Capítulo 7 - «Papa»

¡¿Pe-pe-pe-pe-pero quien eres tu?! —Jenner no pudo evitar tartamudear ante lo que veía.

Una niña de unos diez u once años estaba frente a la fogata, moviéndose alegremente. Su cabello rubio y ojos color azul, combinaban perfectamente con su lindo rostro. El problema de Jenner y la causa de su shock, estaba en que esta niña estaba desnuda, frente a él.

Estaba completamente rojo de vergüenza, por la repentina. No, él sabía perfectamente quien era cuando vio los pequeños cuernos en su cabeza, solo no quería aceptarlo.

Se quitó su sudadera y se la puso a aquella niña. Ella solo se seguía moviendo de felicidad mientras veía la fogata prendida frente a ella. Luego volteó a verlo, Jenner no pudo evitar sorprenderse por lo linda que era.

—¿Lo viste papa? Pude prender la fogata. —dijo, mientras recargó su cabeza en el pecho de Jenner.

—¿Cómo me dijiste?

—Papa. Así es como los niños que veía llaman a quienes los quieren y cuidan. Como tú. —Sonrió alegremente—. Pa-pa.

La enorme sonrisa que le mostró hizo que algo se sacudiera en el corazón de Jenner. Por alguna razón quería sonreír, y estaba apunto de hacerlo, pero algo se le vino a su mente.

«Un momento... Si puede convertirse en humana, significa que cuando comprobé su sexo, metí mis dedos...» —Jenner en ese instante se puso en posición fetal, mientras parecía que la depresión lo absorbía—. Soy una basura… —murmuraba repetidamente en voz baja.

La niña lo observó y solo inclinó su cabeza en señal de confusión.

—¿Pasa algo, papa?

Pasaron algunos minutos antes de que Jenner volviera en sí. Él la tomo de los hombros y la miró seriamente.

—Juro que no volveré a meter mis dedos ahí.

Ella soltó un «¿Eh?», y preguntó que de qué hablaba. Jenner le dijo que lo olvidara, y se puso de pie.

—Ser un criador de dragones se veía fácil. Ser padre ya es otra cosa. —Se rascaba su sien—. Pero bueno, primero lo primero, hoy comeremos carne de rinovenado —dijo, levantando un pulgar.

Dragoncita solo levantó sus brazos, mientras en tono alegre gritó en tono alegre.

—¡Siiii!

—Pero antes, vuelve a decirme papá.

-Papa.

«Adoro la forma a en que me dice papá sin darle la entonación correspondiente. Aunque no puedo evitar sentir algo de hambre al escucharlo.»

Sin más rodeos, Jenner comenzó a sazonar la carne que habían conseguido. Con prueba y error con la carne de jabalí, pudo encontrar algunas hierbas las cuales podia usar como sazonador. Jenner podía jactarse de tener un muy buen nivel de cocina, ya que para él, era una manera de desestresarse.

El sonido de la carne asándose, junto con el olor que desprendía, hacia que la chica dragón babeara cerca de ella.

—Oye, oye. Aléjate de ahí. Espera a que este lista.

—La comida de papa siempre ha sido deliciosa. No puedo esperar a que esté lista.

—Oye, dragoncita. ¿Cómo es que puedes hablar tan bien, si apenas llevas unas horas como humana? Y otra cosa, ¿cómo prendiste el fuego? —preguntó, mientras picaba el trozo de carne con un palo.

La dragón solo lo vio y sonrió.

—He estado con papa desde que tengo memoria. Aprendí observando, pero siempre que quería hablar, solo salían mis típicos gruñidos.

Jenner solo la observó sin decir nada. Pensar en que los dragones serían así de inteligentes, incluso teniendo unos cuantos meses de edad, era soberbio.

—Y el fuego lo creé de esta manera.

La pequeña dragón generó una pequeña bola de fuego con sus manos. Eso sin duda era magia. Jenner no podía estar más sorprendido por este hecho. Aunque otra cosa ocupaba su atención en estos momentos.

Cuando vio que ya estaban listos los primeros trozos, sacó uno para el y uno para la chica dragón.

—Escucha bien. Ahora que eres humana, nada de comer salvajemente como solías hacerlo. Comerás tranquilamente como lo hago yo.

La pequeña dragón vio como Jenner le daba una tranquila mordida al trozo de carne que tenía. Un poco de baba escurría por su boca mientras observaba.

—¡Esta carne es lo máximo!

Sin decir nada más, Jenner comenzó a devorar con furor el pedazo de carne.

—Papa, no dijiste que...

-¡Al diablo con eso! Ante una carne tan deliciosa, solo por hoy. Atáscate hija, atáscate como nunca lo has hecho.

Los ojos de la dragón brillaron con alegría no por lo de comer la carne. Si no por la manera en que la habían llamado.

—¡Si! Papa —contestó, con una gran sonrisa.

Los dos devoraron la carne que tenían hasta quedar satisfechos.

Ya con la noche sobre ellos, y habiendo terminado sus alimentos, dieron rienda suelta a ir a descansar. Ya en la cama que Jenner había hecho con hojas, ramas y piel de jabalí. Los dos estaban ya acostados.

Era una lastima que aún no poder usar la piel del rino venado, pero aún tenían que tratarla.

Jenner tenía que aceptar que era algo incómodo tener que dormir con una niña que en apariencia se veía mucho menor que él. Pero, ¿no había problema verdad? Él no la veía de otra forma que no fuera como ella quería que la viera, su hija.

—Papa, ¿estás despierto?

—¿Qué pasa?

La dragón agarró y apretó la mano de Jenner cuando le preguntó que qué pasaba. Y en un tono somnoliento contestó.

—Quiero un nombre.

—¿Un nombre?

—Si... —contestó, dando un bostezo—. Siempre me has llamado dragoncita... Pero sé que ese es el nombre que se les da a los míos, dragones. Por eso quiero un nombre propio dado por ti...

Ya no dijo nada más, le había ganado el sueño, cayendo dormida.

—Un nombre, ¿eh?… Está bien, mañana te daré uno.

En el instante en que acarició su cabeza, una sensación familiar lo invadió. Cuando reaccionó, una expresión similar a la que había hecho hace algún tiempo volvió a salir.

—¿Eh?

A su alrededor solo había una neblina que se extendía por todas partes.

—Tú debes ser con quien mi hija o hijo a entablado una relación tan profunda, como la que hubiera tenido conmigo.

Jenner volteó y frente a él estaba una mujer, cuya apariencia era muy similar a Dragoncita. Él estaba algo anonadado por la increíble belleza que trasmitía. Aunque eso no evitó que diera un suspiro amargo, mientras se llevó una mano a la cara.

—¿Por qué me tienen que pasar este tipo de cosas a mi?

La mujer solo mostró una cara confundida, ante lo que acababa de escuchar.

—¿Perdón? —Fue lo único que pudo decir en ese momento.

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