CAPÍTULO 13: Inspiración

Fui a un restaurante cercano con Irina para almorzar. Tanto trabajo me hizo perder la noción del tiempo y ya era mediodía, además, desde el desayuno no había probado bocado cosa que, en lo personal, no ayuda mucho en el proceso creativo. El restaurante, cercano a la empresa, era de muy buena categoría. Se especializaban en comida francesa y los platos sin duda alguna no distaban de la exquisitez. El ambiente también era digno de aplaudir, me encantaba con su decoración vintage.

—Adoro este lugar —comentó Irina mientras cataba el vino tinto en su copa.

—Y yo. La atmósfera simplemente...me inspira —suspiré.

—Pues qué bueno que te inspire —colocó la copa sobre la mesa—, porque eso es justamente lo que Glamour & Women necesita en estos momentos.

—Lo sé. Aún estoy dándole vueltas al asunto. No tengo ni idea de qué hacer para la Fashion Week —resoplé, frustrada.

—No te estreses. El éxito de Glamour & Women se debe a tu perseverancia y talento, sé que se te ocurrirá algo a tiempo —aseguró muy convencida—. Además, aún tenemos unas semanas más, recuerda que se celebra en septiembre.

—Lo sé, pero eso tampoco es un gran margen de tiempo y mucho menos para organizar un proyecto nuevo para un evento de esta magnitud. Necesitamos algo fresco y diferente. No tiene que ser algo revolucionario, solo debe tener el toque especial —miré a mi alrededor y caí en cuenta una vez más de la atmósfera vintage que envuelve al lugar, entonces la musa me hizo una visita express—. Lo vintage me gusta, pero...no lo sé, creo que deberíamos probar otras ideas.

—Ya tenemos un punto: Vintage —dijo, sacando de su bolso su agenda favorita para anotar la idea en ella.

Cada una de mis ''pequeñas ideas'' que ella ha anotado en esa agenda, eventualmente se han trasformado en un boom. La temática consiste en que ella haga una pequeña lista con las ideas que ''me fluyen'' y cuando tenemos un concepto o una base bien formada, la ponemos en práctica.

—Bien, estilo vintage. Me gusta para empezar.

—Perfecto. Ahora esperemos que esa maravillosa musa que te acompaña no te abandone en el camino de regreso a la empresa —rió.

Pagamos la cuenta, dejamos nuestra propina y caminamos con rumbo a la salida. Sin previo aviso un señor de traje chocó conmigo, haciéndome caer vergonzosamente al suelo.

—Qué tonto soy. Lo siento mucho, señorita —me extendió su mano para ayudarme a levantarme.

La verdad es que no era un señor, sino un hombre aproximadamente de mi edad, muy guapo por cierto. Cabello castaño claro, ojos marrones, alto y al parecer también educado. Tomé su mano y con su ayuda me paré del suelo.

—¿Estás bien? —me preguntó tan preocupado como avergonzado.

—No te preocupes. Estoy bien.

—Estaba distraído hablando por teléfono y...en fin, fue un terrible descuido por mi parte. Lo siento de verdad.

—Tranquilo, no fue para tanto. Pero me alegro de haber chocado con un caballero. Son difíciles de encontrar en Nueva York —reí.

—También son difíciles de encontrar las mujeres que no te armen un escándalo por tirarlas al suelo, y eso aplica para todos lo estados, no solo Nueva York —rió.

—Soy Gina Parker, y ella es mi amiga Irina Cooper —nos presenté y ambas estrechamos nuestras manos con él.

—Yo soy Patrick Gray —nos sonrió.

—¿Patrick Gray? ¿De Agencias Gray's? —interrogó Irina, interesada.

—Sí, el mismo —asintió.

—Gina, él es el dueño de una de las mejores jóvenes agencias de investigación privada de la ciudad —comentó mi amiga.

—¿O sea que eres detective privado? —le pregunté a Patrick.

—Sí. Aquí tienen mi tarjeta por si solicitan mis servicios o por si quisieran tomarse un café un día de estos —sacó dos tarjetas de presentación de uno de los bolsillos interiores de su saco y nos las ofreció.

—Será un placer aceptar ese café —sonreí, recibiendo la tarjeta.

—Sin duda alguna —agregó mi socia pelirroja.

—Bueno, fue un placer conocerlas pero tengo asuntos pendientes que atender. Si me disculpan, debo irme —dijo, algo apenado.

—Sin problemas, nosotras también debemos volver a trabajar, esta ciudad no perdona los retrasos —asentí con pesar, el trabajo me estaba matando.

