Capítulo 4

Nota: agregué al principio "Antes de Comenzar", y recorrí las partes ya publicadas. Si aún no lo has leído, te sugiero que lo hagas. También cambie el nombre del personaje masculino; ambos cambios van a ser benéficos para la historia. ¡Gracias por comprender!

Dedicada a: MonicayarmandoUmpier

Al verse en el espejo quedo satisfecha con su imagen, sin duda esa sería una noche única e inolvidable. Estaba segura de ello.

Rachel estaba por salir de la habitación cuando timbro el teléfono. Se sorprendió por que usualmente nadie le llamaba.

−Muchacha, te estoy esperando para irnos a la recepción del hombre que conocimos en el elevador. Espero que no hayas sido tan cobarde para decidir no ir.

Rachel sonrió, pues de todas las personas que cruzaron su mente que podían estar del otro lado del teléfono, nunca paso por su mente la señora del elevador.

−Estoy lista, de hecho, estoy por salir. ¿En dónde nos encontramos?

Un par de minutos después Rachel y la señora se encontraron en el penúltimo piso. Hasta ese momento Rachel recapacito en que llevaba las manos vacías. Cuando la invito, cruzó por su mente que no tenía un regalo para darle al festejado, pero después no volvió acordase de ese detalle hasta que vi a la señora con una la caja de una botella del mejor whisky.
−Muy buena idea, lo tendré en mente la siguiente vez que no sepa que regarle a alguien que no conozco. −menciono sintiéndose un poco incomoda por no llevar nada ella.

−Yo no tengo nada más que ofrecerle, pero tú sí cariño. −dijo sonriendo con picardía. −Estoy segura de que tu sola presencia es suficiente regalo para él, lo que pase después de aquí, ya extra. −termino de decir sacándole una risa a Rachel.

En el momento en que William las vio entrar, se quedó sin habla. No esperaba verla, y menos tan bella, tan ella. Sin duda alguna se veía hermosa en ese vestido rojo, pero podría jurar que se vería mucho mejor sin el y entre sus brazos. La risas y burlas de unos de sus amigos con quienes estaban lo hicieron reaccionar. Volteo a darles una mirada fulminante a la vez les advirtió que no pusieran sus ojos en ella porque esa mujer era suya. Se alejo de ellos para ir a recibirlas y a darles las gracias por acompañarlo. Primero lo hizo con la señora mayor dándole un beso y un abrazo al recibir el costoso regalo, y enseguida se tomó el tiempo del mundo para disfrutar el prolongado abrazo que le dio a Rachel y el beso más cerca de los labios que de la mejilla.

−Lamento llegar con las manos vacías, te debo un regalo.

−Ni lo pienses, no es necesario. No necesito nada, de hecho, ahora que estas aquí tengo todo lo que necesito. −dijo sin poder dejar de mirar esos ojos cafés que tanto lo cautivaban.

Rachel se quedó sin palabras y la señora solo la miro como diciendo "te lo dije". William estuvo acompañándolas por un momento y mientras lo hizo fue igual de cortes y atento con ambas mujeres; algo que no pasó desapercibido para Rachel y que le agrado. Después él se retiró para saludar a más invitados y dejo a Rachel y a la señora en una amena conversación, en la cual Rachel escucho la mayoría de las anécdotas divertidas de la señora.

Al poco rato la señora se retiró; no sin antes darle un par de consejos para que se echara a la bolsa a William, lo cual le pareció igual de gracioso que sus historias. Ella no necesitaba consejos para conquistar o seducir a un hombre como William; lo que ella necesitaba era saber cómo no caer redondita ante los encantos de tal hombre. En el momento en que William vio que Rachel estaba sola, no dudo en ir al lado de la hermosa mujer del vestido rojo que nuevamente lo dejo sin palabras. No le importaba dedicarle todo su tiempo a ella y olvidarse del resto de los invitados.

−No es necesario que estés conmigo todo el tiempo, tienes más invitados y amigos que también desean pasar tiempo contigo. −le insistió Rachel varias veces y le aseguro que iba a estar bien. William no entendía que clase de mujer era Rachel, ya que, en vez de sentirse alagada por tener toda su atención, se preocupada por que los demás invitados se fueran a molestar por no estar con ellos. Por lo cual, no le importo en lo más mínimo quedarse sola por un momento mientras él atendía a sus demás invitados. Tiempo que aprovecho para disfrutar la hermosa vista de la ciudad, oportunidad que aprovecharon un par de hombres para presentarse y hacerle conversación.

