonaría, ¿cierto?
—Lo sé, tú no eres como mis otras mamás sustitutas. Tú jamás me abandonarías.
—¿Entonces por qué estás tan triste? Nunca te has puesto así cuando vamos a casa de los Richardson.
—Porque a ellos los conozco y son muy buenos conmigo. Pero a la abuela no le caigo bien. Me da miedo que se enoje conmigo o que pelees con ella por mi culpa y después tú ya no me quieras y me regreses al orfanato.
Mi niña...
—¿¡Qué!? Rubita yo nunca te dejaría. Olvida todo lo que dijo mi mamá, ¿ok? No hay nada, absolutamente nada en este mundo que haga que deje de quererte, eres la luz de mis ojos.
—¿De verdad?
—Claro que sí. Ven, dame un abrazo —extendí mis brazos y se acurrucó entre ellos.
—Te quiero mucho —murmuró en mi oído.
—Yo te quiero más.
Nos separamos y noté que se encontraba más tranquila. Me despedí nuevamente para después dejarla tranquila leyendo sobre su cama. Me dirigí a la sala de estar, donde me esperaba mi madre.
—¿Puedo confiar en ti, mamá? —pregunté con rudeza.
—¿Cuántas veces vas a preguntarme lo mismo, Gina? —preguntó antes de darle un sorbo al contenido de la taza que estaba sosteniendo.
—Las veces que sean necesarias. Luna te considera una extraña y con el trato tan seco que le has dado no se siente cómoda a tu alrededor. Yo tampoco quiero dejarla a tu cuidado, pero no tengo opción.
—Tú lo has dicho, no tienes opción. Vete al trabajo y yo me encargaré de la mocosa.
—No la llames mocosa —exigí—. Ya le indiqué que tuviera el menor trato posible contigo, así que solo vendrá a buscarte cuando tenga hambre o se sienta mal. Por lo tanto te pido que no te le acerques a menos que surja un imprevisto o urgencia.
—No tenía pensado acercármele, simplemente la vigilaré y alimentaré como la cachorrita callejera que es. ¿Contenta?
Empuñé mis manos y respiré profundo para controlarme y no soltar los improperios que se merecía por hablar con tal desdén de mi hija.
—De acuerdo. Confío en ti, mamá.
—No tienes nada de qué preocuparte, querida.
Eso espero.
—Ok. Hasta luego, mamá —me despedí secamente y salí del apartamento.
Sé que no es la despedida más calurosa hacia la mujer que me dio la vida y que no debería estar preocupada por dejar a su nieta bajo su cuidado, pero esta falta de afecto es lo único que se merece de mí. No es que no ame a mi madre, al contrario, solamente que sus actitudes y escasez de sensibilidad me provocan querer estar a kilómetros de distancia de ella.
Al llegar a la empresa, camino a mi oficina saludé a parte del personal que me recibió. El ambiente del lugar consiguió apartarme de mis pensamientos mas no del mal presentimiento que me presionaba el pecho. Ingresé a la oficina y me dejé caer sobre mi silla como si el peso de mi cuerpo pesara como el plomo. Irina entró poco después y me regaló su habitual sonrisa mañanera.
—¿Qué te ocurre, Gin? —preguntó al notar que no compartía su felicidad matutina.
—Estoy preocupada por Luna, tuve que dejarla con mi madre y tengo un horrible presentimiento desde que salí de mi casa.
—Espera, rebobina. ¿Tu madre está aquí en Manhattan? —preguntó, sentándose en la silla del lado contrario de mi escritorio.
—Pues sí. Ayer cuando llegué a casa ella estaba sentada en mi sofá como si de su casa se tratase. Discutí con ella, pero no llegó a mayores porque no quería que Luna se alterara y me di cuenta de que no lograría echarla de todas formas.
—Y...¿dejaste a Luna con ella?
—Sí, mi amiga Amy tiene a uno de sus pequeños enfermos y no pudo cuidármela hoy. No tuve más remedio que dejarla con mi madre, pero estoy comenzando a pensar que fue muy mala idea —suspiré, hundiéndome un poco más en mi silla.
—Tu madre no sería capaz de hacerle algo malo a Luna, ¿o sí?
—No. Mi madre será muchas cosas, entre ellas frívola y cruel, pero nunca le haría daño a un niño. No, ella no es esa clase de persona —negué repetidamente con la cabeza.
