HOMOFOBIA - 4


Años atrás...

Había descubierto que su cadena medía 4 metros, podía moverse bien en su habitación, aunque el tobillo le dolía, la cadena ya había desgarrado la piel, y ahora, por más que se esforzara, le seguía doliendo. México se fue, México seguramente está en su dulce hogar, disfrutando una piña colada frente a sus bellas playas. México se fue... Tomo un pedazo de vidrio roto que se había quedado allí, debajo de su cama, después de que su padre azotara su rostro contra la ventana. Dibujo un poco, un círculo, dividido en tres, donde dibujo lo mejor que pudo un escudo en el medio, donde imaginaba que ese dibujo tallado en la madera del suelo, era su dulce México, dormido a su lado, como lo hacía en aquel avión que ocultaba su secreto.

– ¡Hey! ¡Hay alguien! – escucho una voz. – ¡Hey! ¡Niños! ¡Rusia!

¿Estaba alucinando, realmente parecía la voz de su amado buscándolo, pero, su amado había partido hace dos meses, y no había regresado o tan siquiera escrito? Escucho pisadas acercándose a su habitación después de unos minutos, e instintivamente, acabo por esconderse debajo de la cama, cosa que difícil, era más grande ahora, no era tan escurridizo y delgado como antes. Su padre estaba aumentando su masa corporal, a base de alimento y una que otras proteínas de dudosa procedencia.

– ¿Rusia? ... oh por dios... qué diablos es ese olor.

Allí lo vio, caminando en su habitación, cubriéndose la nariz. El ruso solo se quedó en shock, ver a México caminar por su cuarto, notando todas esas manchas de sangre, la basura amontonada, los restos de comida, y el sinfín de papeles y libros en el escritorio. Su padre no lo había dejado salir en un mes cuando lo descubrió masturbándose con el recuerdo del mexicano, tal vez debió cubrir su boca para evitar gemir su nombre.

Así que, no había tenido jabón, o acceso a él, no podía sacar la basura, ni lavar sus platos, no tenía algo para limpiar, intento usar el agua de la ducha cuando esta se abría, pero, solo lo hacia una vez cada dos semanas, así que, su estado era deplorable.

– ¿Rusia? – miro esos ojos, uno verde y uno rojo mirándole, asomándose por debajo de la cama.

El ruso gritó, saliendo asustado de debajo de la cama, pegándose a la pared. Mientras el mexicano no podía creer lo que veía, un chico adolescente, crecido, con ropa pequeña, sucio y herido, con una descalabrada en la frente que nadie había curado, con una cadena en el tobillo que ya había atravesado la piel, con la suciedad a todo lo que da. ¿Quién era este niño y que le habían hecho con el adorable Rusia que solía besar a obscuras?

– Rusia...

– No me mires... no me mires. – dijo el ruso comenzando a sollozar cubriendo su rostro. – ¡Lárgate! ¡Déjame solo!

El mexicano suspiro, acercándose a él, abrazándolo de golpe, mientras el ruso solo se dedicó a sollozar aferrándose al más pequeño ahora, ocultándose en su pecho. México lo libero después, le dio una ducha, curo sus heridas, y después hizo lo mismo con sus hermanos. Curo las heridas de Kazajistán después de que le arrancaran las alas, curo las marcas de radiación de Ucrania en sus piernas, y curo los golpes con cadenas de Bielorrusia en sus manos.

Después, los sentó en el sofá, para prepararles una rica comida. La mejor comida que habían comido desde hace meses, que devoraron apenas las pusieron enfrente.

– ¿Fue su padre? – preguntó el mexicano, a lo que el ruso comenzó a sudar.

– ¡No! – gritaron al unísono todos, asustados y respondiendo en automático. – ¡No señor México! ¡Nos caímos por la ventana, nuestra ventana da a un barranco si no caes en los árboles, caímos en las rocas y nos lastimamos!

– ... okey. – respondió el mexicano.

