PUNTO DE QUIEBRE -9-
Capítulo 9
"Invierno prematuro"
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Años atrás...
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Verlo era realmente nostálgico.
Un sol iluminando el invierno.
Incluso mis horas donde suelo relajarme, se han visto interrumpidas por su luz. Mi padre ha regresado, y parece muy feliz ahora que se encuentra limpiando su colección de muñecos y juguetes. Nunca vi a un hombre en calzoncillos bailando al ritmo de Queen – Another Bite the dust. Nunca vi a alguien tan feliz por estar tan desalineado, descalzo, con el pelo suelto y enredado, creando copos de nieve en cada mechón de cabello que danzaba con su locura. Sigue siendo el mismo tonto alegre que se emociona con la música.
– How do you think I'm going to get along, Without you when you're gone? – decía mi padre viendo el retrato de URSS. Realmente que usar una matroska como micrófono es algo inconvencional, pero, funciona para dar el efecto, supongo. – You took me for everything that I had, And kicked me out on my own.
Lo vi descolgar ese cuadro y recargarlo en la pared, para después verlo acercarse a mí, donde paso sus manos por mi cabello sacudiéndolo, queriendo jugar mientras continuaba su frenesí de locura que solo la música le puede causar.
– Rusia...
Oh shoot out
There are plenty of ways that you can hurt a man
And bring him to the ground
You can beat him, you can cheat him
You can treat him bad and leave him when he's down
But I'm ready, yes, I'm ready for you
I'm standing on my own two feet
Out of the doorway the bullets rip
Repeating to the sound of the beat oh yeah
Lo vi sacudir esa melena que tiene como cabello, viendo esos copos caer en los muebles y en el suelo, creando nieve cristalina para después verlos formarse de nuevo entre sus mechones. Definitivamente el invierno tiene muchas cosas bellas, como esos hermosos copos de figuras hermosas y geométricas que quieres capturar en todo momento.
– And another one gone, and another one gone, Another one bites the dust... – cantó mi padre con esa voz gruesa que ahora le caracteriza, para acabar recostándose en el sofá libre. Dejando que su cabello cayera y esa belleza natural que tiene iluminara la habitación. La sangre real realmente es una bendición.
Al terminar la canción me miró, y me dio una cálida sonrisa estirándose para después solo observar sus manos, siendo feliz con solo eso, dejando por un instante que sus colores brillaran, y después, volver a su forma humana. Esa piel de porcelana, esa musculatura, ese perfil perfecto y varonil, esos ojos violetas intenso, esa cabellera única. Tal vez Imperio había perdido la corona, pero nunca su realeza.
– Rusia tenemos que hablar de lo que va a pasar a continuación.
– Ana... – dijo, ignorando por supuesto mi petición. Yo solo la vi entrar, a esa joven maid, que daba una leve reverencia ante su jefe.
– ¿Me necesita, mi señor?
– Solo dime Rusia. – sonrió mi padre, siendo el chiquillo que es, soplando el mechón de cabello que cubría su rostro para así descubrirlo. – Necesito que lleves el recuadro de mi padre a la zona donde se pondrá el memorial. Envíalo a Moscú, nada de la URSS puede tocar San Petersburgo. Quiero ser libre de su recuerdo.
– Sera empaquetado cuidadosamente y enviado a la mansión soviética mi señor.
– Rusia, Ana, dime Rusia. – sonrió, con esa sonrisa cálida que lo caracteriza.
– Rusia, será empaquetado todos los recuerdos de su padre, con mucha precaución y cuidado, para ser colocados en la mansión soviética.
– Excelente Ana, por cierto... – dijo el ruso. – Acércate.
Vi a mi padre cambiar su postura, a una seria, incluso estando en calzoncillos se veía imponente. Se que Ana estaba nerviosa, pocas veces lo vemos así, serio y malhumorado. Incluso, yo mismo decidí mejorar mi postura en el sofá, mientras notaba como esos ojos intensos se clavaban en la maid.
– ¿Hice algo malo? – preguntó la mujer.
– Si... – respondió mi padre. – Te faltó limpiarte aquí. – dijo sacando esa sonrisa, dándole un pequeño toque en la nariz a la mujer, y salir corriendo. – ¡Corre San Petersburgo! O Ana te pegara la suciedad.
Los tres reímos al mismo tiempo, mientras de una manera u otra, nos convertimos en niños y comenzamos a jugar. Persiguiéndonos por todo el castillo, riendo y resbalando con el mármol, hasta quedar agotados los tres en el salón principal. Yo solo pude mirarlo de nuevo, allí estaba, mi gran padre, mi imperio, allí, en una versión más joven, allí, con un cuerpo más vital, pero con la misma mentalidad. Allí... mi glorioso padre volvía a alzarse.
– Muero de hambre, limpiar este lugar nos tomara años. – rio, volteando a vernos a ambos. – Propongo algo, después de comer, vayamos al salón de música, toco algo para ustedes y después dejamos que Nueva España toque la guitarra para...
Creo que desde que tomó su posición como Country, en estos últimos 3 meses, nunca lo vi tan afectado por algo como ahora. Vi como los copos de su cabello comenzaron a derretirse, y después vi ese pesar en su mirada, como alguien con el corazón roto.
– ¿Rusia? – Ana acaricio su mentón a lo que este volteo a verla. – ¿Te encuentras bien?
– ... No. Debo... recuperar a mi amor fugaz.
– ¿Uh?
– Yo... tú no nacías en ese entonces Ana, pero, solía dedicarle cada respiro de mi alma a un country. El más testarudo, enojón, decidido, rebelde y de gran corazón. Me conquistó con una amenaza de querer degollarme, y me acabó maravillando con sus increíbles talentos y virtudes. Amé tanto su existencia que aun sigo pensado que abre hecho para que dios fuera tan misericordioso conmigo. Mi corazón late solo para una persona que conocí en diciembre, que me enamoro en diciembre, que me consumió en diciembre y que perdí en el más frio de los diciembres. Como un copo escapándose de mis manos... Se hace llamar México ahora. Me siento tan orgulloso, se ha convertido en alguien tan grande, tan hermoso y fantástico, me siento bendecido de amar una persona tan perfecta como él. Sigue poniendo su mejilla para que no lastimen a los demás, sigue siendo tan altruista, tan único y valiente tan...
Tuve que cubrirle la boca, o pasaríamos horas escuchando como ama a México en cuerpo y alma. Padre era monógamo, solo se enamoraba una vez en su vida, solo entregaba por completo su corazón con una persona. Padre amaba a México.
– México... padre, México te odia.
– Lo sé, pero odia el malentendido que tenemos, una vez que le diga que ocurrió, quien soy, todo volverá a la normalidad y continuaremos esta historia de invierno. – sonrió decidido levantándose. – Mi objetivo, es volverme alguien único y fuerte, una potencia, segundo, ayudarlo en lo que pueda, tercero, enamorarlo, quiero enamorarlo de nuevo como Rusia, y cuarto, decirle que soy Imperio Ruso.
– Papá, no puedes decirle que eres Imperio Ruso. – lo dije de golpe, sin meditar, ya que tanto Ana como él se quedaron confundidos ante mi declaración.
– ¿Porqué?
