PUNTO DE QUIEBRE - 6
Capítulo 6
Una vez en diciembre – Parte 1
Hay algunas cosas que nunca cambian, una de ellas son las personas que siguen siendo lo mismo que antes.
Mi padre solía decir que en este mundo solo éramos un juego de dioses, en donde nosotros simplemente éramos el plato fuerte que trataba de escapar de las garras sangrientas de aquellos dioses, que estaban dispuestos a consumirnos sin medida. Solía bromear con esto, porque era un niño, y un niño no les teme a los monstruos. Estaba siendo entrenado para convertirme en un fantástico guerrero, donde protegería las tierras y haría un imperio muchísimo más grande que el de mi padre Azteca.
Tenía incluso un horario, donde repasaba mis conocimientos, mis entrenamientos y tiempos libres para reflexionar y tener algo de filosofía en mi vida y tranquilidad. Incluso, en mis momentos de paz, donde podía escuchar el canto del quetzal en aquel claro entre los árboles, era cuando decidía mirar a mis humanos.
Mis humanos eran curiosos, su piel morena, sus vestimentas parecidas a las mías, su ciudad que son mis entrañas, todo, mis humanos eran listos, eran fuertes, eran únicos. Padre se enorgullecía de ellos, creaban para bien, nunca para mal, eran uno con la naturaleza. Donde niños jugaban con jaguares, donde había maravillosos quetzales, donde las estrellas iluminaban su noche. Que hermoso, que hermosa era mi gente.
Hasta ese día.
Ese maldito día.
Padre me estaba mostrando su penacho, y yo admiraba sus colores, padre me dijo que pronto estaría en mi cabeza, y tendría que tomar el mando de todo. Aun recuerdo sus palabras.
– Algún día, todo será tuyo, y es tu deber guiarlos. Se que te será difícil comprender, pero deja que tu alma guie tu mente. No se trata de ser superior a la naturaleza, se trata de adaptarse. Nunca tomes más, nunca de menos, se dichoso con la bendición de la madre tierra, se humilde ante la victoria, se fuerte ante la adversidad y siéntete en paz ante la derrota. No destruyas lo que has logrado por un simple capricho de poder.
Probablemente esas palabras se debieron quedar en mi cabeza.
Pero no lo hicieron, era un simple chiquillo de 10 años. Y padre era un hombre sabio, con esa cabellera negra y larga, con ese cuerpo de guerrero, con esos ojos que esconden galaxias, con todos los dioses tatuados en su piel, con la marca de los que se fueron que ahora protegen su ser. Padre era hermoso, era atractivo y único, padre era el gran imperio Azteca.
Un imperio que pereció.
Lo supe al ver esos barcos, y lo supe al ver el rostro de mi padre. Mas cuando vi a aquel hombre bajar. Un hombre rubio, con ojos azules y con una sonrisa que me daba a entender que nunca había usado un cepillo dental en su vida. Además, el olor intoxicaba mi respirar, pero a padre le fascinó. Padre estaba embobado con ese hombre, padre acabó enamorándose de un tipo que no debería. Los primeros días, supe que estábamos condenados, padre le presentó a todos la llegada de ese tipo, "Imperio Español".
Y ambos comenzaron a hacerse cercanos, pero, yo solo podía mirar a nuestros humanos, que extrañamente comenzaban a enfermar, y nuestro más fuerte guerrero, perecía ante cosas extrañas que nacían en su piel. Puntos rojos que los debilitaban y mataban. Traté de alertar a padre, quise hacerlo, así que me escabullí de la vigilada habitación que el señor España ahora tenía para mí, para correr e ir con mi padre, pero...
– ¡AH! ¡Azteca!
Me horroricé al ver a mi padre fundiéndose con ese tipo. Besándole, haciéndolo suyo mientras se revolvían entre las sábanas. Me molesté al saber que el estúpido cuerpo de España estaba siendo tomado en la habitación de mi padre. Padre había roto su regla, había tenido sexo con alguien inferior, ¿Cómo se dejo tocar por alguien así? ¿Por qué estaba disfrutándolo a ese nivel? Padre, por favor, no te dejes cegar por unas piernas y palabras falsas de amor.
Derramé lágrimas cuando entendí, que padre había perdido su liderazgo.
El penacho de Quetzalcóatl ahora adornaba la cabeza de España, y padre era feliz viéndolo ponérselo. Y fue entonces cuando ocurrió. Aquella mañana, donde padre volteo por primera vez a ver a los humanos y notó el desastre que aquella enfermedad que había traído España les había causado.
– ¿Qué es esto? ¿¡Que les has hecho!? – gritó enfurecido padre mirando a España. – ¡Los estás matando!
– Corrección mi amigo, se están muriendo solos. Mira Azteca, hay algo que tienes que comprender tío. Ser el numero uno te genera una infinidad de enemigos. Enemigos que por supuesto tenias sometidos, pero ahora, con tu ejército muriendo, ellos han decidido acabar contigo. ¡Llamadlo karma! – sonrió el imperio mirando a padre, para después desenvainar su espalda. – llamadlo como quieras, pero esta ciudad, este paraíso, tiene que ser mío. No vuestro.
– ¿Qué?
– Oh Azteca, que excelente amante eres, nunca me había derretido de dicha forma en una cama como lo hice contigo, ese salvajismo, esa pasión al tomarme fue exquisita. Tu cuerpo y rostro, dios, pareces salido de fantasías hermano, incluso con tu piel morena de baja alcurnia me hiciste derretirme. Pero ha llegado el momento de dejar la pasión y los deseos de lado. Ha llegado el momento de que mueras.
Padre en sus ojos reflejo un corazón roto, se había enamorado de alguien equivocado. No podía culparlo, el señor España sabia como conquistar corazones, pero nunca aprendió como conservarlos. Así que con el ultimo aliento de padre, él decidió pelear, y por supuesto, que aquellos guerreros aztecas vencieron en la pelea, pero, había un detalle importante, el corazón de padre no estaba dentro de él, el corazón de padre estaba dentro de mi... Porque la única forma de matar a padre era hacerme daño.
– Mira como acabo con tu pequeña escoria. – dijo el señor España al encontrarme escondido en el templo ceremonial, arriba de la gran pirámide, donde podría algún día tener el penacho y sonreírle a mi gente, aquel lugar bendito ahora... ahora...
– ¡Tajtsin! – grité con todas mis fuerzas, cubriéndome con mis brazos, esperando vivir.
– ¡México!
Y el tiempo se detuvo.
El tiempo se detuvo a mi alrededor, donde si miraba abajo, podía ver un sinfín de muerte, peleas entre ejércitos, peleas a morir. Y entonces, miré a mi frente, para ver el rostro de mi padre. Sus ojos me miraron, y una leve son risa se formó, mostrando un poco de aquellos hoyuelos que marcaban su rostro. Donde pude ver la pintura que adornaba su cuerpo caer, donde aquellas runas comenzaron a apagarse, y donde el charco de sangre debajo de él se hacia aun mas grande.
Jadeé en miedo mirando esa espada atravesarlo justo en el pecho. Yo pensaba en miles de soluciones para curarlo, una planta medicinal, vendas, elixir de heridas, algo, y padre, posiblemente padre solo quería llevarse con él, un ultimo recuerdo de mi rostro.
– México... todo... estará bien... – dijo. – Padre... te cuida...
Fue el 13 de agosto de 1521. Donde vi el cuerpo de padre sangrante, y lo vi siendo lanzado por Imperio español escaleras abajo, manchando con su sangre toda la pirámide hasta llegar destrozado al final.
Después de ello, ante mis ojos, donde vi a mi pueblo morir, fue donde caí en sus manos, y al mirar aquellos ojos rojos en Imperio Español, supe, que había una cosa que tenía que hacer. Había abandonado mi niñez atrás, y tenía que crecer de golpe, así que lo hice, porque al mirar a esos ojos, supe que mi única misión en la vida a partir de ese día seria sobrevivir, al precio que fuera.
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Todo el lugar estaba adornado mientras esos tres comían.
Ahora tenía 14 años, era Nueva España, e Imperio Español seguía siendo el mismo idiota de siempre. Nos hacían esperar atrás de ellos, mis "hermanos" y yo, junto a los hijos de Francia e Inglaterra mientras esos tres hijos de puta comían.
– Por dios Francia, que exquisitez has puesto en la mesa, que estoy que flipo, me ha encantado. Si no estuviera degustando este pato te besaría. – dijo Imperio, siguiendo su comer.
– Descuida España, sé que mi comida es exquisita, pero, puedes seguir alagándome en la habitación si deseas. – sonrió el hombre degustando sus alimentos.
– Pueden parar con sus propuestas sexuales, trato de degustar mis alimentos como dios manda. Además, que tengo cosas que hacer, y tenemos tratados que acordar. – sonrió el señor Inglaterra. – España, ¿Qué tengo que hacer para que me vendas a tu lindo Nueva España?