Después de una breve conversación Rachel se disculpaba o se despedida de ellos para ir al baño a humedecer una toalla y colocarlo en su nunca o en la frente. Parecía que cada que iba al tocador el dolor de cabeza comenzaba a ser intolerable.


Por suerte, el dolor disminuía cada vez que estaba al lado del Adonis, quien por cierto esa noche se vea más apuesto y varonil que la noche anterior "como si eso pudiera ser posible". Seria quizás porque estaba demasiado entretenida conversando con él y descubriendo que tenían en común muchas cosas y gustos.

Algunos de los invitados comenzaron a irse y al verlo tan ocupado y sumergido en la conversación que tenía con su acompañante, optaron por no despedirse. Fue hasta que los interrumpieron y que comenzaron a hablar de negocios, que William se disculpó y la dejo sola por un momento para poder hablar con otras personas. Mientras lo esperaba, el dolor de cabeza se intensifico y termino pidiéndole un par de patillas para el dolor de cabeza, a uno de los meseros.

El dolor de cabeza de Rachel se intensifico y opto por no esperar más al mesero y William. Cuando estaba a punto de levantarse de la mesa, se mareo por lo que volvió a sentarse; en esa ocasión le costó más trabajo levantarse. No entendía que le sucedía, pero sabía que tenía que llegar a su habitación lo antes posible, ya que cada vez le costaba más trabajo dar el siguiente paso.

William regreso a la mesa de Rachel, mientras esperaba a que ella regresara, se acercó un mesero y puso unas pastillas en la mesa junto con un vaso de agua, al mismo tiempo que le informo que eran para la señorita que estaba sentada. William le hizo un par de preguntas y después a la persona que estaba a la entrada del lugar. Cuando le informaron que la mujer del vestido rojo había salió un par de minutos de minutos antes; se dirigió enseguida hacia los elevadores.

Al salir de la caja metálica la escena que vio le causo enojo. Estaba un hombre acariciando el rostro de Rachel mientras ella con repulsión volteaba su rostro para evitar que el desconocido la acariciara. Rachel al sentir el rostro del desconocido tan cerca de ella, intento con todas sus fueras, las cuales eran muy pocas, apartarlo de ella. Al sentirse libre volvió abrir los ojos y para su sorpresa lo encontró tirado en el piso, le llevo unos segundos darse cuenta de que el causante del labio roto del hombre no había sido ella, sino el Adonis.

− ¿Estas bien, te hizo algo? Me dijo uno de los meseros que le había pedido unas pastillas para el dolor. −comento con un tono de preocupación al ver que ella no respondió y solo asentó con su cabeza.

−Hermosa. Al parecer voy a tener que estar cerca de ti para evitar que idiotas como ese se quieran pasar contigo. −le dijo con una media sonrisa la cual desapareció al verla cerrar los ojos y arrugar la un poco el entrecejo.

−Hola guapo. −le respondió al abrir nuevamente los ojos y con una picardía que no había visto en ella.

− ¿A todos los guapos les llamas bombón o nada más a mí? −pregunto William galantemente por instinto al mismo tiempo que colocaba sus brazos extendidos a los lados del cuerpo de ella. Su instinto primitivo lo hizo olvidarse de la situación que había pasado tan solo unos segundos atrás.

Rachel se rio al escuchar la pregunta e hizo una mueca con los labios al mismo tiempo que hizo un sonido al juntar sus labios.

−¿Sabes que tienes los labios más apetecibles que he visto y los que más he deseado besar desde que te vi?

− ¿Y qué esperas? − le respondió más en forma de reto que de pregunta al mismo tiempo que coloco entrelazo sus brazos detrás de su cuello.

William no espera esa respuesta de ella, pero tampoco le molesto. Solo le extraño, pero no dejo pasar la oportunidad para finalmente besar esos labios. En el momento en que sus labios se rozaron una corriente recorrió su cuerpo y enseguida un calor abrumador.