El latino hizo que sus guardias que lo acompañaban limpiaran las habitaciones de los niños, mientras el mexicano tomaba el coche, para ir a la sede de la URSS, a encontrarse con un viejo amigo, ya no sabía si podía llamarlo así después de lo que vio. Manejo tranquilo, apretando el volante en cada alto, mientras solo imaginaba la sonrisa de aquel antiguo amante mientras le deseaba buenos días. Se sintió asqueado, al ser tan ciego, cuando encontró a Rusia ese día.

Se sintió como una mierda, cuando dejo a los niños solos ahora que sabe con quién estaba tratando.

El mexicano entro en la sede, tranquilo, saludando a los que conocía, dirigiéndolo a la oficina de la gran URSS.

– ¿Podrían darnos privacidad? Vengo por algo personal. – dijo el mexicano mirando a los guardias de URSS, ellos lo vieron confundido a lo que el latino suspiro, e hizo un gesto vulgar, alegando sexo oral, señalando la puerta de oficina. – No creo que quieran escuchar a su jefe tener sexo.

Los guardias captaron, y asintieron, dejando al mexicano al final de ese pasillo, solo, enfrente de las puertas del gran imperio rojo, o más bien, el monstruo rojo. Abrió las puertas, para ver a su antiguo amor escribiendo algunos papeles, y después, vio esos ojos mirándole. La gran URSS estaba sorprendido, sorprendido y feliz, levantándose de golpe, sonriente, corriendo al mexicano, pero, ese fue su error.

Fue su error meterse con él.

México no sabía cuántas horas habían pasado, tener a la URSS sen un charco de sangre debajo de él era algo que posiblemente USA desearía. Pero él no, solo desquito su coraje de lo que vio con su antiguo amante, golpeándolo a morir, dañándolo, delineando cada cicatriz de Rusia en la piel roja del contrario. Acabo por quedar sentado encima de él. Alzando un bate mirándolo a los ojos.

– ¿Cómo pudiste hacerle eso a unos niños? – preguntó el mexicano entre lágrimas.

– ¿Cómo puedes hacerme esto tú a mí? – sonrió con dificultad el soviético, con la piel abierta, con una pierna rota, lleno de cortes, y sangre regada en todo lugar. – Por coraje, ¿no?

– ¿Los odias? ¿Odias a tus hijos?

– Los hago fuertes, como me hicieron a mí.

– La mierda que te hizo Imperio Ruso, no es algo que debes aplicar. ¡Era un tirano! – gritó el mexicano con dolor. – ¡Dejo a su gente pobre, enferma y debilitada! ¡Solo interesándole su maldita monarquía! ¡Por eso acabo muerto a manos de su propio hijo! ¡O sea tú!

– Pero eso es lo que debe de pasar. – dijo URSS, sujetando de golpe los brazos del mexicano tumbándolo con violencia en el suelo. – ¿Crees que unos cortes, unos golpes, pérdida de sangre me afectan? Me hicieron fuerte, nada de esto me duele. Y así, cuando les hagan algo a cualquiera de ellos, no lo sentirán más que simples cosquillas. Es una tradición rusa que no pienso detener México. Ni siquiera por ti.

– ¡Voy a seguir partiéndote la madre entonces! ¡Me voy a llevar a todos tus hijos lejos de ti!

Y el mexicano golpeo y golpeo, aunque sin cumplir el propósito, URSS no se arrepentía, solo lo veía con una sonrisa, aunque estuviera repleto de su propia sangre. Solo así, hasta que antes que el mexicano, por desesperación, quisiera romperle el cráneo, una mano lo sujeto.

– Detente. – allí estaba USA, mirándole.

– ¿Qué? USA, sus hijos...

– Lo sé. Pero piensa las cosas México, matarlo no los liberara, solo conseguirás una guerra y esos niños morirán junto a él. Por favor, confía en mi esta vez, si continuas y él te acusa de esto, nos iremos a guerra, y tú no puedes soportar una guerra México.

– Hazle caso mi lindo México. – respondió el gran rojo, limpiando la sangre de su frente con su mano. – Una guerra contra mí, solo me dará lo que quiero, a ti, en bandeja de oro, a mi voluntad.

