HOMOFOBIA - EXTRA 2

No pensó nunca ver a su padre así.

En el suelo, sin un pedazo de su cabeza, una pistola, una bala, en la silenciosa y fría oficina. Aun así, entró, aunque estaba viendo lo mal que estaba su cabeza, aun así, tenía la esperanza de que todo fuera una broma pesada. Que su padre saliera de su escondite y se riera de él por ser un marica que llora por su muerte. Pero no lo fue, su padre no salió de ningún lado, estaba allí, muerto, mientras él solo podía ver como el charco de sangre seguía haciéndose más grande.

Perdimos, eso era seguro, perdimos. Bueno... su padre perdió.

Recuerda haber sido tomado, un pequeño chico, de unos 14 años, a punto de cumplir 15. Se le declaró como heredero y ahora era Alemania, la gran y poderosa Alemania. Tal vez pasó una semana, donde estaba sumergido en papeles y devaluación. Tendría que surgir por él mismo de la nada, y lo haría, pero primero tenia que entender como funcionaba el mundo. Se asistió de sus mayordomos, hijas, y maid. Todos le ayudaban a comprender rápido como funcionaba su economía correctamente, y así, no caer más. Pero, nadie se esperó lo que estaba del otro lado de la puerta.

Tal vez fue un grito lo que lo alertó.

Tal vez fue ese miedo que sintió cuando escuchó que alguien tumbaba la puerta de su casa.

O simplemente, tal vez fue ese deseo de esconderse debajo del escritorio que le quedaba muy grande. Al final de cuentas, era un niño aún, que necesitaba protección, que su gente hizo lo que fuera para bloquear el camino, y que no llegaran a él. Pero no pasó. Las puertas de su oficina fueron tumbadas, y fue allí cuando lo vio por primera vez, frente a frente, a aquel gran monstruo rojo.

– ¿Listo para desear morir, Alemania? – fue lo único que le dijo a un niño tembloroso en su asiento.

Intentó huir, lo intentó, trató de correr, y cuando URSS lo sujetó, mordió fuertemente su mano con aquellos dientes filosos que heredo de su padre. Lo trató, pero el soviético solo rio sujetándolo. Acabó por vendarle los ojos, amarrarle manos y pies, metiéndolo en una maleta, y así lo dejo caer piso abajo. Dañando las caderas, piernas y brazos del pequeño alemán mientras caía por las escaleras. Aturdido, pudo escuchar algunas cosas, escucho cuando URSS mando a capturar a sus hijas, escucho los gritos desesperados de sus maid y mayordomos, escucho los gritos por ayuda. Pero, no pudo responder ninguno.

Acabó desmayándose sin quererlo.

Al despertar, seguía en esa maleta, pero esta vez se movía. Tenía frio, y le dolía mucho su cuerpo y cabeza, mas aun cuando fue azotado contra el suelo, y esa maleta se abrió, solo para que viera ese rostro de ángel de la muerte. Una persona tan ruin no debería tener un rostro perfecto, no lo entendía. No lo entendió cuando lo jaló fuera de la maleta y lo estrello con unas enormes puertas, como si fuera un muñeco de trapo.

– Bienvenido a mi casa, ves que resistentes son mis puertas, las tuyas eran frágiles como tu padre, se rompieron con unas patadas. Las mías, acabo de arrojarte con toda mi fuerza y ni un rasguño. ¿Entiendes lo importante que es protegerse? Tú padre nunca me hizo caso, solo venía, me habría las piernas y se iba a creerse la gran cosa. No era mas que una puta con complejo de inferioridad.

El pequeño alemán estaba llorando del dolor, le dolía mucho el abdomen y le dolía a morir su pierna derecha. Apenas podía ver bien y sin sus anteojos eran mucho peor.

– Te daré tus gafas una vez dentro. – dijo la URSS abriendo la puerta. – ¡Pase largo! – acabó por patear dentro a una pequeña y rota Alemania. – ¿Eres como tu padre? ¿También te gusta que te dominen? ¿Qué le dejen el hoyo mas abierto de lo que seguramente ya lo tienes? Reich se jactaba de que eras un prodigio, dime, prodigio, ¿Qué sabes hacer?

La URSS acabó por sacarle la mordaza y vio unos pequeños dientes caer de boca del alemán. Tosió un poco y le miró, con esa bella mirada azul celeste que poseía, para después solo sollozar.

– Por favor... no soy mi padre, yo no tengo ningún problema con establecer relaciones con usted, no tengo ningún problema en dejar libre a Polonia, en dejar a los judíos, en liberar a todos, de hecho, ya lo hago, solo quiero que esto termine. – dijo, tratando de moverse. – Yo solo quiero que acabe, por favor, seré un niño bueno. – Eran unas enormes lagrimas cristalinas las que bajaban por aquel bello rostro hinchado. – Solo quiero ser un buen país.

– Okey. – dijo la URSS acariciándole el cabello. – ¿Quieres ser un buen niño? ¿Un gran país? ¿Es eso?

– Si. – respondió entre lágrimas. – Me duele mucho señor URSS. Por favor...

– Te curaré. Pero después de que te haga un buen niño, uno lindo, y que sabe complacer a todos para ser un gran country.

Tal vez la inocencia de Alemania fue su condena. O simplemente el ser hijo de Reich.

Trató de refugiarse en su mente, trato de imaginar cualquier cosa, trato de pensar en su padre abrazándolo en la sala, mientras le curaba un raspón en la rodilla. Recordaba los rasgos finos de su padre, sus ojos rojos, su hermosa figura. Recordaba como en sus últimos días, le acaricio el cabello para después, levantarle el mentón.

– Alemania escucha bien, solo lo diré una vez. – su padre suspiró. – Se fuerte, se sabio, se tú. Si tienes la oportunidad de amar, hazlo, no importa quien sea, realmente no. Si tienes la oportunidad de tener familia, amigos, hazlo, no te detengas. No escuches mis viejos consejos, ya no, no valían nada, solo eran mi propia hipocresía.

– ¿Padre? – dijo el pequeño alemán y el Reich sonrió.

– Cuídate Alemania, por favor.