—Entonces no veo el motivo de la preocupación. ¿Qué es eso que te asusta tanto?
—No lo sé. Quizás...solo sean imaginaciones mías. Necesito trabajar para mantener mi mente ocupada.
—Bien, las modelos de la campaña del final del verano nos están esperando —me informó, entregándome una carpeta correspondiente al evento.
—No las hagamos esperar más, vamos.
Fui con Irina a supervisar los books de fotos de las modelos y todo lo referente a las campañas del final del verano y la de verano-otoño. Nuestro proyecto de Moda Vintage para Madres e Hijas aún estaba en proceso y tampoco podíamos descuidar proyectos anteriores.
Estuve desempeñando mi trabajo con la misma eficiencia de siempre, pero el nudo en mi pecho cada vez se hacía más grande. La intranquilidad y la preocupación no me dejaban mantenerme cien por ciento concentrada en el trabajo. Algo andaba mal, lo sabía. Así que la hora del almuerzo decidí llamar a mi madre para asegurarme de que todo estaba bien.
—¡Mamá! ¿To-todo está bien en casa? —le pregunté a mi madre en cuanto me contestó el teléfono, tenía el alma pendiendo de un hilo, como si estuviese a punto de recibir malas noticias.
—Gina, ¿qué ocurre contigo? Todo está perfectamente bien —dijo mi madre, quitándole importancia a mi desesperación.
—Ponme a Luna, por favor.
—De acuerdo —exhaló hastiada y escuché cómo llamaba a mi niña.
—Hola, Gina —rió Luna del otro lado de la línea, haciendo que la opresión de mi pecho disminuyera.
—¿Todo bien con la abuela?
—Pues...sí. Hice lo que me dijiste y ahora vamos a almorzar.
—Qué bien —suspiré.
—¿A qué hora llegas?
—Dentro de una hora estaré allí.
—¿En serio? —chilló animada.
—Sí, pequeñita. Nos vemos luego.
—Bye, Gina.
—Bye, rubita —me despidí de la pequeña y supongo que le devolvió el móvil a mi madre.
—¿Ves, Gina? La niña está perfectamente bien.
—Gracias, mamá. Dentro de poco estaré allí.
—Como quieras —dicho esto me colgó.
Dejé mi teléfono sobre mi escritorio y suspiré cansada. Acababa de confirmar que todo estaba en orden, pero...aún la preocupación permanecía allí. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Desde cuándo era una paranóica sobreprotectora?
Irina irrumpió en la oficina y en mis pensamientos, trayendo consigo una pequeña bolsa de papel.
—Hola, Iri —la saludé sin mostrar mucha emoción.
—Hola, Gin. Vi que no salías de la oficina y decidí traerte el almuerzo —sonrió, depositando la bolsa sobre mi escritorio.
—Gracias, amiga. Siéntate —la invité y eso hizo.
—¿Qué ocurre contigo, Gin? Has estado aquí todo el tiempo, pero tu mente parecía estar en otro lugar, y tu cara me dice que el mal presentimiento sigue ahí.
—Pues sí. Qué se yo, quizás sea solo paranoia, pero...siento que algo va mal.
—¿Llamaste a tu madre?
—Sí, hablé con ella y con Luna y al parecer todo está bien.
—¿Entonces por qué estás así?
—No lo sé...es que algo me dice que...algo está mal —sin saber ni entender por qué, mis manos comenzaron a temblar—. Yo...tengo que irme. Gracias por el almuerzo, Iri —tartamudeé, parándome de mi asiento para salir lo antes posible de allí.
Creí escuchar que Irina me dijo algo, pero mi mente solo estaba pensando en una cosa: Luna. Salí despavorida de la empresa y casi corrí hasta llegar al estacionamiento. Subí a mi coche y comencé a conducir con dirección a mi edificio.
¡Justo hoy! Justo en este momento me topé con uno de esos típicos y nada agradables atascos de Nueva York. No pensaba quedarme estacionada en medio de una concurrida calle con noventa coches delante y la misma cantidad detrás, mientras el ruido de las bocinas hacían función de banda sonora, logrando irritarme más. Como pude, me las arreglé para doblar por una calle y dar una vuelta enorme para así poder llegar a mi casa, dicho recorrido me llevó al menos media hora.
