HOMOFOBIA - 7
Fue la alarma lo que lo despertó.
Bajó calmado de su habitación y camino hasta el comedor, donde pudo ver unas enormes y brillantes alas doradas, cocinando lado a lado de Ana. Solo había un ángel dorado en su vida, y ese era su pequeño hermano Kazajistán. Suspiró feliz, entrando al comedor, siendo recibido por un gran abrazo de aquel hermano menor, mientras movía sus alas con felicidad. Miró a Ana, quien tenía una cálida sonrisa comenzando a servirles a ambos el desayuno. Y también miró a Dimitri entrando, su asistente, dejando ciertos papeles a un lado de él, dándole por supuesto los buenos días, para después retirarse junto a la maid.
Al final, aquellos hermanos que compartían una marca soviética en alguna parte de su cuerpo, se miraron soltando una suave sonrisa.
– ¿Nos vamos juntos al cumpleaños de ONU? – preguntó el menor, comenzando a comer las tiras de tocino.
– Seguro. – respondió el ruso. – ¿Tienes planes para después de ello? – Tal vez, la tristeza de lo que había sucedido con México se iría, si podía retomar su vida, paso a paso, una salida con su hermano sonaba bien.
– Los tengo, invité a alguien a salir. – respondió el menor.
El ruso soltó sus cubiertos viéndolo. Había muchas fallas en esa oración. Su hermano bebé tiene planes, y no solo planes, él los había creado, así es, él había pedido a alguien mas salir con él. ¿Por qué su hermano bebé invitó a alguien? ¿Que no es más común que lo inviten a salir a él? El ruso por dentro se golpeo la frente, por dios, estaba asumiendo muchas cosas. Kazajistán es tierno, sí, pero, no podía ponerlo como un chico indefenso que era... bueno...
– ¿Qué? ¿Solo porque tengo un rostro lindo no puedo ser un macho e invitar a salir a alguien? – prácticamente Kazajistán había resumido los pensamientos del ruso. – ¿Sabes que soy activo en mis relaciones verdad?
– ¿Eh?
– Me gusta meterla Rusia, no que me la metan. No soy un bebé.
El ruso solo podía mirar a su pequeño hermano mientras este comía, mirando su celular, hasta que levanto su mirada, y esos ojos dorados se postraron en los violetas del ruso. Lanzó una risa, por supuesto, su hermano mayor debió haber pensado siempre que él era el pasivo de todas sus relaciones.
– ¿Rusia? ¿Estás bien? – preguntó entre risas el kazajo.
– ¡Salías con Japón! ¡¿Te cogiste a Japón!? Al hijo del gran imperio japonés.
– Me gusta como gime, como el hentai que tanto nos gusta a ambos. – sonrió el kazajo.
– ... Todo lo que creo es una mentira. – respondió el ruso soltando una suave risa. – Ahora me vas a decir, que en la relación de USA y China, era China quien se cogía a USA.
– Si, pensé que lo sabías. Deberías hablar más con China, aunque estoy seguro que evitaba hablarte de sus parejas por lo homofóbico que eres.
– ¡China se la metía a USA! – dijo el ruso cruzando sus brazos. – Por eso no me apoyo cuando quise destruir a USA con un misil, claro, el único misil que podía destruir a USA era el de él.
Y Kazajistán estalló en risas golpeando la mesa. Tener a su hermano aquí le ayudaba demasiado, lo hacia no sentir tan miserable, pero, no todo eran risas, nunca son siempre risas, aunque quisiera.
– ... Rusia, ¿Hablaste con México? – allí estaba, la expresión de Kazajistán mirándolo, tratando de hacerlo feliz. – ¿Qué te dijo?
– ... No he hablado con él desde que me confesé. – suspiró el ruso. – No puedo, solo, preferí alejarme. Dios fue horrible, entre en pánico, me fui directo contra él, lo forcé a besarme y mis estúpidos colmillos le rompieron el labio. Lo tumbe entre la nieve, si no hubiera sido por la nieve seguramente lo habría lastimado más. Al final reaccione hasta que Austria golpeó mi rostro. Solo no quería que se fuera con él, porque una vez que ellos se reunieran, México aceptaría estar con él para toda la vida, y no podía permitirlo. México me... ama a mí.
– ¿Estas seguro de eso? – dijo su hermano.
– No. – respondió el ruso. – Tal vez no acepto el rechazo. Tal vez huí porque no quería que me viera vulnerable, no quería que México viera una masa de tres metros llorando cuando me rechazara.
El kazajo sonrió, tomando de su té, mientras veía al ruso pensativo, moviendo su dedo por los bordes de la taza de su café. No era su hermano que conocía, era el chico que solía cantarle una canción de cuna cuando era mas pequeño. A pesar de que su padre se lo prohibiera. Aun recordaba ver al ruso en una versión más joven, metiéndose en su habitación. Tomando su rostro y tapando sus oídos, mientras lo cargaba, llevándolos al ático. Ucrania, Bielorrusia y él, siendo escoltados por el ruso, al ático, mientras se escuchaban los gritos sin parar por la enorme mansión de su padre torturando a sus enemigos, de las balas, de los golpes. Aun recuerda ver los ojos violetas del ruso, determinado a hacer una cama para ellos, juntando cobijas y almohadas guardadas en una esquina, recostándolos. Recuerda como calmaba el miedo en Bielorrusia, y sujetaba la mano de Ucrania mientras los gritos por ayuda se hacían mas intensos, hasta que recuerda ver esos ojos en los suyos, mientras lo abrazaba cerca cantándole una dulce canción al oído, como un susurro.
– Kazaj, solo escucha mi voz. – dijo el ruso. – Cierra los ojos y escucha mi voz. – repitió, haciendo que el menor los cerrara. – Спи, младенец мой прекрасный, Баюшки – баю. Тихо смотрит месяц ясный В колыбель твою. Стану сказывать я сказки, Песенку спою; Ты ж дремли, закрывши глазки, Баюшки – баю. (Duerme, niñito mío, prenda mía ¡Arrurú, arrurú! La luna silenciosa está mirando, dentro de tu cuna. Te diré cuentos de hadas, y te cantaré cancioncitas. Pero debes dormir, cerrando tus ojitos. ¡Arrurú, arrurú!)
El ruso solía cantarle a los tres dicha canción, hasta quedarse dormidos. Y a la mañana siguiente, amanecían en sus habitaciones, durmiendo pacíficamente, mientras despertaban escuchando los sollozos del ruso siendo azotado en el patio trasero, obligado a estar recostado con el torso desnudo en la nieve, sintiendo como el hielo quemaba su piel mientras su padre, sacaba un gran látigo de cuero.
– Los haces débiles alejándolos de los ruidos de la guerra, Rusia. No vuelvas a tomar a tus hermanos sin mi permiso. – y allí iba el primer azote, mientras el pequeño niño de unos 10 años lloriqueaba. Por supuesto, que Ana y las demás maid, incluso Dimitri quiso intervenir, pero, solo fueron golpeados y alejados para que Rusia siguiera con su castigo. – ¿¡Ves lo que haces!? ¡Haces débiles a todos! ¡Todos sienten compasión! ¡Nadie en esta casa debe tener sentimientos tan débiles! ¡Me harta que siempre sea por ti!
Rusia se quedo allí, hasta que se desmayó. Después, acabo siendo cargado por Ana, mientras lo llevaba corriendo a la enfermería, curándole las heridas desesperada, mientras su padre, tomaba asiento en la sala. Tomando su respectiva taza de café, leyendo las noticias de hoy. El kazajo comprendió, que su padre nunca cambiaría. Oh al menos eso pensó, hasta que llego él. Años después.
Usaba un traje de aviador, un casco, una bandera bonita y tricolor, y un número, "201" cosido en aquel traje. Iba acompañado del americano, mientras ambos eran escoltados a la oficina de su padre. Por supuesto que Ucrania, Bielorrusia, Rusia y él, corrían al piso de arriba, para meterse en los conductos de aire, y espiar lo que decían.
– URSS, él es México, se ha unido a la guerra, es mi aliado. – dijo el americano de mala gana.
– Dirás, nuestro aliado. – contestó el mayor mirando de arriba abajo al mexicano.
