CAPÍTULO 18: Tarde Fantabulosa

Desperté con los cálidos rayos de sol que se asomaban por la ventana dándome justo en el rostro. Un pequeño cuerpecito estaba abrazado a mí, durmiendo profundamente. Luna.

Ayer después de cenar y de pasar un rato juntas, me preguntó si podía dormir conmigo, fue imposible negarme. Me gusta dormir con ella, me transmite mucha paz, me siento bien, tranquila; es una conexión tan fuerte que llega a ser difícil de explicar con palabras.

Me removí con cuidado para no despertarla y miré la hora en el pequeño reloj despertador que descansa sobre mi mesita de noche, eran apenas las 6:40 a.m. y tenía tiempo para descansar un poco más. Me acomodé nuevamente, abrazando a mi pequeña. No quería interrumpir su sueño, se veía tan angelical abrazando su pequeño peluche. Comencé a acariciar su cabello suavemente, me resulta demasiado enternecedor. Media hora después Luna despertó y lo primero que hizo fue abrazarme.

—Buenos días, rubita —la abracé también.

—Buenos días, Gina.

—¿Dormiste bien?

—Fantabulosamente —ronroneó.

—Me alegro mucho, cariño. ¿Qué quieres desayunar?

—¿Podemos comer panqueques? —puso ojos de cachorrito mojado.

—No, rubita.

—¿Por qué no? —hizo un puchero.

—Porque ya no tenemos ingredientes y además no podemos desayunar panqueques todos los días.

—Bueno, entonces quiero...¡ensalada de frutas! Pero sin fresas, eh.

—Lo sé, rubita. Ve a tu cuarto, lávate los dientes, dúchate y cámbiate. Mientras tanto yo me encargo del desayuno.

—¡Ok! —chilló.

Me dio un beso en la mejilla y bajó de la cama, desapareciendo de la habitación. Sonreí ante la ternura de la pequeña rubia y me dirigí hacia mi baño para ducharme. Luego de darme una ducha rápida y de vestirme para el trabajo, fui camino a la cocina para complacer la petición de mi pequeña.

Tenía varias frutas en la despensa: plátanos, uvas, mango, media sandía, naranjas y manzanas, suficiente para una macedonia. Luego de lavar las frutas, comencé a cortarlas en pequeños trozos y rodajas para seguidamente unirlas en un tazón, lo mezclé con una cuchara de madera y finalmente le agregué unas cucharaditas de azúcar y unas gotas de esencia de vainilla. Fue bastante fácil e internamente agradecía que Luna tuviera gustos tan sencillos, pero nutritivos en la cocina, eso me ayudaba para mejorar su nutrición y aumentar su peso.

Mientras terminaba de poner la mesa, Luna apareció en la terraza con una sonrisita de oreja a oreja, al parecer se había despertado de muy buen humor e indirectamente me contagiaba. Se había puesto uno de los muchos vestidos corte princesa que le había comprado y también se peinó su larga cabellera sin necesidad de ayuda, es una niña muy independiente para su edad.

—Hola —me abrazó la pierna.

—Hola —le sonreí.

—¿Necesitas ayuda para poner la mesa?

—La verdad sí. ¿Puedes colocar los cubiertos, por favor?

—Sí —sonrió.

Tomó de la pequeña cesta que contenía los cubiertos unas cucharas y las colocó al lado de los pequeños tazones con ensalada de frutas de cada una. Eso era todo, el desayuno estaba listo y nos sentamos a comer. A la rubita le fascinó la macedonia casi tanto como los panqueques, eso era un alivio y también una gran satisfacción para mí ya que uno de mis temores antes de que Luna llegara al penthouse era que no le gustara mi comida, en gran parte porque llevaba años sin cocinar.

—¿Te gusta, rubita?

—¡Sabe ricolicioso!

Palabra nueva para el diccionario.

—Déjame adivinar, ricolicioso es la combinación de rico y delicioso.

—Exacto.

—Me alegra que te guste —acaricié su mejilla.

—Siempre me gusta todo lo que cocinas. Eres la mejor cocinera del mundo.

—No creo que sea la mejor del mundo, pero gracias, rubita.

Después de esa corta charla continuamos desayunando en silencio. Al culminar el desayuno, llevé a Luna a casa de los Richardson, para luego dirigirme a la empresa. Traté de concentrarme lo más que pude en el trabajo, pero el hecho de que mi madre vendría a hacerme una ''visita de cortesía'' me tensaba demasiado y sin mi neutralizador de estrés —Luna— cerca me costaba más superar esa tensión.