−Guouuuu −dijo William al momento en que sus labios se separaron−. ¡Estas ardiendo, preciosa!

− ¿Es esa la frase que usas con tus conquistas? −quiso preguntarle Rachel, pero eran muchas palabras y no tenía fuerzas ni para mantener sus ojos abiertos. Sole le dio una pequeña y fugaz sonrisa.

−Rachel, no fue un cumplido; literalmente estas ardiendo ¿Te sientes bien?

−No. −respondió ella más con una negación de cabeza que con palabras. −Me duele mucho la cabeza. −hablo casi en un suspiro al tiempo que se apoyó en él.

−Vamos a tu habitación −sugirió William colocando una mano a la altura de su cintura mientras paso uno de sus brazos de ella sobre su cuello de él para poder tomar su mano y darle más apoyo a ella. Cada paso que daban Rachel caminaba más lentamente, hasta que finalmente se quedó de pie y comenzó a descender. William sin dudarlo, elevo su brazo de su cintura hacia media espalda y el otro brazo lo paso debajo de las piernas de ella. Al hacerlo se dio cuenta que ella soltó su cuerpo por completo, lo cual le preocupo mucho más al preguntarle por su tarjeta de acceso de su puerta y no recibir una respuesta de ella.

William estaba batallando para sostener a Rachel al mismo tiempo que intentaba tomar el bolso de ella para buscar la tarjeta, cuando alguien lo interrumpió.

−Buenas noches, soy Ariana y estoy aquí para asistir a la señorita. Ella llamo hace un par de minutos para pedir que alguien viniera ayudarla porque no se sentía bien y no creía poder llegar sola a su habitación. −hablo la mujer que portaba un uniforme del hotel y una placa con su nombre.

−Gracias por venir, me alegro de que estés aquí. Ayúdame abrir la puerta por favor.

− ¿Que la pasa a la señorita? −interrogo al momento de pasar la tarjeta universal que tenía, de encender la luz, y dejar la puerta abierta para que él entrara.

−Está ardiendo en fiebre. No lo sé qué fue lo que paso, estábamos juntos en la fiesta que se está llevando a cabo en el penúltimo piso. La deje sola por unos minutos y cuando regrese me informaron que había pedido unas pastillas para el dolor de cabeza.

Después de que William deposito a Rachel sobre la cama, la mujer observo el rostro rojo de ella, junto con una capa leve de sudor; colocando una de sus manos sobre la frente de ella para corroborar lo que el hombre le había dicho.

−Señor, tiene mucha temperatura. Voy a humedecer algunas toallas para intentar bajar la temperatura. Debería de llamar a recepción y pedir que envíen a algún con un termómetro, necesitamos estar seguros de que la temperatura baje; de lo contrario habrá que llamar a una ambulancia.

Después de hacer lo que la recepcionista le sugirió, William llamo a un conocido para que le ayudara a buscar algún doctor entre sus amistades. Poco después cuando el termómetro mostro que tenía más de ciento tres grados Fahrenheit, y cuando se lo comunicó al doctor que le llamo. De inmediato le pidió a la recepcionista que le ayudara a quitarle el vestido a Rachel mientras él comenzó a quitarse el saco, y la camisa que traía y por ultimo los zapatos.

− ¿Qué hace? No pensara desnudarse enfrente de mí. −pregunto la recepcionista sorprendida al mismo tiempo que admiraba el torso tan perfecto que tenía.

−Descuida, − respondió serio "no tuvieras tanta suerte para ver mi mejor atributo." −Alguien tiene que meterse al agua con ella y dudo que vayas a ser tú.

−No, yo no puedo. Tengo que regresar a hacer mi trabajo, solo vine asegurarme de que la señorita estuviera bien.

− ¿Quiere que empiece a llenar la tina?

−No, va a tardar en llenarse y necesito bajarle la fiebre lo antes posible. Como no tengo intensiones de salir de aquí con los pantalones escurriendo de agua, te sugiero que, si no quieres verme en calzoncillos, te des la vuelta después de que abras el agua de la regadera. −dijo lo último antes de comenzar a desabrocharse el pantalón y quitárselo. Enseguida tomo a Rachel entre sus brazos, tratando de evitar el hecho de que ella solo traía puesto un brasier sin tirantes de color piel que combinaba con las pantaletas.