– Tú y yo no tenemos nada en común, ni somos aliados, solo tenemos un mismo fin. México se unió por mi y por algunas cosas que ocurrieron, no por ti, idiota.
– Es bueno verte, México. – dijo el mayor, levantándose, para tomar delicadamente la mano del mas pequeño, y darle un beso en la mano. – Solo había visto fotos de ti, debo decir, que eres mas hermoso en persona.
– Y usted es muy atrevido. – contestó el mexicano golpeando la mano de su padre. – No me interesa ninguno de ustedes dos pendejos, lo único que me interesa, es que esos idiotas, hicieron daño a mi gente, así que vine a romperles su madre. Mucha charla y mas acción, ¡Que se armen los pinches chingadazos!
Sus hermanos y él contuvieron una risa, alguien tan pequeño, estaba tan energético y lleno de ira. El estadunidense, acabo por acariciarle la cintura el mexicano, pegándolo a él, cosa que, por primera vez, vio la reacción de su padre, una reacción de molestia ante el gesto del americano a su vecino. Así fue la primera vez que vio a México, pero, fue aun peor después, cuando supo lo hipócrita que era su padre con todos. Se escabulló de nuevo, en los ductos, escondiéndose de Bielorrusia mientras jugaban a esconderse y atraparse. Era algo noche, y no tenían permitido bajar al primer piso, así que en el segundo tenían que divertirse.
Pero, fue en ese juego inocente, cuando vio porque no era permitido bajar.
Voi a su padre, en su oficina, arreglado y presentable, mientras el latino le entregaba informes sobre las actividades, usando un entallado traje de aviación, haciendo notar su trasero, su pequeña cintura, su bello torso. Tal vez no lo había notado antes, pero, México era muy sensual. Cosa que sus ojos dorados, y los de su padre notaron de inmediato. Pudo ver las manos de su padre, sujetando la cadera del mexicano, mientras este sorprendido, soltó un pequeño grito, que fue opacado por un beso robado. Vio los forcejeos entre los dos, mientras su padre lo recostaba en su escritorio y el mexicano jadeaba empujándolo.
– ¿Qué verga te pasa?
– Es la guerra, es solo un momento de paz. Posiblemente uno de los dos muera mañana... estoy demasiado caliente y, si estás aquí, podrías ayudarme.
El mexicano por supuesto soltó una risa, acariciando el torso de su padre.
– Solo vamos a coger, es todo. Después, aprueba mis planes de acción y quítame a USA de encima. Si le estoy diciendo que funciona mi formación, es porque funciona. Tal vez tú y él sean expertos en la guerra, pero, yo soy el único que tiene sangre guerrera en mis venas, se como ganar...
Nunca vio una sonrisa tan feliz de su padre como la de aquel día.
Desnudó a México con desesperación, mientras el otro, le rompía la camiseta, acariciándole el pecho y el abdomen a su padre, abriéndole el pantalón, mientras comenzaban a frotarse entre ellos. No comprendía porque él se sentía excitado al ver eso, no lo comprendía. Ni comprendió porque ese cosquilleo en su vientre cuando vio al mexicano gimiendo alto mientras era tomado una y otra vez por su padre.
México era raro, su padre era un monstruo, la guerra era un infierno, todo, pero... pero...
Apenas salió de ese ducto, choco con su hermano Rusia, quien le abrazó, hasta que.
– Kazaj, estás...
– Me va a matar. – dijo el kazajo cubriendo sus pantalones en su parte media con sus manos. – Me va a matar si lo sabe, si sabe que me gustan los... – el ruso le cubrió la boca, cargándolo y alejándolo del ducto llevándolo a su habitación. – Rusia... – sollozó, cubriendo su rostro, sintiendo esa presión en sus pantalones.
– No tienes que avergonzarte, si él pregunta, di que viste a Ana desnuda, no sé, inventa algo. Di que fue mi culpa, estarás bien.
El ruso cuido de él esa noche, y se aseguró que su padre nunca se enterara. Ese chico, valiente, relajado, aquel chico que pensaba que había muerto después de tantas torturas, estaba allí, frente a él, preocupado por todo, asustado de volver a ser quien realmente es. ¿Por qué su hermano estaba tan asustado?
– Rusia... sabes, Filipinas me contó una historia que tal vez te ayude a ti. – dijo el kazajo llamando la atención de su hermano.
– ¿Filipinas?
– Es la cita de la que te hablé.
– Oh... – el ruso suspiro. – ¿Qué historia?
– Es sobre el hombre más fuerte del mundo. Pertenecía al circo más famoso de filipinas, todos lo admiraban, era un enorme hombre que todos le tenían respeto, el ejemplo de masculinidad inalcanzable. Algunos le temían, pero respetaban, otros parecían simplemente querer seguir sus pasos, era el hombre mas perfecto hermano. Pero, un día, no se presentó en su acto.
– ¿Qué pasó con él?
– Pues, él había salido a confesar su amor. A una bailarina, una bailarina que había visto sin parar en cada presentación que tenía. Y cuando lo hizo, cuando llegó y le dijo, ella lo rechazó. El hombre mas fuerte se vio llorando a si mismo por primera vez frente al espejo, ya no se sentía él, ya no podía salir y dejar que lo admiraran, porque sentía que solo era una fachada, pero...
– ¿Pero?
– La bailarina toco a su puerta esa noche de lágrimas. El hombre mas fuerte del mundo, trato de huir, no quería que lo vieran tan débil. La bailarina lo vio al final, y le sonrió, diciéndole algo como, "Un hombre no se hace débil por acciones tan simples como llorar, un hombre se hace débil cuando no se permite algo solo por presión social." Al final de la historia, el hombre y la bailarina forman un espectáculo juntos, y se vuelven buenos amigos. ¿Comprendes lo que digo? – preguntó el kazajo.
– ...No. – suspiró el ruso. – ¿México solo será mi amigo?
– No Rusia, me refiero, a que México no es tu vida. Como el hombre, siento que te escondes porque no quieres mostrarle tu lado frágil, pero al final, ese lado eres tú. Tienes que aprender a vivir con tus cosas buenas y malas, es lo que te hace tú Rusia. Incluso si México te rechaza, cosa que no ha hecho, no es el fin del mundo. Las personas mueren, los corazones se rompen, los amigos no se frecuentan, la vida acaba, son cosas normales, tienes que aprender que, en algún momento u otro, las cosas no siempre serán perfectas, no siempre va a salir como deseas, tienes que conseguir tu propio futuro a través de lo malo y lo bueno.
– ... ¿Entonces debería hablar con él?
– Deberías hablar, y después, quitarte la ultima cadena del cuerpo. Se la gran Rusia, es tu momento, no lo desperdicies hundiéndote en pensamientos.
El ruso probablemente se quedó mirando su té un momento, para después sonreírle a su hermano y asentir. Fue arriba, tomó una ducha, se vistió, peino su cabello, se puso su ushanka y después salió junto a Kazajistán a su jet privado. Llevaba puesto un simple traje completamente negro, y a su lado, Kazajistán, portando un traje gris obscuro durmiendo, envuelto en sus alas. El ruso sonrió, amaba ver a su pequeño hermano dormir como lo hacia desde bebé. Ante los ojos del ruso, Kazajistán seguía siendo ese mismo bebé que solía llorar hasta dormir.
Al momento de llegar, notó como la fachada de la sala de reunión estaba adornada con flores preciosas, de color azul con blanco. Notó igual el enorme letrero de felicitación hacia ONU. Hizo una mueca cuando se dio cuenta que no era el primero, pero, no importaba, porque lo único que estaba viendo, era al mexicano, quien ya estaba allí, en la sala, arreglando su corbata mientras uno de sus hermanos latinos, Chile, le hablaba sobre algo.
Apretó los puños y tragó saliva cuando el mexicano volteo a verle, quedando ambos estáticos mirándose. El mexicano se levantó de su asiento, caminando hacia el ruso. Sentía sus manos sudorosas, y podía escuchar las palpitaciones de su corazón subiendo rápidamente, pero todo eso acabó, cuando vio al austriaco acercándose a saludar al latino. Sabia que México saludaba con un beso, como Italia o Francia lo hacen, pero, ese rápido beso en la mejilla le había dolido demasiado que acabo por voltearse, caminando hacia los pasillos.
