CAPÍTULO 14: Superando miedos

La idea que me dio Luna era fantástica, original y diferente, justo lo que necesitaba para la New York Fashion Week. Llegando a casa dejé todas las bolsas de compras sobre el sofá y cargué a mi rubita para darle vueltas por los aires, otra vez.

—Eres mi mini heroína —le di un beso en la mejilla.

—Sigo sin entender qué hice —rió.

La bajé, depositándola en el único espacio del sofá que no estaba repleto de bolsas, y sentándome a su lado.

—Bueno, yo tenía un problema en la empresa. Necesitaba una idea para la Semana de la Moda, que es uno de los eventos más importantes del año, pero no se me ocurría nada.

—Eso es malo, ¿verdad? —hizo una mueca de disgusto.

—Sip, muy malo. Hoy al mediodía se me ocurrió el tipo de estilo que utilizaría.

—Eso es bueno, ¿verdad? —sonrió.

—Anjá, pero me faltaba la temática principal y gracias a lo que dijiste en la tienda acerca del vestido la encontré, y ahora ya tengo mi idea.

—Eso es genial, ¿verdad? —gritó emocionada y con ese brillo tan especial en sus ojos que resalta cuando está feliz.

—¡Super genial! Pero ahora usted, señorita Luna, debe ir a bañarse —le ordené con delicadeza, detesta ir al baño, pero últimamente se oponía rotundamente.

—¿Ya? —hizo un puchero.

—Sí.

—Pero no quiero ir —comenzó a...¿lloriquear? La verdad no estaba del todo segura.

—Pero debes hacerlo, rubita —insistí añadiéndole fuerza a mi tono de voz. Ella por lo general es obediente y yo, también por lo general, tiendo a ser permisiva, pero eso no quiere decir que no vaya a educarla con el carácter que toda madre de tener.

—¡NO! —me gritó llorosa y acto seguido corrió hacia su cuarto, no me costó mucho adivinar que su intención era encerrarse allí.

Corrí tras ella, intentando entrar en la habitación primero, pero sus pequeños pies fueron más rápidos y no solo se encerró sino que también le puso seguro a la puerta.

Me sentí mal. Mi intención no era hacerla llorar, pero debía poner ciertos límites y no solo mimarla, de lo contrario crecerá siendo una niña malcriada e irrespetuosa. El problema es que Luna no es una niña cualquiera, es huérfana y ha sido abusada física y psicológicamente, lo que me hace el doble de difícil lidiar con este tipo de situaciones.

—Luna, déjame entrar, por favor —pedí a la vez que golpeaba la puerta, pero se rehúsaba a abrirme.

—¡Déjame sola! —gritó desde el interior del cuarto, y lo peor, con la voz quebrada, estaba llorando...y era mi culpa.

Bravo, Gina. Eres la madre del año.

—Lo siento...no fue mi intención ser dura contigo.

—¡Vete!

—Rubita, supongo que... —suspiré— aún no estoy lista para ser mamá de una niña de 7 años...pero eso no me va a impedir seguir intentádolo. Siento haberte hecho llorar. No tengo idea de por qué te molesta tanto el baño, pero si me dejas entrar, prometo escucharte y lo solucionaremos juntas.

Esta vez no escuché respuesta de su parte, la verdad es que no escuchaba nada y comencé a preocuparme.

—¿Luna...?

Aún no respondía. Los nervios se apoderaron de mí y mis ojos se llenaron de lágrimas. Ella es experta en escaparse de los lugares en los que se siente incómoda y, aunque no había forma de que escapara de la habitación, el temor no abandonaba mi cuerpo.

—Rubita, por favor. Ábreme, estoy preocupada por ti —golpeé varias veces la puerta.

Al no obtener respuesta de su parte, me senté en el suelo, apoyada en la pared paralela, con la esperanza de que abriera la puerta. En esos momentos no pude culparla por su ''berrinche'', es una niña pequeña muy sensible. Repetí en mi cabeza la escena de hace un rato, tratando de encontrar lo que hice mal para que se pusiera así, pero, a mi entender, no hice nada para que reaccionara de esa forma tan abrupta.

