REVELACIONES - 10 -
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Años atrás...
Era la primera vez que el imperio esperaba a alguien.
Se encontraba por supuesto, en un lugar de lujo a orillas del mar, con un Grecia dormido en su regazo, en una bella noche estrellada, con comida y frutos deliciosos. Acariciaba con cariño el cabello de Grecia, para al final ver una luz en el cielo, y ver a su dios llegar frente a él.
Pudo ver la sangre en su ropa blanca, y lo herido que se encontraba en ese momento. Pero no dijo nada al respecto de ello, solo tomó a Grecia para dejarlo dormido entre las almohadas y levantarse de su lugar, caminando hacia su dios, hacia Júpiter, quedando a unos metros de él.
— ¿Y bien? — preguntó el imperio.
— Lo asesiné. — respondió el Dios.
— Bien, es hora de llevar las embarcaciones por esa tierra y...
— No existe.
El romano cerró los ojos un momento, tensando su mandíbula, la ira que estaba experimentando en ese momento era enorme. Así que miró al dios, y sonrió.
— Voy a aceptar al nuevo dios que menciona la pequeña mierda de Vati, y hacer que te olviden los romanos, si no justificas lo que estás diciéndome. ¿Cómo que esa tierra no existe?
— Sabes que podría matarte si...
— Hazlo, griego ya no existe, quiero ver quien reza por ti. — sonrió el romano. — Quiero verte desaparecer como el polvo, cuando nadie recuerde ni tu jodido nombre. ¿Qué es un dios para no creyentes? Solo polvo de mierda en el aire.
El dios apretó los puños para después relajarse, por mucho que odiara la actitud de Romano, no podía tocarlo, sin seguidores, no podría seguir existiendo en la tierra. Acabó por suspirar, estirando la mano para dejar caer una tela azul ensangrentada.
— Cayó al mar, no tenía idea que, si se iban a la profundidad, su tierra se iba con ustedes. Además, no es como si pudiera sacarlo después de que lo asesiné, con suerte pude huir de su dios amante y su jodido dragón. No puedo curar estas heridas, se harán cicatrices enormes, además no era el único dios queriendo mi cabeza, tuve que salir de allí lo más rápido que pude y desaparecer de su rango.
— ... acepto que debí haberte dicho de ello. — dijo el Imperio tomando dicha tela del suelo. — Perdimos la Atlántida, entiendo. La próxima vez tendré que ir yo en persona a conquistar, si quieres algo bien hecho es mejor que lo hagas tú mismo. Ya puedes irte a lamerte las heridas...
— Espera. — comentó el dios. — Esos dioses no se quedarán tranquilos, atacarán y...
— Entonces los detendrás. — y una simple mirada del romano apareció para el dios. — No hay nadie más poderoso que tú, padre de los dioses.
— ¿Qué pasa si lo hay?
— No existe tal cosa. — respondió el romano. — No pienses mucho en ello, reúne a tus compañeros, y elimínalos. Ataca antes de que te ataquen a ti, así de simple, es como yo conquisté muchas tierras.
El romano caminó hacia donde estaba Grecia dormido, cargándolo en sus brazos para adentrarse en su palacio. Acabo por dejarlo en la habitación del griego, y seguir su camino, sus ojos irradiaban ira contenida, tornándose negros, donde solo el iris verde resaltaba mientras llegaba a su habitación, y una vez allí, miró lo que había en su cama. Un Britania desnudo y lleno de moretones, que estaba siendo curado por Hispania.
Su joven región se tensó al ver al Romano llegar, rápidamente dejando la cama, y arrodillarse, pegando su cabeza en el suelo.
— Mi señor, bienvenido. — dijo Hispania sin moverse.
— Retírate. — comentó el romano, sin mirarle.
— Con su permiso. — respondió la región, saliendo lo más rápido que podía de esa habitación.
El romano, acabo por desnudarse, colocándose solo una bata para cubrir un poco de su desnudez, y después sujetar uno de los tobillos de su región, alzándolo, cosa que hizo que Britania despertara de golpe mirándolo con terror.
— Crecieron tus piernas y brazos de nuevo, eso es bueno, aunque no disfruto ver los hematomas de tu piel. — comentó el imperio, aun sujetándolo como un pedazo de carne. — Estas en mi cama.
Y dicho esto, acabo por arrojarlo contra la pared como un trapo. Lastimando aún más a la región, pero no le importaba, eso era lo más amable para despertar que había hecho romano, así que no se quejó, solo como pudo intento levantarse.
— Tengo un regalo para ti, pequeña mierda. — dijo el Romano, acercándose a Britania, dejando caer frente a él ese pedazo de tela azul ensangrentada. — Tu amigo murió, aunque nunca hablaste, Júpiter ya sabía de él, así que fue por él, pero se le pasó la mano, ya no existe, cosa que me pone jodidamente molesto, porque no pude poner mis manos en él. Pero trajo ese pedazo de tela, así que es tuyo, un recuerdo, ahora lárgate.
Incluso el Romano se sorprendió al ver los ojos de Britania, y como estaba más pálido que cualquier cosa mirando esa tela. Ni siquiera parpadeaba, podía notar como su alma se iba destruyendo poco a poco mientras esas lágrimas caían como cascadas de esos ojos. Su región solo estiró sus manos, tomando el pedazo de tela y abrazándolo, sin poder hacer otra cosa que lloriquear y gritar, allí, destruido, sabiendo que no importa cuántas torturas aguantó, no pudo proteger a Atlantis de su destino, no lo volvería a ver, no tendría a nadie con él en sus viajes en el mar, estaba solo, desolado, y roto, en el infierno que tenía que seguir viviendo.
— Que patético eres. — y una suave risa de mofa salió de la boca del romano. — Parece que te arrancaron el alma. Parece que te arranqué tus lazos, mira cual destruido estás, hasta envidia siento de esa jodida isla, te ha lastimado más de lo que yo lo he hecho en años.
Esa fue la primera vez que el Romano sintió algo de respeto por Britania.
No importaba cuanto el británico tratara de asesinarlo, el Romano seguía golpeándolo, si el británico corría a morderlo, el romano rompía su mandíbula, si quería golpearlo, el romano le arrancaba los brazos, y aún sin brazos, le quedaban piernas, así que el romano las rompió, y, aun así, esa mirada de odio y lágrimas seguía allí, arrastrándose en sus propias vísceras tratando de alcanzar al romano.
— Hispania. — llamó el romano, abriendo la puerta de su habitación.
— ¿Llamó, mi imperio?
El hispano quedó petrificado ante la imagen delante de sus ojos, ver los restos de Britania, colgados de sus propios intestinos, aun sin perder la consciencia, mirando con odio al Romano. Podía sentir el terror recorriendo su espalda, cuando el romano, tomaba una de las piernas en el suelo de Britania, y la engullía como si fuera un simple snack de noche.
— Llévate a Britania a su habitación, quiero descansar. — dijo el romano volteando a ver a su región, quien no podía evitar que sus piernas temblaran. — Acércate.
El hispano hizo caso, a lo que el Romano tomó de su ropa, como si fuera un infante, no para hacerle daño, sino para sentarlo, y caminar a una parte de su habitación, tomando un recipiente y dejando su sangre caer en él.
— Cuando lo dejes en su habitación, dale esto. — comentó el romano. — Ya le he dado mi sangre, pero necesitará más.
— Si mi imperio. — respondió el hispano tomando la sangre, mientras al fin el romano dejaba caer lo que quedaba de Britania en el suelo. — Con su permiso.
Los ojos de trauma del hispano, al tomar los restos de su amigo en sus brazos, hizo sonreír al Imperio. Se ayudó de su propia túnica para amarrárselo en la espalda, y caminar a la salida con él.
— Hispania.
— ¿Sí, mi imperio? — dijo el de ojos oro mirando con terror hacia el romano, y este acabo por sonreír.
— No lo había notado, tus ojos son hermosos, incluso cuando están llenos de terror... — suspiró el imperio. — Me haces feliz, Hispania.
— Me alegro de escucharlo. — sonrió forzado el hispano. — ¿Puedo retirarme?
— Retírate... pero mañana ven. — sentenció el Romano. — Britania tardará en sanar, toma su lugar.
— ...
— ¿Hispania?
— Si, mi señor. — dijo en pánico el hispano.
— Hasta luego.
— Con su permiso.
El hispano solo pudo lagrimear, llevando lo que quedaba de su amigo en su espalda, para llegar a la habitación de este, y recostarlo, dándole más de la sangre. Se quedó con él toda la noche, vigilando que su cuerpo creciera, que sus piernas se formaran, sus brazos, que sus heridas se cerraran. Acabó por tomar el pedazo de tela azul, y doblarlo a su lado, para que el británico no se sintiera intranquilo.
Cuando vio el sol salir, se levantó temprano a ducharse, y colocarse una simple toga blanca, dejando su cabello suelto.
— ¿Hispania? — dijo la voz ronca del británico.
— Despertaste. — respondió el hispano acercándose a la cama. — Ya cambié las cobijas y sábanas. Metete a bañar si puedes pararte, le diré a Germania que te traiga comida.
— Hispania.
— La tela azul está a tu lado, no la lavé porque no sabía si podía eliminar lo que tiene.
— Hispania.
— Descansa, Britania.
— Llevas puesta una toga blanca. — respondió el británico. — ¿Vas a acostarte con él, no es así?
— ... ¿Qué te importa? — rio el hispano. — Solo descansa.
— Lo siento... por mi culpa, vas a tener...
— No sería la primera vez, tranquilo. Con permiso.
Britania debilitado, solo pudo lograr sentarse en la cama, viendo a su amigo partir, para después, ver ese pedazo de tela a su lado, y sentir como si lo apuñalaran una y otra vez en el corazón. Comenzando a llorar de nuevo, aferrándose a eso, aferrándose a todo, aferrándose a lo único que lo ha hecho realmente feliz en la vida.
— No voy a olvidarte, no lo haré, no lo haré, volverás a mí, sé que vas a volver. — lloriqueaba el británico.
Pero, pasaron en exactitud tres días, solo tres días.
Donde Britania comenzaba a salir de su habitación, recorría los pasillos y regresaba. Siempre regresaba para dormir abrazado de esa tela azul. Pero ese día fue diferente, al despertar, hacer su caminata para fortalecer sus piernas nuevas, y volver a su habitación. Vio dicha tela en la pequeña mesa a lado de su cama, e hizo un gesto extrañado.
— ¿Qué es esto? — dijo mirando aquella tela llena de sangre seca. — Wow... ¿recuerdo de guerra? Debí golpearme muy fuerte.
Las memorias de Britania, habían sido castigadas por una maldición, que Atlantis llevaba consigo, todos le olvidarán, nadie le recordará, y los únicos que podrían librarse de ello, los dioses, habían desaparecido el mismo día que la memoria de Atlantis se extinguió de las mentes de todos. Haciendo que solo fueran leyendas absurdas creadas por la mente de alguien creativo en épocas de aburrimiento.
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ACTUALIDAD
La casa estaba en silencio, mientras los amigos del ruso y el mexicano se encontraban encerrados en una sala continua, espiando la plática que México llevaba horas teniendo con Rusia. Explicándole quien es, todos los secretos, al fin, ante los ojos de Rusia, su pareja, para que sepa, que todo este tiempo estuvo besando a un dios jodidamente enamorado de él.
— Y eso es prácticamente el resumen, por eso no podía decirte antes todo esto. Mis memorias como Dios regresaron cuando me puse en contacto con el México, digámosle, México alfa. Pero, cuando me puse en contacto con él, morí y después reviví, para arreglar todo el punto de quiebre, y después Boris... necesitaba sangre de un dios y un mortal para traerlo de vuelta. Es estúpido, me siento utilizado por mí mismo, y a la vez no, porque, dios, Boris es lo mejor que me ha pasado, su sonrisa, como tiene tus ojos, como es tan abierto en conocer más y más de sí mismo, como crece a partir de sus caídas y errores, verlo crecer ha sido uno de los mejores viajes de mi vida, que incluso un dios siente celos por mí.
— ¿Él es como tú o como yo? — cortó el ruso, mirando al latino. — ¿Es un country normal o es como tú?