Debió saber que era su despedida. Porque días después su padre partiría a la guerra, y una semana después, se dispararía una bala en la cabeza. Pero, esa despedida, había sido uno de los momentos más lindos que había sentido, solo él y su padre, en paz, relajados sin miedo a lo que viniera. Solo... él...

Y su padre...

Abrió los ojos solo para escuchar el rechinido de la cama donde estaba amarrado, con las caderas bien altas y las piernas abiertas. Sentía las sabanas rozándole la cara, y su rostro más hundido en el colchón, escuchaba jadeos, asquerosos jadeos y gemidos de alguien, sentía su cuerpo arder, sentía dolor en el pecho. Sentía dolor en partes de su cuerpo que no debería sentir dolor.

– jefe, despertó. – dijo alguien mientras se escuchaba una risa de un sujeto que estaba sentado en un sillón enorme y rojo. El alemán volteó a verle.

– Buenos días, "buen niño", sabes, Dimitri esta haciendo su mejor esfuerzo para que lo disfrutes y tú te desmayaste, se buen niño y tómalo todo. – dijo el hombre. – Se buen niño y di que lo disfrutas.

Fue allí cuando Alemania soltó un enorme grito, cuando estuvo de vuelta en esa pesadilla. Aquella mirada, aquella asquerosa mirada de él, aquella mirada...

No sabía cuántas manos lo habían tocado, ni cuantas personas habían pasado por él. Recuerda haber sido sodomizado, haber sentido diferentes objetos en su interior que solo lo hacían sangrar, recuerda haber escuchado risas, recuerda haber escuchado como lo llamaban una perra una y otra vez, recuerda los golpes. Recuerda las mordidas y abusos. Las quemaduras, recuerda notar sangre por todos sus muslos provenientes de un área solamente, recuerda haber sido pateado y torturado, recordaba el olor de su sangre en aquella alfombra.

Recordaba todo.

En especial. Cuando en el suelo, lleno de fluidos que no eran suyos, obligado a lamerlos, sintió una enorme mano sujetando su brazo. Un brazo, que lo arrojó a la cama y le abrió las piernas. No lo veía bien, hasta que puso sus gafas en ese rostro destrozado por golpes y cortaduras.

– Me recuerdas a la puta de tu padre. Veamos si tu al menos sirves para complacer. Quiero que lo veas detenidamente, mi rostro, porque si tu planeas hacer lo mismo que tu padre voy a recordarte esto una y otra vez.

El alemán podría haber perdonado todo, habría perdonado que lo violaran entre muchos, que lo golpearan, que incluso, lo hayan humillado de todas las formas posibles. Pero nunca en la vida, perdonaría a aquél, que le arruinó el sexo para toda su vida. Porque URSS sabía lo que hacía, cada caricia, cada toque, cada beso en diferente parte de él, siendo lindo, siendo amable. Quería arruinarle el sexo para siempre porque una vez que todo esto acabara, una vez que el alemán fuera libre y quisiera amar, nunca en la vida podría soportar el roce delicado de cuerpos, las palabras de amor, sus estúpidas mejillas siendo sostenidas durante el orgasmo. Nada.

Todo había terminado para él.

Cuando lo dejó, cuando sintió el liquido dentro de él, la gran URSS acabo por besarle la frente tan dulcemente que acabó odiándolo. No quería ser tocado de nuevo, por nadie, no deseaba ser acariciado por nadie, ser deseado por nadie.

– Algo para que me recuerdes, y recuerdes que no eres más, que una de las putas que pasan por mi casa. – sonrió, haciendo que el niño temblara de miedo, mordiendo ambas manos fuertemente, dejando las marcas en aquellas delicadas manos que se tiñeron de rojo, y después, con una barilla delgada de metal ardiente, comenzó a quemar y tatuar un numero de serie en aquellas manos, haciendo que el alemán chillara y gritara de dolor, mientras los soldados lo sometían para que se dejara hasta el final. – hermoso, puta numero 00234.

El pequeño alemán, tembló entre lágrimas, mirando esas manos arruinadas por el monstruo rojo, nunca podría mostrar esas mordidas, ese número, ese color rojo que tiño de sus muñecas a sus dedos su bella piel. Nunca...

– Creo que, solo me falta arruinarte una cosa. – le susurró al oído para después salir de la cama, colocándose una bata de dormir. – Traigan a Bielorrusia.

El chico solo vio cuando una chica mas o menos de su edad, tal vez mayor, jaloneaba con los soldados de su padre entre sollozos, gritando el nombre de "Ana" sin parar, pidiendo ayuda. Su padre acabó por abofetearla para que guardara silencio y después salió por unos momentos. Al regresar, les pidió a los soldados que se marcharan de la habitación. Así que solo estaba el alemán, la chica y el monstruo.

– Bielorrusia, es Alemania, el hijo de nazi. Ya lo he hecho sufrir demasiado, pero me falta quitarle algo. Algo que recuerde cada vez que trate de ser feliz. Por favor, desnúdate y haz tu trabajo.

La chica se quedó fría abrazándose a si misma mientras su padre tomaba asiento en su sofá. Se miraron de reojo, el alemán y la soviética, con terror en los ojos mientras ambos comenzaban a sollozar. Ambos por dolor, pero un dolor diferente. La URSS miro el reloj, había pasado un minuto desde que su hija no hacia nada, en absoluto.

– Bielorrusia, te entrené para ser una herramienta seductiva, la razón por la que mantengo tu cuerpo y curvas tan perfecto es para que me sirvas en la guerra. El sexo no es nada, solo hazlo, tengo que destruir todo del hijo de ese desquiciado, antes de que USA meta su nariz donde no le importa.

– No. – dijo tajante la chica. – No, no pienso hacerlo.

Allí estaba su error, no era algo que ella iba a decidir. Trato de huir, pero su padre la sujeto antes de hacerlo. La desnudó y la arrojó a la cama donde estaba amarrado el alemán, ahora boca arriba entre lágrimas. Cuando ambas miradas se cruzaron, ambos sintieron vergüenza y horror, ambos querían cubrirse, ambos querían salir de allí. Ambos estaban siendo abusados por alguien más.

– Ya esta duro Bielorrusia, la pastilla no dura toda la vida su efecto. No me obligues de nuevo a intervenir para que lo hagas.