– ¡Porque si! Júrame que no se lo dirás, júramelo, ¿Q–qué no lo puedes conquistar de nuevo sin decírselo? – dije algo nervioso a lo que padre arqueó una ceja dándome una sonrisa.
– Solo mírame Pete, haré que México caiga por mí, y está bien, no le diré que soy Imperio.
Padre era optimista, siempre lo fue, después de aprender de sus errores, por supuesto que quería enmendar todo. Incluso, creo un plan para traer a México aquí, a San Petersburgo, ya que se llevaría la reunión en estas tierras. Iba ser la primera vez que todos verían a Rusia dejando atrás esos colores soviéticos. Pero, un día antes de dicha reunión, padre me hizo marcarle a México, ejecutando su plan así. Lo vi nervioso caminando por toda la habitación mientras yo ponía el altavoz en el teléfono.
– ¿Hola?
– Hola México, no sé si me recuerdes, soy yo, San Petersburgo.
– Claro que te recuerdo Pete. – dijo, soltando una suave risa. – ¿Cómo olvidarme de ti?
– Me alegra que me recuerdes tanto como yo te recuerdo. – sonreí, viendo a mi padre actuar como una colegiala enamorada, escuchando atento a lo que decía México. – Oye, estaba pensando que, por los viejos tiempos, podríamos tomar una taza de té. En el pórtico de su palacio.
– ¿Puedo entrar? Dios, claro que sí, claro que quiero ir. Chinguen a su madre, me le voy a escapar a todos, esto será una reunión discreta y privada, por favor Pete.
– Claro, será con discreción, puedo mandar a recogerte y que te traigan aquí.
– Suena como una excelente idea... mierda, no puedo. – escuchamos un suspiro y vi el rostro de tristeza de padre. – Notarán que no estoy en el hotel, y España va a comenzar a joder, Perú lo notará, USA más, no puedo, es mucho riesgo. ¿Podemos vernos después de la junta?
Miré a padre y lo vi negar con la cabeza. Padre quiere que el primero que vea su nueva apariencia sea México, nadie más.
– No puedo, tengo que entregar papeles y viajar con mi hermano menor. Pero... te suplico que sea hoy. Tengo que entregarte algo que era para ti. Las cartas de Imperio hacia ti, las que nunca recibiste porque pediste que ya no siguiera enviando cartas, por favor, quiero entregarte el corazón de mi padre, quiero entregarte ese amor escrito...
– Iré. – dijo sin dudas. – ¿Cuándo vienes a recogerme?
Padre sonrió dando un brinco de alegría.
Desearía haber atesorado ese momento, desearía haber tomado una foto de su sonrisa, un video, grabar su voz, todo. Padre era tan brillante en su felicidad. Había recuperado su identidad, había recuperado sus tierras, había al fin unido todas sus memorias, había recuperado sus colores y había guardado tanto amor. El invierno realmente es hermoso cuando los copos son iluminados por la suave luz de la alegría.
Mi mayor arrepentimiento en mi vida, es no haberlo protegido de su propia destrucción.
Padre preparó todo para el arribo de México. El salón había quedado impecable, todo el palacio brillaba y se hacía único como la luz alumbraba el lugar. Las pinturas, la bella arquitectura, todo. Padre decidió dejar su cabello suelto, pero esta vez peinado y arreglado. Se puso ropa casual, una camisa color negro que quedaba perfecta en su cuerpo estilizado y musculoso, unos pantalones a la medida, zapatos sencillos sin ser tan extravagante. Ana le recomendó una colonia y padre la amó. Supongo que ambos estábamos emocionados con esta reunión.
Entonces sucedió, México llegó y yo salí a recibirlo.
Disfruté mucho ese enorme abrazo, ya que la última vez que había abrazado a México, él todavía seguía siendo Nueva España. Nos dijimos unas cuantas palabras, las típicas que dices cuando extrañas a alguien, y después le di paso al palacio. México no pudo contener las lágrimas, adoraba todo, adoraba que hubiera conservado el lugar tal y como era, y amaba el detalle de que, hice la instalación eléctrica sin dañar o cambiar ninguna parte del palacio. México lucía feliz, y eso me daba alegría, se había convertido en un gran amigo.
– Debe ser duro vivir aquí recordando a tu padre. – sonrió el mexicano mirándome. – ¿No?
– Bueno, lo era al principio, pero, he encontrado a alguien con quien vivir. – respondí alegre caminando con él por los pasillos.
– Oh, ¿Has traído a uno de tus hermanos a vivir contigo?
– No exactamente. Vivo con el dueño de estas tierras.
– ... Pete. – México estaba en shock sin lugar a dudas. – ¿Por qué trajiste a ...?
– México...
Y creo que debí grabarme más esa sonrisa, debí grabarme todo de él en ese momento. Porque no vería dicha felicidad de nuevo.
Padre se acercó, caminando por el pasillo, dejando ver sus colores, dejando ver lo hermoso que era. Sonrió con nerviosismo y con los ojos más brillantes que pude haber visto alguna vez. Sabía que padre estaba cautivado y emocionado de que México y él al fin se reencontraran de esta manera, donde él, con todas sus memorias, podría amarlo incluso más de lo que ya lo había enamorado antes. Tal vez padre se imaginó mil y una formas de que esto funcionara, pero, se olvidó de un mínimo detalle.
México lo odia.
– Bienvenido, ammm, sé que Petersburgo te invitó así que vine a saludar, no nos vemos desde hace mucho. Luces más hermoso de lo que te recordaba, digo, eras jodidamente hermoso antes solo que, me refiero a que deslumbras más que una estrella iluminando el cielo. Tus...
– ¿Quién diablos te has creído Iván? – México estaba furioso, eso lo podía notar yo.
– ¿Eh? S–sé que me conociste como Iván, pero, a–ahora ya soy un country completo, puedes llamarme Rusia.
– ¿Rusia? No me hagas reír. ¿Cómo diablos te atreves a portar sus colores? ¿Cómo diablos te atreves a vivir en su casa? Y aún peor, ponerte de nombre, Rusia. No sé qué le hiciste a Pete para que dejara entrar tu trasero aquí, pero si tienes algo de decencia dejaras de estar en este lugar maldito hijo de puta.
Supe que padre estaba perdiendo el control cuando vi su cabello humedecerse un poco, los copos que se quedaban atascados en su cabello se habían derretido, padre estaba entrando en pánico.
– Deberías medir tus palabras, puedes llegar a lastimar a los que te importan con ellas. – dijo dándole una leve sonrisa. – México, quiero poder explicarte lo que pasó esa noche, decirte lo que se, y poder buscar tu perdón. Am, ¿Te gusta la música, cierto? Ambos solíamos tocar... cuando era niño. – por poco padre se delata a sí mismo. – Hay algo que quiero que escuches, me encantaría si me dieras la oportunidad de explicarme y no sé, tratarte de la manera que mereces.
– Creo que fui muy claro antes. Dije que nunca en mi puta vida quería verte, y ahora no tienes idea de cual furioso estoy de que te atrevieras tan siquiera a vivir aquí. Ninguna mierda soviética como tú debería tocar San Petersburgo.
– Es parte de mis tierras. –padre frunció el ceño.