— Un poco de ambos. — respondió el mexicano tomando las manos del ruso, uniéndolas con las de él. — Tal vez tenga mi fuerza, y mi terquedad. Pero, tiene tu sensibilidad, tu quietud, tu amor, porque vamos, en todos los universos, siempre has tenido un corazón más grande que el mío. El amor tal vez lo sintió conmigo, pero aprendió lo que significa realmente contigo.
El ruso, soltó por un momento las manos de su pareja, para cubrir sus ojos, era demasiado. Su hijo, la última vez que lo había visto, estaba destrozado, queriendo asesinar a su madre. Y ahora, no podía procesar en absoluto lo que su pareja estaba diciendo, trataba, trataba mucho, pero era complicado.
— ... ¿es una reencarnación?
— No.
— ¿Qué diablos es?
— ... Nuestro hijo.
— ¡BASTA!
Por lo congelada que se encontraba la habitación y el cabello del ruso, México podía darse cuenta de lo alterado que se encontraba. El latino no dijo nada más, se levantó de su silla y caminó fuera de la habitación, dejando al ruso solo por unos momentos, hasta regresar, con algo entre las manos, que acabó colocando en la cabeza del ruso. Su ushanka.
— No dejes que tu mente se congele, mi cielo. — dijo el mexicano. — Recuerdo cuando Pete me dijo que solía cargar con ella, a todos lados, al igual que Moscú, colocándotela para evitar que supiera que eras Imperio Ruso, porque solo Imperio podía congelar así su cabello con sus emociones, entonces la ushanka servía para poder mantener tus secretos intactos.
— No sabía que sabias eso... — el ruso acabó por girar sus ojos. — Claro que lo sabes, eres un jodido dios.
— No lo sé, realmente no se muchas cosas, lo de la omnipresencia y omnipotencia es una idea creada por humanos. Realmente a los dioses no les interesa en absoluto nadie que no sean ellos mismos.
— ¿Qué?
— Pero... — dijo el mexicano. — la mortalidad, lo que representan ustedes, hizo que cambiara la mentalidad de unos dioses. Como un dios enamorándose de un imperio perdido, o un dios de la muerte enamorándose de un humano frágil... o un dios de la creación, enamorándose de un hermoso country. Ustedes tienen esa cualidad que un dios mira con detenimiento, tienen algo en ustedes que es simplemente fascinante. Rusia, estoy muy enamorado de ti, no importa quién seas, mi corazón solo le pertenece a tu alma.
El ruso tensó la mandíbula, mirando los ojos de constelaciones del mexicano, para después cerrarlos, no podía mirar esos ojos sin sentir algo de miedo ahora.
— No soy Pangea, Ometéolt. — soltó el ruso como daga al pecho del mexicano. — No sé si soy un remplazo de ella, pero, no pienso dejar que me utilices por tu estúpido deseo de mortalidad. Busca a otro idiota, esto es agotador.
Sentía sus piernas temblar, cuando esa mirada de galaxias se encendía, si el sujeto delante del ruso quisiera, podría hacerlo polvo con solo quererlo. Pero parecía observarlo con detenimiento, sorprendentemente no afectando nada, ni el entorno, ni a él mismo.
— Amor.
— No me llames así.
— Esta bien. — dijo el latino sin apartar la mirada de él. — Rusia, déjame mostrarte algo.
— No quiero nada de tus juegos, solo...
— Si vas a llamarme Ometéolt, supongo que deberías verme como tal. ¿No crees? — sonrió el mexicano. — Mis otras partes están lejos de mí, así que una visión ayudará a que te des una idea de que es Ometéolt. Digo, si usas el nombre que rechazo, pues, supongo que me veo en la necesidad de mostrarte algo que ni yo quiero ver.
El ruso no tuvo tiempo de reaccionar, cuando el mexicano tomó sus manos, el ruso se vio en el espacio, un espacio perfecto, al que tanto él, junto a su hijo, amaban de una manera imposible de describir. Se encontraba flotando en el espacio, sin necesidad de un traje, vivo, mientras poco a poco, viendo como comenzaba a formarse con estrellas y cosmos una mano, una que sujetaba la suya, hasta formarse un cuerpo humanoide, con alas de todos los colores que hay, con diferentes runas en ellos, con un cabello largo formado de estrellas y constelaciones, con ojos luminosos.
Pudo ver esa forma de dios, y quedó fascinado al instante, viendo como las galaxias se encerraban en sus ojos, unos ojos que amaba, sin importar como quisiera engañarse y dejar de hacerlo ahora mismo.
— Mex...
El dios sonrió, soltándolo, y en un parpadeo, el ruso se encontraba de regreso en esa habitación. Viendo que lo que había visto solo era una visión proyectada a sus ojos.
— Crees que, con todo mi poder, ¿no hubiera sido capaz de regresar a Pangea? — dijo el mexicano, comenzando a lagrimear. — ¿Crees que si la amara cómo te amo a ti no la hubiera regresado? No importa en qué universo estés, no importa si eres o no mi amante, no importa si me odias y aborreces, no importa si en un universo ni siquiera sabes mi existencia, todo y cada uno de esos universos, los dejaría vivir sin restricción, sin reglas, sin nada, solo para ver que eres feliz, incluso si es solo por una fracción de segundo. — la voz rota del mexicano trataba de recobrar fuerza. — Pangea fue mi pecado, me enseñó realmente a apreciar y amar lo importante, pero tú, tú siempre has sido mi gran amor, tan grande, que nunca, en mi vida, he intervenido en cada decisión que haces en cada universo. Cada una de tus acciones son decididas por ti, si me amas, me odias, me olvidas, ni siquiera sabes quién es México, no importa, soy feliz sabiendo que estás viviendo, disfrutando la tierra, disfrutando el planeta, maravillándote con el espacio, durmiendo más de 6 horas, comiendo deliciosa comida, riendo con tus amigos... ¿Qué eres un remplazó de Pangea? No me hagas reír. Abandonaría y asesinaría a Pangea las veces que fueran necesarias para tenerte a ti, vivo, feliz y haciendo lo que te plazca.
El ruso no dijo nada por unos momentos, no venían las palabras, solo hizo lo que pensó que debería hacer, y eso es sujetar con sus manos, las manos del mexicano.
Como lo hizo en Lazos, recorriendo el invierno cuando se enamoró de México, o dentro de Homofobia, en su hogar, después de abrir esa caja, o en punto de quiebre, sujetándose las manos, mientras moría y escuchaba en la cama el cantar de la persona que amaba.
— ¿Te conté la historia donde el hombre... se enamoró de la Luna e hizo lo que fuera para llegar a ella? — dijo el ruso dándole una suave sonrisa al mexicano en lágrimas. — Bueno, siempre he estado fascinado con la luna y el espacio, ahora veo que sin saberlo te he amado muchísimo desde antes.
El mexicano soltó una risa, y acabó por lanzarse a los brazos del ruso, besándole dulce, viendo como esa habitación dejaba de congelarse, y se volvía cálida, como los besos del ruso, como las caricias en su cintura, como la dulzura de Rusia haciéndole feliz.
— Te amo más que cualquier cosa que hay en el universo. — susurró con amor el latino. — Te adoro, Rusia.
— Te amo, con todo lo que implica esa palabra. — sonrió el ruso besándole.
No se dijeron nada, solo se quedaron mirando mutuamente hasta pegar sus frentes, sintiéndose cerca, sintiéndose aliviados. El mexicano acabó por besarle de nuevo, no quería dejar de probar el dulce sabor de los labios del ruso, quería sentirlos por toda la eternidad. El ruso sonrió, pegándolo a él, besándolo una vez más, hasta que ambos se quedaron sin aliento, mirándose con cariño el uno al otro.
Rusia acabó por besarle las mejillas al latino, sujetándole el rostro, acariciándolo con dulzura. Y entonces habló.
— Boris. — con una voz suave lo mencionó. — Boris es lo importante ahora.
— Hay que ayudarlo. — respondió el mexicano.
— México, tienes que ser suave con él.
— Lo soy.
— No, México, mi amor, no lo eres. — dijo el ruso suspirando. — Eres un desastre, cómo él es un desastre. Déjame a mi hablar con él.
— No vas a poder comprenderlo, no porque debe estar recuperando sus memorias para este tiempo. — dijo el mexicano.
— Explica eso. — mencionó el ruso frunciendo el ceño.
— No creo que quiera que lo llames "Boris." — dijo el latino sujetándole el rostro al ruso. — Cuando Atlantis murió, me volví loco. Solo quería venganza, quería hacerlos sufrir como me hicieron sufrir a mí, así que, los asesiné a todos y los capturé en mí.
— ¿A quiénes?
— A todos los dioses en existencia. — culminó el latino. — Si los borraba del mapa, podría traer a Atlantis de nuevo, sin que hubiera algo que pudiera matarlo. Y una vez que los eliminé, descubrí la maldición de Atlantis, todos le olvidaron, así que hice que todos olvidaran a sus dioses, incluso yo mismo... sé que hice un trato con Mictlantecuhtli, poco a poco estoy recobrando esas memorias, ya que Atlantis ha regresado en su totalidad. Por lo cual, el sello que había puesto, se ha eliminado de la mente de todos, y van a querer a sus dioses de vuelta.
— ... ¿Mis dioses...? — dijo el ruso mirándole. — ¿También son reales como tú?
— Si.
— ... no sé qué decir.
— Saben de las habilidades de Atlantis, por supuesto que querrán a sus dioses de regreso, es la única forma de asegurar que él no los puede lastimar. Y Atlantis, debe estar tranquilo por ahora.
— ¿Eso crees?
— Estoy seguro, al único que quisiera ver muerto, supongo que es a mí.
El ruso sostuvo el rostro del latino, quien le miró de vuelta, para al final sonreír.
— No tienes que elegir, Rusia. — y un beso llegó a la frente del ruso. — Voy a solucionarlo. No voy a dejar que mi familia se desmorone en pedazos. Con las memorias de todos restaurándose, también se está restaurando la mía. Hay un lugar a donde tengo que ir, pero primero, ven conmigo.
El mexicano salió de esa sala para encontrarse con sus amigos, allí estaba Perú, USA, Alemania y Chile, pero no eran los que más llamaban la atención, por supuesto los enormes humanoides en ese lugar son los que se llevaban la atención, en especial uno, quien se acercó de golpe al pequeño mexicano, para acabar de poner el macuahuitl en el cuello del ruso quien se quedó quieto apenas vio esa arma tan cerca de su piel.
— Deja de drenar mi energía y déjame ir por él. — mencionó el gran azul. — Atlantis me necesita.
— Atlantis es Boris. Deberías haber comprendido eso desde que te lo mencioné. No todas las cosas ocurren igual dos veces. — dijo el mexicano alejando esa arma del ruso, con facilidad. — Llama esto un acto de misericordia, solo permitiré una vez que el universo amenace a mi pareja, no habrá segunda, si Rusia es amenazado para que yo haga algo que ustedes quieran, sabes que no me importará volver este universo cenizas. — comentó el mexicano, poniéndose delante del ruso, mirando a Huitzilopochtli. — ¿Crees que después de esto conseguirías mi bendición de acercarte a Boris?
— Me necesita y lo sabes. — dijo con rabia el gran azul. — ¿¡Qué vas a hacer tú!? ¿Volverle a borrar la memoria a todos y fingir una vida perfecta y feliz? ¿Qué piensas hacer? ¡Necesita protección de los suyos!
— Que lo veas, como una clase de pequeño animal que necesita protección me asquea. — respondió el latino. — Boris...
— ¡SU NOMBRE ES ATLANTIS! — gritó el azul, haciendo retumbar la casa del latino.
— Atlantis no necesita a nadie, no pienses que mi niño es tan débil. — respondió el mexicano. — No necesita tu protección.
— Paren este drama de familia disfuncional.
Mencionó el peruano acercándose, sin importar la diferencia de tamaño, poniéndose entre ambos dioses, encarando al mexicano. Los ojos de fuego del peruano estaban más encendidos que nada, mirando las galaxias del latino, apretando los puños.
— Mis dioses, dámelos. — comentó el suramericano. — Y considera misericordia tú, que no estoy haciendo cenizas tus tierras, y que no le voy a dar caza a tu hijo, pero si voy a golpearlo cuando lo vea.