El alemán la veía con súplica, y la chica estaba ya sangrando de la nariz y la boca, con un ojo hinchado. ¿Podrían fingir? ¿Podría hacerlo? Trato de hacerlo, si lo hacía bien, podría engañar a su padre. Se posicionó encima, y fingió una penetración ocultando el miembro del alemán de la vista de su padre. Alemania estaba agradecido, solo era fingir, solo debían fingir. Pero escucharon una risa, una fuerte risa que los hizo temblar a ambos.

– Bielorrusia, una penetración te hubiera dolido, eres virgen, ni en sueños gemirías por la primera penetración en tu vida. Si vas a actuar, actúa bien. Sabía que pasaría, así que me he preparado. – dijo su padre, sujetándola del cabello cuando trato de huir, sujetándole las manos cuando trataba de alejarlo. Pero no pudo evitar que las drogas no fueran inyectadas. No lo pudo hacer. Cuando recobro la conciencia, solo estaba adolorida, con el alemán debajo suyo, solos en esa habitación. Miró el rostro de Alemania en lagrimas y perdido, sin brillo, mientras ella sintió dolor en su parte baja. Noto la sangre salir al momento de levantarse, y tropezó cuando sintió dolor en sus caderas.

Lo había hecho, había violado a ese chico.

Cubrió su rostro de vergüenza e impotencia, tomó una sábana y salió corriendo de allí. Golpeándose con el barandal de las escaleras, hasta que noto a su padre a punto de ingresar, y sonrió complacido ante esa reacción. Después el alemán no supo más, nunca supo más de ella, de su vida, de porque lo hizo.

Solo recuerda haber sido dejado allí atado, hasta que una señora entro después de horas, desamarrándolo, cargándolo y llevándolo al baño. Se desmayó de nuevo allí, cuando despertó, había un sujeto de ojos dulces y violetas mirándolo. No se dijeron mucho, el chico pidió perdón, y le brindo ayuda médica, cuido de él en esos días, se presentaron hasta el tercer día, y después de ello se retiró. Alemania nunca hubiera pensado que ese joven seria Rusia, y que sería el único con él que puede hablar bien de todas estas cosas.

"Alemania"

Dejó de hacer fuerza y Bielorrusia comenzó a toser fuertemente sosteniendo su cuello, la mujer lagrimeo para después levantarse y mirarlo.

– Yo no voy a caer en esto de nuevo. No fue mi culpa, no quería hacerlo, me drogaron. Y arruinaron mi vida, pero ya no más, ya es nuevamente mía, y me voy a casar, voy a tener una linda familia, y veré esos traumas como algo lejano, yo ya dejé ir aquella sábana ensangrentada Alemania, tu deberías dejar ir tus guantes negros. Te pido perdón de frente, pero es todo. – dijo la mujer. – Por favor, retírate de mi habitación.

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El alemán salió, vio esa hermosa boda, Bielorrusia había maquillado su cuello, vio lo feliz que era, vio a Suiza tratarla como una reina, vio como eran felices. Ya era madrugada, e iba caminando con su pareja, pensando en lo que había dicho Bielorrusia, pensando en que él también debería dejar todo el dolor atrás.

– Me gusto la canción, la que bailaron, Inglaterra estaba encantado con esa canción. Me pareció lindo, se veían muy enamorados. – el alemán salió de sus pensamientos cuando escucho a su pareja hablar. Le miro, vio esos dulces colores en él, ese dulce rostro, ese cuerpo delgado y alto, ese parche que usa para ocultar uno de sus ojos. Esa mandíbula marcada y esos finos labios.

– ¿Disculpa? – dijo el alemán haciendo que el chileno volteara a verle.

– Hacen buena pareja. – respondió el latino sonriéndole. – ¿No crees?

– Si, la hacen.

Hacia frio, y mas cuando la nieve comenzaba a caer. Pero el alemán hizo lo que siempre hace, tomo las manos del chileno, y las protegió con sus manos, generando calor para que no se congelaran los dedos desnudos del sudamericano. El chileno sonrió ante este gesto, y se acercó a besarle, pero el alemán rápidamente huyó del beso.

– ... la lamento, olvide preguntar antes. – dijo el latino, era siempre lo mismo. Alemania no le gusta el contacto físico, y si lo hay, siempre es controlado por él. Chile pensó que era una clase de fetiche por el control, pero después comenzó a dudar de ello. Alemania simplemente no tolera el contacto físico sin esos guantes, sin mantener distancia, sin que haya ropa de por medio. Simplemente no lo tolera.

– Descuida, yo, besémonos. – dijo el alemán, tensando la mandíbula para acercarse y besarle. Era un beso tierno, que subió de tono a medida que los labios de ambos buscaban más. El chileno quería abrazarle, acariciarle la espalda, enrollar sus brazos alrededor del cuello del alemán, colgarse de él y que le llevara a la cama antes de que recuperara el aliento. Era el final de una boda, por supuesto que había pensado en tener al alemán en su cama esa noche. Pero no, se encontraba sometido de los brazos, sin poder acariciarlo, solo besarlo manteniendo una mínima distancia, pero, aun así, distancia entre ambos.

– ¿Me dejas acariciarte? – preguntó el chileno a lo que el alemán negó con la cabeza bajando la mirada.

– Vamos a la habitación. – respondió, siguiendo el camino con su pareja, de su mano. Alemania nunca le había comentado a Chile de su pasado, de lo que ocurrió, y de como esos guantes negros llegaron a su vida. Nunca debía saberlo, no debía.

Al llegar a la zona donde se quedaban, unas caballas perdidas en el bosque, vio a un par de amantes ebrios besarse, solo para al final ver al ruso y al mexicano comiéndose uno al otro entre besos apasionados, gemidos y roces, mientras intentaban abrir su puerta. Vio la sensualidad del ruso y el latino, las manos acariciándose el uno al otro, como si quisieran arrancarse la ropa en el pórtico de la casa. Vio al mexicano acariciando descaradamente el bulto del ruso, vio a este gemir con el toque, hasta que la puerta se abrió, y ambos entraron corriendo más rápidos que nada, cerrando detrás de sí.

– Son tan lindos esos pololos, la wea linda. – dijo el chileno sonriente. – ¿Entramos? – concluyó subiendo las escaleras del pórtico de su cabaña, seguido por el alemán.