Ya fuera, sostuvo su pecho suavemente, tratando de imitar los ejercicios que le había dado OMS, respiraciones controladas, tratar de no caer en pánico, controlar los jadeos, no dejarse llevar por sus inseguridades.
– Son diez, inhalo y exhalo, lento. – se dijo a si mismo comenzando el conteo de respiración, pero acabo distrayéndose cuando vio a su hermano, Ucrania, caminando lado a lado con el canadiense.
Ucrania se veía feliz, al parecer era una platica animada.
Pudo notar, como Canadá paso su mano discretamente de la espalda a la cintura de Ucrania, vio cuando le daba suaves caricias en el brazo, vio el sonrojo de su hermano y vio al canadiense besándole con ternura la frente mientras veía en esos ojos azul intenso de su hermano menor, demasiada paz. No estaban besándose, ni acariciándose inapropiadamente. Solo charlaban, dándose suaves caricias en las manos, sujetándose, abrazándose con ternura.
Sonrió, aunque no quería sonreír. Sentía algo de envidia, él también quería algo así. Sentirse querido con las pequeñas cosas, como esa.
– Son lindos ¿No? Siempre son las pequeñas cosas lo que hace algo especial. – dijo una suave voz. Al voltear, vio a Bielorrusia recargada a un lado de él. – Es sorprendente como un simple roce de la persona correcta te hace olvidar toda la mierda de tu vida. Te hace sentir especial, aunque nunca lo creas, y te hace ser feliz por segundos... Ucrania es afortunado.
– Si. – respondió el ruso. – Pero, tú también estas saliendo con alguien.
– No solo salgo gran tonto, voy a casarme. Te hice llegar mi invitación hace un mes.
– Si no hay un documento, no es mas que un simple novio. – dijo el ruso, soltando una suave risa, a la que su hermana rio, ofreciéndole un cigarrillo. Su hermana tenia el cabello largo y dorado, un cuerpo perfecto y atlético, y los ojos tan verdes e intensos. – Suiza ya no quiere verme fumar, pero le dije que no puede sacarme el lado soviético para nada.
– Escucha a tu prometido, es lo mejor. – respondió el ruso, encendiendo su cigarrillo y el de su pequeña hermana menor. – No es bueno.
– ¿Quién lo dice? ¿OMS?
– Lo digo yo, puedes ocasionar un incendio en tus tierras si no eres cuidadosa.
– Oh si, los incendios naturales. – rio la chica. – Pero eso no importa ahora, hablemos de algo mas importante, ¿Hablaste con México?
– No.
– Deberías, escuché a Austria hablando con Finlandia, se llevará a México después de la reunión. Sera algo sorpresa, y Suiza quiere ayudarle. Vi esa pequeña caja negra en su bolsillo, va a pedirle que renueven su matrimonio.
El ruso acabó por soltar el cigarrillo, tosiendo el humo que se había acumulado en su garganta. Se quedo de cuclillas mirando el suelo, mientras el cigarrillo ardía en el piso, volviéndose ceniza poco a poco, dios, así acabaría su vida, volviéndose cenizas.
– El rechazo no es doloroso Rusia, la duda y el resentimiento hacia uno mismo por no decir lo que siente, eso si lo es. Confió en que harás por primera vez algo bueno para ti. Soportaste muchas cosas, un corazón roto no es nada a comparación de las torturas diarias que recibías.
Al final, su hermana se retiró.
Todos tenían razón, no había porque huir de lo inevitable. Al final, tenia mas cosas que solo México, había hecho a OMS su amigo, tenía una mejor relación con sus hermanos, solía pasear con Alemania los días libres de este, China solía quedarse a dormir con él después de las jornadas de trabajo. Había ganado demasiado, México no era su vida, no lo era. Pero...
La cosa era simple, aun dolía pensar no tener al mexicano con él.
Al ingresar de nuevo, a todos se les sentó en lo que ONU llegaba. Esta vez estaba a un lado de China e India. Platicó con ambos, con la mujer y su amigo mientras veía de reojo al mexicano, hablando con Austria, Alemania y Perú. Solía sonrojarse suavemente cuando sus miradas se cruzaban, y solía pensar en que tal vez debía aclarar todo. Pero, Austria acabó robándole un beso al mexicano, Perú gritó de emoción, Alemania arqueo una ceja sonriendo ante la situación. Sus hermanos latinos lucían felices, incluso España lucia feliz de ver a su hijo en los brazos de un gran país.
Porque, aunque le doliera, Austria era un tipo genial, era amable, educado, era divertido, era espontáneo, era muy buena persona, no podía odiarlo, porque, realmente, no tenía nada en contra de él. Solo que a ambos le gustaba la misma persona y él estaba ganando.
No.
Él ya había ganado.
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La reunión seguía, después de escuchar las felicitaciones, ahora iba pasando cada país, a dar sus felicitaciones mientras daban su propuesta sobre una mejora de la tierra. El ruso sostuvo sus papeles, soltando un suspiro. Su proyecto de protección a los osos polares iba bien, estaba dando resultados, además, que el reabastecer los glaciares cambiando las emisiones de carbono en toda Rusia era tentador, podría acabar con gran parte del intenso cambio climático. Solo tenía que pasar allí, darle las felicitaciones a ONU, decir sus planes, y después podía regresar a su casa, quien sabe, a tomar Vodka con Ana, a llamarle a OMS, o invitar a China a quedarse en su hogar.
Entonces fue su turno, se levantó y se postró en el estrado, mientras sentía todas las miradas en él. Por supuesto que no pudo evitar sonrojarse, pero tenia que contenerse, tenía que hacerlo.
– Primero, me gustaría darte mis felicitaciones ONU, espero disfrutes tu cumpleaños y que los años sigan y sigan por delante, mis mejores deseos. – dijo, a lo que la organización sonrió asintiendo, agradeciendo la felicitación. – Pasando a mis propuestas, en mis tierras tengo un programa de protección a los osos polares... son criaturas que están muriendo por el deterioro de su hábitat, se que no todos tienen la dicha de verlos en sus tierras, pero yo soy afortunado de verlos. Son grandes, son esponjosos y son solitarios. – estaba comenzando a sudar, ¿Por qué estaba sudando? ¿Qué estaba pasando? – Son... – Imposible, no podía tener un ataque de pánico aquí, no había nada que lo estuviera detonando, nada. Alzó su mirada, mirando a todos, hasta que vio unos ojos preciosos mirándole. ¿Era eso? ¿Solo su mirada lo que lo tenia al borde de querer vomitar en todo el estrado? ¿Era él? O era... – Son ...
Al fondo, allí estaba, su padre. Mirándole con esas garras puestas en sus manos, acercándose lentamente hacia él. No, OMS le habló de esto, solo esta en su cabeza, él murió, él lo asesinó, no hay nada allí, no hay nada.
– ¿Por qué son solitarios Rusia? – fue Alemania quien lo saco de sus pensamientos, alzando la voz mirándolo. – ¿Podrías explicarme? – el alemán le sonrió suavemente y el ruso solo se aferró al estrado.
– Es su instinto. Los machos y hembras solo se reúnen en época de apareamiento, y una vez que acaban, la hembra se aleja y tiene sus cachorros. La hembra pasa criándolos y entrenando a los cachorros hasta que estos sean fuertes y pueda irse. Siempre he creído que ese instinto nació así, porque yo soy así. Como country influenciamos mucho a las especies que viven en nuestro territorio. El oso polar, refleja la nieve, como mi cabello, siempre he pensado que esa especie es solitaria porque yo lo soy. Pero...
"Detente. Solo harás el ridículo."
– Pero últimamente, también me he dado cuenta de otras especies.
"Rusia, no importa cuánto luches, esas cadenas están tan encarnadas en tu cuerpo que no puedes quitártelas."
– Hay muchas que son sociables, que les importa convivir, que es necesario para su vida.
"¡Rusia!"
