REVELACIONES - 8 -


EL CORAZÓN DEL MAR - PARTE 1 

.

.

.

Advertencia: Este capítulo contiene menciones de temas fuertes como violencia, abusos y violaciones. Todo se escribió de una manera leve para evitar ser explicita en las cosas que pasaron. 

.

.

.

.

.

.

Creo que solo fui alguien con mala suerte, destinado a estar encadenado toda mi vida. A decir verdad, el tratar de dejar de estar solo, fue mi ruina. Debí quedarme solo siempre, no importa lo que hiciera, acabé maldito por mi propio sueño. Pero, creo que nunca vas a entenderme si solo te digo eso, así que te lo mostraré, lo que fuimos, lo que somos, y lamentablemente tu futuro, Boris.

Sé que debí quedarme encadenado a tu memoria, pero, por un momento, solo uno, cuando vi esas alas de colibrí aleteando y reflejando ese bello color en sus plumas, por un momento, quise salir a disfrutar el azul que había en el mundo. Solo uno, y todo se salió de control.

Realmente estamos malditos.

Sé que esto es para ver tus memorias, pero, te pido perdón por lo que somos desde ahora. No quise enloquecerte, estoy seguro que Huitzilopochtli tampoco quería eso. No quise romper tu corazón, cuando vi a Ometéolt de nuevo, estaba furioso de verlo vivir una vida tan perfecta cuando yo acabé en el fondo. ¡Bah! Solo estoy mintiendo de nuevo, estaba furioso de verlo feliz. Quería que me salvara y no pudo, y, dios, odiarlo fue lo mejor que pude hacer para no encarar la realidad.

Mi realidad es que estaba condenado a lo que nos pasó. Y Ometéolt nunca podría ayudarme con ello, así que odiarlo era más fácil que sufrir toda la vida por no poder quedarme a su lado.

No debí romper la relación con tu madre, o lastimar a la persona que amas al emocionarme de ver a Britania.

Somos uno, y solo creé caos en tu cabeza al querer tener un poco de libertad.

Somos uno, y solo te arruiné.

Es más, ¿mírame ahora? Me estoy hablando a mí mismo como si fuera una persona diferente.

Lo siento.

Como lo siento, Boris.

Debimos quedarnos solos.

Sin salir nunca.

Debimos quedarnos muertos para siempre.

El mundo nos olvidó, somos una fantasía, un recuerdo viejo de viejos que se pierden en el mar.

Pero creo que es tiempo que, seamos uno. Al fin, sin que deje de pelear, y acepte nuestro destino de nuevo. Mi historia es tu historia ahora, somos uno, lo somos, basta de dividirnos, si somos un monstruo, seremos solo uno solo.

Uno que puedan devolver al mar de nuevo.

.

.

.

.

.

.

.

MEMORIA 1: La vida nueva

Lo primero que recuerdo es azul.

Cuando mis ojos se abrieron por primera vez, lo único que vi fue un cielo azul. Y fue allí cuando di mi primera bocanada de aire, era como haber nacido de nuevo. Había sentido el aire antes, lo sentía correr en mí, con las brisas golpeando mis hojas, después, lo sentía debajo de mis patas y mi pelaje, y ahora, tengo un cuerpo humano. Respiro con un par de pulmones, este cuerpo es extraño, pero, me ha dejado apreciar ese azul inigualable que está arriba de mí.

Era tan hermoso.

Al parecer unas criaturas nuevas se estaban desarrollando en mis tierras, así que he recibido un cuerpo humano. Instantáneamente mi mente ha comenzado a ver el mundo de diferente forma, puedo pensar de una manera avanzada, no instintiva. Se lo que soy, se cuál es mi propósito aquí, tengo que cuidar estas tierras, que son mi cuerpo, y a estas especies viviendo en ellas.

Eso era todo.

Así que comencé a hacerlo.

Lo primero que construí fue un hogar, uno simple, una choza. Cuatro paredes y un techo, uno frente al enorme paisaje azul que golpeaba con su marea mis tierras.

— Fshhh... Fshhh... Fshhh... — imitaba el sonido, probando mis cuerdas vocales, no pensé que tendría una voz gruesa, pero la tengo.

Pasó un día, y recuerdo que mi hogar me parecía insuficiente, así que algo vibró dentro de mí, y comencé a crear un nuevo modelo, con más materiales que barro, hierbas y madera. De pronto mi cabeza se cargó de conocimiento, comencé a pensar en diferentes formas; en curvas, en rectas, en triángulos y rectángulos, todo comenzaba a llegar a mi mente, y como iba construyendo, esa simple choza dejaba de ser una simple, y se volvía una fortaleza.

Una creada con roca, con combinaciones de materiales terrenales, con un tipo de material curioso, que brillaba, no era una piedra, pero, tampoco era arena. Descubrí después que eran metales.

— Casa. — dije, al aire, mirando lo que había construido frente a mí.

Era brillante, eso pensé, era única.

Después noté por la brisa, que estaba desnudo, había pasado mis primeros días de vida, desnudo. Eso me hizo reír, porque no comprendía la desnudez hasta hace unas horas, el conocimiento llegaba a mí de golpe, aprendía palabras, aprendía como expresarme, todo poco a poco. Comencé a fabricar tela, y cree un taparrabos, para seguir trabajando y trabajando, adaptando mi tierra a mi gusto.

Recuerdo que pasé meses así, construyendo diferentes cosas hasta que hice una aldea, una perfecta y avanzada. No quiero presumir, pero soy un Atlante, y los Atlantes somos geniales, teníamos el mejor desarrollo de esa época. Cuando algunos vivían aún en chozas, algunos aun eran hombres de las cavernas, nosotros, éramos algo más, un desarrollo acelerado se estaba llevando en mi isla.

Entonces lo comprendí.

Mi capacidad y el desarrollo de mi mente, era gracias a la capacidad y potencial que tenían mis humanos. Esto quería decir una cosa. Mi inteligencia no se debía a la inteligencia de mis humanos, sino, al grado potencial que estos pueden tener. Por ejemplo, si mis humanos tienen la capacidad de razonar, yo ya razono. Si mis humanos tienen la capacidad de poco a poco construir una edificación, yo ya habré construido muchas en mi tierra.

El potencial que tengan mis humanos es lo tanto que yo puedo crecer. Al menos si hablamos de inteligencia, y eso si solo me conformó con eso, puedo aprender más, pero, digamos que, en esa época, aún no existían cosas como bibliotecas donde pudiera aprender del mundo y las grandiosas cosas que se pudieran hacer allí.

— ¡Hey! ¡HEY! — gritaba, mirando a unos enormes lobos mirándome de vuelta.

Eran, joder eran gigantescos, si tuviera que ponerles un tamaño con las cosas que conocemos en la actualidad, puedo decir firmemente que tenían el tamaño de una camioneta. Con pelajes distintos, blancos, negros, grises, o una combinación de los tres. Vivian en las pequeñas cuevas que se hacen cerca de las rocas en unos lados del mar.

Descubrí que eran animales que podían tanto estar bajo el agua como en la superficie. Parecido a las focas o lobos marinos. Pero con aspecto de un lobo terrenal.

— Astralek. — dije.

Los nombré así, porque sus ojos me hacían pensar en los astros del espacio. Tú les dices Astras, ¿no? Es gracioso, el lenguaje Bosla es un lenguaje roto de lo que fue el lenguaje Atlante. Pero bueno, lo importante de esto, fue cuando ingresé a una madriguera de estos, y vi un cristal, o roca, con apariencia transparente que brillaba en grande. Uno que parecía sacado del cielo, como una estrella contenida en él.

Y después... uno de esos malditos lobos me mordió en el brazo, arrancándolo.

Joder, esa era la primera vez que experimentaba dolor, y era horrible, estaba desangrándome y retorciéndome en el suelo, hasta que al mirar donde ya no tenía brazo, solo mi hombro, vi como poco a poco, al estar cerca de ese cristal, mi cuerpo comenzaba a regenerarse, y todo dejaba de doler, hasta ver de nuevo mi brazo como nuevo en mi cuerpo.

"En los ojos de ese animal comprendí, que me estaban compartiendo conocimiento a su manera, y que me mostraban algo que sería un don, pero al mismo tiempo, se convertiría en una maldición con el tiempo..."

No volví a ninguna de las madrigueras, y los lobos nunca en la vida volvieron a atacarme.

Pero había visto con mis propios ojos lo que el cristal podía hacer. Y estaba fascinado que algo así, estuviera en mis tierras, por ende, dentro de mí.

Los siguientes días me la pasé recorriendo un poco de la isla, y tratando de hacer mi aldea más grande, hasta el momento en el que me quedé recostado viendo el cielo, pensé, que no quería estar solo. Ese fue nuestro primer pecado y lo que causó todo esto, pero, así inició, yo solo deseé eso y escuché ruido. ¿Cómo decirlo? Estaba solo en mis tierras, pero de un momento a otro, escuché ruido a un lado mío. Entonces por primera vez los vi. O bueno, vi la otra vida.

A un lado mío, como si fuera lo que hoy se conoce como un espejo, en el suelo, había algo, como una especie de reflejo que me mostraba mis tierras, pero, de diferente forma, había humanos allí. Entonces lo comprendí, estaba viendo una ventana al mundo humano, de golpe, donde solo podía apreciarlos correr, comer, caminar, platicar, eran mis atlantes, y era la primera vez que los veía.

— ¡HOLA! — esa fue la primera cosa que dije al verlos. Pero obviamente, ninguno me escuchaba. — ¡HOLA!

Estaba gritándole a un reflejo.

Los country vivimos en una dimensión espejo del mundo real, así que estaba mirando el mundo humano con ello, viendo el pueblo crecer, así que lo primero que hice, fue tratar de hacer que me escucharan, cosa que era obvio que no iba a funcionar.

— ¡HOLA!

Creo que estaba desesperado en ese entonces por contacto, porque, seguí gritando por minutos, hasta que me di cuenta, que nada de lo que hiciera de mi lado, realmente les afectaba a ellos. Entonces, decidí hacerme presente, porque quería hablar con alguien, por mi propia soledad guiándome. Por un deseo estúpido que se me había ocurrido en ese momento.

Y fue allí donde decidí atravesar ese espejo.

No sé si podría llamarlo pecado, yo era curioso, era uno de los primeros country en nacer, si no es que el primero, desde la muerte de Pangea. Además, era algo nuevo y excitante, tenía tanta curiosidad que cuando atravesé, pude ver mi piel humana al ver mis brazos. Era morena, tersa y perfecta. Entonces me di cuenta de algo, desde que inicie mi existencia, nunca había visto realmente como soy, lo único que veía era mis brazos y cuerpo, pero nunca había visto mi rostro. Ni siquiera cuando me acercaba al mar. O en los reflejos de los ríos.

Así que, lo hice.

Me acerqué a un rio cercano e incliné mi cara hacia el agua. Y me vi.

Tenía el cabello exageradamente largo y rebelde, su largo me llegaba a los tobillos y era color blanco. Contaba con un rostro de rasgos extraños, no sé cómo decirlo, tenía rasgos definidos y fuertes, si dejaba mi cabello suelto, parecía más una hembra, pero si lo recogía y dejaba que se notara más mi mandíbula, parecía más un macho humano.

No me juzgues Boris, en ese punto, no tenía idea que era andrógino, ni siquiera existía la palabra.

Pero volviendo a mi descripción, noté unos intensos ojos azules, que parecían que tenían ese cristal de vida por dentro. Noté que, en cuanto a mis pestañas, eran de un tono gris con blanco, supongo que, para definir más mis ojos, y mis cejas por igual, no era exactamente blanco, sino como si tuvieran tonos más obscuros para enmarcar mi rostro. También, noté diferentes runas azules en mi piel, como si fueran maquillaje. La que más me gustaba era la de mi rostro, parecía como tres garras en mi ojo derecho, me fascino eso.

Abrí mi boca, y vi mis dientes blancos y poderosos, los caninos eran levemente más grandes que los demás, además de que tenía runas en la lengua. ¿Puedes creerlo? Estaban allí, como un tatuaje azul en mi lengua rosada.

Me acerqué más al agua y noté lo que debí notar desde que llegué allí.

Mi rostro casi abarcaba todo el jodido rio.

Los arboles parecían simples lápices que podía tomar, y todo era más jodidamente pequeño. El mundo humano es una versión reducida, porque los humanos son pequeños. Son como hormigas. Joder si el humano es como una hormiga, no me quiero imaginar las verdaderas hormigas, no creo que sea capaz de verlas.

— Soy un gigante. — reí, mientras estiraba mis brazos al cielo. — Soy un enorme gigante en el mundo humano y...

Y entonces, pasó.

Un humano frente a mí.

Creo que, si mal no recuerdo, tenía una cara de shock, sin moverse del terror que le causaba al verme de golpe. El humano, era una hembra, tenía la piel morena, cabello negro y ojos marrones. Nos miramos el uno al otro por minutos, hasta que ella comenzó a respirar con mayor tranquilidad. Lo notaba por cómo se movía su pecho, tenía un lindo conjunto de dos piezas, color azul, una lanza, y ropaje con protección. ¿Es una guerrera? No lo sabía. O cierto, los Atlantes no hacen distinción de sexo, si es fuerte, será una guerrera, y por lo que veo en su vestimenta, tiene maquillaje azul, tiene las tres garras en su ojo derecho.

No es una simple guerrera, estoy viendo a un general.

— ¿Kidae?

— ¿Eh? — dije, sin poder apartar mi mirada de tal belleza natural. Era diminuta, pero podía escucharla.

— ¿Kidae? Mi señor, ¿es usted? — dijo con un brillo particular en los ojos.

— ¿Cómo?...

Y la vi acercarse, con cautela, hasta estar cerca de mí y tocar mi rodilla con las manos más pequeñas que haya visto. Y después reverenciándome, poniéndose de rodillas ante mí.

— El gran Kidae, hijo de la mortalidad de la tierra y la omnipotencia de los astros. En su piel morena se refleja el espacio, su cabello blanco son el brillo y la pureza de las estrellas, y sus ojos tienen el mar encapsulado, que con cada lagrima que derrame se creará un rio para sus Atlantes. La Atlántida vive en el corazón del gran señor Kidae, que resguarda bajo lo más poderoso que hay en este mundo, el mar. — y sonrió, emocionada. — Los sabios tenían razón, usted vendría una vez a bendecirnos con su presencia, nuestro dios, nuestro gran Kidae, al fin ha venido a estar con su gente, con sus Atlantes.

— ... ¿Kidae? ¿Es mi nombre? — respondí.

— Si, usted construyó la Atlántida, regalándonos este paraíso protegido por su mar. No soy digna de estar en su presencia, mi señor. — dijo la chica, ya con la frente en la tierra. — En mi corazón, cada acción que hago, es guiada por su ejemplo, con las runas y maquillaje, represento su fuerza, mi señor. Espero se sienta orgulloso. Mi único deber es proteger la Atlántida, proteger su paraíso y prosperar con su conocimiento.

— ¿Por qué? — dije, realmente curioso. — ¿Por qué hacerlo a mi nombre? ¿Por qué no solo hacerlo porque lo quieres?

— ¿Eh?

— Si yo quiero algo, lo hago, porque quiero hacerlo, no porque un dios me lo dicte. — reí, pasando mi mano por mi cabello. — Quiero que los Atlantes hagan lo que quieran, lo correcto, porque su corazón lo dicta, no porque piensen que con eso me harán feliz. ¡Ya se! ¡Son libres! ¡Libre albedrio! — dije emocionado.

— Am...

— ¿Qué pasa? ¿No quieres?

— Ya los atlantes tenemos libre albedrio. — dijo levantando su cabeza y mirándome. — Como decirlo, necesitamos creer en algo, porque algo nos impulsa a ser una mejor versión que lo que fuimos ayer. Seguimos su ejemplo, tómelo más como, que hacemos cosas porque nos agrada y queremos imitar grandes acciones como usted, no porque nos lo ordene. Kidae no es un dios impositor, Kidae es un dios liberado. ¿Me entiende?