– Por contrato, no porque realmente lo sea. No mereces ni siquiera un maldito puño de tierra de este lugar. Solo eres un don nadie que se aprovechó de la situación y se hizo un country.
– ¿Podrías dejarme...
– Pete, lamento que tenga que retirarme tan pronto, ¿Me podrías dar las cartas?
– Hmm. – por supuesto que estaba nervioso, Ana estaba cocinando todo, y al menos pensamos que México se quedaría a comer. – Es que...
– ¿Qué?
– Petersburgo no tiene las cartas. Las tengo yo. – dijo padre. – las tengo porqué... – fue allí donde supliqué con mi mirada a padre, sé que él quería decirlo, quería comentarle a México lo que pasaba, pero, padre apretó los labios callando de nuevo. – Te las daré, síganme.
Y padre caminó por el pasillo.
Se que en su bolsillo derecho tenía un regalo para México. Se que era una bailarina tallada a mano encapsulada, sé que paso horas tallándola y pintándola, y sé que tenía el corazón destrozado, pero, padre era de la realeza, padre nunca mostraría debilidad enfrente de los demás. Las lágrimas de un rey solo se derraman a solas en su bandeja de oro, nunca enfrente de tu pueblo, o ellos sufrirían como tú.
– Al menos seca tu cabello si esperas visitas. – dijo México, al ver el cabello húmedo de padre.
– Lo lamento.
– Sin URSS alineándote supongo que no puedes hacer las cosas solo. Nunca pudiste, ni siquiera convertirte en country cuando eras niño. Ahora solo eres un imitador.
Padre frenó su caminar.
Mientras veía ese cabello congelarse desde la raíz a la punta. Y voltear con los ojos más fríos que he visto en él.
– Escucha, porque pienso decirlo solo una vez. Soy un country, y todo lo que tengo me lo he ganado con mi trabajo y alma, luché por estas tierras y son mías, son mi propio cuerpo. No sé quién diablos te creas para decirme que soy un imitador, no sé qué altanería o resentimiento tan elevado tengas hacia mí, pero nada de eso justifica que quieras herirme de esta manera. Te abrí las puertas de mi casa....
– No es tu casa, es la casa de...
– ¡ES MI MALDITA CASA! – supongo que México y yo nos quedamos callados después de eso. – Lamento lo que sucedió contigo y mi padre, lamento lo que pasó, quiero explicarte, pero sé que nunca en la vida puedo razonar con alguien que es tan rencoroso y testarudo como tú. Aunque admiro la cualidad de tu persona al ser como eres, también puedo notar tus defectos México, pero nunca en la vida, los usaría para lastimarte. Solo quiero hablar...
– Solo dame mis malditas cartas. – respondió. – Solo dámelas y déjame irme de aquí, que San Petersburgo ha dejado de ser lo que solía, gracias a que tú pusiste un pie aquí, maldita mierda inservible.
Creo que es duro el rechazo de la persona que amas, pero, sigo creyendo que es más duro que la persona que amas con todo tu corazón, solo te odie. Supe que lo era al ver ese rostro roto de padre...
– No.
Mi expresión fue de confusión, pero la de México fue de dolor y enojo.
– No tienes derecho a esas cartas, no tienes derecho ni de respirar cerca de ellas. Tú...
– ¿Soy un soviético no? Nacimos del seno del Imperio ruso, tengo más derecho a esas cartas que tú. Por favor, retírate de mi casa, que no mereces ninguna letra que está marcada allí. Imperio Ruso declaró su amor a alguien que veía más que dolor e ira, declaró su amor a una colonia que demostró que incluso podía perdonar al monstruo que lo esclavizó para él mismo sobresalir de sus males. Yo no veo a dicha persona aquí, así que solo lárgate de mí palacio.
– ¡Eres un pendejo!
– Y tú eres irrazonable.
El rostro de ofendido de México fue enorme, simplemente se retiró de allí sin decir nada más. Padre frunció el ceño y dio media vuelta para encerrarse de vuelta en su taller de juguetes. Creo que pasó allí horas, tal vez estaba tallando madera para relajarse, pero yo solo podía notar cuando lograba espiarlo, ese cabello congelado y ese rostro malhumorado. La última vez que lo vi así es cuando todos sus humanos lo hacían enojar por la forma en como llevaban la monarquía.
Decidí entrar con una ushanka y caminar hacia él para al final ponerla en su cabeza y cubrirlo un poco del frio. Padre me miró por supuesto y después sonrió recargando su frente en mi torso. Supongo que le dio risa que hiciera algo así.
– ¿Me veo bien con él? – preguntó dándome una suave sonrisa.
– Si, además, calentara tu cabello y se descongelará. Puedes usarlo y así nadie notará que puedes hacer ese efecto contigo. – sonreí y él acomodo el gorro para ocultar su cabello en él. – ¿Estás bien?
– Bueno, no salió como pensaba. Y debí saberlo ya que, no sabe quién soy, cree que yo lo delaté y además por supuesto que odia que yo viva aquí. Pero, dios, pero... – sonrió, cosa que me tomó por sorpresa. – Pero esa ira hacía que yo tocara algo de Imperio, me ama, me sigue amando. Se sintió bien saber eso... tal vez odio es lo que obtenga de él, pero, no es algo que me moleste. En realidad, amo tanto a México, que recibiría cualquier sentimiento de él hacia mí, incluso si es odio en su máxima expresión. Bien Pete, sigamos con esto y hagamos que México me destroce para bien o para mal. Que sus dulces manos jueguen con mi corazón y me haga trizas, porque ninguno de los dos podrá avanzar si no superamos esto. O me ama, o me destroza las esperanzas...
– ¿Y qué pasa si te las destroza?
– Sigo con mi vida supongo, no desperdiciare la segunda oportunidad que tengo. Por ahora... basta de lágrimas, de enojos, mañana me presentaré ante el mundo, así que hagámoslo bien. Oh, sabes que, deberíamos abrir un buen vino y ver la hermosa nieve que va a caer hoy, digámosle a Ana que nos comeremos ese banquete que preparó nosotros y disfrutemos.
Padre estaba emocionado por supuesto.
Y sabia la razón de su emoción, estaba viviendo de nuevo. Pero, había algo que tenía que comentarle, había algo que había sucedido el día de su muerte y él tenía que saber. Padre, ¿Me perdonaras si sabes lo que he hecho?
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La reunión fue en la sede de gobierno en Moscú.
La ONU había llegado al lugar y estaba poniendo orden, se iban a tratar muchos asuntos hoy, desde la muerte de URSS, sus hijos se habían apoderado de tierras para ellos. Hasta ahora, Kazajistán era uno de los que tenían mayor extensión de las tierras soviéticas, pero, según sus hermanos, el mayor, al cual aún nadie conocía el nombre, había tomado todas las demás. Ni siquiera sus hermanos mayores pudieron arrancarle dichas tierras. Al parecer, había sido sorprendente, como un country sin nombre había peleado con todos y los había derrotado para ganar el poder de todas las tierras. Según las mismas palabras de Kazajistán, había sido increíble.