− ¿Me necesita para algo más, o ya me puedo retirar?

−Necesito que busques entre su equipaje algo para ponerle, y que la ayudes a cambiarse cuando salgamos de la regadera. −pidió William mientras tomo a Rachel entre los brazos y camino con ella hacia la regadera. El odia bañarse con el agua fría, tuvo que apretar los labios para suprimir un grito al sentir el agua fría caer sobre él, y después para no maldecir por tener que soportar esa temperatura.

No podía creer que, en vez de estar en su fiesta, poniendo el ojo en la mujer con la que pasaría esa noche, estaba bajo la regadera con una mujer casi inconsciente y ardiente; demasiado ardiente para su gusto. Aunque siendo sincero, desde que la vio la noche anterior no había podido sacársela de la mente y no deseaba estar con otra que no fuera ella. Sin duda alguna, vería la forma de cobrarle ese mal rato que estaba pasando, y la mejor manera que se le ocurría era una buena sesión de sexo. Era en todo lo que podía pensar y más al tenerla casi desnuda entre sus brazos.

El agua fría no tardó mucho en hacer efecto en Rachel y en hacerla reaccionar.

− ¡Esta heladísima! −se quejó Rache molesta.

−Todo está bien cariño, confía en mí. Tengo que bajarte la fiebre. −respondió él al momento de pegarla contra su pecho al sentirla temblar.

Después de unos minutos, William le pregunto a Rachel si se podía poner de pie para poder cubrirla con una la bata. Cuando termino él se colocó la otra bata. Si la recepcionista no estuviera comiéndoselo con los ojos, no le hubiera importado cambiarse enfrente de ella. Por lo que tomo su ropa y su celular y entro al baño. Mientras se estaba cambiando, escucho que alguien toco la puerta y casi enseguida escucho la voz de un hombre. Cuando salió reconoció al hombre que estaba tomándole la temperatura a Rachel.

−Te agradezco mucho que hayas venido.

−No es nada, por suerte estaba en tu fiesta y solo me llevo unos minutos llegar aquí. Cuéntame que paso. − pidió para poder tener una idea de lo que estaba pasando con la mujer que al parecer había cautivado a William y con quien paso la mayoría de la noche. La información que le dio no le ayudo de mucho por lo que tuvo que hacerle algunas preguntas a Rachel.

−Señorita, buenas noches. Soy el doctor Eduardo Ruiz ¿cómo se siente?

−Me duele mucho la cabeza y tengo mucho frio.

−Es normal para la temperatura que tenía hace un momento.

− ¿Desde a qué hora se siente mal?

−Desde en la mañana, pero pensé que era algo pasajero.

−Le duele algo más?

−No.

− ¿Le importaría si la reviso y si pongo un poco de presión en tu abdomen para descartar que sea algo más serio?

Rachel solo negó con la cabeza mientras el doctor presionaba en varias partes del estómago, en particular en ambos lados a la altura del ombligo. Al no ver ningún gesto de dolor reflejado en su rostro ni observar ningún sarpullido en la piel, les dijo que solo una prueba de sangre podría determinar si la fiebre era porque había alguna infección, pero al ver que la temperatura continuaba descendió también menciono que podía ser solo algo pasajero. Le sugirió a William que continuara monitoreando su temperatura y que, si volvía a subir tanto que la llevara a un hospital para que le hicieran los estudios necesarios para poder darle un diagnóstico más acertado.

Antes de irse el doctor pidió un poco de agua y le dio unas pastillas de para reducir la fiebre. William le dio nuevamente las gracias y le dijo que lo disculpara con sus amigos por no poder regresar a despedirse de ellos.

A la mañana siguiente, el sonido del teléfono de la habitación despertó a Rachel, al abrir los ojos lo primero que vio fue William plácidamente dormido en su cama. Levanto el teléfono para no seguir escuchándolo y cuando lo hizo le informaron que estaban llamando para despertarla tal como ella lo había pedido. En ese momento recordó que su vuelo saldría en un par de horas y ella todavía tenía que preparar su equipaje. Pero antes de eso, tendría que averiguar porque ese hombre estaba en su habitación. Sobre todo, quería saber porque paso la noche a su lado; vestido mientras ella traía su pijama y su bata.