Estacioné frente a mi edificio y corrí hasta el vestíbulo. Allí me detuvo Marcus, el portero.
—Sí, Marcus —me forcé a sonreírle, sinceramente no estaba de humor para que me entregara el correo o me informara acerca de alguna novedad del edificio.
—Quería preguntarle acerca de su hija. ¿Todo bien en el hospital? —preguntó con genuina preocupación.
—¿Ho-hospital? —tartamudeé, nerviosa.
—¿No lo sabía? Su madre salió de aquí con Luna a bordo de una ambulancia hace unos quince minutos aproximadamente.
¡No, no, no! ¡No puede ser!
—¿QUÉ? —pregunté a punto de llorar.
—Por lo poco que pude ver, la pequeña estaba sufriendo una reacción alérgica. Tenía erupciones en la piel, se rascaba y parecía tener dificultad para respirar.
La alergia de Luna...
—¿A qué hospital fueron? —casi grité.
—Al Park Avenue Pediatrics of Manhattan.
—Gracias, Marcus —agradecí y retorné a toda velocidad hacia mi auto.
Conduje desesperadamente hacia el hospital pediátrico, culpándome mentalmente por lo que estaba pasando mi pequeña en este momento. Alergia, Marcus describió los síntomas de la típica reacción alérgica, eso quiere decir que Luna comió fresas y mi madre tuvo todo que ver, de eso estoy segura. Tengo entendido que, en dependecia de la cantidad que ingirió, puede tener desde una pequeña erupción en la piel hasta ocasionarle la muerte. Si algo le pasa a mi rubita, me muero.
Llegué al hospital, entrando como una verdadera demente hasta llegar a la recepción donde me recibió una enfermera.
—Señorita, ¿le ocurre algo? —preguntó la enfermera, preocupada por mi reacción.
—Señorita, necesito ver a mi hija. Me informaron que la trajeron a urgencias hace aproximandamente veinte minutos sufriendo una reacción alérgica —expliqué arrastrando las palabras y respirando con dificultad, me moría de la angustia.
—Cálmese, por favor —intentó tranquilizarme sin éxito alguno.
—No puedo calmarme, es mi hija —dije, al borde de las lágrimas.
—La entiendo perfectamente. Dígame el nombre de su hija —solicitó, preparándose para buscar a mi hija en su computadora.
—Luna.
—¿Solo Luna?
—Sí, emm...es mi hija de acogida y el apellido que tiene se lo asignó el departamentos de niños y familia así que...
—Tranquila. Yo también tengo hijos adoptivos —me sonrió y volvió su vista a la computadora.
—Gracias —suspiré un poco más calmada.
—Escuche, su pequeña fue llevada a urgencias y la están tratando. La acompaño —se ofreció, regalándome una sonrisa compasiva.
Caminamos por unos pasillos hasta llegar a una sala en específico. Una vez allí, entramos a una habitación y ahí estaba Luna, acostada en una cama, dormida y suministrándole un suero. A su lado, sentada en una silla se encontraba mi madre sin expresión alguna en su rostro. Además, también se encontraba un doctor revisando el pulso de mi pequeña.
—Dr. Jones, ella es la madre de la paciente —informó la enfermera, haciendo que el doctor y mi madre nos observaran.
—Muchas gracias, Abigail. Puedes retirarte si gustas —respondió el médico.
—De acuerdo —asintió Abigail, saliendo de la habitación después de sonreírme una última vez.
—¿Doctor qué le ocurrió a mi niña? —pregunté desesperada.
—Su hija fue traída a urgencias con síntomas de anafilaxis provocadas por ingerir fresas, a las cuales la niña es alérgica —me explicó.
Anafilaxis es una reacción alérgica grave que incluso puede llegar a ser mortal. Algo tan severo no pudo ser causado por un pequeño mordisco de la fruta, debió al menos beberse un batido o quizás las fresas estuvieron mucho tiempo en su organismo. Miles de otras teorías se asomaron por mi cabeza y de todas ellas una sola persona es la culpable: mi madre.
—¿Cómo está?
—Por suerte la trajeron a tiempo y le suministramos la epiferina. Ahora está estable, pero debemos mantenerla en observación preferiblemente hasta mañana y hacerle un par de exámenes para descartar algún daño mayor.