— ¿Te atreves a amenazarme?
— ¿Cuál amenaza? Es una declaración formal. — sonrió el peruano.
— Honey...
— ¡CALLATE, USA! — gritaron ambos latinos al unísono, sin parar de mirarse.
— México, sabes...
— ¡CIERRA LA BOCA, RUSIA! — y de nuevo el gritó de ambos llegó, lo que incrementó la tensión que se podía sentir en la habitación.
Fue Quetzalcóatl, el que se levantó, y caminó a ellos, poniendo sus manos en los hombros de ambos, sin decir nada, solo haciendo que lo miraran.
— Tienes el corazón de Inti dentro de ti. — mencionó Quetzalcóatl. — Fue Tonatiuh quien te lo dio, pero fue bajo mis órdenes. Por eso lograste huir de la prisión que te tenían los countrys cuando fue el punto de quiebre. Todos los dioses regresarán a sus dueños, sin duda. Si es una solución para que no quieran asesinar a Atlantis, la tomaremos. Seamos algo que nunca hemos sido, seamos diplomáticos y pacíficos, y arreglemos esto tranquilos. Les devolvemos a los dioses, y ellos prometen no lastimar a Atlantis.
— México, que tu serpiente no me hable. — dijo el peruano.
— Tranquilo, solo está dando opciones. — respondió el mexicano.
— ¿Tranquilo? Me dejaste sin mis dioses, todos estos siglos. Y ahora tu jodido hijo, que es capaz de hundirnos a todos si lo desea, está como desquiciado queriendo matarnos a todos.
El mexicano apretó los puños, pero, la mano del ruso, en su espalda, lo hizo tranquilizarse, tomando un respiro, mirando los ojos del peruano.
— Para ser justos, tú ni siquiera existías como tal, deje a tu "yo" de muchísimos siglos atrás sin dioses. Necesito hablar con mi hijo primero, y una vez que lo haga, sus dioses serán devueltos, pero muchos de ellos morirán cuando salgan de su pequeña jaula.
— ¿Qué? — dijeron todos al unísono, incluso los dioses se veían sorprendidos por esa declaración.
— Estos dioses se alimentan de humanos, de que crean en ellos, estamos en este nuevo siglo, si pusiera un ejemplo, solo el dios de Vaticano y otros muy contados sobrevivirán. Seamos sinceros, Perú, ¿Quién de tu población sigue creyendo en Inti? ¿En Pachamama? O tú USA, ¿tan siquiera sabes el nombre de los dioses apaches? ¿Recuerdas a los dioses de tu madre?
El silencio en esa sala se mantuvo, para interrumpirse por el suspiro del ruso.
— Mueran o no, no importa. — dijo el ruso. — No es tu decisión, México. No es decisión de nadie lo que pasará, solo tienes que dejarlos libres, es todo, deja de alterar las cosas ya. Quiero dejar todo esto atrás, hablar con mi hijo y ayudarlo. Todos deberían pensar en ello, porque la única razón por la que el mar está tan calmo, es porque Boris... perdón, Atlantis, ha calmado su mente, eso quiere decir...
— Qué sabe ya la verdad. — comentó Quetzalcóatl. — Sabe su pasado completo.
— Entonces solo quiero ir con mi hijo y ayudarlo en esta nueva etapa. — comentó el ruso mirando como el mexicano tenía la vista perdida en el mar. Era cierto, el mar no tenía más que un oleaje muy liviano. — ¿México?
"Son milagros increíbles los que vienen de un pecado, ¿no lo crees?"
El mexicano abrió sus alas de golpe, para después ver a los demás.
— Perú, ¿qué fue lo que dijiste antes?
— Que eras un idiota.
— No, antes de eso, dijiste que Boris está como desquiciado queriendo matar a todos.
— Lo está.
— No lo está... — dijo el latino mirando a su alrededor. — Chile, ¿por qué estás preocupado?
— Porque tu hijo puede asesinarnos. — dijo el chileno. — Tengo que proteger a mi familia.
— No lo está. — el mexicano aclaró su garganta. — Boris ni siquiera ha declarado una guerra, solo destruyó una mísera capilla, pero todos piensan que quiere asesinarlos. Lo ven como un peligro, quieren matarlo, ¿no es así?
— Ah...
— USA. — dijo el latino mirándole. — ¿Quieres matar a Boris?
— ... no puedo negar que he tenido pensamientos de ello, perdón Mex. — dijo el americano mirándole.
— La maldición de Khambhat. — dijo con ira el mexicano. — Está empezando todo de nuevo, van a querer matarlo, porque Atlantis no puede ser feliz.
— ¿La qué? — dijo el peruano a lo que el mexicano le miró.
— Voy a darte todos tus dioses, lo prometo... — dijo el latino. — Boris llegará a su isla, espérenlo allí. — mencionó el latino, abriendo una ventana. — Rusia, pase lo que pase, quiero que entiendas, que Boris y tú son mi prioridad, son mi única prioridad, y para ello, tengo que traer algo mío que me ayudará a ponerlo a salvo.
— ¿Qué es? — dijo el ruso mirándolo. — Hagámoslo juntos, te ayudaré.
— No puedes, no sé cómo voy a reaccionar, si te llegara a lastimar me mataría. — mencionó el mexicano acariciándole las mejillas. — Tengo que ir por algo que no he puesto en mi cabeza desde la creación. — sonrió. — Nos vemos en la isla de Boris, trata de mantenerlo tranquilo, principalmente a UK... seguro se volverá loco si alguien intenta lastimar a Boris.
— ¿Qué?
— Boris no está solo, viene con un vikingo que controla el tiempo y espacio y con un jodido ex imperio retorcido que si usa su habilidad los pondrá en un aprieto a todos. No dejes que ONU los altere.
— Mex...— dijo el ruso sujetándole las manos. — No vayas sólo.
— Confía en mí, ¿puedes hacerlo aún? — mencionó el mexicano mirándole.
El ruso hizo un rostro de angustia, para después solo jalar al mexicano besándole, suspirando.
— Nunca dejaría de hacerlo. — respondió el ruso. — No hagas que me arrepienta de confiar en ti.
— Lo prometo.
El mexicano le abrazó, y acabo por salir, dejando a sus amigos y amor detrás. Tenía algo claro, él no importaba, no ahora, necesitaba una manera pacífica de resolver todo, y no caer en un punto de quiebre de nuevo. No cuando su hijo está involucrado.
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El había mencionado a Tromsø, un lugar en Noruega, dónde se reúnen todos los nórdicos, ya que están cerca de las ramas del Yggdrasil cuando ilumina el cielo.
Por lo que había mencionado Suecia, sus hermanos se encontraban allí, y podríamos verlos antes de partir a mi isla. Cuando llegamos, pude notar porque los nórdicos se reunían allí, era simplemente hermoso, sacado de fantasías, por un momento sonreí, mirando el paisaje, recordando a un dulce sujeto hablando de cómo le gustaría convertir sus tierras en algo como esto. Definitivamente Nordic estaría feliz de ver lo que sus descendientes lograron.
— Mira arriba. — dijo Suecia, a lo que sonreí, mirando al cielo, viendo al fin de lo que hablaba cada vez que mencionaba la magia de las tierras nórdicas. El cielo nocturno, iluminado por las ramas del Yggdrasil, o como las llaman los humanos, auroras boreales.
Sonreí, viendo ese espectáculo tan hermoso.
— Suecia...
Por un momento me quedé sin voz, mirando a Suecia, con sus ranas encendidas y su cabello sin ser recogido, viendo cómo se conectaba con sus raíces, solo por estar en ese lugar. El sonrojo en mi rostro llegó de una manera abismal, yo sabía que Suecia era atractivo, pero, era la primera vez que se veía como un total vikingo, uno que siempre buscaba en el mar esperando encontrarlo.
— Siento como el Valhalla me llama. — sonrió mirándome. — ¿Estás bien?
— Ah... si, si yo, yo solo, estaba... si, es hermoso. Un paisaje hermoso. — comenté mirándolo.
— Lo es. — respondió mirándome. — Hay una tradición nórdica, donde subimos las montañas para estar más cerca de las ramas, y mostramos nuestra alma unida con la persona que amamos allí. La runa nórdica lo hace, hace que nuestros caminos se conecten como ramas del Yggdrasil.
— ¿Quieres...? — dije entre tartamudeos, sintiendo mi cara arder. — ¿Es una proposición?
— No, pero si quieres hacerlo con UK, puedes hacerlo. No necesitas ser nórdico para unir tu alma ante el Yggdrasil.
Se había sentido como un balde de agua fría, y como que alguien me había dado una bofetada enorme y apuñalado el corazón. Claro, Suecia piensa que no quiero nada con él después de nuestra pelea, piensa que he elegido a UK.
— Suecia.
— ¿Cómo te sientes? — dijo mirándome. — Sé qué hace frío aquí, así que apresuremos el paso.
— ¡Suecia!
— ¿Qué pasa? — contestó frunciendo el ceño.
— No he decidido estar con UK, no saques tus conclusiones antes de tiempo, idiota. — dije a lo que su rostro solo fue de sorpresa. — Yo no he decidido...
— Yo sí. — respondió. — No puedo competir, quédate con UK.
— ¿Eh?
— Se complementan, lo he visto. — mencionó rascando su nuca. — Incluso si no lo dices, siento que ya se la respuesta, así que estoy preparándome para cuando decidas abrir los ojos y lo digas.
— ...
— Pero. — continuó, sujetando mis manos. — No te dejaré nunca sólo. — sonrió. — Te amo, Boris... debería decir Atlantis ahora. La cosa es, que te amo demasiado, incluso si tu corazón no es mío. Seguiré siempre buscando tu felicidad, esa es mi promesa que hago ante el Yggdrasil. No importa lo que decidas hacer, o a quien amar, como vivir, como actuar, siempre vas a tener mi respaldo, no porque sea tu seguidor, sino, porque simplemente te amo, es todo, no se necesitan explicaciones para el amor.
— Te amo, Suecia. — respondí, pero el solo sonrió mirando al suelo.
— ¿Seguimos? — comentó, señalando el camino, comenzando el andar.
Solo quería besarlo, pero no me lo permitió, sujeto mi mano fuerte, guiándome hacia el castillo donde se encontraban los nórdicos, pero realmente no quería eso, quería que me besara de nuevo, quería que me amaras de la forma que siempre lo hiciste, pero ese es el pedido más egoísta que podría hacer. Suecia no quiere seguir lastimándose, y yo no podía seguir jugando con dos corazones por mis caprichos.
— Sabes, tengo una maldición que no tengo idea como romperla, pero, estoy feliz de recordar mi pasado, y al menos saber porque tengo tan mala suerte. Es extraño, solo cuando comencé a recordar quien soy, cosas malas comenzaron a pasar. — dije a lo que él se detuvo.
Sentí sus manos en mi cintura, pegando mi cuerpo a él, para después comenzar un lento baile, mientras éramos iluminados por las luces, en ese paisaje de fantasía.
— ¿Suecia?
— La primera vez que te vi así, dolido contigo mismo, fue aquella noche que te visité, durante tus años de sanción. Dijiste que te arrepentías, entre lágrimas, querías ser un gran country, pero no tenías idea por dónde empezar. Así que recuerdo que te dije, que, si te gustaría bailar en la noche conmigo y olvidarte de todo, dijiste que sí, y comenzamos a hacerlo, justo como lo estamos haciendo ahora.
— No entiendo, ¿por qué bailamos?
— Porque es la forma que encontramos de relajarnos y mandar al diablo la vida por un momento. Algunos solo pasean tomados de la mano bajo la nieve, otros escuchando música en la lluvia, otros reencontrándose entre miradas. Son las pequeñas acciones sin sentido que hacemos, para evitar que la tristeza tome el mando, y tomando las riendas de nuevo de nuestro destino, porque no hay nada más que atraiga a la felicidad, que las pequeñas cosas que puedes disfrutar, en cualquier momento, en cualquier lugar, siempre que quieras olvidar todo y solo vivir.
Acabe por aferrarme a él, siguiendo el paso, riendo por como encendía mis runas, y éramos pequeñas luces entre la obscuridad, iluminados por las ramas. Hubo un punto donde no sabía si mis mejillas ardían por él, o por el frío de esa noche, pero no importaba, no quería dejar de hacerlo, no quería dejar de aferrarme a sus manos.