– Vamos. – contestó.

– Am... – el latino se mordió su labio, incomodo de cómo decirlo, como iniciar lo que deseaba. El alemán frunció el ceño. ¿Cómo es que soportas todo esto? Se preguntó, viendo al chileno quitarse su abrigo, aclarando la garganta cuando retiro sus zapatos y camino a la chimenea. – Ale... am, es una linda cabaña ¿No?

"Por favor, no lo pidas, no lo pidas..."

– Lo es... – contestó tragando saliva el europeo.

– ... quieres... – el chileno titubeo mirando sus manos para después mirar a su pareja. – ¿Quieres hacer el amor conmigo hoy? Yo... realmente quiero estar contigo.

"Di que no, no lo hagas pasar de nuevo por todo eso, es horrible, sabemos que es horrible, no hagas llorar a Chile de nuevo, no lo hagas..."

– Si.

El chileno enrojeció sus mejillas, acercándose a su novio para después, con timidez robarle un beso mientras el alemán fruncía el ceño correspondiendo dicho beso dulce de su pareja. El latino con nerviosismo puso sus manos en la cintura del alemán y este lo permitió, las manos de chile estaban encima de su enorme abrigo que aun llevaba puesto. Pero detuvo sus manos, cuando el chileno las deslizo debajo del enorme abrigo negro.

– Lave mis manos antes de...

– Toma una ducha... – "Aquí vamos de nuevo, por favor no me odies."

– Okey, si, no te preocupes, lo que necesites amor. – contestó el sudamericano sonriéndole, para después entrar en el baño, y a los pocos minutos, se escuchaba el caer del agua en la regadera. El alemán golpeo su frente, para seguir con algo que se había hecho rutina. Quito las cobijas, dejando solo la sabana que protegía el colchón, y las almohadas, pero sin su funda. Saco de su maleta una cuerda, algunos vibradores, guantes de látex, lubricante, y toallas, toallas de distintos tipos y tamaños.

"Dios, esto es horrible..."

Al poco rato, salió el chileno, sonrojado y secando su cabello, con una toalla amarrada a su cadera, mostrando ese cuerpo trabajado y fuerte. Sabía que el alemán se negaría si le preguntaba si él podía ser el activo esta noche, así que mejor dejo ese pensamiento detrás. Se acercó a su novio sonriéndole, viendo las cosas en la cama ordenadas y desinfectadas. Se mordió el labio y se sentó en dicha cama jugando con sus dedos un poco, quería decirlo bien, quería pedirle algo a su pareja.

– Ale... ¿Podemos hacerlo sin todas estas cosas hoy? Solo, tú y yo...

– No. – contestó tajante el europeo desviando la mirada. – Es así, o realmente no puedo Chile.

– ... ¿Puedo saber por qué?

– No.

– Llevamos ocho años juntos. – respondió el latino. – Puedes confiar en mí. ¿Es misofobia? ¿Es eso?

– ... solo vayámonos a dormir. – contesto el alemán retirando las cosas de la cama, pero el chileno lo detuvo quitándole las cosas.

– No, lo haremos. – dijo con algo de pánico de perder la oportunidad. Se sentía idiota, el alemán casi nunca quiere intimar y cuando acepta el lo hecha a perder con sus estúpidas preguntas. Le sonrió a su pareja y se recostó en la cama. – Estoy listo.

"¿Cómo me soportas a mí? Chile, deberías huir..."

El alemán retiro la toalla que ocultaba la desnudez del chileno, para después, comenzar a amarrarlo. Sujeto sus piernas, abriéndolas y amarrándolas así, para que no pudiera moverlas, manteniéndolas abiertas, haciendo que el chileno se sonrojara al sentirse tan expuesto.

– Prepárate. – dijo, dándole el lubricante y unos guantes de látex al chileno.

El latino suspiró, abrió dicho lubricante y después de colocarse sus guantes, tomo un poco del líquido viscoso y comenzó a masajear su entrada suavemente, abriéndola poco a poco. Era horrible, el clima no era para nada sensual o romántico, se sentía mas una muñeca sexual, siendo lubricada y abierta para su dueño. Pero no importaba, no le importaba. El alemán siempre había sido su sueño, y lo fue mas cuando se enamoro de él, de todo lo que la gran Alemania es, de su personalidad, de su risa, de los gustos musicales que comparten, de todas esas hermosas citas, de lo bien que se llevan. El sexo no era importante, no debería serlo, no quería que lo fuera. Amaba a Alemania, con eso bastaba.

– Hn... – sintió su entrada humedecerse más, y cuando pudo meter unos 3 a cuatro dedos, dejo de acariciarse mirando al alemán. – y–ya...

– Okey. – el alemán ya traía puestos unos guantes de látex negro. Tomo un vibrador y lo colocó dentro del chileno sacándole un gemido, para después encenderlo.

– ¡Hn!

El chileno comenzaba a jadear, mientras el alemán escuchaba esos dulces y suaves gemidos. Se masturbo un poco para después comenzar a colocar las toallas en el cuerpo del chileno, ocultándole el cuerpo con ellas, solo dejando visible la parte importante. Una vez hecho esto, se colocó un condón y se acomodó encima, sintiendo como cosquilleo el aliento de su pareja en su hombro, y después, ya cara a cara, penetró con cuidado, sin hacer contacto con los muslos del chileno. No podía meterla por completo sin el contacto, pero, era eso o nada.

El latino soltó un suave jadeo, y por instinto, enredo sus manos alrededor del alemán, que rápidamente se quitó, para después, amarrarle las manos a la cabecera. De nuevo, el sudamericano no se quejó, y siguió tratando de disfrutar esas leves embestidas, que apenas lo penetraban, quería que el alemán golpeara su próstata por dentro, pero, Alemania no quería pegar sus muslos con los del chileno, así que era imposible.

– hnn... – mordió su labio, moviéndose un poco, haciendo que el vibrador se moviera sacándole un gemido. – hn...

– espera. – dijo el europeo, sacando su miembro, poniendo un anillo vibrador en este. Quería correrse con su pareja, así, que necesitaba sentirse mas estimulado.

– Puedo... hacerte una mama...

– No.

– Okey.