—¿Gina? ¡Gina! ¿Me estás escuchando? —me llamó Irina, devolviéndome a la realidad, me estaba mostrando unos bocetos de los nuevos diseños, pero yo ni siquiera estaba prestando atención.

—Perdón, Irina —me froté las sienes—. Es que hay un tema rondando mi cabeza que me impide concentrarme.

—¿Qué ocurre?

—Mi madre, eso ocurre.

—Nunca he entendido el porqué de tu mala relación con ella.

—Primeramente porque es una controladora. No confía en mis habilidades, me considera una decepción porque fundé mi propia empresa en lugar de buscarme un marido rico, vive metiéndose en mi vida y cuestionando cada paso que doy.

—Bueno, entiendo que ambas tienen una distinta percepción de la vida y que está mal que se inmisculla en asuntos que no le corresponden con respecto a ti. Pero es tu madre y después de todo solo quiere lo mejor para ti porque te quiere.

—A veces hasta dudo que en realidad me quiera —reí sin gracia.

—¿Por qué dices eso? —frunció el ceño.

—A ver. ¿Por dónde empiezo? Cuando era niña, las fiestas de cumpleaños no eran según mis gustos, sino según los suyos y por supuesto mientras más escandaloso y extravagante fuera, mejor, así podría presumir de nuestro dinero. Nunca en la vida me dio unas palmaditas en la espalda, daba igual si me había graduado con honores, si me ganaba una beca para estudiar en Nueva York o si era una alumna estrella, para ella jamás era suficiente. No apoyaba mis sueños, de hecho minimizaba mis espectativas con la excusa de que no eran más que ''una pérdida de tiempo''. A lo largo de mi vida, no he escuchado de su parte ni un sincero ''Te quiero'' o ''Estoy orgullosa de ti'', o ''Lograrás todo lo que te propongas'', solo reclamos y regaños.

—Vaya, Gin. No tenía idea de que fuera así de...estricta. Lo siento.

—No te preocupes, ya me acostumbré a vivir con ello. Pero justo por eso me juré a mí misma que cuando fuera madre sería totalmente diferente a ella. Cariñosa, divertida, un poco consentidora, intentaré ser una amiga, estaré allí en sus días tristes, me preocuparé por cómo se siente, aplaudiré sus logros ya sean pequeños o grandes, estaré allí para ella siempre.

—Entonces supongo que Luna se sacó la lotería al encontrarte —sonrió.

—Yo diría que fue al revés.

—¿Y...qué pasa con tu padre?

—¿A qué viene esa pregunta?

—A que me hablaste de tu madre, pero nunca has hablado de tu padre. ¿Con él las cosas son mejores?

—En lo absoluto. Mi padre es el claro ejemplo de figura paterna ausente. Vive concentrado en su trabajo al punto de prácticamente no importarle su familia. Su objetivo es obtener más y más dinero, a mi madre no le molesta ya que ella es igual de ambiciosa, pero yo casi crecí sin mi padre. Podría decirse que yo no le importo y también me considera una decepción por no casarme con algún heredero rico, él esperaba que lo hiciera para así asociarse con mi futuro marido, pero al ver que las cosas no resultaron como esperaba, acabó reprochándome.

—Pero tú construiste esta empresa, tú sola, y es demasiado exitosa. ¿Ante los ojos de tu padre al menos eso no es para sentirse orgulloso?

—Para nada. ¿No recuerdas que cuando fundamos Glamour & Women lo hicimos a base de mis propios ahorros? Los cuales eran una miseria comparada con la gran fortuna Parker.

—Sí, lo recuerdo —asintió—. Pero creí que era porque querías demostrarle a tus padres que eras independiente y  capaz de hacerlo por tus propios medios.

—Ese era mi objetivo. Pero se supone que cuando tus padres son millonarios lo menos que pueden hacer es apoyarte monetariamente, o al menos emocionalmente. En cambio yo me gané el título de ''decepción familiar''.

—Lo compensa que Glamour & Women sea un éxito rotundo, y nada más y nada menos que en Park Avenue South, en el centro de Manhattan.