"Un día, él llegó usando una máscara, listo para combatir. Pensé que yo me apoderaría de todo, incluso, deseaba poder poner mis manos sobre Moscú y San Petersburgo, pero, él llegó, y dio una sonrisa retirándose esa mascara. Había crecido, tenía su pelo bien recogido y esos ojos violeta bondadosos nos vieron a todos, solo para decir. – Era su hijo por igual, así que quiero luchar por las tierras sin dueño. Si he de perder, aceptaré mi destino, pero si he de ganar, aceptaran lo que soy. – Nadie nunca espero, que nos derrotara uno por uno, nos hizo mierda en el suelo mientras él ni siquiera sudó una gota. Ni siquiera se despeinó, era como pelear con alguien que ha vivido miles de guerras, como pelear con un veterano. Al final se hizo de todo, y San Petersburgo lo aceptó con los brazos abiertos."
Después de esa historia, todos habían estado deseosos de conocer al country sin nombre alzarse en su gloria.
– ¿Dónde estuviste ayer? – preguntó el americano mirando al mexicano quien solo tomaba de su copa de champagne, esperando a que ONU los mandara a la sala para hacer el reconocimiento de Iván como país.
– En un infierno... ¿Y tú?
– ¿Qué crees que hacía? Tratando de entrar en San Petersburgo, pero, ONU me vio cuando quise salir así que me retuvo. ¿Quieres ir cuando esto acabe? Quiero ir al rio, quiero recorrer... quiero ir a donde él nos llevaba.
– Ugh... – el mexicano le miró a lo que el estadunidense no comprendido. – USA, odiaras saber lo que se.
– ¿Qué sabes?
El mexicano se vio interrumpido cuando esas alas se abrieron. Como un hermoso querubín, alzó vuelo para llamar la atención de todos en esa sala. ONU era demasiado hermoso y único, un ángel en vida por completo, eso era, así se le había representado al gran líder de las naciones.
– El joven country ha llegado a este lugar, por favor, todos caminen a la siguiente puerta, donde haremos su reconocimiento.
Todos pasaron sin quejarse, donde el americano tomó asiento a lado del mexicano, quien comenzó a mirar la puerta esperando a que entrara. Porque en el fondo, muy en el fondo, tenía el deseo de verlo, tenía ese enorme deseo en verlo, ya que era como ver a su amor entrar por la puerta, pero, por otro lado, odiaba el hecho de que esa persona existiera. Entonces sucedió, apenas acabaron todos de tomar asiento, esas puertas se abrieron, para revelar a la persona que acababa de entrar. Llevaba un traje negro, todo negro por completo, con su cabello peinado y suelto que resbalaba por sus hombros. La ONU lo saludó cordialmente y le permitió el paso al estrado, para que este pudiera dirigirse a las demás naciones.
Pero, nada era como se había planeado.
USA se levantó de su asiento mirando al hombre que acababa de entrar. Incrédulo de lo que veía, al igual que España, Inglaterra y Francia. El mexicano solo desvió la mirada mientras todo estaba en silencio, hasta que esa persona habló.
– Hola, buenos días, perdonen el atrevimiento que me di en llamarlos a todos. Pero, después de una plática directa con ONU, creo que era lo correcto, al final, soy el país más grande a comparación de todos ustedes, y era mejor que me conocieran en persona que en una simple videollamada. Me hago presente ante ustedes como Rusia, nombre completo, Federación de Rusia, nombre correctamente escrito, Россия, romanización Rossíya. Mis tierras son el equivalente a la novena parte de la extensión de tierra del planeta, soy un hijo de Pangea como ustedes. Debido a mi gran extensión, no pertenezco a un continente, sino a dos, soy europeo y asiático. Así que soy un euroasiático. Tengo grandes recursos, tengo gran terreno en la minería y en el desarrollo aeroespacial. Soy rico en conocimiento militar al igual que en la creación de armas. Además de ser una superpotencia energética. También poseo las mayores reservas de recursos forestales y la cuarta parte del agua dulce sin congelar del mundo. Y sin querer extender mi currículum frente a ustedes, también soy una potencia en las artes y deporte... – los ojos violetas quedaron clavados en ese momento en un tricolor que se negaba a mirarle. – Además soy como una caja de música, llena de sorpresas y belleza una vez que la abres. Pero es suficiente de mí, así que simplemente digo, un placer.
– ¿Eres hijo de URSS? – preguntó de golpe el inglés levantándose. – ¿Eres hijo de sangre de URSS?
– ... si. – sonrió el ruso. – Cuando era pequeño, no tenía un nombre country porque no podía vivir sin los colores de mi padre, pero, a su muerte, me hice fuerte y sorprendentemente no desaparecí. Señor UK, tranquilo, responderé todas sus dudas cuando sea el momento, ¿Qué tal a la hora del té?
"Por dios UK, sigues creyéndote la gran mierda siempre, las cosas a veces son más de dejar ir y dejar vivir, un día una de tus colonias va a revelarse y te hará pedazos, y yo estaré allí para reírme, es más, te explico cómo lo harán, ¿Qué tal si lo hablamos a la hora del té?"
El inglés se dejó caer en su silla para comenzar a beber un poco de agua, mientras el español apretaba los puños mirándolo.
– ¿Alguna otra duda?
– ¿Es acaso esto una broma? – dijo el español mirándolo. – ¿Es una maldita broma?
– ¿Disculpe?
– Superpotencia, grandes tierras, ese violeta en tus ojos, ese cabello, ese rostro. Esa jodida sonrisa suave, como si controlaras todo. Se suponía que habías muerto como lo hicimos todos nosotros...
– ¿Eh? – el ruso soltó por supuesto una sonrisa, que todos la tomaron con inocencia, menos el español. – No lo comprendo señor España.
"Me interesa tu hijo, Nueva España, dijiste que es bueno en la música, me gustaría que me lo prestaras un día, te pagaré con lo que quieras, dime, ¿Qué es lo que quieres Imperio? ¿Qué deseas de mi para poder escuchar a tu Nueva España tocar para mí?"
– Orden. – dijo la ONU. – He revisado los antecedentes de Rusia, es hijo de URSS. Sus papeles y su gente así lo ven. Se que tienen miedo de una posible reencarnación de Imperio Ruso, pero, Rusia salió negativo a tener una relación con él. El parecido puede ser simple genética rusa. Así como URSS no era una reencarnación de Imperio Ruso, Rusia tampoco lo es. Los exámenes no mienten.
Por supuesto que ONU tuvo que presentar las pruebas. Y cuando no había nada, a los demás solo les bastó con resignarse. Pero, había alguien que no iba a darse por vencido del todo. Acabada la firma y ser reconocido como país, el ruso armó una fiesta, donde todos estuvieron invitados. La música, la bebida, las sonrisas se presentaban de una y otra forma, pero, lo que llamaba más la atención en ese lugar, era ese hombre. Parecía que habían retrocedido años, porque como siempre, el ruso se llevaba las miradas y suspiros, esa habla gentil, ese porte, ese deseo por la sangre rusa en todas iba en aumento.
El mexicano por su parte, se aisló en el bar, simplemente mirando las botellas mientras el cantinero servía las ordenes, y le rellenaban la bebida cada tanto.
– Es el infierno... – suspiró el mexicano dejando caer su frente con el bar. Hasta que escuchó una voz gruesa y suave hablarle.
– Señor México, pensé que estaría celebrando con sus hermanos.
Esa voz.
