22| Capítulo
➼|V E I N T I D O S
Quédate conmigo
Hiccup Haddock.
Tenerla así de cerca me pone de una forma poco normal, la miro, la observo y necesito probarla, diablos, vaya que la necesito. El querer hacerlo me vuelve loco y si el deseo es mucho, me temo morir de amor.
Me temo morir por ella.
— No lo hagas. —. Interviene, su pecho sube y baja con agitación. —. No cometas otro error.
— El único error que he cometido es haberte dejado ir. —. La miro. Me atrevo a tocar su mejilla, un simple y tortuoso toque que le hace cerra los ojos. —. No volveré hacerlo otra vez, Anna.
— No prometas cosas que no vas a cumplir.
Acaricia mis nudillos, alejándose. Me da la espalda mientras la veo llevarse las manos a la cara, avergonzada.
— ¿Quieres qué me arrodille? —. La miro con seriedad. —. ¿Quieres que vaya y le diga a todo el mundo que te amo? ¿Qué se lo grite a medio Londres?
— ¡Cállate Hiccup!
— ¿Quieres que se lo diga a él? —. La enfrento. —. Puedo hacerlo sin importarme nada, porque no es a él a quién amas, es a mi.
— ¡Qué te calles!
Se gira enfadada, sus ojos la delatan mostrando la impotencia.
— ¿¡Qué me calle!? ¿¡Por qué!?
— No sabes lo que dices.
— ¡Claro que lo sé! Tú eres la única que lo sigue negando. —. La tomo de los hombros. Me está volviendo loco su terquedad. —. Lamento haberte abandonado, Anna. Fuí un cobarde al no pelear por ti, pero, ahora lo estoy haciendo.
— ¿Un día antes de mi boda?
El viento en la terraza mueve su cobrizo cabello de un lado a otro y me veo en la necesidad de mirar hacia otra parte o terminaré perdiendo el control con ella.
— Un día es lo único que tengo. —. Respondo.
— Muy tarde soldado.
Se suelta de mi agarre evitando verme más de lo debido.
— Aunque quieras negarlo tienes la mismas ganas que yo.
— ¿La mismas ganas que tú? —. Me mira chistosa. Su humor ácido es nuevo, supongo que le causa gracia. —. ¿Ganas de qué?
— De besarme.
— Estás loco.
— No lo niegas. —. Declaro obvio.
Me mira, acomodando su peculiar vestido negro de lentejuelas, llevándose el cabello hacia un solo costado. Sonríe divertida, caminando en mi dirección.
— ¿Quieres qué te diga la verdad? —. La veo frente a mí. Asiento divertido. —. Jamás en la vida volvería a besarte, Hiccup, porque no te quiero, no me importas y no te necesito. Quieres volver cuándo ya estoy completa, pero ¿Dónde estabas cuándo recogía mis sentimientos? ¿Dónde estuviste las noches que lloré por ti? ¿Dónde estabas cuándo más te necesité?
Me toma del cuello, acercándome a ella. Su fragancia me embriaga cuando pega mi frente con la suya.
— No vengas cuándo alguien más me ayudó a ser feliz y ese no fuiste tú, no seas egoísta. —. Suspira pesadamente.
Intenta alejarse, pero logro retenerla con ambas manos sobre sus caderas.
— No soy el chico que te ayudó cuándo más lo necesitabas, no soy el chico perfecto, no soy nada sinceramente, lo sé y lo entiendo a la perfección. —. La encaro, ocultando mi cara en su cuello. —. Pero, soy quién te ama más que a su propia vida. No renunciaría a ti en esta vida y en mil más.
Levanto mi cara y noto la sorpresa en su rostro.
— ¿Lo dices ahora? ¿En serio? —. Refuta. —. Esperé al menos una respuesta, un saludo, una señal de existencia, no sé...algo. Esperé algo de ti todo el tiempo, pero, no. Tu egoísmo es demasiado grande que te impide dejarme ser feliz con otra persona, estas tan cegado que te niegas a creer que tu ya no me interesas, ya no Hiccup. No me importas en lo absoluto, cuánto más rápido lo aceptes, más rápido dejarás este estúpido capricho tuyo.
— No es un capricho.
— Si lo es.
— No. —. Digo con seriedad. —. No lo es Anna. Enserio que yo...yo pensé que podía dejarte, ser feliz, verte hacer tu vida con otro y no sentir nada al respecto, te juro que lo intenté, joder, vaya que lo intenté muchas veces, pero, no. Soy incapaz, soy un maldito egoísta que no puede verte con otro más y no porque no crea que él no te ama, al contrario, lo hace, lo sé y aunque duela quizás él ofrezca más de lo que yo pueda hacer en mi vida. Pero, Anna...no te estoy mintiendo, llevo 6 años con este sentimiento que traté ocultar, lo reprimí demasiado que ahora...ahora, realmente estoy perdido. No sé qué hacer, te amo, no te quiero dejar ir, no puedo soltarte y estás...ganas que tengo de besarte empiezan a torturarme vivo.
Miro sus ojos, miro sus labios y siento la necesidad de estampar los míos sobre ellos.