– Buen chiste, y todos decían que no tenias sentido del humor Inglaterra. – sonrió el español mirándole. – Mira pues, que cuando acabes tus asuntos con el pelmazo de aquí a lado mío, acepto una batalla contra ti. Pero aun no conquistas a Francia, así que déjame en paz. Además, estoy haciendo tratos con Portugal, el idiota se apodero de una parte que yo quería, así que no me vengas con mas problemas. – ahora, Rio de Plata, sirve el vino por favor.
Fruncí el ceño cuando vi a mi hermanastro caminar, Rio de Plata era lindo, tenía esa piel blanca como España, y tenía esa belleza en él, además de que Imperio Español nos obligaba a usar esos diminutos pantaloncillos y camisetas holgadas, enmarcando bien el área de la cintura y cadera solo para el goce de sus ojos pervertidos. Aun así, Rio de Plata permanecía fuerte, y comenzaba a llenar las copas de esos tres hombres. Joder, que éramos niños, ninguno quería estar allí, escuchando sus estúpidas pláticas y sus malditos modales, además que, lo que había pasado la última...
– ¡Padre! – no de nuevo... – Padre, me ha tocado. – gritó mi hermano rápidamente corriendo hacia Imperio.
– Por dios Inglaterra, deja de manosear a mi Rio de Plata. Que es mi hijo y de Italia, te vas a ganar unos golpes si mi "mujer" te ve tocándolo. Ya demasiados problemas tengo al acostarme con Portugal y tenerla a ella contenta, ahora tú, que me estas rompiendo los cojones. – dijo España, al menos actuando un poco decente, jalando a Rio de Plata con él.
– Tu niño es muy lindo. ¿Qué edad tiene? – preguntó el inglés, mirándolo.
– Quince. Es un año mas grande que Nueva España.
– Pues ya está en edad ¿No? – dijo el francés mirándolo. – No puedes tratar de protegerlos hasta que sean unos viejos España, deberías comenzar a juntarlos. Inglaterra esta interesado en Rio de Plata, ¿Qué mejor partido?
Apreté mis puños tratando de esconder mi enojo, mientras Rio de Plata se escondía detrás de la silla de España, y este solo sonreía ante los comentarios.
– Además que no es el único, tú sabes las ganas que le tiene Prusia a Nueva Extremadura. Dáselo, harás buenas alianzas y tus hijos tendrán dinero. Mira, que Inglaterra solo esta pidiendo un poco mas con Rio de Plata.
El español solo calló, y después ocurrió. Se levantó de su asiento y subió a Rio de Plata a la mesa, comenzando a desnudarlo mientras este forcejeaba queriendo huir. Noté su piel blanca, note esas marcas de sus verdaderos padres en él, tatuados en su piel, y note en sus lagrimas el miedo que sentía. Todos nos tensamos, ya fuera yo, mis hermanos, los hijos del inglés y del francés, al ver como trataban a Rio de Plata, donde no podíamos hacer nada en absoluto. Pero por supuesto que a España no le importaba nuestra opinión ni la de nadie más.
– Mira que es virgen. – dijo España, abriéndole las piernas a Rio de Plata. – Y tu crees que te lo daré solo porque me lo pides. Has una buena oferta y por escrito tío, a ver si me convences, porque no pienso dártelo al menos que sea por algo bueno. Que su culo rosado prefiero que se quede así que manchado por ti, por unos miseros tratados que no harán mi imperio más grande.
– ¿Qué quieres a cambio de su trasero? – sonrió el inglés. – Pero mira que lindo esta de allí abajo, rosado y virgen, ábrelo un poco para mí, quiero ver que tanto puede aguantar, después de ello, te daré una oferta.
– ¡Basta! – grité, pero por supuesto me arrepentí en ese momento, tenia muchas ganas de llorar, no quería que me golpearan, pero ya había gritado así que no podía retractarme. – Déjalo en paz.
– Nueva España, ¿Qué te dije de hablar así? – Imperio sonrió y después soltó a Rio de Plata que rápidamente tomó su ropa y se escondió detrás mío. – Todos ustedes, a sus habitaciones, Nueva España, a mi habitación. Ahora.
Esperé quizás en su habitación unas tres horas. Y después le vi entrar. Ya solo tenia la camiseta de abajo y me miraba como si quisiera asesinarme, cosa que es normal en él. Pero lo que salió de su boca después de eso, me dejo helado por completo.
– Quítate la ropa y acuéstate en la cama.
– ¿Eh?
– Escuché lo que dijiste, tienes razón, nadie es digno para venderlos a esos country, así que los voy a tomar a todos de una vez. Pero, empezando por mi linda Nueva España primero. Y no me hagáis esa cara, que tu padre era un maniaco sexual y tú más que yo, sabes mas de sexo que nadie, así que solo ponte.
– Ok.
Supongo que le sorprendió mi respuesta porque se quedo asombrado. Yo solo decidí seguir el juego, me desnudé y me metí en la cama seguido de él, donde ambos nos quedamos mirándonos el uno al otro para después sentir sus asquerosos labios besándome. Había algo que España debía entender, que yo no le tenía miedo como mis hermanos, yo no iba a arrodillarme y pedir piedad, no después de lo que había hecho frente a mis ojos. Sentí sus manos deslizándose por mi cuerpo, acariciándome la cintura y apretando mi trasero, pero después yo decidí hacer algo mejor.
– Hn... ¿Y si te la chupo un poco? Te gustaba cuando mi padre lo hacía, ¿no? Déjame hacedlo, padre. Quiero complacerte. – sonreí a lo que España me miró.
– No soy vuestro padre, lo sabes, solo dime España. Y pon a trabajar esa boquita entonces.
Debí haber grabado ese momento. Porque fue muy cómico ver el grito desesperado de Imperio Español, sosteniéndose la verga y los huevos después de la tremenda mordida que le había dado. ¿Realmente creyeron que iba a dejar que ese hijo de mil putas me tocara? Para nada, solo lo haría sufrir cada vez que lo intentara, mas cuando ya tenia alguien en mente con quien disfrutar mi sexualidad.
Pero aun así Imperio se lo tomó como reto. Solía perseguirme y quererme empinar en cualquier lado, bajándome los pantalones y mis trusas para cogerme, pero me rehusaba todas las veces. Lo golpeaba, lo quemaba, le escupía, lo pateaba, todo, incluso, se había vuelto un juego. Algo muy gracioso para mí, ver las manos de Imperio acariciar mi cuerpo y verme a mí, segundo después, pisándole los huevos y escuchando sus gritos de dolor.
– ¡Que ya deja que te folle hijo de mil putas Nueva España! – gritó imperio.
– ¡Chúpame la pija pendeja! – grité echando a correr.
– Que es eso lo que trato de hacer... – suspiró Imperio.
Por supuesto, yo no regresé esa noche, porque regresar significaba mi perdición. Yo tenía en mente que un día no podría huir de él, y acabaría en su cama. O peor aún, acabaría en la cama de alguien más que decidiera comprarme. Así que tomé una decisión ese día, si alguien me iba a tocar, yo tendría que decidir quién lo haría primero.
Así que corrí con todas mis fuerzas, hacia él, hacia aquel que se había robado mi corazón, a mi paz en este caos llamado vida, a él, solo a él.
– ¿Nueva España?
– Hola Trece Colonias...
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Ni siquiera yo sé cómo es que empezó todo.
Creo que fue durante la primera reunión que tuvo España con el señor Inglaterra. Allí lo vi y el me vio, lo primero que noté de él fueron esos ojos azules potentes, y esa piel clara en él, pero, al mirarlo mas de cerca, me di cuenta de que me recordaba a alguien que yo había visto antes. Si, su rostro me recordaba al señor que solía saludar a papá cuando viajaba al norte. Un señor con plumas y vestimentas de piel. Me recordaba a él, ese niño se parecía mucho a él, pero, con piel blanca y ojos de color.
Solo solíamos mirarnos de vez en cuando, solíamos quedarnos callados y esperar a que nuestros padres acabaran de comer, hablar o follarse entre si para despedirnos. Pero, entre cada reunión nos fuimos conociendo poco a poco. Primero simplemente nos preguntamos nuestros nombres, después nos reímos de algún chiste que nos contamos, y al último sostuvimos pláticas que duraban 5 minutos. Supongo que me gustaba conocer a un condenado, porque al menos él entendía la vida como yo la veía.
– Nueva España, un día debemos salir de aquí. Ser libres de sus cadenas. Si lo hacemos juntos seremos invencibles. – sonrió Trece Colonias, sin apartar la mirada de su padre. – Un día seremos libres, y te protegeré con mi vida.