Pasaron quince minutos, media hora, una hora...y nada, Luna seguía negada a salir y yo seguía sentada en el mismo lugar. Comencé a analizar la situación, un par de teorías pasaban por mi mente. Este comportamiento no era normal, es cierto que muchos niños aborrecen la hora del baño, pero con Luna es mucho más complicado que eso. Horribles escenarios de alguna persona abusándola en el baño se presentaban en mi imaginación como una película de terror, y peor aún si se trataba de abuso sexual, aunque según la trabajadora social la pequeña no corrió con tan mala suerte.

Debatí mentalmente si debería llamar a su psicóloga, pero finalmente deseché la idea. Este tipo de conflictos debía enfrentarlos y resolverlos yo misma si pretendía ser una madre responsable y capaz. Sí, es cierto que la Dra. Collins es una gran consejera y toda una experta en su área, pero no podía llamarla cada vez que tuviera una discusión con la pequeña. Se trataba de un asunto a resolver entre madre e hija, y si debía permanecer sentada en el suelo toda la noche, lo haría sin dudarlo.

Unos minutos más tarde vi como la puerta, lentamente, comenzaba a abrirse. Me quedé ahí, tranquila, esperando a que ella saliera. Asomó tímidamente la cabecita, para posteriormente salir. La miré, sin moverme para no ahuyentarla. Sus ojitos estaban rojos e hinchados, su expresión era triste y tenía la mirada perdida. Musitó unas cortas palabras, pero no llegué a entender qué decía.

—¿Qué dijiste, rubita?

—Lo...lo siento —murmuró con la vocecita quebrada antes de abrazarme.

Necesitaba mi consuelo, y ahí estaba yo para brindárselo y escucharla, con calma y paciencia. La senté sobre mi regazo, envolviéndola entre mis brazos.

—No llores, rubita. Todo está bien —murmuré y le di un beso en la coronilla.

—Perdón por gritarte y por no abrirte la puerta —murmuró entre sollozos.

—Estuvo mal que lo hicieras, pero vamos a olvidarlo por ahora. ¿Quieres contarme por qué odias tanto bañarte? Porque no creo que esto sea solo un berrinche —pregunté con delicadeza para que se sintiera segura.

—¿Prometes que no te burlarás de mí? —me miró buscando en mí...protección.

—Te lo prometo.

—En una de mis casas de acogida me obligaban a limpiar el baño. Un día estaba limpiando y rompí un espejo sin querer. Entones vino la señora que me cuidaba, se enojó, me gritó y me metió en la bañera. Estaba llena de agua fría y esa señora me empujaba hasta el fondo...y no podía respirar...y tenía mucho miedo —comenzó a llorar.

Como supuse, tiene una especie de trauma producto del abuso. Mi corazón se rompía un poco con cada lágrima que mi pequeña derramaba. Me sentía tan impotente, tan inútil. Pero debía ser fuerte por ella, demostrarle que conmigo está segura y que puede confiar en mí.

—Lo siento mucho, rubita. Pero yo nunca te haré eso, siempre estaré contigo, cuidándote. No te prometo que no te voy a regañar, porque eso es parte de la crianza y el crecimiento de cualquier niño y si te portas mal, tendré que hacerlo. Pero nunca te voy a abusar, eso jamás.

—Gracias... —fue lo único que dijo, pero para mí fue suficiente.

—Hagamos algo, a partir de ahora yo me bañaré contigo hasta que te sientas lista para hacerlo tú sola. ¿Quieres?

—¿De verdad? —su voz sonaba un poco más animada.

—Claro. Ahora vamos a bañarnos, ¿ok?

—Ok —asintió.

Nos levantamos del suelo y fuimos camino al baño, preferí que fuera en el personal de Luna. En primer lugar para que se acostumbrara a su propio baño y en segundo lugar para que se sintiera totalmente a gusto con su nuevo entorno hasta que lo percibiera como su hogar, un lugar en donde siempre estará segura y protegida.

Llené la tina hasta arriba con agua tibia e hice mi imitación casera de un baño de espuma de spa. Luego de ambas nos quitáramos la ropa y atáramos nuestro cabello en moños improvisados, le indiqué que era hora de entrar, pero su expresión me daba a entender que aún se sentía cohibida al respecto. Miraba la bañera prácticamente con miedo y mordía sus uñas un tanto nerviosa.

—¿Aún te da miedo? —pregunté pausadamente.

—Un poco... —murmuró.

Me agaché para quedar a su altura y aparté su mano de su boca.