Estoy mal, lo sé.
— Estás confundido.
— No, tú estás confundida. —. Me acerco a ella. —. Me quieres y evitas sentirlo, ya no lo hagas, no te reprimas.
— ¿Qué vas a saber tú de lo qué siento o no siento?
Sonrío con cinismo, la respuesta sería sencilla, pero soy fiel creyente que con hechos, es más probable que lo entienda. Noto a Anna seria y con cuidado rozo su brazo desnudo con las yemas de mis dedos, cierra los ojos tras un suspiro tortuoso.
— ¿Por qué cierras los ojos?
— No quiero verte.
Subo y bajo los dedos sobre su piel, con la otra, me atrevo a apartarle el cabello de un solo lado. Anna se tensa cuando logro acariciarle el cuello, un delicado cuello lleno de pecas, que me invita a contarlas una por una.
—Suficiente. —. Me detiene.
— Eso dices, pero demuestras lo contrario.
Le hago saber, mostrándole la manera en la que se ha aferrado a mi pecho con sus manos.
— No es malo cambiar de opinión, Anna, si me quieres a mí, dilo, seré el hombre más feliz. Y, si lo quieres a él, cariño, está bien, seré feliz por ambos. No te preocupes.
— No lo entiendes.
— Si lo hago. —. La tomo de los hombros. —. Si quieres estar con él hazlo, si no quieres verme mañana en la boda, dilo y juro que me voy hoy mismo. No puedo borrar el pasado, pero, puedo arreglar el presente. Lamento tanto todo lo que pasó, no soy nadie para evitar tu felicidad y si tú eres feliz con él...deberé aceptarlo.
Digo con sinceridad, quizás la idea de convencerla no ha funcionado, supongo que el egoísmo no lleva a nada. Anna me lo ha mostrado.
Se libra de mi agarre y siento la necesidad de tomarla y acercarla a mi sin consentimiento. Su cabello ondea con el viento y su vestido de lentejuelas brilla con la luz de la luna, me siento tan insignificante al lado de ella, sigo sin creer que la fuente de mi alegría este ahí, frente a mí. Y, aunque Anna no me elija a mí, yo la elegiría mil veces.
— Quizás tengas razón, Hiccup.
Suelta de la nada, sin mirarme.
— Supongo que la decisión ya está tomada. —. Digo, tragandome el orgullo, ocultando todo, sin mirarla; supongo que recibimos lo que damos. —. Pues, eso. Espero seas feliz, y tranquila, que cuentas conmigo para todo.
Sonrío de boca cerrada, asiento para rectificar que mi presencia aquí, junto a ella no es nada correcta. Noto a Anna supirar de alivio, me mira y con lentitud, con suavidad, con calma; acaricia una de mis mejilla. —. Vaya que eres idiota...
— Anna...
— Y más idiota soy yo por seguir amándote después de tantos años. —. Me mira. —. No me gusta hacerlo, supongo que me gusta hacer tonterías.
Eso me saca una sonrisa.
— A mi también me gusta hacerlas.
— Personas normales nunca hemos sido. —. La tomo por la cintura.
— Mira que no.
— Me gusta que no seas normal.
— Me gusta que seas tú. —. Me mira sonriente.
Es ahí cuándo olvido que mi mejor amigo está enamorado de ella, que se ha esforzado para que ella accediera a casarse con él, lo ha dado todo. ¿El egoísmo vale con el amor? Supongo que sí, porque siempre están por encima las personas que amas.
— Te amo, Anna.
— Y yo a ti, Hiccup.
Le peino el cabello con una de mis manos libres, tan hermoso, sedoso, lindo. Dejo mi mano sobre la base de su espalda, miro sus labios, sus ojos, su rostro; noto como de manera inconsciente Anna relame sus labios, es tan aditivo que no dejaría de verla por horas. Subo la mano en la parte baja de su nuca para acercarla a mí, enredo mi puño entre sus cabellos, a lo que suspira con pesadez.
— ¿Es lo que quieres? Si me dices que sí, voy a hacer contigo todo lo que he querido hacer desde que te vi. Si no es así, prometo no volver a tocarte. No te faltará un amigo, lo tendrás, pero, respetaré tu decisión, anteponiendo mis deseos.
Mis labios casi rozan los suyos, Anna me mira y sonríe.
— Te quiero a ti. Lo hecho desde siempre.
Sonrío sobre sus labios, siento sus manos sujetarse alrededor de mi cuello. Cuando la tomo dispuesta a besarla, un suspiro de desaprobación suena detrás nuestro.
— ¿Chicos?
Ambos nos giramos sobresaltados. Elsa y Jack están de pie frente a nosotros con los brazos sobre el pecho. Jack suspira, conciente de qué esto pasaría, ya lo sabía, pero es tan buen amigo que ha evitado incomodarme con ello. Por otro lado, Elsa nos mira a ambos sin sorpresa alguna.
— Esto tiene una explicación...—. Murmura Anna apartándose. —. Lo puedo explicar.