– Aprendí eso de una persona que llegó a mi vida hace mucho. Aprendí que no tenía que ocultar nada, que podía ser espontáneo si quería, y que podía brillar demasiado si eso deseaba. Tenia quince años cuando acabé enamorándome como tonto por simples palabras, por simples melodías cantadas con suavidad, por simples caricias comunes. Viví los mejores días de mi vida dentro de un avión, durmiendo, riendo, comiendo, o solo recostado. Pensé que nunca en la vida, volvería a sentir algo parecido, pero estaba equivocado, acabé por llegar a sus brazos de nuevo, donde su sonrisa seguía iluminando cualquier habitación. Donde su risa podía distinguirla sin importar cuantas personas estuvieran en la sala. Me negué a mi mismo tantos años estos sentimientos que acabe convirtiéndolos en odio y asco para poder contenerlos, pero ya no puedo. Estoy cansado, muy cansado de todo, de mi vida, de como es y hacia donde va, por dios, estoy cansado de fingir que soy una persona normal, estoy cansado de sus miradas, de sus murmullos, de sus risas, estoy cansado de esa imagen soviética que me dejo mi padre tatuada en mi piel. No soy un soviético, no soy un monstruo rojo, no soy una especie de enorme país que quiere controlarlos y vencerlos, ¡No tengo las mismas ideas que mi padre! Y la razón por la que no las tengo, es porque aprendía a amar las cosas pequeñas porque un país me lo enseño así, y ese país es el que amo. – Acabé por juntar mi mirada al fin con México mientras ONU se levantaba y daba la señal a FBI de intervenir. – México. – Al fin tenía el corazón en la mano, como México lo tuvo aquella noche. – México, comprendí que uno se dice mil veces no querer enamorarse de alguien, se lo repite tantas veces que el simple pensamiento de intentar algo con esa persona, se sabría que nunca se realizaría. Un amor platónico es lo que es, un amor platónico siempre será, pero el corazón es malo, es traicionero y convenenciero, acepta la derrota solo cuando se le ha clavado una estaca, "nunca nos rendimos hasta que nos hieren de verdad", esa regla la aprendí, pero me siento idiota por no seguirla después de la primera vez que salí herido.
FBI subió al estrado, pero fue China y Alemania los que le impidieron el paso, más cuando Kazajistán abrió sus alas bloqueando el paso, y Ucrania apunto una pistola al rostro de la federación.
– Lo interrumpes y te vuelvo no mas que hojas en un cuaderno estúpido FBI. – dijo el ucraniano. – Déjalo terminar.
El ruso sonrió mirando a su familia y después volteo a ver al mexicano de nuevo.
– El día en el que tú me dijiste que sentías algo por mí, mis emociones explotaron, no hubo un pasado, no hubo un futuro, solo vivía el hoy y era grandioso. Como te había dicho, como le dije a OMS, siempre me pareció curioso lo que un puñado de palabras pueden hacerle a una persona. Siempre encontré interesante como las palabras solían dañar más que las acciones. – el ruso suspiro mirando sus manos. – Pero... Pero al final, somos lo que somos, éramos lo que éramos, y fuimos lo que pensamos ser, tú ya no eres ese guerrero con alas, yo ya no soy ese adolescente enamorado, así que solo puedo decir esto, que las cosas que no logre hacer están ya hechas, las mentiras que llegue a decir son verdades, las palabras que no pronuncie están dichas, y los besos que no te di, serán dados en sueños, porque estamos ya en una etapa más madura de nuestra vida. México, muchas gracias por revivirme sin siquiera desearlo, por amarme sin siquiera quererlo, por mantenerme feliz sin querer provocarlo. Te amo México, más allá del racionamiento existencial escrito por nuestros humanos, más allá que cualquier cosa. No te pido que aceptes mi amor, solo que no lo olvides, no olvides esto, por lo nuestro, por lo que fue y por lo que pudo ser.
El silencio en la sala se hizo eterno mientras el ruso sintió su corazón comenzar a descansar, soltó una lagrima de alivio y una suave sonrisa que marco sus hoyuelos.
– Ya se, que me gusta de mí, tú y OMS me lo preguntaron. – el ruso soltó tal vez, otras dos lagrimas mas mientras suspiraba. – Lo que me gusta de mí, es la fuerza que saco ahora, para dejarte libre. Y la claridad en mi mente para desearte una vida llena de felicidad. Porque me di cuenta que no soy lo que tú necesitas, te amo, pero, nunca serás mío, incluso cuando sé que tienes sentimientos por mí. No siempre es un final feliz, eso lo comprendo, y lo acepto. Mi amado México, ten la mejor vida que tu gente pueda darte, que yo estaré aquí, aun con tragos de vodka, una manta y risas sin parar como el amigo que me gustaría ser de ti.
Rusia abandonó el estrado después de ello.
Acabo por pararse frente a ONU, dejando caer sus planes ambientales en su regazo para al final, retirarse, seguido por OMS. La organización suspiró molesto, mientras ponía todo en orden. En el caso de OMS, solo vio al ruso caminar por el pasillo y al final caer de rodillas, cubriendo su rostro entre sollozos. Sabía lo difícil que era tener el corazón roto por primera vez, pero, estaba impresionado porque dejo ir todos esos sentimientos al fin. Se acercó lentamente, dándole suaves palmadas en su espalda, para al final, sentir los brazos del ruso rodeándole, abrazándolo. OMS acabo por abrazarle y quedarse allí con él, ayudándolo a pararse.
– Que... discurso. – dijo la organización de la salud mirándolo. – ¿Cómo sientes tu pecho?
– Menos pesado. – respondió el ruso. – Sonó muy idiota todo eso.
– No, sonó como alguien con el corazón en la mano, diciendo lo que estaba en su cabeza hacia la persona que ama. ¿Escuchaste risas acaso? No. Porque no hay nada de burla en alguien abriendo su corazón con valentía entregándoselo a alguien más.
– Solo quería... decirlo. Quería decirle todo... pero no pude decirle todo. – dijo el ruso golpeando su frente. – No pude decirle todo.
La organización sonrió, viendo de reojo el pasillo para después mirar al ruso.
– ¿Qué querías decir?
– Algo estúpido.
– No es estúpido si lo sientes.
– Quería decirle... – el ruso cubrió su rostro. – Quería decirle que en sus ojos es donde quiero vivir, en el mundo que él crea es donde quiero permanecer, en la obscuridad de sus demonios es donde quiero dispersar mis miedos. – el ruso suspiró. – Odio que me hicieras leer todos esos libros que ahora parece que, comienzan a tener sentido cada letra que está plasmada en ellos. Quiero vivir en el mundo que él vive, no quiero ser solo su amigo, no quiero, no es lo que deseo.
– ¿Y que deseas? – preguntó una última vez la organización.
– Deseo compartir mi vida con él... – el ruso limpio sus mejillas con su saco, secándolas. – pero son simples deseos de un chico melancólico, con tendencia violenta, que nunca podrá ver más allá que aquella mirada de ojos heterocromáticos que lo tienen loco desde su juventud. México nunca me notará, incluso en un futuro nunca sabrá que existí, pero está bien, no vivo para mí, vivo para él y por él, incluso cuando ninguna mirada se dirija a mí, yo estaré como fiel sirviente a sus deseos no revelados, puede ser obsesión, pero, no lo sé, al final, ¿Qué esperas de un chico que acaba de salir de rehabilitación?
– No lo sé, ¿Tú que esperas de un país viejo y pendejo? ¿Tú que esperas de un país que estaba allí escuchando la declaración mas larga, extraña y linda que alguien haya tenido hacia él? ¿Qué esperas que él haga?
La organización sonrió, mientras asentía dándole unas palmaditas al ruso, dejándolo solo con aquel país latino, en lágrimas, mirando al más alto. El mexicano se acero y el ruso dio unos cuantos pasos hacia atrás, pero esta vez, el latino frunció el ceño sujetándolo, empujándolo contra la pared para acabar abrazándolo fuertemente mientras sollozaba. El mexicano lloraba y el ruso solo estaba allí, en pánico, sin saber que hacer. Lo único que pudo, fue darle suaves palmadas al latino en la espalda, mientras este alzaba la mirada viéndolo.
– Neta pinche chamaco pendejo, aquí es donde tienes que besarme, ¡Pendejo! – dijo, y el ruso seguía sin comprender. – Yo te dije que te amo, tú me dices que me amas, dejémonos de mamadas y solo bésame ¡Pinche ruso idiota!
– Pero...
– Pero nada, solo hazlo.