— Si. Te entiendo, ¿no crees que es curioso? Soy un gigante y hablas con tal facilidad.

— El conocimiento es clave para caminar con mi dios. — dijo la mujer, soltando una risa. — Además, en los registros de los sabios, cuando lo describieron, dejaron en claro que, a Kidae lo impulsa el conocimiento, así que, trato de no dejar por debajo el orgullo atlante. Lamento el inicio, estaba emocionada de verlo.

— Oh, créeme, yo más, he estado viviendo solo, es divertido tener alguien con quien hablar.

Sabes Boris, no creo que nunca lo entiendas, creo que nadie va a entenderlo. Pero a lo que llaman civilizaciones salvajes, eran realmente las mejores. Razonaban con sus creencias, creían en un bien común, disfrutaban el hoy. El futuro es bueno, y es bueno siempre verlo, pero, ya muchos han olvidado lo que es el sentimiento de vivir el hoy. Y en sus ojos pude ver, que podría ser una abominación, y que su instinto la debería hacer correr lejos de mí, pero no lo hizo, se quedó a mi lado, comprobando quien soy.

Poco después me llevó a la aldea, y bueno, a decir verdad, no quería hacer llorar a ningún niño ni a un bebé, pero mi tamaño no ayudaba. Aunque aprendí cosas, por ejemplo, el nombre origen es dado por los humanos, algunos dependen de su familia real, otros de creencias, y otros simplemente porque así llaman lo que ellos creen. En este caso, Kidae, era el nombre del padre de los grandes antepasados. Según los Atlantes, toda la tierra, el mar, el aire, el fuego, eran regalos, del gran ancestro Kidae que vino del cielo para tomar el mar y navegarlo. Donde lleva a su gente a un nuevo futuro, dándole a cada líder de la aldea la habilidad de entender los astros y domar el mar para la prosperidad de la isla.

Estaba fascinado.

Era un gigante entre ellos, y ellos me adoraban como un dios.

"Kidae está aquí" "Kidae ha venido a hacer crecer nuestras tierras" "Kidae ha venido a bendecirnos con su maravillosa naturaleza"

Pasé días solo escuchándolos hablar, viéndolos como se fascinaban cuando hacia crecer los ríos y los árboles, viéndolos comer de los frutos que producía, viéndolos hablar. Me encantaba, por todo lo bendito, amaba el hecho de estar entre ellos. Mis humanos, mis Atlantes.

— Soy Atlantis, su gran tierra, y mi nombre es Kidae, por bendición de los astros. — dije, hablando el idioma mirándolos. — Amo que prosperen en mí, su potencial es increíble. Estoy seguro de que el futuro nos sonreirá de una manera asombrosa.

Y todo de allí fue maravilloso, incluso, me hicieron una especie de choza donde podía descansar, mirando ese cielo estrellado. No sé si podría decirle choza a eso, pero, me acomode entre montañas y disfruté mientras los Atlantes disfrutaban en la aldea. Algunos subían a mi pecho, ayudados por mí, y se quedaban dormidos, como hormigas, entre mis pectorales o abdominales, por lo cual, era muy cuidadoso de no aplastarlos. Era difícil, a veces correteaban en mi cuerpo y lo único que trataba de hacer, era no moverme bruscamente y lastimarlos. Así pasaron los días, hasta que mientras me estiraba y recargaba mi cabeza en los árboles o simplemente me adentraba en él y buscaba un punto libre para hacerlo, lo vi, por primera vez.

El apareamiento humano.

Era una pareja joven.

No se habían dado cuenta de mi presencia al parecer, pero estaban cerca de mi rostro, supongo que entre la maleza y que mi rostro se cubriera con los árboles, no me notaron, pero, puedo decir que fue interesante. Noté como retiraron sus ropas, noté como deslizaban sus labios por su piel, haciendo una clase de succión. Eran besos, sabía que eran, pero nunca había visto uno en vivo. También, vi cuando la hembra humana abrió sus piernas, y sus genitales parecían húmedos, que al parecer era una buena señal. A diferencia del hombre, su miembro estaba duro, y alzado. Fue entre abrazos y besos que comencé a ver las embestidas. Realmente el sexo se me hacía algo natural, lo había visto en animales haciéndolo, pero, los humanos, había algo más que no comprendía.

Un intercambio de sentimientos, no sabría cómo decirlo, pero, no lo hacían con el fin de reproducirse, sino de sentir algo. Algo que en el momento no conocía.

Y entonces, en medio de esas dudas sobre el sexo y el amor, comencé a conocer a esa chica que me encontró, más de cerca.

— ¿Kidae?

De nuevo allí estaba, la general, acercándose a mí una noche, mirándome con esos ojos perfectos y grandes, color marrón. Con un plato de frutas, dejando que la tomara con mis manos y la dejará descansar en mi frente mientras comía y yo solo disfrutaba su compañía.

— Hueles a frutos. — dije, a lo que ella sonrió.

— Tu hueles a tierra húmeda, a hierbas y a mar. — respondió. — Entonces, ¿eres la tierra que estamos pisando ahora mismo?

— Así es. Soy una representación de lo que ustedes llaman Atlántida. Y soy Kidae, como decirlo. Atlantis es mi persona, y Kidae es mi alma. Atlantis es mi corazón, Kidae es mi mente, la parte humana que hay en mí.

— ¿Y vienes de los astros?

— Todo este planeta viene de los astros, hijos de polvo de estrellas y creación. El resultado de un terrible desastre convertido en gloria.

— ¿Qué se siente ser tú? — preguntó mirando el cielo. — ¿Qué es lo que sientes al estar con nosotros?

— Es difícil de explicar. — dije mirándola. — Me sentía extraño al estar aquí, después me sentí en familia. Me enseñaron muchos conceptos que no hubiera pensado, me enseñaron que es amor, que es admiración, que es deseo de tener... de tener esto. — dije, señalando la colonia a lo lejos, y las luces que emitían. — Al principio, en mi dimensión, pensé que era correcto estar solo, al final, soy tierra que solo prospera para ustedes, pero, cuando llegué aquí, y los vi a todos convivir, comencé a desear algo así. Deseé tener una madre y un padre, deseé tener amigos, vecinos, alguien con quien hablar. Deseé... sentirme enamorado de algo, como ustedes lo hacen, sentir deseo por alguien, desee vivir todas las emociones humanas que hay y existen. Hacen que tenga envidia.

— ¿Cuánto lo deseas? — dijo suspirando.

— Con toda mi alma. — respondí. — Con toda mi alma.

— Para tener amor, tienes que darlo primero. — sonrió. — El amor tiene que nacer de ti. Y una vez que lo hayas creado, el amor llegará a ti.

— ¿Cómo? ¿Cómo lo creo?

— Ya lo has hecho, Kidae. — sonrió dando pequeñas palmadas en mi frente. — Tú corazón es tan bondadoso y lleno de amor para tu pueblo. Has hecho los ríos crecer, has dado vida y comida a tu pueblo, has escuchado a cada uno y entendido su dolor, y has mostrado la empatía que no corresponde a un dios como tú. Has dado amor, Kidae, así que mereces tener amor para ti.

No sé cómo decirlo.

Cuando dijo eso, no la comprendí. Pero, quería creerlo. Quería creerle, si el amor tiene que nacer de mí, entonces lo hará. Así que en ese momento solo le sonreí. Y después creo que descubrí lo que era el amor de otro tipo. Cuando sentí sus labios besar mi frente. Sus diminutos labios, que se sintieron como una gota de agua acariciar mi frente.

— Soy líder de mi pueblo, los protejo y cuido de mi persona para cuidar de ellos. El amor nace en mí, y te lo doy a ti, Kidae. — respondió. — Entre más amor nazca en ti, más personas querrán dar el amor que ellos crean a tu persona. Amor en diferentes cosas, como el simple hecho de una sonrisa, un apoyo, una emoción o un simple beso.

Sentí mi corazón bombear, y mis mejillas enrojecer. Era la primera vez, que alguien me besaba, era la primera vez, que alguien me había tocado de esa forma. Sonreí. Se sentía bien. Se sentía tan bien recibir amor, de la forma más simple de todas, sentía mis adentros enloquecer de emoción y felicidad.

— ¿Tu nombre?

— ¿Eh? ¿Ya te interesa? Hemos hablado tanto y nunca lo habías preguntado.

— Me interesa. — respondí.

— Kida. — rio, poniéndose de pie en mi frente. — Kida, hija de Kitek, grande del pasado que me ha pasado la batuta del pueblo Atlante, y es mi deber proteger el gran paraíso que el dios Kidae ha creado al formar Atlantis.

— Kida.

— Antes de que lo digas, sí, fui nombrada por ti. — respondió con una sonrisa.

— Kida... Quisiera poder besarte, pero eres muy pequeña. — dije, sin pensarlo, a lo que ella sonrió, sujetando un mechón de mi cabello, y utilizarlo para deslizarse por mi frente y quedar cara a cara con mi ojo derecho.

— Te haría mi rey, si fueras de mi tamaño. — sonrió. — ¿Me acercas al pueblo?

Me quitaba el aliento alguien tan diminuto. Todos piensan que me enamoré primero de Huitzilopochtli o de Britania, pero la primera persona que me hizo sentir algo, fue una humana, que solo me enseñaba como tener sentimientos como humano. Lo difícil de la vida humana, como la de cualquier vida lejos de nosotros, es que sabía que algún día la vería morir.

La tomé con cuidado y estiré mis brazos para dejarla lo más cerca posible.

— ¡Que tengas buena noche, Kidae! — gritó.

No dejé de pensar en ella esa noche.

Era estúpido, pero, comencé a interesarme por ello. Por esa clase de amor. ¿Amor de pareja? ¿Amor del tipo que de esos jóvenes que había visto? No lo sabía.

Solía recorrer la isla, y ver diferentes parejas de humanos simplemente disfrutar del silencio junto al mar. A veces sujetaban sus manos, otras las entrelazaban, en algunas más, solían rozar sus piernas, recargarse el uno con el otro, suspirar y sonreír juntos. Me dio mucha curiosidad, el amor estaba en las cosas simples, eso pensé. En aquel suspiro de alivio al ver la persona que quieres regresando con bien, en el beso de las mañanas de una madre a sus hijos, en el suave roce de manos de una pareja, en la risa entre buenos amigos, estaba en todos lados.

Fui ambicioso, y seguí con mi investigación.

Miré con detenimiento mis genitales una vez, en la noche cuando sabía que estaban dormidos. Tenía un falo, como los machos humanos. Pero, si deslizaba mis manos más abajo, tenía una vagina, como las hembras humanas. Me estremecí cuando toqué ambos. Además, que, si seguía recorriendo, también tenía otro hoyo, un ano que nunca en la vida había usado para nada. También descubrí que podía alterarlos, podía tener testículos y eliminar mi vagina, o tener solo una vagina. Al igual que no tener nada en absoluto, mi cuerpo se modificaba dependiendo a lo que deseara.

Y entonces una noche, no pude más.

— ¿Qué pasa Kidae? — dijo Kida, mirándome. Mientras limpiaba sus manos en el rio. — ¿No tienes ganas de ir al pueblo hoy?

— ...

— ¿Pasa algo? — dijo, sujetando su cabello, y agitando sus manos para evitar el calor que se sentía desde la mañana. — Dios, la temperatura es mucha hoy. ¿No puedes modificarlo? No quiero asarme en mi propio jugo.

— Puedo reducir mi tamaño a voluntad. — dije, sonrojándome por completo mirándola. — Puedo ser de tu tamaño si quiero. Descubrí que puedo modificar mi cuerpo a mi favor siempre que quiera.

— ¿En verdad? — preguntó.

— En verdad. — respondí.

Y acabó por recargarse en un árbol mirándome, y después ladeando su cabeza.

— ¿Por qué me estas compartiendo esta información? — dijo arqueando una ceja.

— No sé. — respondí, y yo mismo estaba comenzando a sudar. A lo que Kida rio.

— ¿Puedo verte? — mencionó con entusiasmo.

— Puedes.

Y me hice un humano, de 1.95, lo máximo que pude reducirme hasta el momento. Es complicado de explicar, yo lo sentía como un gran logro, porque podía tocarla. Quiero decir, podía acariciar sus mejillas sin miedo, podía apreciarla más de cerca como quería, podía hacer muchísimas cosas que deseaba, al fin.

— Wow. — dijo acercándose, me llegaba al pecho, pero, sentí sus manos recorrer mi torso y sentí un escalofrió en mi cuerpo. Más cuando me di cuenta, que mi ropa no se modificó conmigo, y estaba desnudo ahora. — Que cuerpo tan curioso tienes.

— ¿Lo es? — dije a lo que ella sujetó mi rostro con dulzura.

— No tienes testículos. — dijo, a lo que sonreí. — ¿Es funcional? ¿Los dioses tienen ambos aparatos? ¿Es para decir que somos a su semejanza?

— No lo sé, solo que, no tener testículos es más cómodo, además tengo lo importante para...

— ¿Quieres aparearte? — rio Kida revolviendo mi cabello. — Dios pervertido.

— ¡No dije eso! — mencioné en pánico a lo que ella acabó por tirarme en el suelo, besando mi frente. — ¿Kida?

No dijo nada más, acabó por liberar su cabellera, y retirar el top que cubría su pecho, al igual que quitarse la falda que usaba con la trusa debajo. Quedando desnuda encima. Solo podía sentir punzadas en el vientre mirándola. Pase mis manos temblorosas por su cuerpo, por sus caderas anchas, su abdomen marcado, los músculos de sus brazos, era una guerrera fuerte, su imponente pecho, tan grande y suave, su dulce rostro fino y de rasgos muy dulces.

Tocar su cuerpo fue genial, pero nada se comparó, a cuando se inclinó, y acabo por besarme dulcemente en los labios. Era como probar un paraíso que no sabía que existía. Después, creo que no tengo que explicar lo que pasó después. Podía sentir el amor de una manera salvaje entre nosotros. Los besos, las embestidas, sus gemidos y sus rasguños, sus mordidas, su dulce aroma, el sonido lascivo de nosotros revolcándonos en la isla.

Tengo celos de compartirte esto, eres yo, pero, ni siquiera con mi yo del futuro, dejaría que alguien la tocara.

Aunque aprendí una lección.

Sentí sus piernas abrazando mi cintura, su cabellera negra en el suelo, sus labios besándome, cada simple detalle de ese acto me hizo entenderme más. Ya no era solo algo que se mantenía con vida y a flote para mantenerlos vivos a ellos, me sentía un todo.

— ¡Ah! ¡Kidae!

Aprendí que las cosas son frágiles y eso las hace hermosas. Aprendí que un simple movimiento puede provocar caos en tu cabeza, caos bueno, caos disfrutable. Como una descarga eléctrica recorriendo todo tu cuerpo. Me hubiera encantado encapsular ese momento, me hubiera encantado quedarme así para siempre. Siendo un humano.

Hay veces en las que esas criaturas no se dan cuenta, de lo que cosas como nosotros daríamos por tener el mínimo de poder, sensaciones, mente, claridad, vida, que ellos tienen. Es tan simple y única a la vez, lo hace maravilloso.

— ¡Hng!

Pero por algo, siempre alguien como yo tiene que arruinarlo.

— Kidae...

La tenía en mis brazos, abrazándola, cuando sentí algo húmedo y caliente en mi hombro. Y al retirarla un poco, la vi escupir sangre, como vi su cuerpo comenzar a temblar. ¿Qué estaba pasando? Estábamos disfrutando esto, porque su cuerpo está reaccionando de esta manera. La vi escupir sangre de nuevo, y después vi como sus lágrimas comenzaban a ser rojas, y la nariz como sus orejas comenzaban a sangrar sin poder parar. Fue una pesadilla, una que no quería recordar.

— No... no, no, no, no, ¡KIDA!