— No tienes porque hacerlo, supongo que tarde o temprano pasaría. —. Dice Elsa. —. Sólo espero que tu decisión sea la correcta, yo te apoyaré en todo, eres mi amiga, linda.
— Yo, no sé...no sé qué decir. —. Suspira. —. Gracias, en serio.
— ¿Tú no que venías por aire fresco? —. Jack me mira con una ceja levantada. Me inspecciona y desaprueba cuando me mira aún con el maldito disfraz de policía. —. Mira que cuando él se entere...
— Lo hará, él sabra todo. —. Afirma Anna sin temor.
— Puedo hacerlo yo, no tienes porqué...
— No, este es mi asunto y voy a solucionarlo. No debí llegar tan lejos...—. Murmura angustiada. La conozco, ya ha empezado a mover sus dedos con desesperación.
— ¿Qué está haciendo?
Me atrevo a preguntar. Ni vergüenza me da, supongo que ya no y como hombre, me haré responsable de las consecuencias.
— Hablando con los demás, lo hemos convencido de que vendriamos a calmarte, Anna. —. Explica Elsa, con la mano sobre la frente. —. Ha pensado que tu enfado se debe al show que montaron estos tontos hace rato.
— No, para nada.
— Supongo que la razón me la cuentas luego ¿no?
— Sabes que sí. —. Me mira de reojo y no evito sonreir. Soy un canaya, lo sé.
— ¿Qué harás tú? ¿Hablarás con él?
Pregunta Jack con curiosidad. Tarde o temprano su personalidad de hermano mayor saldría a la luz.
— Si, lo haré. No te preocupes.
— Esto, ah, joder. Esto es demasiado. —. Farfulla Elsa mirándonos. —. Hace una semana ni se hablaban y ahora los atrapamos en media escena romántica. Pensaba que lo habías superado.
Le dice a Anna.
— Y eso pensaba. Ya ves que no.
— Y, según tú. Maldito narcisista mentiroso, ella ni te importaba. —. Se dirige a mí, señalandome con su dedo.
— Mentir ha sido mi más bello atributo.
— Idiota.
— ¿Podemos entrar y fingir que todo esta bien por ahora? —. Dice Elsa. —. Nos iremos a la mansión, hablarán con él y arreglaran esta situación como personas totalmente maduras y capacitadas. No dejen esto para luego, mañana es...bueno, era tu boda, no se lo tomará muy bien. Necesitan hablarlo.
— Lo sé.
— Debes hacerlo Anna.
— Lo haré.
— Le diremos juntos. —. Me uno. Anna me mira com seriedad.
— No, lo haré sola.
— No lo harás sola, no sabes como pueda tomarlo, Anna. —. Le digo con el ceño fruncido. —. Déjame a mi, seguro se desquita conmigo.
— Hiccup, el problema es mío. Fue mi decisión haber aceptado casarme con él, cuándo seguía enamorada de otro. Debo arreglarlo yo, confío en que podrás entenderlo.
Con el orgullo atorado en mis venas, asiento no muy satisfecho. Anna asiente, mirando la puerta de la terraza con fijación.
— Debemos irnos, ha sido un día largo.
La seguimos a lo largo de los pasillos, con la luz tenue iluminando nuestros cuerpos. Jamás me había sentido tan nervioso y alegre, es una sensación con doble efecto, alegre por Anna y nervioso por Tad; espero que ella no haya tomado una mala decisión al elegirme a mí, no me lo perdonaría ni en un millón de años.
— Ya era hora, empezabamos a aburrirnos. —. Dice Kristoff burlon cuando nos ve llegar.
Tadashi gira sobre sí, aun vestido con el disfraz. Camina hacia Anna con los brazos abiertos y como si fuera instintivo, aparto la mirada cuando la besa en la frente.
— ¿Estás bien? ¿Te sientes mejor? —. La toma del rostro, Anna aparta sus manos con suavidad. —. Si fue por lo de hace rato, juro que no sabía nada. Estos chicos fueron los de la idea.
— Fue Jack. —. Agrega Eugene, cuando Punzie entrecierra los ojos en su dirección.
— Pues claro, maten al muerto ¿no?
Ríen en bajo, cuando Anna vuelve a hablar.
— ¿Podemos irnos? Quiero descansar, la verdad. Ha sido un día pesado y quisiera...quisiera hablar contigo al llegar, en privado.
El rostro de Jack se vuelve confuso.
— Claro, es cierto. Debes estar muy agotada, no quiero que te pase nada y hablamos al llegar, no hay problema. —. Le toma la mano y no evito moverme hacia ellos.
— Adelantense, nosotros iremos luego. —. Se interpone Jack entre ambos. —. Nos quedaremos un rato más con Hiccup.
— Está bien, tengan cuidado. —. Nos mira Elsa a ambos con una mirada desconfiada.
Asentimos, mientras que Tadashi junto a los demás dejan el club y con él sus absurdos murmullos. Entorno los ojos, gruño en bajo caminando a la barra libre con los pasos de Jack tras de mí.
Que pesado, madre mía.
— Un whisky, que sea doble.
— Ahora se lo sirvo, señor.