– Es que no se besar... – contestó apenado el ruso mirándolo. – Tu labio sigue lastimado. Fue ayer cuando lo abrí.
– Maldita sea.
El mexicano acabo por brincar, colgándose del ruso, para acabar juntando sus labios dulcemente con los de este. Guío al ruso poco a poco, ayudándolo a controlar su respiración, haciendo que lo besara como quería, sin tocar mucho el lado de la herida, mientras enredaba sus brazos alrededor del cuello del chico. Siguió así, hasta que sintió algo que no esperaba, la lengua del ruso queriendo entrar en su boca, cosa que permitió mientras seguía besándolo, dejando escapar suaves lágrimas.
– México... – dijo el eslavo, mirándole.
– ¿Sí?
– Te amo.
– Yo también te amo Rusia...
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Aun no sabía cómo se había metido en esa situación.
Después del banquete acabó encerrado con el mexicano en un cuarto de escobas, mientras este le besaba mas apasionado que antes. Trataba de seguirle el ritmo, pero, tenia muchas cosas en la cabeza. Por ejemplo, no sabía si debía disculparse con Austria, porque el mexicano aclaró su relación después de aquel beso en el pasillo, fue algo incomodo de ver a México rechazando el anillo, y a Austria desanimado en el banquete, pero, sorprendentemente, Austria lo aceptó, aunque, podía notar lo triste que estaba. Además, ONU estaba molesto con ambos, pero, eso realmente no le importaba mucho, ONU siempre está molesto con alguien.
– Rusia... – gimió el mexicano bajándose de los brazos del ruso, deslizando su mano por el torso de este hasta acabar en él bulto del eslavo.
El ruso reaccionó soltando un gemido suave, mientras el mexicano seguía masajeando, dándole suaves besos en el torso, desabrochándole el pantalón. Pero, el ruso lo detuvo de un momento a otro.
– N – no. Aquí no, no podemos. – dijo el de menor edad sonrojándose.
– Pero...
– No quiero que mi primera vez sea en un armario donde mi cabeza choca con el techo y el foco de la habitación esta quemándome.
– Oh, di eso antes, dios. – respondió el mexicano entre risas saliendo de la mano del ruso jalándolo. – ¿Eres virgen entonces?
– Si... México...
– Pos yo te lo quito.
– México oye...
Y el mexicano acabó por entrar en el pasillo de habitaciones, para acabar por empujar al ruso en su habitación, y, por último, subirse encima de él comenzando a besarlo. Pero ocurrió algo que el mexicano no esperaba, el ruso lo apartó cubriéndose el rostro. Ahora mismo, no entendía porque tenía al ruso en pánico debajo de él. ¿Se amaban, no? ¿Por qué Rusia no quería que lo hicieran? ¿Qué pasaba? ¿Se arrepintió? ¿Después de ese discurso de amor ya no lo quiere? ¿Qué es?
– ... ¿Rusia?
– Es muy rápido. – dijo el ruso. – Que diga que te ame no quiere decir que quiero llevarte a la cama en el primer momento que tenga. Estoy procesando muchas cosas aun, aceptando lo que dije allá, aceptando que te tengo a mi lado, aceptando que tenemos una relación, aceptando que puede que haya hecho una jugada baja con Austria, son muchas cosas que pasaron en unas horas, quiero pensarlas, OMS dijo que es bueno que este relajado y pueda analizar como me siento primero, antes de hacer algo.
– ¿Qué quieres que haga entonces? – suspiró el latino mirándolo.
– Solo deja de tocarme todo el tiempo. Digo, Austria acabo con el corazón roto, ¿No te afecta? Me siento mal, o sea, me siento feliz, pero, no sé, siento que soy injusto.
– ... Deja de pensar en el dolor de los demás y ve por ti Rusia. En tu felicidad. – respondió el mexicano bajándose de él – Si hubiera elegido a Austria, él en ningún momento hubiera pensado en ti y en como te sientes. Eres mejor persona, pero también, tu extrema necesidad de pensar las cosas demás hace que no puedas disfrutar tu vida.
– ...
– Sabes, iré a darme una ducha, y tú puedes meditar. O puedes irte, lo que desees esta bien. Yo no ... te tocare o forzare a nada. Es noche, así que seguramente Alemania esta en el bar con Chile, puedes irte a divertir con ellos.
El mexicano entro en el baño, y a los pocos minutos el ruso pudo escuchar la ducha. Suspiró frotando su cien, ¿Por qué estaba tan distraído en otras cosas y no lo que estaba frente a él? ¿Qué estaba esperando? ¿México se había molestado? No lo sabía. Acabó por recostarse en la cama, mirando al techo. ¿Qué era lo que quería? En primera instancia, quería al mexicano, quería ser feliz. Quería no sentirse así, desubicado y extraño todo el tiempo. ¿Había dicho OMS algo sobre esto? No lo recordaba.
Acabó por cerrar los ojos, y solo los volvió a abrir cuando la puerta del baño se abrió.
Entonces dejo de pensar, apagando su cerebro, sus inseguridades y dudas. Solo para apreciar al mexicano con el torso desnudo, mientras secaba su cabello, acercándose a su maleta para tomar algo de ropa. Sonrió, levantándose de la cama, caminando hacia él, mientras depositaba tres besos en su hombro derecho. Pudo sentir la piel del latino estremecerse, mientras ambos juntaban sus manos, sin mirarse o decirse una palabra. El ruso, beso el otro hombro, con los mismos tres besos, haciendo que el de tierras calientes entrelazara sus dedos con él.
La mirada de México al fin fue a parar a su mirada, mientras el mexicano se ponía de pie dejando su maleta de lado, y desamarraba esa toalla de su cintura, dejándola caer con gracia en el suelo. Allí estaba, su hermoso México, desnudo frente a él, donde esa hermosa piel con grecas de diferentes civilizaciones se hacía notar. Tragó saliva, comenzando a desnudarse, quitando su camiseta, desabrochando su pantalón, dejando caer el cinturón. Zafó sus cordones de las botas y las retiró, llevándose con ellas los calcetines, para al final retirar su pantalón.
El latino se acercó, poniendo sus manos en la tela del bóxer, delineando la parte del resorte, comenzando a bajarlo lentamente hasta que cayeron de la cadera del ruso. Ninguno había dicho una palabra, mientras se miraban de arriba abajo, notando cada detalle de sus cuerpos.
Fue Rusia quien se acercó, tomando delicadamente las caderas del mexicano, recostándolo en la cama. Había visto un sinfín de videos, había tenido muchas fantasías, pero, ahora, tenerlo enfrente era demasiado. Tembloroso, se posiciono encima, y beso delicadamente los labios de su pareja a lo que este correspondió, abrazándolo un poco. Siguió haciendo lo mismo, bajando al cuello dejando una leve mordida allí, para después bajar a los pezones lamiendo y chupando uno, pero, el ruso esperaba un gemido, no una risa.
– ¿Es tan malo? – preguntó sincero el eslavo.
– No, solo que, tu cabello me hace cosquillas. – respondió el latino sonrojado. – ¿Me dejas hacerlo a mí?
– ¿Qué?
– Hacerte el amor, déjame tomar la iniciativa.
– Pero...
– Descuida, solo confía en mí.
El ruso asintió, dejando que el mexicano se posicionara encima, comenzando a besarse, mientras podía deslizar sus manos por el pequeño cuerpo del de raíces aztecas. Noto esa suave curva que lo estaba volviendo loco, una simple y suave curva que marcaba el final de la cintura e inicio de la cadera. Notó ese pecho firme, ese cuerpo delgado y trabajado, esas piernas gruesas y únicas, sentía el calor dentro de su ser subiendo drásticamente, mientras algo aún más drástico sucedió; México comenzó a mover sus caderas encima de su miembro.
Podía sentir el roce de su piel desnuda y la del trasero de mexicano frotándose. Se sintió avergonzado cuando tuvo una erección completa, frotándose entre las nalgas del mexicano, mientras este soltaba suaves gemidos, mientras seguía besándolo, más apasionadamente. Fue la necesidad de aire lo que los hizo separarse, mientras ambos se miraban entre sonrojos y nerviosismos.