Recuerdo haberla agitado un poco, mientras no dejaba de sangrar en absoluto. Era como si su cuerpo estuviera reaccionando a algo que no comprendía, solo estaba muriendo en mis brazos y no podía hacer nada al respecto.

— ¡No me dejes solo! ¡Por favor! ¡No lo hagas! ¡No lo hagas!

Aprendí una lección ese día. Una dolorosa.

— ¡KIDA! ¡KIDA! ¡No me dejes! ¡No me abandones! ¡No ahora! ¡Los humanos viven mucho más, mucho más! ¡Aún faltan muchos años más!

Aprendí porque no nos mezclamos con humanos. Lo supe cuando sus ojos comenzaron a cerrarse.

— ¡KIDA!

Los humanos y los country no se mezclan, por la inmensa cantidad de recursos que hay en nuestros cuerpos. Es como si inyectáramos de golpe en un humano, millones de vitaminas, millones de alimentos, miles y miles de células madre en su organismo, que llega a un punto de sobrecarga y acaba por destruir el sistema.

Creo que allí fue cuando debí controlar mi saliva, o debí controlar mi propio semen. Pero, no tenía ni la más mínima idea, así que estaba allí, con su cuerpo goteando sangre entre mis brazos, sin saber qué hacer. La primera persona que me mostró afecto en la vida, se estaba muriendo en las manos que la tentaron y cayó ante mí. Solo pude llorar.

Llorar aferrándome a ella, sintiendo ardor en el pecho mientras la sostenía cerca de mí.

— Kida, no me dejes... no me gusta estar solo.

Y eso es lo gracioso de la vida, en el momento menos adecuado, suceden cosas. Como en ese momento, que entre mis lágrimas sentí mis runas encenderse, y pensé, que, si no podía tenerla conmigo, podría llevarla siempre en mi pecho. Di lo que quieras, al final, no sé si fue por instinto, o fue por mera coincidencia, pero cuando puse mi propia mano en mi propio pecho, lo sentí moviéndose dentro de mí. Algo brillante y único, y lo supe, lo supe cuando atravesé con mi propia mano mi pecho, arrancando un pedazo de cristal que había dentro de mi cuerpo. Uno azul y brillante, como si tuviera al sol encapsulado dentro, era muy lindo.

El cristal de vida de Atlantis.

— Kida... — dije al aire, mientras ponía mi mano en su pecho, pegando el pedazo de cristal a su cuerpo, mientras mi propio pecho comenzaba a sanar. La luz del cristal comenzó a encender bajo su piel, parando el sangrado, y comenzando a recuperar el color de su piel sin problemas. Acabé por tomar un pedazo de cuerda de mi vestimenta, e hice un collar improvisado alrededor de su cuello para dejar ese pedazo de cristal pequeño con ella. — Kida, despierta.

Vi su cabello comenzando a colorearse de blanco, al igual que la sangre que había quedado seca en su cuerpo tornaba de un color azul. La utilicé para dibujar runas, mis runas en su cuerpo, y cuando menos lo esperé, abrió los ojos revelando un azul potente en ellos.

— ¿Kidae? — dijo tomando una bocanada de aire mirándome. — ¿Qué pasó?

— Kida. — dije sosteniendo su rostro. — Estas bien.

— ¿Eh?

No pude hacer más, solo recuerdo jalarla cerca de mí y besarla cerca. Ahora tomando en cuenta la cuestión de mi saliva, controlaba los recursos que había en ella, era difícil, pero no imposible. Y, a decir verdad, no tenía que preocuparme más, con Kida lo había descubierto, podía sanarlos si lo quería. Podía hacerlo.

Kida por supuesto se quedó sorprendida de su apariencia al ver su reflejo, tenía un largo cabello blanco y ojos azules intensos. Por supuesto no era algo normal, pero, creo que, sin querer, había creado el inicio de una familia real en la Atlántida. Gracioso, porque las familias reales las crean los humanos, no los country.

— Eres mi atlante. El corazón de Atlantis, reside en los ojos de su rey. — dije mirándola. — En este caso, reina.

— No entiendo. — dijo mirándome. — ¿Qué ha sucedido?

— La mezcla de la mortalidad y un dios. Creo... — dije a lo que ella sonrió abrazándome. — Nunca te apartes del cristal.

— ¿Qué es este cristal?

— El secreto de Atlantis, mi corazón, y es momento de dárselo a todos.

Am... seré honesto.

Tal vez exageré un poco con dárselo a todos.

Porque cuando vieron a Kida regresar, todos se interesaron en su cambio de aspecto, pero en especial en el cristal que tenía amarrado en el cuello. Los grandes sabios de Atlantis comenzaron a investigar sobre él, y además de sus partes curativas, mantenía la vitalidad en el cuerpo humano. Quiero decir, entre más cerca tuvieran el cristal, más jóvenes se quedaban. Por supuesto que envejecían, pero de una manera más lenta.

Y además de que yo me presentara de su tamaño, cambió la forma en la que daban sus tributos hacia mí.

Día y noche, diferentes hombres y mujeres se acercaban a mi casa ahora, disfrutando un momento conmigo, hasta coincidir todos con cabello blanco y ojos azules. Y sé que rostro debes tener ahora mismo Boris, seguramente estas diciendo; "¡¿Te cogiste a todos tus atlantes?!", la respuesta es no, solo me cogí a los jóvenes. Y además yo no me los cogí a ellos, ellos entraron y se follaron a si mismo saltando encima de mí. Soy inocente.

Je.

Bueno, cuando me di cuenta, toda la aldea, descartando a los niños y ancianos, tenía el cabello blanco y ojos potentes azules. Y cuando ellos comenzaron a reproducirse entre ellos, los niños tenían ese mismo patrón.

Mis atlantes eran la mezcla de un dios y la mortalidad.

Y bueno, a decir verdad, le saqué mucho provecho a eso, no solo era el sexo. Igual fue el despecho, quiero decir, estaba enamorado de Kida, pero ni en sueños podría tener una familia con ella. Así que le dije adiós, y la vi enamorarse de alguien más, y aunque seguíamos hablando, era muy diferente, comenzaba a sentirme solo.

Porque no importa cuánto fingiera que era uno de ellos, al final, era un dios para su mente, y un pedazo de tierra para la realidad, así que me di cuenta, que era momento de marcharme. Había pasado mucho tiempo lejos de mi hogar, fingiendo que soy mortal, así que llegó el día donde le dije adiós a mis atlantes.

— ¿Te vas? — dijo uno de los aldeanos. — ¿Ya?

— ... No siempre, saben que ustedes están viviendo en mí, así que me tendrán cerca siempre, solo que no me verán. — contesté. — Me escucharán en las olas, me verán sonreír en los amaneceres y verán como crezco en cada primavera. Siempre que haya agua cerca estaré allí.

Fue lo que dije, despidiéndome de cada uno, sin pensarlo, rápido, no quería acabar llorando al despedirme de ellos, pero...

— Adiós, Atlantis, el gran corazón del mar.

Solo sentí mis lágrimas salir, cuando al voltear la vi. Y la vi sonreírme con dulzura mientras cargaba un pequeño bebé en sus brazos. Luce igual de hermosa como la primera vez que nos encontramos, sigue sonriendo de la misma forma en la que lo hizo la primera vez, y sigo sintiendo el mismo aleteo en mi estómago al verla mirarme.

— Nos veremos pronto. — contesté. Perdiéndome en el bosque.

"Corazón del mar"

Había sonreído en ese momento, de solo recordarlo. Me había conocido de una nueva manera, y no quería soltarlo nunca, era Atlantis, el gran corazón del mar, y... hubiera dado lo que fuera para que me hubiera quedado con ellos, y nunca tuviera que volver al mundo country.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

MEMORIA 2: El guardián

.

.

.

.

Estaba seguro que no había mejor civilización que la mía.

Lo sabía por qué tan desarrollados estaban mis humanos, al igual que mi comunidad. Creo que debo explicarlo, mi comunidad son las personas viviendo del lado country. Representan a los humanos que hay en el mundo humano, y su función, además de ser un reflejo, es para que yo entienda más de su localización y gustos. Por ejemplo, si veo que esta comunidad está estableciéndose en cierta zona, es porque los humanos lo hacen igual, también, si esta comunidad comienza a enfermarse, es porque sé que los humanos también.

La única diferencia de los humanos con la comunidad, es que ellos suelen obedecerme si se los pido, además de que, aunque tienen apariencia humana, pueden cambiar solo su rostro al color de mi bandera, cosa que es diferente conmigo, ya que todo mi cuerpo cambia representándome, además de ser muchísimo más alto que ellos.

Ellos miden el promedio de un humano. Digamos, que si el promedio en la isla Borislav es 1.85. La comunidad medirá eso. Pero, yo mido 10—15 metros.

Pero por cuestiones de convivencia, suelo reducir mi tamaño.

Volviendo a la historia, decidí mejorar mi comunidad, hasta que en mis ojos se reflejara un imperio sin igual, donde la conocí a ella.

— ¿Señor? — dijo haciendo una leve reverencia.

— Miaragek. — respondí sonriéndole, viéndola con unos pergaminos caminando conmigo y sentándose detrás de un escritorio.

— Estoy lista para recolectar la información para las generaciones futuras. — sonrió. — ¿Qué escribo primero?

— Esa es una excelente pregunta, que escribir primero. — sonreí jugando con mi cabello desde mi trono. — ¿Qué escribirías tu primero?

Miaragek era una de las chicas de la comunidad, que era leal a mí, trabajaba para mí, además que se había vuelto una gran amiga desde que regresé del mundo humano. Dios, han pasado meses de eso, lo que significa que han pasado años en el mundo humano. Me gustaría saber como están. Un día le pregunté a Miaragek, y dijo que todos estaban felices, después de eso, pregunté por Kida, y dijo que había tenido a su segundo hijo.

Me ardió, así que no volví a preguntar más.

— Bueno, la historia de los Atlantes es escrita por los humanos. Y ya tenemos registros de eso. ¿Qué tal si escribe su historia? ¿Lo que piensa de todo esto?

— Hmm... — recuerdo haber dudado de todo ello, pero acabe por reír. — Empecemos con un mensaje a mi yo del futuro. ¿Te parece bien?

— Me parece perfecto. — dijo tomando tinta. — Estoy lista cuando quieras, Kidae.

— Bien am...

Y suspiré, viendo el increíble imperio que era. Dominando el mar, solo escuchando la felicidad de mi pueblo.

"Kidae, si alguna vez en el futuro te sientes solo, recuerda siempre mirar al mar. Encontramos la respuesta en las cosas que nos recuerdan quienes somos. Estaré como un recuerdo cuando me leas, ya que tu dejas de ser yo en un futuro y te vuelves en una versión nueva por cada día que pasa. Sé que tal vez hemos hecho grandes cosas, y en otras ocasiones hemos caído mucho. No te autodestruyas con nuestro fracaso, tómalo de impulso para seguir creando un vibrante futuro. Qué las flores más hermosas nacen en un caos de tierra."

— Kidae, guardaré todas tus memorias conmigo siempre, hasta el día que quieras leerlas de nuevo. — sonrió Miaragek.

— Deberíamos crear una clave, cuando la diga, deberás dármelas. — reí, pensando que era una especie de código secreto, con el fin de que solo los dos lo supiéramos. — Cual debería ser la clave.

— Hmm... algo que siempre recuerdes.

— ¡Ya se! Atlantis es el corazón del mar y fruto de las estrellas. Como la canción que cantaban los humanos, creo que es nuestro himno.

Sonreí, y creo que pase todos esos días jugando a lado de Miara, hasta que ambos vimos el reflejo del mundo humano, donde hacían una ceremonia a los viejos sabios. Dos de ellos habían muerto en mi pequeña escapada a mi realidad, y fue entre lágrimas donde pude ver lo que los humanos hacían con sus restos.

La familia preparaba una canoa con el árbol de la isla. Atlas, unos árboles enormes y gruesos. Después, preparaban los cuerpos, haciéndoles rajadas en la piel y después vistiéndolos con suaves telas azules, colocando maquillaje. Llenaba la canoa con flores y después de una ceremonia, dejaban el cuerpo en una pequeña bahía en la isla, donde con propósito, hacían que la canoa se volteara para que el cuerpo y las flores cayeran en el mar.

— Miara, ¿qué pasa? Pensé que lo dejarían flotar y...

— Los Atlantes comprenden el proceso de la vida, Kidae. Es su forma de dar su último tributo hacia ti. Les diste vida, los alimentaste y los dejaste vivir en tus tierras que es tu cuerpo, ahora, regresan poco de lo que les diste, dejando que la fauna marina, se alimente de los restos. Una vez que consuman, o más bien, tú consumas todo de ellos, los huesos restantes, serán tomados por la tribu, y se usaran como talismanes para proteger a la familia. Los grandes reyes del pasado, cuidan a los del futuro. Tú mismo lo dijiste, le dejas mensajes a tu yo del futuro, para que este se sienta tranquilo, ellos, a su forma, ahora tienen a un guardián consigo.

— No quiero que mueran...

— No lo harán. No al menos en mucho tiempo, ahora con la fusión que hiciste con ellos, que tu cristal de vida sea vital para los atlantes, los hace longevos. Los viejos sabios que murieron hoy, no tenían el cabello blanco. Tus atlantes vivirán demasiado, vitales y jóvenes por un gran periodo, hasta que el cristal que los acompaña desde su nacimiento, comience a dejar su brillo.

— No entiendo.

— Hiciste a tus atlantes, fuertes, hábiles, inteligentes, longevos y casi perfectos. Pero los amarraste a ti. Si se alejan de la isla, lejos de ti, el cristal comienza a perder su brillo, y, por ende, son susceptibles. Digamos, un atlante de unos 120 años, se ve vital como un humano de 40. Pero, por alguna ocasión, las olas lo alejan de tus tierras, entre más lejos este, el cristal dejará de tener su función, y ya no será un hombre de 40 flotando, sino un hombre que aparenta 40 con la salud, fragilidad y vitalidad de un hombre de 120 años. Dándonos como resultado, su inevitable muerte.

— ¿Qué? ¡No puede ser posible! El cristal.

— ¿Quieres engañar a la muerte con tu cristal? — dijo Miara mirándome. — Tendrías que ser más fuerte, Kidae. Y, aun así, ¿cómo lograrías hacer que el cristal viajara por todo el mar para evitar que tus atlantes perecieran? Tu cristal no los hace inmortales, solo alargan su vida y juventud. Con o sin el cristal, mueren.

— Déjame ver si entendí, el cristal solo funciona porque el cristal o mineral se alimenta de mi tierra. Entonces es mi tierra y todo lo que la involucra lo que hace que funcione, porque tengo poderes curativos.

— Es correcto.

— Así que para que funcione lejos de aquí, tendría que haber una gran parte de mí, algo muy muy grande, en el mar, que cuide a mis atlantes si es que deciden buscar otras tierras.

— Es correcto.

— Y al menos que yo no las conquiste, no podré hacer que el mineral crezca allí. Por lo tanto, necesito un protector de mis atlantes.

— ¿Qué tienes en mente? — sonrió Miara.

— Algo muy muy grande, guardián de mis tierras.

Y comencé el proyecto, me la pasé día y noche trabajando cerca de Miaragek, donde a través de metales preciosos que había encontrado en mi isla, comencé a darle vida a una criatura que su único propósito es salvaguardar la vida de mis atlantes. Protector del mar, protector de Atlantis.

Mi Leviathan.

Una criatura creada de piedra, metal y mi cristal. Que me obedecía por completo, midiendo más de 200 metros, lo hice vivir en el mar, salvaguardando la integridad de Atlantis en su máxima expresión. Parecía tener la forma de una langosta, con largas pinzas capaces de pulverizar cualquier metal o roca, nadaba a una velocidad increíble, y podía embestir destruyendo todo a su paso. Un verdadero guardián del mar.

— Carga consigo todo ese cristal que le da vida. — dije, mirando a Miaragek. — Mis Atlantes podrán navegar, sin miedo a que la luz de su cristal se vuelva tenue o se apague.