– Espero llegue ese día, espero llegue...
Solíamos tener tontos sueños, o deseos como esos. Para mi y para él nos era demasiado difícil quitarnos las cadenas que teníamos en el cuello, pero, en el proceso de liberarnos, encontramos un lazo que nos unió, la esperanza de un futuro libre, y con ello, surgió algo que no pensé que sentiría de nuevo desde que me habían conquistado las tierras. Comencé a sentir amor.
Un amor que transformó mi vida.
Fue algo que yo no esperaba, donde en una reunión en la casa del señor Inglaterra, Trece Colonias tomó mi mano, y me jaló con él a su habitación. Allí, en obscuridad, sentí algo suave golpear mis labios, por supuesto que mi primera reacción fue alejarlo, pero, después, al mirar el brillo de sus ojos alumbrados por la luz que entraba por la ventana, me quedé tan cautivado que me acerqué a besarlo de nuevo.
Desde ese día no paramos de hacerlo, nos besábamos como saludo, nos escabullíamos para besarnos, nos abrazábamos y nos besábamos, incluso, fuimos sorprendidos por Acadia mientras nos besábamos. Y esto nos costo tener que hablar con él para que no revelara nada de lo que había visto.
– Acadia, por favor, tienes que entender que no puedes comentar nada de lo que viste con nadie. – dijo Trece Colonias viendo a su hermano. – Padre me mataría, y Nueva España estaría en peligro, por favor.
– Sabes que nunca te pondría en peligro hermano. – respondió sonriente. – Me alegro por ambos, pero, creo que tienen que encontrar otro lugar para hacerlo.
– Lo tengo planeado. – dije, metiéndome en la conversación. – La playa en la frontera, te veré allí Trece Colonias, quiero verte allí. Por favor, Acadia, necesito tu ayuda también en esto, a ambos los mandan a dormir a la misma hora, necesito que pongas un muñeco o lo que sea en la cama de Trece Colonias.
– Pero Nueva España... eso podría costarme...
– Lo sé, y entiendo tu miedo, pero necesito verlo, ya no tendré mas tiempo.
– ¿De qué hablas?
– No te preocupes, no es nada grave.
Entonces pasó, me vi al fin con Trece Colonias.
Miré lo hermoso que es, con ese cabello largo y rubio, con ese hermoso rostro, con esos bellos ojos, mi hermoso Trece Colonias. Teníamos la misma edad, pero yo era mas alto que él, era más fuerte a comparación de su cuerpo frágil. Miré como la luz de la luna se reflejaba en aquel azul de esos zafiros que tenia en lugar de ojos, y me dejé llevar por su bella sonrisa, y sus hermosas palabras.
– ¿Nueva España?
– Quiero hacerlo... contigo. – dije algo nervioso, a lo que pude notar la sorpresa en su rostro, y el sonrojo enorme. – Mis sueños de ser libre llegarán en un futuro, lo sé, pero, sé que días obscuros se vienen para nosotros, se que llegara un punto donde no podamos protegernos. Así que ahora te digo esto, se que... somos...
– ¿Niños? Nueva España, créeme que dejamos de serlo el día que perdimos todo. Somos colonias, pronto acabaremos siendo parte de alguien más, o seguiremos siendo esclavos. Y, además, que quieras estar conmigo me hace feliz porque yo también quiero estar contigo Nueva España.
– Te amo, Trece Colonias.
– Te amo, Nueva España.
Y así sucedió, no me di cuenta cuando lo desnudé, pero si recuerdo cada uno de sus besos, no me di cuenta cuando lo penetré, pero si recuerdo las dulces gotas de sudor resbalando por su piel, la mirada y jadeos. No recuerdo el acto sexual, recuerdo el amor que me hizo sentir. Porque era yo, con el corazón en la mano, como un chiquillo podría darlo, con inexperiencia, con miedo y con curiosidad.
Me dejé llevar por el amor joven, y puse todo mi empeño para amar como podía a esa hermosa colonia que me amaba por igual.
Sabía de sexo, ya que mi padre me enseñó, pero pensé que sería mayor, que sería un emperador, que en mi dulce noche de bodas tendría a mi pareja, y la tomaría por siempre, para ser solo nosotros. Nunca pensé que ese día sería aquí, escondidos y huyendo, para poder tocarnos antes de que alguien mas lo hiciera, con el tiempo contado, y tratando de trasmitirle todo mi amor que planeaba hacerlo por toda una vida, en unas cuantas horas antes de que fuéramos descubiertos.
– ¡Ah! ¡Nueva España! Voy a... hn...
Acabé jadeando y besándole las mejillas a mi amada colonia, mientras dejaba salir mi libido dentro de él, entre jadeos y orgasmos, entre besos y promesas. Ahora, necesitaba que Trece Colonias hiciera lo mismo por mí. Así que lo posicioné encima de mi cuerpo.
– Hazlo...
– ¿Qué?
– Tienes que hacerme tuyo de todas las formas, solo tú. Ahora tú hazlo.
Ambos lagrimeamos, por placer, por miedo, o por amor, era una mezcla de sentimientos. Pero esos sentimientos daban un solo fin. A ambos nos hubiera gustado tomarnos el tiempo, a ambos nos hubiese gustado esperar más, pero no había tiempo, nunca lo hubo, así que decidimos seguir, porque sabíamos que tal vez mañana, seriamos nosotros los desnudos en la mesa, abiertos de piernas y siendo vendidos por simple dinero o recursos que seguramente agotarían nuestros "padres" en una borrachera.
Nos dimos un último beso antes de regresar. Uno que llevaba consigo todos nuestros sentimientos.
Y ambos adoloridos y refrescados al mismo tiempo, regresamos a nuestras casas. Sin importar que nos deparara el futuro.
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Bastaba decir que después de ese día, Trece Colonias viajaría a Europa, y al regresar, vería a Trece colonias en las piernas del señor Francia, mientras este depositaba suaves besos en su cuello, haciendo enfurecer a la Nueva España.
– Tu hijo fue realmente un alivio en mis noches Inglaterra, pero debo decir algo, que espero no me lo tomes a mal. – dijo el francés mirando al inglés. – Lo sentí... un poco usado. Mira, que acostarse con tus colonias no lo veo mal, incluso, para eso son los esclavos, pero, si me vendes un virgen, me encantaría tener un virgen.
España rio divertido mientras tomaba el vino e Inglaterra hizo un rostro de ofensa enorme.
– ¿De qué diablos hablas? Mi bello Trece Colonias es virgen, lo desnudé y lo abrí de piernas para ti, para que miraras que ese cuerpo no tenia señales de alguien más.
– Lo sé, pero pasaron 3 días después de eso, muchas cosas pueden pasar en 3 días. Aun así, no me arrepiento de tenerlo en mi cama, algunas noches, pero, para la próxima, me gustaría que me lo comentaras, que yo en cambio, te he dado a Acadia virgen, y no te engañaría en absoluto.
El español tomó de su vino y después depositó su mirada en aquella colonia enfurecida que tenia que permanecer callado en una esquina. Sonrió, los niños eran tan evidentes con sus sentimientos. Así que esperó a la noche, donde camino hasta ese cuarto y al abrir, notó a su Nueva España con un pijama ligero a punto de ir a la cama.
– ¿De quién fue la idea chaval? ¿De él o tuya? – dijo el imperio recargándose en el marco de la puerta.
– ¿De qué hablas?
– ¿De qué hablo? No te hagas el tonto conmigo crio, que os habéis visto. Fúrico ante las palabras de ese par de idiotas. ¿Desde hace cuanto te has estado revolcando con esa colonia? Que eres el único idiota que cometería tal estupidez y barbarie.
– ¿Te interesa? Desde hace mucho pendejo, que te valga, ¡Que no veis que no estoy de humor para aguantaos!
El español rio, cerrando la puerta tras de sí, y sentándose en la cama, a lo que la colonia solo lo miró.
– Te voy a dar una lección Nueva España, una que espero no olvidéis. Este mundo es un maldito juego para ver quien se pone la corona de oro en la cabeza, Inglaterra, Francia, Yo, demás imperios por allá fuera, demás naciones que no conoces luchamos incansables para lograr ser el que mayor territorio conquista, mayores riquezas tiene, mayor reconocimiento le favorece. Somos reyes de coronas de plata buscando la de oro. Y tú... Nueva España, eres un simple peón de esquina. Pero, me has resultado un peón listo, porque te me has escabullido y has hecho tu voluntad. Así que si un día, decides desafiarme, y pelear, espero que pelees con todas tus fuerzas chaval, porque me sentiré ofendido si no veo ese fuego de odio y venganza, en la guerra. Se listo, se estratega, se fuerte, que uno no nació con la corona, uno se arrastró entre la mierda y luchó para ponerse de pie. ¿Entiendes lo que digo?