El latino mordió su labio, cuando comenzó a frotar ambos miembros juntos entre sí, notando la gran diferencia de tamaño, temiendo por su retaguardia. El mexicano no era pequeño en ese aspecto y, aun así, a lado del ruso, se sentía insignificante. Aun así, lo estaba volviendo loco los gemidos del ruso, mientras le apretaba las caderas, y sentía esas manos enormes apretándole el trasero. Tal vez era el deseo desbordándose, o la inexperiencia del ruso le parecía adorable, pero, había una cosa segura, estaba disfrutando esto mas que nadie.
– hn... – el ruso mordió su labio echando su cabeza hacia atrás, mientras el mexicano vio eso como una señal para frotar aún más rápido. – ¡Hng! Espera yo voy... hn...
– No te contengas, quiero escucharte. – susurró el mexicano, robándole un beso al ruso, quien no se negó.
El mexicano tenia el control, eso era seguro, mas cuando las manos del ruso estaban mas inquietas, y los gemidos comenzaban a inundar la habitación. Tanto los suaves gemidos de México como de Rusia, llenaban el ambiente de una atmosfera única y sensual. Hasta que ocurrió, el ruso gimió alto apretando las caderas del mexicano, mientras un par de chorros manchaban su abdomen. Entre jadeos, el mexicano sonrió viendo al eslavo experimentar un suave orgasmo mirándole.
– Rusia... eres tan...
México iba a decir lindo. "Rusia eres tan lindo"
Pero no pudo.
Porque el enorme país lo tumbó, comenzando a masturbar al mexicano haciéndolo gritar y retorcerse en la cama. ¿Cómo había perdido el control? Ahora se encontraba jadeante, jalando las cobijas mientras solo podía sentir la mano del ruso masturbándole rápido y salvaje, haciéndolo gemir más y más alto, tratando de controlar su cuerpo, pero no podía, no pudo, cuando el primer chorro salió, solo pudo arquearse gimiendo alto el nombre de su pareja, quedándose con las piernas temblorosas entre jadeos.
Mas cuando sintió un cosquilleo bajo, al ver al ruso allí, frente a él, desnudo, con una enorme erección. Era ver a un dios mirándole, con deseo, joder que si pudiera le hubiera sacado una foto, ese rostro no era inocente, era de una bestia a quien le estaban enseñando como atacar, y vaya que era hermoso ver eso. Cayó ante el deseo, abriendo sus piernas lentamente, alzando sus caderas, para que el ruso pudiera apreciar mas su cuerpo.
– Rusia, soy tuyo...
– Mío...
El ruso contemplo al mexicano, acaricio sus piernas, abriéndolas más, sacándole un gemido de susto al latino, mientras separaba las nalgas para notar ese pequeño anillo rosado. Por supuesto México cubrió su rostro, y Rusia soltó una risa nasal, mirando al mexicano.
– ¿De qué vergas te ríes? – pregunto el latino.
– No va a entrar, eres muy pequeño. – respondió el ruso.
– ¿Cómo chingados no? Tu métela.
– Bueno.
México sintió realmente su error, cuando el ruso le abrió mas las piernas y comenzó a empujar su miembro en el anillo del latino. Rápidamente sus manos lo empujaron cubriéndose.
– No mames así no, espera, tienes que prepararme. En seco me vas a romper el culo. – respondió el mexicano mirándolo. – T – tomé esto del botiquín, es vaselina...
– ... uh...
– A – aquí... yo... solo ve.
Entre sonrojos y dudas, el mexicano abrió dicho producto, tomando un poco, barnizando sus dedos con el liquido para después, comenzar a acariciar su entrada delicadamente, mientras se masturbaba un poco. El primer dedo entro, con un gemido, y el temblor natural de sus piernas. Era aun mas excitante cuando lo hacia mientras la mirada del ruso no dejaba de observar cada una de sus reacciones. Eso le hizo sentir el deseo de darle mas a su pareja, así que metió otro, arqueándose un poco, mientras iba aflojando esa pequeña entrada, lubricándola bien para su amado. Los jadeos de México eran sucios y llenos de deseo, tanto, que azotaban en el subconsciente del ruso, haciéndolo que se aferrara a las sábanas, tratando de contener el deseo de lanzársele encima, mientras el latino introducía más dedos, gimiendo y masturbándose, sin apartar la mirada del mas joven.
– ¡Hn...! ¡Rusia! – gimió fuerte, y fue allí cuando su pareja perdió la cordura.
El de tierras frías introdujo sus dedos después de lubricarlos, tomando por sorpresa al mexicano, quien gimió aún más fuerte, entrando en pánico, cuando la mano del ruso se movía rápido y más a fondo que sus propios dedos. Soltó un fuerte grito, cuando los dedos del ruso presionaron una parte sensible en su interior, una suave bolita que le provocaba mas placer que nada. Abrió la boca, mordiendo la almohada, mientras sentía su interior retorcerse sin parar, con los dedos del eslavo entrando y saliendo, con esos dedos largos y fuertes, penetrándole sin descanso llevándolo al cielo.
Perdido en el deseo, el mexicano no notó cuando el ruso saco sus dedos, no notó cuando le abrieron aun mas las piernas, sujetándole los tobillos fuertemente, mientras el ruso pegaba mas sus caderas hacia él, no notó nada, hasta que esa sensación de dolor llegó, cuando sintió algo grueso y largo comenzando a abrirse pasó por su interior, estirando a mas no poder ese pequeño anillo rosado que había cambiado su tonalidad a rojo.
– ¡AH! ¡NO! ¡AH! – el mexicano acabó por rasguñar los brazos del ruso tratando de tomarlo todo, conteniendo el dolor. – ¡No mames me vas a romper! ¡Sácalo!
El ruso por supuesto hizo caso omiso, mientras seguía empujando, tratando de entrar un poco más; En cambio, México se retorcía hasta que ese bendito falo de rusia apretó y aprisiono dicho punto en sus adentros, haciéndolo soltar un gemido enorme para acabar corriéndose. Tenia las piernas tan temblorosas que las gelatinas se veían firmes a lado de él. Su rostro se había convertido en un poema erótico sacado del más afinado escritor de literatura adulta, y su cuerpo estaba mas que agotado, al tener que abrirse mas de lo que lo había hecho toda su vida.
– No mames... – jadeo entre lágrimas. Mirando su abdomen, notando en su vientre un bulto suave. El ruso entro por completo en él, eso se notaba, un enorme falo dentro, que lo estaba matando. – Wey no mames no respiró... sácalo.
Pero México tenia que aprender una lección. Nunca le des a un niño azúcar si no lo conoce, o acabara por tener una sobredosis. El ruso solo sonrió ante su pareja, una sonrisa maldita heredada a todos aquellos hijos de URSS, una sonrisa sensual, una sonrisa que hizo temblar de deseo al mexicano.
– Hagámoslo hasta que aprenda que es lo que te gusta y que no, amor.
México estaba condenado.
Su cuerpo fue desecho. El ruso estaba demasiado excitado con el mexicano, un deseo acumulado por años y años, mientras el pequeño México se aferraba con uñas y dientes a la cama cuando el ruso embestía sin parar. Un país de prácticamente tres metros, contra uno que no alcanzaba ni el 1.80. Las piernas del mexicano estaban llenas de mordidas sangrantes, mas en los muslos internos, también tenia en el pecho y cuello, pero eso no le dolía, no a comparación de sus caderas que lo estaban matando. El ruso ahora lo tenia sometido contra la cama, en posición de cuatro, pero, sus rodillas no tocaban el colchón, estaba aferrándose a la cabecera mientras el ruso no paraba de embestir, sacándole un grito con cada estocada fuerte y a fondo que daba.
Llevaban horas haciéndolo, el mexicano ya conocía literalmente toda esa habitación, el armario, el buro, el baño, la puerta, las paredes, el suelo, todo. Había rastros de ambos amantes por todo el lugar, mas cuando el ruso no dejaba de correrse y seguir embistiéndolo. ¿Cuánta resistencia tenía? ¿Cuánta estamina? El mexicano ya estaba afónico rasguñando la espalda del ruso mientras este ahora lo embestía de nuevo contra la pared. Sentía el vaivén de las caderas del ruso golpeando fuerte con las suyas, haciéndolo gemir más alto, hasta que acabaron corriéndose esta vez juntos.