— Has hecho una criatura con materia orgánica, Kidae. — dijo, mirándome. — Tus humanos.

— Mis humanos aprenderán a utilizar el cristal. Es un regalo del universo, los Atlantes somos hijos del espacio y la tierra, una mezcla entre dioses y la mortalidad.

— ¿Y ahora que harás?

— Ven conmigo.

Estaba entusiasmado, más cuando puse en la mesa brillante un enorme mapa que había estado trazando sin parar en los últimos días. Usando al Leviathan como un sonar.

— Mira, he detectado tierra a distancias enormes de aquí, lo que quiere decir que hay otros como yo allá fuera. Puede que incluso más civilizados, o menos, sea como sea, allá fuera, hay gente como yo, otro country, y tengo que encontrarlo. Los atlantes necesitan diversidad, necesitan amigos, necesitan saber que hay a lo lejos, debe haber más que solo mar.

— ¿Irás solo? — preguntó preocupada, tal vez debí escucharla. — El corazón de un lobo, no es el mismo que refleja con su manada, que con un extraño.

— ¿Qué quieres decir? — pregunté.

— Nada asegura que, cruzando el mar, encontrarás a alguien abriéndote los brazos.

— Yo sé que no me recibirán con los brazos abiertos, pero, llevaré muchas cosas conmigo. — sonreí. — Regalos, conocimientos, incluso les presentaré a Leviathan.

— ¡No!

— ... ¿Qué pasa?

— ... Kidae, soy parte de la comunidad. No soy un humano, pero tampoco soy un country. Mi deber es representar a tus humanos en tu mundo. — dijo, sujetando su pecho. — Los humanos suelen pelear, pelean con lo que no conocen, pelean con su ignorancia. En el corazón de incluso un Atlante, existe la paz, pero también la violencia. No es bueno que muestres a Leviathan, ¿qué pasa si lo consideran una amenaza? Su enorme tamaño, su poder, por dios, tu mascota puede lanzar rayo de energía del cristal capaz de destruir lo que sea a su paso como un asteroide.

— ... pero...

— No hagas algo que ellos hagan que piensen que eres una amenaza. — dijo firme. — El mundo necesita la tecnología, la cultura y la forma de ver el mundo que solo Atlantis tiene. Ve lo que has logrado, naves que están a punto de conquistar los cielos, enormes criaturas que vigilan el mar, arquitectura, medicina, economía, física, química, por dios, Atlantis es una mina de conocimiento. No los hagas caer en algo que no vas a controlar. No tienen que verte como un problema, Atlantis.

— ¿Cómo tienen que verme entonces?

— Como un colega. El mundo del futuro será grandioso si tienen algo de ti. Se precavido, y vuelve a casa sano y salvo.

Creo que nuestra vida hubiera sido completamente otra, si nunca hubiera hecho ese maldito viaje.

A la mañana siguiente, desperté, empaque las cosas que llevaría, y me introduje dentro de Leviathan para navegar los mares, hasta lo que fue mi muerte, no sé si decirlo así, pero juro por todo, que la persona que entró en Leviathan esa mañana, nunca regresó, nunca.

Atlantis murió desde que dejo su isla, ese era un hecho.

.

.

.

.

.

.

.

.

MEMORIA 3: El extraño

.

.

.

El interior de Leviathan era fresco.

Puedo respirar bajo el agua, pero, el interior de Leviathan tenía aire, como si el cuerpo de mi enorme bestia actuara como branquias, y pudiera respirar tranquilamente el aire que entra en él. Me gusta, me gustaba estar allí dentro, era calmo y con paz, ningún ruido, solo mis pensamientos y a veces, un goteo de la poca agua que lograba a filtrarse por su enorme cuerpo.

Me gustaba la oscuridad de Leviathan, donde podía ver mis runas encendiendo de un azul brillante. Entonces, el canto de Leviathan me alertó que habíamos llegado. Y yo, Atlantis, estaba a punto de descubrir unas nuevas tierras, y con ende, nuevos countrys.

Sabes Boris, me da tristeza ver esto, porque dejamos de ser nosotros. Nos lo arrancarían, apenas abandonáramos Leviathan. Me hubiera gustado protegernos, me hubiera gustado tener algo, lo que sea, dar media vuelta y huir. Pero no lo hicimos. Decisión tras decisión, caímos.

Solo quiero que sepas, antes de que veas todo esto, que no fue nuestra culpa.

Uno nunca piensa que el mundo puede ser tan cruel, hasta el punto que te sucede a ti...

— Mantente cerca de estas tierras, cuando me sientas cerca de la costa, ven por mí. — dije a Leviathan, mientras este abría la boca, sacando mi bolso con las cosas que había traído, principalmente libros. — Nos veremos pronto, amigo.

Y después de eso, vi como sus runas se encendieron, dejándose hundir en el mar.

Debo decir que el paisaje que estaba viendo era maravilloso, salvaje y perfecto.

Fauna que no conocía como flora se desenvolvía delante mío. Eran hermosos paisajes, te lo juro. Pasé mi primera noche solo, en un pequeño campamento que hice con algunas cosas que traje, a la luz de ese cielo extraño para mí. Descansé muy bien, y al siguiente día, seguí caminando, solo para ver a lo lejos, un poco de humo.

Donde hay humo, hay fuego.

Y donde hay fuego, generalmente hay civilización si no es un desastre natural.

Sentí emoción debajo de mis pies, así que corrí con todas mis fuerzas, corrí sin parar, hasta verlo.

Te juro que me quedé sin aliento, en ese preciso instante, ver a otro country, lo sentía en mis venas, lo sentía dentro de mí, allí estaba, un hombre que había visto mi llegada, y me miraba sorprendido.

A unos metros míos, un hombre enorme, con ropa parecida a la manta, solo usando una especie de taparrabos largo, parecido más a una falda, con una trusa debajo que podía notar por los cortes a cada lado de las piernas. Contaba con una especie de hacha amarrada a su espalda, con cabello rebelde y negro, con unos ojos grandes y verdes color aceituna. Y lo más impresionante para mí, en ese momento, era su piel, una bella piel blanca, a diferencia de la mía. Ni siquiera mis humanos tenían piel de ese color, fue sorprendente verlo.

Además, que su rostro, era muy diferente al mío, era muy masculino y cuadrado, con rasgos únicos. Dignos de su tierra quiero pensar.

Ambos nos miramos por segundos que parecieron minutos.

Nunca en mi vida, había visto a alguien como yo, nunca. Era un momento en la historia que quería grabar para siempre.

— Hola... — dije, esperando a que hablara. Si es como yo, no importa que lengua hablemos, nos entenderemos.

— Hola. — respondió tensando su mandíbula, dando unos suaves pasos hacia atrás. — Aléjate de aquí. — sentenció como advertencia.

— No vengo con motivos violentos. — dije, dejando caer mi cargamento. — Son solo suplementos que tengo para mí campamento. Yo solo llegué a estas tierras, que asumo que son tuyas, con el fin de, con el fin de conocer a alguien como yo. Realmente no soy peligroso.

Dije, quitando el tipo de poncho que me cubría, rebelando mi ropa de bajo. Un pantalón con calzado y una playera abierta, de botones de madera. Dejando ver las runas de mi pecho, además del largo de mi cabello trenzado que me llegaba a mis pantorrillas de esa forma.

Vi cómo me miraba de pies a cabeza y yo solo podía mirarlo de vuelta, a lo que él suspiró, pasando una mano por esa barba que tenía y haciendo una mueca.

— ¿Cómo te llamas? — preguntó, aun sin bajar la guardia.

— Soy Atlantis.

— Nunca he escuchado de ti.

— Soy de un lugar lejos de aquí, más lejos que lo que puedes ver con la vista. — dije. — ¿Y tú? ¿Tú quién eres?

— ... Doggerland.

— Doggerlands...

— Mi nombre es Doggerland. Sin ese acento, puedes llamarme Dogger si te resulta más fácil. — dijo bajando su arma. — Tu vestimenta es muy extraña.

— Mucho gusto, Dogger. — dije sin poder evitar sonreír. — Am... ah... Creo que sí, pero es por la diferencia de cultura.

— ¿Puedo acercarme a ti? — dijo, sin parar de mirarme.

— Si. — respondí.

Tal vez cuando se acercó, noté la curiosidad que tenía en mí. Lo primero que hicimos, es estar a una distancia corta, chocando las yemas de nuestros dedos, para después sujetar nuestras manos. Sentí su aroma, olía como a tierra mojada, sudor, y hierbas. Lo sentí acariciar mi largo cabello, olfatearme, estar fascinado con mi rostro, nunca nadie me había sujetado de esa forma, no desde la vez que me presenté a mis humanos. Parecía tan curioso que sentía que estaba interactuando con un niño.

— ¿Qué es esto? — dijo, sujetando mi ropa, la tela preciosa que tenía mi poncho le llamaba mucho la atención, supongo que es por los bordados.

— Es para protegerme del frio. — respondí. — Tela gruesa para que mi piel no quede desnuda. Hecha a mano por artesanos.

— ¿Arte qué? Parecen alas de pájaros. — respondió. — Colores que pensé que no podías capturar, están delante mío. — continuó, pasando sus manos por mi cintura, lo que me hizo estremecer de golpe, a lo que él hizo más fuerte el agarre. — ¿Eres...?

— Como tú. — respondí rápido, apartando sus manos. — Si te refieres, ahora mismo, soy un hombre. Somos de diferentes lugares, sé que mi cuerpo es diferente al tuyo, eres más alto, y más musculoso, pero, aunque mi cintura es pequeña, soy muy fuerte. Digamos que tenemos diferentes rasgos.

— Hablas con palabras complicadas. — dijo. — Es... difícil escucharte. Pero, se con quién puedes hablar, ven conmigo. Tienes que conocer a alguien. Estaba cazando la comida, pero esto es más importante.

— ¿Has terminado de cazar? — pregunté.

— No, pero no es importante ahora. Ven conmigo, él tiene que verte.

— ¿Quién?

— El más sabio, el primero en despertar.

Él sujeto mi mano con delicadeza, y pude sentir la áspera que era su piel en esa zona. Sonreí, mientras caminaba con él una vez que tomé mi cargamento conmigo, con mi bolso. Pasamos caminando por un frondoso bosque, hasta que lo vi, al fondo, recostado como si estuviera en un momento de meditación, hasta que sus ojos captaron mi mirada.

Lo vi levantarse cuando Dogger me acercó a él, y lo vi ponerse de pie. Era un poco más alto que Doggerland y yo. Con piel negra, o bueno, piel negra y blanca, su piel tenía una combinación grandiosa, aunque ahora le llaman vitíligo. Tenía un ojo marrón y un ojo miel. Un rostro fuerte, y cabello hasta los hombros color rojo, con leves adornos en él, hechos con hueso. Su vestimenta era algo simple, parecía una toga hecha con manta, que estaba un poco manchada de tierra.

Fue allí que me di cuenta, que tal vez era él que se le notaba un avance más civilizado en su sociedad, pero, era el más pequeño en tamaño allí.

— ¿Tú nombre? — dijo, a lo que escuché una voz seductora en él. Me había hecho estremecer, era muy apuesto, y al parecer con un diferente humor, menos primitivo que el de Dogger.

— Atlantis.

— Un placer, soy Khambhat, puedes llamarme Kham.

— ... un placer. — dije, sin pensarlo, me acerqué a él, como saludamos en mi isla, pegando mi frente con la de él. A lo que inmediatamente me arrepentí. Y di pasos hacia atrás, cosa que lo hizo reír. — ¡Lo siento! En mis tierras...

— No te preocupes Atlantis, estoy acostumbrado a ver a jóvenes country mostrándome sus saludos. — dijo estirándose. — Vengo igual de un lugar lejano como tú, solo que, en mi camino, me hice amigo de Dogger y decidí quedarme un tiempo con él, conocer nueva gente antes de regresar a mis tierras.

— ¡Exacto! ¡Si! Yo también busco eso. — respondí con entusiasmo. — ¿Conoce a más? ¿Cómo son? ¿Viven aquí? Ellos...

— Una pregunta a la vez. — rio. — Los he visto, ser el primero en abrir los ojos, tras la muerte de Pangea, te da ciertos beneficios.

— ¿Cómo sabes que eres el primero? — comenté con curiosidad.

— Solo el más viejo y el primero en nacer, tiene apenas reflejos de la mente de nuestra madre. — comentó Doggerland. — Kham tiene recuerdos de la mente de Pangea.

— Antes, Atlantis. — continuó Kham, dando unos pasos. — Todos éramos uno, pero ocurrió un desastre, y nos separamos, ahora somos esto, seres naciendo de lo que fue la reina madre. Así que cada que conozco a cada uno de ustedes, siento cierta emoción, al igual que provocan algo en mí. Por ejemplo, cuando conocí a Dogger, sentí fuerza. No sé cómo explicarlo, pero es lo que sentí, como si algo de Pangea, una parte de ella en específico, creara a Dogger con ciertos atributos para representar eso.

— ¿Qué sentiste al verme? ¿Qué parte de Pangea soy? Dime... — mi curiosidad era muy difícil de controlar.

— Nada. — respondió soltando una pequeña risa. — Es por eso que me pareces curioso, desde que te vi, no sentí nada en absoluto, como si tú no formaras parte de Pangea, al menos no de su cuerpo. Eres un enigma para mí, así que quiero conocerte más.

— Nada... — dije algo desilusionado. Pero, no derrotado. — Hagamos esto, tú me enseñas más de las cosas que has vivido, y yo haré lo mismo. ¿Es un trato?

— Por supuesto. — comentó dándome la sonrisa más amable que había visto. — Será un placer conocerte, Atlantis.

De solo recordarlo, me da escalofríos. Pero puedo recordar algo más, el olía a bosque, no sé cómo explicarlo, pero a eso olía. Olía a algo hermoso, que ironía.

Pasamos días juntos, donde ellos hablaban conmigo, de las cosas que sabían, y yo me dedicaba a hablarles de las cosas que había descubierto. Por ejemplo, me pasaba los días hablándoles de mi escritura y mis descubrimientos, les enseñaba de cada materia, desde como curar una herida, como hacer puntadas, como hacer medicina, hasta como identificar metales, especias, todo.

Por otro lado, Kham me hablaba de los lugares que había recorrido, mencionándome que había visto a otros country, pero estos aún no estaban listos para hablar. Con esto me quería dar a entender, que no todos los country estaban tan desarrollados como nosotros tres, algunos seguían siendo animales, otros incluso plantas, y que los podía distinguir por la energía que emanaban.

También había otros pequeños, como niños, que no podían comunicarse, pero en el futuro lo harían.

La historia que más me sorprendió, fue cuando me habló de él.

— Era un pequeño niño en el suelo. Con una runa de un animal que nunca he visto, era color rojo, y era una especie de serpiente combinado con un reptil, con bigotes largos. — rio Kham. — Qué niño tan único, no podía comunicarse, pero, no lo necesitaba, verlo allí sentado, en medio de la nada, mirándote fijamente, aterrorizaría a cualquiera.

¿Sabes de quien está hablando, Boris? Está hablando del country al que tu conocerías como China. Tal vez un antepasado de él. En mi época no existían los imperios, solo los primeros country. Ni siquiera se nos consideraba como country iniciales. Éramos solo los primeros, quien estaban en ese planeta tratando de comprender su vida y función.

— ¿Y qué sentiste al verlo? — dije mirándolo.

— Honor. — comentó tomando un poco de té que había hecho con unas hierbas. — Eso sentí. Pero, no pareces feliz con mi respuesta.

— No es eso. — contesté mirándolo. — Es que no me explico nada, ¿Cómo podemos estar más desarrollados que ellos? Murió Pangea y nos encontramos ahora aquí nosotros. Iniciamos con el mismo fin, ¿por qué?

— Tal vez un ejemplo te ayude. — dijo Kham, levantándose y tomando mi mano, acercándome a un hormiguero. — ¿Ves eso? Es una colonia de hormigas. Representan a Pangea. ¿Bien?