— Tu terquedad me sorprende. —. Se sienta a la par mía, ordenando un trago para él.
— No deberías, sabes cómo soy. No te sorprendas. —. Bebo el whisky de un solo sorbo. Jack hace lo mismo. —. Supongo que ya está ¿no? Solo falta que él se entere.
— Pues mira que la sorpresa es bastante fuerte.
— Más fuerte fue la mía al enterarme de su matrimonio.
— Tad no sabía que era tu novia, de hecho, sigue sin saberlo. —. Suelta obvio.
— Es suficientemente listo como para averíguarlo, uno no acepta lo que no quiere afrontar.
— No seas duro con él, que al final es quién se queda sin nada.
— ¿Y es mi culpa ahora?
— Yo no he dicho nada.
— Desde que llegamos a este lugar, no paras de recordarme lo estúpido que he sido. Hiccup no hagas esto, él no tiene la culpa, tú ya tuviste la oportunidad, déjalo. Vamos, también quiero ser feliz, ¿Eso es malo? ¿Qué le va a doler a él que lo tiene todo?
— El tenerlo todo no significa nada, Hiccup.
Golpeo la mesa con el vaso de vidrio, cierro los ojos con pesadez. Yo debería estar diciéndole, no dejando a Anna sola en una situación que nos compete a ambos.
— ¿Crees que no la merezco? ¿no es así?
Sonríe de lado.
— Yo sigo creyendo que no merezco a Elsa, porque, al final, es cuestión de amar. El merecer o no, es un aspecto moral, el amar, Hiccup, el amar es personal. Y, si tú la amas, pues. La mereces más que a cualquiera.
Guardo mis labios pensativo, perdiéndome en el reflejo del vaso.
— ¿No se arrepentirá de esto? ¿De...haberme elegido a mí?
Suena estúpido, lo sé. Pero a veces la inseguridad es tan grande que ni importa el alto autoestima que tengas, es inevitable sentirlo.
— Ya te ha elegido una vez, no creo que sea una decisión tomada a la ligera la verdad. —. Me empuja con su codo. —. Espero que el haber llegado hasta aquí te enseñará algo, y confío, que tendrás buenas palabras al estar frente a él.
— Sabes que si, no te preocupes por él.
— No lo hago por él, lo hago por ti. —. Vuelve a sonreír. —. Eres lo más cercano que tengo a un hermano, nunca dejaría que rebajaras tus principios, Hiccup, eres un buen hombre.
— Eres insoportable ¿Sabías?
— Pueda.
Quedamos en silencio, hasta que Jack vuelve a hablar, aclarandóse la garganta.
— ¿La amas? ¿Sigues amándola después de tanto tiempo?
— Nunca dejé de hacerlo, Jack. Siento...siento que la necesito, pienso en ella en cada momento, sólo la imagino a ella y ciertamente no sé qué me hizo. Ni siguiera sé que es esto concretamente, pero me gustaría quedarme así por siempre.
Jack empieza a levantarse de la silla, pero, se detiene con curiosidad.
— ¿Hiccup?
— ¿Si?
— ¿Por qué hacerlo hoy? ¿Por qué arreglar las cosas después de seis años?
Preguntas que hasta la fecha sigo sin responder y no porque no pueda o no quiera hacerlo. Es más bien una cuestión personal, aspectos tan estrictamente sentimentales que niegas y que al final, son los que más sentido le dan a tu vida.
— Ya la perdí una vez. No volveré a perderla. Esta vez no.
Sonríe de lado y con una mano sobre mi hombro ríe en bajo.
— Estoy orgulloso de ti, hermano.
Anna Arendelle.
En la mansión las cosas están un tanto pesadas. He subido a mi habitación y no he dejado de caminar sobre la alfombra desde que he llegado, espero hacerlo bien, debo hacerlo bien. No sé en que punto decidí que esto sería una buena idea, o, bueno, claro que pensaba que era una excelente idea, hasta que él apareció, llegó sin permiso, entró sin permiso y todo se fue al carajo. Tadashi no se merece esto —me dije tantas noches—.
No, yo no merezco esto. Quizás el egoísmo sea válido en cuestiones determinadas, y creo contar esta como tal. Los chicos están en la gran sala y Tadashi ha prometido subir en cuanto se libre de su trabajo. Y, sé que todo está perdido cuándo me importa más el chico de ojos verdes que dejé en el bar, que la situación agobiante en la que me encuentro.
— Hey, hola. Lamento la tardanza, no quise llegar hasta ahora.
Me sobresalto al escuchar la puerta, y si, empiezo a sentir ese hormigueo nervioso por toda la médula espinal.
— No te disculpes, está bien. —. Trato de sonreír, se me es imposible hacerlo en esta situación.
— ¿Necesitabas algo? —. Pregunta con cariño, acomodando el cuello de su suéter. Ya se ha cambiado el disfraz que traía en el bar. —. Te sentí bastante tensa hace rato, ¿Todo bien?
No.
— Si, de hecho de eso quería hablar...
— Lo sé, sé que quizás estes nerviosa por mañana, pero tranquila, yo estaré ahí y prometo atraparte por si te desmayas, linda.