— Mi vida es un desastre. — reí, sintiéndolo cerca. — Pero, siempre cerca de ti, siento mucha paz, más de la que esperaba. Paz y amor al mismo tiempo.
— Es gracioso, siento algo parecido. — respondió. — ¿Quieres que vea tu futuro? — dijo sin parar de bailar conmigo.
— ¿Puedes verlo?
— No con claridad, pero puedo decirte lo que quieres escuchar.
— ¿Y qué quiero escuchar? — pregunté.
— Sea lo que sea que pase, recuerda que siempre llevas algo de mí en ti, como yo algo de ti en mí. Nada puede separarnos nunca más. Recuerda eso siempre, recuerda que no estás solo. Nunca lo estarás nunca más, Atlantis.
Realmente no me importó, no lo hizo, solo me lance a besarlo, ante su sorpresa.
Como lo hice la primera vez que bailo conmigo de esta manera, lanzándome a sus labios, porque ya no soportaba mi corazón queriendo salir de mi pecho con desesperación para estar con él, realmente ya no. Cuando lo sentí correspondiendo, solo pude besarlo más, aferrándome a él, aferrándome como siempre, desde la primera vez que lo vi.
Nunca dejes de bailar conmigo, Suecia, nunca me sueltes, sé que soy egoísta, pero no puedo dejarte, nunca podré dejarte.
— Kidae... — dijo, separándonos un poco para recobrar el aliento.
— Mads. — respondí.
Solo acabó por pegar su frente conmigo, acariciándome las mejillas, mientras ambos permanecíamos así, sintiendo nuestro respirar.
— Estamos por llegar, sigamos. — comentó, sosteniendo mi mano dulcemente, guiándome al castillo.
No importaba mucho realmente, pero, pude sentir el corazón de Suecia, y como sujetaba mi mano más cerca, mientras nos adentrábamos en ese castillo. Al llegar, estaba sacudiéndome algo de la nieve que había en mi ropa, quitándome el abrigo de Suecia, hasta que sentí unos brazos rodeándome sin darme oportunidad de quitarme.
Solo pude quedarme estático mientras Colombia me abrazaba, sujetando mi rostro, mirando que no estuviera herido, y después checando que mi cuerpo estuviera perfecto. Como una madre recibiendo a su hijo después de un gran tiempo. Se sintió bien, no voy a negar eso.
— Uh...
— Estas bien, estas bien. — dijo dándome la más dulce de las caricias en mi cabeza. — Boris, no hagas a tu madre preocuparse por ti, que nosotros tenemos que soportar su mal humor. Malparido que bueno que no hiciste otra locura.
— Lo siento, tío Colombia. — dije. — Ninguna de mis acciones es justificable, pero voy a pagar por ello y a enmendar lo que hice... y ahora es Atlantis, je...
— Lo sé, sé que lo harás. — sonrió dándome una dulce caricia. — Solo, bueno...
Y llegó, una tremenda cachetada a mi rostro por parte de Colombia, realmente no me esperaba eso, sentía mis mejillas arder al ver esa mirada miel, verme de esa manera tan fría después de abrazarme.
— Eso es por ser un idiota, japuta. — mencionó. — Deberías calmarte y...
— ¡ATLANTIS!
Ese gritó hizo que sintiera un escalofrío en mi espalda. Porque al fin pude verla, era Dinamarca, demasiado demacrada, descalza, usando un blusón. Con la nariz sangrando, el cabello enredado y esponjado, y sosteniendo su cabeza, como si sufriera de migrañas constantes. Suecia rápidamente se acercó a ella antes de que callera, sujetándola, pero solo veía esos ojos amarillos como los de un lobo mirándome, sin parpadear, solo mirándome.
— Recuperaste tus memorias a través de Suecia. — dijo con una suave sonrisa. — Y yo pude ver lo que hay en la mente de Suecia gracias a nuestra conexión, entonces.
— Ambos sabemos ya la historia completa. — comenté.
— Que sorpresa, los nórdicos somos pedazos de Nordic, y la única razón por la que pudimos nacer es porque le diste tu maldita sangre y huesos de Nordic al Yggdrasil. — mencionó. — No resultaste ser un mal augurio, o un lobo del no retorno, solo alguien maldito, con pésima suerte.
— Dinamarca...
— ¡Me equivoque! — mencionó. — Pasé pensando por años que algo había raro con tu madre, y cuando creciste, pensé mucho tiempo que había algo mal en ti, siempre estando cerca de ti, viéndote crecer, sentía mi piel estremecerse, me daba ganas de ponerle fin a tu estúpida sonrisa, y solo era porque hace siglos y siglos atrás Khambhat lanzo una maldición que haga que todos te queramos muerto.
— Creo que la maldición se activó cuando comencé a crecer. — dije, comenzando a acercarme, para poner mis manos en su frente, comenzando a encenderlas y a recuperar s salud, para después, por vergüenza, solo bajar la mirada. — Todo es mi culpa, lo lamento.
Y ocurrió algo que no pensé que ocurriría.
Sentí la mano de Dinamarca dándome una suave palmada en la cabeza, y después suspirar, dándome palmaditas sabes en la espalda.
— Lo siento, Borislav. — dijo. — Me dejé pudrir por mi propia ventana de mentes, no pude ver con claridad lo que ocurría. Acabé lastimándote Suecia, acabé lastimando a todos cuando confiaste en mí para guiar a los nórdicos, pero acabé perdiéndome en mis propios demonios, y acabé lastimando a alguien inocente en el proceso. He obrado mal, y eso lo acepto. Suecia, Atlantis, lo lamento mucho, no se merecían que yo interrumpiera su amor solo por mis propias suposiciones, arruine esa oportunidad de ser felices desde hace mucho, y realmente lo siento. Pensé que solo protegía a mis hermanos, pero era mentira, solo tenía miedo de perderlo todo.
— Dina. — dijo Suecia abrazándola. — Tranquila, todo está bien, no te odio.
— Yo tampoco, siento que yo igual quiero disculparme por todo, sólo querías proteger a tus hermanos, lamento todos los problemas que causé. — comenté.
— Bueno, ahora ya pueden... quiero decir, ah, lo que me preguntaste Atlantis, años atrás... — dijo la mujer, jugando un poco con sus dedos, algo apenada. — Si, si tienes mi permiso de salir si quieres con Suecia... mí, "bendición". Como lo digan ustedes, no me molesta su relación... bueno quizás un poco, pero creo que es la maldición de Khambhat queriendo controlar mi mente de nuevo.
Sonreí, riendo con ella, porque era la primera vez que hablábamos de manera relajada con todo esto. A decir verdad, me agradó, sentía que había sanado una parte que quería arreglar, ahora solo faltaban muchas más cosas.
— Aunque ahora no es necesario. — rio Suecia. — Atlantis y yo no somos pareja, pero es lindo saber que darías tu bendición si lo fuéramos.
— ¿Eh? — dijo la mujer. — Suecia, no me voy a interponer, puedes hacer lo que quieras y, yo lo voy a aceptar. No tienes que reprimirlo más, voy a...
— El corazón de Atlantis no me ama a mí, así que solo somos amigos ahora.
La expresión que hizo Dinamarca era de sorpresa, y la mía era de dolor, quería gritarle que eso no es así, pero realmente, ¿tan siquiera yo sé lo que quiero? No puedo decidirme por nada, y Suecia está tomando el rol más maduro, al dejarme el camino libre y hacer lo que me plazca, porque no quiere salir lastimado.
Pero...
PERO.
— ¡Dina! — gritó Islandia corriendo, llegando a donde estábamos. — Despertó así que lo puse a dormir de nuevo, no está muy feliz, debe haber sentido que Atlantis está cerca y... oh.
— ¿Quién despertó? — preguntó Suecia.
— Oh... bueno...
— Vengan con nosotros. — comentó Noruega, llegando detrás de Islandia, para darme una mirada fría apenas me vio. — Oh, si...
El golpe que me dio en el estómago no lo vi venir, acabe cayendo de rodillas sin poder respirar bien, a lo que Suecia acabó por golpear a Noruega, pero a esté no le importó, solo acabó limpiándose la sangre de la boca después del golpe de su hermano, recibiendo los regaños de Colombia.
— Ugh... — me quejé, ayudado por Suecia para ponerme de pie.
— Las personas indecisas como tú, me repugnan. — comentó mirándome. — No te mereces el corazón de Suecia, tú y ese loco son tal para cual, seres de caos que solo hacen su voluntad sin importar lo demás.
— ¿Eh?
— UK está aquí. — mencionó mirándome, tomando la mano de Colombia. — Llegó ayer, destruyendo el lado norte del castillo, entrando por ti, hasta que se dio cuenta que no estabas aquí, se calmó un poco, así que Islandia lo mantiene controlado con su habilidad, pero debió sentirte cerca, así que despertó, pero lo volvimos a dormir.
— ¿Está aquí? Quiero verlo. — dije. — Tengo que hablar con él, explicarle todo lo que ha pasado.
— No creo que eso sea necesario, Atlantis. — dijo Islandia. — Él también tiene sus memorias de vuelta, así que por eso debe estar tan alterado.
— Llévenme con él.
A decir verdad, fue algo bizarro ver a UK recostado en una habitación de huéspedes, amarrado y dormido, siendo obligado a descansar para calmarlo un poco. Solo pude acercarme a él, acariciando suavemente su cabello mientras lo veía descansar.
— Dormirá hasta la mañana. — dijo Islandia, rascando su nuca. — Creo que mañana podrás hablar con tu novio como quieras. Estaba muy preocupado por ti, así que vino con la mentalidad de destruir todo a su paso hasta que te encontrara. Siento que mañana estará aún más tranquilo.
— Si... — respondí. — Lo dejaré descansar por ahora, mañana hablaré con él. — solo pude acariciarle su cabello, besándole la frente. — Descansa Arthur.
— Vamos, te daré una habitación. — dijo Suecia. — Descansemos todos por hoy.
Realmente ninguno de los nórdicos dijo nada más, salieron de la habitación y yo acabé siguiendo a Suecia, en donde me dio una habitación, acomodando las cosas y trayendo cobijas únicas y calientes para mí. Me prestó una de sus playeras para que la usara a mi gusto como pijama, me deseo buena noche, y se dirigió a su habitación.
Ni siquiera tuve que pensarlo, solo acabé por salir de esa habitación y caminar a la de Suecia, él cuál se sorprendía al verme allí.
— ¿Pasa algo? ¿Necesitas algo? — preguntó.
— ... ¿Me abrazarías?
Supongo que no dijimos mucho después de eso, solo caminamos a la cama y me acurruqué entre sus brazos, sintiendo como me rodeaban y me daban calidez en lo que ambos descansábamos. Solo quería la seguridad y tranquilidad que Suecia suele darme con cada caricia que me da.
Eso, al menos hasta el siguiente día.
Porqué pude sentir como jalaban mis tobillos de golpe, y al despertar, noté que mi cuerpo estaba manchado de sangre. Pude ver a UK molesto mirándome y después a Suecia sacándose una daga de su pecho, apretando la herida para evitar que siga sangrando. Sus ojos furiosos me daban miedo, más por como apretaba mis tobillos.
— Buenos días, Atlantis. — dijo con una suave sonrisa. — Sabes, las parejas se despiertan con una caricia, un rico desayuno, sexo sorpresa, no completamente solos mientras te encuentras con un idiota abrazándote mientras duermes.
— Tsk... que idiota eres. — dijo Suecia.
— Arthur. — dije mirándolo, para acabar por patearlo lejos de mí. — Quédate allí un momento.
Solo pude tocar el pecho de Suecia, comenzando a sanar sus heridas, ante la mirada furiosa de UK. Una vez recuperado, solo pude bajar la cabeza.
— Lo lamento, Suecia. — dije. — ¿Te sientes bien?
— Si, ya mejor. — comentó levantándose. — Creo que mejor les doy su espacio.
— Oh claro, vas a actuar como si esto no te molestara, que te esté quitando a Atlantis y ...
— Para quitarme algo, primero tiene que ser mío. — interrumpió Suecia mirando a UK. — Atlantis es tuyo, solo me pidió que lo abrazara, es todo, con permiso.