— Bien.

— Y ahora, voy a representar el caos y destrucción. — dijo dándome una dulce sonrisa.

— ¿Eh?

Y lo vi, lo vi destruyendo toda esa colonia, pateando la arena, pisando a las hormigas, escarbando y destruyendo desde dentro el hormiguero, sacando y destruyendo los túneles internos, hasta llegar a las larvas y exponerlas a la intemperie.

— ¡Basta! ¿! ¿¡Qué diablos haces!?

— ¡MÍRALO! — dijo sosteniendo mi rostro para que mirará esas larvas expuestas. — ¡Míralo, Atlantis! Nacerán en el caos, todos sufrieron lo mismo, pero algunos aún necesitan nutrientes, otros están listos para salir como larvas, hay incluso algunos fuera de sus capullos. ¡Míralos! ¡¿Los ves?! Eso somos, eso es lo que somos, larvas en medio de lo que fue un caos, y nosotros somos los primeros que salieron del capullo en medio de un cadáver.

Concluyó soltando mi rostro, acabando por aplastar a todos esos pequeños capullos de larvas con sus pies. Suspirando, a lo que Dogger ignoró por completo su comportamiento, pero, yo solo me quedé en shock, nunca había visto algo como eso, destruir tan fácil a un ser vivo tan pequeño, solo porque sí.

— Era mejor matarlos, se secarían con el sol y bueno, sería más trágico. — comentó, pasando una mano por su cabello. — ¿ya lo entiendes?

— ... si.

— Bien, que bien, fue bueno demostrártelo entonces. — comentó dando pequeñas palmadas en mi cabeza.

— Kham...

— ¿Si?

— ... ¿Cuándo tu despertaste que sentiste en ti? ¿Qué parte eras?

— No sé, no es como si pudiera yo sentir eso. — rio. — Digo, tampoco soy Pangea para saberlo, puedo saber el de todos, menos el mío, tonto. Ven, vamos a cazar.

Si hubiera sido el primer country, y hubiera sentido lo que representaba Kham, en definitiva, hubiera dicho que él era malicia pura. No conoce entre mal y bien, y si no conoce el mal, no puede hacerlo. Así que, podría estar asesinando a alguien, y él nunca lo entendería. Recuerdo que ese día, no pude dormir bien, tenía miedo, no lo había sentido, nunca, hasta ese momento. Pero claro, lo olvide conforme fueron pasando los días.

Y ese fue mi error, nunca olvidas las banderas rojas, pero estaba cegado con la compañía que esas banderas me daban, que decidí ignorarlo.

Qué mal.

Al paso de los meses, noté que Dogger era la fuerza del equipo, además de que su habilidad, de crear campos cerrados, como pequeños domos en ciertos lugares, era un poder hermoso como letal. Dogger era un poco más primitivo que nosotros, pero comprendía nuestras conversaciones si utilizábamos palabras simples.

Así que cuando pregunté, él respondió a su manera.

— Casas. — dijo comiendo un pedazo de carne. — Son como casas que puedo crear, pequeñas, donde puedo crear muchas cosas dentro, cosas bonitas, ríos, bosques, césped. De todo un poco.

Parecía orgulloso con ello, pero, creo que puedo explicarte un poco mejor como era su poder, y porque era tan hermoso como letal. Dentro de esos domos, podía hacer que la vida prosperara, protegiéndola del exterior, creando un perfecto ecosistema dentro. Pero, al igual, esos domos podrían ser una muerte segura. Si Dogger quería, podía quitar el aire de los domos, matando a los animales o presas que caían en ellos, podía matar las plantas, y solo dejar tierra, podía incendiar todo lo que hubiera en el domo, o ahogarlos de golpe. Todos esos ecosistemas que podía crear, podía destruir a su antojo.

Afortunadamente, a Dogger no le interesaba dañar a nadie, creaba diferentes ecosistemas como pequeños domos donde especies Vivian y se reproducían, para hacer su tierra más rica. A Dogger solo le importaba eso, comenzar a desarrollarse de manera veloz para alcanzar o superar a Kham. Por lo tanto, siempre ponía atención a mis clases, y siempre escuchaba la guía de Kham.

— Yo puedo controlar el mar. — dije cuando Dogger me lo preguntó. — Puedo controlar todo de él, su oleaje, como se mueve, que tanto crece, al igual que tanto deja de crecer. También puedo respirar bajo el agua, oh, y, puedo controlar la lluvia, o las aguas de los ríos por igual.

— ¿Todo lo involucrado con agua entonces? — dijo Kham tomando té.

— No exactamente.

— ¿Puedes controlar el té?

— Si.

— ¿Puedes controlar el caldo del guiso que hicimos?

— Si.

— Entonces todo lo del agua.

— No. — respondí. — Por ejemplo, no puedo controlar el sudor, o las lágrimas, tampoco puedo controlar el agua dentro de nosotros, o la sangre. O incluso la saliva, tampoco puedo hacerlo. Lo he intentado, pero nunca lo he logrado, creo que no puedo exactamente todo con el agua. Solo ciertas cosas.

— Ya veo. — respondió Kham intrigado mirándome. — Controlar el agua, pero no controlar ningún fluido. Interesante. Más en un planeta que está rodeado por agua.

— Supongo. — sonreí. — Pero, olvidémonos de mí, ¿qué hay de ti, Kham? ¿Cuál es tu habilidad?

Nunca debí preguntar eso.

Me enoja de solo recordarlo.

— ¿Mi poder? — dijo sonriente mirando la fogata que habíamos armado. — No es tan sorprendente como el de Dogger. O tan útil y poderoso como el tuyo, es más a largo plazo, depende de cómo lo sentencie.

— ¿Cómo lo sentencies? — pregunté con curiosidad a lo que él solo me miró sonriente. — No comprendo.

— Maldición. — respondió. — Puedo maldecir a cualquier cosa que quiera.

— ¿Eh?... no entiendo. — dije.

— Mira, dame ese fruto. — comentó orgulloso a lo que yo pasé la manzana a él, y la puso en su mano. — Ambos pueden ver que es un hermoso fruto. En perfecto estado y listo para ser comido. Pero... — dijo mirando el fruto. — Yo maldigo que se pudra en menos de un minuto y sucumba a cenizas en mis manos.

Solo dijo esas palabras, y la fruta que estaba perfecta en sus manos, comenzó poco a poco como se pudría lentamente en sus manos hasta volverse cenizas sin explicación. Recuerdo sentir un escalofrió en mi espalda cuando vi eso, y recuerdo ver la mirada de tensión en los ojos de Dogger, ante la sonrisa de Kham.

— Mi poder de Maldición funciona dependiendo a quien maldiga. — comentó. — Por ejemplo, cosas tan débiles como frutos, plantas, son fáciles, puedo destruirlas o hacerlas abundantes en segundos, pero, por ejemplo, si maldijera a un animal fuerte, tardaría en morir, sus heridas poco a poco irían apareciendo. Y no solo es con cosas que puedo destruir o no, puedo maldecir lo que quiera. — suspiró mirando el cielo. — A quien quiera, de diferentes formas, obligarlos a hacer algo, de provocarles una enfermedad por toda su vida, dejarlos paralíticos o borrar sus memorias, de todo, pero como toda maldición, depende a quien le caiga para saber que tanto alcance puedo lograr. Entre más grande y fuerte el huésped, la maldición tiene que ser bien pensada para lograrlo afectar.

— ¿Depende del alcance de tu poder? — pregunté.

— No exactamente. Por ejemplo, si viera una choza, y maldijera diciendo que se incendiara hasta las cenizas. No lo haría inmediatamente, ocurrirían una serie de eventos que llevarán a ese trágico final. No controlo el tiempo en el que sucede la maldición, solo decreto que se hará. Cosas pequeñas es fácil controlarlo, su tiempo de vida es corto, pero algo que no tiene edad, como una casa, una roca, o incluso nosotros mismos, es diferente. Por ejemplo, podría maldecirlos a ambos y nunca sabría cuando ocurriría. Puede que, dentro de miles de años, entre más fuerte es el maldecido, más incontrolable para mi es la maldición. Solo me quedo con la idea de que se cumplirá en algún momento.

— ¿Y siempre es absoluto? ¿Siempre maldecirás y siempre se cumplirá?

— Si, así funciona. — respondió. — ¿Sabes cómo romper una maldición? No se puede. Sucederá en algún punto, y dependerá del maldecido ver si puede sobreponer todo, supongo. Yo no considero que un maldecido es alguien a quien tenerle pena, siento que admiraría a alguien así. ¿No crees?

— ¿Por qué?

— Pues si vivirá mierda por toda su vida, creo que es fuerte. Por supuesto que me burlaría, pero, al final. Sería el más fuerte. — rio. — Aunque sufrir por el resto de su vida, no es algo que le desee a alguien.

Mi mente quedó fascinada con ello, solo recuerdo que sonreí, pensando en lo mucho que podría aprender de Kham, pensando en cómo Dogger podría crear ecosistemas únicos, y prósperos, y en como el poder de maldición de Kham podría ser usado para bien, solo con él diciéndolo, si él quisiera, podría decir. "Decreto que todos los animales nunca se extinguirán de esta tierra". Y fácilmente podríamos evitar un desastre de ecosistemas, decir que siempre habrá agua dulce, decir que siempre tendremos lluvias que hagan prósperas nuestras cosechas, incluso si es algo que no tendríamos en el momento, sería genial tenerlo en el futuro.

Pero.

— Sabes Atlantis, he notado algo en ti, de vez en cuando, tus runas brillan. — comentó Kham. — Y recuerdo muy bien, que ayer lastimaste tu rodilla al rasparte con una roca, pero ahora, no veo ninguna herida. ¿Qué ocurrió? Cuéntanos.

Y esa fue la última vez que sonreí genuinamente.

Perdona, quiero apreciar este momento, quiero ver mi rostro una vez más, es... es tan dulce. Nunca pensé decir eso de mí mismo, pero, es dulce, esa es la sonrisa que me hubiera gustado proteger. Todo este poder, no sirve para nada, no pude salvar a la persona más importante para mí, no pude salvarme a mí mismo.

Perdón, de solo recordarlo, me hubiera gustado que mi última sonrisa no fuera para ellos.

— Oh. — sonreí abiertamente. — Es porque puedo recuperarme, el corazón de Atlantis vive en mí. — dije, tomando el hacha de Doggerland a lo que ambos se pusieron algo nerviosos por un instante, y yo les mostré mi meñique a ambos, para después hacer un corte profundo en él. Me dolió horriblemente, pero, quería que vieran, como poco a poco, mi cuerpo se fue curando por sí mismo.

Hasta que mi dedo quedó en su normalidad.

— Puedo regenerarme sin necesidad de ingerir recursos, o mantener mis tierras sanas, mi cuerpo se regenera solo. — dije. — El corazón de Atlantis y esta habilidad soy yo, soy todo lo que represento, lo que nos dará un futuro próspero, lo sé, lo hará algún día. ¿Qué piensan? — dije con una media sonrisa.

Ninguno de los dos dijo nada, solo se miraron y después a mí, a lo que Kham me dio una pequeña palmada en la cabeza. Como si estuviera diciéndome que había sido una hermosa explicación.

— Eso es fascinante, control sobre el mar que nos rodea, además de regeneración. Muy bueno, Atlantis. Creo que, si pudiera sentir algo de ti, diría que eres como un dios.

Dormí tranquilo esa noche.

Al siguiente día, me levanté y caminé a un rio cercano, donde acabé por desnudarme, y meterme en él para lavar mi cuerpo, mi cabello es muy largo, así que necesita mantenimiento, además, que me gusta estar en el agua. Y a diferencia de Dogger, realmente no me gusta oler a sudor, prefiero oler a plantas o agua, que a eso. Fue allí cuando sentí un escalofrió en la espalda, y al voltear, vi a Dogger y a Kham mirándome detenidamente desde la orilla. Sus miradas me parecieron intensas, me hicieron temblar y al mismo tiempo sentir vergüenza, nunca la había sentido hasta ahora, pero, era la forma en la que me miraban lo que me hizo sentir incómodo.

— Hermafrodita. — dijo Kham. — ¿te gusta tener los dos órganos sexuales?

Eso me hizo sonrojar más. ¿Cómo lo habían notado? Bueno, no importaba, solo quería que esa incomodidad terminara.

— ... No me molesta. — contesté hundiendo mi cuerpo en el agua, para solo mostrar mis hombros. — se me hace curioso así que decido quedar así. Lo hago por tiempos, para saber que más me gusta. A veces tengo los testículos, otras veces no. ¿Cómo lo hacen ustedes?

— Solo órganos masculinos. — comentó Kham.

— Uh... ya veo.

— ¿Te gusta tener una vagina? — preguntó Dogger. — ¿Quieres que te tratemos de una manera más delicada?

— ¿Eh? No, claro que no.

— Bueno, eso explica tu rostro y cuerpo, pareces mujer y hombre al mismo tiempo. — rieron ambos ante el comentario de Kham. — Si fueras una chica, en definitiva, te hubiera seducido, Atlantis.

— En nuestro mundo, no hay tal cosa como la distinción. — comenté.

— Oh, ¿entonces quieres que lo haga? ¿Abrirás tus piernas para mí? — rio. — Hazlo, quiero ver de qué color eres abajo. ¿Será rosado como su lengua? ¿Será moreno? Quien sabe, abre tus labios y averiguaremos.

El sentimiento de incomodidad y terror, recorrieron mi espalda como un balde de agua fría. Nunca me había sentido acosado sexualmente, hasta ahora, no sabía qué hacer, no sabía si solo estaban molestándome o realmente estaban hablando en serio. Tenía miedo, y no quería hacer algo que los provocara más, o que los hiciera molestarse por alguna razón.

— Olvídalo, consíguete a otro juguete, no pienso dejarme tocar por ustedes. — comenté soltando una risa, tratando de disfrazar todo mi miedo en tranquilidad.

— ¿Y lo haces por placer? — preguntó Dogger. — ¿Te acaricias ambos órganos por placer tú solo?

— ... — ¿Qué contestó? ¿Qué diablos contestó? ¿Es realmente curiosidad o sigue jugando?

— ¿Dije algo malo? — mofó Dogger. — ¿No eras tú el que traía todos los conocimientos para enseñarnos? Responde.

— ... Es para entender más a mis humanos, hombres y mujeres por igual.

— ¿Eres virgen? — preguntó esta vez Kham.

— No. — respondí seguro, acercándome a la orilla. Tenía que salir de esa posición vulnerable, tenía que vestirme y seguir encarándolos. Y...

Y sentí agua helada recorriendo mi espalda, cuando no vi mi ropa por ningún lado, y los vi reír.

— ¿Qué hicieron con mi ropa? — pregunté mirándolos.

— ¿Eh? ¿No está aquí? — dijo Dogger, dándome palmaditas en el cabello, para después jalar mi cintura con él. — Tu cintura y caderas son como de hembra. Eso es lo que pensé desde la primera vez que puse mis manos en ti.

— Suéltame. — dije, mirándolo a lo que él sonrió.

— Tu cuerpo está rodeado de esas bonitas marcas azules en tu piel morena. — dijo. — Tu rostro es precioso, Atlantis. Nunca habíamos visto tal belleza, ni siquiera Kham que ha recorrido más territorio. Eres perfecto, muy lindo, tan lindo que dan ganas de devorarte.

Y estaba furioso por alguna razón, así que comencé a mover el agua, pero Kham estiró su mano y golpeó las manos de Dogger, para después darme mi ropa. Dogger obedeció, y se alejó de mí, pero, cuando mire a los ojos de Kham, el solo sonrió y giró sus ojos, caminando de regreso al campamento.

— Que infantil eres, Atlantis. — fue lo que dijo Kham. — Pensé que eras más divertido.

Desde entonces, Kham se portó diferente conmigo.