— No, no es eso, Tad.
— ¿No estas nerviosa por la boda? Vaya, pensé que lo estarías, eres bastante meticulosa al respecto, por cierto, Cassie lamenta no haberte acompañado a tu despedida esta noche y hablando de eso no sabía que irías a un night club, no me quejo, pero vaya sorpresa me he llevado. —. Levanta una ceja. —. Lamento no haberte dicho también, los chicos no me dijeron nada y cuando vine a enterarme, ya estaba en el club.
— Está bien, yo no...yo no estoy enfadada. Lo entiendo.
— Eres una dulzura, gracias amor.
Lo veo acercarse a mí, con la vista fija en mis labios que suben a mis ojos con regularidad. Cuando me toma por la cintura me veo en la obligación de alejarme.
— ¿Ocurre algo? ¿Hice algo mal?
Su tono de confusión me parte el corazón, pero, por primera vez deseo apoyarme a mi, vivir por mi y para mi.
— ¿Podemos hablar? Quiero decirte algo importante.
— Claro, lo que digas.
Le hago un espacio en mi cama para que tome asiento.
— Tad, esto es muy difícil para mí, no tengo palabras para describir lo agradecida que estoy por todo el cariño que tú me has dado durante estos años y por tu apoyo, la verdad...yo no, yo no sé qué habría hecho sin ti. —. Suelto con sinceridad. —. Te conocí y realmente sentí que mi vida había tomado un nuevo sentido, lo que es hipócrita, porque de hecho, nunca quise abandonar la anterior.
Lo veo tensar la mandíbula, sin embargo, no dice nada. Continuo.
— Las cosas pasaron demasiado rápido y enserio llegué a pensar que tú, que tú Tadashi eras quien verdaderamente habría de compartir su vida conmigo y no...no te merezco, yo no. Simplemente no. Soy una basura al haberte dado esperanzas de algo que ni siquiera entiendo y esto honestamente es una...
— No sigas, estas agotada, estas nerviosa. Es normal...
Me mira con compasión, sin dejar de sujetar la superficie de mi cama con fuerza.
— No estoy confundida, yo te confundí a ti.
— Mañana es nuestra boda, Anna. Tuya y mía, nuestra boda. —. Recalca. —. No puedes decir que todo lo que pasamos es falso, yo a ti te amo.
— Tad, yo...yo lo siento, lo siento mucho.
— Te amo, tú me amas, todo está bien. ¿Por qué habrías aceptado mi propuesta si no me amarás, linda?
— Yo, yo...no lo sé. —. Digo entrecortada.
— Estás confundida, puedo subir a tus amigas para que platiquen contigo y verás que todo mejora. Yo, de hecho soy una mierda escuchando, lo lamento tanto, pero ellas de seguro te levantan el ánimo, mi amor.
— Tad...
— Por favor, Anna. No, por favor.
— Debo decirlo y yo sé que en el fondo tú también lo sabes.
— Yo a ti te amo.
— Amar y querer no es lo mismo. —. Digo, recordando las palabras de Hiccup. —. Yo a ti te quiero Tadashi, pero no. No te amo como para casarme y ser tu esposa.
— Anna...
— Lamento darme cuenta hasta ahora, y si, soy una cobarde por seguir con esto a pesar de ser consciente de mis sentimientos.
— ¿Sentimientos?
— Ya sabes a lo que me refiero.
Se levanta de la cama, sin verme.
— ¿Sigues enamorada de ese chico, no?
— Si.
— ¿Sabes que te lastimó, verdad? ¿Qué, te dejó abandonada mientras el vivía su vida y tú te agobiabas en un país ajeno al tuyo?
— Lo sé. Estoy al tanto de eso.
— Genial, y...lo dices como si nada. Como si no hubiera sido difícil volver a reconstruirte pieza por pieza, hasta que finalmente te sintieras tú. —. Se pasa la manos por cabello. —. Es un mal chiste, tú enserio debes estar bromeando conmigo, Anna.
— No, no lo hago en lo absoluto.
— ¿Es por ese chico entonces?
— No te lastimes más, solo debes saber que no puedo cansarme contigo, no así, no es correcto.
— ¿Él está aquí, no?
— Eso no importa.
— Si importa, a mi me importa. —. Se gira a verme, con sus ojos cristalizados y frente fruncida. —. ¿Es él, no es así? ¿Siempre ha sido él?
Me muerdo el labio, Tadashi no para de verme. Él suspira con pesadez, perdiendo la paciencia.
— ¿Desde cuándo?
— ¿Desde cuándo qué? ¿Qué dices ahora, Tad?
— ¿Desde cuándo están juntos? —. Me mira con seriedad. —. Pensé que todo había quedado en el pasado, eso dijiste.
— No estamos juntos, que quede claro eso. —. Recalco. —. Y, con respecto a lo otro, supongo que nunca quedó en el pasado, solo lo traté de evitar...no funcionó y no quiero lastimarte a causa de mis errores.
— ¿Cómo se llama? Nunca quisiste decirme su nombre, pues ahora debes hacerlo. Quiero saber cómo se llama él.