Apenas volteo, vio el cabello rubio y unos ojos azules potentes, esos colores, esos lentes que enmarcan perfecto su rostro, donde había visto tal sonrisa...
– ¿Alemania? No mames wey creciste un chingo, te recuerdo de morrillo... – dijo el mexicano soltándole una sonrisa.
– ¿Es así? – rio. – Gracias por recordarme señor México, y así es, ya he crecido. ¿Cómo esta?
– Wey tú tutéame, no me digas señor, solo dime México. – sonrió el latino dándole un abrazo.
La platica se había tornado amistosa, el mexicano parecía al fin relajarse con el alemán, así que, ante los ojos del norteamericano, no había porque intervenir en ello. Esto le dio un suspiro de alivio, porque él ahora tenía los ojos puestos en aquel hombre que no dejaba de estar rodeado. Tenía que hablar con él, tenía que hacerlo...
– Con permiso, Hey Rusia... – fue lo primero que dijo, con seguridad, pero cuando esos ojos violetas se postraron en él, sintió sus piernas temblar. – ¿Podemos hablar en privado? Son negocios...
– Claro. – sonrió el ruso.
El americano caminaba con él, nervioso de tropezar, sabiendo que ese hombre lo venía siguiendo. Mientras tanto, Rusia, solo podía sonreír, Trece Colonias se había convertido en alguien grande, fuerte, valiente y único. Estaba muy feliz, además, era alguien atractivo y único a su manera. Cuando ambos entraron en una sala, el americano volteó a verle y acabo por abrazarle de golpe. Había dejado de ser ese chico todopoderoso para ser de nuevo una colonia aferrándose al ruso.
– ¿América?
– Se que no tienes relación con él, pero... eres lo más parecido a un hijo de él, entonces... – el americano acabó rojo carmesí abrazándole más. Y el ruso solo podía quedarse quieto viéndolo. – Le prometí que me haría amigo de su hijo. Así que, ¿Podemos conocernos mejor?
– Eres adorable... – sonrió el ruso acariciándole dulcemente el cabello al americano.
"Trece colonias, si llego a tener un hijo, por favor, se su amigo..."
– Rusia...
– ¿Hm? – el ruso le dio una suave caricia en la mejilla, y el americano ni siquiera lo pensó, solo fue directo a sus labios.
El ruso se quedó en shock al sentir el contacto.
No era como si fuera la primera vez que trece colonias hacia esto, pero si, la primera vez donde él había vuelto y el americano había dejado de ser una colonia. El amante de la libertad siguió el beso, a lo que el ruso correspondió sujetándole la cintura. Podría haber sido cualquier cosa, un arranque de pasión, un deseo por besar a alguien de su pasado, o el hecho a que USA era lo más cercano a México que podía tener.
– hn... para. – dijo el ruso acariciando la cintura y cadera del americano. – ah, creo que es mejor volver. Acepto ser tu amigo, dejemos esto aquí...
– Voy a acabar por conquistarte. – dijo el americano. – Y que me muestres, que se esconde realmente detrás de esos ojos violetas. No me creo los exámenes de ONU, hay algo más, URSS guardaba muchos secretos, uno de ellos eras tú. Un country sin nombre... no me fio de cualquier ruso, así que, cuando te haga caer a mis pies y te derritas por mí, espero me digas la verdad de todo.
– ¿Y cuál es la verdad que quieres escuchar? – preguntó el ruso, realmente atraído por ese descaro de la ex colonia.
– Que eres descendiente de él. Tienes... acaso... ¿Sangre Románov en ti?
Rusia frunció el ceño, a lo que el americano sonrió.
– Todos los Románov fueron asesinados...
– Eso pensaba cuando vi a URSS, cabello rubio, ojos dorados... ni una gota de Romanov en él. Pero, tú... cabello gris, ojos violetas. El sello de la sangre Romanov es ese pequeño destello violeta en los ojos y ese cabello casi blanco. Imperio Ruso tenía ojos grises con un poco de Violeta, los tuyos son violeta completo. ¿Seguro que no hay nada de sangre real en ti?
– Puede ser solo genética como menciono ONU.
– Puede ser... – dijo el americano acariciándole el pecho. – O puede ser que me estés mintiendo a la cara... Sea como sea, lo sabré cuando te esté montando sin control y en medio del orgasmo me digas la verdad sobre ti... Rusia.
Eso era como una declaración de guerra, el americano no bromeaba en absoluto. Acabó por caminar a la puerta, pero antes de retirarse, volteó a mirar al ruso.
– Los copos de nieve en tu cabello, reflejan muchas cosas Rusia. Con permiso.
El ruso acabó por suspirar cuando el americano se retiró. Ya que había dado un punto, ¿Por qué conservaba el cabello y los ojos? Lo entendía de España ya que aún existe su familia real, lo entendía por supuesto igual de UK, pero ¿Él? Todos los Romanov habían muerto, ¿Por qué seguía conservando su sangre real entonces?
Sacudió su cabeza liberándose de ideas tontas, y acabo por salir para seguir disfrutando la fiesta.
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En el pasillo, se encontró con el alemán quien no le quito la vista de encima, donde al final, ambos se sonrieron y corrieron el uno al otro para abrazarse, había ansiado ese abrazo por mucho tiempo, quería ver a su viejo amigo, quería verlo. Cuando era un niño, y nadie sabía de su existencia, por error, el joven alemán había entrado a la sección donde ellos estaban, así que ambos se conocían desde niños, claro que, Alemania había mantenido el secreto de su existencia hasta ahora.
– Iván, dios estas aquí finalmente. – dijo abrazándose de él. – No vuelvas al anonimato, es aburrido sin ti.
– Ya soy Rusia, podemos estar juntos, te invito a quedarte conmigo esta noche.
– ¿Enserio?
– Enserio, por ahora, solo vamos, tengo algo que decirles a todos.
Y así regresaron, entre risas y viejas historias de cuando eran más jóvenes. Y fue cuando el salón para el ruso se detuvo en el tiempo. El mexicano estaba riendo en la pista de baile, platicando con sus hermanos y dando unos cuantos pasos mientras comentaba algo. En el fondo, el ruso quería ir allí, sujetar su cintura, susurrarle quien era, y pasar todo el día bailando a su lado. ¿Qué tan enamorado tiene que estar de México para que este lo acepte?
– Rusia, dijiste que eras un virtuoso en la música, allí hay un piano, tócanos algo. – dijo el francés a lo que el ruso dio una gentil sonrisa asintiendo.
El ruso al sentarse, solo pudo recordar una canción.
– Hay una canción que mi padre solía ponerme para dormir. Una canción encapsulada en una caja de música. No tiene letra, pero creo que he conseguido ponerle una, así que, se las cantaré a ustedes. Por favor, escuchen atentos...
Sonrió para sí mismo al ver las teclas, y comenzó a tocar la melodía, su melodía, aquella que se pierde en diciembre, aquella melancólica y dolorosa, aquella que refleja su corazón al ser abierto de par en par, donde el único que podría entrar...
Fue una bofetada lo que lo hizo parar sus manos.
El ruso volteó para ver al mexicano a un lado, entre furioso y triste, tal vez con coraje de tristeza o de ira, mirándole, con esos ojos a punto de llorar. No le había dolido la bofetada, o que lo hubiera hecho frente a todos los country, lo que le dolía era ver el dolor encapsulado en los ojos del latino. Eso le partió el alma, su dulce México estaba sufriendo...