Ya no quería escucharme, y ya no quería enseñarme nada, se la pasaba haciendo sus propios recorridos por esas tierras, o pasársela con Dogger. Entonces no sabía qué hacer, no sabía si irme, o quedarme más. Eran las primeras personas de mi tipo que conocía y no quería perderlas. ¿Había actuado infantil? ¿Kham cree que no soy lo suficientemente maduro como él para saber qué piensa? ¿He perdido a dos grandes compañeros por mi incomodidad? ¿Qué pasa?

Quiero saber, no quiero estar solo de nuevo, todo iba bien, tal vez me alteré por nada, maldición.

Pero, bueno, siempre hay un, "pero".

— He estado este mes lejos de mis tierras, creo que es hora de que empiece el regreso a casa. — dijo Kham. — Me comenzaré a mover, ya empaqué mis cosas, así que, bueno, es un adiós.

— Iré contigo, quiero conocer tus tierras. — dijo Doggerland. — Empaqué también. Será bueno y podré aprender más de ti.

— Bien, nos moveremos. — comentó Kham.

— Kham. — dije mirándolo. — Quiero ir también. — dije, con esperanza mirándolo.

— ¿Eh? — dijo mirándome y ladeando la cabeza. — ¿tú?

— Si.

— ¿Seguro? Probablemente Dogger y yo tomemos una ducha, y no queremos que te sientas incómodo con nuestra presencia. Creo que es mejor que sigas tu camino, Atlantis. Tal vez no haya countrys desarrollados como nosotros aún, pero seguro los habrá, así que, sigue tu búsqueda. Siento que ya intercambiamos la información que necesitábamos. — comentó.

— ¡Quiero ir contigo! — dije. — Yo... yo no quiero estar solo, quiero conocer tus tierras igual, eres el primer country en despertar, quiero aprender de ti, y seguir haciendo amigos en el camino. Yo, lo lamento, sé que solo estaban jugando, no pasara nada, son mis amigos.

Y sonrió.

Y debí haberme dado cuenta de todo.

A la mañana siguiente, empaqué mis cosas y comencé el recorrido con él. Nos alejamos de las costas, y comenzamos a adentrarnos en el territorio, hasta que sentí algo extraño, según mi brújula, no estábamos yendo en la dirección correcta, pero Kham conocía el camino, así que no dije nada. Solo lo seguí. Además de que no quería hacerlos sentir incomodos o molestos con mi presencia. Solo los seguí, y comenzamos a hablar como habitualmente lo hacíamos.

— Acamparemos aquí hoy. — dijo Kham dejando sus cosas. — Dogger, trae madera, Atlantis prepara la tierra, comenzaré con la comida.

Y parecía todo normal, lo juro, nada fuera de lo de siempre, pero...

Después de la comida.

No me sentía bien.

Mis ojos me pesaban, mientras Dogger y Kham hablaban energéticamente de cosas que no entendía, supongo que de misiones que tuvieron en el pasado, antes de que yo llegará. Es cierto, ¿desde cuándo se conocen ellos dos? Si se conocen tanto, ¿Cómo es que Dogger no estaba más desarrollado? ¿Cómo no conocía sus tierras? Había cosas que no cuadraban con su manera de actuar.

— ¿Qué pasa, Atlantis? — preguntó Kham, con una sonrisa. — ¿Te cayó algo mal?

— No. — respondí rápido. — Estoy bien, yo solo, necesito descansar.

— Oh, a lo mejor no eres resistente a esto. — dijo mostrándome la bebida que había hecho para los tres. — Le llamo Alucinógena, es una flor de mi tierra, cuando un animal la come, siente diferentes síntomas, escalofríos, alucinaciones, algunas cosas, como ponerse caliente como si estuvieras hirviendo, otras, terrible dolor de estómago. Pero es muy buena, su té sabe dulce, o al menos eso dicen.

— ¿Qué? — dije sosteniendo mi estómago. — Ugh... ¿Qué diablos?

— Pensando en tu habilidad, creo que, en cuanto a venenos, necesitas probarlo una vez, sufrir los efectos, y seguro tu cuerpo funciona como una máquina de aprendizaje, prueba un veneno, sufres los síntomas y te vuelve inmune. Dogger y yo somos inmunes, ¿sabes cómo?

— ¿Qué me has hecho? ¿Por qué?

— Somos inmunes... porque no tomamos esa maldita cosa. — rio. — ¿Quién es tan tonto como para no averiguar lo que come? Oh si, tú. — comentó aclarando su garganta. — Seguiremos el camino mañana, así que, tranquilo, solo descansa. Y no mueras, que nuestro lindo viaje está comenzando. Mi pequeña mascota.

Y fue en la risa de Kham, que supe, que mi infierno acababa de empezar.

.

.

.

.

.

.

.

MEMORIA 4: Infierno y cielo.

.

.

.

.

Cuando desperté, sentí mi boca seca.

Tenía mucha sed.

Pero todo ese malestar se me quitó al abrir los ojos y verme desnudo, encerrado en un domo. Veía por fuera en ese domo transparente como Dogger y Kham desayunaban tranquilamente, hasta que golpeé el domo que ambos voltearon y sonrieron.

— ¡Atlantis! ¡Buenos días! — dijo Kham.

— ¿Dónde está mi ropa? ¿Por qué estoy encerrado? ¡Déjenme salir!

— Eso no será posible. — dijo Dogger comiendo.

— ¿Qué?

— Verás Atlantis, déjame te lo explico. — dijo Kham acercándose al domo mirándome. — Eres muy valioso para dejar que huyas, y aun tengo muchas dudas de tu cuerpo. Además, Dogger y yo hace tiempo no tenemos una mascota. Una obediente que no muera tan fácil.

— ¿Qué?

— ¿Sabes cuánto tiempo hemos estado viajando, conquistando y alimentándonos de countrys? ¡Mucho! Se estaba volviendo aburrido no encontrar alguien como nosotros, alguien que pensara, pero de pronto, puff. Apareces y todo se vuelve divertido de nuevo.

— Has... ¿Has matado a nuestros hermanos?

— ¿Hermanos? No me hagas reír, son solo mierda a lado mío, y seguramente renacerán, o algo, será divertido. — comentó. — Además, regresando a ti, hace mucho que deseo comer carne de calidad como la tuya, si te devoro y conquisto, mi reino será aún mayor, prometo cuidar bien tus tierras, sea donde sea que estén.

— ¡Khambhat!

— Nos vamos a divertir mucho, Atlantis. — contestó. — Dogger, hazlo.

No sé cómo explicar todo lo que pasó.

Dogger controlaba todo dentro del domo, así que no podía sentir nada de agua cerca. Y de pronto la gravedad se hizo tan pesada, joder, que no podía levantarme del suelo, estaba allí, sin poder moverme, en lo que Dogger atravesaba el domo como si fuera una simple cortina, y sin sufrir los efectos.

— Gracias por enseñarme de la gravedad. — sonrió sacando un cuchillo casero. — Hizo que aprendiera a modificar mejor estas cosas. Son una buena jaula.

— ¡Suéltame! — grité.

— Son sus runas las que brillan, si nos las comemos, ¿crees que funcione? — dijo Dogger, volteando a ver a Kham del otro lado del domo.

— Bueno, tenemos toda la existencia para averiguarlo, hazlo.

— Todo su cuerpo las tiene.

— ¡Oh! Conozco una receta magnífica que se puede hacer con cuero. Prepararé la cocina.

— ¡Kham! — grité, pero Dogger cubrió mi boca.

— No me gusta el cuero. — comentó Dogger.

— Oh, bueno, puedo comer, y hacerte un lindo chaleco lleno de runas...

Aún lo recuerdo, hizo un corte de mi frente hasta la punta de mi miembro, usando la gravedad a su favor e inmovilizarme. Comenzando a jalar mi piel y despellejarme hasta que no era más que músculos en el suelo. El dolor por supuesto, era inhumano, además de sentir como el sol me quemaba y mis órganos comenzaban a fallar al estar a la intemperie.

Me desmayé en algún punto, y cuando volví a abrir los ojos, mi piel había regresado, y mi cuerpo estaba normal. Miré lejos del domo, y vi a Dogger con un chaleco de mi piel puesto, reconozco mis runas, Kham no mentía, si lo hizo.

Los siguientes días, me mataron de hambre, y por diversión, como si fuera una televisión, se sentaban enfrente del domo, y me torturaban hasta casi matarme siempre, ya sea con truenos que producía Dogger para que muriera electrocutado, o haciendo arenas movedizas y hundiéndome hasta que no me movía. Soltar animales hambrientos dentro y verme como me despedazaban.

Incluso, un día se pusieron curiosos.

Hicieron diferentes cortes en mi cuerpo y soltaron ratas. Entre los gritos y no poder moverme, lo presencié todo, podía verlas entrar en mi cuerpo, alimentarse de mí, pude ver como se comían mis ojos hasta meterse por el hueco y seguir comiendo para salir por mi boca. No sabía que había hecho para recibir esto.

— Día veintitrés. — comentó Kham, viéndome despertar otro día. — Nuestra mascota se ha portado muy bien, se ha regenerado cada vez que le hacemos algo, pero tengo curiosidad. Al parecer no podemos obtener su poder de sanación comiéndolo. Lo que sí, es que hemos reafirmado que alimentarnos de la sangre, carne o fluidos de otro country mejora nuestros recursos y heridas que podamos tener, pero, el maldito pero, no tenemos su poder, no podemos obtenerlo. Aunque, se me ha ocurrido una hermosa idea viendo a algunos animales. ¿Qué pasaría si la hermafrodita que tengo como mascota pudiera tener un hijo? ¿No crees que es interesante?

— Al fin dijiste algo interesante, Kham. — dijo Dogger, mirándome, recargándose en el domo. — Un hijo con aquel que puede controlar el mar y regenerarse sin recursos, imagínate, alguien que herede eso, además de tu habilidad, o que herede mi habilidad. Sería invencible.

Ja.

Es gracioso.

Es gracioso, Boris.

Todos los countrys deberían agradecerme a mí. Soy el sujeto de prueba que descubrió que no podemos reproducirnos de esa forma. Gracias a mí, todos adoptaron esa información en su organismo. Pero, ja, como toda investigación. Fue una tortura, una tremenda tortura. ¿Qué se siente averiguar que todos saben que no podemos reproducirnos por las constantes violaciones hacia tu cuerpo? Es una jodida comedia.

— Por favor... — mi boca estaba tan seca, mis cuerdas vocales igual. Me ardía demasiado, no podía hablar.

— Es muy lascivo. — contestó Kham. — Teniendo esas piernas largas, ese cabello bello y perfecto, esas caderas anchas, y esa vagina dulce y cerrada que tiene, prácticamente está gritando por ello.

— Vaya. — rio Dogger. — Tienes razón, además, ¿él no vino a enseñarnos cosas? Qué empiece con las cosas sexuales.

— Le estamos haciendo un favor. — dijo Kham. — Para que vea que lo tratamos muy bien.

Y sucedió.

Cuando los vi entrar al Domo, lo primero que quise hacer, fue alejarlos de mí. Pero no pude, no tenía fuerzas. No podría contra la fuerza de Dogger, nunca podría. Solo sentí las manos de Dogger sujetándome fuerte, en lo que Kham quitaba su toga y se posicionaba entre mis piernas. Recuerdo cerrar mis ojos, recuerdo tratar de escapar, aunque fuera de manera mental.

— Oh por dios, mira eso, que asqueroso. — dijo Kham. — Estás tan seco aquí abajo, ¿tan deshidratado estás, mi mascota? Deberías estar lubricándote, al final, quien te va a abrir las piernas soy yo.

— No comprende el favor que le estás haciendo. — rio Dogger. — Qué falta de respeto.

— Oh... bueno, ¿sabes que puede ser un buen lubricante? — mencionó Kham.

— ¿Qué? — preguntó Dogger.

— La sangre.

La golpiza era entre todo, tolerable. Preferiría que me hubieran seguido golpeando. Lo hubiera deseado, necesitaba eso. Hubiera preferido recibir los golpes día y noche, a lo otro, pero no, no tuve tanta suerte.

Solo tenía que cerrar mis ojos.

Solo tenía que hacerlo.

Solo tenía.

Acabé gritando de dolor con la primera embestida. Era un infierno, entre más luchaba por alejarlos, más fuertes eran sus abusos a mí, sujetando mis piernas para que no pudiera cerrarlas, impidiéndome escapar de eso. Nunca me había sentido de esa forma, tan, tan... tan furioso, triste, tan hecho basura en unos segundos. No era nada, mi cuerpo estaba manchado, y lo odiaba. Tenía asco de mi propio cuerpo, tenía asco de que estuviera lleno de ellos, tenía asco de que estuviera lleno de marcas, tenía tanto asco, solo quería ducharme, quería hacerlo, quería vomitar, y lo hice, quería arrancarme todo de mi cintura para abajo, quería desaparecer.

Pero, por supuesto, eso nunca pasó.

Y eso se convirtió en mi día a día.

Siendo sometido y violado, algunas veces sodomisado, otras comido, otras torturado.

Recuerdo que cuando Kham terminaba dentro de mi, lo hacía despues Dogger, los malditos hijos de puta tenían su pequeña competencia de quien se corría más veces dentro de mí. No importa cuánto hubieran destruido mi sexo. O los golpes que había recibido, solo era un hoyo. Y así fue por mucho tiempo. Solo un hoyo que cogían, no importaba si sangraba, si me desgarraba, nada, si aún podían meterla, lo hacían.

Traté de pelear, eliminando de mi cuerpo mis órganos sexuales, como country, podía modificar mi cuerpo y no tenerlos. Así que lo hice, los eliminé de mi cuerpo. Pero fui un idiota, por supuesto no iban a parar.

— ¿Crees que eso va a detener la mañana de hoy? — dijo Dogger, abriendo mis piernas, y sacando una cuchilla de lanza de su bolsillo. — Solo tengo que hacer un hoyo y listo.

El dolor y humillación que sentí ese día, fue tan horrible que dejé de ocultar mis genitales y solo acepté mi destino. Tal vez si lo aceptaba, podría esto parar. Se aburrirían de no ver una reacción de mí, lo haría.

Si me quemaban, solo tenía que aguantar.

Si me golpeaban hasta que sentía mis huesos hechos polvo, solo tenía que aguantar.

Si me cortaban hasta el punto de solo dejar mi cabeza, solo tenía que aguantar.

Solo un poco, solo un poco más.

— Nos morderá. Ni lo intentes. — dijo Kham. Entre mis piernas. Mientras estaba en una sesión de violación rutinaria.

— Tengo una idea. — comentó Dogger abriendo mi boca y comenzando a arrancar mis dientes uno por uno mientras me retorcía y gritaba del dolor. — Esta muy débil, tarda al menos hasta el atardecer para recuperarse ahora. Y así podemos los dos tener un hoyo que follar sin tener que rozarnos.

— Como gustes. — sonrió Kham.

Solo un poco más.

Solo un poco más. Se aburrirán, lo sé.

Lo sé.

— ¡Cómelo! ¡Cómelo! ¡Cómelo!

Tragar desperdicios de animal, no se sintió tan mal. Ya no tenía lengua, ni dientes de nuevo, así que no podía saborear esas heces. Solo las tragué hasta que se aburrieron de verme hecho un desastre.

Solo un poco más.

Debo resistir un poco más.

Solo un poco más.

— Mierda... — dijo Kham — Tiene todo de fuera.

— ¡Ugh! Asqueroso. Voy a vomitar, te dije que no lo sobre forzaras, que es eso que le sale. Se ve horrible. — respondió Dogger, sosteniendo mis piernas.

— Te dije que la doble penetración allí sería mala, más con el tamaño que tenemos. — dijo Kham. Los idiotas me habían provocado un maldito prolapso. — Si quieres que lo hagamos para eso tiene una maldita vagina. Solo follemoslo allí hasta que se cure solo.

Solo un poco más.

Un poco más.

— ¡Al fin! — dijo Dogger metiendo su mano entera en mi estómago comenzando a jalar mis intestinos y cortándolos. — Esta parte sabe muy bien, espere todo el día que te regeneraras.