Era cierto, cada palabra. Independientemente de la falta de apoyo de mis padres, esta empresa es mi orgullo, el fruto de mi esfuerzo y dedicación. Mis padres siempre serán como son y yo seguiré esforzándome como lo he hecho siempre, la intromisión de mi madre no puede desviar la atención de mi trabajo.

—Tienes toda la razón. Logramos levantar una empresa verdaderamente exitosa, con nuestro propio esfuerzo. Una visita de mi madre no va a desmejorar mi desempeño en el trabajo que tanto amo. Muéstrame esos bocetos.

—Esa es mi jefa.

Me pasé el resto del día viendo bocetos, buscando modelos y dando paseos por la Quinta Avenida; cuando la inspiración aflora de esta manera hay que hacer estudios de campo. Algo mío que siempre he querido transmitir en mi trabajo es mi visión de crear una moda tan real, original y única como las personas a las que quiero vendérselas. Veo la moda como algo más que ropa, zapatos y accesorios; es una verdadera expresión artística y merece ser representada como tal.

Ya de vuelta a la compañía y al finalizar mis labores, mientras recogía mis cosas para ir a buscar a Luna, recibí un mensaje de Amy. No estaban en casa sino en Central Park. Saliendo de las instalaciones de la empresa, me subí a mi Audi blanco con destino al gigantesco parque.

Para mi buena suerte, Amy me había enviado su ubicación exacta y no fue difícil encontrarlas. Allí estaban, mi amiga, sus hijos con su nana y mi pequeña teniendo un bonito día de campo a la sombra de un árbol. Me acerqué sin que Luna notara mi presencia y cubrí sus ojitos con mis manos.

—¿Quién soy?

—¡Gina! —chilló y se libró de mi agarre para voltearse y abrazarme.

—Hola, chicas —les sonreí por encima de la cabecita de mi niña.

—Hola, Gina —me saludaron al unísono.

—¿Cómo se ha portado Luna?

—De maravilla, como siempre —respondió Ivana.

—Gina, vamos a jugar —propuso mi niña al romper el abrazo.

—Claro. ¿A qué quieres jugar?

—Pues...¡a eso! —dijo apuntando hacia unas cometas que sobrevolaban los árboles más altos del lugar.

—¿Pero de dónde vamos a sacar una cometa?

—Podemos pedirle a esos niños que nos presten una, porfis —rogó, juntando sus manitas y haciendo un puchero.

—De acuerdo, hagamos el intento y quizás tengamos suerte.

Nos levantamos del suelo y caminamos con dirección a donde se encontraban las cometas. Solo habían dos flotando en el aire, por lo que supuse que se trataban de dos niños, pero me equivoqué, era un niño con un hombre, y este último me resultó conocido. Conforme me fui acercando pude notar de quién se trataba, era el hombre que había chocado conmigo en la cafetería hace unos días atrás. Ya no vestía un traje, sino ropa informal y estaba acompañando al pequeño a su lado.

—Hola. Patrick, ¿verdad? —dije, saludándolo.

—Sí. Gina, ¿verdad? —dijo un poco sorprendido ante la coincidencia de encontrarnos allí.

—La misma.

—Qué bueno verte —sonrió.

—Igualmente.

—¿Y esta pequeña tan linda? —preguntó, agachándose para estar a la altura de Luna, pero ella se ocultó detrás de mí.

—Es mi hija Luna. Perdónala, es un poco tímida.

—¿Tu hija? Debiste tenerla muy joven, ¿no?

—Es mi hija adoptiva.

—De igual forma se parece a ti, ¿sabes? —sonrió, intentando observar mejor a Luna.

—Todos lo dicen, y de hecho me gusta que se parezca a mí.

Escuchamos un pequeño carraspeo detrás nuestro, era el niño que acompañaba a Patrick.

—Oh, lo siento. Gina, Luna, él es Tommy, mi sobrino —nos presentó Patrick.

—Hola —nos saludó el pequeño castaño.

—Hey, Luna, creo que tienes un nuevo amiguito aquí. Ven a saludar —le dije a la rubita para que saliera de su escondite.

Me queda claro que mi pequeña es bastante tímida, pero siempre que pudiera ayudarla con eso lo haría. La animé a salir y lo hizo, muy tímidamente, pero lo hizo.

—Hola, Patrick. Hola, Tommy —musitó Luna.

—Chicos, Luna quiere volar una cometa. ¿Podrían enseñarle?

—Claro que sí. Ven pequeña —asintió Patrick, extendiéndole la mano a mi pequeña.