— No es necesario.
— Solo dímelo...por favor. Quitame la duda, te lo suplico. —. Pide complaciente, me quedo callada y al no recibir respuesta parece entender todo. —. Debí suponerlo ¿no?, al fin de cuentas uno nunca supera al primer amor. Con razón no quería venir a mi boda, ¿Cómo no? Si su ex novia iba a casarme conmigo.
— No sabes lo que éstas hablando.
— Si lo sé, solo no quise aceptarlo. —. Aclara. —. Con razón no quería venir, no quería conocerte, se incomodaba al vernos juntos; era obvio. Hiccup es la persona más estúpida que he conocido en mi vida y además cobarde, por no estar aquí, otra vez.
— No lo llames así.
— ¿Ahora te duele? ¿Después de todo? ¿Enserio?
— Hiccup no tiene la culpa.
— Si la tiene y quizás mi enojo no se deba al hecho de que te haya robado, me duele lo idiota que es al no decirme quién es.
— ¿Y quién es?
— No me hagas decirlo.
— Pues eso, no puedo ser tu esposa si sigo enamorada de otra persona, no mereces eso Tad, y yo...yo no merezco guardar mis sentimientos para que tú seas feliz.
— Yo si lo hice.
— Nunca te obligué a nada.
— Estuve contigo todo el tiempo y ¿Qué hizo él? ¿La mitad de lo que hice yo para ganar admiración tuya?
— Agradezco todo lo que has hecho por mí, pero debes entender que no puedo obligarme a querer a alguien que veo como un amigo. Tú quieres algo que no puedo dar, lo intenté, créeme. Pero, ya no.
— ¿Te estás escuchando Anna? ¿Vas a elegirlo a él que acabas de volver a ver en menos de un mes? —. Se acerca a mí, arrodilladose. —. Prometo amarte más de lo que ya lo hago, puedo hacerte feliz como él un día lo hizo. No me dejes, eligeme a mí.
Lo miro, con algunas lágrimas rodando sobre sus mejillas. Con los ojos rojos lo miro con detención.
— No me hagas elegir entre tú y él, Tadashi.
— ¿Por qué? ¿Lo terminarías eligiendo, no es así?
Evito mirarlo, sé que él ha cerrado los ojos, se ha levantado del suelo, caminando hacia el otro extremo de la habitación.
— Ni como pedirte que te quedes conmigo.
— Lo lamento.
Suspira con pesadez, riendo a lo último.
— Como me gustaría no haber ido a New York aquella vez. Supongo que todo hubiera sido más fácil, no lo hubiera conocido, no lo hubiera invitado a venir aquí y quizás de ese modo, tú habrías accedido ahora a casarte conmigo, Anna.
— Las cosas se dan por algo, quizás yo no soy la indicada para ti, cómo tú no lo eres para mi, Tad. Somos dos personas que no están destinadas a estar juntas, pero, vaya...en el proceso en el que nos conocimos agradezco haber chocado contigo en aquel cibercafé.
Eso lo hace sonreír y vuelve hacía mi, sentándose al lado.
— Te amo.
Dice con sinceridad que quema.
— Y yo a ti, pero no de la forma que quieres.
— Lo sé.
— Yo...lo lamento.
No decimos nada por unos minutos.
— ¿Lo amas a él? —. Pregunta interesado, esta vez sin frustración ni enfado. —. ¿Amas a Hiccup?
— No debes preguntar eso...
— Quiero saberlo para saber si vale la pena lo que voy a hacer.
Lo miro, confundida. Él sonríe levemente mirando mi anillo de compromiso.
— Te di eso en tu cumpleaños, y de hecho, prometí ese día hacerte feliz sin importar qué. Creo, que era mi deber mantenerte contenta, lamento mucho que mis deseos se hayan abalanceado por encima de los tuyos, Anna. No fue...no fue mi intención. —. Me mira. —. Si no quieres estar conmigo, lo entiendo, no voy a...no te obligaré a hacer algo que no quieres.
— Tad no...
Con la mirada seria y sus ojos cristalizados, acaricia la sortija con cariño, amor, admiración. Luego, poco a poco la va deslizando hasta lograr retirarla por completo de mi dedo.
— Te amo, Anna. Pero, no. No eres mía.
Besa mi mano una última vez.
— Puedes hacer lo que quieras, no te voy a juzgar.
— ¿Y la boda? ¿Las decoraciones? ¿Los invitados?
— No hay boda sin novia, y bueno. Hasta que consiga una, no habrá matrimonio. —. Sonríe con tristeza. —. Me habría encantado que hubieras sido tú.
— Es un honor haber sido tu prometida.
— Más honor el mío, por haber sido tu amigo.
Le acaricio la mejilla con mis manos. Cierra los ojos al contacto. Toma mis palmas entre las suyas, alejándolas de su rostro.
— ¿Te marcharás?
— No creo que sea conveniente quedarme después de todo.
— A mi no me importaría.
— A mi sí, he hecho todo lo que me han ordenado hacer. Es momento de hacer lo que verdaderamente quiero.