– Por favor no toques esa canción... – dijo con la voz rota. – Lo lamento, con permiso.
El español negó con la cabeza a punto de ir tras el mexicano. Pero, detuvo su andar cuando vio al ruso levantarse e ir tras él. Los hermanos soviéticos decidieron calmar las aguas y seguir con la celebración en lo que su hermano volvía, pero, en el fondo, esa rivalidad por la atención de México, seguía allí...
El ruso corrió por los pasillos hasta encontrarlo. Miró como el mexicano se regañaba a sí mismo y limpiaba sus lágrimas. Le miró tratando de no arruinar su ropa, cosa que le pareció adorable, seguía teniendo ese mismo gesto desde que era una colonia. Evitar que las lágrimas cayeran en la ropa. Y fue cuando se dio cuenta que el estado de vulnerabilidad de México le encantaba, no porque quisiera aprovecharse, sino, porque había algo hermoso en su fragilidad. Mostraba una faceta que nunca deja ver. El ruso sonrió, la belleza en la fortaleza y debilidad de México siempre le sorprendieron, lo volvía a enamorar incluso con sus errores.
– México, toma. – dijo el ruso, sacando un pañuelo de su traje, regalándoselo. – Es bueno siempre usar uno, sirven para regalarlo a una persona que lo necesite.
– ... perdón wey. – dijo el mexicano tomándolo y limpiándose. – No quería golpearte, solo que, no sé si sabes quién compuso esa melodía, pero, no podía escucharla, me traía malos recuerdos y, no soportaba que alguien más la tocara. Estoy actuando tan mal hoy... es que no soporto que tú o alguien de tu familia tan siquiera toque algo de él.
– ¿De Imperio Ruso?
– Si. – respondió el mexicano. – Mira, te odio, pero somos compañeros, al fin y al cabo. Trabajaremos juntos, así que, al menos intentemos una relación cordial.
– Suena bien. – respondió el ruso. – Empecemos de nuevo, México, es un placer conocerte, soy Rusia y me encantaría tener relaciones... cordiales contigo. – por supuesto que el ruso se divertía con el juego de palabras.
– Pendejo, no me hables con doble sentido, yo estaba allí cuando se inventó. – respondió el mexicano arqueando una ceja. – Ya te dejé tu pañuelo bien moqueado.
– Es un regalo, puedes conservarlo. – dijo el ruso sujetándole el mentón. – y cuando caiga de nuevo una lagrima por tus mejillas puedas limpiarla fácilmente.
"Cualquier cosa que proviene de ti me fascina, incluso tus lagrimas recorriendo tus mejillas, odio el dolor que te causan, pero me gusta admirar la belleza de tu lado vulnerable. Y como esta se renueva cuando te rodeo con mis brazos, mi amado Nueva España..."
El mexicano enrojeció devolviendo el pañuelo en el bolsillo del ruso. Dejando a este confundido.
– No te me acerques escuincle pendejo. – dijo el latino a lo que el ruso se confundió aún más. – Solo déjame solo.
Era miedo.
México tenía miedo de estar cerca de Rusia. Tenía miedo de sentir ese enamoramiento, porque eran tan iguales sus acciones a las de Imperio, que tenía tanto miedo de enamorarse de su verdugo, de amar a alguien más que no fuera Imperio. Había algo que dejar claro, él sabía que amaría en un futuro a un country, y viviría feliz, pero, nunca sería con la intensidad con la que amaba hasta el fin de los tiempos a Imperio. El problema radicaba en que, solo un simple gesto del ruso, lo hacía sentir como si fuera su imperio de nuevo... y se repudiaba de amar a un imitador.
El miedo y la fidelidad al amor hacia un imperio, le cegaban y enfurecía, estando a la defensiva en todo momento.
– Basta, por favor, deja de odiarme... déjame explicarte que pasó ese día. – dijo el ruso sosteniéndolo de los brazos. – México, escucha lo que tengo que decir...
– ¡Suéltame puto poste! – gritó el mexicano zafándose del agarre y después empujar al más alto. – ¡no te me...
Y el tiempo se congeló de golpe.
Los labios del ruso estaban sobre los del mexicano. Besándole con tanta pasión que el latino se quedó en shock sintiendo ese placer al besar, sintiendo tantas emociones. Acabó por enredar sus manos en el cabello del contrario, ¿Qué era este sentimiento? ¿Por qué sentía que había besado al ruso antes?
– hn....
– hn... únete a mi México, estemos juntos siempre, solo uno....
– Hn... Imperio... – gimió el mexicano, y apenas se escuchó, empujo lejos al ruso de él. – ...
– ¿Qué pasa? – decía al ruso lamiendo sus labios, probar de nuevo ese dulce sabor, el sabor que solo el amor de su vida podría darle.
– No sé si es otro juego esto... – dijo el mexicano. – Tal vez solo, usas cosas a tu favor. Sabes que amaba a imperio ruso y me besas luciendo igual que él, ¿Acaso me quieres enredar de nuevo en tus manos para destruirme? ¿Qué es? ¿Quieres mis tierras ahora que eres un country enorme?
– México, estas sobre pensando las cosas, si te bese es porque te he amado desde que era un niño, y no tuve oportunidad de decírtelo, pero te amo México, eres el único... siempre serás el único.
– No voy a caer por un jodido soviético de nuevo, no después de lo que me hicieron.
– Por favor, solo escucha, solo...
A decir verdad, el ruso no esperaba tal fuerza del latino. Que ese golpe no era para noquearlo, pero lo hizo. Cuando abrió los ojos de nuevo, el alemán le estaba poniendo un paño en la frente, y fue allí cuando sus miradas se cruzaron.
– No sé qué hacías tirado a mitad del pasillo, pero hombre, que golpe te dieron para noquearte así. – dijo el alemán. – Me tomé la libertad de tomar una de tus pijamas prestadas.
– ¿Qué hago aquí? ¿Qué pasó?
– No sé quién te noqueó, pero no me gustaría estar en una pelea de box con él. Terminamos la fiesta, todos volvieron al hotel, menos tu y yo, ya que me invitaste a quedarme.
– Hmm... ¿Quieres cenar? – dijo el ruso a lo que el alemán rio.
– ¿No me contarás?
– No era nada importante. – respondió el ruso viéndolo. – ¿Qué?
– Nada, solo pensaba que deberíamos cenar...
Fue una cena simple, comer botanas y hablar de diferentes cosas, hablar de su infancia, o en el caso del ruso, su segunda infancia. Había veces en las que quería decirle al alemán quien era, quería decirle, "Hey, conozco a toda tu ascendencia, y tú eres el que me cae mejor." realmente pensaba o quería hacerlo, pero, se volvería un problema si alguien más sabe quién es. Al final, la Rusia que es ahora, odia a la monarquía, si había un solo indicio que los humanos pudieran detectar, de que Imperio seguía teniendo la corona, solo uno, podría costarle su vida de nuevo.
Era mejor no arriesgarse.