– ¿Qué? – el latino volteo a ver a la URSS, quien se levantó con ayuda de su escritorio, sin apoyar la pierna ya rota, mirándolo. – ¿Qué?

– No sabes cómo deseo a los valientes países con millones de recursos que explotar. Tenerte a mi lado garantía eso, y, además, garantiza buenas noches de placer, es un ganar ganar. – dijo la URSS dándole el bate al mexicano – vamos, rompe mi cráneo, lo quieres, hazlo por Rusia, hazlo por tu amado Rusia... México.

El latino dejo caer el arma, tropezando siendo sostenido por el americano, mientras su rostro se ponía pálido a morir.

– Lo sabias. – dijo el descendiente de aztecas. – Lo supiste siempre.

– No estaba en su cuarto, estaba encerrado en una jaula, en mi habitación, y miro en vivo y a color, como te derrites por mí.

– ¿De qué habla México? – dijo el estadounidense, pero el mexicano se puso rojo de coraje comenzando a lagrimear.

URSS, había obligado a Rusia a ver, como esa noche de borrachera, había sido dejado tomarse por él.

– ¡Voy a matarte!

– ¡México! ¡No! – dijo el americano sosteniéndolo y cargándolo. – ¡Aléjate de nosotros maldito idiota! ¡Nunca pidas absolutamente nada de nosotros! ¡Solo déjanos en paz! ¡Qué voy a destruirte y salvar a todos esos jodidos niños antes de que sean una bola de problemas como tú!

– ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Ojalá mueras maldito infeliz! ¡Suelta a Rusia! ¡Suéltalo!

URSS fue llevado al hospital después de eso. Nunca inicio una guerra contra México a pesar de sus heridas. Cuando fue llevado a su casa, y vio a sus hijos libres, no mostro señal de enojo, solo sonrió, para después pedirles a todos que se sentaran en la sala. Cosa que hicieron, donde Rusia se sentó en medio de todos.

– Tuve un accidente, pero esto deja claro que puedo morir. Y es por eso por lo que deben ser fuertes. Si muero, ¿Qué harán? Todos ustedes morirán sin mi cuidándolos, así que, por favor, sean fuertes, sigan el reglamento soviético al pie de la letra, y las heridas, hijos míos, que no les duelan.

– Papá... – dijo el pequeño Kazajistán, apretando sus propias piernas. – Jódete, cuando mueras lo único que haré es liberarme de toda tu mierda.

El silencio se hizo enorme, mientras todos sus hermanos se paralizaron en su asiento, comenzando a sudar frio, nerviosos y temblorosos, mirando al suelo, apretando todas sus piernas a morir clavándose las uñas en su piel, sin oportunidad de alzar la mirada.

– No Kazajistán, tu jodete.

Y se escuchó un disparo.

El ruso levanto la mirada, y volteo de golpe a morar a su hermano sosteniendo su abdomen.

– ¡Basta! ¡Basta! – dijo el ruso, poniéndose de pie con esfuerzos. – D–dispárame a mi.... – sonrió en un ataque de pánico. – S–soy el mayor, yo responderé por la insolencia de Kazajistán, soy fuerte, soy rusia, soy tu heredero, seré un gran soviético, una potencia, hazme fuerte papá, necesito que me hagas fuerte. – el ruso había perdido la cabeza ya, entre lágrimas y miedo miraba a su padre quien le devolvía la mirada.

– Estas comenzando a sonar como yo Rusia, estoy orgulloso. – dijo la URSS. – Llévalo a la enfermería, antes de que se desangre y tenga a millones de humanos que enterrar bajo tierra.

– Si.

El ruso tal vez tropezó cuatro o cinco veces, cargando a su hermano. Su pierna estaba sin sanar aun, se notaba el hueso ya que había perdido parte de la piel, México hizo lo mejor para mantener limpia la herida, y darle puntos, pero, se había abierto de nuevo, mientras caminaba entre lloriqueos y dolor a la enfermería. Cuando llego entrego a Kazajistán, pero, cuando una enfermera lo tomo, para curar su tobillo, uno de los soldados de su padre intervino.

– Rusia no fue autorizado para recibir tratamiento médico.