—Esta es tu tina...aquí no te ocurrirá nada malo y yo estoy contigo. Eres una pequeña muy valiente y si has enfrentado todo lo malo que te ha pasado con una sonrisa, entonces puedes darte un baño de espuma conmigo, ¿cierto?

—¿Tú crees que soy valiente? —su vocecita sonaba quebrada.

—Por supuesto que lo creo. Lo eres —le acaricié la mejilla.

—Pero los valientes no sienten miedo...y yo le tengo miedo a una bañera...

—No, lo valientes sí sienten miedo. Solo que ellos en lugar de dejar que el miedo los venza, lo enfrentan, y eso es lo que lo convierte en valientes.

—¿En serio?

—En serio. ¿Así que por qué no enfrentamos tu miedo juntas?

Tardó unos segundos en procesar mis palabras y, tras echarle un fugaz vistazo al baño de burbujas que la esperaba, agitó la cabecita en un asentimiento.

—Sí —sentenció decidida.

Me reincorporé y tomé su manito. Nos posicionamos nuevamente frente a la bañera.

—¿Lista? —le pregunté en tono juguetón.

—Lista —asintió una vez más.

—Ok, primero una pierna —dije y acto seguido introducimos una pierna en la tina cada una.

—Uno —contó algo temblorosa.

—Ahora la otra.

Entramos a la bañera quedando de pie una frente a la otra sin soltarnos de las manos.

—Dos —dijo un poco más segura.

—Y... —nos sentamos, dejando que la tibia masa de agua envolviera nuestros desnudos cuerpos.

—Tres —salpicó un poco de agua.

—¿Ves? Te dije que eras muy valiente.

Comencé a ayudarla a bañarse y ella, graciosamente, también lo hacía conmigo. Mientras lo hacía la observé cuidadosamente, tenía unas cuantas cicatrices en la espalda y otras pequeñas y escasas en las piernas. Me reprendí mentalmente por no percatarme de estos ''detalles'' antes. Cabe resaltar que no eran recientes, pero aun así solo imaginar lo que provocó esas marcas me atormentaba. Lo peor de este caso es que aunque las heridas del exterior hayan cicatrizado, las del interior no lo habían hecho, su miedo al baño y a la gente extraña lo demuestra.

Eso me hizo pensar en el duro trabajo que tenía por delante con ella, el cual no sería para nada fácil, pero de igual forma era un reto que estaba dispuesta a cumplir. Me quedaba bastante claro que ser su madre sería difícil, en gran parte por el sinnúmero de problemas que presenta, pero justamente eso es lo que me impulsa a intentarlo. Ella necesita una mamá y...aunque al principio veía en ella una especie de reemplazo de mi hija, ahora la veo como mi pequeña, mi Luna, y sin importarme nada más me convertiría en la madre que ella se merece y necesita.

—¡Cuidado! Una ola, capitana Luna —grité haciendo un ademán, salpicándole agua. Intentaba que el baño fuera divertido para reemplazar el mal recuerdo por uno bueno.

—¿Capitana por qué? Ni siquiera tengo un barco —rió.

—Cierto, debo comprarte juguetes para la bañera.

—Sí, un patito de goma y un barco —gritó emocionada.

—Me alegra que te guste más la idea del baño.

—Contigo sí. Haces que sea divertido y no me da miedo.

—Supongo que eso hacen las mamás, ayudan a sus hijas a superar sus miedos —sonreí.

—Sí, eres una buena mamá.

«Eres una buena mamá»

Esas palabras...me llegaron de una forma inexplicable. Luna aún no me llama mamá, y tampoco pretendía que lo hiciera en el poco tiempo que hemos pasado juntas. Pero el hecho de que ella me considere una buena madre...me hace sentir...realizada, orgullosa y...feliz.

Comencé a llorar por la emoción y la rubita se percató de ello.

—¿Por qué lloras? ¿Dije algo malo? —preguntó preocupada.

—No, pequeña, al contrario, dijiste algo muy bueno. Estoy llorando de felicidad, solo eso.

Ladeó un poco la cabeza y seguidamente se acercó para abrazarme. La recibí con los brazos abiertos fundiéndonos en un cálido abrazo. Era muy tierno de su parte intentar consolarme así.

—No me gusta que llores, aunque sea de alegría. Por favor no lo hagas.

—Ok, rubita. No lloraré.