—¡Oh, Nueva York! Hogar dulce hogar —exageró Irina con un notable sarcasmo, lo que nos hizo reír.

—Repito, fue un placer conocerlas. Adiós, o mejor, hasta luego —se despidió el guapo detective privado.

En cuanto Patrick desapareció de nuestro campo de visión, Irina me golpeó ligeramente con el codo y me sonrió pícaramente.

—Sé lo que estás pensando y quítate esas ideas de la cabeza —le advertí mientras salíamos del lugar.

—Siempre haces lo mismo, rechazas a todos los hombres que se interesan por ti.

—Gracias a eso he ganado un par de amigos —me encogí de hombros, restándole importancia.

—Sí, pero con los amigos no te puedes casar.

—No me interesa casarme —zanjé—. He logrado todo lo que me he propuesto, incluso ya tengo una hija. Los hombres ya no ocupan un espacio importante en mi vida, y dudo que lo vuelvan a tener.

—De todas formas no estaría mal que le dieras una segunda oportunidad al amor. No tiene que ser que ser Patrick, solo alguien que te ame como te lo mereces.

—Gracias por desearme tan buena fortuna, pero por ahora me concentraré en Luna y en nuestro proyecto para la Fashion Week.

Regresamos a la empresa poco después. Nuevamente me encerré en mi oficina para terminar docenas de pendientes que me quedaban por concluir, es increíble lo mucho que puede acumularse el trabajo a causa de un par de días de inactividad. En función de mis tareas permanecí el resto de la tarde y, sin agregar ninguna otra ''mega idea'' a la agenda de Irina, salí de allí para recoger a mi rubita a casa de los Richardson a tiempo.

Conduje hacia allí tan rápido como pude, debía llegar a la hora acordada para no decepcionar a mi pequeña. Llegué al edificio en el que residen los Richardson y en menos de cinco minutos me encontraba frente a la puerta de su departamento. Toqué al timbre justo a la hora que prometí que estaría allí, a las 5:00 p.m. Me recibió Amy con la misma sonrisa de esta mañana.

—Hola —me susurró.

—Hola. Los niños duermen, ¿cierto? —murmuré.

—Sí, es un acontecimiento histórico en esta casa, sobre todo en pleno verano —sonrió cansada.

—¿Luna también está dormida?

—No, ven —hizo un ademán, indicándome que la siguiera.

Mi niña estaba sentada en el sofá de la sala de estar, viendo dibujos animados y tan concentrada en la pantalla que ni siquiera notó mi presencia. Me escabullí silenciosamente detrás del mueble y le cubrí los ojos.

—¿Quién soy? —le dije al oído y dio un pequeño saltito.

—Gina —rió divertida.

Destapé sus ojitos y se giró para mirarme, tan sonriente y tierna como siempre. Saqué mi celular del bolso y le mostré la hora figurante en la pantalla.

—¿Ves? La hora exacta a la que dije que te vendría a buscar, y aquí estoy.

—Sabía que vendrías. Siempre vienes por mí —murmuró con ternura.

Esas palabras me encantaron viniendo de ella. Es como si yo fuera su superheroína, alguien que siempre la rescata y confía en que lo haré en cada ocasión. Confía en mí.

Me giré hacia Amy, que se encontraba atrás de mí, observando la escena.

—Gracias por cuidarla, Amy. Me quitaste un gran peso de encima al no tener que confiársela a ningún extraño.

—De nada. Luna es una ternura de niña, un poco tímida al principio, pero nada que mi hija no pudiera solucionar. Se porta de maravilla, es muy obediente y educada. Hasta consiguió cansar a mis niños lo suficiente como para que durmieran la siesta. Así que será un placer cuidarla el resto del verano.

—Muchas gracias, Amy —la abracé, simplemente me nació hacerlo, y me alegré al notar que fui correspondida.

—Ahora si me disculpas, yo también necesito una siesta —rió al separarnos.

—Claro, te entiendo. Déjame pagarte por cuidar a Luna y... —comencé a buscar mi monedero dentro de mi bolso antes de que me interrumpiera.

—No, no hace falta.

—¿Cómo que no? —objeté—. Eres mi niñera, es lo menos que puedo hacer.

—Te dije que no —se negó rotundamente—. Es un favor, sin ningún tipo de valor monetario. Me gusta cuidarla, no tienes que pagarme por eso.

—Pero me siento mal por no hacerlo.