— ¿Eh? — el rostro confundido de UK era un poema. — ¿No vas a pelear?
— Estoy cansado de esto, además ya perdí, te ama, celébralo. — respondió.
— Suecia. — dije levantándome. — Oye...
— Estaré en el comedor, cuando acaben de hablar, pueden venir a desayunar, y después podemos planear como haremos tu regreso a tu isla.
UK lucía confundido con todo, viendo que Suecia salía de la habitación, acabó por mirarme y yo acabe por mirar el suelo, para después verlo, ver sus ojeras, verlo tan a la defensiva solo para verme. Acabé por sentarme en la cama, frente a él, sin apartar mi mirada de esos ojos azules.
— Tus ojos son violetas de nuevo, Atlantis. — comentó. — Lucen hermosos.
— Gracias. — respondí.
Ese aire pesado de incomodidad no dejaba la habitación, así que, trate de solo dar avance al problema principal.
— Ahora que he recuperado mis memorias, me arrepiento de muchas cosas. Lastimé a muchas personas, incluyéndote a ti. Pero al mismo tiempo, me alivia que todas las memorias que tienes de mi volvieran a tu mente. Estoy feliz de verte de nuevo, Arthur.
— Kidae.
Solo pude sentir sus labios sobre los míos, sus labios dulces, como se aferra a mi como yo me aferro a él. Haciendo mis piernas temblar como siempre lo hace, hasta que nos tenemos que separar por aliento.
— ¿Me has elegido a mí? ¿Es cierto lo que dijo Suecia? — comentó, sosteniendo mi rostro.
— Mi madre... — suspiré. — México me comentó una vez, que existen los lazos de Pangea. No es algo que puedas ver o tocar, solo sentir. Estaba muy feliz de eso, es como los hilos rojos que el señor Japón menciona, y los countrys tienen dos, un alma gemela, y un alma predestinada. La paz y el amor que necesita el alma para sobrevivir.
— ¿Tratas de decirme que soy tu... predestinado? Yo lo creo también, nos amamos desde hace años y...
— Sé que mataste a tu predestinada. — dije. — Y no puedo imaginarme el dolor que sentiste en ese momento.
— ...
La mirada de UK cambió por completo, como si lo hubiera apuñalado por ello.
— Se supone que es algo natural que comienzas a desarrollar. Que encontrar a tu alma gemela es lo más sencillo. Algunos incluso tienen más de una, como los nórdicos. Y encontrar a tu predestinado se siente como el complemento de una canción, uno pone la música y otro la letra. Algo como un ritual dulce, como una danza, como una caminata, como la más simple de las cosas.
— ¿Y lo sientes? — dijo mirándome. — ¿Sientes algo de eso conmigo?
— No. — respondí.
— ... te lo pierdes. — respondió mirándome. — Eres un maldito, realmente no pudiste cortar mis esperanzas desde antes y...
— Siento mucho más que eso estando contigo. — interrumpí, viendo como esos ojos azules me miraban con impresión. — Siempre siento mucho más que solo una conexión contigo.
— Kidae, lo sabía, somos, solo nosotros dos. — comentó sujetando mis manos. — Destinados a estar siempre juntos.
— Pero. — comenté. — Siento lo mismo con Suecia.
— ¿Qué? No es posible, ¿no estás confundiendo todo? Recuerda lazos de predestinados es amor, lazos de alma gemela es paz. Tú me amas a mí, pero un amor más romántico de lo de Suecia y...
— Arthur. ¿Sabes de que está formada mi tierra? — pregunté, acariciándole las mejillas.
— De tierra. — respondió confundido.
— Ustedes están formados de los restos de Pangea, yo no, una parte de mí, está formada del espacio. Está nueva versión viene de tierra de lejos, por eso dicen que mi isla está formada de la mortalidad y los dioses. Entonces...
— No, no por favor, no lo digas.
— Yo no tengo lazos. Nací sin ellos, no soy tierra que fue parte del cuerpo de Pangea. Realmente no sé qué es Atlantis, como surgí, supongo que, al inicio, si era algo de Pangea, por eso sabía que te había encontrado. Pero, nunca estuve seguro de nada, no tuve tiempo, no lo tuvimos. Y ahora sin lazos, no sé qué hacer, no sé qué decidir, no quisiera decidir, quisiera vivir en mi ignorancia por siempre, pero no puedo, no puedo solo fingir que todo está bien, no puedo seguir haciéndote creer que somos predestinados, porque seguramente nunca lo fuimos.
— Con esto me quieres decir que nada te ata a mí, y por eso te iras... ¿No es así?
— No, lo que quiero decir. — dije mirándole. — No he decidió a quien amar aún. — culminé. — No he decidido.
— ¿No has? ¿No lo haces? ¿En serio?
Sentir sus manos en mi cintura, poniéndome de pie con él, sintiendo su rostro tan cerca del mío, sintiendo mi boca deseosa de unirse a la de él, de tener el deseo de sus manos recorriendo mi cuerpo.
— Eres malo mintiendo.
— La atracción no es amor. — respondí, a lo que escuché esa suave risa que me hace temblar, como si solo quisiera abrirle mis piernas sin más.
— La atracción es el primer paso para el amor. Parece que estás ciego, ¿quieres que te diga lo que no estás notando? Bien, soy un caballero, te lo diré. — sonrió. — No ves cómo me tienes a tus pies, no ves que puedes hacer lo que quieras conmigo, no ves que, si tú lo pidieras, destruiría a este mundo solo con verte feliz. ¿No has? O simplemente no quieres verlo, mi Kidae, mi Boris, mi Atlantis, cualquier nombre que quieras usar, yo lo amaré por siempre.
Mencionó, depositando dulces besos en mis mejillas.
— La muerte de americana, me dolió, eso no voy a negártelo nunca. — continuó, pegando más mi cintura a él. — Salí al mar, buscando algo que no recordaba, buscando piel morena, buscando sin parar por ello. Porque el día que moriste, todas las memorias fueron alteradas, de pronto Romano ya no tenía a Zeus en unos días, y nadie recordaba a los dioses caminando con nosotros, solo eran simples representaciones. Y yo, recibí un regalo de romano, un pedazo de tela azul, desgarrado, con sangre y sucio. Que me hizo llorar al sostenerlo, pero pasaron los días y olvidaba que era, solo que me hacía sentir extraño al sostenerlo. — sonrió, pegando su frente conmigo. — Eras tú. Siempre has sido tú, siempre buscándote. Suecia no es el único que te ha buscado sin cansancio todos estos siglos, no es el único que te ha amado sin cansancio todo este tiempo. No es el único que te comprende, yo lo hago, yo lo hago Kidae, ¿por qué no puedes verlo?
— Arthur.
— Si esto no es amor, dime qué diablos es, hace siglos que deje de sentirlo y solo con tenerte cerca lo supe, después de todo este tiempo, al fin, mi dulce Atlantis, conmigo de nuevo. Te amo más allá del simple raciocinio, me tienes de rodillas ante ti, podrías matarme en este momento y moriría con una sonrisa de solo saber que pude ver tu hermoso rostro una última vez.
Realmente odio mi carácter, voluble y estúpido. Porque me lance a besarlo, profundo, haciendo que mis piernas se enredaran en su cintura, mientras podía sentir corresponderme, besándome con desesperación, sintiendo una conexión única con él, dios, los besos de UK siempre me dejan débil, siempre lo hacen.
Pude sentir sus manos deslizándose por mi espalda y cintura, bajando a acariciar mi trasero, apretándolo, para hacerme soltar un gemido dulce.
— Hng... b—basta, es la habitación de Suecia. — dije quitando sus manos, pero eso no detendría a UK, besándome el cuello, acariciándome el pecho. — ¡Ah! ¡Arthur!
— Te gusta... Disfrutemos que tenemos una habitación sola.
— Basta, tu viejo mañoso. — contesté apartándolo de mí.
Ambos acabamos por mirarnos, y después reír un poco, mientras sosteníamos nuestras manos, por un momento, a lo que UK aprovechó para besarlas, y sonreírme de manera genuina.
— Te amo, Kidae. — comentó mirándome. — Siempre lo he hecho.
— Te amo, Arthur. — contesté.
Acabé por abrazarlo, pero, una parte de mi corazón ardía, y eso no me gustaba en absoluto, no cuando ninguna decisión me hace feliz. Ya no sé si es una maldición, o simplemente soy yo.
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— ¡AH!
El gemido del latino se escuchó en toda la habitación.
Colombia solía manejar bien la fuerza de su pareja, pero el día de hoy, parecía algo diferente, como si estuviera obsesionado en destrozar su parte trasera. Habían regresado esos días, al final sabía que Noruega tenía un jodido lobo asesina dioses dentro, por lo cual, a veces tenía comportamientos más animales, en especial en el sexo, como en ese momento, donde no deja de embestir y hacerse más grande dentro del colombiano.
— ¡AH! ¡AH! ¡ESTOY... ESTOY CERCA!
La cola del noruego se movía y esas orejas solían aparecer cuando se encontraban más cerca del clímax. La piel dulce y moreno del latino se encontraba con mordidas, algunas sangrantes, mientras era envuelto en placer sin medida.
— ¡AH! N—no... más lento. — se quejó el latino. — Eres más grande hoy, así que ten piedad de mí. ¡HNGH! ¡RAGNAR!
El nórdico acabo por estremecerse, clavando sus dientes en el hombro del colombiano, embistiendo como podía más lento, pero no era algo que pudiera controlar. No cuando su parte baja comenzaba a hincharse más y más, provocando que el nórdico comenzara a perder la cabeza.
— ¡AAH! ¡AH! No dentro HNG... no lo hagas dentro.
El gruñido del nórdico hizo temblar de placer al colombiano, quien tomaba una posición más sumisa, aceptando a ese enorme nórdico destruirle las caderas si quería, ya lo tenía en el cielo, si moría allí mismo no le importaba.
— Hng... — el gruñido y gemido del nórdico llegó, tan cerca del oído del latino que lo hizo estremecer.
— HNG ¡AAH! — pudo sentir el ardor que implicaba sentir su entrada siendo estirada aún más, cuando el nudo, si, un jodido nudo como los animales, se formaba dentro de él, rellenándolo sin poder moverse.
La primera vez que lo sintió, sintió pánico, no sabía qué diablos era eso, pero recordando que Noruega era más lobo que nada. Simplemente lo disfrutó, el nudo apretaba de una forma que nadie podría sentir ese placer, destruía su próstata haciéndole probar el más épico y dulce de los orgasmos, lo hacía perder la cabeza, era como tener el mejor juguete sexual dentro de él de golpe, destruyendo su mente con tremendo orgasmo que lo hacía experimentar el cielo.
Cuando recobró su conciencia, solo pudo jadear, mientras sentía los besos del noruego en su espalda, besando y lamiendo las heridas que le había hecho entre la pasión del sexo, mientras trataba de no moverse mucho, en lo que se encontraban unidos por dicho nudo.
— ¿Estás bien? — escuchar la voz ronca de su pareja, sentir su aliento, sentir esa voz gruesa con él, lo hacía estremecer. — Lo lamento, quería hacerlo fuera, no pude contenerme.
— Hn... está bien, amo cuando me rellenas hasta perder la conciencia. — sonrió el colombiano. — Amo mucho tus celos, como te descontrolas, como quieres fecundarme como loco, ¿quieres que tengamos bebés?
El sonrojo en el rostro de noruego era adorable para el latino, más cuando este hundía su rostro en su espalda, abrazándolo.
— Hn... podemos tener un estado compartido, sabes que diré que sí. — comentó el colombiano sonriente.
— ¿Te gustaría?
— Me encantaría. Si ya me rellenas así, debería darte los cachorros que tanto pides, cachorrito.
— Colombia, vamos — dijo el noruego avergonzado. — No soy un perro.
— ¿Quién es un buen chico?
El gruñido de enojo del noruego hizo reír al colombiano, volteando un poco su rostro para besarle, y después gemir de nuevo, al sentir el nudo moviéndose, haciéndole temblar al tener otro orgasmo solo con moverse así.