– ¿Piensas que voy a pelear con Francia?
– Pienso, que vas a pelear con el mundo. Para poder tener esa corona de oro, porque tu padre te crio para tener ese estúpido penacho en tu cabeza. Mis dudas ahora son tus métodos para lograrlo. Se que te dolerá, solo quiero ver a que punto. Solo quiero ver, como manejarás todo Nueva España. – volteó el Imperio a verle. – Que me he dado cuenta de algo, que todas mis colonias, han resultado bravas, que todas me han rechazado como su compañero, y todas han luchado para alejarme. Se lo que harán en un futuro, sé que querrán matarme, pero primero, traten de estar a mi altura al blandir esa espada, porque les puede ser peligroso alzar un arma que no tienen idea de como se usa. En fin, linda noche, y la próxima vez que te escapes, trata de no dejar ni un rastro.
La Nueva España miró al suelo y después miró al Imperio, para depositar sus ideas en él, y suspirar.
– ¿Me enseñarías a pelear? Padre me dio entrenamiento, pero nunca he sostenido esa arma, y dado que rompiste mis antiguas armas, me veo en la necesidad de aprender el combate de los blancos.
– ¿Por qué crees que aceptaría eso? – dijo el Imperio. – ¿Para qué me mates?
– No, tú quieres un guerrero lo suficientemente fuerte. Porque es una ofensa para ti que alguien inferior quiera vencerte, así que me hare fuerte, y en el momento que quiera matarte, veras lo que has conseguido a través de mí.
– Me rehúso, aun así, aunque tentadora la oferta me ha parecido. – rio el imperio. – Solo duerme, Nueva España.
– Mi cuerpo.
– ¿Uh?
– Tómame... puedes tomarme ahora. Pero tu sabes el precio.
El imperio sonrió, acercándose al chiquillo que lo miraba, definitivamente era hijo de su padre, dispuestos a todo por conseguir lo que quieren. Definitivamente esa dulce piel le vendría bien en su cama.
– Sígueme.
La nueva España sintió su corazón en la cabeza, mientras siguió al Imperio hasta esa enorme habitación, donde al cruzar, fue despojado de sus ropas, y acepto su destino con los brazos abiertos.
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Cuando cumplí 16, viaje a Europa.
No tenía muchas expectativas de ese viaje, mis hermanos tampoco, pero Imperio insistió en que fuéramos. Todos sabíamos que Imperio nos vendería al mejor postor, así que teníamos eso en mente. Últimamente no me importaba, ya había pasado por la cama de Imperio Español, no había nada peor que eso. Todos mis hermanos habíamos pasado ya por su cama, creo que todos teníamos la misma mentalidad, pero lidiábamos con ello de manera diferente.
A decir verdad, cuando llegué a Europa, dejé de lado su espantoso olor y miré ese paisaje, era hermoso, y único, la arquitectura, la pintura y artes, bien, podía admirar eso de ellos, tenían muy en claro la belleza del mundo.
– ¿Es lindo, ¿no? – dijo virreinato mirándome.
– Lo es. – contesté. – Pero sabes que la única razón por la que estamos aquí es porque...
– Nos venderán, lo sé, pero a como lo veo Nueva España, o puedo lamentarme por eso, o puedo sacar provecho de todo. Y realmente ya me he cansado de lamentarme, si voy a tener un country entre mis piernas hoy, le voy a sacar la mayor cantidad de dinero y oro. Punto.
– Creo que no somos tan diferente, al fin y al cabo. – sonreí a lo que él me sonrió con esa dulce sonrisa que tiene.
. – Tu sigues siendo hijo de un salvaje, no me compares. – rio a lo que yo le di un pequeño golpe.
– Al menos mi padre no hacía figuras eróticas tan explicitas como el tuyo.
Entonces llegaron a la fiesta.
Fue realmente hermoso ese paisaje adornado en ese enorme salón de aquel lugar frío. Nueva España caminó con sus hermanos, saludando como debía, sonriendo por educación, hablando y dejándose tocar como España había ordenado. Por supuesto, muchos habían puesto un ojo en él, en aquella colonia que tenia hermosos ojos y una piel morena excitante. Pero, al parecer Imperio tenía otros planes, ya que, sin previo aviso, lo jaló con él, a un balcón del salón donde vio a alguien quien tomaba de su copa de vino.
Era alguien un poco más joven que España o al menos así lucía, con un traje digno de un rey, con ojos plata o grises, pero lo más llamativo de él, era ese cabello gris que, aunque peinado, se notaba un poco, con unos mechones salvajes que resbalaban por los costados. El hombre sonrió ampliamente con alegría al Imperio Español y después depositó una mirada en la colonia.
– Él es mi precioso Nueva España, como os he dicho, mi gran orgullo. – sonrió el español. – Nueva España. Te presento a Imperio Ruso, hoy te quedaras con él, y mañana nos veremos en el comedor para que puedas degustar algunos alimentos y después, tal vez, si Imperio lo desea, puedas conocer San Petersburgo.
– Un placer conocerlo Imperio. – dijo la Nueva España, inclinándose. A lo que el imperio rio.
– Me esperaba una patada en mis partes nobles de tu parte, pero, un placer Nueva España, es un honor conocerte. Ven conmigo. Tengo un secreto que mostrarte.
El joven Imperio se veía animado, y la colonia no supo como reaccionar a eso. Solo miró a su padre y después simplemente siguió el caminar del Imperio que animado caminaba por los pasillos, hasta llegar a otro gran salón que tenía al parecer una colección de instrumentos musicales, un sofá y algunas pinturas de grandes artistas adornando las paredes.
El Imperio entro allí, acompañado de la colonia, retiró el saco con adornos que portaba y al quedar en una holgada camiseta blanca, y con sus pantalones obscuros, tomó asiento. Y aunque la colonia había prometido no causar problemas, supo que, esa colección de espadas tan cerca de él, le tentaban a armarse y defenderse de cualquier abuso que quisiera hacer el Imperio Ru...
– Si planeas matarme, hazlo, me harías un favor, he tenido un día terrible hoy. Créeme que esto de actuar refinado y confiado saludando a mi gente no es lo mío. De por sí, odio tener el cabello con este peinado. Mira esto. – el imperio hablaba con un remarcado acento, pero aun así la colonia podía entenderle, solo vio al sujeto, comenzar a desarreglar su cabello, hasta que quedo un largo y despeinado cabello gris que adornaba su rostro. Nueva España se quedo mirándole, ¿Tenia el cabello de ese color? Ese color gris, lo había visto, pero creía que solo la poca luz que lo alumbraba le estaba jugando una mala jugada.
– Nunca había visto ese color... – dijo la colonia apenas en un murmullo.
– Oh, soy como un hombre de nieve, mi cabello representa muchas cosas, pero me agrada pensar a que se debe a esa nieve que acaba de tocar la tierra, aquella que se da cuenta de que no puede volar de nuevo, y mira al cielo notando ese esplendido azul adornando todo. En invierno solo por pequeños momentos puedo ver ese claro en el frio cielo, y me encanta, porque la nieve se acumula en mi cabello llenándolo de copos, y es una sensación agradable, te la mostraré después. Ponte cómodo. – sonrió el imperio. – Tu padre me dijo que tenias muchas virtudes.
– Uh, supongo...
La colonia suspiró, retirándose el abrigo y comenzando a desnudarse, desamarrando su cabello, dejando que esas finas cerdas de mechones negros cayeran en sus hombros y rostro.
– ¡Espera! ¡Espera! ¿Qué haces?
– Pues, usted compró mi tiempo, no creo que lo quiera para platicar con una simple colonia, así que, solo pasemos a lo que realmente desea, o tiene que crear un ambiente, estoy listo para ello.
– Yo no te compré por sexo. – sonrió el imperio. – Tu padre me dijo que eras bueno en diferentes ámbitos, uno de ellos es la música y el arte. Me parecía algo curioso conocer una colonia con tantas virtudes como las que decía España. – ante la sorpresa de la colonia, el imperio comenzó a vestirlo de nuevo, sin ser brusco o acariciar su cuerpo, solo vestirlo y arreglarle la ropa, menos el cabello. – Me agrada tu cabello. Dejemos eso así.
– ¿Qué es esto? ¿Qué pretende? – preguntó algo a la defensiva la colonia.
– Pretendo que me des una opinión. He estado trabajando en esta pieza, se la he tocado a un bebé humano, se ha dormido feliz. Entonces pensé que había logrado algo genial, pero me falta completar la letra así que solo tengo la música. ¿Podrías escucharla?