Siguieron tal vez unos minutos más, donde ambos jadeaban bajo, donde esa cama apenas se movía y esas cuerdas tenían bien amarrado al latino para que no se moviera. Jadearon más, y soltaron gemidos, mientras ambos acababan por correrse en un suave y apenas perceptible orgasmo, que los hizo correrse un poco. Aun ni siquiera de los dos sabía si realmente se habían corrido, o solo era el pre semen que salía, pero, ninguno lo averiguo, no porque el latino no quisiera, sino, porque el alemán ya había salido de la cama antes de que pudiera asegurarse.

El europeo apagó los vibradores, desamarro a su pareja, se limpio el poco sudor que tenía, retiró el condón y acabo por limpiarse más.

– Chile...

– ¿Te gustó? – dijo el latino sonriéndole suavemente acariciándose las marcas enrojecidas en sus muñecas.

¿Por qué seguía soportando todo esto? El latino siempre hacia la misma pregunta, siempre al terminar. Con ese rostro dulce, demostrando cuanto lo ama, sabiendo, aun así, que nadie lo disfrutaba, aun así, preocupándose por él, queriendo su placer antes que el suyo, aun así, sonriéndole tan dulcemente.

– Si. – contestó al fin, sonriéndole.

– Te amo. – dijo el latino, sacándole una sonrisa al europeo.

– Yo también te amo. Iré a ducharme.

Ya en la ducha, se quedo parado sintiendo las gotas de agua deslizarse por su cuerpo, recordando aquella vez donde una lluvia lo mojo por completo, cuando caminaba perdido por Francia, había tenido un ataque de pánico en un bar después de que la cantinera tocara su brazo desnudo, y acariciara sus bíceps para hacerle un cumplido. Solo recuerda salir corriendo, hiperventilarse, enfadarse y perderse.

Ahora, caminaba sin rumbo a media noche en parís, con una lluvia mojándole, y sintiendo frio.

– ¿Mala noche? – escuchó, y alzo la mirada para ver a la persona que le había hablado. Lo conocía, allí estaba Chile, uno de los países latinos, sosteniendo una sombrilla cubriéndolo de la lluvia, mirándole con ternura, con ese parche cubriendo uno de sus ojos. – ¿Quieres caminar un rato escuchando música?

Ni siquiera supo porque acepto eso, solo recuerda haberse puesto los audífonos y caminar a su lado. El chileno no dijo nada, solo caminaban juntos por las bellas calles de París. Sintiendo paz en el silencio del uno y el otro, mientras las melodías inundaban su cabeza. No había sentido esa clase de paz nunca, y acabo por sonreír y sentirse feliz, caminando así, en una simple y típica noche, con la persona que menos pensaba, en aquel país lejos de casa. Tal vez tenían razón, la persona correcta siempre llegaba en el peor momento, haciendo la cosa mas inusual para enamorarse.

Pero, arruino todo.

Las citas, los cortejos, los suaves coqueteos entre ellos, todo era perfecto, siempre fue perfecto hasta esa noche. Donde el chileno lo invito a su casa, a su recamara, y el alemán pensó que podía hacerlo, que podía entregarse a la persona que ama. Se dejo besar, se dejó acariciar mientras se desnudaba, dejo a Chile sin atar, y ese fue el error, porque el chileno acaricio suavemente la mejilla del alemán, susurrándole cosas hermosas en el oído. Y lo único que pasó por la mente del alemán, fue esa voz gruesa, esa asquerosa voz tocándolo.

Acabo por golpear a Chile en la cara después de ello.

Aun seguía sin entender como el chileno no se había ido de su lado. Aun no entendía como soportaba ese sexo que tenían después de esa noche, aun no entendía como le seguía la corriente en cuanto a reglas para acariciarse. Aun no lo entendía, nunca lo entendería.

Salió de la ducha y dejo que su pareja entrara a ducharse mientras cambiaba las sabanas. Ya una vez con la cama limpia de cualquier fluido, se recostó metiéndose en lo que su pareja salía, y cuando salió, se recostó a su lado. El latino busco calidez en su pareja, pero este le aparto y después le beso la frente para darse media vuelta y dormir. El sudamericano solo suspiro bajando la mirada, dándose media vuelta y trató de dormir, realmente lo trato, pero no podía ser como el alemán, él tenia el sueño ligero y podía escuchar esos fuertes gemidos provenientes seguro de la recamara del mexicano y el ruso quienes disfrutaban la fría noche para cogerse y darse calor mutuamente.

Se sintió excitado con dichos gemidos, y se levantó de la cama, tratando de no escucharlos, pero le fue imposible. Mordió su labio e hizo algo que marcaria un dolor enorme en él después. Tomo la camiseta usada del alemán y se la colocó, para después recostarse en la cama, mirando de reojo a su pareja, asegurándose de que estuviera dormido, para después, con timidez, deslizar su mano por su abdomen hasta acariciar ese bulto por encima de sus boxers, y después, meter su mano por debajo comenzando a masturbarse oliendo dicha playera, el olor a la colonia del alemán, a su olor propio, le intoxicaba y le hacía desearlo más, le hacía sentirse más excitado con esos gemidos de fondo.

Siguió haciéndolo, imaginando que eran sus gemidos, imaginando a un alemán tomándole con tanta pasión que apenas podía con ella. Imaginando que el alemán deseaba tocarle, deseaba deslizar sus labios por su cuerpo, deseaba morderlo, deseaba besarse hasta dejarse los labios hinchados. Deseaba... tanto que su pareja la tocara, que lo reclamara como suyo, que en primavera lo buscara como desquiciado, y se tomaran mutuamente para enriquecerse. El alemán de su imaginación erótica era perfecto, era su deseo sexual hecho hombre, era todo, tanto, que acabo corriéndose en un fabuloso orgasmo, mordiéndose el labio fuerte, evitando gemir, evitando que lo descubriera. Había manchado la camisa, pero la lavaría, la lavaría tan bien que estaría mas limpia de lo que estuvo antes de usarla.

Pero el destino jugo en su contra.

– ¿Qué diablos hiciste con mi camiseta?