Así que se dejó llevar por la plática, donde ambos comenzaron a reír por cosas sin sentido, como buenos amigos reencontrándose después de un tiempo. Hasta entrada la noche, donde el ruso guio al alemán a una habitación de huéspedes, y le deseo un buen descanso, no se esperó lo que venía después.
– Rusia, hagámoslo. – dijo el joven alemán haciendo que el ruso arqueara una ceja.
– ¿Eh?
– ¿No quieres? Digo, Eres virgen, ¿no? Te tuvieron encerrado toda tu vida, y al fin eres un country reconocido. Yo la verdad solo quiero jugar, así que, hagámoslo... Estoy harto de escuchar a UK decir que tal vez seamos una generación moderna pero que somos muy monógamos en el sexo. Decía que cuando eran Imperios solían acostarse con quien fuera, y tenían orgias en no sé, ¿Egipto?
– Grecia. – respondió el ruso a lo que el alemán le miró. – ... me lo comentó mi padre.
– Oh, bueno, entonces sabes de lo que hablo. Como decía, estoy harto de escucharlos hablar, a él, a Francia, a España, a Italia, dios, todos rodeándome y diciéndome niño. Así que estar jugando contigo me aliviaría mucho el estrés.
– ... no se cuánto puedo complacerte, si soy virgen. – respondió el ruso mirando al alemán.
– ¿Quién dijo que serias el de arriba?
– ¿Quién dijo que aceptaría ser tu puta?
Y las miradas se cruzaron para después ambos soltar una enorme risa.
El alemán acabó por levantarse y caminar con el ruso, besándole los labios dulcemente y dar suaves besos al cuello, pecho y torso, aun por encima de la ropa, hasta quedar de rodillas ante el ruso. El alemán desató el cinturón y pantalones del ex soviético y con un simple tirón a sus boxers, libero el miembro del amante de música.
– Al parecer si es proporcional el tamaño a tu extensión territorial...
– Alemania no...hn... mierda.
Así había sido su primera noche con el alemán.
Las siguientes las consideraba un juego, Alemania para él era demasiado joven, jugar con un niño, donde le daba el placer que buscaba, y lo ayudaba a escapar de la realidad. Claro, siempre en Moscú, no podía hacer algo así como tocar otra piel que no fuera la latina en San Petersburgo. Era un juego inocente, donde su cuerpo joven disfrutaba del placer carnal que el alemán podía darle, y su mente, ideaba algunas cosas para tener más relación con el gobierno mexicano, pero sin éxito.
A veces pedía consejos al alemán, que tenía buena relación con el latino, a lo que este comentaba dichos acuerdos que tenía con el mexicano. Decía que México era uno de los mejores country con quien trabajar, sus humanos eran trabajadores y listos, además su nivel en desarrollo de ingeniería automotriz estaba en un alto rango. El alemán cuando se le preguntaba podía hablar horas y horas del mexicano, cosa que el ruso disfrutaba.
Disfrutaba saber de México, escuchar como esta, escuchar si había sonreído hace un mes, hace una semana o hace un día, disfrutar la música de su pueblo, mirar el avance en su cultura y tradición, escuchar la jerga mexicana, incluso el mismo había adoptado el "ahorita" para usarlo con San Petersburgo, cada vez que este le mandaba a terminar su trabajo.
Si, poco a poco se había embriagado tanto de México que su deseo por él se hacía cada vez más grande. El deseo no era sexual, aunque claro no se negaría si se diera, sino, era más el deseo de un momento. Uno más de los muchos que recolectó anteriormente, uno donde el mexicano mirara sus ojos sin temor o ira, y solo le regalara una sonrisa sincera, anhelaba eso, anhelaba que se la diera y él pudiera cantarle el final de su canción, y si fuera mucho pedir, escuchar esa melodía de nuevo...
La había encontrado por casualidad, mientras curioseaba entre la música del mexicano, una canción que recordaba. Solo una.
Pasaste a mi lado
Con gran indiferencia
Tus ojos ni siquiera
Voltearon hacia mí
El ruso no se dio cuenta cuantas lagrimas se habían derramado de sus ojos, no lo sintió, solo podía estar mirando por su ventana, mirando como aquella vez en el lecho de su muerte, sintiendo al mexicano abrazándolo mientras él veía como la nieve se volvía más calma y blanquecina, como si poco a poco estuviera formándose un manto que lo llevaría a su nueva vida.
Y sin embargo sigues
Unida a mi existencia
Y si vivo cien años
Cien años pienso en ti
– Te amo... – susurró para sí, abrazándose a sí mismo, entendiendo una cosa. Tal vez había ganado otra oportunidad, tal vez había ganado un cuerpo más joven, y una vitalidad más grande. Pero faltaba el corazón que le daba vida a su misera alma. – México...
El ruso se levantó de su escritorio, topándose con Petersburgo que iba a entrar a su oficina.
– Padre, ¿A dónde vas? Vine a decirte que Alemania está de visita.
– ¿Lo dejaste entrar a mi palacio?
– Bueno, supo que estabas aquí así que vino. – respondió su antigua capital mirándole. – ¿Pasa algo?
– Ya no aguanto, tengo que ir por México ya... lo necesito aquí, conmigo, disfrutando la belleza que representas Pete, disfrutando a mi amor fugaz como debería hacerlo, no puedo esperar más, tengo que ganarme su corazón ya.
El ruso estaba decidido, corriendo por los pasillos seguido por su hijo, hasta que se topó al alemán quien lo saludo dándole una media sonrisa.
– ¿A dónde vas? – dijo este último mirándole. – Acabo de llegar y te vas....
– Lo lamento, quédate en Moscú el tiempo que quieras, tengo que visitar América e ir con México.
– ¿México? Oh, puedes decirme a mí, yo igual iré en unos días.
– Es algo personal, no sé si sería correcto. Ahora voy a mi embajada a conseguir el permiso para ir.
– México y yo estamos saliendo, así que está bien, si quieres le digo que te deje entrar. ¿Quieres que hable con él?
Petersburgo acabo por ponerle la ushanka al ruso, haciendo creer al alemán que era un gesto, como cuando le das una sombrilla a alguien que va a salir con lluvia, en este caso el ruso iba a salir a la nieve. Pero por supuesto era para que nadie viera ese cabello congelarse. Un leve golpecito en la espalda por parte de Petersburgo hizo que el ruso reaccionara dándole una suave sonrisa al alemán, conteniendo sus emociones.
– No sabía que estaban saliendo... dios, vienes a acostarte conmigo y salen, ¿No crees que eso está mal? – dijo el ruso tratando de parecer lo más relajado posible.
– Lo sé, por eso no he venido desde hace meses aquí. Pensé que te estarías preguntando por mi así que vengo a decírtelo, ya no puedo seguir tonteando contigo, me gusta México y me gusta la relación que tenemos, así que, solo olvidemos esa parte y regresemos a ser amigos como siempre.
– Claro, de eso no te preocupes. – respondió el ruso sacudiendo el cabello del alemán dulcemente. – Tengo que... ir primero a Moscú, así que... lamento si no puedo recibirte hoy. Gracias por ofrecer tu ayuda con el gobierno mexicano, me pondré en contacto contigo cuando acabe las cosas en Moscú. ¿Te parece bien?
– Si claro, entonces no robo más tu tiempo, regresaré a mi hotel. Con permiso, por cierto, el invierno está azotando mucho en tus tierras, baja la intensidad un poco.