– ¿Es una jodida broma? – negó con la cabeza la Nueva España. – ¿Qué te crees pendejo? ¿Qué clase de juego estas creando? Crees que puedes estar allí, haciendo esto para ganarte mi confianza y después yo iba a acercarme para que acabes violándome entre todos estos instrumentos, ¿Es acaso un fetiche tuyo? La gente europea es realmente imbécil, no entiendo porque no nos dejan en paz como colonias, ya me tienen hasta la puta madre, malditos hijos de puta.
– Deberías medir tus palabras, a veces puedes lastimar a los que importan con ellas. – sonrió el imperio viéndolo. – Nueva España, te veo, eres hermoso, pero realmente no me interesa tener sexo contigo. Soy un imperio, si quiero sexo solo tengo que decirlo y tendré a cinco imperios chupándome la verga, no necesito comprar sexo. Lo que si necesito comprar es valoración y un buen oído, escuché las piezas que has compuesto para tu padre, me parecieron magníficas así que le pedí a Imperio Español tiempo contigo, que tuve que pagar, pero, que creo, que, con tu oído, puedes decirme que te parece esto.
Antes de que la colonia pudiera responder, el imperio comenzó a tocar el piano. Posiblemente se pudo imaginar mil y una razones para tomar esa espada y matar a ese imperio en el acto, pero no lo hizo. No lo hizo porque con las primeras notas que tocó ese imperio en el piano, se transportó a los sentimientos de aquel sujeto. Miró a aquel sujeto, melancólico y solo en el invierno, recostado en la nieve, viendo como los copos adornaban su cabello y mirando por segundos ese dulce claro que aparecía. Le vio sonreír, le vio danzar y le vio al final dar un suave suspiro de libertad.
Fue allí cuando la canción terminó.
– Aun no tiene nombre la pieza, pero ¿Qué te ha parecido?
– Me gusta, la sentí algo triste, pero, no del todo. Es como si la música me llevara a un recuerdo donde fui feliz. Por una ocasión. Así se sintió.
– Por una ocasión... – sonrió el imperio. – Por una vez... la comencé a crear en ese invierno donde mi cabello se lleno de esos copos. Donde pensé que el frio no era tan deprimente. Creo que fue en noviembre, o diciembre. ¿Qué instrumento tocas?
– Todos.
– ¿Tu favorito?
– Bueno, no tengo muchos a mi alcance, pero España me ha dado una guitarra, así que, supongo que eso.
– ¿Tocarías algo para mí?
Y en aquellos ojos grises, con un toque de violeta cerca de las pupilas, la Nueva España sintió algo, un respiro de alivio a su persona. Paso el resto de la noche tocando acordes, mientras el imperio se recostó en la madera del piso, dejando que su cabello se extendiera a lo largo, disfrutando de la música que solo la colonia podía crear. Nueva España, en cambio estaba maravillado con aquel imperio, durante toda esa noche, no le pidió hacer nada mas que tocar, y cuando ambos estuvieron agotados, el imperio lo guio a una habitación, donde había dos camas, le dedicó buenas noches y sin miedo quedo dormido.
La colonia pudo haberle matado, pudo haberle robado, pudo haberlo conquistado en tan indefensa cuestión, pero no, Imperio Ruso ni siquiera dudó, él solo sabía que estaba agotado y fue a dormir.
– Que extraño es... – solo pudo decir la colonia, recostándose en la otra cama, descansando.
A la mañana siguiente por supuesto que todo cambio.
El imperio sintió que había conseguido un amigo, y la colonia en cambio sintió que estaba enfrentándose a un gran problema. Un problema que no podía controlar, como los sentimientos que se avecinan sin previo aviso.
– ¿Quién quiere recorrer San Petersburgo? – preguntó gustoso el imperio en la enorme mesa donde sus invitados se encontraban.
– ¿¡Esta fiesta era organizada por ti!? – dijo la colonia de golpe acaparando las miradas a lo que el imperio sonrió. – Ah... lamento por haber alzado mi voz.
– Es por eso por lo que le pedimos a Imperio Ruso tener una mesa aparte para las sucias colonias. – dijo Francia disfrutando su desayuno.
– ¡Todos son mis invitados! Por favor, tomen sus abrigos y salgamos a recorrer, tengo muchísimas cosas por mostrarles. – gritó animoso el imperio, pero recibió solo miradas negativas. – Porque... es... aburrido estar aquí dentro.
– Me rehúso a salir con este frio fuera, ya es casi la hora del té. – reclamó Inglaterra. – Puedes llevarte a mis colonias a pasear, de allí en fuera, yo no me moveré de aquí.
– Estoy con Inglaterra. – replicó España. – Llévate a mis colonias, y regresa en unas horas. Así cuando se congele tu trasero te darás cuenta de tu estúpida idea.
– No tan estúpida como quedarse sentado sin hacer nada. – sonrió el imperio. – Bien, bien, colonias, vamos.
El imperio era diferente a todos, eso es algo que las colonias habían notado de inmediato, era tosco, era alegre y parecía querer con demasiado anhelo un amigo o acompañante para sus locuras. Las colonias le siguieron y lo vieron poniéndose un abrigo, para después mirar a los demás, quienes solo traían una ligera chaqueta. El imperio los miro de arriba abajo, pantalones viejos, ropa desgastada, zapatos dañados. No podía sacarlos así.
– ¿Esa es su ropa? – preguntó a lo que todos asintieron con una increíble sincronía. – Hm... oh, tengo una idea. Esperen aquí.
Ante la sorpresa de todos, el imperio bajo con unas 3 o 4 cajas poniéndolas en el suelo, y después sonriendo a las colonias.
– He pensado que en el futuro debería tener hijos, así que he comprado muchas cosas para ellos, mis sirvientes dicen que la ropa se dañará, pero, ahora tiene una utilidad. Pruébense esta, seguro hay algo que les quede.
– ¿Hijos? – preguntó Trece Colonias. – Usted es aun muy joven.
– Es un plan a futuro. A veces veo ropa así, como de su talla y pienso en lo lindo que seria tener uno. – sonrió el imperio. – Me pregunto cómo sería, ¿Crees que tenga mi cabello loco?
La colonia rio, acercándose y sacudiéndole el cabello al mayor, haciendo que este se despeinara y dejando ver ese cabello gris largo, sin ser recogido. Le llegaba a los hombros, y era levemente ondulado, además, acentuaba su varonil rostro.
– Creo que es probable. – sonrió.
– Entonces, cuando lo tenga, por favor Trece Colonias, se su amigo. – concluyó el ruso, besándole la frente a la colonia que se sonrojó de golpe, para después echar a correr a buscar en la caja, aliviando su vergüenza.
El imperio sonrió, pero después solo pudo mirar de reojo a su mano derecha, donde una molesta colonia le miraba. La nueva España no estaba feliz con lo que había visto, alguien que no era él, estaba tratando con amor a su bello Trece Colonias, y eso le molestaba bastante.
– ¿Cuándo dejaras de verme de esa manera, Nueva España?
– No toque a Trece Colonias. – soltó, acercándose y abrigándose.
El imperio solo soltó una leve risa nasal, y vio a la colonia. Era hermosa, eso era obvio, pero había algo mas en ella. Tal vez la forma en la que cuidaba a sus hermanos, o la forma en la que protegía a sus amigos, o tal vez la forma en la que amaba a esa otra colonia. De cualquier manera, se había vuelto interesante mirar a una colonia.
El paseo fue divertido, las colonias experimentaron algo que no habían experimentado desde el día de su conquista, y eso era libertad. El imperio les mostró diferentes lugares, donde comieron y recorrieron apreciando todo el arte, y al final, dieron un paseo por el rio. Todos se quedaron relajados, recostándose y disfrutando el frio, pero hermoso paisaje– El imperio solo miró a su lado derecho, donde una colonia acariciaba suavemente el cabello de otra, pasando su mano por esas cerdas doradas.
– Amor joven... – sonrió para sí, mirando al cielo, recordando una vaga sonrisa, en un hermoso rostro de una bella joven, quien le sonreía sin parar mientras se relajaban en aquel barco.
Entonces llegó la noche, y fue momento de regresar.
Todas entraron de nuevo a ese lujoso castillo en san Petersburgo, todos fueron a dormir después de las 9. Y todos disfrutaron la suavidad de las cobijas de seda, ya que el imperio también les dio habitaciones dignas a las colonias. Pero igual, fue en la noche, donde la Nueva España se levantó de su cama, siguiendo la música que se escuchaba pisos abajo, y al bajar, solo se encontró al imperio, tallando madera y pintando matrioshkas adornándolas, al igual, que había una pequeña caja, o al parecer un molde para hacer una.
– Si quieres espiarme, te falta mucho entrenamiento para hacerlo. Pude escuchar desde que te levantaste de tu cama, Nueva España. – dijo el imperio haciendo que la colonia se asomara por completo. – ¿Mala noche?
– Es muy frio tu castillo. Mis pies se encuentran helados. – comentó.