−William...William. −lo llamo ella un par de veces antes de que el abriera los ojos.

− ¿Te sientes mal, tienes dolor? −pregunto exaltado.

−Estoy bien. −respondió al verlo preocupado por ella. − ¿Qué paso anoche, porqué pasaste la noche aquí?

−Me convenciste para que te hiciera el amor y después me pediste que te me quedara a dormir contigo −respondió lo más serio que pudo. Rachel casi enseguida soltó una carcajada al escuchar lo que él dijo.

−Okey galán de galanes, para tu información no suelo tener sexo con desconocidos y me gusta hacerlo sin ropa, no vestidos. −dijo en un tono de burla al verlo de pies a cabeza y después mostrándole que ella durmió dentro del cobertor y él no.

−Veo que mi chica esta de mucho mejor ánimo y que no sabe quedarse callada; por eso me gustas. −declaro orgullo y sin saber porque acaba de decir aquello.

Ambos se mirando por unos segundos y un leve rastro de un dolor de cabeza hizo a Rachel tocarse la cabeza. Fue en ese momento recordó lo mal que se sintió la noche anterior; al mismo tiempo que algunas imágenes confusas llegaron a su mente.

− ¿Nos bañamos juntos? −pregunto ella aterrada, al pensar que eso pudiera ser verdad y que él pensara que era una mujer fácil.

−Corrección, me vio obligado a meterme contigo a la regadera con el agua fría, para poder bajarte la temperatura ya que literalmente estabas hirviendo porque tenías arriba de 103 grados. No teníamos tiempo para esperar a que se te bajara, lo único que quería era bajarla. ¿Ya mencioné que el agua estaba fría?

−Si, ya mencionaste dos veces que el agua estaba fría, no creo que el agua caliente ayude en casos de fiebre. −dijo ella con una leve sonrisa sin poder creer que el hombre que tenía enfrente de ella, casi un desconocido; paso la noche a su lado para cuidarla.

−Te ves muy bien, me alegro de que ya estés mejor. Déjame decirte que para haber estado enferma anoche y acabar de despertar, tienes una belleza natural inigualable.

− ¿Vas a empezar de coqueto?

−No, solo estoy siendo sincero. Son pocas las mujeres que conozco que lucen tan bien como tú cuando se acaban de despertar.

En ese momento inconscientemente Rachel se pasó la mano por el pelo y trato de acomodarlo lo más que pudo, pasando sus manos sobre el. Lo bueno, era que ella no era la única que estaba despeinada, pero por tener el cabello largo de seguro estaba mucho más despeinada que él. Pero en ese momento ya no podía hacer nada.

−Gracias, muchas gracias por no dejarme sola anoche. Gracias por traerme hasta mi habitación y por haberte metido conmigo a la regadera con agua fría, y sobre todo por quedarte para asegurarte de que estuviera bien.... −dijo con una sonrisa tímida, realmente sorprendida por todo lo que había hecho William por ella. Otro hombre la hubiera abandonado a su suerte o su hubiera propasado. −En realidad no tengo palabras para agradecerte lo que hiciste o como pagarte lo que hiciste por mí.

− ¿El que me haya bañado con agua fría, o el que haya perdido mi fiesta de cumpleaños, o el hecho de que me haya pasado la noche en vela cuidándote? −pregunto él con su sonrisa seductora mientras se acercaba a ella, como un depredador.

−No me gusta deber favores, así es que puedes comenzar a pedir tu pago; solo te advierto que, si no me gusta lo que pides, voy a negociar. −le aclaro ella levantado un poco una de sus cejas.

−Me conformo con un beso... eso es lo que más anhelado desde que te conocí.

−Me puedo lavar los dientes primero. −pregunto ella tímidamente mientras mordía sus labios nerviosa. No entendía porque ese hombre la ponía así, solo le estaba pidiendo un beso, algo que ella también deseaba.

−No porque yo no tengo mi cepillo aquí, y porque te he pedido en dos ocasiones que no hagas eso con tus labios porque siento que es una invitación para probarlos.

− Si es cierto. −dijo ella al recordarlo y volvió a humedecer sus labios provocándolo.