Suspiré de alivio, llevándome la mano al pecho. Mi pequeña estaba bien, o al menos estable, y eso era todo lo que me importaba en este momento.
—¿Hay alguna indicación médica para cuando me la lleve a casa?
—La niña no presenta una alergia severa, pero, en caso de que un incidente como este se repita, le recomiendo que lleve consigo un autoinyector de epiferina.
—Como un EpiPen.
—¿La pequeña tenía uno? —preguntó el doctor ante mi conocimiento en este tema.
—No. Su pediatra no lo consideró necesario ya que, como usted dijo, no presenta una alergia severa. Pero Luna no es la primera persona a la que conozco con dicha alergia.
—Bueno, dadas las circunstancias espero que tome en cuenta mi consejo, solo para prevenir.
—Claro que sí, doctor. Muchas gracias por todo.
—Es mi trabajo. Con permiso —me sonrió y salió de la habitación.
Me acerqué a mi madre conteniendo mi enojo junto toda la impotencia que sentía. Le pedí que la cuidara por un par de horas, solo eso, y ahora mi pequeña está en una cama de hospital.
—Gina... —comenzó a decir, pero la detuve.
—Hablaré contigo después, mamá. Ahora...¿podrías salir por favor? Necesito estar a solas con ella.
—Como quieras —masculló con desinterés y salió del cuarto.
Tomé asiento en el pequeño mueble que anteriormente ocupaba mi madre y me apoyé ligeramente en el colchón de la cama. Luna aún estaba inconsciente, durmiendo serenamente. Comencé a imaginar los momentos horribles que debió haber pasado durante la anafilaxis, es una experiencia traumática y para ella que es tan pequeña tuvo que ser el doble de fuerte.
Llevé mi mano a su cabello dorado para peinarlo con los dedos como suelo hacer cuando está dormida.
—Lo siento, rubita. No te cuidé como debía hacerlo. Tú no querías quedarte con mi madre y yo tuve ese mal presentimiento todo el día, y no hice nada. Debí quedarme contigo, debí cuidarte. Perdóname, princesita.
Me quedé un rato más con ella. No quería irme, no la dejaría sola de nuevo. Velaría su sueño todo el tiempo que fuera necesario.
Unos toques en la puerta me apartaron de mi trance. Al abrirse la puerta, apareció ante mí Raquel, la trabajadora social a cargo del caso de Luna. ¿Qué hacía aquí?
—Buenas tardes, Sra. Larsson —dije, levantándome de mi asiento.
—Buenas tardes, Sra. Parker —me saludó con un tono frío y su mirada demostraba...decepción.
—¿Necesita algo? ¿Algún problema con Luna?
—Excepto el que estoy viendo —dijo con rudeza mientras apuntaba a Luna.
—Puedo explicarlo. Yo...
—No hace falta que me explique nada, su madre ya me puso al tanto de todo. Es usted una irresponsable —me reprendió sin alzar la voz.
—Sra. Larsson, ¿podemos hablar afuera? No quiero que Luna despierte y vea esta escena.
—Me parece razonable —asintió.
Salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la cafetería del hospital, lo que ambas consideramos un lugar más apropiado para mantener esta conversación. Tomamos asiento una en frente de la otra en una de las pequeñas mesas redondas del lugar.
—Sra. Larsson...
—Discúlpeme que la interrumpa nuevamente, Sra. Parker. He ventilado este asunto con su madre y...he llegado a la conclusión de que el mejor interés de Luna es que deje de estar bajo su cuidado.
—¿¡Qué!? No-no usted no puede quitarme a mi rubita —tartamudeé nerviosa, esto no podía estar pasando.
—Claro que puedo. Me asignaron a Luna luego del caso penal que se llevó a cabo con sus anteriores padres sustitutos y no es solo mi trabajo sino también mi deber buscar un hogar estable, seguro y lleno de amor para ella.
—Yo le he brindado eso todo el tiempo que ha estado conmigo —objeté al borde de las lágrimas.
—Estuvo a punto de morir a causa de una reacción alérgica. Alergia de la cual usted ha estado consciente desde que decidió ser la madre sustituta de Luna. Todo a causa de su descuido —me reprendió.