– Hmm... creo que tengo la solución perfecta para ello. Espera aquí, por favor, toma asiento con mis amigos.
– ¿Hablas de estos juguetes?
– Si, yo les di vida, y su vida esta dedicada a hacerme feliz.
La colonia rio, viendo los colores pintorescos en esas muñecas y osos tallados en madera, de esas bailarinas y de esos soldados. Los vio hasta que notó al imperio regresar con una cubeta que humeaba y unas toallas con alguna prenda desconocida arriba. Antes de que la nueva España pudiera preguntar, el imperio tomó sus tobillos y los hundió en la cálida agua termal, sacándole un gemido de placer a la colonia, quien disfrutaba la sensación de alivio.
El imperio notó lo magullados y heridos que estaban esos pies, así que comenzó a limpiarlos y curarlos, manteniéndolos calientes mientras lo hacía.
– ¿Qué diablos haces?
– Tienes pies de bailarín. Aunque estoy seguro de que estas heridas no son de eso. ¿Imperio Español es tan duro con ustedes?
– No tienes idea. – dijo la colonia mirándole.
– Entonces considero a tus hermanos y a ti demasiado fuertes, yo posiblemente me hubiera suicidado. No soy muy fuerte, y no me gusta que intervengan en la forma que hago mis cosas. Si hubiera sido colonizado, posiblemente me hubiera matado. Así que admiro mucho a las colonias por eso, por la fortaleza que tienen, al igual que la resistencia. Después de ser vendido y pasar por una cama, me hubiera doblemente suicidado.
– Sabes lo que nos hacen...
– Hmm, no puedo decir que yo no he sido culpable de ello. – dijo el imperio. – Hace mucho tiempo, tenia a alguien, como una colonia. Era una chica, un poco mas joven que tú, tal vez se veía de unos 13 o 12 años humanos. Fue vendida a mí, así que la cuide, le ponía ropa que me gustaba, y solía decir que le arreglaran su cabello de una manera como muñeca de porcelana, tu sabes, esos grandes rizos y ese rostro fino y blanco. Pensé que tenia el control total en mi muñeca de carne y hueso. Entonces un día, le pedí que vistiera algo para mí, un conjunto azul claro, y que la esperaría en mi habitación.
– Tú querías...
– ¿Cogérmela? Claro, era un rey que no veía nada más que el brillo de su corona solía pasar por encima de los demás siempre, porque era divertido, porque el odio hacia mí era el único sentimiento que sentía real, ya que sabía que sus sonrisas y su "lealtad" hacia mí, no eran más que falsedades, solo miedo de que les cortara la cabeza si no me obedecían.
– Sigue tu historia.
– Como decía, la esperaba, pero nunca llegó, así que me di en la tarea de buscarla. Y la encontré, luciendo un simple leotardo, en uno de mis salones, danzando como un ritmo singular, haciendo acrobacias a ritmo, era mezclar gimnasia con baile, era una talentosa y nata bailarina de Ballet. Fue allí, en esos movimientos rápidos y salvajes, en esas piernas preciosas y flexibles, que me di cuenta, que no importa que tanto yo quisiera una muñeca, nunca podría poseerla, nunca podría quitarle esa libertad.
– ¿Y qué hiciste?
– Desaté mi cabello y le pedí que me enseñara a danzar. – Sonrió el imperio. – Me volví bueno en ello, después aprendimos gimnasia juntos y vals. Nos volvimos cercanos. Ella fue la que me dijo que debía tratar a todas las personas por igual, y yo tenía la ilusión de hacerla mi mujer y por eso comencé a comprar cosas para nuestros futuros hijos.
– ¿Pero?
– Pero el invierno no perdona, y mi imperio se hacía más grande, así que ella acabo siendo consumida por mi monarquía. La vi en la cama, y poco a poco se hizo polvo. Pensé que se volvería una nada, antes de que reencarnara en alguien más, pero no, solo desapareció. Entonces, decidí simplemente seguir mi vida, porque si me deprimía, ella no podría vivir. Ella vive ahora en la danza, ella vive en los colores, y ella vive en aquellos copos de nieve que adornan mi cabellera cuando me recuesto en la nieve a ver ese dulce claro en invierno.
– ¿Tenía un nombre?
– Si.
– ¿Puedo saberlo?
– Aún no. – sonrió el imperio secándole los pies, colocándole unas calcetas nuevas y limpias, y calentadores encima. – Tal vez te lo diga después.
El imperio era receloso con su vida, no se abría a cualquiera, aunque quisiera, había cosas que eran mejor dejar que la nieve las ocultara. Pero, había una clara diferencia, la colonia estaba metiéndose en su cabeza más rápido que nadie.
Solían pasar mas tiempo juntos, porque el Imperio así lo deseaba, salían a hacer cualquier cosa, por compras, por gusto, por obligación, lo que sea para estar juntos y hablar de cosas como música, danza, todo.
– Sabes la primera vez que te vi, pasaste de mi con una enorme indiferencia. – sonrió el imperio. – Estabas caminando detrás de tu padre. Yo ya sabia de ti, porque España nos había hablado de sus colonias, así que te hablé, pero no me oíste. Tus ojos ni siquiera miraron hacia mí. Por un momento pensé que eras sordo, pero, recuerdo que mi voz fue demasiado baja, era obvio que nunca me oirías.
– Bueno, si no dices mi nombre bien, es imposible que te escuche. – sonrió la colonia mirando como la nieve comenzaba a caer. – Que hermoso es esto, es... único.
– Lo es... – el imperio miró aquella belleza exótica en el rostro de la colonia y sonrió. – Nueva España, ¿Somos amigos?
– Me compraste ropa y me invitaste a comer, somos muy amigos. – sonrió la colonia.
– ¿Bailarías conmigo entonces?
– ¿Aquí?
– No, yo te diré cuando. – sonrió el imperio. – Por ahora, solo quiero escuchar tu dulce voz, cántame algo, lo que sea, que incluso el tarareo mas simple, viniendo de ti parece un canto de ángeles.
La colonia acabó sonrojándose, mas cuando el imperio acabó recargándose en él, en aquel pórtico enorme, mirando como la nieve cubría con su manto blanco los bellos jardines de San Petersburgo.
– Tengo en la mente una canción, pero no puedo ponerle letra. – sonrió la colonia.
– Sea lo que sea que tardes en escribirla, yo estaré aquí esperando por oír la belleza de las palabras escritas por ti.
La colonia maquillo sus mejillas de rojo carmesí de golpe, y acabó por bajar la mirada, para ver esos ojos grises mirándole desde su regazo. Tal vez no lo pensó en ese momento, o nunca en su vida lo pensaría, pero, se acercó lentamente, sin miedo, inclinándose, y besó aquellos labios fríos dulce y tiernamente que le correspondieron en el acto.
Que bellas eran esas tierras, que guardaban amores en el invierno.
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Querida Nueva España:
Desde tu partida este lugar se ha vuelto aburrido, me veo a mi mismo miserable en el espejo, preguntándome que puedo hacer para que vuelvas. ¿Una fiesta? Con que motivo, ningún imperio me haría caso. ¿Qué será de mí? No tengo a mi amigo conmigo.
Aquellas cortas cartas se estaban haciendo cotidianidad para ambos amigos que ocultaban sus sentimientos en un sobre blanco, atravesando el país.
Querido Imperio Ruso:
Una fiesta no funcionaría, España está ocupado con su trabajo, y simplemente rechazaría la propuesta. También extraño convivir con mi amigo del viejo mundo, pero al menos, convivimos contigo cuando Trece Colonias y yo te mencionamos en ocasiones durante nuestras conversaciones. Saludos a los copos de nieve atrapados en tu cabello.
Querida Nueva España:
Los copos se han derretido, el sol sonríe a mis tierras de nuevo, como supongo que lo hace en la calidez de tus tierras. Hoy me levanté y pensé en ti, en lo bello que te ves cuando la luz refleja tu rostro, me he quedado con ese pensamiento en mi cabeza, sin poder quitarlo. Dime, ¿Qué crees que signifique eso?
Querido Imperio Ruso:
No soy muy bueno en las relaciones, así que mi joven e inexperta mente puede interpretar eso como amor. ¿Amor a mi imagen? ¿Amor a lo que represento? Dime, no entiendo muchas cosas últimamente, escucho el canto de los pájaros y me imagino tu cabello desordenado, veo el color de las flores, y el gris en tus ojos aparece en mi mente, veo el paisaje divino y tu sonrisa se dibuja en la mía. Estoy perdiendo el juicio.