— ¡AAH! Hng... mierda, te amo, te amo. — gimió el colombiano. — Tendré a todos tus bebés, solo nunca dejes de cogerme como lo haces.
— Lo prometo. — rio el noruego, dándole dulces besos.
— Es divertido molestarte, cuando tus orejas y cola salen a la luz.
— Colombia... sabes que no puedo controlarlo, no en el sexo, menos contigo. — respondió el noruego. — Me vuelves loco, conozco el Valhalla cada noche al estar entre tus piernas.
— Hng... y no tienes idea de cuantas veces he visto el paraíso gracias a ti... lobito.
— Colo... — gruñó el noruego.
— Lo sé, lo sé, no es algo que te gusta, pero eres un lobo. Ya me acostumbré a sentir tu nudo, que por cierto es lo más delicioso que he sentido en la vida. — rio el latino a lo que el nórdico acabo por abrazarle. — ¿Estamos a la mitad de tus días?
— Comenzó el celo hace tres días, yo creo que estamos próximos a terminar. Lo siento, debe ser incómodo para ti.
— Solo no intentes bajarme los pantalones y empinarme en cualquier lugar, ayer morí de vergüenza cuando lo hicimos en la cocina y entraron los ayudantes.
— Me controlaré, lo prometo. — y con suaves besos en su cuello, el colombiano se encontraba en el cielo de nuevo. — Hn... pero no ahora, ahora estamos solos.
— ¡AH! Espera... tonto... ¡HNGH!
Las embestidas sin parar eran cosas del día a día, al menos cuando el noruego pasaba una etapa de celo cada cierto par de meses. A decir verdad, ya ni recordaba su nombre, cuando el nórdico comenzó a embestir aún con el nudo dentro, llevando al colombiano a un nuevo plano astral de placer, derritiéndolo en la cama junto a él.
— ¿Cuánto tiempo me desmayé? — preguntó el latino mirando al noruego, quien lo tenía abierto de piernas, ayudando a limpiar su parte trasera.
— Un par de horas, ya amaneció. Limpié todo, lo lamento, ya recuperé tus heridas con mi sangre, así que todo está perfecto de nuevo aquí abajo.
— Hn... entonces deja de tocarlo. — sonrió el colombiano a lo que hizo reír al noruego. — Estas enamorado de mi trasero.
— Es perfecto, tan redondo y grande. — sonrió. — Y es mío, eso lo hace lo mejor de todo.
— Hn... bien tú me hiciste feliz, yo te haré feliz, duchémonos.
Después de una ducha romántica, el colombiano acabó por vestirse y salir, en lo que su pareja se acababa de arreglar. Aun tras ser recuperado con sangre, sentía sus caderas doler, y sus piernas temblar, pero ya se había acostumbrado a sentir esa sensación, así que siguió su camino, encontrándose con la diferente ayuda, sirvientes y mayordomos que los nórdicos tenían trabajando para ellos.
— Señor Colombia, buenos días.
Los saludos de las maid y mayordomos, como en general de la ayuda en el castillo de los nórdicos siempre era cordial. Todos le habían aceptado apenas el noruego mencionó que era su pareja. Toda la gente de los nórdicos, le eran fiel a Colombia, y podía dar órdenes si él lo deseaba.
— Buenos días, oh, ¿sabes si ya llegaron las cosas que pedí de mi país?
— El cargamento llegó esta mañana, ya todo se encuentra en los lugares que solicitó, y en cuanto a las especies y materiales de cocina, se encuentran ya allí, para su disposición.
— Genial, ¿Cuánto fue de aduanas?
— No se preocupe, todo fue cubierto por el señor Noruega. — sonrió la maid. — Colombia no debe nada como país.
— Oh, muchas gracias.
— Si necesita algo más, no dude en pedirlo. — y con una simple reverencia, la maid siguió con sus tareas.
Algunas veces aun le resultaba extraño como podía tener lo que quisiera solo con pedirlo. Comprar lo que quisiera, remodelar lo que le gustara. ¿Tener una fiesta con sus hermanos? Claro, ¿Tener un día solo para él en el castillo? Seguro, ¿Tener una orgia con todos los nórdicos? ...
Bueno, si podía pedirla, y por los tratados, todos aceptarían, pero, no es algo que hubiera pedido, no porque no le interesara, sino porque sería obligar a Suecia a mantener relaciones con él, cuando sabe lo que siente por Atlantis, o crear fricciones entre los hermanos.
No quería que pasara lo de la última vez.
Cuando en un arranque de curiosidad, lo pidió.
Se encontraba en una de las salas nórdicas, donde vio mucho espacio, y sinfín de cojines y lugares cómodos, con una vista increíble. Realmente fue mera curiosidad, cuando se sentó en un lugar cómodo, y a través de un mensaje de texto para todos los nórdicos, mencionó que necesitaba sexo, y lo quería ahora.
Al inicio, pensó que solo era una tontería, que los nórdicos se reirían y le contestarían cosas en ese chat. Era en otros años, Atlantis seguía solo siendo un niño, no había una relación con Suecia de por medio, y él no tenía mucho tiempo que había comenzado a vivir con Noruega, pero...
Al mirar a la puerta, vio entrar a las maid y mayordomos, dejando toallas, lubricantes, y diferentes frascos con sangre, al parecer por si ocurría una emergencia.
— ¿Eh?
— ¿Me permite? — dijo una de las maid acercándose al latino. — Le ayudaré con su ropa.
— Ah... ¿qué?
— Los amos están por llegar a complacerlo, con su permiso.
Realmente estaba en shock, al sentirse como un jodido imperio o emperador, al ser cuidadosamente desnudado, no dejando que su ropa se maltratara, dejándolo solo con interiores, y colocándole una suave bata de seda fina, para que no se sintiera expuesto. Y después ver a los asistentes irse, y dejarlo en esa habitación.
— Mierda...
El colombiano apenas pudo decir, cuando entro su pareja en la habitación, recargándose en el marco de la puerta mirándolo.
— ¿Esto es lo que quieres?
— Ah... yo, realmente no sé qué...
No le dio tiempo, cuando menos lo espero el latino sintió los besos del noruego en él, recostándolo entre las almohadas y cobijas, comenzando a desnudarse. No importaba si lo veía diario, las piernas del colombiano temblaban al ver el cuerpo del noruego desnudándose, dejando ver esa perfecta musculatura y runas, como comienza a volverse salvaje, le encantaba sentir sus manos recorrer su cuerpo.
— Noruega. — el colombiano volteo a la puerta avergonzado cuando vio llegar a Islandia, quien le sonrió al colombiano.
— Islandia, ah, es...
Los besos del noruego le quitaban el aliento, mientras el joven Islandia se colocaba entre sus piernas, comenzando a chupar su falo a lo largo, esa boca y esos besos y caricias a su cuerpo lo estaban volviendo loco, más cuando sintió otro par de manos en él, Finlandia había llegado, acariciándole el pecho, apresando uno de sus pezones, mientras acariciaba su trasero.
— Ahora veo porque Noruega está loco por ti, esto es perfecto. — comentó el de ojos naranjas nalgueándolo.
— ¡AH! Es...
— Colombia. — esa voz gruesa lo hizo abrir los ojos, cuando vio a Dinamarca en su forma de hombre, llegar, para besarle, sujetándole el cuello.
Tenía muchas sensaciones en ese momento, tenía a Islandia haciéndole un oral, podía sentir los dedos de noruega abriéndolo y preparando su entrada, los besos y mordidas de Finlandia devorando su pecho y abdomen, y los labios de Dinamarca, besándole y sometiéndolo debajo de todos ellos.
— No pensé que algún día lo pedirías. —apenas pudo ver el rostro del sueco, acariciándole el cabello.
— ¡AH! ¡AH! Hng...
— ¿A quiénes quieres sentir dentro? ¿Quieres elegir?
— ¿Eh? — sentía que su mente se perdía, cuando los nórdicos pararon de tocarlo por un momento. — Hng...
Se sentía rodeado, como una pequeña presa entre los nórdicos, cuando los cinco comenzaron a desnudarse, y allí estaban. 5 vergas perfectas, enormes y listas para que decidiera que quería dentro, como un buffet de sus más obscuros secretos.
— Ah...
— Recuerda, todo lo que quiera Colombia es ley, eres uno de nosotros. — comentó Noruega. — Lo que tu desees se hará.
— Ah... paremos esto, yo solo. solo estaba bromeando, solo te quiero a ti. — comentó algo en pánico el latino abrazando al noruego. — Tontos, no me besen y toquen hasta que yo les dé permiso, se aprovechan de que mi cuerpo es sensible.
Después de ese día, el colombiano por vergüenza pasó encerrado una semana en la habitación de Noruega sin querer salir. No era porque no los deseara, sino que fue de pronto, y no esperaba que todos accedieran, y que realmente pudiera pedir todo lo que quería.
— Buenos días. — dijo el finlandés al ver al colombiano llegar a la gigantesca cocina donde él se preparaba un emparedado. Allí también se encontraba ya todos los nórdicos, a excepción de Noruega, comiendo algo improvisado en el comedor. — ¿Cómo dormiste?
— Eh... — saliendo de sus pensamientos el colombiano vio al finlandés. — Oh, bien.
— Apestas a Noruega. ¿Está en celo de nuevo?
— Si.
— Estúpido perro. — rio el finlandés tomando algo de jugo fresco. — ¿Qué dicen nuestros invitados? ¿No vendrán a desayunar?
— Están arreglando algunas cosas. — comentó el sueco comiendo.
— ¿Están cogiendo? ¿Y en tu presencia? Yo ya los hubiera quemado vivos. — dijo el finlandés a lo que el sueco solo contestó con una mirada molesta.
— Estoy por primera vez en mi vida de acuerdo con Finlandia. — dijo la mujer. — ¿Lo dejarás ir?
— No son sus asuntos. — respondió el sueco tomando de su café.
— Pero estás sufriendo, Suecia. — dijo el islandés, mirándolo. — Si consideraras que tu decisión es la mejor, te daría paz, no sufrimiento.
— Tiene razón. — respondieron al unísono la danesa y el finlandés.
— Dejen de hostigar a Suecia. — mencionó el colombiano suspirando. — Son decisiones difíciles y ustedes no son nadie para opinar de las relaciones de otros.
— Si fueras tú, ¿qué es lo que hubieras hecho, Colombia? — preguntó Finlandia sonriéndole. — ¿Qué harías si alguien peleara por el amor de Noruega? ¿Lo dejarías ganar? ¿Eh?
— No, no lo dejaría ganar. — comentó el latino comenzando a preparar el desayuno, para él y Noruega. — Pero, si supiera que Noruega quiere estar con otra persona, lo dejaría ir, no importa cuánto me doliera, al final, si digo amarlo con locura como lo hago, no lo obligaría a estar conmigo, si se que otra persona es quien realmente lo puede hacer feliz. — respondió el latino.
— Cobarde. — sonrió el finlandés.
— Es mejor serlo, a ser un jodido parasito que no se despega de su crush incluso cuando este está casado y con hijos, eso sí es patético. — sonrió de vuelta el latino. — Algunos tenemos dignidad y preferimos la felicidad de quien amamos en lugar de estar rogando por migajas.
Tanto el sueco como el islandés rieron, mientras la danesa tosió un poco su café, y el finlandés enrojecía sus mejillas de ira. No pasó mucho, cuando el noruego llegó, saludando a todos, y sentándose a desayunar junto a Colombia y sus hermanos. Hasta ese momento, todo era pacífico, pero llegaron los pasos, y el inglés como el atlante aparecieron en ese lugar.
— Oh, Atlantis. — dijo el latino. — Hice el desayuno, puedes servirte.
— Gracias. — comentó el más joven sirviéndose junto el inglés. — Hm...
La tensión se podía cortar en el aire, si las miradas y presencias mataran, los nórdicos ya hubieran asesinado a UK. O viceversa...
— Tomen asiento, pueden elegir donde gusten, la mesa es grande. — comentó el sueco dándole una suave sonrisa al atlante.
— Curiosamente hay un lugar a lado de ti, ¿no te parece eso muy conveniente? — comentó el inglés.
— No es mi culpa que nadie se sentara allí, pueden sentarse donde gusten.
— ¿No es tu culpa? Solo una forma de tentar a Atlantis a estar a tu lado.