Me levanto de la cama, llevándome la mano al dedo anular donde llevaba la sortija. Miro mi alrededor, tantos años aquí sin saber qué realmente quería y bastaba volverlo a ver para darme cuenta que lo que quería no estaba aquí, estaba con él, con Hiccup, con ni Hiccup.
— Buena suerte, Anna.
— Buena suerte, Tad.
Hiccup Haddock.
Llegar a la mansión no fue tarea fácil, Jack me había convencido en ir, dar la cara y si quiera brindar una explicación. No es que no quería hacerlo, pero, ciertamente ¿Quién podría?
Subo a la habitación de Tadashi y él no está, sin embargo, su traje, sus maletas, sus boletos de avión; todo lo tiene en perfecto orden sobre su alcoba. Los chicos hacen escándalo desde la sala de estar, menos mal, su ruido míniminiza el ambiente depresivo. Me asomo a la ventana y lo veo relajado sobre una de las sillas para tomar el sol. Me muerdo el labio inferior, bajando las escaleras rumbo al jardín.
— Ya lo sabes.
Digo entre dientes al acercarme a él con cuidado.
— Tarde o temprano lo haría. —. Dice aun sin verme. Al parecer la vista obscura a la llanura es fascinante.
— ¿Y Anna?
— Arriba, empacando.
— ¿Por...
— ¿En serio planeas preguntarme por qué? —. Lo dice lento y con cierta amargura. —. Ella no me ama, deberías saberlo.
Miro la parte baja de mis pies.
— No fue mi intención, mi idea nunca fue venir y enamorarme de ella.
— ¿Por qué no me lo dijiste? —. Me mira. —. Tú eras el chico que Anna tanto quisó, supiste quién era ella en un principio y nunca me lo dijiste. Decidiste callarlo.
— ¿Y qué debí haber hecho?, a penas y te conocía, ¿Debía decirte que ibas a casarte con la chica que amaba?, vamos. Decidí lavarme de este sentimiento para que ella fuera feliz, preferí callarme para que todo fuera bien, no dude en negar mis sentimientos para hundirlos y no sentirlos. Yo...yo soy humano Tad, lamento haberte hecho daño, pero ya no podía seguir lastimandome más.
— Le he dicho que estaba bien, que puede irse. Jamás la odiaría por esto. —. Suelta, lastimero. —. Con respecto a ti, es totalmente diferente. Te veo y me dan ganas de golpearte.
— Hazlo, quise hacerlo contigo muchas veces, la verdad.
— Es bueno saberlo, también quise hacerlo muchas veces. Más desde el fin de semana en el lago.
— ¿A qué viene eso?
— No soy estúpido, noté como se miraban todo el tiempo. Pensé que si lo ignoraba, cambiaría. No fue así, como notarás.
— Nunca hicimos nada. —. Sostengo.
— Lo sé, Anna me lo habría dicho.
— Confías mucho en ella.
— A pesar de todo, lo hago.
— ¿Y en mi?
Me mira, guardándose los labios.
— Voy a necesitar más tiempo. —. Confiesa. —. Yo lo sabía, quizás siempre lo supe. Fui un idiota en no haber hecho nada. Y te lo dije, te lo hice saber aquella tarde en el bar.
— Lo sé.
Quedamos en silencio, hasta que lo veo endurecer su puño sobre la superficie de la silla.
— Puedes golpearme si qui...
No tardé en dar la mejilla cuando la fricción del golpe arremete sobre mi rostro con brusquedad. Cuando me limpio, noto sangre sobre mi mano.
— Joder. —. Escupo sangre, viendo a Tadashi sacudir la mano con la que me ha golpeado. —. ¿Mejor?
— No, pero algo es algo. —. Hace muecas de dolor llevándose la mano al pecho. Ironico, cuando acaba de romperme la cara. —. Por el momento te odio, maldito narcisista mentiroso.
— Es...entendible.
— Tomará tiempo volver a confiar en ti.
— Más que entendible.
— Anna se irá esta noche, no la abandones.
— Realmente entendible. —. Lo miro confuso. —. Supongo que queda agradecerte por no arruinarme la mitad de la cara.
— Me has arruinado la boda, es poco lo que te hecho y toma ibuprofen para el dolor.
— Gracias.
— No lo hago por ti, lo hago por ella. —. Me dice con seriedad, volviendo su vista a la llanuras obscuras del jardín. —. Hasta vernos otra vez, si es que tengo la dicha.
— La tienes, espero tenerla yo también.
Sonrío por último, alegre. Subo las escaleras a toda prisa rumbo a la habitación de Anna, no pienso, no sé lo que hago, ni lo que haré. Cuando la veo, me mira con sorpresa, la tomo de los hombros y juro por Dios que nunca había sido tan feliz como hoy.
— ¿Hiccup pero qué...
— Moría por hacer esto.
La beso, la beso y la beso como había deseado hacerlo desde que la vi en aquel vestido rojo, en su fiesta de compromiso. Anna tarda en aflojar un pocos los labios, cuando recupera la noción, me toma del cabello acercándome a ella, aprovecho en bajar las manos por su espalda hasta la base de la misma.