Empezaba un nuevo infierno.

Uno donde quería huir.

¿Dónde estaba México? ¿Dónde?

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Actualidad...

El ruso estaba recogiendo sus cosas de la habitación que le fue otorgada. Las doblaba perfectamente en la maleta, nada fuera de lugar, o recibiría un golpe en la espalda. Sonrió cuando vio su trabajo bien hecho. Después, Kazajistán tomo su mano, y salió junto a él, mientras ONU dio la orden que ningún país, excepto Kazajistán, Ucrania, Bielorrusia y Rusia, podían abandonar el comedor.

El ruso camino perdido, mientras cargaba su maleta. Solo podía ver a Kazajistán mover la boca, ¿Le estaba diciendo algo? ¿Qué decía? ¿Por qué no podía escucharlo? ¿Por qué? Solo siguió caminando, mientras sentía la pequeña mano de su hermano en la suya. Subió en el auto, donde veía a Ucrania y a Bielorrusia dándole una sonrisa de saludo, y después, quedarse en silencio en el camino.

– Rusia... am... – Ucrania miro al suelo, y después a su hermano. – Rusia. Sabes que puedes hablar con nosotros. ¿Verdad?

– Nosotros, podemos ofrecerte ayuda si la necesitas. – dijo Bielorrusia.

– Confía en nosotros Rusia, solo queremos lo mejor para ti. – dijo Kazajistán, sujetándole las manos.

– Quiero bajar. – dijo el ruso. – Déjenme bajar.

– Aun no llegamos al aeropuerto. – dijo Ucrania. – ¿No quieres ir a casa?

El ruso miro a sus hermanos, y después, saco un arma apuntándola a su cabeza, cosa que hizo que sus tres familiares dieran un salto en su asiento.

– O me dejan bajar, o me vuelo los sesos. – dijo el ruso. – No me interesa mi miserable vida, soy un jodido homosexual, merezco morir de todas formas. Así que, déjenme bajar, y prometo no hacerlo ahora.

– ¡Jodete Rusia! – gritó el kazajo retirándole el arma dando un disparo ciego al techo del auto mirando a su hermano. – ¡Jodete! ¡Vas a viajar con nosotros a casa! ¡Vas a ponerte bien! ¡Y vas a ser feliz quieras o no maldito idiota!

El ruso miro el techo y después a Kazajistán sosteniendo sus manos. Sonrió, para después, no comentar nada en el camino. Parecía todo estar bien, o al menos eso parecía, porque el kazajo se inclinó en él, recargándose para dormir, y el ruso solo con ese toque, reacciono, soltándole un golpe en el rostro.

– ¡Rusia! – grito Bielorrusia empujándolo.

– ¡No me toques maldito homosexual! – gritó mirando como Kazajistán sostenía su mejilla, no de nuevo, de nuevo un ataque de pánico, comenzó a jadear tan rápido, que Ucrania sostuvo su mano pegándola a su pecho.

– Rusia, respira conmigo, hagámoslo al mismo tiempo. – pero, ojalá, Ucrania no fuera un hombre, solo podía sentir todas esas miradas sobre él, sobre lo que es, todas esas palabras retumbando en su cabeza. No se dio cuenta cuando de un golpe mando a volar a Ucrania al otro asiento. No se dio cuenta cuando en pánico, abrió la puerta del auto, y cayo afuera rodando, rompiéndose el tobillo. Ni siquiera sintió, los cláxones, o le dolía, solo seguía así, hasta que Bielorrusia corrió abrazándolo por detrás.

– ¡Rusia! ¡Soy yo! ¡Tú hermanita! ¡Soy yo Rusia! – dijo la mujer abrazándolo. – Déjanos llevarte a casa.

Hubo un enorme silencio, mientras el ruso veía el hueso de su tobillo sobresalir de su piel. Mientras veía la sangre comenzar a fluir. Bueno, su padre tenía razón en algo, ya no sentía dolor de cosas así. No más. Acabo subiendo al auto de nuevo, y acabo dormido junto a Bielorrusia en el asiento trasero. Esto estaba empeorando, no podía ser tocado por ningún hombre ahora, tuvo que ser una doctora, tuvieron que ser enfermeras, tuvieron que ser sirvientas en la casa del ruso.