— ¿Qué? — dijo el sueco molesto.
— Solo acepta que perdiste y me quiere a mí.
— ¡BASTA! — gritó el noruego. — Eres un jodido problema andante, joder, deja de destruirlo con tus estúpidas indecisiones. — culminó, mirando al atlante. — Colombia... deberías mostrarle a Atlantis lo que construiste en el jardín.
— Esa es una excelente idea, ven conmigo, Atlantis. — sonrió el latino, levantándose, tomando la mano de la isla y llevándoselo con él, separándolo del inglés.
En el camino, la isla no dijo nada, solo seguía junto su plato, al colombiano quien solo tenía si café con él. Llegando a un hermoso jardín con tulipanes, y vista espectacular a una cascada. Sentándose en una mesa con sombra y disfrutando de la mañana.
— Si te preocupa dejar a UK con ellos, descuida, no son unos salvajes, no lo lastimarán.
— Yo lo estoy lastimando. — comentó la isla, sentándose con el colombiano. — Estoy destruyéndolos a ambos.
El latino tomó un sorbo de su café, mirando el paisaje, dejando que el atlante dejará salir esas lágrimas, unas que sabía que tenía contenidas desde que había llegado al castillo. Lo supo por el rostro que hizo la isla al momento de que el sueco le rechazara.
— Empecemos con el inicio, solo un pensamiento a la vez. — dijo el colombiano, mirándolo. — Deja de pensar en el amor, y pensemos en lo que va a suceder cuando volvamos a tú isla, ONU está esperándote.
— Me sancionará. — comentó el atlante.
— Eso es obvio, prácticamente tiene tu economía bajo su control, seguramente ya no estás en el TOP.
— Me lo esperaba.
— ¿Tienes una idea de cuál será tu sanción?
— ... Sancionarme de nuevo por años, violarme, no lo sé, estoy dispuesto a aceptarlo. Lo hice y me lo gané. Así que estoy listo para ello.
— Bien, me alegra que estés en disposición para ello. — respondió el latino. — ¿Qué hay de tu madre?
— ¿Qué con él?
— ¿Vas a hablar con él?
— Supongo que sí.
— ¿Vas a pedirle perdón?
— ¿Debería? Estamos a mano. — dijo el atlante comiendo su desayuno. — Él me mintió todos estos años, y yo casi lo asesino, estoy a mano con él, es todo.
— Que inmaduro. — rio el latino.
— Me mintió a mí. — se quejó la isla.
— Y tú lo llevaste al extremo. — sonrió el latino. — ¿Es tan malo qué ocultara que eres Atlantis?
— Lo es, me quitó mi historia.
— Te quitó el sufrimiento. — dijo el colombiano. — Mira, yo no tengo hijos, pero si pudiera borrar el dolor de ellos, siento que como padre lo haría.
— Me quitó una elección.
— Te quitó la pena, Atlantis. — sonrió el colombiano. — No eres el único que ha sufrido. A veces nuestras vivencias, moldean nuestras acciones y nuestro juicio. Tu padre sufrió demasiado, ambos de ellos, trataron a su modo quitarte el dolor que tú pudieras sentir algún día. El amor es retorcido Boris, a veces algo que piensas que es bueno, resulta ser malo, pero realmente no se piensa en eso desde el inicio.
— ... ¿Entonces es un santo?
— No, nadie en este planeta lo es.
— ¿Qué debería hacer?
— Lo que tú quieras. Al final, yo veo una cosa, tú ves otra, es tu vida, toma tu decisión. Incluso cuando no veas un camino, incluso cuando estés ahogándote en todo, y el mar quiera destruir tus tierras, creo que has demostrado que tú eres mucho más fuerte que todo ello. — suspiró el latino. — Comienza a ponerle orden a tu vida y a tu corazón, deja de pensar en todo, y solo has lo que dicte tu mente. Y eso aplica también con Suecia y UK.
— Ugh...
— A decir verdad, estoy con Noruega, deja de jugar y lastimarlos. — comentó el latino. — Solo elije lo que quieres, y si no tienes una respuesta ahora, déjalos libres a ambos, solo el tiempo podrá ayudarte, hasta que pongas en orden tu vida. No arrastres contigo corazones que sabes que se van a romper, en el proceso de armar tu propia vida de nuevo.
La isla solo pudo mirar el suelo, tenía razón, el colombiano tenía demasiada razón, no podía seguir así.
— Gracias, tío Colombia.
— De nada, Atlantis.
Caminaron de regreso, viendo que en uno de los jardines se encontraba UK hablando de algo con Finlandia y Noruega, al parecer algo de unas tierras, por como señalaba el paisaje el inglés mientras los otros dos lo escuchaban. Sonrió, siguiendo su camino con el latino, hasta llegar de nuevo al comedor, donde se encontraba el sueco con la danesa.
— Tu dolor puedes compartirlo conmigo, dolerá menos entre los dos. Suéltalo y déjalo libre, para que duela un poco menos cada día. — dijo la mujer, acariciando la espalda de su hermano, en señal de apoyo, mientras el sueco estaba cabizbajo.
— No sé qué hacer, dolerá como un infierno cuando lo deje con él. Ya no me necesitará una vez que regrese a su isla. Todo terminó.
— Estarás bien, no te dejaremos solo.
— ¿Se ve feliz con él? ¿Más feliz de lo que se ve conmigo?
— ... sus ojos brillan con ambos. — comentó la mujer. — Lo lamento, hermano.
El sueco, limpió sus lágrimas, levantándose, recobrando su compostura. Arreglando su ropa y arreglando su cabellera.
— Tengo que llevarlo a salvo a su isla, y tienes que apoyarme en hacer lo necesario para que las sanciones de ONU no sean crueles e inhumanas.
— Te debo una así que lo haré.
— Uh, hola. — dijeron los americanos al fin entrando al lugar, fingiendo que acababan de llegar. — Ya sé cómo volveremos a mi isla, es tiempo de que regrese. — dijo al final el atlante, sin poder mirar al sueco. — Vamos, tenemos que ir al mar más cercano.
No pasó mucho para que las cosas se arreglaran, y los nórdicos junto a UK, Colombia y Atlantis caminaran a orillas del mar, el atlante pasó a retirarse los zapatos y caminar a la orilla, donde las olas golpeaban sus piernas. Cerró los ojos, sintiendo por primera vez, con más detenimiento el movimiento de las olas, comenzando a encender sus runas lentamente hasta que todos sintieron un pequeño temblor llegar.
— ¿Atlantis? — dijo el latino. — ¿Qué pasa?
— Estoy llamando a un viejo amigo, y quien nos llevará a mi isla.
Ninguno de los nórdicos, ni el inglés como el latino, esperaron ver como el mar se movió de esa forma, donde una jodidamente enorme criatura comenzaba a surgir, llena de runas iguales a las de la isla, quedándose al frente de este. Fue aterrador el sonido que salió de ese monstruo, les hizo helar la sangre, algo parecido a una trompeta de apocalipsis al momento de abrir la boca.
— Leviathan, llévanos a mi isla. — dijo el talante volteando a ver a los country. — Nos llevará sanos y salvos, vamos.
Le causó algo de risa, como todos los country dudaron en adentrarse dentro de la enorme criatura, pero al final lo hicieron, y una vez estando dentro, el Leviathan comenzó su camino a una velocidad sónica para las tierras de la isla.
— ¿Estás listo? — preguntó el sueco mirándolo. — No será sencillo.
— Sé qué no lo será, pero estoy listo para afrontarlo. — comentó la isla, sonriéndole.
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La organización estaba relajándose en un camastro frente al mar. Era una belleza de lugar las tierras de la isla, de eso no había duda, cielos preciosos, mar perfecto, arena blanca, un lugar único. Tenía en su mano un coctel, mientras disfrutaba de la vista, hasta que se acercó uno de sus ángeles a él.
— Mi señor. — dijo el ángel, inclinándose.
— ¿Sí?
— Hay un gran movimiento del mar acercándose como un submarino en dirección a la isla.
— Está por llegar, perfecto. — comentó la organización, levantándose del lugar, caminando a la casa del Bosla y tomándose el tiempo para cambiarse, y vestirse de manera formal y fresca. — Reúne a los demás en terreno abierto, no quiero destrucción en la ciudad.
— Como ordene, mi señor.
— Igual, que FBI y su equipo esté listo para apresarlo. — suspiró. — ¿USA ya tiene lo que le pedí?
— Esta listo, mi señor.
— Bien, todos pónganse en posición.
Lo sintió en sus alas, sintió esa ventisca y la brisa que empapaba, al mirar una enorme bestia salir del mar. Su cabello volaba con el aire, mientras al fin lo vio llegar, esa cabellera blanca, esas runas, esos ojos intensos. Por un momento vio aquel niño que correteaba por los pasillos de la colmena, pero, esa memoria tuvo que ser reprimida, al verlo acercarse.
— ONU.
— Vengan conmigo. — dijo la organización caminando con ellos.
La isla sintió un escalofrío por su espalda, cuando al acercarse al lugar a donde ONU los guiaba, vio a la mayoría de los países presentes, murmurando entre ellos, ante su llegada. La ONU dejó en medio de esa media Luna al atlante, mientras indicaba que los nórdicos y el inglés tomaran lugar alejados de él. El Bosla hizo caso, pero acabó gritando cuando una flecha de fuego acabo atravesándole por el torso. No solo era el dolor del flechazo, era sentir como su piel se quemaba.
— ¡Perú! — gritó el ruso. — ¡Boris! — dijo corriendo hacia él.
— Eso es por lastimar a Marco, ¿crees que eres el único con problemas en este jodido mundo? Despierta Borislav, el mundo ya se jodió una vez, no pienso dejar que ocurra dos veces.
— No he venido a pelear, Perú. — comentó la isla, curando sus heridas a la vista de todos. — En realidad vine a hacerle frente a mis actos, por eso he venido aquí.
— La primera cosa sensata que dices desde la última vez que hablamos, Borislav, o Atlantis sería más adecuado para ti. — esa voz, esa voz estremecía a la isla cuando vio a la ONU no hacerle nada a Perú después de ese ataque.
— ...
— Boris, Boris mi amor. — dijo el ruso revisándolo. — Estas bien, ¿te duele algo?
— Estoy bien, y es Atlantis. — dijo la isla mirando al ruso.
— Tu madre me explicó todo, y entiendo lo que estás pasando, yo, yo viví algo similar, así que puedo ayudarte, voy a ayudarte mi amor.
— Papá... — dijo la isla mirándole. — Lamento si esto suena horrible, pero eres él que menos me puede ayudar. Por favor, déjame intentar arreglarlo yo mismo.
— Boris.
— ... No soy Boris, lo único ruso que tengo son tus ojos. — comentó la isla.
El ruso bajó la mirada, y asintió, acabó por besarle la frente a su hijo, y regresar a su lugar. Había muchas cosas que dolían, y que su hijo considerara que lo único que los une son sus ojos, le dolía de sobremanera.
— Sé que te preguntarás porque hay muchos países en tu país. — dijo la organización rompiendo el silencio.
— No realmente. — contestó la isla. — Es un juicio, uno que has traído a mis tierras. Pero... — el Bosla miró a todos lados sin poder ver a su madre. — ¿Has reprendido a mi madre? ¿O por qué no está aquí?
— México pidió que se le diera tiempo en lo que realizaba una tarea importante. — comentó la organización abriendo sus alas. — Por ahora, que comience este juicio. Borislav, con los recientes acontecimientos, mereces un castigo. Dañaste a Vaticano, casi asesinas a tu madre, lastimaste a Italia y España. Y no solo eso, tus habilidades son peligrosas. No solo puedes regenerarte, tienes en tu poder algo muy especial, que le da vida a criaturas como esa. — mencionó la ONU, señalando a Leviathan. — pero, tienes el control completo de los mares. Además de que ocupas aún, por algún milagro, el primer lugar en el TOP. Que por supuesto, ese honor te ha sido revocado, sigues siendo el país con más ingresos, pero tus sanciones económicas parcialmente te expulsan del TOP.
— Acepto todas las declaraciones que se han hecho hasta ahora. — comentó la isla. — Acepto las sanciones económicas.