Querida Nueva España:
Perdón por tardar esta carta, que, a la llegada de la tuya, me he quedado sin palabras al leerla. La leí tal vez en todo el día, después, en toda la semana, y así, hasta que me cansé de pensar una respuesta. Creo que me he dado cuenta de que el amor no tiene respuesta, creo que estas en lo correcto, es amor. Te amo de lejos, imaginando tu recuerdo a un lado mío, oh mi dulce colonia, como quisiera estar navegando por el rio a tu lado, mientras ambos nos relajamos hasta que nuestras mejillas se coloreen de rojo carmesí.
El amor era doloroso para la colonia, era muy joven para entender cuanto podía amar, así que su única escapatoria que vio en ese momento, en su inexperta mente, fue huir y nunca volver.
Querido Imperio Ruso:
Esto tiene que parar, no puedo tenerte en mi mente tanto tiempo, me siento cansado de este amor. Que cada aliento, cada suspiro, cada sonrisa, todo, me lleva de vuelta a ti, a tus palabras, a San Petersburgo, a la época donde era feliz y no lo sabía. Quiero que esta sea la ultima carta, por favor, que no soy el único encantado contigo. Trece Colonias me confesó el amor que tiene por ti, porque fui ciego, y no note que tantos dulces momentos también los pasabas con él. Que osadía la mía creerme el único dueño de tu corazón, tal vez es mi mente haciéndose ideas locas, tal vez estoy cayendo en algo que nunca debió surgir en primera instancia. Por favor, libérame de esto, deja la pluma y el papel, y disfruta la nieve que espero deje de caer en mi corazón.
Querida Nueva España:
Me rehúso. Me rehúso a perderte, e incluso cuando se que no responderás, quiero que lo sepas. Amo a Trece Colonias, pero es un amor diferente, quiero que comprendas la variedad de amor que puede haber. Le amo como a un hermano, le protejo como si fuera mío, y le escribo con todo mi cariño. Pero no se compara a las letras plasmadas para ti. Que una simple oración me lleva horas escribirla por todos los sentimientos que quiero mandar a lo largo de los océanos que nos separan. Mi corazón arde, mi corazón muere de solo pensar que puedo llegar a perder este sentimiento mutuo en ambos. Por favor, no me abandones, ya no se como disfrutar la vida sin ti, no me dejes débil y solo en esta calumnia llamada vida.
La nueva España lloró en sus adentros, mientras miraba de lejos aquel papel y pluma que le llamaban a responder. Pero no lo hizo, acabo solo por abrazar dicha carta, pegándola a su corazón, mientras recobraba la compostura. Al siguiente día, siguió su vida, trataba de crecer, seguía su vida con Trece Colonias, ambos tenían de esos romances libres, donde a veces se amaban y a veces no, era porque ambos tenían la cabeza en diferentes lados. Ambos estaban luchando por crecer.
Pero pasó.
Un día el clima se sintió frio, y fue allí cuando le vio de nuevo. Lo vio bajar de aquel barco, con un sinfín de cosas, para llegar a una tierra que colindaba con él. Se quedo frio en el acto, viendo al imperio con esa sonrisa, desempacar para construir una casa y comenzar a vivir allí. La colonia simplemente no se acercó, no quería, no podía acercarse. España lo tenía en la mira, y esto lo consideraba una amenaza, pero, una noche, cuando se disponía a dormir a la luz de las estrellas, recostado en el suave pasto, mirando todas esas constelaciones. Lo vio.
– ¿Cuánto tiempo más vas a mirar estrellas? – preguntó el imperio, sin miedo ni duda, al pisar las tierras de la Nueva España sin permiso. – Que entiendo que seas mas joven, pero uno no puede estar en un mundo de fantasía para toda la vida.
– ¿Qué haces aquí?
– Vine por mi amor fugaz que se escapó de mis manos. – sonrió el Imperio. – Claro si él aun me quiere.
– Tienes tanta confianza en tus palabras ¿No es así? – sonrió la Nueva España.
– Solo cuando se trata de ti. ¿Puedo dormir a tu lado? Que creo que me falta en mi vida mirar ese cielo estrellado a lado de lo mas hermoso que he visto en mi melancólica y rara existencia.
– Eres bienvenido.
Y así pasó, ambos quedaron dormidos esa noche, para dar un nuevo día después, donde solo el amor comenzaba a crecer más y más. Solían salir diario, a recorrer diferentes cosas, otras veces solo salían con Trece Colonias, a jugar o a recorrer aquella playa que fue suya, y otras los tres quedaban dormidos en las afueras, contemplando el paisaje estrellado que los adornaba con su manto.
Eran días buenos, días libres, días donde aquellas cadenas dejaron de sonar, y solo el deseo de una vida normal se engrandecía.
– Nueva España. – susurró Trece Colonias. – ¿Estas despierto?
– Si, ¿Qué pasa?
– ¿Podemos hablar?
– Eso es lo que estamos haciendo. – rio suavemente la colonia, levantándose y tomando la mano de la colonia inglesa llevándosela con él, lejos del imperio que dormía con tranquilidad, no se alejaron mucho, tal vez unos metros lejos donde pudieran hablar en paz. – ¿Qué pasa?
– ¿Crees que estemos juntos siempre?
– Somos vecinos ahora, claro que lo estaremos, no lo dudes.
– Me refiero a nosotros. Tú sabes, que el amor que siento por ti va más allá que palabras. Porque no importa cuanto tiempo pase, o cuanto cambiemos, siempre vas a estar clavado en mi pecho. Pero lo malo de que estés siempre en mi corazón, es que mi amor evoluciona, y tú sufres cambios con ello. Te amo, pero mi amor ahora mismo por ti no es un amor de romance, te amo como mi hermano ahora mismo. ¿Entiendes lo que digo?
– Lo entiendo. – suspiró la Nueva España recargándose en la colonia. – El amor es diferente cada vez que miras lo nuevo llegar. ¿Amas a Imperio Ruso?
– Aunque le amara, no tendría caso, sus ojos solo te miran a ti. – rio, abrazándole. – Yo ya he sanado ese amor imposible, pero creo que me parecía importante que tú entendieras que eres libre de amar como quieras. Que yo se que siempre voy a permanecer en tu corazón, como tú permaneces en el mío.
– ¿Qué tratas de decirme?
– Deja las cadenas en esta tierra, derrumba tus muros, y solo ve tras él.
La colonia sonrió, para después solo sentir ese gran peso en su espalda desaparecer, y en la noche, dormir abrazado de sus dos grandes amores, sin importar que viniera mañana. Aunque nunca se esperó lo que vendría después. Ni siquiera lo pudo haber planeado.
El imperio realizó una reunión meses después de aquella noche. Donde volvía a San Petersburgo, y donde por supuesto las colonias habían sido invitadas. A regañadientes el español aceptó en llevar a todas sus colonias, y aquel castillo nunca había sido alumbrado tan mágicamente. Entre el color, las vestimentas, los antifaces en aquella fiesta, la colonia fue sujetada por su cintura, y un mechón de cabello gris lo vio caer en su hombro.
– Los antifaces son para que no te reconozcan. Y, aun así, dejaste tu cabello libre hoy.
– Tenía ganas de dejar todo libre hoy, mi cabello, mi casa, y mis sentimientos, me siento liberal. – sonrió el imperio, tomándole la mano a la colonia. – Solo me falta una liberación más, una que he añorado desde el día que me quede prendado con la belleza exótica que el nuevo mundo me brindó, aquella belleza que me hace feliz solo con existir. Por favor, Nueva España, ¿Me harías el honor de bailar conmigo?
– Claro.
El latino reconoció el sonido al momento que se deslizó de la mano del imperio bajo esas escaleras, donde aquella melodía sin nombre sonaba, donde el imperio le sonreía y donde el tiempo dejaba de correr. Danzaron a la par de la música, en aquel bello momento capturado en el pasado, donde se vieron rodeados de todos, mientras en aquellos movimientos dejaban ver el amor creciente de ambos, porque incluso con las máscaras, el amor relucía en sus ojos. Danzaron, danzaron sin parar la melodía, hasta que al final, sus corazones no pudieron más.
Ambos se vieron corriendo por los pasillos de ese castillo, ambos dejaron caer los antifaces, ambos rieron y ambos jadearon del cansancio, donde el Imperio tomó a la joven colonia con él, en sus brazos, a dar un paso mas en esta historia de amor fugaz como sus vidas.
– ¿Estás seguro de esto? – preguntó la colonia mirándolo. – Que después de que me toques, no hay marcha atrás.
– No quiero dar marcha atrás, eres todo lo que necesito en mi vida, estoy ansioso por tenerte. Déjame fundirme contigo en la eternidad.
Se vieron envueltos entre sábanas, ya sin un centímetro de tela cubriéndolos, donde se derritieron en conjunto el uno con él otro, amándose sin miedo, solo libertad. Recorrieron cada centímetro de su cuerpo, entre besos y caricias, entre jadeos de placer y de amor explotando en su cabeza, para al final, cuando el sol se asomaba de nuevo, solo mirarse y sonreírse, para caer dormidos en los brazos de su amante.