Kazajistán y Ucrania, podían visitarlo, pero, no podía haber el más mínimo contacto físico.

Ninguno.

Tal vez, la URSS reía desde el infierno por esto.

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La ONU miraba al alemán, al mexicano y al estadunidense. Estaban en su oficina, mientras los tres lucían incomodos sobre lo que pasó. Había pasado tiempo desde lo que ocurrió en aquella reunión, y la verdad, nadie había podido acercarse a Rusia desde entonces.

– Canadá ha recibido su castigo, pero, eso no resuelve el problema. Rusia necesita ayuda psicológica. – dijo la ONU, mirándolos. – Bielorrusia dice que su homofobia empeoró, no deja a un hombre acercarse a él. Así que he pensado hacer una intervención, Alemania, tu eres su amigo, dime, ¿Puedes acercarte a él?

– Responde mis mensajes, pero, no me deja visitarlo.

– ¿Por qué estoy aquí? – preguntó USA. – No soy su amigo, le caigo mal, no quiero una relación con él.

– Estas aquí, porque México lo pidió.

– ¿Eh? – dijo USA mirando al mexicano.

– Yo iré a ver a Rusia. – dijo el mexicano suspirando para después mirar al americano. – Yo iré, y necesito que me lleves, porque mi estúpido gobierno vendió mi avión.

– ¿Qué no escuchaste idiota? Rusia no quiere ver a ningún hombre. Así que ahórrame el viaje, no pienso llevarte. – respondió el americano cruzando sus brazos.

– Rusia no quiere ver a nadie, correcto, pero, no pienso aceptarlo, si seguimos aceptando que se aislé, entonces, nunca va a ir con OMS a tener atención médica. Así que no me importa, chingue su madre, me rifo. Voy a ir, voy a sacarlo de su casa, y voy a hacer que vaya con OMS y reciba la ayuda psicológica que necesita. ONU, nadie aquí puede ayudarlo, si no lo convencemos de que primero es él, el que tiene que dar el primer paso. Por favor.

La organización miro al mexicano, para después suspirar recargándose en su silla. Cerró los ojos por un momento y después asintió decidido y confirmando lo dicho por el latino.

– USA, lleva a México con Rusia. México, si no consigues ni siquiera entrar en su casa, entonces, regresas a sus tierras, y lo manejaremos a nuestra forma.

– Tu forma es invadir sus tierras, sacarlo a rastas de su casa y obligarlo a quedarse en el manicomio de OMS.

– Centro Psiquiátrico. Y si, si Rusia sigue inestable, entonces, no es apto para seguir gobernando sus tierras. – dijo la ONU. – Un country que no puede ser estable, solo traerá desgracias. Partirán hoy, prepárense.

– Maldita sea. – se quejó el estadounidense levantándose.

– Si te sirve de consuelo, vigilare a México de cerca para que este seguro USA.

El americano acabo por sonrojarse de golpe, sujetando la camiseta del alemán.

– No me importa esta mierda, solo lo llevaré y si Rusia le arranca las bolas es su problema.

– Lo digo, porque pareces preocupado, pensé que eran amigos. – dijo el alemán a lo que el mexicano rio.

– Déjalo Alemania, solo vamos USA.

El viaje fue corto, o al menos eso parecía, porque el avión del americano era demasiado moderno, no como el suyo, o bueno, el que tenía. USA durmió casi todo el viaje, a lo que em mexicano igual, al despertar ambos, se miraron el uno al otro, y fue el estadounidense quien decidió hablar primero.

– ¿Regresaste con Austria? – preguntó el americano. – ¿Él sabe que estas aquí?

– Primero, no regrese con él, solo me acuesto con él. Segundo, aunque me gustaría regresar a tener de nuevo mi matrimonio feliz que tenía, por ahora, no es mi prioridad. Ahora mi prioridad es ayudar a Rusia.

– ... ¿Te gusta Rusia? – preguntó el americano de nuevo.