—¿Qué le dijo mi madre? —sé perfectamente que ella tiene algo que ver con este repentino cambio de percepción que tiene de mí.
—Que usted dejó a Luna a su cuidado sin advertirle de dicha alergia, ocasionando que la pequeña acabara en el hospital.
—Eso no es cierto. Claramente le dije a mi madre acerca de la alergia de Luna, es un punto clave en su cuidado. Ni siquiera tenía fresas en casa.
—La decisión está tomada, Sra. Parker. Ahora solo tengo una pregunta para usted.
—Dígame.
—¿Es cierto que usted perdió una hija a una edad muy temprana?
—¿A qué viene esa pregunta? —pregunté sin tener la más mínima idea de qué tenía que ver ese asunto con la custodia de Luna.
—Su madre me informó de la depresión postraumática que le provocó dicha pérdida, y que de hecho Luna tiene la misma edad que tendría su hija.
—No entiendo a dónde quiere llegar.
—A que no la considero apta para tener a su cargo la custodia de una menor con semejantes antecedentes.
—¿Disculpe? Estoy en pleno uso de mis facultades mentales y probé con hechos ante usted y la oficina de gobierno que soy completamente apta para tener a Luna conmigo.
—Escuche, Sra. Parker. En serio siento mucho la pérdida de su bebé, pero si lo que usted está buscando es un reemplazo y no tiene las precauciones necesarias para cuidar de Luna, entonces no debería tener intenciones de adoptarla.
—Luna no es un reemplazo, es mi pequeña. Adoro a esa niña más de lo que usted, mi madre o cualquiera imagina. Por favor no la aparte de mi lado, esa niña es mi vida —rogué con lágrimas mojando mi rostro.
—Lo siento, Sra. Parker. En cuanto den de alta a Luna regresará a la oficina de gobierno hasta encontrar una familia que sí se preocupe por su bienestar y salud —sentenció, levantándose de su silla y dispuesta a irse.
Me paré después de ella y la detuve, sosteniéndola del brazo. No pensaba quedarme con la palabra en la boca y mucho menos permitir que me quitaran a mi niña así de fácil.
—Sra. Larsson, por favor. Entiendo que cometí un error, un error que puso en peligro la vida de Luna y eso es imperdonable. Pero soy madre primeriza y desde que ella está conmigo he hecho todo lo posible por hacerla feliz. He seguido todos los consejos de la psicóloga, la he ayudado a superar sus traumas, me he encargado de su correcta nutrición, la llevo al parque, juego con ella, me preocupo por su bienestar. No puede decirme que he sido mala madre, no me la puede quitar.
Por un momento vi en sus ojos marrones algo de compasión, pero desapareció un segundo después, volviendo a su semblante serio.
—Lo siento mucho —se soltó de mi agarre.
—Por favor —supliqué.
—Será mejor que deje de insistir y permita la extracción de la menor de manera pacífica y voluntaria, de lo contrario me veré en la obligación de acudir a las autoridades para denunciar su negligencia —advirtió, o más bien amenazó, y acto seguido salió del lugar—. A partir de ahora tiene prohibido visitar a la niña sin mi supervisión y por hoy puede volver a casa, no tiene permitido verla —y sin decir más, giró sobre sus pies para abandonar la cafetería.
Quedé destrozada. Me iban a quitar a mi niña, a mi pequeña Luna. No podía creerlo. Nunca creí que me separarían de ella y se sentía como si me aplastaran el corazón con un martillo. No era justo, no lo era. Se sentía...casi igual a cuando me enteré que había perdido a mi bebé.
Eso es...acabo de perder a una hija, por segunda vez.
Aún descolocada y hundida en un mar de llanto, salí del hospital y me dirigí a mi auto. Debía enfrentar a la responsable de todo esto, a estas alturas comenzaba a pensar que todo se trató de un plan fríamente calculado y, si así fuera, no se lo perdonaría nunca a mi madre.
Camino a casa comenzó a llover. El clima fresco y lo nostálgico que me resultaba la lluvia era el escenario perfecto para el remolino de emociones negativas alojadas en mí. Llegué a mi edificio y sin pensar en nada más, ingresé al ascensor hasta llegar a la última planta. Entré a mi departamento y conteniendo toda mi furia me dirigí hacia mi madre, que se encontraba sentada exactamente igual a como la encontré ayer.