—No tienes que sentirte mal en lo absoluto. Ahora disfruta el resto del día con tu niña, que te ha extrañado bastante hoy —sonrió.

—De verdad que eres un ángel, Amy —tomé sus manos entre las mías.

—En ese caso, gracias —guiñó un ojo.

—Bueno, ahora te dejo descansar. Gracias otra vez.

—De nada, otra vez. Nos vemos mañana.

Tomé la manita de Luna y, después de despedirnos de Amy, salimos del apartamento.

—¿Te divertiste hoy? —le pregunté mientras descendíamos a bordo del ascensor.

—Sip, mucho —contestó animada—. Tenías razón.

—Te lo dije. ¿Quieres ir a algún lugar antes de regresar a casa?

—Sí, al centro comercial.

—¿Al centro comercial? ¿Por qué allí?

—Porque solo hemos ido juntas a tres lugares: a casa, a Central Park y al centro comercial. En casa estamos todos los días y al parque ya fui con Amy y Carol.

Ay, mi bebé.

—Tendré que llevarte a más lugares más seguido, pero por hoy me parece bien el centro comercial —le sonreí.

Las puertas del ascensor se abrieron en el piso del vestíbulo. Abandonamos el edificio, subimos a mi auto y manejé camino al mall de la última vez. Nuestro día allí había sido muy bueno, hasta que me arrestaron, claro. Pero, quitando ese mal recuerdo, el resto fue un bonito día. Al llegar, comenzamos a adentrarnos en las tiendas. Todo tipo de ellas. Desde las de indumentaria hasta las jugueterías y viceversa.

No era fan de ir a las tiendas cuando tenía bloqueo creativo, me gustaba que mis ideas fluyeran de forma natural y no por observar diseños ajenos, pero esta vez se trataba de complacer a Luna y en vista de que justamente el trabajo me estaba robando tiempo con ella, no me podía negar.

A la rubita le encantaba, si fuera mi hija biológica diría que son los genes porque yo soy igual. Recorrimos al menos veinte locales y compramos de todo: ropa, zapatos, accesorios, bolsos, juguetes para Luna y maquillaje para mí. Habíamos hecho todo un tour por el centro comercial y ya nos encontrábamos en la última tienda, añadiendo más bolsas a la pila enorme que no sabía cómo trasladaríamos luego al auto.

—Me gusta ese vestido —apuntó con el dedo un vestido azul marino de encaje precioso.

Qué buen gusto tiene mi pequeña.

—Está hermoso, a mí también me gusta —y era cierto, quería uno para mí.

Llamé a la encargada y le pedí que nos pasara el vestido para probárselo a la niña. Cuando nos lo trajo, notamos que de cerca era mucho más grande de lo que parecía en el aparador, por lo tanto no le serviría a Luna y por la talla tampoco me serviría a mí, más bien era para una adolescente.

—Señorita, ¿no tiene otra talla del vestido? —pregunté amablemente.

—Lo siento mucho, esta es una pieza única —me informó la chica de cabellera cobriza, sosteniendo el vestido.

—No hay problema —le dije y esta se marchó para atender a otros clientes que requerían su atención.

Miré a la rubita, que tenía una expresión de decepción en su pequeño rostro.

—Luna, lo siento.

—Yo quería un vestido para mí y uno igual para ti. Ojalá hicieran vestidos para las mamás y las hijas —se lamentó, pero haciéndolo me dio la mejor de las ideas.

¡Bingo!

—¡Eso es! ¡Moda vintage para madres e hijas! ¡Rubita eres una genio! —la cargué y comencé a darle vueltas en el aire.

—Esto es divertido. ¿Pero por qué soy una genio? —preguntó divertida mientras la depositaba en el suelo.

—¡Acabas de salvarme! —casi chillé—. Llevo todo el día tratando de idear algo para la semana de la moda y recién me diste una idea maravillosa.

—¿Y eso es bueno? —ladeó la cabeza, confundida.

—Muy bueno —asentí—. Y por darme tan fantabulosa idea te has ganado un super bote de helado.

—¿De los enormes? —saltó en el lugar.

—De los enormes, pero ni creas que dejaré que te lo acabes de una vez.

—Oh —cesó sus saltos—. Eso no es fantabuloso.

—Lo que no será fantabuloso es el subidón de azúcar que te dará si te permito tomar tanto helado, así que...

—Ok —alargó la O—. ¿Pero al menos puede ser helado de chocolate?

Reí.

—De chocolate será.










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Nuevo capítulooo!!!

Besos de Karina K.love😉

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