William tomo ese gesto como una invitación abierta y no espero para cubrir su boca con sus labios. El beso comenzó suave, pero en el momento en que ella le dio acceso, comenzó a explorarla con maestría. Enviando una corriente por su cuerpo. Fue en ese momento cuando cayó en cuenta que un simple y tierno beso no le iban a quitar esas ganas de probarlos. El beso apasionado comenzó a causar estragos en ambos y a acelerar sus respiraciones.

Entre la danza armoniosa de sus lenguas, Rachel no se dio cuenta de que su cuerpo ahora estaba sobre la suave superficie de la cama, mientras una de las manos de él acariciaba una de sus piernas. William comenzó a descender sus besos hacia la clavícula de ella, provocando un leme gemido de ella. Si la alarma de su celular de ella no los hubiera interrumpido, no sabría si hubiera tenido el poder para detener lo que ese hombre le hacía sentir. No cabía duda de que era todo un maestro en el arte de besar, de seducir, y los más seguro que también del sexo
.

−Mi vuelo sale en dos horas y media, tengo que darme prisa o lo perderé. −menciono Rachel aun aturdida y agitada, al mismo tiempo que puso algo de distancia entre ellos.

−Quédate, yo me encargo que de llegues a tu destino esta noche.

Rachel lo dudo por un segundo, por primera vez en su vida deseaba dejarse llevar por lo que sentía en ese momento y no pensar en las consecuencias, pero a la vez una vocecita en su interior le decía que si se quedaba lo iba a lamentar por mucho tiempo.

−No creo que sea una buena idea. Gracias por todo lo que hiciste.

William vio la duda en sus ojos por un instante, pero en cuanto ella se negó aceptar su oferta, supo que no la iba hacer cambiar de parecer. La deseaba con desesperación y estaba consciente que al no insistirle se quedaría con un doloroso problema entre sus piernas, pero no pensaba presionarla. Nunca lo había hecho y esa no sería la primera vez.

−Gracias a ti... ya que no te vas a quedar, aceptarías salir a cenar uno de estos días.

−No veo cómo, yo regreso en un par de horas y nuestras agendas de trabajo están saturadas.

−Siempre hay tiempo todo y más para el amor.

−William eres un amor, eres un encanto de hombre; pero no tengo tiempo, el poco tiempo que tengo libre no quiero perderlo con alguien como tú.

Esas palabras hirieron en lo más profundo el orgullo de William, pero el deseo de poseerla y de llevarla a la cama era mayor; por lo cual, dejo pasar la ofensa. Él era un hombre de negocios y sabía perfectamente como ocultar sus emociones, sobre todo sabia como usar sus armas y sus dones.

−Me siento ofendido, después de todo lo yo hice por ti −menciono poniendo una mano sobre su corazón, − incluyendo el bañarme con agua fría, eso sin contar que le rompí la cara al hombre que te estaba molestando afuera del elevador.

− ¿Entonces en realidad alguien quiso propasarse conmigo anoche? −pregunto sorprendida y preocupada al pensar en lo que hubiera podido para si William no hubiera llegado.

−Si. −respondió serio al sentirse mal por no haberse dado cuenta que ella se sentía mal. La emoción de tenerla cerca y la poca luz del lugar contribuyo un poco. Sin embargo, al recordar que ella le había mencionado que no se sentía bien; se sintió un completo idiota por creer que era solo un truco de ella para que él le rogara. Al ver el rostro de ella de preocupación al imaginarse lo que pudo haber pasado si él no hubiera llegado, decidió darle otro giro a la conversación. −No es por presumir ni mucho menos reprochártelo, pero es la segunda vez que te salvo. Creo que merezco que me des una oportunidad y que aceptes ir a cenar conmigo. −dijo con una dulce sonrisa que la hizo olvidarse lo que estaba pensando.

−Tienes toda la razón, es lo menos que puedo hacer. Pero dime algo, si acepto ¿a mi quien me salva de ti? −respondió con una genuina duda y dejo a William sin saber que decirle.


Sin duda alguna, Rachel tuvo una noche inolvidable al lado de William jejeje.




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Los quiero, seguimos leyéndonos.

¡Saludos y bendiciones!

Jackie Baez

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