Los años pasan volando #25 (Parte Uno)
Maratón de Sanvaletín? 2/?
Tres años y dos meses después del parto.
Miraba a mis niños jugar con Mike quien los levantaba una y otra vez del suelo haciéndolos girar.
Tenía que admitir que a pesar de ser un mal esposo era el mejor padre que podría haber imaginado. Nunca falta a un cena, nunca falta a un cumpleaños ni a una sesión de lectura de cuentos nocturna. Nunca falta a unos masajes de piernas por dolor, ni a un intento de cabello trenzado. Jamás se ausenta a un cita medica o a las tareas de la guardería... A pesar del trabajo duro sigue sonriendo y jugando con sus niños cuando llega a casa.
Temía todo el tiempo que él me hiciera daño, pero nunca más lo hizo.
No lo he visto tomar de nuevo, no lo he visto tan quiera verme con una mirada que no sea de... ¿Amor?
Pero por desgracia no logro sacar a Gadiel de mi cabeza... Sus palabras, su voz, sus manos ágiles sobre el piano, sus dedos rápidos sobre el mando del Play Station. Simplemente no podía dejar de imaginarlo a mi lado y al lado de mis niños.
-Mami.
Bajo la mirada a la niña delante de mi que me mira con sus enrome ojos negros.
Amaba a mis niños, a pesar de que nadie me creía que era su madre.
¿La chica pálida, baja, de pelo rizado y ojos grises de ahí? Tiene que ser una broma.
Pero no.
"Bien que nos costo 37 horas de parto en las que Mike paso más de 35 despertando y volviendo a desmallarse."
-¿Qué pasa, corazón?
La niña me extiende una flor blanca en mi dirección y yo la tomo con suavidad entre mis manos pálidas que hacen de inmediato contraste con su piel morena.
-Papi dice que te manda muchos te amo y uno de estos.
La miro tirar un beso y correr tambaleante de vuelta al lugar en que su hermano está determinado a llegar a China de nuevo.
"Ese niño necesita terapia, no es normal que haga agujeros todo el santo día para poder llegar a China."
Déjalo ser feliz. Tendrá que crecer algún día y no podrá recordar los momentos en que los sueños eran más grandes que los cientos de kilométricos de distancia que había entre la realidad y el final de este.
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Miro a mis niños, recostada en el marco de la puerta, dormir tranquilos en su cama. La hora de la siesta era algo esencial en la vida de los mellizos, más aún si tomamos en cuenta que jugaron desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde con su padre en el patio.
Lo dejo descansar bajando en silencio las escaleras tratando no desertar a los tres compañeros de juego que ahora se encuentran agotados en sus respectivas camas.
Me siento en el sillón en silencio con la fe de que ninguno se despierte para poder tener mis diez minutos de paz.
Mike se ha tomado muy bien el que yo escriba he incluso lee cada una de las palabras que trazo sobre el papel, pero aún no tengo el valor suficiente para como para mostrarle la historia que esconde dentro del baúl.
Escucho el timbre de la puerta y camino en dirección a ella a pesar de tener prohibido abrirla.
"Oh, Oh"
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