SOLO. UN. POCO. MÁS.

— ¡Kham! ¡Kham! ¡Te lo dije! No importa si le aplastamos la cabeza, sigue vivo, ve, tiene la cabeza explotada y sigue consiente.

¿Por qué no puedo ver nada?

¿Quién soy?

Hubo un momento donde me dejaron solo por días, me habían arrancado los ojos, no tenía lengua, ni dientes, tenía los intestinos de fuera, estaba lleno de su semen seco, de tierra y de sudor, me habían quitado de las rodillas para abajo, y de los codos para abajo, volviéndome una muñeca que ellos follan cuando quieren, se comen, todo.

Decidí no hacer crecer mis ojos, era mejor no ver todo lo que me hacían. Si me vuelven a destruir la cabeza, tratare de regresar sin oído, sin gusto, pero al menos estaba solo, estaba siendo quemado cada cierto tiempo, aumentando la temperatura del domo, pero, estaba solo, dios, estaba solo. Era el mejor día de mi vida.

Quiero esto, quiero estar solo toda mi vida.

Así, sin nada más que mi dolor, sin nada más que yo.

Así.

— ¡Hey! ¡Mi dulce mascota!

Permanecí con mis ojos cerrados, cuando escuché los pasos. Y después escuché un gimoteo de alguien, para después sentir que algo caía encima de mí. Algo liviano. Estaba tan acostumbrado a sentir piedras caer encima para destrozarme, que lo que sea que cayó en mi era liviano.

— Te trajimos a un amigo, princesa. — dijo Kham. — Para que no te sientas solo. Lo encontró Dogger, es pequeño aún, pero, podrán hablar entre ustedes.

— ¡Por favor! ¡Déjenme ir! ¡Déjenme salir!

Y escuché un golpe, para después solo sentir un sollozo a lado mío. Olía algo, además de mi propia peste y sangre, además de lo asqueroso que huelen Kham y Dogger, lo olí. Era un aroma dulce y suave, era lirio, lo que sea que fuera la persona a lado de mi, a eso olía, a lirio. Un hermoso aroma de flor.

— Su nombre es Nordic. — dijo Kham. — Es un country que acaba de despertar de nuestra forma hace algunos meses o quizás un par de años. Pero es lo suficiente inteligente para hablar y entender una conversación. Aunque su cuerpo sigue desarrollándose.

— ¡Por favor! ¡Por favor!

— ¡Maldita sea, cállate! ¿Quieres acabar como el sujeto a tu lado? ¡Cierra la boca! — gritó Kham.

— Por favor... — dijo entre sollozos. — No diré nada, solo quiero volver a mi casa.

— Dado que tú no te recuperas, seremos más considerados contigo. Considera eso como piedad.

Nunca lo vi, no en ese tiempo.

Ambos éramos torturados, y solo reconocía su voz.

Reconocía sus gritos y llantos, lloraba muy fuerte siempre, al parecer si era pequeño a comparación de nosotros. Si pudiera ponernos edades humanas, diría que Dogger, Kham y yo éramos tipos de 20 años. Y por lo mucho que llora, y su voz, además de su inexperiencia. Diría que había un chico de unos 15 años a lado mío.

A él no lo mutilaban, pero, por las torturas, lo obligaban a comerme. Tal vez yo no lo curaba, pero mis recursos lo regeneraban lentamente, asi que, funcionaba de cierta forma. Lloraba diario, gritaba diario, imploraba por piedad diario. Estaba harto.

— ... ¿Puedes parar? — dije, una noche, al parecer, ya que no sentía el sol quemándome.

— ¿Eh?

— Tus llantos... no los quiero oír. — respondí. — Recuperé mi lengua solo para decirte eso. Por dios. Callate.

Dije, moviéndome, ¿eh? La gravedad dejaba de empujarme, al parecer Dogger habia quitado eso del Domo, aunque aún seguíamos encerrados. Seguiamos malditamente encerrados.

— ¿Puedes hablar? — dijo.

— Si.

— ¿Puedes recuperarte como ellos dicen?

— Estoy seguro que ayer te obligaron a comerte mis intestinos, asi que, dime tú. — comenté.

— ... tus ojos.

— ¿Qué tienen?

— No los tienes, me das miedo. — comentó.

— Pues que lástima por ti. No pienso hacerlos crecer. Y no tengo nada para cubrirlos, así que, acostúmbrate.

— ...

— ¿Qué? Si tienes algo que decir, dilo.

— Tienes semen cayendo de uno de los huecos. — dijo a lo que sentí ira.

— Tienen una competencia de ver en que hoyos pueden cogerme y en cual no. Los hoyos en mis ojos al parecer si se pueden coger. — dije. — Hacen el hueco en mi cráneo para que al momento de meterla golpee con mi cerebro. Según ellos, se siente bien, pero, no lo sé, nunca estoy consiente si hacen eso. El cuerpo de los country no es como los humanos. Sentimos dolor, pero realmente los órganos son adornos, no es como si quitándome mi cerebro fuera a morir... aunque desearía ser un humano. Ya hubiera muerto desde hace mucho tiempo.

— ...

— Deberias resignarte, nunca saldremos de aquí.

Y no se que fue, realmente. Pero sentí que se acercó a mi, y con las vendas que tenía en su cuerpo. Quitó una y me puso la venda en mis ojos, ocultando esos huecos horribles que tenía. No se como interpretar esa acción, pero, si tuviera lagrimales, hubiera llorado, nadie habia hecho algo tan delicado por mi.

— ... No te han quitado todo. — dijo, alejándose y supongo que acomodándose para dormir. — No importa cual malditos seamos, no pueden condenarnos siempre.

— Eso es mentira. — comenté.

— Es verdad si lo crees. Todo es verdad si lo crees.

Aunque vivíamos las torturas todos los días, solíamos hablar en las noches, cuando ellos dormían lejos del domo.

Conocí más de Nordic, con el tiempo, fui conociéndolo más a fondo. Sobre lo que creía, de lo que lo guiaba, era divertido escucharlo, me hubiera gustado que él hubiera sido la persona que hubiera encontrado en un inicio.

Dios, de solo recordarlo, recuerdo que lo que más me gustaba era escucharlo hablar de sus creencias, sus dioses, todo.... Su voz era dulce para mí, era perfecto.

— En un inicio, en el inicio de todo, existía el Ginnungagap, que representa el vacío del universo.

— Oh... ¿Qué más?

— Entonces como si fuera una historia de destinos, se encontraron un día dos materias, el fuego y el hielo. Al fusionarse se creo el universo donde estamos todos, y dio el nacimiento a Ymir. El gigante del mundo, quien, para no sentirse solo, el universo lo premió con un compañero, Audumbla. Una enorme vaca que lo acompañaría en ese vacío. — suspiró. — Un día, el hielo que Audumbla lame, comenzará a derretirse, y se crearán los siguientes dioses que nos guiarán.

— ¿Los nuevos dioses? ¿No te guían ahora mismo?

— No, aún no, Ymir me guía, mi gigante, protector de mis tierras. Me mostró el futuro, un día, del hielo que lame Audumbla, los nuevos dioses crearán el Midgard con el cuerpo de Ymir, que será uno de los nueve mundos que viven en el Yggdrasil.

— ¿Puedes ver el futuro?

— Puedo hacer muchas cosas, aunque nada ayuda. — dijo, supongo que jugaba con sus pies, porque sentía la tierra moverse. — Tengo visiones borrosas, puedo aparecer garras en mis manos, como de lobo, pero son débiles. También, sé que puedo lanzar fuego, pero nunca he logrado hacerlo más que una pequeña flama que apenas sirve para encender una fogata. Otra cosa es que puedo controlar pequeñas cosas con mi voz. Solo insectos. Y... tu mente.

— ¿Eh?

— Puedo leerla un poco, ocasionalmente. — suspiró. — No siempre, es muy complicado, necesito estar sano para poder hacerlo, así que, no he podido en absoluto desde que llegue aquí.

Los poderes y conocimientos como cultura de Nordic eran algo primitivos, pero emocionantes. Su obsesión con los gigantes me encantaba, su voz cambiaba un poco, solo un poco, como si entre este infierno, hubiera un poco de cielo al escucharlo hablar. Adoraba escucharlo decir, "Es un árbol, el universo es un árbol, un enorme fresno que sostiene los nueve mundos, lo vi en mi sueño, lo vi en el futuro, lo vi."

Por supuesto que esto fue arrancado de él, dejándolo débil y sin poder moverse mucho. Pero las visiones, las visiones Boris, eran fantásticas, podía imaginarme ese mundo. Lloraba y añoraba ese mundo, lejos de aquí, lejos de todo.

Anhelaba un mundo así junto a Nordic, junto a mi amigo, junto a mi pedazo de cielo en este maldito infierno.

— Oye, ¿vamos a morir aquí verdad? — preguntó resignado.

— ¿Te disté cuenta? — respondí.

— ...

— ...

— ¿Puedes abrazarme? Quiero sentir algo lindo, antes de rendirme. Antes de dejar toda mi vida irse. — dijo, con una voz rota. — Quiero sentir los brazos de mi amigo, antes de perecer y nunca ver el futuro, más que solo en visiones cambiantes.

Y no lo sé, pero algo me hizo hacerlo, porque significaba que me rendiría igual, nunca podría salir de allí, así que, ¿por qué no? Lo hice, lo abracé, mientras sentía sus manos rodearme con nerviosismo y dulzura, aferrándose a mí. Entonces, nunca entendí porque lo hice, pero, regeneré mis ojos, solo para verlo.

Retiré la venda y lo vi.

Era un chico de cabello negro, ya comenzaba a crecerle de nuevo. Tenía unos ojos azules como los míos, y era lindo, realmente lo era. Era más pequeño que yo, pero, era perfecto igual. Después de todo este tiempo, he tenido a un jodido dios a lado mío. Eso era lo único que podía pensar al ver su belleza, todo este tiempo, en este infierno, tengo un cielo tan azul como sus ojos a un lado mío.

— Azules, lo sabía, sabía que tenías ojos de un color perfecto. — dijo mirándome, acariciándome el rostro. — Te quedan, te quedan esos ojos. Son dulces, como tú.

— No digas eso. — dije, mirándolo. — No soy...

— Eres dulce y amable. — sonrió. — Las personas dulces y amables siempre se busca destruirlas.

Y sus manos, sus manos abrazándome mientras me decía cosas tan lindas. Solo podía sentir un nudo en la garganta.

— Gracias, tú... — dije comenzando a lagrimear, no sabía cómo dar afecto, ya no lo sabía. — Tú me haces no sentirme solo. Eres... eres como un cielo.

— Gracias. — sonrió. — Sabes, es tonto preguntarlo ahora, pero, ¿te has dado cuenta de algo?

— ¿De qué?

— No se tu nombre.

Eso era verdad, nunca desde que estamos juntos, nunca, ni los monstruos le han dicho mi nombre. No sabe de mí, nada de mí, es verdad, es verdad. ¿Había olvidado quién era? Ya solo respondía a los sobrenombres que me habían dado, que, escuchar esa pregunta me hizo sollozar, porqué ya no recordaba mi propio nombre, no sabía quién era más, no lo sabía. ¡Maldición!

— Tranquilo. — susurró abrazándome. — Tranquilo. Estoy aquí, tranquilo.

— Nordic, lo lamento.

— Solo cierra los ojos e imagina otro lugar lejos de aquí.

— Solo me imagino estar así, contigo, en un lugar fuera, donde podamos disfrutar nuestra compañía. — dije poniendo mis manos en mi cabeza. — Oh dios...

— Tranquilo, no te preocupes.

— No recuerdo mis tierras, no recuerdo nada, no sé quién soy. No sé quién diablos soy. No puedo decirte mi nombre, soy nada, que vergüenza, lo he olvidado.

— Hey... mírame. — dijo sujetando mi rostro con dulzura. — Deberíamos disfrutar nuestra compañía ahora. — comentó. — Solo pensemos en eso. Lo único que importa es ahora, y en el ahora, un nombre no es importante, no se necesita, te tengo a ti a mi lado, y tú me tienes a mí, es lo único que necesitamos saber.

Como decirlo, Nordic...

Nordic no sólo fue mi segundo gran amor.

Fue algo raro, él, me daba tanta paz y un amor romántico pero que se sentía diferente. Sentía muchas cosas más por él, al momento en que sus manos acariciaron mis mejillas, sujetaron mi rostro, dios, me sentí bien. Había pasado tanto tiempo sintiendo repulsión de mí mismo, que, juraba que no merecía nada, no merecía que sus manos me tocaran con tanta delicadeza, pero...

Estaba feliz de qué ante sus ojos, en mi reflejo que se asoma en ellos. Pudiera amarme de nuevo.

— Hiciste un giro inesperado conmigo, Nordic. — dije mirándolo.

— ¿De qué forma? — susurró, pegándose más a mí.

— Había abandonado todo de mí, todo, y de pronto, al tocarte, lo único que quiero es volver a existir en tus brazos. Existiendo lo suficiente, para estar toda mi vida a tu lado. Ymir es tú dios, pero para mí, en este momento, solo en este, tú eres el mío.

— Existes ya, no tienes que buscar nada más. — dijo, acariciando mis mejillas. — Recuérdalo, nadie puede borrarte de la existencia si yo estoy aquí, estaré siempre contigo. Cómo tú lo estarás conmigo.

— Nordic.

— Extraño. — sonrió, nombrándome así por primera vez. A lo que sonreí.

— Quiero morir como tu esclavo antes de que ellos me asesinen.

— Cariño... — sonrió. — Deberíamos morir juntos.

Y no tuvimos que decir nada más, sólo, sin conocer mi nombre aun, lo envolví en mis brazos como los amantes lo hacen, y sentí el amor renacer en mi cuerpo marchito al tenerlo conmigo. Sentí sus manos rodearme, dejando que me posicionará encima de él, mientras curaba todas mis heridas. Sólo para él, solo él.

Ni siquiera sabía él mi nombre, no importaba, solo lo hicimos porque sabíamos que era el final. Recuerdo besar cada parte de su cuerpo, era tan dulce, besar sus labios lo era aún más. Sus besos, sus gemidos, sus dulces ojos, todo de él me hacía recordar lo que era el amor, y me hacía sentir de nuevo vivo.

— Te amo. — susurró, abrazándome con dulzura. — Aún si saber de dónde vienes, que eres y tú nombre, te amo. Te entrego mi corazón, has lo que quieras con él. Siempre te va a pertenecer a ti, siempre.

Recuerdo haberlo besado, y recuerdo que vi como una línea, como una cruz, se formaba en él, una runa azul. Había depositado un poco de mi mineral en él, eso parecía, nunca supe que había sido, solo que, en el brillo de esa runa, seguí besándole, pidiendo, implorando, de rodillas, que, si existía un dios, me dejara nunca despertar, que me dejara allí, entre sus brazos para toda la eternidad.

Daría todo lo que fuera, si me permitieran volver a tenerlo conmigo.

Pero mi vida estaba decidida, así que tenía que seguir sufriendo.

Sufriendo toda mi maldita existencia.

— ¡Suéltalo! ¡Suéltalo! ¡Maldito hijo de puta! ¡Dámelo!

Nos habían encontrado desnudos y abrazados, porque nos habíamos agotado después de hacerlo así que habíamos quedado así. Cosa que molesto a Dogger y a Kham, por lo tanto, me arrebataron a Nordic, y lo comenzaron a golpear fuera del domo, donde no podía hacer nada. Estaba viendo como estaban dañándolo, y solo podía verlo sufrir los abusos sin poder hacer nada.

— ¡Suéltalo! ¡Hazlo conmigo! ¡Yo fui! ¡Yo lo obligué! ¡Suéltalo!

Estaba tan desesperado, tan malditamente desesperado, que perdí todas mis uñas rasguñando ese domo, rompí mis manos, todo, nada de eso dolía, no dolía más que verlo llorar en el suelo, ver a mi dulce Nordic llorar de dolor.