— Había olvidado lo bueno que es esto. —. Sonrío a mitad del beso.
— No eres el único.
Me devuelve el beso y dejo que ella lleve el control, empieza a caminar llevándome con ella a la base de la cama, su cama. Cuando siento la superficie logro sentarme, aún con Anna encima. La acaricio, la beso, la toco. Es desahogar mis impulsos con otras tácticas.
Y...qué buena táctica.
— ¿Esto es lo que quieres? —. Le pregunto tomándola de la cara. —. ¿Quieres irte conmigo? ¿Conmigo, Anna? Solo yo.
Me vuelve a besar, hago puño sus cabellos atrayendola más.
— Si, es lo que quiero, ¿y tú?
— Más que nada en el mundo.
— Entonces vamonos, salgamos de aquí. Volvamos a New York, termina tus estudios, yo termino los míos y hagamos de nuestra vida, lo que queramos. ¿No querías hacer eso de joven, Hiccup?
— A tu lado, si. Por supuesto.
— ¿Entonces qué dices? Vamonos hoy mismo, no me importa lo que digan mis padres, solo somos tu y yo.
— No puedo darte mucho, Anna...
— ¿Me amas?
— Si.
— Es lo único que pido.
Le beso la frente, terminado de guardar su última prenda en la maleta que tengo a la par, sobre la cama.
— Vamonos.
×
Tadashi Hamada.
Subo a mi alcoba derrotado, me siento estúpido al no haber notado nada con anterioridad, supongo que el amor te ciega, bueno, en mi caso, fui yo quién me cegó. Me caen emails sobre la boda que habría mañana, joder, decirlo me duele, no pensé terminar así mal.
— Estás aquí.
Es Cassie, mi tía. Ya habrá escuchado la noticia, ella es otra víctima de todo esto, pues al final no se quedó con el idiota de Hiccup.
— Honestamente no estoy para platicas.
— Qué bien, porque no venía a dártelas, pesado.
Soy tan masoquista, que, al escuchar risillas, me asomo a la ventana. Anna y Hiccup van saliendo de la mansión con un par de maletas, ambos van riendo y sonriendo. Anna lo mira a él como jamas logro mirarme a mí.
Vaya afortunado.
— ¿Fue la decisión correcta? —. Pregunta.
— Si.
— ¿Te arrepientes?
— Hmmm...no.
Los sigo mirando, ya van saliendo por el enorme portón. Una vez fuera, no hay manera de traerlos de vuelta.
— ¿Tú tampoco hiciste nada, tía? Pensaba que lo querías. —. Suelto lastimero.
— Hice lo que debí hacer y no me arrepiento de nada.
— Yo tampoco lo hago.
Giro hacia otra dirección, notando los boletos de la luna de miel a las Maldivas.
— ¿No estarás ocupada la semana completa, o sí?
— Mi corazón roto aclama vacaciones.
— El mío igual, ¿Quieres ir conmigo?
— Sabes que si, sobrino. —. Me sonríe con amabilidad. —. Haz hecho lo correcto, la vida te recompensará.
Sonrío agradecido, porque al final de todo hice lo que creía mejor. Anna debe ser feliz y si no es conmigo, debo entenderlo. Amar es dejar ir, y la amo tanto que me niego a atarla a una vida sin amor.
Hiccup Haddock.
En el aeropuerto las cosas se ponen curiosas, es magnífico sujetar la mano de Anna sin ocultar nada. Sigo sin creer que vamos de regreso a New York.
— ¿Segura que quieres irte? Podemos quedarnos si gustas...
— Que si pesado. —. Me calla con un beso.
La veo de reojo, su cabello ondea sobre su rostro, pero, no de una manera mala, más bien, de la forma más delicada posible. No evito sonreir como idiota, parece que las cosas empiezan a mejorar para mí después de todo.
— ¿Ya te dije que te amo?
— Un par de veces.
Reparto besos sobre su cara, ella ríe.
— Te amo, te amo, te amo.
Nos acercamos a la recepcionista de la aerolínea, quién nos mira con ternura.
— Buenas noches, ¿Hacia donde se dirigen? —. Pregunta, escribiendo en su portátil.
— A...New York.
Suspira Anna recostandose en mi pecho. La miro, enamorado, sabiendo bien que no sé qué haré al regresar o qué nos espera a ambos. El amor es tan dinámico y cambiante que no evito recordar la pequeñas peleas, mis breves escritos sobre ella y la necesidad enorme que siempre he tenido de tenerla a mi lado. De seguro será una vida buena o no, quién sabe, sin embargo, me alegra tener la oportunidad de rehacer mi vida junta a la mujer que amo. Al verme aquí, a punto de subir a un avión, me pregunto ¿Realmente valió la pena todo esto?
Si, valió cada maldito segundo.
— Muchas gracias. —. Le agradece Anna a la señorita cuando toma los boletos a América. Vuelve a sujetar mi mano con fuerza y hago lo mismo.
No volveré a soltarla nunca.
— ¿Listo?
Asiento sonriente.
— Vamos de regreso a casa, linda.
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