El ruso parecía sacado de las fantasías más sexuales y únicas del mexicano, un cuerpo perfecto, un rostro de un ángel, todo, con ese cabello suelto y alborotado, pasando su mano por él, disfrutando el orgasmo mientras rellenaba al latino con su huella única.
– R – rusia... – dijo con dificultad el mas pequeño. – Y – Ya... no ...puedo...
– Una ultima vez, necesito mas de ti. – dijo el ruso besándole, recostándolo en la cama, posicionándose entre sus piernas.
– ¡No! ... yo... lo haré.
Ante las dudas del ruso, el mexicano con dificultad, tumbo al eslavo en la cama, montándolo, sintiendo el liquido blanquecino y caliente salir, provocándole un escalofrío, para después, sentir ese enorme miembro que parecía no querer dejar de estar duro en su retaguardia. Acabó acomodándose, mirando a los ojos a su pareja, mientras tomaba el miembro y lo deslizaba poco a poco en su interior. Era el jodido paraíso para el de climas fríos, la calidez del mexicano, su dulce cuerpo, sus gemidos, todo de él era mil veces mejor de lo que había imaginado, mil veces mas placentero y mil veces mas hermoso. Sintió el movimiento de las caderas del mexicano, comenzando a aumentar su velocidad, mientras los gemidos de ambos se ponían en sincronía el uno con el otro, dejándose llevar por su libido. El mexicano hizo una mueca de dolor cuando sintió unas cuantas gotas de sangre salir de su interior, y el ruso comenzó a embestir a la par de los movimientos del pequeño. Acabó por levantar su torso, abrazándolo mientras ambos se gemían tan cerca que podían sentir el vapor de su aliento golpear al otro en esa fría noche en Suiza, en aquel hotel, en aquella noche de deseo.
Fue un movimiento de cadera y una estocada fuerte lo que los hizo correrse a ambos de nuevo acabando agotados con el ultimo orgasmo de la noche, jadeantes. El mexicano estaba que moría mientras el ruso estaba cansado. No se dijeron nada, solo unieron sus manos, y se quedaron dormidos sin posibilidad de despertar en aquella madrugada del siguiente día.
El mexicano despertó horas después con el olor de comida en la habitación.
Levantó la cabeza, pero inmediatamente se quejó de un intenso dolor en su parte baja, acarició dicha parte, la espalda baja mientras golpeaba la almohada. Deslizo sus dedos hacia su trasero para acariciar una parte que le preocupaba, y con razón, porque sintió su entrada hinchada y semi abierta aún.
– No mames este cabrón me dejo invalido. – dijo el mexicano sin poder moverse. – Me duele hasta su puta madre.
– México, amor, te traje el desayuno. – escuchó, frunciendo el ceño, el tipo que le había roto el culo le estaba hablando.
– Rusia, no mames, llévame con OMS. – se quejó el de raíces aztecas mirándolo cuando el más alto se acercó.
– No hay necesidad, ya te revisó. Lo traje cuando noté que estabas desmayado. Me dio esta medicina, y dijo que te recuperaras pronto, solo tienes que acostumbrarte a mi largo y ancho para que no vuelva a suceder.
– ¡No digas eso en voz alta chamaco baboso! – dijo el mexicano hundiendo su rostro en la almohada.
El ruso acabo riendo, mientras pudo notar una suave risa del mexicano quien le miraba. Rusia se inclinó a mirarle, recostándose a su lado, acariciándole las mejillas, mientras el mexicano miraba con detenimiento ese color violeta intenso en los ojos del ruso, ojos únicos y amables, ojos que lo hacen diferente a todos.
– Te amo. – dijo sin titubeos el mexicano acariciándole el mentón al ruso. – Incluso si dejas de amarme en esta vida o la que sigue, te amo. Esas palabras nunca van a cambiar.
– Las mías tampoco, te amo, se que no soy el mejor, pero déjame convertirme en el mejor solo para ti.
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Tres años después...
Fue una promesa al aire, como las que se hacen comúnmente, como las que escuchas cuando vas camino a casa, escuchando a extraños prometiendo cosas, prometiendo la luna y las estrellas, la única diferencia es que el ruso realmente las sentía y las cumplió. México y Rusia se frecuentaban demasiado, ambos tenían que estar en su país, pero, eso no impedía que el ruso tomara su avión para verle, ni que el mexicano se escabullera por Alaska para llegar con su novio.
Solían verse, haciendo siempre una rutina inicial, donde se lanzaban a los brazos del otro, mientras se quedaban así, hasta que uno comenzaba a hablar. Reían, caminaban, comían, hacían de todo juntos, sosteniendo sus manos, como si tuvieran miedo de dejar ir a aquel ser amado que los tenía vueltos locos.
También su libido había ido en aumento, mas cuando el mexicano tenia un deseo que le había confesado a su pareja. Rusia se quedo en shock durante minutos cuando México dijo, "Quiero tener un estado compartido contigo..." El miedo se apodero del ruso, un "hijo", él no podría, él no era apto, tenia miedo de convertirse en su padre, de dañar a dicha criatura de tal forma, pero el mexicano acabo sonriéndole, acariciándole el mentón para después besarlo suavemente.
"Serías un padre chingón." – Dijo, besándole de nuevo, después de eso, no volvieron a tocar el tema.
Rusia seguía disfrutando su vida con México, y aun visitaba frecuentemente a OMS para su sesión, seguía en terapia, aunque, esta vez, no era tan intensa como la anterior. Rusia aún tenía problemas para comunicarse, y para no tener esos ataques de pánico, pero, como buen punto, es que nunca volvió a vomitar ni a ponerse violento.
Fue allí cuando supo, que tenia que cerrar un ciclo, uno que había dejado abierto y tenia que hacerlo antes de que infectara su vida de nuevo.
– México, quiero ir a la casa de mi padre. – comentó, haciendo que el mexicano lo mirara impresionado.
– ¿Qué?
– Quiero ir a la casa de mi padre, tengo que hacer algo, tengo que dejar ir mi miedo hacia él, la única forma en la que lo lograré, es ir a ese hogar. ¿Me acompañarías?
El mexicano por supuesto que dudó, pero al ver el rostro tranquilo del ruso, acabo por aceptar. Ambos tenían historia en esa mansión, ambos tenían algo que recordaban de URSS, y ambos tenían que cerrar algo que ocurrió. Tal vez tardaron en alistarse dos días antes de partir, y tardaron solo unas horas en llegar. Aquella mansión soviética que estaba ya rodeada por enredaderas y descuidada, abandonada y gris. El ruso abrió la puerta, entrando de la mano del mexicano, mientras comenzaban a caminar por el enorme jardín delantero, hasta llegar a la gran puerta de mármol desgastado que los recibió con un rechinido enorme.
Adentro parecía todo igual, solo que con polvo encima. Mucho polvo, telarañas y mugre en los vidrios.
El ruso sintió escalofríos, al recordar los sonidos de dicha casa, los gritos, las risas, todo, pero lo que más le daba escalofríos, era cuando entró en la oficina de su padre, y recordó lo único bueno de él, el único momento bueno con él, cuando vio un oso de peluche tirado en el suelo.
– Mi padre no fue siempre así. – comentó el ruso, llamando la atención del latino. – No era el mejor hombre, pero tampoco era una mierda. Solo era un joven asustado y estresado, que me tuvo demasiado pronto.
– ¿De que hablas amor?
– De que, cambio cuando perdió a alguien importante, es todo. – suspiró el ruso. – Fue hace tiempo...
Aun no nacían sus hermanos, solo era él con un joven URSS. Recordaba estar dormido en el regazo de su padre, mientras este trabajaba, recordaba estar abrazando un oso de peluche, hasta que escuchó un fuerte golpe en las puertas, y despertó. Su padre inmediatamente lo ocultó debajo de su escritorio, mientras comenzaba a discutir sin parar con un hombre que se parecía a él, pero con distintos colores, amarillo, negro y blanco, con un escudo como parche en su ojo derecho.
– ¿Qué mierda estas haciendo URSS? – Dijo aquel hombre. – ¿Planes de libertad? ¡Somos una monarquía!