No supo que responder, nunca iba a poder responder. El alemán le quito la camiseta agresivamente, tirándolo de la cama. Al chileno no le dolió el golpe que se dio, solo podía ver al alemán levantarse fúrico, mirando las manchas humedecidas en su camiseta, lanzando insultos en alemán al aire, molesto a morir.

– ¡Arruinaste mi ropa! – dijo mirando al chileno.

– ¡Lo lamento! – gritó levantándose. – Lo lamento Ale, me deje llevar, escuche los gemidos fuera y acabe por pensar cosas sin sentido, perdóname, por favor perdóname, nunca quise arruinar tu ropa, la lavare ahora, solo dámela, te la regresare como nueva.

"Tranquilízate, solo lo estas asustando, respira como te dijo OMS, no te dejes llevar por la ira, no lo lastimes..."

– ¡Esta arruinada! – gritó el alemán arrojándola al suelo, comenzando a jadear. – ¡¿Porque diablos tocas mis cosas!?

– Perdóname Ale, realmente lo siento. – contestó el latino avergonzado. – Yo...

– Joder, ¿tu culo es tan insaciable que tienes que tomar mis cosas?, ya tuvimos sexo Chile, no toques cosas que no son tuyas, es asqueroso tener tus fluidos en mí, ¡Maldita sea! ¡No vuelvas a tocar nada mío!

El chileno no se dio cuenta cuando había comenzado a llorar, solo sabia que esas palabras habían sido crueles y le habían dolido. ¿Era tan malo que quisiera disfrutar su sexualidad? Mordió su labio viendo los jadeos del alemán, y supo que estaba teniendo un ataque de pánico. No era momento de pensar en él, debía ayudarlo. Busco entre sus cosas de la maleta mientras el alemán seguía maldiciendo furioso, para encontrar una bolsa de papel. Quería dársela al alemán y que comenzara a respirar, quería ayudarlo.

Pero solo recibió un manotazo alejándolo.

– ¡No me toques! ¡No con tus sucias manos! ¡Joder, maldita la hora en que decidí salir contigo! ¡Solo lárgate de mi vista! ¡Se acabó! ¡Terminamos!

El chileno se quedó estático, mirándolo entre lágrimas, ¿Tan asqueroso le resultaba que después de ello lo quería lejos? ¿Era la misofobia? ¿Qué era? ¿Por qué Alemania se enojaba y no decidía hablarlo? ¿Por qué seguía llorando y no trataba de ayudarlo? ¿Qué decir? ¿Qué tenia que decir para evitar que se le rompiera más el corazón?

– P–pero esta es mi habitación igual. – dijo, limpiando sus mejillas, con un rostro desesperado, mientras esas lagrimas cristalinas no dejaban de salir. – Weón, es mi habitación igual, dormimos juntos. ¡Es una puta cabaña compartida!

No esperaba que el alemán tomara su brazo con tanta fuerza, que lo jalara haciéndolo tropezar y lo arrojara fuera de la cabaña cerrando con llave. Sintió su piel erizarse cuando el frio y la nieve le dieron la bienvenida a la intemperie. Solo usando unos boxers, solo eso. Comenzó a sollozar para que lo dejara entrar, quería al menos su abrigo, quería lo que fuera, lo que pudiera darle.

– ¡Alemania! – gritó titiritando, la nieve estaba congelando sus pies y todo su cuerpo. – ¡Alemania! ¡Por favor! ¡Déjame entrar! ¡Por favor! ¡Hace mucho frio! ¡Déjame entrar!

Aun así, se estaba conteniendo de no decir nada fuera de lugar, de no insultarlo, de no lastimarlo. Sollozo mas golpeando la puerta, lloro y gritó a su pareja, mientras soportaba el frio que le congelaba.

"¡Abre la puerta!"

La puerta nunca se abrió.

Y el chileno estuvo condenado a irse de allí. Buscando ayuda, hasta caer a faldas de una cabaña, subiendo con el cuerpo entumecido, tocando la puerta con la fuerza que le quedaba y acabando por desmayarse. El frio le había congelado demasiado, pero, nada de eso lo tenia tan mal como el corazón roto de una manera tan vil que había sentido.

Al despertar, estaba entre los brazos de Rusia, frente a la chimenea, acurrucado en el torso desnudo de este. Sintió vergüenza y confusión, pero el ruso solo le acaricio el cabello dejando que siguiera con él. Después comprendido, que la razón por la que estuvieran ambos semidesnudos frente a la chimenea, era porque así era la manera más fácil de calentarlo.

– México, despertó. – dijo el ruso haciendo que un apresurado mexicano corriera hacia él.

– Wey no mames, ¿Estas bien? – dijo el mexicano ante un confundido chileno. – Rusia era la mejor opción para calentarte, es enorme y podría cubrirte por completo, conmigo hubieras tardado más.

– Lo entiendo.

– ¿Qué pasó pendejo? ¿Dónde esta Alemania? ¿Por qué andabas en calzones afuera?

– ... Alemania me sacó. – dijo comenzando a sollozar. – La puta wea... ah... yo solo... quería sentir su aroma, y tomé su camiseta... Dije que la lavaría, la lavaría bien, muy bien, pero se enojó, me termino y me echo...

– ¿Qué verga? – el mexicano miro al ruso quien estaba confundido igual. – A ver, te pusiste su camiseta, te masturbaste con ella, la manchaste un poco, se enojo por ello, te terminó y tuvo los huevos para sacarte cuando estamos a –18 grados. ¿A ti? ¿A alguien que ha estado con él los últimos 8 años? ¡Ese pendejo se saco boleto, voy a darle unos buenos putazos al hijo de su puta madre!

– México, no es importante ahora. – dijo el ruso, sosteniendo al chileno que sollozaba en su pecho. No era el tiempo de hablar de venganzas, no ahora cuando el corazón del chileno estaba roto.

No cuando dos corazones estaban rotos.

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Alemania miró a su alrededor cuando el ataque de pánico terminó. Miró la maleta de Chile, y vio una bolsa cerrada al vacío, tenía diferentes cosas de él. Desinfectadas y guardadas, había una de esas bolsas que decía "Emergencia" y había diferentes cosas para el alemán, entre ello, la bolsa por si se hiperventilaba. La sostuvo en sus manos y siguió revisando dicha maleta. Chile tenia diferentes jabones, para todo, muchos desinfectantes, ya sea en gel, toallitas o aerosol, también toda su ropa estaba salida de la tintorería y cerrada al vacío. Cargaba con alcohol y su colonia. Chile seguía pensando en Misofobia, porque era lo que mas se acercaba al nulo contacto del alemán a los demás, porque quería entender que pasaba, porque quería ayudarle y estar para él.