— Eso solo es el inicio, pero acepto tu respuesta. — dijo la organización mirándole. — Es ahora el momento que te daré para que hables y defiendas tu caso.
La isla cerró los ojos, para después mirar hacia el mar, haciendo un gesto para hacer que su criatura desapareciera de la orilla, y acabar por mirar al albino.
— Mi nombre es Atlantis, el segundo nacido de la destrucción de Pangea. — suspiró el americano. — La esperanza del futuro, asesinado por dioses del pasado. Dicen que cuando un dios te marca, es imposible curarlo, y creo que es verdad, mi rostro y esta cicatriz en mi ojo demuestran que el rayo de Zeus puede asesinarme sin problemas.
— Continúa. — mencionó la ONU.
— Solo con decir mi nombre, sé que he causado una gran incomodidad en cada uno de ustedes. Y eso es porque una maldición me persigue, no importa que haga, la maldición de Khambhat no deja de atormentarme, ustedes no me quieren ver feliz, no porque me odien, sino porque la maldición es así, no puedo ser feliz, no puedo vivir, estoy condenado a esto. Pero... aún hay esperanza.
— Hay diferentes desastres naturales ocurriendo. — dijo la organización. — El nivel de huracanes duplicó su aparición desde tus cambios de humor y acciones.
— Lo sé, sé que soy el causante, sé que la maldición no permite que viva, pero creo que podemos solucionarlo, siempre que haya lluvia o mar involucrado, trataré de desaparecerlos, para no tener problemas, y me mantendré en línea en cualquier cosa, la Atlántida se declara neutral ante cualquier conflicto, y permito que mis padres tengan tutoría en mi durante los tratados, podemos vivir con una maldición, no provocaré problemas, lo prometo.
La organización miró sus notas, en lo que un silencio invadía la reunión.
— Yo pagaré por todo lo que dañé, y reconstruiré pedazo por pedazo si es necesario. — menciono la isla mirando como todos los ojos estaban encima de él. — Yo haré lo que sea para no causarles más problemas.
— ¿De qué sirve? — dijo el vaticano mirando con una suave sonrisa al atlante. — ¿De qué sirve que construyas todo de nuevo si va acabar por ser destruido por la maldición de la Atlántida?
— ¿Eh?
— Nuestro odio y miedo hacia ti aumentarán, provocarás guerras por tu maldición, y los terremotos, maremotos, huracanes, todo lo que creas al descontrolarte, serán más frecuentes. ¿De qué sirve que recuperes todo? Si nunca habrá una buena vida donde vivir. Imagínate construir una casa, y que sea destruida cada maldito mes porque tu maldito vecino existe. ¿Qué pasará cuando destruyas ciudades enteras? ¿Qué pasara cuando tus padres entren en guerra por protegerte? No sé ustedes, pero, la maldición hace que te odiemos, odiamos a la Atlántida, nos aterra, nos causa angustia... incluso a tu propio padre.
— ¿Qué dices? — dijo el ruso molesto.
— No importa cuánto quieras ignorarlo, Rusia. Te causa incomodidad estar frente Atlantis. Solo luchas contra ello, porque le amas. — sonrió el vaticano. — Dime, el día en que lo viste casi matar a México, todos mencionan que actuaste muy tranquilo. Como si controlaras tu rabia, congelando el mar, donde lo primero que hiciste, fue golpear a tu hijo y después abrazarlo...
— Nunca lastimaría a mi hijo. — dijo el ruso. — Solo trataba que despertara de lo que estaba haciendo.
— Pero él si te lastimaría. Ya lo hizo.
— ¿Qué? — dijo la isla.
— "Lo único ruso que tengo son los ojos." Debiste ver el rostro de tu padre, ni las guerras lo han puesto en ese estado. Eres indeseable, Atlantis. Poco a poco destruyes a los demás, ¿no te has dado cuenta de ello? Eres una maldición con piernas.
— No es verdad. — dijo el atlante. — No quería lastimarte papá, quería referirme a que, por mis orígenes, nosotros... no quería lastimarte.
— Orión, tráela a mí. — dijo la ONU, rompiendo la discusión.
La isla vio a su capital, con la cabeza baja, para darle a ONU un brazalete que comenzó su actividad, haciendo aparecer a una hermosa mujer holograma frente a él.
— ¡MÍA!
"Buen día, mi señor. Es un honor volverlo a ver, ¿qué lo hizo alejarse tanto de la isla?"
— Muchas cosas, dios es un agrado volverte a ver.
— Basta de charlas, MIA, afectaciones de la Atlántida. — dijo la ONU viendo al holograma.
"Calculando, por favor, pongan atención a las imágenes..."
El atlante se quedó sin aliento cuando poco a poco, como memorias golpeando su cabeza llegaban esas imágenes. Como trato a Orión, Marco y Hugo, como casi asesina a su madre, como lastimó a España, Vaticano e Italia, como sus cambios de humor afectaron a cualquier país costero, como en el pasado están los crímenes de asesinar a Doggerland y Khambhat.
— Vaya, que gran recorrido de caos tienes, Atlantis. — dijo la organización.
— ¡No es justo! — gritó el atlante alterando el mar. — ¡Khambhat y Doggerland merecían morir! ¡Solo trataba de huir de ellos! ¡No pueden! ¡No pueden juzgarme por ello! —Los truenos y oleaje ajetreado hicieron a la organización suspirar. —
— USA, ahora.
— ¿Eh?
No esperó que USA disparara contra él, una especie de arma que sujetó sus brazos al suelo, haciendo que este se cansara de golpe. Como si le drenarán su energía.
— ¡USA! — gritó el ruso, quien fue sujetado por el español. — ¡Maldito hijo de puta! ¡Confíe en ti! ¡Me prometiste que no lo lastimarías! ¡Lo prometiste!
— Lo siento Ruru. — dijo el americano. — Pero es lo único que puedo hacer que no lo matará y que evitará que el mar nos asesine a todos.
— Hng... ¿creaste un arma específica para mí? — dijo el atlante jadeando.
— Sorry baby, no puedo dejar que te vuelvas una amenaza, no si la seguridad de mi esposo y mi hijo están en juego. Solo te drena tu energía, mira, el mar se volvió calmo de nuevo, tranquilo, no absorbe de más al menos que yo lo quiera. Además, no eres el único, fue el mismo destino para tus nórdicos aliados.
Y fue cuando al fin lo notó, como los nórdicos se encontraban en el suelo, siendo igualmente drenados de energía. Además, que no veía a UK en ningún lado, por supuesto, había sido demasiado confiado, ONU había sometido a todos, para evitar sorpresas. Incluso Colombia se encontraba sometido. Entonces escuchó un golpe seco, y vio a su padre caer en el suelo. Siendo drenado por la misma máquina.
— Hijo de puta... — dijo la isla mirando a la organización.
— No puedo dejar que algunos de ustedes afecten este juicio. — comentó la ONU. — Tu existencia en esta tierra es un constante peligro para nuestra comunidad, Atlántida.
— No tenías que lastimar a mis amigos y a mi padre.
— Tenía, ellos nunca permitirían lo que sucederá en este juicio.
— Por favor... por favor, ONU. — dijo la isla mirándolo. — ¿Piensas asesinarme? ¿Es por ello que los sometiste? ¿Es por ello que mi madre no está aquí?
— No. No pienso hacerlo.
Se escucharon los murmullos alrededor del lugar, mientras la ONU no apartaba la mirada del chico. Solo fue el FBI quien notó esa mirada de dolor en la organización, no importa como quisiera ocultarlo, la ONU veía como su hijo a la isla que se encontraba frente a él.
Pero su deber era mantener la paz, y evitar algo que afectara a la mayoría.
— A diferencia de lo que todos puedan creer, eliminar a la Atlántida no es opción. Eres el country inicial más antiguo que tenemos, quitando a tu madre del plano, que igualmente será juzgado. Al igual que serán juzgados los nórdicos y UK, por ocultarte. Pero eso es un tema aparte. He tomado una decisión.
— ONU... por favor...
La ONU cerró los ojos, como si se tomara un momento para recordar a ese niño correteando por los pasillos, jurándole que sería un gran país, hablando con él diario. O aquel chico entrenando junto a él, incluso, durmiendo como un pequeño niño en su cama, al quedarse dormido por accidente en ese lugar. Recordaba la sonrisa en las mañanas mientras desayunaban juntos, o como ambos trabajaban en escritorios pegados, para disfrutar su día.
— Por primera vez desde mi creación. — dijo la organización mirando a la isla. — he decidido hacer algo que nunca había sucedido, pero puede ser el alivio de todos sin tener que eliminarte, Atlantis.
Fue allí cuando la ONU dio un vistazo a todos y después a la isla. Como si con esa mirada dijera un adiós, a todo lo que se conocía normalmente como vida normal hasta ahora.
— Por seguridad mundial. — dijo la ONU, abriendo sus alas. — La Atlántida, dejará de ser un país independiente y reconocido como tal, para convertirse en un estado. La Atlántida deja de ser un country, y comienza a ser rebajado a estado, donde estará bajo control ya sea de su madre, México, o de su padre, Rusia, o si ambos llegan a un acuerdo, será un estado compartido. De esta forma, la Atlántida no podrá afectar las relaciones entre countrys, y debido a su degradación, su poder sobre la especie country disminuirá. Por ende, al ser rebajado como estado, es probable que sus habilidades dejen de tener un efecto como el actual, dejará de tener poder, será como si la Atlántida no existiera, y la maldición terminará. Eso es todo.
La isla no podía escuchar nada.
Solo su corazón en la cabeza.
Lo habían rebajado, destituido. Poco a poco su identidad se perdería, lo que él era se perdería, su cuerpo cambiaría, su rostro sería diferente, comenzaría a olvidar todo, dejaría de ser un ser libre, estaría atado. Tendría que dejar de amar a Suecia y UK, no podría estar con ellos, y ellos le olvidarían. Orión sería una ciudad, no podría estar con Marco y Hugo.
Lo borrarían del mapa sin borrarlo. Eso habían sentenciado. Era como matarlo en vida. Solo podía sentir sus lágrimas caer, ¿a quién engañaba? Nunca había salido de ese jodido domo, completamente solo, donde los countrys lo mirarían como una especie de basura que está de más en su vida. ¿Qué pensaba? Estaba condenado desde siempre.
Cerró los ojos, deseando la muerte, que nunca llegaría.
Podía escuchar a lo lejos los gritos de todos, los gritos de su padre, de Suecia, como ambos forcejeaban con las pocas energías que les quedaban, queriendo desatarse. Como USA discutía algo con ONU, siendo detenido por FBI, que eso no estaba en los planes.
Ah.
Le hubiera gustado estar de nuevo en la colmena, le hubiera gustado nunca haber salido. Era feliz en su soledad allí, debía quedarse con lo único que conocía...
— ¡ARTHUR!
Pero.
Una suave risa, y el comienzo de una espesa niebla llegó a la isla. Mientras la isla pudo notar un gesto de angustia de la organización.
— ¡NO, ARTHUR! — pudo reconocer la voz de Francia, pero era tarde.
La isla comenzó a escuchar una canción, una canción que él conocía, porque solía cantarla con Britania siglos atrás. Esa voz, no era simplemente la voz de UK, eran de distintas personas, pero, salían de su boca. Sintió la tierra temblar debajo de él, sintió su piel estremecerse y su cuerpo temblar cuando miró hacia arriba, y en la niebla se dibujaban criaturas monstruosas además de un cielo sangre por encima de ellos.
Una jodida pesadilla.
— ¿Piensan qué voy a dejarlos quitarme a mi mundo cuando apenas lo recuperé? — y esa risa volvió. Mientras un UK, con las manos rotas se acercaba, se había desatado rompiéndose los huesos para llegar allí. — Si es así, déjenme destruir su realidad, porque si yo voy a sufrir, los haré esta vez sufrir conmigo. Vean lo que realmente es una habilidad, idiotas de clase baja.
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OMGOSH al fin publiqué.
La canción que canta UK es la siguiente, y se escucha con coros o más voces, porque son todos los países que conforman a UK cantándola:
https://youtu.be/EEu7yU-xPZI
— Se acerca el final, ya el siguiente cap termina esta historia.
Aprieten fuerte y nos vemos allí.
¡Saluditos!
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