— Sabes. — dijo Kham mirándome. — La mascota lo mancho por dentro, deberíamos limpiarlo. — y sonrió, esa jodida y maldita sonrisa. — Hazlo, Dogger.

Me obligaron a verlo, ver como lo sometió en el suelo y lo obligó a abrirle las piernas. Verlo llorar y gritar en desesperación mientras lo violaba con brutalidad sin importarle nada. Vi todo, de inicio a fin, y solo tenía náuseas, asquerosas y repugnantes náuseas, no hacia Nordic, hacia todo esto, tenía que parar, tenía que parar.

Por dios, quería que parara.

Al final, Dogger lo sujetó del tobillo cuando Nordic se desmayó, arrastrándolo lejos de allí. No importa cuánto gritara por él, Nordic no respondía, solo vi su silueta siendo arrastrada por Dogger hasta que se perdieron de mi vista.

Esa fue la última vez que lo vi.

Nunca volví a verlo, nunca. Mi Nordic, nunca pude tenerte en mis brazos de nuevo. Lo lamento.

Entonces, volviendo a lo que pasó ese día. Kham solo me miro gritar y llorar, poniéndose de cuclillas frente a mí, como si quisiera grabarse todas las expresiones de mi sufrimiento.

— Él va a morir. — dijo, ladeando su cabeza. — Él ya debe estar muerto.

— ¡Basta!

— Tengo algo para ti, un regalo. — dijo Kham, poniendo su mano en el domo. — Mi verdadera maldición para ti.

— Voy a matarte, tú y Doggerland perecerán, todos lo harán, voy a hacerlo... — juré ante ese maldito rostro. — ¡VOY A MATARLOS A TODOS! ¡A TUS DESCENDIENTES! ¡A LOS DE ÉL! ¡TODOS VAN A MORIR! ¡HASTA QUE NO QUEDÉ NADA DE NADIE! ¡HASTA QUE TODO ESTE MUNDO EXPLOTE!

— Pensamos parecido, digno del segundo en despertar. — sonrió, mirándome con gentileza. — Lastima que no tengas mi habilidad, porque eso me hubiera dado miedo, dios. Pero... te daré mi maldición hacia ti.

— Vas a morir, Kham. — dije, furioso, escuchando tormentas a lo lejos.

— Y yo decreto lo siguiente. — dijo encendiendo sus ojos, de un color rojo intenso de golpe. — Yo decreto, que tu muerte será cargada de dolor, y te matará lo que más amas. Devorándote lentamente hasta los huesos, además, de que todos olvidarán quien eres, que eres, y que se suponía que ibas a hacer. Y una vez que seas una nada, si llegarás a reencarnar, solo caos y destrucción vendrían a tu paso. Todos te temerán sin razón y querrán exterminarte, porque decreto desde el día de hoy, que todo country que exista o este existiendo, le tenga terror al mar. Y qué tú, Atlantis, estés condenado a ser un caos en la tierra, que la única solución a la lluvia de desgracias que se presenten con tu existencia, sea matarte de nuevo. En un ciclo donde solo infierno sea tu vida.

Una maldición depende mucho de a la persona que se le dice.

Y puede tardar mucho tiempo, o poco, todo depende de diferentes cosas.

Así que, en ese momento, no sentí nada, solo sentí que me habían arrebatado mi felicidad, mi vida, mi cuerpo, y ahora, mi alma estaba encadenada a una maldición. ¿Lo merecía? Nunca supe si yo merecía algo como eso.

Pasaron tres días, y nunca volví a ver a Nordic.

Las torturas seguían, pero, solo podía ver la sangre seca de Nordic en la tierra, era lo único que tenia de él. Lo único que tendré siempre. Me quedé mirando esa gota de sangre, hasta que pensé en algo que nunca había logrado dominar.

Algo que no era mi poder, pero, ya no perdía nada con intentarlo, ya no importaba nada, solo tenía que enfocarme, dios, enfocarme a lo grande.

Cuando ellos vinieron a las torturas habituales, lo hice, por primera vez, lo hice. Mi cuerpo explotó en mil pedazos. Salpicando ese domo de sangre y rastros de mí. Por un momento, pude controlar el agua de mi cuerpo, y hacerme reventar como globo dentro de ese domo.

— ¿Qué mierda? — dijo Kham, limpiándose el rostro, salpicado de intestinos y sangre en todo su cuerpo.

— Ugh, maldición. — comentó Dogger. — Me entró en la boca.

Entonces comenzó mi venganza.

Siendo no más que sangre y restos, con la sangre mía que había entrado en su organismo, comencé a hacer estragos dentro de ellos, comenzando a provocarles dolor, paralizarlos, controlarlos una vez que llegue a su cabeza, todo, comenzarlos a destruirlos por dentro.

Hasta que el domo se rompió.

Después, no estoy seguro de cuánto tiempo paso de eso, solo sé que volví a tener mi cuerpo, y los vi retorciéndose aun de dolor cuando había todavía restos de mi sangre causándoles estragos. Así que como la tenía sometidos, los miré retorcerse allí, en el suelo, creo que pasé días así. Mirándolos, sin decir nada, solo mirándolos retorcerse, donde ocasionalmente daba sangre a ellos para evitar que murieran.

Y cometí un gran pecado después. Todo en contra de lo que creía, lo estaba a punto de hacer en ese momento.

— ... Saben, incluso si mueren, de alguna u otra forma, un nuevo country nacerá. Y aunque no tenga nada que ver con ustedes, se parecerá a ustedes. Y eso me provoca un tremendo asco. Ver sus rostros de nuevo, en alguien que a lo mejor sea una buena persona. — dije viendo como la luz de la luna iluminaba sus cuerpos retorciéndose en el suelo. — Y no puedo tener un futuro, donde ustedes existan.

Lo hice, Boris.

En medio de mi ira, solo hundí sus tierras.

Controle el mar, y destruí todas sus tierras, con sus humanos, especies, todo, todo se lo llevó el mar, todo, como si estuviera alimentando a Leviathan que seguro se alimentó con todos los restos que caían en el mar. Y los vi, los vi a ellos, mientras poco a poco, en la superficie comenzaban a ahogarse, gritando en desesperación. Los vi, perder el cuerpo humano, porque seguramente todos sus humanos murieron, así que los vi transformarse en animales, y cuando los animales dejaron de existir, vi flores, que al final acabaron por marchitarse y hacerse cenizas, y una vez cenizas, se volvieron una nada que se los llevó el viento.

Mis acciones después de eso, no fueron coherentes.

Recuerdo haber seguido el rastro de sangre de Nordic por días, siguiendo pequeños vestigios que me dijeran que estaba allí. Hasta que encontré unos huesos rodeados de aves carroñeras, que espanté. Unos huesos, que se encontraban en una orilla de un lago.

Mi dulce, Nordic.

— Perdóname, Nordic. — dije. — No pude salvarte, se supone que moriremos juntos. Dijiste que tu historia trataba de gigantes, que daban vida, si regresas como una enorme montaña, búscame, estaré esperando verte, ¿recuerdas mis runas? Pórtalas... te reconoceré apenas te vea... buscaré siempre por el mar, ese maquillaje azul que resalta en tu dulce piel blanca de fantasma. Te amo, Nordic.

Y lo hice, creé una pequeña embarcación con unas cuantas hojas, para poner los restos sobre esté, y prenderle fuego mientras navegaban por ese lago azul, de aguas dulces. Cuando el barco se consumió por la humedad y el fuego, y los restos de Nordic cayeron en el agua, un enorme fresno comenzó a nacer a la mitad, y cuando lo vi brillar, me retiré de dicho lugar, sin saber mi camino.

Recuerdo haber llegado al mar. Después de días sin decir o dormir algo.

Recuerdo que Leviathan salió del mar, y me tomó con él.

Y yo, yo solo pude sentir su frio y húmedo lomo.

— Llévame a la isla. — dije.

Pensé que estaba escapando del infierno, pero no, nunca lo hice. Atlantis murió allí, lo que Leviathan tomó en su cuerpo, no era yo, no más, era solo un reflejo de lo que fui.

.

.

.

.

.

.

.

.

MEMORIA 5: Regreso a casa

.

.

.

Solo sentía el viento golpear mi rostro, mientras iba montado en el lomo de Leviathan, quemado por el sol, hasta llegar a mi isla.

Miara me recibió con lágrimas en los ojos, diciéndome los miles y miles de desastres que ocurrieron en mis tierras, pero paró de decirlo, cuando vio en el estado en el que estaba. Quiso tocarme, para curarme, pero recuerdo haber golpeado sus manos lejos, y solo caminar por mi isla, sintiendo la arena.

— ¿Kidae?

— Ja... JA... ¡JAJAJAJAJ!

Reía como un desquiciado mientras caminaba por mis tierras. Risa que se acabó convirtiendo en un llanto insoportable, un llanto que no podía controlar. Un llanto que agitaba todo el mar y preocupaba a mi comunidad, hasta que atravesé mi pecho con mis propias manos arrancando un enorme pedazo del cristal cubierto de mi sangre y haciéndolo volar en los cielos.

— ¡Atlantis! — dijo Miara acercándose. — ¡Oh por dios!

— ¡Nos cuidarán! — grité. — Todos los humanos que murieron por mi culpa, nos cuidarán, como reyes del pasado que se alimentan de mi cuerpo, de mi sangre. Girando alrededor de mi corazón, en los cielos, donde pueda vigilarlos, con el poder de mi cristal, nadie les hará daño de nuevo. Nunca nadie tocará estas tierras de nuevo, las protegeré.

Estaba enloquecido, mientras obligaba al mar moverse, golpeando rocas, golpeando grandes superficies hasta que se formaron. De rocas, de metales, de mi cristal. Haciendo salir del mar enormes, jodidamente enormes titanes que rodeaban la isla, siendo alimentados por el corazón que había dejado nacer, como un orbe azul rodeado de los rostros tallados que usan los humanos en las tumbas de sus antepasados.

— ¡Lo ves, Nordic! ¡Son como Ymir! ¡Son tú! ¡Te hice mi dios! ¡Eres mi dios! ¡Nos reuniremos alguna vez! ¡Lo juro! ¡No importa que tan maldito esté! ¡Juro que estaremos juntos de nuevo! ¡No importa que olvide quien soy! ¡No importa que me olvides! ¡Siempre estaré aquí! ¡Soy Atlantis! ¡El gran Imperio! ¡Volveré a brillar algún día!

Me quedé allí, mirando a los titanes rodear la isla, hasta que Miara se acercó a mí, abrazándome por la espalda. Por lo cual yo solo deje correr las lágrimas, hasta caer de rodillas en la arena. Notando más mi estado. Estaba desnudo, lleno de heridas, lleno de sangre, de mugre, de hierbas. ¿Realmente había escapado de ese infierno? ¿Realmente podré brillar como grité?

— Kidae, ¿qué te hicieron?

— ... me mataron.

— Kidae...

— ¿Murieron? ¿Cuántos murieron? — dije entre lágrimas.

— La gran mayoría. — respondió Miara con dolor, comenzando a lagrimear. — Lo siento, Atlantis.

Recuerdo llorar de frustración golpeando la arena, gritando tan fuerte que las olas querían destruir la isla, pero los titanes de Atlantis lo impidieron. Nunca en mi vida había gritado tan fuerte, nunca. Ni siquiera en ese infierno lo había hecho, solo ahora, cuando lo he perdido todo.

Solo ahora.

— Me hizo existir, en un mundo cruel. — dije a Miara.

— ¿Kidae?

— Me hizo feliz de nuevo, así que quise hacerlo mi dios, mi eterno dios. Le prometí que nos encontraríamos algún día, solo que ese día nunca llegó, nunca llegará, pero sigo esperando, seguiré esperando... por siempre.

No hice más que llorar.

No pude hacer nada más, hasta que pude calmarme un poco. Mirando ese mar enloquecido controlado por mis titanes.

— ¿Atlantis? — dijo, pasando un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.

— Cuando despierte, puede que ya no me reconozcas, es más, lo que soy ahora no lo reconoces. Siento que ni yo mismo me reconoceré.

— ¿Qué?

— Tienes mis memorias, por favor, consérvalas. Y cuando te lo pida, hazme recordar de nuevo... siento que olvidaré todo pronto.

¿Sabes lo gracioso de los eventos traumáticos? Es que, en ciertos casos, es tan grande, que lo olvidas, lo bloqueas, un día estas gritando de dolor, y al otro, simplemente te despiertas en blanco, sin saber que pasó, sin saber nada. Tal vez no era Nordic, pero, fui un profeta esa vez, porque al momento de abrir mis ojos de nuevo, y ver ese enorme mar azul. Ver esos enormes titanes y ese orbe azul encima de mí, nada era igual.

Ver todo eso se me hizo hermoso.

— ¿Mi señor? ¿Se encuentra despierto? — dijo Miara acercándose. — Atlantis, ¿Cómo te...?

— Que hermoso día. — dije levantándome con una sonrisa, mirando el mar, mirando lo hermoso que es. — Es tan grande, a veces me pregunto que habrá más allá que el agua. ¿Crees que haya personas como yo?

.

.

.

.

.

.

.

.

Hasta aquí la primera parte.

Explicaciones de ciertas cosas.

— Atlantis estaba tan traumado, que olvidó todo, olvidó lo que vivió, con quienes lo había vivido, todo. Así que, al despertar, es otro Atlantis, uno que no tiene idea lo que ha vivido.

— Nordic: Antepasado de los Nórdicos. Tras ser asesinado por Doggerland, sus huesos fueron arrojados al lago. Donde sí recuerdan, es el mismo Lago donde está el Yggdrasil que Suecia le menciona y lleva a Boris para recuperar sus memorias. La cruz de runas que se formó en Nordic al estar con Atlantis, es lo que identifica a cada nórdico, ya que todos son un pedazo de Nordic. Por eso su bandera tiene esa cruz. Con Nordic nace la obsesión de Boris/Atlantis de encontrar al fantasma de maquillaje azul. No lo recuerda, solo sabe que lo desea. Y bueno, ya conocen lo demás.

También, pues Nordic tenía todos los poderes de los nórdicos. Jajaja. Genial.

— Khambhat: La ciudad de Khambhat es la más antigua que se conoce, o la ciudad más antigua en el planeta en hundirse. Hace 9,000 A.C que se encontraba en el golfo de India. Como curiosidad, creo que hay una ciudad con el mismo nombre en India, aunque no tiene nada que ver con lo que fue Khambhat. Se dice que esta ciudad está rodeada de misterios y no se sabe mucho de lo que fue.

El diseño de Kham lo hice a partir de cosas que destacaban para mí en la india, el color rojo, la mezcla de pieles, la linda sonrisa como los intensos ojos. Kham tenía que ser una belleza de cultura como lo que es india, pero al mismo tiempo, mostrar el lado salvaje de una ciudad que para nuestro ahora, sería muy primitiva.

— Doggerland: Las islas Doggerland o solo el pinche Dogger, de 6500 A.C habitaba por la zona de gran Bretaña y Europa occidental. A él su diseño me base un poco en una mezcla todavía de europeo de aquella época, combinado con un cavernícola, no porque fuera estúpido, sino porque era un country aún en desarrollo, así que su vocabulario y su fuerza era más animal, más primitiva.

— Los titanes de Atlantis si fueron construidos a partir de la historia de Nordic. Quería titanes como los de él para hacerlo su dios. Recuerden que son como así:
Use esta escena de referencia, aunque los titanes que menciona aquí Atlantis, son jodidamente más enormes que los de la película.

https://youtu.be/rNcmFMLjlTA

— Y la escena de Nordic y Atlantis haciendo el delicioso, me inspire en esta canción. Siento que queda perfecto con ellos: 

https://youtu.be/k4xl-Vvy8S4

¡Nos vemos en el próximo cap. con la parte dos! Donde se viene ya Britania, Olmeca, los dioses aztecas y todo eso...

¡Bye! 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top