– Lo tendré en cuenta. – respondió el ruso, y fue hasta que el alemán subió a su vehículo y se marchó, que el ruso cayó de rodillas en el piso.
– ¿Padre?
– Fue muy tarde... – y con dolor cubrió su rostro sin decir nada más por ese día.
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El invierno prematuro en Rusia estaba causando estragos, los niveles de nieve estaban muy por encima de lo normal, cosa que estaba preocupando a los humanos. No había visto tal nieve en años, cosa que Petersburgo sabía, la última vez que hubo nieve en esta magnitud fue cuando el imperio sollozó la muerte de su adorada Lena al haberla asesinado por su monarquía. Ahora, solo podía ver a su padre recostado en el suelo, viendo una caja musical con una bailarina danzando suavemente una canción de ballet encapsulada en esa caja de música.
– ¿Padre?
– Debí decirle desde el inicio. – dijo el ruso sin apartar su mirada de la muñeca. – Pero, que egoísta fui, quería que se enamorara de mí de nuevo, que amara a este Rusia, que ególatra, que idiota. Quería que mi hermoso corazón se enamorara de mi nueva versión, y me amara como soy actualmente para al final revelarle que sigo siendo aquel loco enamorado que le mandaba cartas sin parar, esperando que esos sentimientos atravesaran el mar y pudieran llegarle como una suave brisa en sus mejillas... fue estúpido esperar, fue estúpido tontear con Alemania, ahora... por distracción ama a un nuevo amante, y yo... sigo siendo odiado, y sigo amándolo, el karma hace un trabajo bueno, los Románov no merecen felicidad después de las atrocidades que hicieron.
– Padre, por favor...
– Soy Iván Románov, creación de la primera monarquía en estas tierras, testigo del dolor y sufrimiento de toda la gente rusa, donde vio como sus creadores fueron asesinados sin más, y yo morí con ellos, pero... tengo la maldita sangre Romanov en mí, no es como si pudiera huir, del destino... tal vez URSS tenía razón, la única salvación en Rusia es eliminar a la monarquía y .... Aún queda un Románov por asesinar. Pete... Si soy el ultimo Románov, tal vez debería matarme y dejar que un verdadero Rusia viva.
– Padre, no eres el único Románov. – dijo la vieja capital acercándose al hombre que ahora le miraba confundido. – La razón por la que pudiste conservar tus memorias, y la razón por la que yo nunca deje que URSS pisara San Petersburgo, es simple... Necesitaba que un Romanov viviera para que tu pudieras resurgir. Veras, los country viven de sus creadores, los humanos, en tu caso, la familia Romanov creo la monarquía, por así decirlo, donde naciste tú. Cuando URSS mando a matar a todos, a las duquesas, al zar, supe que nada sería igual y que tu morirías, así que logré salvar a un miembro. Rompí las reglas primarias de nuestra sociedad, ingresé al mundo humano...
– Petersburgo...
– Fui cauteloso. Había alguien de la familia que no bajo al sótano, la joven duquesa...
– Anastasia.
– La tomé, y la alejé de todos, cambié nombre, identidad, como era percibida. Tuve que esconderla de URSS cuando este revisó meticulosamente mis tierras, pero, logre que sobreviviera. Así que, la razón por la que volviste, fue porque Anastasia estaba viva. Y ella tuvo un hijo, y este tuvo hijos, así... La familia Románov está protegida y oculta, al igual que todos sus descendientes. Padre, puedes volver a ser un imperio, si algún día ellos quisieran pelear por poner una corona a toda Rusia. Al final, sabes que San Petersburgo, yo, siempre estaré del lado donde tu estés, el corazón de Rusia.
El ruso no dijo nada, solo miraba a su hijo sin soltar ni siquiera un gesto.
– Pete, no arriesgues tu integridad por buscar mi salvación. – fue lo único que dijo, besándole la frente. – Mi único decreto como monarca es, que selles tus labios y olvides que existen los Románov. No pienso volver a ponerme una corona en la cabeza. Ser un imperio corrompe, las coronas de oro susurran ambición y poder, hasta el punto donde la corrupción te consume como el óxido al metal. Tengo que asegurarme que esta información este bien protegida, si alguien con buena tecnología y equipo de espionaje se entera que los Románov siguen con vida, y peor aún, deja esta información en el mundo humano. Perderé el control sobre ellos y...
– Nacerá alguien como URSS de nuevo, un nuevo mandato deseado por la gente que dará un contrincante al country por sus tierras.
– Exacto. Nadie debe saber que soy Imperio, ahora es doblemente importante esconder la información. Gracias por decirme, yo...
– Padre, si nadie debe de saberlo, entonces... ¿Renunciaras a México?
El ruso se quedó en blanco.
Su nación, dejar de ser un country, o ir y contarle todo al mexicano recibiendo su amor. Rusia estaba en una enorme encrucijada, no solo era una revolución la que provocaría la noticia, sino, guerra y guerra interna donde sus humanos morirían, su economía caería, él se debilitaría, alguien tomaría su lugar y al final moriría. Pero podría disfrutar esos últimos momentos a lado del mexicano, de nuevo...
¿Qué hacer?
– Padre... – y tuvo su respuesta cuando los ojos de Petersburgo lagrimeaban. El corazón de un country puede ser destrozado, porque su ser está destinado a eso, su único deber es proteger su nación y humanos, era egoísta de su parte solo pensar en lo que su corazón quería.
– Nadie lo sabrá, estaremos bien Pete, solo...
Las campanas de San Petersburgo sonaron, mientras el ruso escucho el gritó de Ana en el pasillo. Se levantó de golpe corriendo, buscando salvar a su maid, cuando lo vio. Allí, sujetando a la chica, acompañado de CIA y FBI, con papeles en la mano y dándole una sonrisa grande al ruso.
– Hola Imperio, sigues siendo tan sensual como siempre... ¿Listo para hacer esos negocios que hablamos?
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Aclaraciones:
- Pues esto es un recuerdo, pero Imperio volvió (?)
- Aquí ya di razones por las cual Rusia no quiere mencionar que es Imperio. La principal es que, si los demás se enteran de que es Imperio, sabrán que aun hay sangre Romanov en Rusia, y esta información es jodidamente importante. Los rusos no quieren de nuevo una monarquía, y los Romanov son dueños de muchos lugares, si se llegaran a enterar y los Romanov pelearan junto a sus seguidores, harían una guerrilla interna que seguramente ganarían los Romanov, pero, pasaría lo mismo que pasó antes. La gente comenzaría a formar organizaciones pequeñas hasta crear alguien parecido a URSS que mataría de nuevo a Rusia, Petersburgo a mantenido el secreto, y nadie se había interesado por ello, hasta ahora. Nadie había visto el parecido de Rusia a Imperio, cosa que USA sospecho de golpe, y como Petesburgo no es un genio en tecnología, pues, no pudo esconder super bien los archivos confidenciales.
- En la siguiente parte se habla del arco de USA. Y más sobre la relación con rusia, porque recuerden que esos dos fueron pareja.
- Pete, cuando le dicen asi, lo pronuncian como si estuvieran diciendo (Pitt, como Brad Pitt)
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