– ¿Por qué haces todo esto? – dijo al aire el alemán. – ¿Por qué soportaste todo esto?

Y se rompió.

Acabó sollozando aspirando el dulce aroma de esa ropa al sacarla, aspirando ese perfume. Acabó recostándose del lado del chileno, aspirando el dulce aroma que Chile dejó. ¿Qué diablos había hecho? Lo había sacado, casi desnudo, fuera en la nieve. Se levantó de golpe saliendo, pero solo se encontró al ruso que estaba a punto de tocar.

– ¿Rusia?

– Hablemos. – dijo tajante el ruso entrando. – Chile esta bien, llegó a nuestra cabaña, ahora está dormido con México, quien, por cierto, me mando a decirte que te va a romper la cara.

– Rusia, tengo que ir con...

– Hablemos. – dijo el ruso mirándolo. – Rompiste con Chile, no tienes nada que hacer con él ahora.

– No quería romper, solo entre en pánico, necesito decirle.

– Alemania, siéntate, – dijo el ruso. – ¿Por qué quieres volver? Si te llega a perdonar, nada cambiará, primero ayúdate a ti. Dejaste de ir con OMS cuando conociste a Chile, OMS te dijo que simplemente tú no puedes dejar las terapias, tú no decides eso. ¿Por qué diablos dejaste de ir?

– ¡Porque era feliz! ¡Porque soy feliz a su lado! ¡Porque todo es perfecto hasta que intenta tocarme! ¡Porque me da asco sentir manos encima de mí, me da asco el calor, los jadeos, me dan asco Rusia!

– ¿Por qué?

– ¡Porque tu padre y todo su ejército me violaron hasta romperme el culo! ¡Porque me trataron como un simple trapo! ¡Porque no me dejaron hasta romperme los huesos! ¡Porque tu hermana lo hizo igual! ¡Porque esa noche donde lo mataste no lo hiciste a tiempo!

– No fue mi culpa, no fue tú culpa, no fue la de nadie. Deja de culpar a los demás que igual fueron victimas ese día.

– ¡Solo quiero que toda esta pesadilla acabe! ¡Has que acabe joder!

El ruso se quedó mirándolo para después levantarse y estirar su mano hacia el alemán. El otro, en lágrimas, le miro confundido, mientras el ruso le daba una sonrisa suave mirándole.

– Tú me ayudaste Alemania, déjame ayudarte a ti. Tienes que volver con OMS.

El alemán, no puso más resistencia, no más.

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5 años después...

Tenia consigo tulipanes que había recolectado, tenía consigo su corazón en la mano, tenía consigo anhelos y sentimientos encontrados. Alemania no sabía si tenía el derecho de acercarse. No lo sabía, pero había tomado ese avión directo a Santiago, lo había hecho esperando algo y nada, esperando todo y nada. Acabó por tomar un taxi y dirigirse a la residencia donde quería llegar. Donde fue feliz. Al llegar bajó del coche, pagó y deseo un buen día al sujeto. Después, caminó directo a la puerta y tocó el timbre. Sentía las piernas temblorosas, sus manos estaban sudando y tenia muchos nervios, pero tenia que hacerlo, tenia que pedir perdón.

La puerta se abrió, pero no era exactamente Chile al que vio.

– Alemania, que agradable sorpresa. ¿Vienes a ver a Chile?

Allí estaba, con su cabello azul peinado hacia atrás con sus manos, con su torso desnudo y perfecto, con su cuerpo atlético y por siempre joven. Allí estaba Inglaterra en la puerta. Se sintió como un balde de agua fría al verlo, pero, el dijo que lo haría, esperando todo o nada. Por supuesto era nada, ¿Qué esperaba? Al chileno esperándolo cinco años, cinco años donde nunca le habló o mensajeó, cinco años donde lo evito en cualquier reunión. Nunca... Nunca pasaría.

– ¿Está Chile?

– Si, pasa. – dijo el inglés dejándolo entrar, para después tomar su camiseta. – Esta tomando una ducha, espera. – dijo de nuevo, subiendo las escaleras. Para después de unos minutos, bajar ya con un pantalón puesto y una maleta. – Toma, es el hotel donde me estoy quedando, díselo. Que tengas buen día Alemania, por cierto, lindas flores.

Y se retiró.

El alemán notó como había cambiado la casa del chileno, ese olor a antiséptico se había ido, ahora olía a flores, ya no había toallitas desinfectantes en la puerta, para limpiar la manija, ya no estaba el armario donde él guardaba sus abrigos lejos de los otros. Ya no estaban sus fotos en la pared. Mordió su labio, dejando las flores en la mesa, y después a punto de salir, escuchó como una voz decía su nombre.

– Alemania. – volteo a verle, y lo vio, con unas bermudas y una playera sin mangas, secando aun su cabello. – ¿Qué haces aquí?

– ... vine a disculparme. – dijo sin pensar, viendo lo hermoso que se veía el chileno. – Las traje para ti.

– Tulipanes, me gustan, gracias. – respondió el latino dándole una suave sonrisa. – Yo olvide eso, así que no tienes que disculparte, aun así, te perdono, mira, entraste en pánico, ensucie tus cosas, está bien. Entiendo que no te gustan los fluidos, am... – el chileno se encogió de hombros – ... ¿Son los gérmenes verdad?

– No. No Chile, nunca fueron los gérmenes, no me importan esas cosas. – respondió el alemán. – Nunca fueron los gérmenes, nunca fuiste tú, fue esto. – el alemán mostro sus manos, aun con los guantes puestos., para después retirarlos haciendo que el chileno hiciera un gesto de preocupación. Sus manos eran rojas, como si su piel se hubiera teñido de ese color, con dos mordidas enormes en cada una, con quemaduras en su palma que revelaba un numero de serie, con raspones y heridas, tal vez por lavarlas tanto. – Puedo usar maquillaje en ellas, pero, cada vez que intento hacerlo, siento el roce de mis manos entre ellas y lo odio. Odio sentir el calor de otra piel porque...