—¡Madre! —la llamé y me posicioné frente a ella.
Me observó y su expresión me dio a entender que me estaba esperando.
—¿Cómo te fue con la trabajadora social? —preguntó como si no estuviera al tanto de cuál sería mi respuesta.
—Por favor, no seas cínica. Es obvio que eres la culpable de que me vayan a quitar a Luna.
—Pues sí. Lo soy —sonrió maliciosamente mientras se levantaba del sofá.
—Ni siquiera te atreves a negarlo —reí sin gracia.
—¿Por qué lo haría? Sabías que no estaba de acuerdo con que adoptaras a esa niña. No pude impedir que te metieras con aquel pobretón y te embarazaras de él, pero afortunadamente esta vez sí pude intervenir a tiempo.
Quería saber por qué, por qué lo había hecho. Si de verdad tuvo el valor de atentar contra la vida de una niña indefensa.
—¿Por qué le diste fresas a Luna a propósito? Pudiste haberla matado.
—No le pasaría nada. Solo le di un yogurt y eso fue suficiente para mandarla al hospital. Conseguí el número de la trabajadora social y la puse al tanto de tu ''desequilibrio emocional'', el cual obviamente te incapacita para tener la custodia de una niña.
¿Cómo podía ser tan cruel? ¿Acaso no siente amor de madre por mí?
—¿Tanto te molesta verme feliz, mamá?—reclamé tratando de contener lo incontenible...mis lágrimas.
—No, cariño. Lo que más deseo es verte feliz, pero no así. No embarazada de un muerto de hambre, no adoptando a pequeñas mocosas hijas de quién sabe quién. Tú mereces ser la esposa de un magnate, vivir en una mansión repleta de lujos, despojarte del apellido Parker y suplantarlo con uno digno de la admiración de la sociedad. Eso quiero para ti, que seas grande —dio ese discurso acariciando mi rostro.
Aparté su mano de mi cara con brusquedad y la miré directamente a los ojos. Ella no me quiere como su hija. Quiere a su prestigio, al qué dirán de la gran sociedad. Quiere que me convierta en un títere al cual puede manejar a su antojo, pero nunca lo he sido y nunca lo seré. Cruzó la raya, rebasó mi límite.
—Eso es lo que tú quieres. Así ha sido toda mi vida, sometiéndome a tu voluntad y cuando decido desobedecerte, manipulas todo a tu favor. Yo amaba a Derek, amaba a mi hija y amo a Luna. Ya perdí a los dos primeros, pero a la tercera no la podrás apartar de mi lado, la voy a recuperar y no podrás hacer nada para evitarlo.
—Y volveré a alejarla —alzó la voz, notablemente molesta.
—Y volveré a recuperarla. Una y otra vez, ¡porque es mi hija! —espeté.
Sus ojos se llenaron de furia y estampó su mano contra mi mejilla. La bofetada fue tan fuerte que logró tirarme al sofá. Llevé mi mano a mi adolorida mejilla y la miré desconcertada, nunca en mi vida me había pegado.
—¡Eres una estúpida! Una niña mimada a la que le di todo. ¿Y qué recibo a cambio? Decepciones —me gritó, enojada.
—Si tanto te decepciono, ¿por qué lo sigues intentando? Déjame en paz. ¡Déjame continuar con mi vida y olvídate de que existo! —la enfrenté una vez más.
—¡NO! ¡No después de todo el tiempo que he invertido en ti! ¡NO DESPUÉS DE TODO LO QUE HE HECHO PARA QUE TE CONVIERTAS EN LA MUJER QUE DEBES SER! —vociferó como toda una fiera.
Me paré del sofá en un impulso, quedando frente a frente con ella.
—¿¡Qué!? ¡Aparte de manipular, maquinar y destruir mi vida y todo lo que me hace feliz! ¿¡QUÉ HAS HECHO, MAMÁ!?
—¡TE QUITÉ A TU HIJA!
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Nuevo capítuloooo!!!
Digamos que este ha sido el cap. más fuerte de la novela hasta ahora.
Luna volverá a la oficina de gobierno. ¿Creen que Gina logrará recuperarla?
La madre de Gina acaba de confesarle que le quitó a su hija. ¿Qué creen acerca de eso?
Besos de Karina K.love😉
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