Luna me miró y le asentí para que supiera que todo estaba bien. Con algo de timidez tomó la mano de Patrick y avanzaron hasta donde habían dejado las cometas. Con mucha paciencia y ternura Patrick le enseñó a volarla, cómo agarrar el hilo, cómo seguir la dirección del viento y cómo manejarla. Al principio le fue un poco difícil, pero con los consejos de Tommy finalmente lo logró.

—¡Gina, mira! ¡Lo logré! —me gritó mientras corría sujetando el hilo.

—¡Fantabuloso, princesa! —le grité de vuelta.

Este momento había que inmortalizarlo, adoro verla así de contenta, con esa radiante sonrisa. Saqué mi celular del bolso comencé a grabar cada uno de sus moviemientos. El video culminó cuando la cometa dejó de volar y mi niña regresó conmigo.

—Fue muy divertido —rió contenta.

—¿Ves? Conocer gente nueva es divertido.

—Sí, Tommy y Patrick me cayeron super bien.

—Me alegra escuchar eso —dijo Patrick, llegando de mano con su sobrino.

—Tú también nos caíste muy bien, Luna —agregó Tommy.

—Gracias, chicos.

—De nada. Pero ahora tenemos que irnos, debo llevar a Tommy a casa —anunció Patrick.

—¿Tan pronto? —se lamentó Luna.

—Lo siento, Luna. Pero si quieres venir a jugar de nuevo, mi tío me trae todos los sábados en la tarde y podemos seguir volando comentas —propuso Tommy muy sonriente.

—¿Podemos, Gina? —preguntó Luna con ojitos brillantes.

—Claro que sí —le sonreí y redirigí mi mirada a los castaños—. Nos vemos este sábado.

—Entonces vengan justo a esta zona del parque y aquí estaremos. Hasta este sábado, chicas —se despidió Patrick, yéndose junto a su sobrino.

—Adiós —nos despedimos Luna y yo al unísono.

Al perderlos de vista, la rubita y yo volvimos al lugar del pignic. Pasamos un buen rato allí, hasta el final de la tarde, y he de admitir que fue bastante relajante y divertido, justo lo que necesitaba. Cerca de las 6:00 p.m. decidimos que era hora de volver a casa y nos despedimos de Amy, Ivana, Carol y Henry. El corto viaje camino a casa transcurrió con Luna hablando de lo mucho que se había divertido esta tarde, todos los juegos nuevos que ha conocido y lo mucho que le gustó aprender a volar una cometa; me atrevo a decir que nunca la había visto tan contenta como hoy y...eso me hacía sentir extrañamente feliz.

Llegando a la puerta de nuestro penthouse, Luna decidió interponerse entre en la puerta y yo, así, de repente.

—Rubita, necesito pasar.

—Lo sé, pero quiero abrir yo la puerta.

—Claro —sonreí.

Saqué las llaves de mi bolso y se las entregué a la pequeña rubia. La cerradura quedaba a la altura de su cabeza, y me causó risa cuando torpemente intentaba introducir la llave sin hacerse daño en los ojos con el llavero. Después de varios intentos desistió y se giró hacia mí haciendo un puchero.

—¿Me enseñas a hacerlo?

—Por supuesto.

Me agaché para anivelar nuestras alturas y tomé su manita.

—Lo primero que tienes que hacer es buscar que encaje. Recuerda que la llave y la cerradura están diseñadas para que encajar a la perfección —la guié, introduciendo la llave en el agujero.

—Ok, ya está —asintió.

—Una vez que esté adentro lo giras hacia la izquierda así —le indiqué realizando dicho procedimiento.

—¡Listo!

—Bien, ahora toma el pomo y empuja hacia adentro.

Hizo justo lo que le dije y la puerta se abrió. No era la gran cosa, pero para ella fue como haber realizado un truco de magia.

—¡Lo hice, Gina! ¡Lo hice!

—Bien hecho, princesa —me paré y revolví su cabello.

—Me gusta que me llames princesa —rió, acomodándose el cabello.

—Entonces te voy a llamar así más seguido. Ahora entremos a casa.

En cuanto terminé de abrir la puerta, la sonrisa que tenía al otro lado del umbral de esta desapareció. ¡Mi madre estaba sentada en el salón!










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Nuevo capítulooo!!!

Leo teorías acerca del próximo cap.

Besos de Karina K.love😉

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