Concluimos nuestro baño un rato más tarde, nos secamos y nos pusimos unas batas de baño blancas. Subí a Luna a la pequeña banqueta que coloqué frente al lavamanos para que alcanzara este y pudiera observarse en el espejo. Tomé su pequeño cepillo de princesas, desaté el moño previamente hecho y con suavidad comencé a peinarla. A ella al parecer le agradaba bastante, no paraba de sonreír.

—Listo, rubita —dije al terminar de cepillar su lisa cabellera rubia.

—Me gusta mucho que me cepilles el cabello —me sonrió a través del espejo.

—Entonces lo haré todos los días a partir de ahora. ¿Te gusta la idea?

—Sí. ¿Puedo peinarte yo a ti? —se giró, mirándome con ternura.

No le puedo decir que no a esa carita.

—Claro.

Me giré y me agaché para que alcanzara mi cabeza. Comenzó a cepillarme como lo haría con sus muñecas. Me daba uno que otro tirón, pero no me importaba en lo absoluto, adoré que me peinara.

—Hecho, te ves preciosa —sonrió al apreciar su trabajo concluido.

Me levanté y observé mi reflejo en el espejo mientras me cepillaba el pelo con los dedos.

—Wow, rubita. Hasta me quitaste un par de nudos.

—Es el resultado luego de ir al spa/peluquería de Gina y Luna.

—Lo olvidaba, es nuestra noche de spa, así que...ya sé, ¡pongámonos rulos!

—¡Sí! —asintió, emocionada.

Fui a mi baño rápidamente y regresé en un santiamén con un montón de rulos. Luna me esperaba emocionada y sonriente, me encantaba verla así. Comencé a colocarle los rulos, necesité bastantes ya que su cabello no solo es muy largo, sino que también es voluminoso. Terminando con ella, me coloqué los míos.

—Nos vemos muy graciosas —rió, observándose en el espejo.

—Yo creo que nos vemos fantabulosas.

—Ahora debemos ponernos una mascarilla en la cara.

—¿Cómo sabes tanto de spas? —sonreí enternecida.

—Viendo Barbie: Escuela de Princesas.

—Ok, eso lo explica —reí—. Entonces vamos a ponernos una mascarilla de aguacate que tengo en mi baño.

Después de encontrar la crema de la mascarilla, fuimos al cuarto de Luna y sentadas sobre la cama, comencé a aplicárnosla con una pequeña brocha.

—Gina, tengo hambre —se quejó mientras terminaba de aplicarle la crema.

Había olvidado que ya era de noche y no preparé nada para cenar.

—¿Qué te parece si ordenamos pizza para cenar?

—¡Sí! —saltó de emoción.

—Pero solo por hoy. No quiero que te mal acostumbres a cenar pizza todos los días.

—Ok, solo por hoy —asintió resignada.

Agarré mi teléfono y llamé a mi pizzería favorita.

—¿Quieres ordenarla tú? —le pregunté, aprovechando que aún no me contestaban.

—¿Puedo? —sonrió de oreja a oreja.

—Adelante —le pasé el teléfono.

—Buenas noches, quiero ordenar una pizza. Sí...de pepperoni y extra queso. ¿Mi dirección? Park Avenue North, edificio Royal York, apartamento 10, es un penthouse. Anjá...gracias.

—¡Vaya! Estoy sorprendida, eres toda una experta ordenando pizzas —sonreí orgullosa.

—Lo hacía mucho cuando vivía en mis antiguas casas de acogida. Solo se cenaba pizza.

Eso explica unas cuantas cosas en cuanto a su estado nutricional.

—Y te sabes a la perfección nuestra dirección —cambié de tema.

—Dijiste que debía saberla en caso de emergencias o que me perdiera.

—Exacto, eres una niña muy inteligente. Estoy orgullosa de ti. Ven aquí —la acerqué a mí y sin previo aviso la abracé.

—Eres la mejor mamá del mundo —murmuró sobre mi pecho y tuve que contener mis ganas de llorar, no entiendo por qué me pongo tan sensible cuando se trata de ella.

Tragué saliva para atenuar mi voz quebrada y le susurré al oído:

—Y tú eres la mejor hija que pude tener.











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Nuevo capítulooo!!!

¿Cuál fue tu parte favorita del cap?

Besos de Karina K.love 😉

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