Capítulo 04: Sin rumbo


Tae Hyung

Dudé mucho cuando Ho Seok me exigió que corriera, a pesar de que muy en el fondo sí quería hacerlo. Quería correr, pero junto a él. Alejarnos de todas esas personas que me amenazaban con antorchas en mano, a pesar de ver el temor infundado en su mirada, un temor que tal vez podría deberse a lo desconocido.

Y cuando el hermano de Ho Seok cayó por el golpe que este le dio, supe que ya era demasiado tarde. Nadie me sujetaria, dudaba que alguien se acercara sin sentir un miedo extremo hacia mi persona, pero tampoco iba a quedarme a esperar a que alguno se hiciera el valiente e impidiera mi huida.

Correr lejos de la persona que amaba no fue algo fácil, dejar solo a Ho Seok fue el peor error que pude hacer en toda mi vida y ver cómo lo asesinaban sin hacer nada fue definitivamente lo que nunca me perdonaría. Recuerdo perfectamente presenciar su muerte, ver como sus hermanos eran indiferentes ante el sufrimiento del hombre que había crecido con ellos y como sus padres parecían querer ignorar los gritos de su hijo tapándose los oídos.

Esa fría noche de diciembre me di cuenta que las personas podían ser incluso más crueles que nosotros, los que éramos juzgados por estar vinculados con el demonio.

Juro que aquel amanecer ya no fue como los demás, ya no estaba ansioso por rondar el bosque esperando que Ho Seok hiciera acto de presencia, pues él ya no estaba y nunca más vería su sonrisa. Jamás escucharía sus quejas y lo peor de todo es que nuestro amor fue tan efímero como la luz del día.

— No hubo un para siempre. — susurré, dejando la mitad de mi corazón con aquel cuerpo del cual solo iba a quedar cenizas.

Al bajar del árbol, sonreí. Sonreí como un idiota a pesar de que las lágrimas descendían por mis mejillas sin permiso alguno y sin indicios de querer detenerse. Tuve que arrodillarme por un momento, pues las piernas me fallaban y parecía que mi pies estaban encima de algunos clavos. Me abracé por un largo momento, las lágrimas nunca dejaron de salir y el nudo en mi garganta no se fue, muy a pesar de que pasé saliva cientos de veces.

Para cuando me recuperé, la luna se erguía orgullosa, brindando algún tipo de luz en aquel oscuro bosque. Apenas podía dar pasos firmes y mantenerme en pie sin la necesidad de apoyarme en un árbol. Todo estaba mal, mi cuerpo se encontraba débil y juraba que en cualquier momento caería inconsciente. Sin embargo, logré avanzar lo suficiente como para llegar a la pequeña cabaña que me resguardaba y que en algún momento resguardó a Ho Seok cuando nuestros encuentros se hacían más apasionantes.

Me apoyé con fuerza en la puerta de madera una vez que la cerré y no evité llorar durante toda la noche. Sentía que me habían arrancado una parte de mi corazón y cuerpo.

Recuerdo perfectamente que esa noche no pude dormir y que las lágrimas fueron disminuyendo hasta que la luz del día se coló por la ventana de la cabaña.

Ya no me sentía tan fuerte como para seguir, pero durante toda la noche había pensado en Ho Seok y en su acto heroíco de poner su vida por encima de la mía, aquello me dejó un sabor agrio en la boca, pues en mi mente seguía fresco el recuerdo de su muerte y de lo único que quedó de su cuerpo; concluyendo que si él lo hizo fue con el propósito de que yo viviera, que siguiera con mi vida y aunque fuera difícil, no podía darme el lujo de morir así como así o dejarme atrapar por esos aldeanos que decían llamarse personas.

Fue algo lamentable tomar mis pertenencias y abandonar la cabaña que me vió crecer, en la cual los recuerdos de mi madre se mantenían en fresco, sin embargo tuve que hacerlo. Ya no podía exponerme.

Y así fue como caminé sin un rumbo fijo, sin un lugar al que llamar hogar o una persona que estuviera esperando por mí en alguna parte de este mundo.

[✨]

— ¿Alguna vez has escuchado hablar de las brujas blancas?

Negué con lentitud y ella volvió a ver mi mano.