– ¿Por qué?

El chileno solo hizo una cara de horror mientras el alemán explicaba lo que ocurrió dicha noche, lo escuchó hasta que terminara y después ambos se quedaron en silencio.

– ¿Puedo abrazarte?

– Por favor hazlo. – dijo el alemán sintiendo el suave toque del chileno rodeándolo, su dulce calor, todo, quería más, quería sentir sus manos acariciándole la piel, quería todo eso. Pero no podía...

Tal vez se quedaron así, abrazados dulcemente unos minutos para después sentir como el latino lo soltaba.

– Gracias por decirme que sucedía. – dijo el chileno. – Ale, sigues siendo tan genial, a pesar de todo. Me agrada que salieras adelante y que recibieras la ayuda que necesitas. Además, me alegra por primera vez ver tus manos. Soñé mucho tiempo con ellas, suena loco, pero verlas me dio alivio.

El alemán no lo pensó, se acerco al chileno dispuesto a besarle, a decirle que solo quería continuar, que quería volver atrás, pero, el chileno se aparto de él. Alemania comprendió el mensaje y sonrió al suelo mientras el latino se levantaba rascando su cabeza.

– ¿Estas saliendo con Inglaterra? – preguntó el alemán.

– No salgo con nadie weón, solo cogí con Inglaterra, es diferente.

Eso se sintió como un golpe al pecho, pero debía tranquilizarse.

– Chile, yo quería...

– No pienso regresar contigo. – respondió el chileno, dándole la espalda. – No quiero regresar contigo, te amaba, dios, te amaba mas que nada. Estuve años a tu lado, pensando como idiota que solo era una fobia, solo era un desagrado, solo necesitaba concentrarme y ver que te gustaba. Compré tantas cosas, tantas cosas innecesarias, si me hubieras dicho, desde un inicio, que era el contacto físico el problema, te hubiera ayudado, hubiera entendido. Pero no, solo, dejaste que siguiera creyendo que era otra cosa, Y cuando rompiste conmigo, idiota, me pude haber muerto de hipotermia. Y no me pediste perdón hasta después de 5 años de prácticamente ignorarme, de hacer que no existo, cinco años Alemania. Y ahora vienes aquí, con flores, esperando que todo se arregle y salte a tus brazos. – el chileno limpio las lagrimas de sus mejillas. – Me alegra que estés mejor y recibieras ayuda, enserio me siento dichoso por ti. Pero, se acabó, no vengas aquí esperando amor Alemania.

– Chile...

– Lo que me duele más, es, que te siga queriendo. – dijo haciendo al alemán levantarse. – ¿Podrías retirarte por hoy? Se que viajaste hasta acá, así que quédate en el hotel que quieras, yo invito. Pero por favor, vete por hoy.

El alemán no dijo más, solo caminó a la puerta retirándose. Se quedó tal vez en el pórtico de la casa unos minutos, y después suspiró, caminando lejos para ir a un hotel y pedirle a su gente que compraran un boleto de regreso. Ya en el hotel, solo se dedico a mirar el techo, recordando a su dulce pareja, moviéndolo un poco siempre al despertar, usando unos guantes de látex, para sonreírle con tanto amor, solo para decirle buenos días. Sonrió para sí, Rusia tenía razón, son las pequeñas cosas las que nos hacen dichosos, para Rusia, eran los hoyuelos que se formaban en México al sonreírle, para él, era esa dulce sonrisa en las mañanas.

Cuando abrió los ojos de nuevo, miró hacia fuera, viendo como comenzaba a llover en Santiago, sintiendo algo de frio, mirando por la ventana. Se quedo mirando las gotas de lluvia, y después corrió a su maleta, sacando ese viejo reproductor de música y esos audífonos, para después correr con un paraguas lejos del hotel, con dos abrigos, un puñado de canciones y toneladas de sentimientos encima.

Mientras tanto, el chileno y el inglés estaban empapados a morir, corriendo por las calles hasta llegar a la casa del latino, mientras este, buscaba entre sus bolsillos las llaves, titiritando y temblando, tratando de encontrar la llave correcta.

– Olvídalo Chile, se me pasaron las ganas. – dijo el inglés. – Goodbye mister.

– ¡No me jodas weon! ¿En serio te vas a ir por unas cuantas gotas de lluvia? – dijo molesto el latino.

– Yes, bye. – y acto seguido, el inglés fue recogido por una limosina unos minutos después, cubriéndose de la lluvia.

– ¡Jolaperra! – gritó el chileno molesto, intentando abrir su casa, entre el enojo y frustración, acabando por romper la llave. – ¡Conchatumadre!

Gritó golpeando su puerta para después quedarse sentado en el pórtico, mientras veía las gotas caer de su cabello, y exprimía un poco su camiseta. Podría brincar por detrás, y abrir al meterse por la ventana del patio, pero lo haría cuando bajara la lluvia. Se sintió solitario, tal vez México tenía razón, debía avanzar y comenzar de nuevo. Debía dejar de sentirse solo, tal vez, solo, tenía que mirar lo que le deparaba el futuro.

– ¿Mala noche?

El chileno levantó la mirada para ver al alemán jadeante con abrigos y un paraguas, sosteniendo un reproductor viejo y unos audífonos. Se le notaba tan agitado, que seguramente el europeo no notó como sus gafas se habían enchuecado, como su pantalón estaba salpicado de agua, ni como su cabello se había alborotado.

– Algo así... – respondió el chileno.

– ¿Quieres caminar un rato escuchando música? – dijo, sacándole una risa al latino.

El alemán sonrió, y acabo por acercarse, colocándole el abrigo al chileno, resguardándolo del frio, para después colocarle los audífonos. Y entre risas y sonrisas, acabaron por caminar por las calles esperando que la lluvia bajara. Tal vez, no significaba nada esa caminata en la lluvia, o tal vez significaba todo, pero había algo seguro.

Cuando las manos del chileno rozaron y sujetaron las del alemán, este ya no usaba los guantes negros. Habían quedado atrás, como el dolor, como las heridas, atrás, solo para buscar la calidez de la persona que ama.

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