Los días habían sido buenos después de eso, los días siempre eran buenos. Con la colonia despertando y donde había un rico desayuno esperándole, donde danzaba con su amado por los pasillos, donde tocaban música juntos, donde podían pasar horas platicando de las cosas mas triviales que había. Y si, habían sido buenos días, días de amor, semanas de promesas, meses de deseos infinitos...
Pero, la vida nunca había sido justa con nadie, y el karma llega cuando menos lo quieres.
La colonia tocaba la guitarra a su amado, cuando este comenzó a toser incontrolablemente, escupiendo sangre, mientras su piel comenzaba a agrietarse, las venas de su cuerpo se hacían mas notorias, como si corriera tinta negra en ellas, dejando una vista cruel en su cuerpo. La colonia llamó por ayuda, pero era obvio lo que pasaba, el imperio español llegó, y vio a su colonia suplicar por ayuda, pero con pesar, solo pudo acariciarle el cabello e inclinarse para decir algo que la colonia no quería escuchar.
– Despídete, ahora que tienes tiempo.
Ante la mirada de todos, la colonia subió, lentamente, como si tratara de detener el tiempo, como si quisiera detener el dolor. Subió lento hasta entrar a esa habitación, donde vería al imperio mirando por la ventana, ya con los colores perdidos, sangrando de la boca y la nariz, viendo como la nieve caía.
– Fue en diciembre, en aquella primera fiesta cuando te vi. Y fue en diciembre cuando al fin te hice mío. Fue una vez en diciembre cuando te dije que te amé, y es una vez en diciembre que siempre te recordaré. Pensé, que todo mi pasado, esa monarquía autoritaria, esos errores quedarían sepultados por la nieve. Donde la muerte de ella pudiese haberse evitado, donde mi gente pudiese haberlo comprendido. Pero no, las cosas no desaparecen tan fácil, fui un mal imperio, y estoy pagando las consecuencias ahora. Pero si me he de ir de esta tierra, quiero que sepas, que eres lo mas maravilloso de mi vida, y no tienes idea cuanto agradezco cada segundo a tu lado. Si un día, me ves de nuevo, por favor, sálvame y regrésame a ti. Así que Nueva España, mi amado y hermoso Nueva España, ¿Me amarías en el primer amanecer que nos ilumine?
– Lo haría. – respondió la colonia envuelta en lágrimas, metiéndose en la cama con su amado imperio, abrazándole. – Así que ámame a mi también, cuando me veas, que cambiare mucho, pero permaneceré siendo yo hasta el fin de mis días. Rebelde, valiente, audaz, fuerte, y con una terrible debilidad por ti.
– Te amo, mi dulce Nueva España.
– Te amo, mi valiente Imperio.
Ambos descansaron, a la luz tenue del sol, dándose su amor en forma de compañía mutua. Donde a la mañana siguiente, la colonia aparecería sola en aquella cama, dejando salir un grito enorme que inundó de tristeza los corazones de todos, al saber que Imperio Ruso había muerto.
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Años después...
El mexicano se encontraba en la sala de reuniones.
Los habían citado de golpe, y podía ver a USA molesto, pero el ingrato no le decía nada. Tal vez eran cosas de exportaciones, o quien sabe, trataría de calmarlo, como fuera. No eran pareja, pero tenían últimamente muchas noches donde amanecían en la cama del otro, y se amaban en la obscuridad como era su costumbre. Tal vez una noche así podría ayudar con el mal genio del americano.
Suspiró viendo a todos los países entrar en la sala, algo presionados por lo que pasaba.
– México. Oye... – dijo el español mirándole. – ¿No vas a entrar?
El mexicano miró al español, había veces donde podía ver al Imperio en él, pero no, Imperio había muerto, murió aquel hombre cuando esos colores cayeron y esa corona toco tierra, y debajo de aquellos colores apareció él. España, que sí, podría ser su padre, pero ya no más, aunque, aun se comportaba como si lo fuera.
– Ya voy jefe. – dijo el mexicano. – voy por agua y vuelvo.
– No me hables tan casual chaval. Que soy tú...
– Ya no eres un imperio, tu opinión ya no cuenta. – rio el mexicano.
– ¡Te voy a romper el culo a puros coñasos ya verás, colonia ingrata!
Y entre risas el mexicano fue por agua, pero también fue para colgarse su guitarra en la espalda y entrar a ese mar de estrés y enojo de todos los países. Sonrió y acabó por sentarse en su lugar asignado, para tocar unos acordes acaparando la atención.
– Compuse una canción y me gustaría que la escucharan, tenía la música, pero creo que al fin tengo la letra, así que culo el que no la escuche.
– México, no es hora de... – el acorde de la música empezó y el americano decidió callar, mirando al latino.
Pasaste a mi lado
Con gran indiferencia
Tus ojos ni siquiera
Voltearon hacia mí
Un suspiro helado se soltó, mientras el sonar de unas botas caminaban por aquel largo pasillo. Un hombre de cabellera rubia arreglaba su cabello largo dorado, para usar aquel gorro que le fue dado, con aquella estrella roja en él. Sostuvo los papeles en su mano, y acomodo su parche en sus ojos, con el símbolo que había elegido para su nación. Podría no usarlo, pero no quería que vieran su cicatriz.
Se miró de reojo en el espejo y notó esa mirada seria en él. Posiblemente una sonrisa no estaría mal de vez en cuando. Sonrió a su reflejo y después siguió su caminar, hasta abrir esas grandes puertas de madera, donde la luz de una mañana nueva que entraba por las ventanas le iluminó.
Y sin embargo sigues
Unido a mi existencia
Y si vivo cien años
Cien años pienso en ti
El mexicano miró a ese hombre entrar, y entre rayos de luz, se quedo perplejo a lo que veía entrar como una ráfaga fugaz de nuevo a su vida...
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ACLARACIONES:
– Imperio Ruso: Bien, aquí se manejan ambas banderas de Imperio, La que tiene el amarillo /dorado en la bandera con el negro y blanco, es cuando Imperio era una monarquía aun mas autoritaria, donde se menciona que tiene a la chica que vestía como muñeca. Esta chica es la representación de todo el sector campesino en Rusia, un sector que lucho por la liberación de la monarquía. A la muerte de esta chica a manos del imperio, es cuando la bandera de Imperio Ruso cambia, a la que conoce México en la historia, la que tiene los colores de Rusia (Revolución de 1917) blanco, rojo y azul, con el escudo de la monarquía. Aquí Imperio se ve mas roto con lo que sucedió y sabe que tiene que disfrutar su vida, dado que esta por perecer. Todo esto lo sabe, pero no comenta en absoluto a México.
– La relación de Nueva España y Trece Colonias va más allá del amor, como se mencionó. Ambos no podían tener una relación entre ellos que durara, debido a los cambios que pasaban a su alrededor todo el tiempo. Aun así, se aman, aunque ambos hayan tenido diferentes relaciones a lo largo de su desarrollo.
– España NO es Imperio Español. / Aquí, hay dos maneras en que los country mueren. Una, es como la de Imperio Ruso, el murió en su totalidad, donde su cuerpo simplemente desapareció, y un nuevo country nació, en este caso URSS. URSS no tiene recuerdos de Imperio Ruso, en absoluto, es una nueva persona. Imperio Español murió a la perdida de sus tierras y la caída de la corona, aquí, el sujeto que era imperio simplemente perdió sus colores, dando vida a España como lo conocemos hoy en día. España si tiene recuerdos de Imperio Español, pero, como dice México, es una persona distinta, distintos valores y ética, así que, por esta razón, se lleva bien con los latinos, y ellos lo aprecian. Ya que el autoritario Imperio murió.
– El punto de las muertes es importante, porque también aquí se pueden dar una idea de la muerte de México antes del punto de quiebre, al actual.
– Las canciones, Una vez en diciembre, fue hecha por Imperio Ruso. Pero nunca se ha escrito la letra, hasta la fecha en donde se quedó, no hay letra para dicha canción. Cien años, creada por Nueva España, tiene la música, y fue hasta que logro ser México, que puso la letra.
– Imperio nunca pudo escuchar la letra, y Nueva España, aunque se convirtió en México, nunca ha podido escuchar Una vez en diciembre completa.
– Un easter egg que puse en la historia, es cuando Imperio está haciendo los juguetes, Nueva España menciona que hay una caja o el molde de una. (Esta caja es la caja musical que tiene México después en sus manos, pero de esto se habla en la siguiente parte)
– La neta me enamoré cabron de Imperio Ruso y salió bien pinche poquito :'( ... quería escribirlo super plano, porque esto solo era el inicio, pero no, me mame, y ahora es mi fav en punto de quiebre, y ya le di un levantón. UnU
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