— Sé lo que eres. — nuevamente me miró y yo de inmediato quise apartarla. Hace mucho que había aprendido a esconder bien mis poderes e incluso pasar desapercibido por cada ciudad o pueblo en el cual me instalaba por cierto tiempo.— pero no temas. — volvió a decir.— no se lo diré a nadie, no es como que te vieras como alguien malo, después de todo. — me sentí un tanto avergonzado, pero a ella pareció importarle muy poco mi situación. — Las brujas blancas son muy parecidas a ti, tienen los mismos poderes, pero solo son llamadas de esa forma por ser buenas. — asentí un tanto confundido por su explicación.— una de ellas te maldijo. — completó y entonces sí aparté mi mano, resguardándola por debajo de la otra. — No te asustes, Tae Hyung. Sé que sientes miedo de tan solo revivir ese momento, pero ahora lo único que te puedo decir es que alguien del lugar de donde provienes fue capaz de lanzarte un hechizo.

— No entiendo. — fui sincero. Yo estaba seguro de que en ese lugar no había nadie que practicara la hechicería, a excepción mía claro está.

— Tú nunca podrás envejecer, mucho menos morir. La persona que te lanzó el hechizo lo hizo con el motivo de que sufrieras por toda tu vida y qué mejor sufrimiento que el de ver a la persona que amas morir y recordarlo toda una eternidad con impotencia y miedo a revivir el momento...

Las palabras de aquella gitana se quedaron grabadas en mi memoria y a pesar que no le creí, el pasar de los años fue el que se encargó de corrobar las palabras de aquella mujer.

Los años pasaron, siglos también, mi cabello nunca cambió a un color blanco, mi piel no se arrugó y las fuerzas se mantuvieron ahí. Seguía teniendo diecinueve años y eso no cambió ni con las guerras, descubrimientos, tragedias, nacimientos o muertes que sucedían a mi alrededor.

Nada cambió, tal y como dijo aquella gitana, y lo peor de todo es que era la peor tortura. No podía acercarme a nadie, pues de todos modos sabía que aquella persona moriría en algún momento y yo no lo haría. Era cruel, un hechizo muy cruel el que me lanzaron, pero definitivamente lo peor de todo no era seguir viviendo, sino recordar como si fuera ayer el cuerpo calcinado de Ho Seok.

[✨]

Tal vez mi cuerpo no cambió, pero mi mirada definitivamente comenzó a hacerse más gélida con el pasar del tiempo. Ya no parecía tener expresión en el rostro y mi sonrisa desapareció por completo.

— ¡Tienes pedido en la mesa cinco! — gritó mi compañero de trabajo. Sí. Ya no era vergonzoso decir que no me sabía los nombres de todos esos chicos que trabajaban conmigo. No los conocía, ellos tampoco a mí y así era mejor. No había sentimientos ni nada por el estilo de por medio.

Sin contestar nada, me dirigí hacia la mesa mencionada. Tomé el pequeño cuadernillo y mi lápiz en mano, esperando ser breve y eficaz al mismo tiempo.

— Buenos días, ¿En qué le puedo servir? — mis voz monótona ya no era una sorpresa y el tono que siempre utilizaba parecía ser propio de una persona aburrida, sin embargo, no importaba. Estaba ahí para atender, no para relacionarme sentimentalmente con algún cliente.

Esperé atentamente que el chico alejara la carta de su rostro, pues esta cubría prácticamente todo su rostro, y pidiera de una vez, pues al parecer el idiota no se percataba que habían muchas más personas queriendo ordenar.

— Yo solo quiero un café sin azúcar. — y entonces esa voz fue más que suficiente para llamar mi atención y olvidarme del idiota que seguía buscando algo en la carta.

Al voltear, me encontré con él, era él, tenía que ser el hermano de Ho Seok, tenía todos sus rasgos, incluso la seriedad que demostró esa noche era la misma que estaba demostrando este chico ahora. Mis ojos se ampliaron y cuando el volvió a hablar para pedir unas galletas, reaccioné asintiendo y escribiendo lo más rápido que podía en la libreta.

— Yo quiero unos panqueques y un café con leche.

— Ho Seok... — susurré cuando la carta fue dejada a un lado y el rostro de ese hombre, descubierto.

Él pareció escucharme, pues su boca se entre abrió como queriendo decir algo, pero nada, absolutamente nada salió de sus labios, al igual que de los míos no volvió a salir su nombre nunca más, a pesar de que mi mirada lo siguió cuando salió de la cafetería, cuando entraba a esta cada lunes por la mañana o incluso cuando cierta vez entró al lugar junto una mujer que juraba haber visto, pero no en este siglo.











[✨]

Buenos días, bebés.

No quise decir nada tras la muerte de Ho Seok, pero en sí, la historia no se narraba en el pasado, sino en este presente.

Imagen:
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