– Padre baja la voz. – dijo, un asustado joven, uno tembloroso, de no mas de 18 años. – Por favor, si despiertas a Rusia.
– ¿¡Tu pequeño bastardo!? ¿¡Qué me importa ese niño con sangre campesina!? ¡Manchaste mi linaje real con esa pequeña mierda! – dijo el imperio golpeando el rostro de su hijo. – ¿Dónde esta tu pequeña desgracia? Si lo matamos antes de que comience a tener humanos será mas fácil, y no pasaremos vergüenzas con los demás.
– ¡Rusia no es una mierda! ¡Tú lo eres maldito anciano!
Fueron golpes sin parar, entre ambos gobernantes, golpes y golpes hasta que aquel hombre acabó por dejar a su padre en el suelo, sangrando, mientras se retiraba, arreglando su saco manchado por la sangre de su propio hijo.
– Si la encuentro, acabaré por matarla, así que deja de esconderla, y deja de esconder a ese pequeño bastardo, solo asesínalo.
Pasaron horas, hasta que el chico acabo por arrastrarse en el suelo, con un tobillo roto hasta su escritorio, donde Rusia se asomó, entre lágrimas, abrazando a dicho oso. Su padre solo lo miraba con esos ojos rojos intensos mientras el pequeño se acercó más acabando por abrazarlo. Un niño, en un mameluco caliente, de no mas de 3 años. Quien aun tropezaba cuando caminaba muy rápido, solo un niño, aferrándose a su padre.
– Porque diablos naciste... – susurró el soviético sujetando al niño por los hombros. – ¡¿Por qué no pude convencerla de matarte!? ¿Por qué no puedo matarte?... – el soviético acabo sollozando, sujetando fuertemente los hombros del niño. – Solo puedo ocultarla a ella, solo puedo visitarla cada mes, tengo tanto miedo de que la encuentren. Tengo tanto miedo de que la vea... Solo te traje aquí porque ella no podía hacerse cargo de ti. Debí abandonarte en la nieve, debí hacerlo, debí dejarte morir... ¿Por qué no te deje morir?
– папа...
– Es que tienes sus ojos, no podía. – sollozo mas fuerte el joven sujetando el rostro del ruso. – Cada vez que me miras se me hace imposible matarte, eres igual a mí, solo por tus ojos y cabello eres como ella, joder, joder Rusia... Si no te mato el acabara matándote. No puedes morir en las manos de ese maldito monstruo, no puedes.
– папа... tu pie. – dijo el pequeño, mirando ya el charco de sangre alrededor de aquel tobillo roto, con la piel desgarrada.
– Rusia... – acabo por abrazarlo. Pegándolo a su pecho, mientras lo acunaba entre sus brazos. – vamos a estar bien, voy a hacer que estemos bien, voy a matarlo, voy a traer a tu madre, vamos a vivir felices, claro que si... vamos a ser felices...
Su padre era bueno, aun mas cuando murió su abuelo, era dichoso cuando sus hermanos nacieron, y aún más cuando el tomo el control, pero, esa mujer acabo por traer tanto amor, que el golpe fue muy duro. Esa mujer con colores mezclados, una campesina hermosa, de cabello blanco como la nieve y ojos violetas intensos, una hermosa mujer que parecía sacada de fantasías. Con mucha energía, con mucha felicidad dentro de sí, siendo tan irreverente y valiente, siendo única. Siendo tan hermosa con cada respiro que daba.
Esa mujer, que nunca dudó, incluso cuando era una decisión donde peligraba su vida.
– ¡Rusia! ¡Rusia no te acerques! – escuchó su voz, mientras el niño acabo por resbalar desde la montaña, mientras notaba ese cabello blanco, esos ojos violetas, esa hermosa mujer corriendo hacia él, donde al final lo sujetó, aventándolo de nuevo a la tierra, pero, la mujer acabo por caer. Pudo escuchar los gritos de su padre mientras sostenía a un Kazajistán recién nacido, pudo ver como su padre corrió desesperado después de dejar al bebé en un lugar seguro, pero fue tarde, muy tarde, porque escucharon el golpe, y después la avalancha que provocó.
– мама... – el pequeño Rusia comenzó a lagrimear hasta sollozar fuerte. – ¡мама!
– ... la... mataste...
Su primera golpiza fue en esa montaña. Donde su padre cambio, donde comenzó a odiarlo, donde su sangre tiño la nieve de rojo por primera vez. El ruso abrió los ojos, entre lagrimas mientras el mexicano acabo acariciándole el rostro. Había soltado su ultimo secreto, sobre la ira de su padre, sobre él, sobre porque Rusia es tan frio, porque hay animales tan solitarios, porque su gente quiere matarse todo el tiempo. Porque su corazón se sentía tan oprimido, todo era por su culpa, por las torturas, por todo. Desarrolló tantas cosas cuando perdió a su madre, que solo pudo dejarlas ir después de años, para lograr perdonarse.
– ¿Tienes una foto de ella? – dijo el mexicano, mirándole.
– Si.
– Deberías dármela, y ambos podemos ponerla en mi ofrenda. Donde la sientas visitarte. Porque se que lo hará, y así veras que no fue tu culpa. Nada de lo que pasó fue tu culpa Rusia, solo eras un niño, y ellos eran muy jóvenes, que tu padre cambiara no fue tu culpa, fue su propia forma de ver las cosas, que tu madre se sacrificara, no fue tu culpa, ella lo hizo porque te amaba. Nada de esas decisiones y acontecimientos fueron tu culpa, ninguna. Pero se que no me escucharas, así que será mejor que ella te lo diga...
– ¿Realmente crees que venga a verme?
– Estoy seguro, que quiere verte.
El mexicano sonrió, tomando la mano de su novio, mientras este lo guiaba arriba, hasta llegar a esa habitación. Esa habitación que guardaba sangre, llantos y torturas. Su habitación de niño. Al entrar, pudo ver su vieja cama, basura acumulada, algunos libros, y lo que más temía, aquella jaula, aquella jaula adornando su habitación sin parar. El ruso soltó al mexicano para acabar caminando a dicha jaula, delineándola con sus manos. Para después, solo abrir la puerta de aquella cosa metálica y suspirar.
– ¿Rusia?
– Es solo una jaula. – dijo el ruso levantándose tomando la mano de su novio. – Tenía que venir aquí y comprobarlo, es solo una jaula. – el ruso sonrió, cosa que el mexicano no comprendió, pero, no tenía que comprenderlo, al final, era un proceso que el ruso estaba teniendo, era mejor dejarlo ser, que llenarlo de interrogantes. – ¿Vamos a comer?
– Vamos.
Tal vez la vida era así, difícil, de un momento estabas arriba y otro abajo, de un momento a otro te encontrabas encarcelado en tu mente, y al otro estabas de la mano de la persona que mas amas. Lo único importante es, dejar esa jaula abierta, para que nunca pueda encerrarte en sus confines de dolor de nuevo.
Al final, una fobia, un trauma, un golpe, no es mas que una jaula en medio de tu habitación.
Solo hay que abrir la puerta e irse.
ACLARACIONES:
– Perdón por el hard culero unu.
– Rusia al final acabo de cerrar todos sus traumas al abrir la puerta de esa jaula porque simbolizaba sus miedos. Cuando dejo ir todo, supo que podría abrir la puerta sin ansiedad o pánico, y cuando lo hizo, pudo al fin dejar libre todo.
– La madre de Rusia representa al lado campesino en las tierras Rusas. Imperio Ruso odiaba a dicho sector. Su madre se llamaba Anilenka. De allí rusia saco el cabello y ojos.
– URSS como menciono OMS, descargo ira contra todos por sus errores, mas contra Rusia. Por no tratar sus traumas y solo empeorar.
– Si algunos de ustedes leen mis fics de yoi, notaran que Rusia dijo algunas palabras de cierta carta que sale en un fic otayuri, lo puse como easter egg, porque si, para mi diversión.
– Ucrania y Canadá a este punto ya son pareja. Bielorrusia se va a casar con Suiza, y Kazajistán invitó a salir a Filipinas porque pos le gusta.
– Espero hayan disfrutado de esta pequeña historia. Me falta escribir los extras, cuando lo escriba, subiré todo a mi cuenta de Wattpad. Les dejare el link.
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