– No lo sé. – respondió sincero el mexicano. – Lo amaba antes, pero, no sé si es la misma persona que amaba. Tal vez solo me aferro a una ilusión, pero, todo se arreglará cuando lo ayude. Ahora yo, ¿Cómo vas con Perú?

– Estoy enamorado. – respondió sincero el americano. – Nunca me había sentido así, y quiero mantenerlo tal y como esta.

– Me alegro mi gordis, ya te hacía falta. – respondió el latino haciendo reír al estadunidense.

– Claro taquito, claro.

Llegaron en la tarde, aun había sol, pero comenzaba a ocultarse. México bajo con una maleta y el americano lo abrazo como despedida. Al final, siendo amigos o enemigos, se querían, se conocen desde colonias, por supuesto que e se preocupan el uno por el otro.

– No dejes que te lastime. – dijo USA besándole la frente al americano. – Eso solo lo hago yo. – rio, despidiéndose.

– A que joto eres wey, si, si, no lo dejaré, te cuidas y te la lavas, bye. – sonrió el mexicano. – Por cierto, USA, gracias por preocuparte.

Ojalá el americano se hubiera quedado más tiempo.

Porque ahora el mexicano moría de frio. Cuando llego a casa de Rusia, y toco, vio al eslavo abrir la puerta usando muletas, con un tobillo enyesado. Se miraron por unos segundos y el ruso acabo por cerrarle la puerta en la cara al mexicano. Tal vez el latino toco, veinte o treinta veces más, y después se quedó sentado en el pórtico, temblando, cubriéndose con lo que podía, sus abrigos no eran suficientes para lo frio que son las tierras de Rusia, y el mexicano estaba acostumbrado a climas cálidos, así que el frio era peor.

Llevaba ya cuatro horas afuera, después de que gritó. "¡Ábreme Rusia, me voy a quedar aquí hasta que abras!"

Pero el ruso hizo caso omiso.

Ya no sentía sus piernas, y había dejado de temblar, para después, sentir muchísimo calor, no, no, sabía que era una etapa de la hipotermia, donde sientes mucho calor de pronto y quieres quitarte la ropa, donde alucinas, no, debía permanecer allí, sin quitarse nada.

Ya era de noche, y su cuerpo estaba congelado, su piel pálida, sus labios azules, y ya había nieve en su ropaje. No sentía sus dedos, ni su rostro, además, su respiración se había vuelto muy pero muy calmada, y su ritmo cardiaco estaba muy tenue.

El mexicano acabo desmayándose, mientras el viento soplaba sin poder despertarlo.

– ¡Paco! – gritó de golpe, despertando en una habitación, con miles de cobijas encima, desnudo y con vendas en sus piernas y manos, principalmente en los pies y dedos. Miro alrededor, notando que estaba en efecto, dentro de una casa, pero, el no recuerda haber entrado en ninguna, solo estar en el pórtico de la casa del ruso muriendo de frio y...

Se alarmo cuando la puerta de la recamara se abrió, y entro una mujer, con ropa de maid, entrando con comida, comida caliente por el suave vapor que salía del plato.

– Oh, despertó. Ayer nos preocupamos mucho, su piel se agrieto por el frio, así que curamos las heridas. Sera mejor que no retire los vendajes en unos días.

– ¿Dónde estoy? – preguntó el mexicano.

– Esta en la residencia de Rusia, mi nombre es Ana, lo ayudare en su estadía.

El mexicano se levantó de golpe, haciendo sonrojar a la mujer, mientras tomaba una bata que había a la mano, por lo enorme que era, estaba seguro de que era de Rusia. Camino muy lento, siendo seguido por la maid, hasta que lo vio, en una de las salas, tomando café, pero cuando sus miradas se encontraron, el ruso se levantó, tomando su taza de café, cubriendo su boca, mirando con pánico al mexicano frente a él.

- Lárgate de mi casa cuando te recuperes. – dijo, al final, tomando una muleta, saliendo de la habitación rápido.

No puede quitarse tan rápido, unas cadenas encarnadas en su cuerpo, que permanecieron allí por años y años.

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