Epílogo

Y aquí estoy, arrodillada en frente del hombre que amo pidiendo disculpas en vano por mi error.

Pidiendo ayuda sin éxito por su seriedad y por su dolido corazón.

Se voltea con los ojos aun llenos de tristeza y de dolor, ahora sin un solo rastro de ira en ellos, para dedicarme unas ultimas palabras antes de alejarse a paso firme de mi.

-Confié en ti... Y me temo que ese fue mi peor error.

Subió a su auto y se alejo dejándome ahí, en el frío de la tarde de Enero, con los ojos llorosos y las manos temblando de frustración y frío.

¿Que se supone que haga ahora? Estoy... Estamos totalmente solos.

Unos pasos detrás de mi atraen la atención de mis oídos, pero mi cabeza se niega a darle importancia.

Solo deseaba que fuera ese estúpido para poder volcar cada una de las palabras que tengo que decirle, pero la suerte no esta de mi lado.

La miro sentarse con calma junto a mi y posar su mano sobre mi regazo haciéndome notar lo adormecidas que tengo las piernas por mi mala posición.

-Supongo que ahora eres lo único que tengo.
Le digo con nostalgia.

Su risa aguda resuena a mi lado pero aun así no merezco verla a los ojos. No después de todo lo que eh hecho.

-Corrección, soy lo único que haz tenido toda tu vida.

Las lagrimas escapan de mis ojos recordandome todas las malas experiencias, todos los errores, cada persona falsa que se alejo poco a poco... Personas que yo pensaba eran mis amigos.

Levanto la mirada para verla delante de mi con su blanca y perfecta sonrisa, sus ojos celestes de ese tono casi blanco y ese cabello castaño alborotado que se enmaraña aun más con la brisa.

Amaba la idea de que cada vez que la veía era como mirar un espejo pero ahora somos totalmente diferente. Mis ojeras son enormes y oscuras, mis ojos llorosos deben verse igual que un semáforo en rojo, mi cabello corto y enmarañado debe de ser un total desastre y mi piel se veía mucho más pálida por el dolor que en este momento se apodera de mi.

Miro a mi gemela que aun espera una sonrisa como respuesta a la suya, una sonrisa que en este momento creo jamas seré capaz de volver a dibujar en mis labios sin él para ser la causa de está.

-Vamos a casa.

Es lo único que logro decir.

Solo quiero llegar a mi habitación y comerme un bote enorme de helado de vainilla y dos litros de jugo de naranja en la oscuridad de mi bella lampara de noche y unas cuantas hojas que terminarían abarrotadas de palabras.

En este momento solo quiero volver en el pasado o desaparecer en el tiempo.

****-****

Abro los ojos con fuerza empapada en un sudor frío, no puedo mirar nada en frente de mi por la oscuridad de la habitación y el frío de la mañana me ponen la piel de gallina con la ayuda del miedo y el pánico.

Me levando corriendo de la cama, para salir con rapidez de la habitación, topándome con mi reflejo camino a la puerta.

MI piel se ve más pálida por el miedo, mis ojos más grises por el pánico y mi pelo castaño alborotado por la noche de pesadillas que había pasado, una noche igual a las otras.

-¡Luz!- Corro fuera del cuarto ignorando mi mal aspecto en busca de mi hija por toda la casa.- ¡Luz! ¿En donde estás?

Corro escaleras abajo sin pensar en nada más que en mi niña.

-¡LU...!

La niña de doce años está sentada en el sillón de la sala, al lado de Fill, mirando jugar a su hermano gemelo con unos cuantos dinosaurios de juguete.

-¿Don..? ¿Donde está Lin..?

-¡Sara!

Los niños miran a Fill después de que este soltara un regaño en mi dirección.

El hombre de ojos color cielo se levanta del sofá para caminar en mi dirección y susurrarme con paciencia lo que debe, por desgracia susurrarme cada mañana.

-No está Sara, se termino. Sabes que los niños no deben saberlo. Intenta dejar de gritar el nombre de la que para ellos es solo una extraña.- Mis ojos se humedecen mas trato de no dejar salir lagrimas de ellos.- Sara, tu eres su madre. Nosotros somos su familia, no le digas la verdad de la muerte de sus padres... No... Solo no los hagas sufrir más.

Su voz es firme pero puedo notar el dolor que hay en ella, el vació que siente al recordar a mi hermana. 

-No les hagas más daño. Ellos creen lo que Jacop también asegura, y es mejor así.

-Pero... Lo sabrán algún día. Lo harán, Fill.

-Nuestro trabajo es lograr que eso no pase.

El chico limpia una lagrima que baja por mi mejilla con suavidad para luego colocar un cálido beso mi frente y voltearse en dirección a los niños.

-A la cocina. ¡Es hora del desayuno!

Su voz suena divertida y los niños obedecen corriendo entre risas en dirección a ella.

"Hazlo por ellos."

No son mis hijos, les estoy mintiendo.

"Los amas como a tales. Sara, hazlo por ellos"

Pero no los amo tan bien como lo hacia ella.

"Ahora tu eres ella."

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